Luces y sombras del papel de las TICs en los procesos educativos
Enviado por Roberto Souto Suárez
- Unas consideraciones previas acerca de la Sociedad del Conocimiento
- Unos ejemplos extraídos del mundo de la Música
- De los ejemplos a las aplicaciones prácticas y conclusiones
- Bibliografía
ABSTRACT
Los cambios que se están produciendo con motivo del imparable desarrollo e implantación de las Tecnologías de la Información y la Comunicación (TICs) son enormes. Ante este fenómeno, resulta urgente y necesario valorar lo mejor posible sus repercusiones, alcance y trascendencia. Más aún, si cabe, en el terreno de la Educación con mayúsculas. A priori, es evidente que las TICs pueden jugar un papel de primera magnitud en los procesos educativos tendentes a capacitar al educando para que llegue a desarrollar su propio potencial educativo, o sea, para que aprenda a conducir su propia actividad educativa a lo largo de toda su vida. Sin embargo, en bastantes ocasiones no está siendo así. Lo cierto es que tampoco el exceso de información propio de nuestros días se está traduciendo en un aumento proporcional del conocimiento, en el sentido más amplio y deseable del término. Algunas de las tendencias que han caracterizado, y están caracterizando, el mundo de lo musical en los últimos tiempos sirven para comprender mejor lo que está ocurriendo. Con independencia de que no se deben confundir los medios con los fines ni con los mensajes, lo cierto es que hay una serie de valores íntimamente asociados al uso de las TICs (valores coincidentes con algunas de las características más relevantes de nuestras sociedades contemporáneas) que ofrecen serios riesgos educativos. Ante todo estamos frente a problemas derivados del mal uso que a veces se hace de las TICs y que no son debidos a la propia naturaleza de ellas. Se trata, por lo tanto, de que ese uso venga acompañado de una adecuada y completa formación y, al mismo tiempo, de introducir e integrar adecuadamente las TICs en los modelos y paradigmas educativos que parten de la consideración de la plenitud del ser humano.
Palabras clave: · aprendizaje · constructivismo ] · cultura · educación · sociedad del conocimiento
Es evidente que el desarrollo vertiginoso de las Tecnologías de la Información y la Comunicación (TICs) está introduciendo grandes cambios en nuestro mundo y también, de forma más concreta, en nuestros modelos y patrones sociales. Envueltos como estamos en la marejada que ello supone, y conscientes de que el fenómeno no ha hecho más que empezar, es todavía pronto para valorar y evaluar adecuadamente el alcance, trascendencia y repercusiones de todo esto. Sin embargo, el que no podamos disponer todavía de una perspectiva apropiada del fenómeno, no es óbice para que intentemos analizar lo que está sucediendo y asumamos una posición activa que impida que seamos "llevados y engullidos por la corriente".
Al hablar de cambios sociales hablamos también, obviamente, de transformaciones educativas. Y hablar de Educación, con mayúsculas, es hablar del desarrollo y ejercicio de todas las facultades del ser humano (no sólo las intelectuales) con la finalidad de que éste llegue a estar adecuadamente preparado para afrontar los distintos retos y posibilidades que presenta la vida. Se trata de una acción que se explica desde dos planos distintos: de unos sobre otros, y de cada uno sobre sí mismo, lo que normalmente se conoce como heterodidactismo y autodidactismo. La Educación sólo tiene sentido pleno cuando esas dos dimensiones se dan conjuntamente.
En la enseñanza tradicional, sin embargo, se ponía énfasis en lo que el profesor podía enseñar a sus alumnos. Actualmente, por contra, predomina la visión de la Educación como un proceso que debe capacitar al educando para que llegue a desarrollar su propio potencial educativo, o sea, para que aprenda a conducir su propia actividad educativa a lo largo de toda su vida. Hablamos, por tanto, de una educación permanente que tiene como uno de sus principales pilares el que las personas "aprendan a aprender".
