Este trabajo pertenece a la categoría de historia de la historiografía. Mucho se ha dicho de Heródoto, Tucídides (los padres de la historia), pero también había que incluir a Polibio (el primero en vislumbrar una historia de carácter universal); y qué decir de Agustín considerado Santo), uno de los padres de la Iglesia católica (considerado aún más importante que el apóstol San Pablo) en el sentido de trascendencia de su pensamiento, digamos en sí, que, con su escolástica, logra ser uno de los baluartes del conocimiento imperante en la Edad Media o el modelo a seguir previamente a la llegada del Renacimiento. En fin, éstos autores pertenecientes a la historiografía greco-romana y medieval sobresalen por mucho a otros autores de la misma época. He ahí la cuestión. Como aprendiz de historiador es de vital importancia.
2. Heródoto Será Heródoto, quien represente el nacimiento de la Historia frente a la Mitología. Aunque denomine a su obra: Los nueve libros de la Historia, con el nombre de las nueve Musas 2 , inspiradoras mitológicas de las tareas intelectuales, ya no trata tanto de los héroes y los dioses, ni de deleitar con historias asombrosas y fantásticas, como de llevar a cabo una labor de cronista, acerca de las causas de las Guerras Médicas, que enfrentaron a griegos y persas (medos). Todavía Heródoto no se distancia totalmente de los relatos tradicionales y encuentra una cierta verosimilitud en las leyendas sobre el origen de la Guerra de Troya, mezclando muchos otros relatos míticos con su labor historiográfica. Su Proemio reincide en la novedad abierta por Hesíodo al reivindicar su autoría del relato: "Ésta es la exposición del resultado de las investigaciones de Heródoto de Halicarnaso para evitar que, con el tiempo, los hechos humanos queden en el olvido y que las notables y singulares empresas realizadas, respectivamente, por griegos bárbaros -y, en especial, el motivo de su mútuo enfrentamiento- queden sin realce". Tenemos en la Historia de Heródoto la primera obra extensa que se escribió en prosa griega, comparable en magnitud a los poemas épicos homéricos. Heródoto era consciente se ser un continuador de la épica al tiempo que se daba perfecta cuenta de que sus objetivos se desplazaban desde la magnificación poética de los relatos tradicionales sobre dioses y héroes hacia la cronica histórica de los hechos humanos. Heródoto, nuestro historiador, toma a la Ilíada, que narra el enfrentamiento mítico entre griegos y asiáticos, como precedente a su labor más cercana. Su obra comienza dando crédito al rapto de Helena por los troyanos como origen de las disputas entre griegos y bárbaros, precedido por el aún más mítico rapto de Ío (L.I, 1-5). Concede, pues, verosimilitud a las leyendas acerca del rapto de mujeres como causas de las contiendas antiguas, ya considerando lo que de ello contaban los persas (L.I, 1-5) como lo que le narraron los sacerdotes egipcios(LII,113-120). Y si bien puede apreciarse en la tradición del rapto de mujeres un motivo de contiendas en una remota época prehistórica, la Guerra de Troya se situaría ya en un estadio superior, no pudiéndose aceptar, como hace Heródoto, tal causa, como motivo del primer enfrentamiento multitudinario entre los dos pueblos.
