Scheler, a partir de este método, descubre lo esencial del hombre, pues lo estudia desde lo más patente y así paulatinamente profundiza en él hasta llegar a su verdadera esencia que, según él, es el espíritu como lo veremos más adelante.
LA FILOSOFÍA DE MAX SHELER
El despertar de Scheler al mundo de la filosofía está caracterizado por el problema antropológico, pues él mismo lo expresa de forma directa: "Las cuestiones: "¿Qué es el hombre y cuál es su puesto en el ser?", me han ocupado de un modo más directo y esencial que todas las demás cuestiones de la filosofía, desde el primer despertar de mi conciencia filosófica."[3]
Es claro que Max tiene como eje central de su filosofía el estudio del hombre, pero lo desarrolla teniendo en cuenta cuál es la relación que éste tiene con los demás seres naturales y trata de mirar qué es aquello que lo caracteriza, que lo hace diferente; y lo estudia desde una visión integral: "le interesa la concreción íntegra del hombre, es decir, le interesa tratar de aquello que, a su parecer, distingue al hombre de otros seres vivos pero en conexión de lo que tiene de común con ellos, y tratarlo de manera que pueda ser reconocido, partiendo de lo común, por la separación que su carácter específico impone en esa comunidad."[4]
Su filosofía ha sido dividida en tres grupos, el primer grupo no tiene mucha importancia, pues apenas estaba empezando su pensamiento; pero es necesario aclarar que en esta filosofía Scheler trata principalmente el problema fenomenológico y utiliza este método para aplicarlo a sus ideas. Pero a medida que estudiaba y profundizaba este método, descubrió que lo podía "trascender", es decir, llevarlo más allá de lo que Husserl pretendía: "su gran aportación fue desarrollar la fenomenología más allá del angosto campo de la conciencia y de la lógica, proyectándola sobre el ámbito de los sentimientos y de la ética."[5]
Vemos, pues, que su pensamiento madura, y es considerado por los estudiosos como su segunda filosofía, que está entre los años 1906-1920, y representa la época más importante del filósofo. El escrito central aquí es "El formalismo en la ética y la ética material del valor", una de las obras clásicas y decisivas del siglo XX . En esta etapa de su filosofía pasa del problema fenomenológico, como mero método intelectual, a la aplicación en el campo axiológico, que es lo predominante durante este periodo del filósofo. Aquí trata principalmente la persona, donde rechaza aquel concepto que la reduce a todo carácter sustancial, pues afirma que definirla como sustancia equivale a cosificarla, a concebirla como algo estático e inerte, cuando ella es esencialmente dinámica; ya que la persona no es, se hace. Se puede afirmar, a partir de esto, que este segundo grupo de su filosofía tiene que ver con el obrar, con la acción, de donde depende del hombre llegar a ser persona.
En esta etapa tiene mucho que ver la cultura, porque ésta es el proceso en el que el hombre se hace y este carácter inadecuado de su ser radica en su origen metafísico; ya que el hombre por mucho que alcance a ser, siempre quiere ser más, es el eterno insatisfecho. La cultura determina fuertemente al hombre, pues es en ella donde él se hace y por lo tanto donde éste adquiere su obrar moral.
El tercer grupo, es decir, la filosofía última de Scheler, es antropológica, pero ¿con qué fin? Con el fin de identificar el por qué el obrar del hombre dentro del cosmos es tan diferente al de las demás realidades existentes.
Se podría resumir entonces que Max Scheler hace su tratado antropológico en relación con el problema axiológico y viceversa; con el fin de descubrir el puesto del hombre dentro del mundo, es decir, la esencia del hombre, y para hacer esto utiliza el método fenomenológico.
Me detendré un poco más en el tercer grupo, en razón de que es en éste donde se encuentra ubicada la obra a tratar: El puesto del hombre en el cosmos.
