De principatibus. Quot sint genera principatuum et quibus modis acquirantur.
Todos los Estados, todos los dominios que han ejercido y ejercen soberanía sobre los hombres, han sido y son repúblicas o principados. Los principados son, o hereditarios, cuando una familia ha reinado en ellos largo tiempo, o nuevos. Los nuevos, o son del todo, como lo fue Milán bajo Francisco Sforza, o son como miembros agregados al Estado hereditario del príncipe de los que adquiere. Los dominios así adquiridos están acostumbrados a vivir bajo un príncipe o a ser libres; y se adquieren con las armas propias o por las ajenas, gracias a la fortuna o por medio de la virtud.
De los las formas de principados me inclino más por "Los nuevos", se requiere de valentía e inteligencia para tomar un país que ya estaba acostumbrado a otra forma de gobernar, una planificación adecuada y tener en cuenta que las complicaciones apenas empiezan. Sin embargo analizaremos las diferencias del principado hereditario y del principado nuevo con más profundidad.
De principatibus hereditariis.
Parece que es más fácil conservar un Estado hereditario, acostumbrado a una dinastía, que uno nuevo, ya que basta con alterar el orden establecido por los príncipes anteriores, y a adaptarse con los acontecimientos después con los cambios que puedan producirse.
La costumbre es una arma fuerte, el humano le teme al cambio, a la incertidumbre, es por eso que se dice que "es mejor malo conocido que malo por conocer", por regla general, la persona que acaba de llegar trae cambios o modificaciones que beneficiara o perjudicara a las personas.
El príncipe natural tiene motivos y menos necesidad de causar agravios, es simple, el pueblo está acostumbrado a su forma de gobierno, mientras no le quiten atributos económicos o castigue de forma severa a la ciudadanía, el Estado seguirá conforme con el príncipe.
De principatibus mixtis.
Las dificultades existen en los principados nuevos, y si no es nuevo del todo, sino como agregado a un conjunto anterior, origina un principado que podríamos llamar mixto. La dificultad consiste en que los hombres cambian con gusto de señor con la esperanza de mejorar, esta creencia los impulsa a tomar las armas contra él. De modo que tienes por enemigos a los que has ofendido al ocupar el principado, y no puedes conservar como amigos a los que te han ayudado a conquistarlo. Un ejemplo claro se encuentra con el Rey de Francia, Luis XII el cual perdió Milán con la misma rapidez con que la había ocupado; y bastó la fuerza de Ludovico la primera vez para arrebatárselo, porque el pueblo al verse defraudado de esperanzas no pudieron soportar las imposiciones de Luis XII.
Quomodo administrandae sunt civitates vel principatus, qui an tequam occuparentur, suis legibus vivebant.
Hay tres modos de conservar un estado, primero destruir dichas ciudades, el segundo, ir a vivir en él, y el tercero, dejarlo regir por sus leyes, obligarlo a pagar un atributo y establecer un gobierno compuesto por un corto número de personas, que te las conserve fieles.
De estas tres formas para conservar el estado, la que yo recomendaría sería la de ir a vivir al lugar, para escuchar al pueblo y las acciones que se requieren. Darse a conocer por su buen afán de ayudar pero saber castigar a los que no cumplan con las normas establecidas.
Capítulo 6, 7, 8 y 9.
Aquí resumiré estos capítulos porque se trata de los diferentes principados que hay, y no es un tema del que debamos tratar a profundidad.
De los principados que se adquieren con armas propias se dice que son más o menos difíciles de conservar, según lo virtuoso que sea el príncipe. Algunos de los príncipes que no se convirtieron por el azar, sino por sus virtudes fueron Moisés, Ciro, Rómulo y Teseo.
De los principados que se adquieren como armas ajenas se dice que si te hacen favores eventualmente se te cobrara con un interés alto, es por eso que en esa época se debía pensar detenidamente si se aceptaba o se pedía ayuda a otro Estado.
En el caso del principado que se adquiere mediante crímenes o contrarias a la ley humana o divina. Algunos gobernantes de esa época conservaron su poder por la crueldad, pero se debe hacer una diferencia entre el buen uso de esta o el mal uso. Porque las injusticias se deben hacer de una sola vez para que hagan menos daño.
Del principado civil se comenta que es aquel ciudadano, no por crímenes ni violencia, sino gracias al favor de sus compatriotas, se convierte en príncipe de su patria, es decir, asciende con el favor del pueblo o de los nobles.
Quomodo omnium principatuum vires perpendi debeant.