3. Tucídides Pocos son los datos que sobre la vida de Tucídides se conocen y casi todos los conocidos son gracias a lo que sobre sí mismo escribe en su obra. Sabemos que era hijo de Oloro y que pertenecía a una familia aristocrática ateniense, pues el mismo se llama ateniense (Tuc. I 1); por el nombre de origen tracio de su padre se ha querido ver una relación entre Tucídides y la familia de los Filaidas, a la que pertenecía Cimón -cuyo abuelo materno también se llamaba Oloro-, quien se oponía al imperio naval ateniense tal y como propugnaba Pericles. Como, según la ley ateniense, era preciso tener más de treinta años de edad para ser elegido estratego y debido a que Tucídides participó como estratego en el sitio de Anfípolis en el 424 a.C. (Tuc. IV 104), es preciso que Tucídides naciera con anterioridad al 454 a.C. Tal nombramiento para una acción en Tracia se debió a la influencia de Tucídides entre los personajes más destacados de Tracia -recordemos su posible origen-, donde además tenía adjudicada la explotación de unas minas de oro (Tuc. IV 105). Educado en el seno de una familia aristocrática, frecuentó las escuelas de la sofística a juzgar por su estilo, su lengua y su pensamiento. Destinado a ejercer las más altas magistraturas, debido al desastre de Anfípolis frente a Brásidas, sufrió un destierro de 20 años (Tuc. V 26), tras una previa condena a muerte por rebeldía, en el año 423 a.C. hasta el final de la guerra. No obstante, fue el destierro el que le sugirió la idea de historiar y narrar los acontecimientos de su guerra contemporánea, ya que tení acceso a lo ocurrido en ambos bandos, con cierta calma e imparcialidad. Como fecha de su muerte se suele tomar como término post quem el elogio a Arquelao de Macedonia, que falleció en el 399 a.C., elogio incluído en su obra. Si bien Heródoto y Tucídides son considerados padres de la historiografía clásica y mundial, no obstante, son muy marcadas y notorias las características y diferencias por las cuales ambos merecieron tal título. Mientras Heródoto afirma que su obra es el fruto y resultado de sus investigaciones (historíe), Tucídides nunca llama así a su obra; el primero era heredero de la logografía jonia (también escribe en jonio), mientras que el segundo era heredero de los sofistas, de la escuela sofística ateniense (y por ello también escribe en ático). Por otro lado, si bien aquél se mueve en el terreno épico y religioso, ateniéndose a hechos antiguos, fiel a las tradiciones orales donde la especulación religiosa, la gloria del pasado de dioses y héroes, es reflejada para darles eternidad a modo de aedo primitivo que escribe en prosa, por contra Tucídides no da pie a la especulación religiosa, se atiene a la naturaleza humana para narrar unos acontecimientos contemporáneos a él, algunos incluso vividos por él mismo y otros que le fueron transmitidos, pero no por el fruto de una larga tradición oral: para él su obra tiene un valor ejemplar: ktêma eis aeí (tesoro para siempre). Por su parte Heródoto se limitó al conflicto entre griegos y persas, pero con el recuerdo constante del pasado, recogida de datos sin criticarlos: antologías, genealogías, historias locales, geografía descriptiva y etnográfica (todo ello herencia de los logógrafos griegos), frente a Tucídides que innovará al introducir la crítica histórica de las ideas políticas, los acontecimientos, las causas profundas y los detonantes externos del conflicto entre griegos con una mezcla de objetividad. Finalmente la utilización del pasado en Tucídides -la Arqueología – está en función de hacer comprensible el presente, mientras que en Heródoto está en función de buscar la anécdota (casi como una enciclopedia etno-geográfica e histórica). Si también Tucídides recibió el título de padre de la historia fue en gran parte por culpa del enfoque político que le dio a su historia. Cuando trazó el programa de su historia ya definió que no pretendía narrar los acontecimientos de la guerra exclusivamente, sino que pretendió plasmar lo que para él era lo más importante: las ideas olíticas de ambos bandos, de los protagonistas de la guerra, en cada omento de la guerra y de la paz -incluyendo aquí la paz de Nicias-. Por ello, para dar una perspectiva política a su obra, utiliza dos recursos: la crítica que hace a lo largo de toda la obras y los discursos de los distintos dirigentes políticos de ambos bandos a cada momento; es así como dibuja los planteamientos políticos, aunque no sabemos, eso sí, con cuánta fidelidad a la realidad o si bien están hechos a posteriori en función de su propia subjetividad y de la finalidad de su obra (cf. infra). Es notorio que en los discursos se reflejan personajes favorecidos por la crítica de Tucídides -como Pericles- y que ello se debe achacar a la proximidad de ideas políticas de Tucídides y los distintos protagonistas. Al mismo tiempo busca en cada acontecimiento y en el conjunto de la guerra en sí misma la causa profunda; de hecho, gran parte del libro I desarrolla lo que para él son causa profunda del conflicto, por un lado, y, por otro, los detonantes externos del mismo, derivados, no obstante, de la causa profunda: la expansión del imperialismo de Atenas y, encadenado a esto, el conflicto de Corcira, el conflicto de Potidea y el decreto megárico. Relacionado con tal concepto están todas las alusiones y meditaciones que Tucídides va haciendo sobre el poder: su mayor procupación como político y militar es analizar el fenómeno del poder, del imperialismo y del hecho revolucionario. Para nuestro autor la ambición de poder es un impulso innato de la naturaleza humana y es éste el que, como motor de los impulsos humanos, explica la conducta de los estados en la idea de que el débil está dominado por el fuerte -la filosofía del más fuerte. Por ello la Historia de la Guerra del Peloponeso es la historia del intento de conservación y aumento del poder imperialista de Atenas, resultado de un plan prefijado de expansión imperialista y excusado en el temor del propio imperio a perder su poder a manos de potencias rivales. Es por ello que el imperialismo es el centro focal de la reflexión de Tucídides en boca primero de los grandes políticos atenienses (Pericles, Cleón, Nicias y Alcibíades) con las matizaciones y precauciones de cada uno de ellos y después de los principales personajes del bando contrario (Hermócrates, Arquídamo, Brásidas) con sus temores e individualismos, con la idea subyacente de que la gran beneficiada de la guerra fue Esparta. Es por ellos que autores de la talla de Maquiavelo -en El príncipe – y de Hobbes -en su Leviathan – se basan en ideas políticas de poder expuestas en distintos puntos de la obra de Tucídides para elaborar sus propias tesis, así como la idea surgida en grandes estudiosos de Tucídides que ven en él un acérrimo defensor de la Machtpolitik -política del poder- de Pericles y lo describen como "el político que escribió para políticos". La madurez de Tucídides coincidió con el desarrollo de la guerra: al comienzo de ésta -431 a.C.- debía de rondar la treintena. Es gracias al estierro de 20 años cuando decide contar y analizar la historia de lo sucedido, ponerla por escrito con la intención de ser leída con espíritu crítico (xyngrafeîn), no para ser escuchada por un auditorio: contar cómo se han producido y quiénes fueron los participantes desde el punto de vista propio como partícipe durante un tiempo y después omo observador de la misma y desde el punto de vista inmediato de gentes que participaron en los avatares de la misma y con el análisis del semblante psicológico y político de los grandes personajes de la misma mediante no ya la narración, sino mediante los discursos. Es la narración de la historia con información de primerísimo orden, tamizada eso sí por el filtro objetividad-subjetividad de Tucídides. Es, por tanto, el primer autor que escribe una historia sobre hechos contemporáneos y por ello se constituye como principal fuente histórica de dicho período -junto con escritores como Eurípides y Aristófanes que en sus piezas teatrales incluían alusiones, burlas, noticias y críticas sobre la guerra-, aunque, eso sí, de un modo incompleto, pues murió al parecer antes de poder acabarla. Sólo Jenofonte, Cratipo, Teopompo y las Hellenica Oxyrhynchia continuaron el relato donde aquél lo dejó, pero con una menor calidad, con una mayor falta de testimonio y documentos inmediatos y con la falta de la concepción histórica tucidídea.
4. Polibio En Polibio encontramos la idea de esa nueva clase de historia plenamente desarrollada. Como todo verdadero historiador, Polibio tiene n tema bien definido, a saber: la conquista del mundo por Roma; pero Polibio da principio a su relato en una época situada más de 150 años antes del tiempo en que se escribe. De esta manera su campo de inspección comprende cinco generaciones en lugar de una. Polibio, dotado de una mente crítica y filosófica, supo evitar los peligros de una deformación histórica al elegir como punto de partida de su narración el momento en que, a su parecer, las autoridades eran fidedignas, fuentes que, por otra parte, empleó con notable juicio crítico. Para Polibio, la historia de Roma comienza con Roma ya plenamente constituida, adulta y lista