El tercer grupo representa los escritos desarrollados entre los años 1921-1928, año de su muerte, y resulta mucho más difícil caracterizarlo por algo en especial, por el hecho de no contar con una obra central, como en el segundo grupo, pero sin embargo es considerada por muchos pensadores como antropología filosófica. El puesto del hombre en el cosmos esclarece en parte este problema, la cual es, originalmente, el producto de una conferencia en la que Scheler anticipó algunos de los grandes temas de aquellas obras que estaba preparando; o sea, que esta obra es una visión general, una introducción a los temas que tenía el pensador en proyecto. Esto explica su carácter fragmentario, los innumerables pasajes oscuros, sus notoria lagunas. Este último grupo se caracteriza por el intento de llegar a una concepción global del mundo y de la realidad, con el hombre como centro. Es ahora cuando la cuestión antropológica adquiere su madurez, lo que implica una visión metafísica de la realidad. El rasgo característico de esta época, han dicho los grandes estudiosos, es la importancia que le da Scheler a los factores vitales; no es que él se hubiera olvidado de esta cuestión, pero ahora lo resalta mucho más, hasta el punto de que algunos llegaron a confundirlo como un vitalista.
El puesto del hombre en el cosmos es, pues, la obra que aclara un poco el último pensamiento de Scheler, aunque como lo dije arriba, es toda una introducción al proyecto que pensaba realizar, y el mismo autor lo expresa en el prólogo de dicha obra: "Este trabajo representa un breve y comprimido resumen de mis ideas sobre algunos puntos capitales de la antropología filosófica, que tengo entre las manos hace años y que aparecerá a principios del año 1929."[6]
Max Scheler muestra esta obra como un resumen de todos sus proyectos con respecto al estudio del hombre; lastimosamente falleció y sólo nos dejó el legado de su visión general con respecto a su último pensamiento. Desde aquí decimos que El puesto del hombre en el cosmos fue el "anteproyecto", que nunca pudo llevarse a cabo por la inesperada realidad de la muerte.
Paulatinamente he llegado a la obra a tratar durante esta investigación, se pudo ver que para poder llegar aquí se hizo necesario un recorrido breve por la vida de su autor. Se ha visto también que esta obra está ubicada en el tercer grupo de su filosofía, es decir, en su último pensamiento, caracterizado por el profundo deseo de descubrir cuál es el lugar del hombre en el mundo, qué es lo que tiene de común con los demás seres vivos, pero también qué es lo que lo caracteriza. Estas cuestiones son las tratadas durante la obra El puesto del hombre en el cosmos. No está de por más recordar que esta obra es una introducción a lo que Max Ferdinand Scheler pretendía desarrollar.
EL HOMBRE Y EL MUNDO
Como lo dije anteriormente la principal preocupación de Scheler es mostrar cuál es el puesto del hombre en el cosmos, él, para cumplir este propósito, parte exponiendo qué tiene de común el hombre con los demás seres vivos, esto se puede ver claramente en el primer capítulo de la obra, donde hace una especie de niveles, partiendo del más bajo, pero hace énfasis que incluso el grado más ínfimo de lo psíquico es común al hombre.
Para justificar lo anteriormente dicho, voy a describir de manera rápida lo que nos propone Scheler en este primer capítulo.
IMPULSO AFECTIVO
Es el grado menor de lo psíquico y es el único que posee la planta. En el impulso afectivo no están aún diferenciadas la sensibilidad y la tendencia, que implica siempre una dirección sobre algo; éste sólo posee dos estados que son una mera "dirección hacia" y "desviación de". La planta está adaptada al medio que la circunda, en ella no existe sensaciones, asociaciones, órganos sensibles, ni posee libertad; simplemente está condicionado por su medio. Scheler dice que: "es un impulso dirigido íntegramente hacia afuera. Por eso llamo extático al impulso afectivo de la planta, para indicar que a ésta le falta totalmente el anuncio retroactivo de los estados orgánicos a un centro."[7]
La planta no tiene conciencia, en definitiva, su existencia se reduce a nacer, crecer, reproducir y morir. Pero algo muy importante es que ésta posee la expresión: marchita, lozana, pobre, y esto es un fenómeno primordial de la vida.
