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El Dios emotivo (página 2)

Enviado por Jesús Castro


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La versión clásica del "dilema del prisionero" es acerca de dos prisioneros. Si solamente uno de ellos admite que cometió un crimen, recibirá dos años de cárcel, mientras que el otro recibirá seis. Si ambos confiesan, cada uno recibirá cuatro años; mientras que si ninguno lo hace, ambos serán liberados. La tentación reside en no confesar, pero uno no puede estar seguro de si el otro lo hará, causando que el que no confiese pase más tiempo tras las rejas.

Pues bien, en la situación de las bacterias no hay dos individuos solamente sino trillones de participantes, y además tienen una cantidad de tiempo muy limitada para decidir, dijo Ben Jacob. "Cada bacteria tiene que decidir si cooperará [convirtiéndose así en espora] o no, con lo cual [si no coopera] entrará en el estado de competencia. Y, a diferencia de la situación de los prisioneros, en el caso bacteriano existe un reloj o cronómetro interno que está puesto en marcha. Además, cada bacteria suele enviar [al medio] mensajes químicos sobre sus intenciones que pueden ser captados por todas las demás".

Ben Jacob dijo que las bacterias "usualmente no mienten" sobre sus propios planes, pero [hay una minoría que sí lo hace y ésta] tiene una oportunidad de ser sobreviviente. Las bacterias que "no quieren hacer trampa [, esto es, mentir,] pospondrán su decisión, viendo [entre tanto] cómo se formulan las decisiones de las otras bacterias". El nuevo artículo presenta un modelo que decodifica cómo las bacterias usan las redes de genes y proteínas para calcular los riesgos y los principios de la Teoría de Juegos que utilizan, concluyó él.

"[…] Nosotros […] podríamos […] aprender de ellas", dijo Ben Jacob. "La regla sencilla es que, cualquiera que tenga que tomar una decisión importante —vida o muerte en tiempos de estrés— debería esperar a ver la tendencia de los cambios, el proceso de riesgos y las posibilidades en profundidad, y solamente entonces decidir"».

Este artículo sobre la toma de decisiones bacteriana permite ver que a nivel colectivo es posible efectuar una predicción basada en métodos estadísticos, pero la estadística tiene poco o nada que decir (o predecir) para el caso de un individuo en particular. Semejantes hallazgos son muy similares en el ámbito de las poblaciones humanas: las tendencias colectivas pueden, hasta cierto grado, preverse, usando medios estadísticos para ello; sin embargo, a nivel individual no funciona la estadística. Incluso en la física de partículas parece darse bastante bien esta norma, ya que aparentemente es fácil prever, por ejemplo, el comportamiento de una masa de moléculas gaseosas; sin embargo, el método estadístico utilizado (física estadística) no sirve para predecir el comportamiento de una partícula en solitario. También da la impresión de que en "mecánica cuántica" se tiene una situación similar.

Las implicaciones de esta disminución de la capacidad de previsión estadística del comportamiento bacteriano a nivel individual nos induce a pensar que lo que en el ámbito macroscópico y humano denominamos "libertad", o "libre albedrío", bien pudiera alcanzar sus rudimentos en la "imprevisión" de la conducta de estos seres procariotas, considerados a nivel de individuo. Podríamos casi definirlo como un "libre albedrío elemental", o muy simple.

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Toma de decisiones en eucariotas.

La mundialmente aceptada "teoría celular", propuesta en 1838 para los vegetales y en 1839 para los animales, por Matthias Jakob Schleiden y Theodor Schwann, postula que todos los organismos vivos terrestres están compuestos por células, y que todas las células derivan de otras precedentes. De este modo, todas las funciones vitales emanan de la maquinaria celular y de la interacción entre células adyacentes; además, la tenencia de la información genética, base de la herencia biológica, en el ADN, permite la transmisión de la información que produce vida de generación en generación.

Existen dos grandes tipos de células: las "procariotas" (que comprende a las bacterias) y las "eucariotas" (divididas tradicionalmente en células animales y células vegetales, si bien se incluye además a los hongos). Las células procariotas son pequeñas y aparentemente menos complejas que las eucariotas; por lo general, no poseen un núcleo claramente diferenciado. Las bacterias son procariotas de dimensiones muy reducidas, de apenas unas micras (nota: una "micra" es la milésima parte de un milímetro, o bien la millonésima parte de un metro) en la mayoría de los casos; aunque carecen de un núcleo delimitado por una membrana, presentan un "nucleoide", esto es, una estructura elemental que contiene una gran molécula, generalmente circular, de ADN.

