7.- Definición de los alcances del papel empresarial del Estado e implementación de una política de privatizaciones.[2]
8.- Reformulación de la política tributaria a efectos de obtener una mayor equidad distributiva y de facilitar la formación de capital de las empresas.
9.- Crecimiento del PBI en un 20 % entre 1984 y 1989.
10.- Aumento de la tasa de inversión hasta llevarla al 20 % del PBI.
11.- Incorporación significativa de equipo importado para contar con los últimos adelantos tecnológicos que permitan aumentar la eficiencia de la producción nacional.
12.- Moderación del consumo para facilitar la formación del capital, aunque sin recurrir a una fuerte caída del salario real y mediante acuerdos que resulten políticamente aceptables.
13.- Aumento de las exportaciones de bienes y servicios a una tasa promedio de 7,2 % anual durante 1984/89, considerando los precios de 1985.
14.- Aumento de las exportaciones de origen industrial a una tasa promedio de 11,9 % llevándolas del 14,3 % del PBI, en 1984, al 16,6 % en 1989.
15.- Expansión del las exportaciones de productos energéticos (gas, petróleo y derivados) a un ritmo del 16,7 % anual, duplicando las ventas al exterior, en términos reales, en un periodo de cinco años.
16.- Incremento de la importación de bienes y servicios a una tasa del 9,3 % anual en el lapso 1984/89.
17.- Fomento de la actividad y producción agropecuarias en todos sus aspectos y alcances.
18.- Modernización y reestructuración de la industria existente e incorporación de nuevos desarrollos tecnológicos.
19.- Sustitución selectiva de importaciones, desechando la sustitución irrestricta válida para otras épocas.
20.- Fortalecimiento del empresariado nacional a través del fomento selectivo de la pequeña y mediana empresa industrial.[3]
El planteamiento de estos nuevos objetivos por parte del Dr. Sourrouille tenía como fin la estabilidad económica del país y la reducción de la tasa inflacionaria. Pero bien, quizá el mayor interrogante planteado por el mismo ministro consistió en determinar si la reducción la tasa inflacionaria es viable empleando un modelo económico planteado a corto plazo. La respuesta al mismo tiene dos caminos, el teórico –pensamiento abstracto luego aplicable, al menos en su intención principal, a la realidad social- y los propios resultados fácticos. En la primera de las modalidades, diversas son las conclusiones aunque muchas de ellas concordante; es por ello que daremos lugar a las explicaciones argumentadas por dos especialistas: el ya mencionado Di Baja y, en segundo lugar, la del Dr. Ricardo Ferrucci.
El Dr. Di Baja sostiene, en base al interrogante esgrimido, la posibilidad de reducir la tasa inflacionaria aclarando la necesidad de que muchos factores sociales acompañen el plan económico para que aquella política antiinflacionaria tenga éxito. A su vez, remarca la importancia de acompañar las medidas de corto plazo con ciertas pautas a cumplimentar a largo plazo.
Por su parte, Ferrucci concuerda don Di Baja en que el Plan Austral ha sido consistido en una política económica de corto plazo, indispensable en todo caso para combatir la alzada inflacionaria. A su vez, vuelven a coincidir en la indispensabilidad de acompañar las medidas de ese tipo con idea a largo plazo o estructuralista para poder sustentar los fines deseados. Vale la pena dar a conocer la caracterización que el autor da sobre los distintos métodos que pueden emplearse para dar pelea a problemáticas de este tipo:
Las formas de enfrentar la inflación en el pasado han sido tres: a) gradualista, b) shock ortodoxo y c) shock heterodoxo. La política gradualista implicada detener o "anclar" alguna/s variable/s, como la cantidad de dinero, salarios, tarifas o tipo de cambio, con la esperanza de poder detener a todas las demás. Este procedimiento fue difícil de implementar por cuanto las variables "pugnaban por zafarse" (huelgas, movimientos de opinión, etc.) o su retraso traía grandes problemas económicos. Este procedimiento era muy difícil en 1985 porque: a) el déficit fiscal y el aumento de la desmonetización impedía anclar la oferta monetaria. b) La deuda externa y la demanda especulativa de divisas impedía anclar el tipo de cambio. c) La situación social impedía anclar los salarios. d) Además la economía estaba indexada en forma generalizada y las expectativas hacia el futuro eran negativas.[4]
En cuanto al shock ortodoxo explica:
…fue similar al planteo monetarista ya analizado: significaba bajar la emisión drásticamente. Esto implica un período de recisión económica tanto más largo y profundo cuanto menos se creyera en la viabilidad de la política. Tenía, por tanto, un alto costo social, no sólo para los asalariados sino para las empresas más débiles que no podían subsistir al ajuste.[5]
Una vez caracterizadas, Ferrucci afirma que el Plan Austral "adhirió a una explicación de la inflación a corto plazo por costos, demandas y expectativas, y adoptó una política de shock heterodoxo para remediarla"[6].