La fuerza del principado se considera que es capaz de sostenerse por sí mismos y en el caso contrario, si no tiene la suficiente fuerza para tener que pedir ayuda de otros. En el primer caso, se puede sostener por abundancia de hombres o de dinero, pueden levantar un ejército respetable y presentar batalla a quienquiera que se atreva a atacarlos.
Se considera que los hombres son enemigos de las empresas demasiado arriesgadas, y no puede reputarse por fácil la invasión a alguien que tiene su ciudad bien fortificada y no es odiado por el pueblo. Una de las obligaciones que tiene el príncipe es no ser odiado por el pueblo, porque en el caso de que lo sea se verá obligado a retirarse sin gloria.
En el caso de los hombres, está en su naturaleza adquirir obligaciones entre sí, tanto por los favores que se hacen por los que se reciben.
De principatibus ecclesiasticis.
Para los principados eclesiásticos existen dificultades antes de poseer al estado, ya que se adquieren con virtud o con fortuna y se conservan sin la una o sin la otra. Estos príncipes son los únicos que tienen que Estados y no los defienden; súbditos y no los gobiernan; los Estados, a pesar de hallarse indefensos, no les son arrebatados, y los súbditos, a pesar de carecer de gobierno, no se preocupan, ni piensan, ni podrán sustraerse a su dominio, por consiguiente estos principados son los únicos seguros y felices.
Esto se debe, en teoría, a que están gobernados por leyes superiores, leyes no de este planeta, es decir, por leyes de Dios y como desde época antigua Dios ha estado presente y es una fuente constante de poder.
Quot sint genera militia et de mercenariis militibus.
Como todos sabemos el ejército es uno de los puntos más importantes al momento de defender un país, y han existido diversos personajes que se caracterizaron por ser buenos estrategas, tenemos el caso de Alejandro Magno, que conquistó Asia con un ejército modesto, Napoleón Bonaparte, uno de los mejores estrategas que ha tenido Francia y el mundo.
Los cimientos principales y fundamentos de todos los estados, nuevos, antiguos o mixtos, consisten en las buenas leyes y las buenas tropas; las tropas.
Las tropas con que un príncipe defiende su Estado o le son propias, o mercenarias, auxiliares o mixtas. Las mercenarias y las auxiliares son inútiles y peligrosas, y el príncipe cuyo gobierno descanse en soldados mercenarios no estará nunca seguro ni tranquilo, porque están desunidos, porque son ambiciosos, si disciplina, desleales; valientes entre los amigos, pero cobardes cuando se encuentran frente a los enemigos; ni temerosas de Dios ni leales con los hombres, con ellas sólo se retrasa la ruina en la medida en que se retrasa el ataque y la razón recae en que estas tropas no tienen otro incentivo ni otro motivo que las lleve a la batalla que el sueldo.
O sea, quieren ser soldados del príncipe mientras éste no haga la guerra, pero en cuanto la guerra llega o huyen o se van, solo importa cuánto les pagan y no tiene lealtad hacia el representante, por eso muchas veces se dice que por más dinero que tengas no vale si no cuidas el lado personal del ejército.
Una de las ciudades que ha mantenido su prestigio es la ciudad de Esparta, hombres fuertes, expertos en la guerra, se dice que un hombre de Esparta equivalía a 3 hombres de cualquier otro ejercito, su fama los antepone y sería el ejercito que cualquier país desearía, además de que eran leales a su jefe y su patria, orgullosos y valientes.
Las tropas auxiliares son aquellas que se disponen cuando se llama a un príncipe poderoso para que con sus tropas venga a ayudarte y defenderte. Estas tropas pueden ser útiles y buenas para sus amos, pero para quien las llama son casi siempre perjudiciales; pues si pierden, queda derrotado, y si ganan, se convierte en su prisionero.
Aquí se da un claro ejemplo de nuestra época, Estados Unidos penetró en Irak intentando derrocar su tipo de gobierno pero al haber ganado se adjudicó su recursos naturales, tales como el petróleo.
Se concluye de esto que todo el que no quiera vencer no tiene más que servirse de esas tropas, porque son muchísimo más peligrosas que las mercenarias, pues están perfectamente unidas y obedecen ciegamente a sus jefes, con lo cual la ruina es inmediata.
Todo príncipe prudente ha desechado estas tropas y se ha refugiado en las propias, y ha preferido perder las suyas a vencer con las otras, considerando que no es victoria verdadera la que se obtiene con armas ajenas.
Para finalizar este tema de las tropas auxiliares, sucede que las armas ajenas o se caen de los hombres del príncipe, o le pesan, o le oprimen.
Una frase que describe con total claridad es la siguiente, que la creo Tácito en el siglo XIII:
"Quod nihil sit tam infirmum aut instabile quam fama potentiae non sua vi nixa"
Quod principem deceam circa militiam.