Se denominan "células eucariotas" a todas aquellas células que presentan un núcleo celular bien delimitado por una doble capa lipídica (la envoltura nuclear), la cual es porosa y contiene el material hereditario (fundamentalmente la información genética). A los organismos formados por multitud de células eucariotas (seres vivos pluricelulares) se les llama "eucariontes". Para los evolucionistas, hubo un paso de procariotas a eucariotas que significó un gran salto en la complejidad de la vida y uno de los más importantes de su su hipotética evolución. Sin este supuesto paso, no habría sido posible alcanzar la complejidad que adquirieron las células eucariotas y tampoco habrían sido posibles ulteriores pasos tales como la aparición de los seres pluricelulares. La vida, probablemente, se habría limitado a constituirse en un conglomerado de bacterias. De hecho, los cinco reinos restantes dependen de ese hipotético salto cualitativo. Para los evolucionistas, pues, el éxito de estas células eucariotas posibilitó las posteriores radiaciones adaptativas de la vida que han desembocado en la gran variedad de especies que existe en la actualidad.

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La "biología descriptiva" nos informa acerca de los hallazgos obtenidos tras arduas y múltiples investigaciones en el campo de la microscopía de los seres vivos, en tanto que la "biología evolucionista" no ofrece más que una hipotética interpretación de dichos hallazgos. A lo largo de estas monografías, desde la G001 hasta la G079 (y las que tal vez quedan por elaborarse en el futuro, si las condiciones para ello lo permiten), se han expuesto multitud de argumentos, hechos e indicios que desacreditan a la teoría evolucionista, por lo que su interpretación de los datos aportados por la biología descriptiva resulta poco o nada fiable. En cambio, la interpretación creativista, aunque menos popular en los ambientes académicos actuales, debido en gran parte a que colisiona contra el paradigma materialista imperante, resulta ser, desde el punto de vista eriseísta, muchísimo más aceptable y convincente.

Desde el prisma eriseísta, las células eucariotas no derivan de las procariotas merced a un proceso casual y afortunado de refinamiento evolucionario, sino, más bien, gracias al cumplimiento de un proyecto deliberado de diseño inteligente patrocinado por el Sumo Hacedor, a saber, el Dios del Génesis (Jehová por nombre). Por otra parte, tal como se deriva de la observación de los datos descriptivos, las eucariotas presentan una estructura celular mucho más compleja que las procariotas en términos generales. Ello debería traducirse en una mayor complejidad decisoria, o sea, en una mayor opcionalidad o riqueza en cuanto a posibilidades de tomas de decisiones; y todo parece indicar que es así, en efecto.

De la misma manera que ocurría en el caso bacteriano, las decisiones eucariotas son estadísticamente más predictibles cuanto mayor sea la población de individuos unicelulares, estudiados como conjunto; pero al considerar un solo individuo, los métodos estadísticos no sirven. Además, como quiera que la complejidad estructural y funcional de una eucariota es notoriamente mayor que la de una procariota, también parece que la capacidad decisoria de un individuo eucariota, unicelular (una ameba, por ejemplo), es mayor que la de una procariota (una bacteria, por ejemplo). Esto es así porque el panel de opciones de la eucariota es mayor que el de la procariota, por razón de su mayor complejidad morfofuncional.

El descenso de la utilidad de la predicción estadística del comportamiento eucariota (o de cualquier otro ser viviente) se hace notorio a medida que disminuye la población considerada, hasta ser francamente inútil a nivel de individuo (conjunto poblacional unitario, o de un solo elemento), y esta imprevisión podría interpretarse como el "grado de libertad" del individuo estudiado. Así, la "libertad" del individuo en cuestión estaría vinculada a la impredictibilidad estadística de sus decisiones. Desde este enfoque, evidentemente, el grado de libertad de un unicelular eucariota sería mucho mayor que el de un unicelular procariota, por el hecho de que el panel de opciones del primero es mucho más amplio (mayor número de opciones a elegir); y en esta línea individual: a mayor panel de posibilidades correspondería una mayor impredictibilidad.