Max dice que este primer grado también pertenece al hombre, pues no hay sensación, percepción, representación, tras de la cual no esté este impulso.
INSTINTO ANIMAL
Esta es la segunda forma psíquica esencial. El instinto, por ser una palabra tan oscura, hay que definirlo como conducta del ser vivo; la cual tiene cinco características: en primer lugar, la conducta instintiva se presenta como una conducta con sentido; en segundo lugar, debe ser con cierto ritmo; como tercera característica tenemos que la conducta instintiva siempre está dirigida al servivio de la especie; en cuarto lugar, ésta es innata y hereditaria; por último se podría decir que la conducta no depende del número de ensayos que haga el animal para afrontar determinada situación. El instinto, pues, está de antemano en el animal, es momentáneo, o sea sale a flote en el momento de la acción; de tal manera que se puede decir que este grado psíquico no es ajeno al hombre, ya que muchas veces éste actúa intuitivamente.
MEMORIA ASOCIATIVA
Ésta "debemos atribuirla únicamente a los seres vivos, cuya conducta se modifica lenta y continuamente en forma útil a la vida, o sea, en forma dotada de sentido." [8]
La memoria asociativa depende del número de ensayos o pruebas que haga el animal; es decir, en aquel intento donde el animal tuvo éxito él lo va a volver a repetir, en cambio si tuvo fracaso, no; a esto es lo que Max Scheler llama principio del éxito y del error. Pero cabe anotar que la memoria asociativa son hábitos, autoadiestramiento, o cuando el mismo hombre adiestra al animal. Este grado psíquico es aprehendido por el animal ya sea porque lo vea o lo experimente, y simplemente es una repetición de actitudes; es una cadena donde una especie se trasmite de generación en generación dicha actitud inconscientemente. Este tercer grado también está en el hombre, sobre todo en la vejez, donde éste se torna esclavo del hábito.
INTELIGENCIA PRÁCTICA
Scheler llama inteligencia práctica a aquella forma de comportamiento de un ser vivo, independiente de ensayos y que es una acción totalmente nueva tanto para la especie, como para el individuo; la denomina "práctica" porque su objetivo siempre será un acto, una acción. Estudiando los resultados alcanzados por Wolfgong Vohler, acerca de los chimpancés, Scheler dice: "Las experiencias han demostrado claramente, a mi juicio, que las acciones de los animales no pueden explicarse todas por instintos y procesos asociativos, sino que en algunos casos hay auténticas acciones inteligentes."[9]
Afirma esto porque comprobó, estudiando dichas investigaciones, que los chimpancés se valían de los elementos de su alrededor para alcanzar su objetivo.
Resulta obvio que este grado psíquico se nota claramente en la vida cotidiana del hombre, donde pone los objetos circundantes a su servicio para alcanzar su meta.
LO PARTICULAR DEL HOMBRE
EL ESPÍRITU COMO CARACTERÍSTICA NETAMENTE DEL HOMBRE
En el capítulo anterior traté de describir de manera general, según Scheler, qué es aquello que tiene de común el hombre con los demás seres vivos. Pero hay algo que inquieta fuertemente y es que este autor atribuyó a los animales inteligencia en algunos de sus actos, por eso él, en esta obra dedica un capítulo entero para esclarecer cuál es entonces la diferencia que existe entre el hombre y el animal. No presenta un capítulo para explicar cuál es la diferencia que hay entre el reino vegetal y el hombre, pues ésta se muestra a la vista; una simple diferencia: el "automovimiento" que posee el ser humano, la planta no tiene la libertad de desplazarse por sí misma de un lugar a otro.