A continuación, y haciendo referencia al cuadro presente en el anexo – Esquema del Plan Austral sobre la inflación-, y a modo de resumen, el autor explicita:
Como surge del cuadro [ver anexo], la explicación partía de causas de demanda (el gran déficit fiscal que obligaba a emitir), de costos (el aumento del tipo de cambio por la situación de la Balanza de Pagos, y de otros costos por la indexación generalizada) y de expectativas (…). La solución planteada combinaba diferentes medidas: a) La regla fiscal y monetaria: el Estado se comprometía a "vivir con lo suyo", lo que debía tener efectos sobre la demanda presente y las expectativas hacia el futuro. b) El control de precios (que convierte al plan en heterodoxo), cuyo objetivo era impedir los desacomodamientos sectoriales, evitando que hubiera sectores (los que producían bienes "no comercializables") que se aprovecharan de la situación. c) Desde el punto de vista de la inercia inflacionaria, se trataba de disminuir la velocidad de ajuste y la indexación de las variables existentes en el pasado, con medidas como el desagio, y el cambio de moneda. d) Por último, el Plan tenía como objetivo transformar las expectativas negativas en positivas, a través del "efecto demostración" de la regla fiscal, campañas publicitarias, dándole más claridad al financiamiento del déficit, etc.
Ahora bien, llevado a la práctica, el problema de la postura adoptada por Sourrouille consistió en una falta de respuesta conforme a la esperada de los sectores productivos así como de las exportaciones netas; al mismo tiempo la inflación cada día pisaba mas fuertes y resonaba en los murmullos de los argentinos generando malestar y disconformidad.
En Febrero de 1985 la base monetaria se contrajo mientras que simultáneamente los niveles de precios se expanden sin precedentes. Esta claro aquí que con el solo hecho de suprimir la emisión de moneda estuvo lejos de detener la inflación como todos esperarían, sino que en este caso la carencia de dinero circulante solo provoco un exacerbo en los precios.
La suma de todas estas circunstancias incontrolables momentáneamente llevaron a la necesidad de generar un plan económico que mantuviera a raya la inflación, aumentara la inversión, mejorara la situación monetaria y permitiera renegociar la deuda externa. Fue así que el 14 de junio de 1985 entró en vigencia el nuevo plan, el Plan Austral. Este constaba de una serie de disposiciones que finalmente fueron adoptadas el 14 de junio de 1985. En palabras de Di Baja, consistieron fundamentalmente en:
1.- Congelamiento de todos los precios y salarios al 13 de junio.
2.- Actualización de todas las tarifas de los servicios públicos a fin de que en el futuro cubrieran los costos sin originar déficit a ser satisfechos a través del tesoro.
3.- Cobertura del déficit global de la administración pública, empresas y organismos del Estado, acumulado hasta el 13 de junio, mediante una emisión de moneda equivalente a su monto.
4.- Emisión de un nuevo signo monetario del valor de un milésimo del peso argentino en circulación. El nuevo signo pasó a denominarse Austral.
5.- Fijación de un tipo de cambio oficial de 0.80 australes por dólar, subsistiendo la política del control de cambios.
6.- Regulación oficial de la tasa de interés y de los restantes factores del mercado monetario vía Banco Central.
7.- Desagio de todas las deudas preexistentes mediante la aplicación de una tabla de conversión.
8.- implantación de un régimen de ahorro obligatorio en función de las ganancias y del impuesto a los capitales y patrimonios[7]
El nuevo plan logro congelar los precios y tarifas de la economía, reduciendo drásticamente el déficit fiscal en casi un 6 porciento, gracias a la aplicación de retenciones, impuestos al combustible, y la aplicación de un ahorro para los sectores de mayores ingresos relativos.