Aquí se puede establecer una diferencia fundamental entre un ser vivo y una máquina, por sofisticada que ésta sea. El comportamiento de una máquina (es decir, un aparato individual artificial que sirve para aprovechar, dirigir o regular la acción de una fuerza) es absolutamente previsible en su funcionamiento, al menos teóricamente; pero esto no ocurre en el caso de un ser vivo. Semejante diferencia explicaría, además, por qué una máquina carece de libertad (capacidad de elección impredecible).

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Decisiones en eucariontes.

Los "eucariontes" son seres vivos que constan de una o más células eucariotas, abarcando desde organismos unicelulares hasta intrincados y verdaderos conglomerados pluricelulares en los cuales las diferentes células se especializan para realizar distintas tareas, y las cuales, en general, no pueden sobrevivir de forma aislada. Pertenecen a este dominio (o imperio) todos los animales, plantas y hongos, así como el reino Protista. Todos ellos presentan semejanzas a nivel molecular (estructura de los lípidos, proteínas y genoma) y comparten el mismo plan corporal de los eucariotas, muy diferente del de los procariotas.

Recientemente, el equipo biomédico del doctor Andre Levchenko, del Departamento de Ingeniería Celular del Instituto "Johns Hopkins", de la Universidad del mismo nombre (Baltimore, EEUU), ha efectuado, al parecer, un estudio pionero que combina las matemáticas con experimentos en células vivas, para traducir el funcionamiento interno de la toma de decisiones de la célula en un lenguaje matemático universal, permitiendo que el procesamiento de información en las células sea comparado con el procesamiento de datos que tiene lugar en los ordenadores. Esta nueva y llamativa investigación también demuestra por qué es ventajosa para las células la estrategia de cooperar entre ellas: Al formar parte de organismos multicelulares, logran superar su limitada capacidad de toma de decisiones.

Por lo visto, cada célula interpreta una señal proveniente del entorno de una manera diferente. Pero si muchas células actúan juntas, generando así una respuesta colectiva, el resultado puede eliminar las diferencias en la interpretación de la señal, en tanto que refuerza los rasgos comunes de las respuestas. Los investigadores también examinaron, por tanto, la idea de que las células podrían responder colectivamente a estímulos del entorno para tomar decisiones en conjunto y encontraron que grupos de tan pocas células como 14 podían duplicar el número de diferentes decisiones posibles para el grupo, en comparación con una sola célula.

El hecho de que grupos de células puedan tomar más decisiones que las células aisladas explicaría por qué la multicelularidad es una opción más provechosa en el mundo animal, y por qué las células a veces pueden lograr mucho más si trabajan juntas que si lo hacen por separado. Sin embargo, en todo esto, es necesario puntualizar que el logro se consigue cuando el conjunto de células da lugar a un ensamblaje para formar un organismo individual multicelular, con lo cual se obtiene un fenómeno emergente al que no se le puede aplicar los métodos estadísticos para alcanzar una previsión o vaticinio competente que determine la toma de decisiones de dicho individuo, pues se trata precisamente de una estructura viviente indivisa. No se debe confundir la "pluricelularidad" de una estructura biológica, que se comporta como un solo individuo, con la "colectividad" celular, la cual no toma en cuenta la estructuración a nivel individual superior sino que sólo se enfoca en el estudio de una población de individuos (las propiedades del "todo" difieren de la suma o reunión de las propiedades de las partes que lo integran).

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Eucariontes pluricelulares.

Los organismos unicelulares se caracterizan porque todas sus actividades vitales son desarrolladas por una sola célula. Son unicelulares todos los organismos procariotas y algunos eucariotas del reino protista (protozoos), así como el reino de los hongos (levaduras). Cuando un organismo unicelular se reproduce, inmediatamente da lugar a dos células hijas independientes, que pueden permanecer juntas o en una colonia.

Los organismos pluricelulares están formados por un conjunto de células originadas por la proliferación de una célula inicial, llamada "cigoto" o "célula huevo". Todas las células resultantes tienen la misma información genética, pero sufren un proceso de diferenciación celular que da lugar a distintos tipos celulares.

Muchos organismos unicelulares se asocian, temporal o permanentemente, formando colonias. Éstas no son consideradas seres pluricelulares, dado que en ellos cada célula sigue realizando individualmente todas las funciones vitales y, por tanto, podrían vivir independientemente. Un organismo pluricelular, en cambio, está formado por un gran número de células y hay una especialización celular. Los seres pluricelulares más complejos poseen células muy especializadas que se agrupan en tejidos; y éstos, en órganos; los órganos, en aparatos; etc.