Un príncipe no debe, entonces, tener otro objeto, ni pensamiento, ni preocuparse de cosa alguna fuera de la guerra, y lo que a su orden y disciplina corresponde, porque esté es un arte que corresponde exclusivamente a quien manda. Pues la razón principal de la pérdida de un Estado se halla siempre en el descuido de este arte, en tanto que la condición primera para adquirirlo es la de ser experto en el mismo.
Francesco Sforza, por medio de las armas, llegó a ser duque de Milán.
En cuanto al adiestramiento de la mente, el príncipe debe leer las obras de los historiadores, examinar las acciones de los hombres ilustres, ver cómo se han conducido en la guerra, estudiando las razones de sus victorias y de sus derrotas a fin de que esté en condiciones de evitar las últimas e imitar las primeras. Y, sobre todo, hacer lo que han hecho en el pasado algunos hombres eminentes: tomar como modelo a alguien que con anterioridad haya sido alabado y celebrado, conservando siempre ante sus ojos sus actitudes y sus acciones. Se dice que Alejandro Magno imitaba a Aquiles y César a Alejandro.
Capítulo 15 y 16.
Debe comportarse un príncipe en el trato con súbditos y amigos, con la vara que midas serás medido, uno debe de cultivar sus relaciones con los súbditos y amigos para que en algún futuro puedas pedir obediencia o favores sin que te sean negados.
Pasamos a otro tema que se debe de tener en consideración, hablamos de la liberalidad, practicada de manera en que se sepa que uno es tenido por tal, perjudica porque, si se le practica virtuosamente y como es debido, no será conocido y no te evitará ser tachado de la cualidad opuesta.
Un príncipe no puede practicar públicamente esta virtud sin que se perjudique, convendrá, si es prudente, no preocuparse de ser tildado de tacaño; porque, con el tiempo, será considerando más liberal al ver sus súbditos que gracias sus rentas le bastan, y puede defenderse de quien le hace la guerra y acometer nuevas empresas sin gravar a sus pueblos.
No hay cosa que se consuma tanto a sí misma como la liberalidad, pues cuanto más se le practica más se pierde la facultad de practicarla. Y si hay algo que deba evitarse, es el ser despreciado y odioso, pues ambas cosas conduce a lo uno y a lo otro.
De crudelitate et clementia; et an sit melius amari timeri, vel e contra.
Hablábamos antes de los súbditos y los amigos, la duda queda entre si es mejor ser amado o temido, sin embargo Maquiavelo concluye que es mejor ser temido porque harán lo que deseas por el temor de que si no lo hacen la carga del castigo será magnánimo.
Maquiavelo comenta que todo príncipe debe desear ser tenido por clemente y no por cruel. Y sin embargo, deben cuidarse mal de esta clemencia, un príncipe no debe de preocuparse porque lo acusen de cruel, siempre y cuando su crueldad tenga por objeto el mantener unidos y fieles a los súbditos; porque con pocos castigos ejemplares será más clemente que aquellos que, por excesiva clemencia, deja multiplicar los desórdenes, causa de matanzas y rapiñas que perjudican a toda una población, mientras que las medidas extremas adoptadas por el príncipe sólo perjudican a un particular.
Surge de esto un cuestión: si es mejor ser amado que temido o viceversa. Se responde que sería menester ser lo uno y lo otro; pero puesto que es difícil reunirlas y que siempre ha de faltar una, es mejor ser temido que amado. Porque, en general, se puede decir de los hombres lo siguiente: que son ingratos, volubles, y simulan lo que no son y disimulan lo que son, huyen del peligro, están ávidos de ganancia, y mientras les haces favores son completamente tuyos, te ofrecen su sangre, sus bienes, su vida y sus hijos, pues ninguna necesidad tienes de ello; pero cuando la necesidad se presenta se rebelan.
Capitulo 18 y 19.
Existen dos maneras de combatir, una con las leyes, otra con la fuerza. La primera es distintiva del hombre; la segunda, de la bestia. Pero como a menudo la primera no basta, es forzoso recurrir a la segunda. Y ya que se ve un príncipe obligado a combatir como bestia, se debe elegir entre ser león o zorro, el primero no sabe prevenir la trampas y el segundo no sabe combatir a los lobos, así que se debe tener un equilibrio entre el zorro y el león para que cuando te llegue los lobos los venzas y cuando llegue una trampa la puedas superar.