Ni que decir tiene que el papel que pueden desempeñar las TICs en estos procesos es fundamental. En este sentido, cabe pensar en ellas como poderosas herramientas para la renovación didáctica y pedagógica. Esta, al menos, sería la teoría; pero ¿hasta qué punto las cosas están sucediendo realmente así?
Vamos a intentar reflexionar sobre algunas de las implicaciones educativas de las TICs y para ello nos valdremos, fundamentalmente, de ejemplos procedentes del campo de la Música por entender que ellos reflejan muy bien las tendencias sociales que están primando en nuestros días.
Unas consideraciones previas acerca de la Sociedad del Conocimiento
Resulta prácticamente obligado hacer una referencia a una de las nociones más populares y citadas de los últimos tiempos, noción que aparece íntimamente ligada al desarrollo de las TICs: se trata de lo relativo a la denominada Sociedad del Conocimiento. Muchas son las expectativas que se han despertado en torno a este concepto dándose por hecho, asimismo, una relación directa entre el desarrollo de las Tecnologías de la Información y la Comunicación y el aumento del conocimiento.
Es más, a veces parecería que para algunos el concepto de Sociedad del Conocimiento viene a ser casi sinónimo del de Sociedad de la Información, sin embargo no creemos que sean lo mismo. En sentido estricto, estamos inmersos en una sociedad colmada de información múltiple y variada (Sociedad de la Información), pero ello no se traduce de forma directa en términos de conocimiento. Incluso, es dado pensar que el "exceso" de información puede actuar, y está actuando en ocasiones, como una barrera que obstaculiza el que se produzcan verdaderos y profundos procesos de enseñanza-aprendizaje.
Por supuesto que al hablar de conocimiento no nos estamos refiriendo únicamente a la enseñanza y aprendizaje de conceptos. Respecto a esto nos parece de sumo interés el enfoque que hace Frabboni (2001) de la Educación cuando le atribuye el objetivo esencial de construir lo que él denomina proyecto-persona, es decir, una Educación dirigida a construir personas integrales (porque se contemplan en su totalidad), multidimensionales (a través de un desarrollo vital de sus facetas afectiva, ético-social, intelectual, estética y física) y ecológicas (porque están en equilibrio consigo mismas y con los otros). Todo ello partiendo de la realidad social, sin caer en el terreno de las falsas utopías e ideales que impediría cualquier posibilidad de que lo expuesto llegara a ser un proceso de cambio. Dicho de otra manera: la Educación tendría como función resolver la tensión entre lo ideal y lo real del proyecto-persona.
Por tanto, es fundamental que sobre estos temas intentemos avanzar en una doble dirección. Por un lado cabe preguntarse si los procesos educativos actuales preparan adecuadamente al alumnado para esta sociedad de la información en la que ya estamos, para la sociedad del conocimiento que se espera alcanzar, para las dos, o para ninguna. Y por otro lado, debemos preguntarnos si la presencia e importancia cada vez mayor de las TICs, está contribuyendo de forma apropiada a las finalidades y necesidades de esa Educación de la que hemos hablado.
Unos ejemplos extraídos del mundo de la Música
Podemos avanzar en la respuesta a los interrogantes que se acaban de formular echando mano de algunas de las tendencias que han caracterizado, y están caracterizando, el mundo de lo musical en los últimos tiempos, tendencias que tienen una repercusión directa en todo lo concerniente a la enseñanza de la Música.
Se nos permitirá que para ello vayamos más allá del campo propiamente dicho de las TICs y consideremos el más vasto de los avances tecnológicos en general. Lo hacemos así por una cuestión de claridad en los ejemplos y porque consideramos que esta visión "macro" de los acontecimientos tiene su fiel reproducción dentro de las TICs.
Uno de los aspectos más relevantes que ha venido marcando la cultura musical ya desde principios del s. XX, ha sido el desarrollo constante de los medios de reproducción musical como fruto de la imparable evolución tecnológica.