para embarcarse en su misión conquistadora. El grave problema de cómo se gesta un espíritu nacional lo elude Polibio para él, el espíritu dado y preconfeccionado es el espíritu de la historia, la sustancia inmutable que está debajo de los ambios. Justamente del mismo modo que los griegos no podían entrever la posibilidad del problema que llamaríamos de los orígenes del pueblo helénico, así tampoco existe para Polibio el problema del origen de los romanos, y si tuvo conocimiento, como sin duda lo tuvo, de las tradiciones acerca de la fundación de Roma, simplemente las omitió de su relato, en cuanto se situaban en un punto más allá de donde arranca el saber histórico, según él lo concebía. Polibio emplea la palabra historia no en un sentido general y primitivo, es decir, significando cualquier de investigación, sino en su sentido moderno de historia, es decir, algo que se concibe como una vestigación especial que requiere un nombre especial que le sea propio. Polibio es el abogado de los derechos que tiene esta ciencia a ser estudiada con carácter de universalidad y por sus propios méritos, nos advierte en la primera frase de su libro que esto es algo que antes no se había hecho. Se ve a sí mismo como el primero en concebir a historia en cuanto tal como una forma del pensamiento dotada de valor universal. En sí para Polibio, la historia merece consideración, no porque sea científicamente verdadera o demostrable, sino porque es escuela y campo de adiestramiento para la política. Polibio no piensa que el estudio de la historia impedirá a los hombres caer en los yerros de sus predecesores y que les permitirá superarlos en sus éxitos; el éxito a que conduce el estudio histórico es un éxito interior, una victoria sobre sí mismo, no sobre las circunstancias. Polibio aplica a la historia las mismas nociones helenísticas que aplicaron los estoicos y epicúreos a la ética. Ambas escuelas, en efecto, coincidían en pensar que el problema de la vida moral no era saber controlar los acontecimientos del mundo en torno, según creyeron los moralistas griegos clásicos, sino saber cómo conservar la integridad y el quilibrio interno una vez que se había abandonado el intento de controlar los sucesos externos. Y es que para la mente helenística la conciencia de sí mismo ya no es, como para la mente helénica, una potencia conquistadora del mundo; es una ciudadela que ofrece un asilo seguro contra un mundo a la vez hostil y huraño.
5. Índole de la historiografía greco-romana
I) Humanismo
La historiografía greco-romana es humanística. Es un relato de la historia humana, de la historia de los hechos del hombre, de sus propósitos, sus éxitos y sus fracasos. La noción filosófica que sustenta esa tendencia es la idea de la voluntad humana eligiendo libremente sus propios fines y limitada en el éxito que logre en su persecución sólo por el despliegue de su propia energía y por la capacidad del intelecto que los aprehenda y que arbitra los medios para su consecución. Esto implica que cuanto acontece en la historia, acontece como resultado directo de la voluntad humana, y que hay alguien directamente responsable de ese acontecer, ya para aplauso, ya para censura, según la cosa sea buena o mala. El humanismo greco-romano, sin embargo, adolecía de una debilidad especial característica, porque su visión psicológica o moral era inadecuada: estaba fundada, en efecto, en la idea de que el hombre es esencialmente un animal racional, con lo que quiero significar la doctrina de que todo ser humano individual es un animal capaz de razón. Según esta idea helenística-romana, el hombre se hace capaz de vivir sabiamente, escudado por su racionalidad, en un mundo loco y malvado.
II) El sustancialismo
¿Qué se quiere decir con sustancialismo? Se quiere decir que dicha historiografía está construida sobre la base de un sistema metafísico cuya categoría fundamental es la categoría de sustancia. Para Platón las sustancias son inmateriales. Para Aristóteles es la mente, sin vuelta de hoja. O también se tenía la idea de que lo inmutable es cognoscible. Pero no es histórico. En Heródoto tenemos un esfuerzo por alcanzar un punto de vista verdaderamente histórico. Para él los sucesos tenían importancia en sí mismos y eran cognoscibles por sí mismos. Pero ya en Tucídides el punto de vista histórico empieza a opacarse por el sustancialismo. Para Tucídides los sucesos tienen sobre todo importancia por la luz que arrojan sobre entidades eternas y sustanciales de las cuales aquellos solamente son accidentes. La corriente de pensar historicista que manaba tan libremente en Heródoto empieza a congelarse.