Por otra parte, el Plan establecía que el Estado argentino evitaría la emisión de moneda para financiar el déficit fiscal. Esta situación fue acompañada de una reducción drástica de la tasa de interés.
No era de menor importancia el hecho de que era necesario establecer un nuevo signo monetario e instaurar una tabla de conversión para los contratos acordados en la anterior moneda (pesos argentinos), en la que la nueva moneda (el austral) se actualizaría diariamente. Todas estas medidas fueron aplicadas con el fin de reducir las bruscas redistribuciones del ingreso entre los deudores y los acreedores.
Es por todos sabido -y rescatable, sin lugar a dudas- el éxito extremadamente contundente que obtuvo el Plan como arma para detener la inflación en el corto plazo sin perjudicar la situación de los trabajadores internos.
En cuanto a la base monetaria, esta había sufrido un aumento considerable en el primer mes de funcionamiento del plan -pasando de un 41 por ciento en junio de 1985 a un 43 por ciento en julio del mismo año-. Los precios tuvieron una baja del 4,3 por ciento entre julio y octubre de 1985. El plan daba buenos resultados.
Otro de los puntos importantes de las medidas adoptadas se encuentra encuadrado en la antitética relación que este representa con el pasado, siendo un claro hito de ruptura -no solo en referencia a su efecto reductor de la inflación, (siendo este en su momento uno de los principales problemas de la Argentina), sino también desde la visión económica que el mismo plan tuvo desde su formación; sobre todo en el aspecto referido a su planificación, entre otros.
Sin lugar a dudas, las políticas adoptadas por medio de este plan tuvieron el merito de manejarse bajo un aspecto estructural de considerable seriedad; siendo cauto y prudente –actitudes estas no habitúes en el desarrollo político de nuestro país.
No menos valorable consistió el hecho de que el Plan Austral no fue diseñado como política económica tendiente al beneficio de una clase sobre la otra o permitiera sacar ventajas a un sector por sobre los demás, sino que fue creado con la finalidad de crear una base económica y social favorable para los distintos sectores de la sociedad tanto en el corto como en el largo plazo, si bien estos resultados no pudieron ser percibidos por los motivos ya esgrimidos.
Como afirma el Dr. Roberto Alemann:
El plan austral ha conseguido revertir la hiperinflación en marcha, y ha logrado un aterrizaje suave al nivel de la inflación tradicional argentina que prevaleció entre 1945 y 1975. O sea 2 a 3 porciento por mes, 20 a 30 por ciento al año, que no es estabilidad. Es inflación mediana, que es la inflación que hemos tenido siempre.[8]
A raíz de la cita precedente, vale la pena remarcar algunos conceptos. En cuanto al de hiperinflación, indica Ferrucci: "es aquella en la que se pierde el control total de las variables monetarias, aunque los autores difieren en sus límites".[9]
Queda evidenciado, fundado en las citas de autoridad, la efectividad que trajo aparejada el Plan Austral. Si bien sus resultados tuvieron un corto lapso de desarrollo, el shock producido en la economía resultó ser más que favorable de acuerdo al marco social reinante en aquel momento.[10]
A continuación se proseguirá con el análisis de dicho plan, derivado con sus respectivos cambios en el Plan Primavera.
Autor:
Agustín Garrido
[1] En la ecuación macroeconómica, un aumento en la inversión productiva proveniente de capitales extranjeros (aumento de "I") así como la obtención de un superávit en la balanza comercial arrojada, al menos en los planes, por el esperado incremento de la exportación de bienes primarios (incremento de los valores de "XN").
[2] Disentimos en este término, según lo posteriormente expresado al referirnos al Plan Primavera, en base a la entrevista realizada al Dr. Enrique Isaac Groisman.
[3] Di Baja, Augusto César; Plan Austral: antecedentes, exposición y crítica, Buenos Aires : Acta Económica, 1989, p. 43
[4] Ferrucci, Ricardo Jorge, Instrumental para el estudio de la economía argentina, Buenos Aires, Eudeba, 1989, p.193
[5] Ãdem 4.
[6] Ãdem 4.
[7] Ãdem 2, p. 54
[8] Naszewski, Daniel; ¿Podrá sobrevivir el Plan Austral?, Buenos Aires, Editorial de Belgrano, 1987, p. 28-29.
[9] Ãdem 4.
[10] Esto podemos apreciarlo en el Gráfico N°1 situado en el anexo, "Salario real y PBI per cápita 1939-1999.
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