Como consecuencia directa de lo anterior podemos asegurar, sin miedo a error, que nunca antes se había oído tanta música como la que se oye en nuestros días. Esto, que a primera vista puede considerarse un dato magnífico para todos los amantes de la música y para los que se dedican a su enseñanza, se traduce actualmente en un verdadero problema de exceso sonoro y musical. La música nos acompaña en nuestra vida diaria casi incesantemente y no sólo como consecuencia de una elección personal (elección que en más casos de los que se cree supone que desde el mismo comienzo del día la música aparece como sonido de fondo deseado para acompañar las tareas de casa, los momentos de ocio y relax, los momentos de estudio, los desplazamientos en coche…), sino también como consecuencia de que casi no hay ningún ámbito o ambiente de la vida cotidiana de las ciudades en los que la música no esté omnipresente como si de un hilo musical se tratara: centros comerciales, bares y restaurantes, medios públicos de transporte, consultas médicas, oficinas, etc. De esta manera, se quiera o no se quiera, la música está ahí como una suerte de ruido de fondo (con demasiada frecuencia, además, a un volumen difícil de soportar y bastante superior a lo que sería deseable y saludable), o si se prefiere, como una especie de banda sonora cinematográfica que nos acompaña a todas horas aunque lo haga de forma discontinua y fragmentada.
Es evidente que este uso y abuso de lo musical llega a producir en bastantes ocasiones fastidio y hartazgo, pero aun así es un signo de nuestros tiempos. A modo de pequeño paréntesis cabría mencionar también aquí el uso del ordenador personal que se efectúa acompañándolo de la audición de música previamente grabada en él, bien desde soportes externos, o a través de los procedimientos de "búsqueda y captura" de la cantidad ingente de música que se puede encontrar en Internet.
Sin embargo, frente al hecho de que en la actualidad se oye más música que en ninguna otra época, la realidad nos muestra también que hoy día se escucha muy poca música. Y es que oír no es lo mismo que escuchar. Tristemente, la audición musical se ha convertido en una cuestión de cantidad, no de calidad: falta calidad en el propio acto de la audición y, con bastante frecuencia, también falta calidad en la propia música que se oye. Como dice Barber (1993: 29):
"…la tecnología comienza a invadirlo todo, crea nuevas modalidades de oír (ciertos "spots" publicitarios, nuestro zapear de cada noche o los musicales "videoclips") que nos llevan a una cotidiana (a veces lúdica) descolocación de toda música. Música que nos llega fragmentada, intensa y volátil como nunca. Crece así también desde entonces entre nosotros un nuevo tipo de público. Un público indeciso, ocasional y obsceno: se entusiasma a prima vista de lo primero que le llega, aun cuando en su inmediatez puede llegar a ser exigente y sutil"
También resultan acertadas, con relación a esto, las siguientes consideraciones de Yoyoba (1993:73) acerca del problema de la inmediatez y caducidad que prima en el mundo musical:
"Es evidente que la música, más que nunca, entra por los ojos en vez de por los oídos (vídeoclips, vídeofórmulas…) […] El lenguaje del vídeo musical se beneficia del cine, la publicidad, la televisión que lo difunde, el cómic, los dibujos animados, el videoarte y las más vanguardistas técnicas de animación, los efectos especiales y la realidad virtual. Dicen los semiólogos y estudiosos de los mass media que las fragmentadas imágenes de los vídeos musicales lavan el cerebro de los adolescentes, haciéndoles engullir masivamente y sin rechistar, como una parte más de la dieta y la alimentación cultural de usar y tirar, a artistas concebidos para un solo boom. Artistas kleenex que estarán fuera de juego la próxima temporada".
Por tanto nos encontramos con que hay música por todas partes (con todo el cúmulo de informaciones varias que eso conlleva), pero eso no se traduce normalmente en mayor calidad y conocimiento en la audición. Entre otras cosas, por la muy extendida sensación del "todo vale", pero también por una simple razón de orden práctico: es absolutamente imposible poder apreciar, saborear y "digerir" la música si no se está en la disposición adecuada, entendiendo por ella, una actitud activa que permita escuchar en vez de oír y que incluye, necesariamente, la selección, dosificación y "digestión" de lo que se escucha. Todo eso precisa tiempo y calma, dos elementos que parecen estar reñidos con los hábitos y formas de vida contemporáneos.