Scheler afirma que la diferencia reside en "el nuevo principio que hace del hombre un hombre, es ajeno a todo lo que podemos llamar vida… es un principio que se opone a toda vida en general… Esa palabra es espíritu."[10]
Un ser espiritual se va a distinguir del animal, porque éste es libre frente al mundo que lo rodea, es más "está abierto al mundo, según expresión que nos place usar, semejante ser espiritual tiene mundo."[11]
En cambio el animal está condicionado por el medio, todo lo que éste puede aprehender se encuentra limitado por lo que lo circunda, no puede ir mas allá de lo meramente inmanente, de eso que le ofrece la realidad sensible; a diferencia del hombre que, gracias al espíritu, es dueño de su propia conducta, hace objeto la resistencia del impulso, es un ser abierto en medida ilimitada, y, lo mas admirable aún, tiene autoconciencia, es decir, sabe que sabe; en cambio el animal tiene conciencia, pero no autoconciencia, el oye, ve, pero no sabe que oye o que ve.
La diferencia entre el animal y el hombre básicamente es la siguiente: "Para el animal, la conducta se encuentra demarcada por los impulsos biológicos y los objetos con los cuales se relaciona en el entorno físico; por el contrario, la vida humana aunque no escapa de estos condicionamientos…tiene la capacidad e independencia para trascender el mundo circundante."[12]
El espíritu, el cual le ayuda al hombre a objetivar el mundo, no puede ser parte de ese mismo mundo; es decir, el espíritu puede objetivar el mundo, pero no puede objetivarse, porque él es actualidad pura.
Desde lo anterior se pudo ver claramente que el espíritu posee tres características principales: la objetivación, la autoconciencia y la actualidad.
En el hombre hay una característica netamente humana: la libertad, como lo diría Danilo Cruz: "En el hombre actúan los impulsos vitales como en el animal, pero él no es esclavo de ellos sino que, como persona, puede negarlos o frenarlos, reorientarlos en la dirección de instancias espirituales o ponerlos al servicio de estos, como ocurre en la vida moral."[13]
El animal siempre le va a decir "sí" a la realidad, sea cual sea, en cambio el hombre tiene la capacidad de elegir y puede decir "no"; puede poner todo aquello que le ofrecen los sentidos en dudas; y así decimos que es el eterno insatisfecho, que siempre va a querer más, y en la medida en que éste quiera más, se le van a abrir sus horizontes y nunca hallará el límite.
Se ha mostrado que el elemento característico del hombre, el que da su peculiar puesto dentro del cosmos, es el espíritu; pero a Scheler le va a preocupar fuertemente ¿Cuál es el origen del espíritu? ¿Dónde nace? Y estas cuestiones lo llevan a expresar su doctrina del impulso y espíritu.
IMPULSO Y ESPÍRITU
Scheler empieza afirmando que el espíritu carece de fuerza propia, de fuerza originaria; pero ante éste está el poderoso impulso o energía impulsiva, que lo vitaliza, le da fuerza; pero ahora bien, el impulso es ciego, no tiene autodirección, entonces aquí entra en juego precisamente el espíritu, que tiene como función orientar los impulsos, los va a coordinar, para que así se pueda ejecutar el proyecto de la voluntad, dictado por el espíritu.
Se puede decir que estos dos atributos se complementan, pues, el espíritu es propiamente el que tiene la voluntad, el proyecto, mas no tiene fuerzas para llevarlo a cabo. En cambio el impulso, es pura energía, pero sin dirección alguna, totalmente desorientado. Entonces aquí entra en juego el espíritu que dota de dirección al impulso, y el impulso que da energía al espíritu.
Resulta un poco extraño cómo lo inferior da fuerza a lo superior, cómo el espíritu, característica principal del hombre, depende del impulso, pero Max dice que "Originariamente, lo inferior es poderoso, lo superior es impotente. Toda forma superior del ser es, con respecto a los inferiores, relativamente inerte, y no se realiza mediante sus propias fuerzas, sino mediante las fuerzas de los inferiores."[14]
Desde aquí puede surgir la siguiente pregunta: ¿Qué llevó a Max Scheler a plantear la doctrina del impulso y el espíritu?