El príncipe debe evitar todo aquello que lo pueda hacer odioso o despreciable, y una vez logrado, habrá cumplido con su deber y no tendrá nada que temer de los otros vicios. Lo hace odioso el ser avaro y usurpador de los bienes y de las mujeres de los súbditos, de lo que se deberá abstenerse el príncipe para no ser odiado. Y lo hace despreciable el ser considerado voluble, frívolo, afeminado, asustadizo e irresoluto. Un príncipe debe temer dos cosas: hacia dentro, que se le subleven los súbditos; hacia fuera, que los ataquen los extranjeros poderosos.
Capítulos 20, 21, 22, 23 y 25.
Decidí poner estos capítulos en una sola sección, esto no significa que sean de menor importancia, el hecho es que son temas que más informativos son de cultura general, aquí está el desglose.
Algunos príncipes han desarmado su Estado; otros han mantenido divididos los territorios conquistados; otros han favorecido a sus mismos enemigos; otros se han esforzado por atraerse a aquellos que les inspiraban recelos al comienzo de su gobierno; otros que construyeron fortalezas y otros, en fin, que las han demolido y destruido.
Nunca sucedió que un príncipe nuevo desarmase a sus súbditos; por el contrario, los armó cada vez que los encontró desarmados, porque al armarlos aquellas armas se hacen suyas, los que te son sospechosos se vuelven fieles y los que ya te eran fieles lo siguen siendo. Por el contrario, si los desarmas, se empieza por ofenderlos, puesto que se les demuestra que, por cobardía o desconfianza, se tiene poca fe en su lealtad; y cualquiera de estas dos opiniones engendra odio contra el príncipe.
Se estima al príncipe capaz de ser amigo o enemigo franco, es decir, sin temores de ninguna índole, sabe declararse abiertamente a favor de uno y en contra de otro. Esta forma de actuar es siempre más útil que permanecer neutral, porque si dos estados vecinos se declaran la guerra, el príncipe puede encontrarse en uno de estos casos: que, por ser los adversarios fuertes, tenga que temer a cualquiera de los dos que gane la guerra.
Y siempre ocurrirá que aquél que no es tu amigo buscará tu neutralidad, y aquél que es amigo tuyo te exigirá que demuestres tus sentimientos con las armas, se debe advertir que un príncipe nunca debe aliarse con otro más poderoso para atacar a otros a no ser que las circunstancias lo obliguen.
No es carente de importancia para un príncipe la elección de los ministros. Estos son buenos o malos según la prudencia del príncipe mismo. La primera opinión que se tiene del juicio de un príncipe se funda en los hombres que lo rodean.
Hay tres clases de inteligencia: la primera comprende las cosas por sí mismas; la segunda entiende lo que otros disciernen, y la tercera no comprende ni por sí misma ni por medios de los otros. La primera es superior, la segunda excelente y la tercera inútil.
Los aduladores abundan en todas las cortes. Porque los hombres se complacen tanto en lo que le es propio, y de tal modo se engañan, que difícilmente se defienden de aquella calamidad; y en el caso de que quieran hacerlo, se exponen al peligro de hacerse despreciables.
Muchos creen y han creído que las cosas del mundo están regidas por la fortuna y por Dios, de tal modo que los hombres, a pesar de su prudencia, no pueden corregir su rumbo ni ponerles remedio alguno.
Algunos se preguntan por qué un príncipe que vivió en la prosperidad, después se encuentra en la desgracia, sin que se haya operado ningún cambio en su naturaleza o en sus cualidades. Esto se debe a que el príncipe que confía ciegamente en la fortuna perece en cuanto ella cambia.
CONCLUSIÓN.
Esta obra de tipo filosófica y política representa una interesante disertación y realidad que ayuda a comprender la evolución social y política del mundo del renacimiento.
El Príncipe deja complejas y atrevidas interpretaciones acerca del poder y los gobernantes. El realismo de Nicolás Maquiavelo fue implacable, demostrando un sentido de orden, fines políticos e ideológicos que pueden ser convenientes para la comunidad señalando métodos sagaces, inteligentes, astutos, lógicos y eficaces para lograrlos a partir de situaciones reales que predominaban en aquel tiempo.
Este libro está catalogado como un clásico de la historia, Maquiavelo se dio a conocer por escribir temas políticos, es un tema que desde tiempos antiguos fue complicado pero supo manejarlo de una forma profesional.
El príncipe debería ser un libro obligatorio para los políticos, un libro fundamental. Es un clásico, y no por el hecho de que lo escribió Maquiavelo, sino porque la historia no miente, un buen gobierno es aquel que se maneja con inteligencia y paciencia, y nada mejor que seguir los pasos que se muestran en este libro.
Este libro es un manual, el cual es indispensable para todo aquel que quiera gobernar y no ser odiado al mismo tiempo.
Autora:
Laura Daniela Fresnedo Machuca
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