Aurelius Augustinus nació en el año 354 en Tagaste, en lo que es actualmente Argelia. De madre cristiana, para el 386 se adhiere a la secta de los maniqueos, forma popular y difundida del gnosticismo dualista.La filosofía. Agustín concibe a la filosofía como abarcando todo lo que es de interés supremo para el hombre. "El hombre no tiene ninguna razón para filosofar como no sea alcanzar la felicidad", decía. Pero esta búsqueda de conocimiento sólo es un elemento de la búsqueda de la sabiduría en la philosophia, tal como lo entienden Agustín y sus contemporáneos. Así, la razón de fondo por la cual Agustín rechazó el escepticismo de la Segunda Academia fue porque, en su opinión, lo desesperaba de alcanzar la felicidad. Después de convertirse al cristianismo, Agustín lo aceptó como único camino hacia la felicidad y, por lo tanto, como la única "filosofía" verdadera. El neoplatonismo le había servido como preparación para el evangelio al liberarlo de su materialismo anterior. La posición de una mente racional es lo que distingue al hombre de las bestias; las ctividades propias de la mente, pues, son distintivas y esencialmente humanas. El más elevado de ellos es el poder de pensamiento y de juicio, porque éste regula el ejercicio de todas las otras funciones distintivamente humanas. La beatitud consiste en la completa satisfacción de las facultades racionales del hombre. También se realiza en ella la búsqueda del conocimiento y la comprensión; la sabiduría humana se completa con la visión de la verdad que no pertenece a la esencia de la beatitud. En sí, con la beatitud insiste en el carácter radicalmente intelectual de esta autorrealización completa del hombre a la que llama beatitud. En la medida en que este objetivo de la vida humana es una autorrealización intelectual, el progreso hacia tal fin es un progreso en el conocimiento y en la comprensión. La vida feliz reside en la sabiduría, y su búsqueda es inevitablemente una búsqueda de sabiduría, philosophia, que incluye un aumento de la captación y la comprensión. La búsqueda de la felicidad para Agustín por medio de la philosophia tiene una cualidad profundamente intelectual. Ésta philosophia cristiana, tal como la concebía Agustín, se basaba en una revelación histórica de la acción divina. La razón por la cual, para Agustín, la fe sola no podía desempeñar la función de una "filosofía cristiana" era el carácter incompleto y rudimentario de la fe. La función de la fe, en la "filosofía cristiana" de Agustín, es el primer paso, al que dirige la mente en la dirección correcta y le extiende la recompensa prometida, la de la plena comprensión, que es el objetivo buscado. La fe, para él, es siempre el requisito necesario para una correcta comprensión. Es el punto de partida de todo progreso en la comprensión y la puerta de entrada a la verdad. Así, para Agustín, la fe es anterior a la razón, en el sentido de que sin fe la razón es impotente para alcanzar su objeto: la felicidad. Agustín no se interesa en lo que nosotros llamamos filosofía, por sí misma. Él es un teólogo de cabo a rabo, que se ocupa de tratar de comprender lo que cree que es la revelación de Dios. El conocimiento humano. La reflexión de Agustín sobre el conocimiento parte de su tentativa por responder a los filósofos que, para él negaban su posibilidad, aquellos a quienes llama los "académicos". Agustín consideraba que la conciencia sensorial es, n general confiable, ya que siempre es posible someter sus datos a la evaluación crítica de la mente. La reivindicación agustiniana de la posibilidad de obtener un conocimiento confiable se realiza en dos frentes. La primera clase incluye los objetos de los cinco sentidos, es decir, el mundo material. La segunda clase es el mundo inteligible, al que la mente conoce independientemente de la experiencia sensorial. Como sostenía Platón, hay dos mundos: el mundo inteligible, "en el que habita la verdad misma", y el sensible, que "influye sobre nosotros en la vista y el tacto". De estos mundos, el primero es "verdadero en sí mismo, mientras que el segundo es semejante a la verdad y hecho a su imagen". Agustín reivindica el conocimiento sensorial contra los ataques escépticos. Para Agustín, como para Platón, el conocimiento del mundo, .inteligible se adquiere independientemente de la experiencia. Pero en la obra de Agustín aparecen muchos elementos de juicio que dan apoyo a la principal opinión restante: la de que la luz divina imprime en nuestras mentes las ideas y conceptos que contiene, y la de que suministra a la mente los patrones de sus juicios. Agustín sostenía que una de las funciones de la iluminación divina en la mente humana es suministrarle reglas del juicio.Las imágenes y los conceptos de la mente son el material de los juicios hechos bajo la iluminación por la luz divina. No hay nada más característico del procedimiento de Agustín que esta manera de colocar una concepción filosófica dentro de su perspectiva religiosa general y explotarla en su servicio. Debemos pasar ahora a otro aspecto, la teoría platónica de la reminiscencia. La mente percibe mediante iluminación, la verdad, la universalidad y la necesidad de los juicios. Buena parte del pensamiento de Agustín sobre la conducta humana está condicionado por el contexto teológico de la ley y los mandamientos de revelación divina (o revelación histórica), de la gracia divina que permite a los hombres cumplir la voluntad de Dios, del pecado como rechazo de esta ayuda y, sobre todo, de la concepción que contiene el Nuevo Testamento del amor.