Si nos centramos ahora en los procesos de elaboración musical, el panorama resulta ciertamente similar. La tecnología, al alcance hoy día de músicos de todos los estilos y condición, ha cambiado radicalmente los procesos de elaboración musical. La transición de la tecnología analógica a la digital supuso que la síntesis musical electrónica dejara de ser un proceso de experimentación complejo y reducido, realizado en unos pocos "círculos exclusivos", y pasara a inundar la práctica totalidad de las esferas de creación musical. El desarrollo de los sintetizadores y ordenadores, el sistema MIDI y otros muchos avances en ese campo, han permitido la comercialización a gran escala de la música electrónica en todas sus formas. Y lo cierto es que aun cuando parte del espíritu original de investigación, experimentación y búsqueda sigue vivo, actualmente estas tecnologías han quedado fundamentalmente al servicio de sectores de la música en los que la innovación y la indagación son factores secundarios o, en muchos casos, están totalmente ausentes.
El hecho de que buena parte de la "originalidad y novedad" de la música de nuestros días esté en manos de los discjockeys y de los productores e ingenieros de sonidos, es fiel indicador de por dónde van los tiros. De esta manera, técnicas como la del sampling campan a sus anchas a través de la incorporación a las "nuevas" piezas musicales de fragmentos y partes de otras composiciones, generándose así una suerte de variados collages. Matthews (1993:59) hace el siguiente comentario:
"Resulta curioso y no poco simbólico el fenómeno de los músicos que emplean la tecnología de reproducción musical para crear música nueva. Aquí encontramos un discurso musical en el que bloques de información sonora (música grabada en discos, programas de radio, anuncios televisivos, etc.) diseñados para comunicar un mensaje determinado son fragmentados y recontextualizados para crear nuevos mensajes. Esta novedad radica, en parte, en el hecho de que estos bloques nunca son totalmente divorciables de su mensaje original, de forma que el nuevo mensaje también nos brinda, como lectura secundaria, un comentario acerca del mensaje original. En la medida en que el contexto y el proceso de fragmentación son determinantes en el nuevo significado de estos bloques, recuerdan a los magistrales collages surrealistas de Marx Ernst. Pero el que contempla los collages plásticos está viendo una obra terminada, mientras que quien asiste a conciertos de músicos que utilizan estas técnicas no sólo oye los fragmentos sino que ve el proceso de fragmentación. Y la manera en que se emplea la tecnología reproductora para generar los fragmentos, o para fragmentar los bloques, también constituye todo un comentario sobre el papel de estas tecnologías y la sociedad que las engendra".
De los ejemplos a las aplicaciones prácticas y conclusiones
Como queda dicho, lo visto para el caso de la música sirve de reflejo fiel de los "usos y costumbres" y tendencias que prevalecen en nuestra sociedad actual. El que hayamos echado mano para estos ejemplos musicales de citas de hace una década, pretende ser una demostración de cómo el estar atentos a las señales de cada momento histórico puede ayudarnos a entender lo que se avecina. De hecho es llamativo comprobar que lo que en aquel momento eran tendencias y repercusiones que se comenzaban a valorar en su justa medida, con el paso del tiempo no han hecho sino confirmarse y multiplicarse.
Dichos ejemplos hablan del predominio de una cultura que podemos denominar del "usar y tirar", una cultura en la que predominan los valores de la inmediatez, de la voracidad en el tratamiento de la información, de la impaciencia, etc. Paradójicamente, desde algunos ámbitos cercanos a las TICs se destacan y exaltan precisamente estos valores, así como algunos otros: la eficacia operativa y las finalidades pragmáticas de estas herramientas; la hiperestimulación sensorial que acompaña al mundo de la imagen; el creciente dinamismo en el aprendizaje, que hace necesaria la educación permanente para intentar paliar el hecho de que lo que se aprende rápidamente, también se olvida rápidamente; etc.