Las células especializadas de los seres pluricelulares están organizadas en tejidos. Todos los tejidos tienen células especializadas en realizar una función determinada. Las distintas variedades de tejidos se asocian para realizar funciones aún más especializadas y complejas: los órganos. A su vez, los órganos, que facilitan una misma función, forman un aparato o sistema.

La diferenciación celular es el proceso por el que las células adquieren una forma y una función determinada durante el desarrollo embrionario o la vida de un organismo pluricelular, especializándose en un tipo celular. La pluriceluridad impone a las células necesidades que los unicelulares no tienen.

Para que las células de un organismo pluricelular puedan vivir, necesitan mantener la vida del organismo del que forman parte. Este organismo es una comunidad en que distintas células se especializan en diferentes funciones. Así, tenemos algunas células dedicadas a generar contracciones musculares, mientras que otras se dedican a la secreción o a la conducción de impulsos nerviosos… Como ya sugerimos, la pluricelularidad hace necesaria una diferenciación de las células, de modo que se especialicen en diferentes funciones. Por otra parte, es necesario que las células de un mismo tejido se coordinen entre sí, así como también que unos tejidos se coordinen con otros. Si cada grupo de células actuara con total independencia de lo que hace el resto, el organismo formado por ellas no podría mantenerse vivo.

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No parece que las eucariotas que forman tejidos animales o vegetales sean más "libres" que las eucariotas unicelulares, como la ameba. La razón de ello puede estribar en la especialización y en la dictadudura de una superestructura biológica (el tejido), que impone un considerable control sobre estas eucariotas tisulares. Sin embargo, el organismo pluricelular que resulta de la integración de esas eucariotas especializadas sí dispone de mayor grado de libertad que las eucariotas unicelulares independientes.

El reino de las plantas.

Ya hemos visto anteriormente que los seres vivos se componen de una o más células, procariotas o eucariotas. Actualmente, muchos autores excluyen a los virus de entre los organismos vivientes, por lo que esa línea nebulosa que separa lo vivo de lo inerte se hace más clara a la luz de estos criterios subjetivos. No obstante, la verdadera clasificación entre la materia viva y la inerte, si algún día llegara a ser atisbada por el estudioso humano a un grado suficientemente cercano al criterio del Gran Diseñador de todo lo viviente, puede que tenga que esperar a un futuro más o menos distante.

Hoy día, pues, todos los seres vivos terrestres se consideran formados por células. Por tanto, podemos definir a la célula como la unidad morfológica y funcional de todo ser vivo. De hecho, la célula es el elemento de menor tamaño que puede considerarse vivo. Como tal posee una membrana de fosfolípidos con permeabilidad selectiva, que mantiene un medio interno altamente ordenado y diferenciado del medio externo en cuanto a su composición; y dicho medio interno, sujeto a control homeostático, consiste en biomoléculas y algunos metales y electrolitos. La estructura se automantiene activamente mediante el metabolismo, asegurándose la coordinación de todos los elementos celulares y su perpetuación por replicación a través de un genoma codificado por ácidos nucleicos.

Como ya se ha indicado, las células pueden ser de dos tipos básicos: procariotas y eucariotas. Los seres vivos formados por células eucariotas se llaman "eucariontes", y éstos son, a su vez, de dos clases: unicelulares y pluricelulares. Pues bien, dentro de los eucariontes pluricelulares se encuentran las plantas, los hongos y los animales.

En biología, se denomina "plantas" a los seres vivos fotosintéticos, sin capacidad locomotora y cuyas paredes celulares se componen principalmente de celulosa. Taxonómicamente están agrupadas en el reino "Plantae" y como tal constituyen un grupo de eucariontes pluricelulares conformado por las plantas terrestres y las algas que se relacionan con ellas; sin embargo, no hay un acuerdo entre los autores en la delimitación exacta de este reino. Obtienen la energía de la luz del Sol, que captan a través de la clorofila presente en sus cloroplastos, y con ella realizan la fotosíntesis, en la que convierten simples sustancias inorgánicas en materia orgánica compleja. Como resultado de la fotosíntesis, desprenden oxígeno (aunque, al igual que los animales, también lo necesitan para respirar).

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