La respuesta a esta inquietud la da Antonio Pintor, quien dice que Scheler se vio influenciado por la realidad que lo circundaba:
En el marco de la república weimaniana, una vez que la liquidación del imperio guillermino arrambló con los antiguos sueños políticos de Scheler y otros muchos, el filósofo observó la presencia de una burguesía bien formada culturalmente, pero incapaz de controlar en la práctica la situación. Frente a ella, un socialismo ayuno de cultura, pero dotado de un gran poder efectivo. Esta disociación entre el espíritu y el poder es para Scheler una de las dos "enfermedades alemanas" y es necesario compaginarlas.[15]
Es de gran importancia ver cómo influye el contexto en la forma de filosofar; pues en Scheler se ve un caso concreto, él, a partir de la realidad de su país, pudo hacer una interpretación con respecto al hombre.
Es interesante en el comentario de Pintor Ramos la palabra "compaginarlos", esto es lo que pretende mostrar Scheler en la doctrina de impulso y espíritu, hay que compaginarlos, de tal modo que se vitalice el espíritu y se espiritualice el impulso. No se puede hablar de una guerra entre estos dos atributos, pues de hacerlo se estaría dando pie a que las potencias impulsivas sigan por su propia dirección, es decir, ciegas, sin control. Se debe de tener cierta estrategia para que no haya guerra, lucha entre ellos, de tal forma que el impulso que se presenta como malo, debe ser atacado indirectamente, empleando esta energía para unas obras moralmente aceptadas; esto es lo que Scheler llama sublimación del espíritu.
EL ESPÍRITU ES SUPERIOR A LOS PROCESOS VITALES
Cuando Scheler llega al problema del alma y el cuerpo lo presenta como dos dimensiones que se integran en el hombre; rechaza cualquier monismo o dualismo que se tenga con respecto a la visión del hombre.
Él ofrece una visión totalmente integral de lo fisiológico y lo psíquico, los considera como un mismo proceso vital, donde no se entiende lo físico sin lo psíquico y viceversa. Para comprobar esta afirmación propone unos ejemplos muy sencillos, pero muy aptos para su justificación; yo sólo voy a tomar uno, que es muy común en lo cotidiano y Scheler mismo lo admite: "Con arreglo a nuestra experiencia, una úlcera gástrica puede estar condicionada por influencias psíquicas tanto como por procesos físico-químicos."[16]
Es notorio que para este filósofo lo físico-psíquico, alma-cuerpo, son una unidad, una totalidad en el ser humano.
Tomando lo psíquico y lo físico como dos aspectos del mismo proceso vital, entonces el espíritu, que lleva a cabo estos dos modos de consideración, debe ser por necesidad superior al alma y al cuerpo.
En Scheler, además de estas dos dimensiones mencionadas anteriormente, existe, pues, el espíritu, que no tiene ni tiempo ni espacio, por lo tanto, es superior a los procesos psicofísicos, los cuales están sometidos a lo espacio-temporal. El espíritu sólo depende del proceso vital cuando solicita una actividad, porque no posee fuerza originaria, pero en sus demás casos es independiente.
EL HOMBRE COMO SER ABIERTO AL ABSOLUTO
Cuando el ser humano se aleja de la naturaleza, cuando hace de ella su objeto, por medio de su espíritu, en él surge un deseo de un ser que esté más allá de lo puramente inmanente, finito, limitado, es decir, de un ser trascendente, infinito e ilimitado por excelencia. Esto surge precisamente cuando el hombre se interroga por sí mismo, cuando se reconoce como un ser distinto a las demás realidades existentes.
El hombre reconoce que su centro está más allá de lo que puede observar y esto le ocurre cuando se descubre como un ser abierto al mundo y en el momento cuando toma conciencia de que no depende del medio como los animales.