7. Conclusión · Heródoto, en efecto, no reduce su atención a los simples acontecimientos; los considera humanísticamente en cuanto actos de seres humanos que tuvieron sus motivos para obrar del modo en que braron. Separa el mito de lo que él considera historia o hechos de los hombres. Es el Padre de la Historia. · Tucídides, se atiene a la naturaleza humana para narrar unos acontecimientos contemporáneos a él, algunos incluso vividos por él mismo y otros que le fueron transmitidos, pero no por el fruto de una larga tradición oral: para él su obra tiene un valor ejemplar: ktêma eis aeí (tesoro para siempre). Finalmente la utilización del pasado en Tucídides -la Arqueología – está en función de hacer comprensible el presente, mientras que en Heródoto está en función de buscar la anécdota (casi como una enciclopedia etno-geográfica e histórica). · Polibio, es el abogado de los derechos que tiene esta ciencia a ser estudiada con carácter de universalidad y por sus propios méritos, y nos advierte en la primera frase de su libro que esto es algo que antes no se había hecho. Se ve a sí mismo como el primero en concebir la historia en cuanto tal como una forma del pensamiento dotada de valor universal. En sí para Polibio, la historia merece consideración, no porque sea científicamente verdadera o demostrable, sino porque es escuela y campo de adiestramiento para la política. · Agustín (Santo), buena parte de su pensamiento sobre la conducta humana está condicionado por el contexto teológico de la ley y los mandamientos de revelación divina (o revelación histórica), de la gracia divina que permite a los hombres cumplir la voluntad de Dios, del pecado como rechazo de esta ayuda y, sobre todo, de la concepción que contiene el Nuevo Testamento del amor. Como sostenía Platón, hay dos mundos: el mundo inteligible, "en el que habita la verdad misma", y el sensible, que "influye sobre nosotros en la vista y el tacto". De estos mundos, el primero es "verdadero en sí mismo, mientras que el segundo es semejante a la verdad y hecho a su imagen.
Debemos estar seguros entonces de que la historia de la historiografía debería de situarnos como amantes -ya no del pasado- sino de la misma historia en un plano superior a cualquier persona que se interesa por el futuro, así sería entonces pensar en un porvenir con rumbo y con campo abierto a cualesquier profesión de carácter social. Pero no es que la historia se coloque en una situación diferente a otra ciencia social, aunque es de reconocerse que ella misma es "reina" y ella mi es ciencia que originó otras ciencias, como la sociología y otras más. Heródoto, Tucídides, Polibio y San Agustín son solamente unos pocos y son también algunos de los principales que contribuyeron al engrandecimiento y estudio del ser humano en todas sus facetas. La historia como ciencia nació con los primeros, con los últimos se consolidó y además se conjuntó con otros saberes que aún estaban naciendo, como el cristianismo (y me refiero únicamente a San Agustín). El ser humano no está condenado a vivir en forma errante en un futuro controlado por personas que se imaginan tal situación. La humanidad tiene un rico pasado, un pasado que les servirá determinantemente para no cometer los mismos vicios de ayer, las mismas angustias vividas, las mismas desdichas de antaño. Es por eso que ahora está aquí proyectándose para mañana en forma total. Créase el historiador ha contribuido en mucho y seguirá contribuyendo… porque la humanidad sí tiene esperanza y no existe un fin de la historia.
8. Bibliografía Collingwood, R. G. Idea de la historia. F. C. E., México, 1952.
"Agustín" de R. A. Markus, en el libro de O'Connor, D. J. Historia crítica de la filosofía occidental. Paidos, España, 1982.
Heródoto. Los nueve libros de la historia. Porrúa, México, c1981.
Tucídides. Historia de la Guerra del Peloponeso. Iberia, España, c1963.
Polibio. Historia universal: Durante la República romana. Orbis, España, c1986.
San Agustín. Tratados. SEP, México, c1984.
Trabajo enviado y realizado por: Tirso Ramón Falcón
24 años Universidad Juárez Autónoma de Tabasco México