Desde nuestro punto de vista, sin embargo, creemos que todo lo anterior, más que ventajas y virtudes, comporta importantes riesgos educativos. Cuando hablábamos de la trascendencia de la educación permanente, no nos referíamos a la necesidad de estar constantemente re-aprendiendo lo que también constantemente estamos olvidando, sino a la importancia y necesidad de saber cada día más y más cosas distintas, mediante la continua incorporación de nuevos "contenidos" a los que ya se poseen y su consiguiente recombinación. Del mismo modo, aunque sin duda es importante que el conocimiento tenga un valor práctico, el valor del conocimiento, como tal, va más allá de un estricto pragmatismo.
Por otro lado, uno de los mayores riesgos está, a nuestro juicio, en esa exigencia de velocidad, vértigo e inmediatez que aparentemente caracteriza a las TICs, al mundo de la comunicación, y por extensión (según se pretende ver) al propio conocimiento. Sin embargo, la verdadera y eficaz construcción del conocimiento exige justamente lo contrario. Como dice Muñoz Molina (2001: 100):
"Todo lo valioso tarda en aprenderse, y por eso es tan necesario el sosiego y la lentitud, que también se aprenden, porque lo natural en nosotros quizá sea el apetito atolondrado, el deseo de la fruición instantánea."
Son el dinamismo y agilidad mal entendidos y la prisa asociados al uso de las TICs, así como el hecho de la enorme cantidad y rápido crecimiento de la información disponible, los que dan lugar al aturdimiento y confusión tan frecuentes en bastantes usuarios de las TICs. Estos, cuando por ejemplo hacen uso de ellas para navegar en la Red, van "picoteando" multitud de cosas de aquí para allá sin darse tiempo ni opción a asimilarlas. Sobradamente conocidos son los casos de estudiantes que presentan sus trabajos como si fueran collages hechos totalmente a base de cortar y pegar desde páginas diversas encontradas en Internet o en enciclopedias informáticas al uso, sin ni siquiera haberse tomado la molestia de leer (ya no decimos, comprender) el contenido concreto de lo que han elaborado.
Con todo lo dicho no pretendemos, en absoluto, situarnos en el bando de los detractores de las TICs. Es más, pensamos que en estos temas no se debe caer en el reduccionismo extremo del axioma: "o estás conmigo incondicionalmente o estás contra mí". Pero lo que sí queramos dejar claro es que los medios no deben confundirse con los fines y que el uso de las TICs, por sí solo, no garantiza ni la renovación de las formas pedagógicas ni la mejora de los procesos de enseñanza-aprendizaje.
Pero de la misma manera que decimos esto, también afirmamos que aun cuando sea cierto que las propias características de las TICs pueden favorecer actitudes y comportamientos no deseados como los antes descritos, no es ni mucho menos inevitable que esto ocurra. Más bien el problema está, fundamentalmente, en una cuestión de mal uso. Porque si bien es cierto que los medios determinan en gran medida los mensajes, los medios no son los mensajes, ni para bien ni para mal. De hecho, nada hay en las TICs, como tales, que impida que se lleven a cabo los esfuerzos de procesamiento y análisis imprescindibles para que se produzca un verdadero aprendizaje; todo lo contrario.
Por tanto el "quid de la cuestión" está en que para que las tecnologías de la información y la comunicación cumplan el papel deseado en los distintos ámbitos educativos, y para que los medios, en sí mismos, resulten verdaderamente educativos, es imprescindible que su uso venga acompañado de una adecuada y completa formación en todo lo que respecta a ellos. Sólo así se conseguirá que el alumnado sea de verdad protagonista de su aprendizaje.
No se trata, pues, de tener que inventar nuevos modelos o paradigmas del aprendizaje. Se trata de introducir las TICs en los modelos ya existentes (constructivismo, aprendizaje significativo, aprendizaje por descubrimiento…) de forma que lejos de constituir un elemento extraño, o incluso un obstáculo a los fines y propósitos de la Educación, sean herramientas plenamente integradas que contribuyan eficazmente a la construcción del proyecto-persona.
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Roberto Souto Suárez