Desde lo anterior se puede concluir que el hombre tiene la necesidad de Absoluto, él va orientado hacia él; mas Scheler rechaza aquella visión donde el hombre, por satisfacer esta necesidad, se refugia en la religión y especialmente rechaza el judaísmo y el cristianismo. Llega entonces a la conclusión de que "para nosotros la relación del hombre con el principio del universo consiste en que este principio se aprehende inmediatamente y se realiza en el hombre mismo, el cual, como ser vivo, y ser espiritual, es sólo un centro parcial del impulso y del espíritu del "Ser existente por sí"".[17]
Para Scheler el hombre es el lugar donde se realiza lo divino. Dios es un ser que se está haciendo, y se hace en el hombre, es por tanto un Dios en camino, que sólo alcanza la divinidad perfecta en el final del proceso evolutivo.
CONCLUSIONES
Pude descubrir cómo el contexto histórico condiciona todo pensamiento de un filosofo, pues en Max Scheler se comprueba esta afirmación, ya que en su forma de filosofar influyó mucho su ambiente familiar, sus profesores, sus amigos y la misma realidad de su país.
Comprobé que el hombre tiene mucho de común con los demás seres vivos, aunque parezca extraño, pues en muchas de sus actitudes es exactamente igual a las plantas y a los animales; tiene de común con las plantas el impulso afectivo y con los animales el instinto, la memoria asociativa y la inteligencia práctica.
Me di cuenta que el hombre, si bien es cierto que tiene algo de común con las plantas y los animales, también es cierto que entre ellos existe una gran diferencia y ésta precisamente reside en que el hombre tiene espíritu y, gracias a éste, objetiva las demás realidades que existen, tiene autoconciencia, es libre y, lo más admirable aún, es un ser abierto al Absoluto.
Algo que me enriqueció mucho fue como planteó Scheler la unidad del alma y del cuerpo, pues tenía grandes dudas sobre este tema, pero este autor, con su sencillez, al proponer como explicación el ejemplo de la gastritis, me hizo comprender que en el hombre hay una sola actividad humana y que ésta es unitariamente psico-orgánica.
BIBLIOGRAFÍA
BUBER, Martín. ¿Qué es el hombre? tr. por Eugenio Ímaz. Bogotá : Retina, 1994. p. 114-140.
CRUZ PRADOS, Alfredo. Historia de la filosofía contemporánea. 2 ed. España : Eunsa, 1991. p. 149-157.
CRUZ VÉLEZ, Danilo. De Hegel a Marcuse. Bogotá : Usta, 1986. p. 138-146.
KLINKERT, Gustavo. Interpretación de la antropología integral en Max Scheler. En : Cuestiones Teológicas y Filosóficas, Medellín : No. 65 (I-1999); p. 161-196.
PINTOR RAMOS, Antonio. El humanismo de Max Scheler. Madrid : Edica, 1978. 410 p.
SCHELER, Max. El puesto del hombre en el cosmos. tr. por José Gáos. 5 ed. Buenos Aires : Losada, 1964. 128 p.
[1] PINTOR RAMOS, Antonio. El Humanismo de Max Scheler. Madrid : Edica, 1978. p. 27.
[2] Cfr., Ibid., p. 36-52.
[3] El puesto del hombre en el cosmos. tr. por José Gaos. 5 ed. Buenos Aires : Losada, 1964. p. 19.
[4] BUBER, Martín. ¿Qué es el hombre?. tr. por Eugenio Ímaz. Bogotá : Retina, 1994. p. 114-115.
[5] CRUZ PRADOS, Alfredo. Historia de la filosofía contemporánea. 2 ed. España : Eunsa, 1991. p. 150.
[6] Op. Cit., p. 19.
[7] Ibid., p. 31.
[8] Ibid., p. 42.
[9] Ibid., p. 52.
[10] Ibid., p. 56-57.
[11] Ibid., p. 58.
[12] KLINKERT, Gustavo. Interpretación de la antropología integral en Max Scheler. En : Cuestiones Teológicas y filosóficas, Medellín : No. 65 (I-1999); p. 170.
[13] De Hegel a Marcuse. Bogotá : Usta, 1986. p. 140.
[14] Op. Cit., p. 89.
[15] Op. Cit., p. 368.
[16] Op. Cit., p. 102-103.
[17] Ibid., p. 122.
Autor:
Carlos Alberto Vargas
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