El sufrimiento de Huasuminga
Salí de excursión con manuela un angelito de 3 años y medio, mi hija, con la cual pasaba escaso tiempo, por el trabajo y mil pretextos mas, " papi a donde vamos papi", al campo amor, a ver a los animales y a volar cometa estas de acuerdo, " siiiiiiii papi, yupi yeeee y a comer helados, pinta lenguas papi, son los mas súper deli y también chicles y galletas con relleno ja ja ja ja " , en el fondo si nena, vamos a comer todo que tu madre no quiere que comas y que yo tampoco debería querer pues no son muy sanas, pero que mierda hoy es día de papa con hija y todo vale, " asegúrala, llevas todo lo necesario, ropa, toallas húmedas, leche y termo con agua hervida", si Alejandra, hacia unos meses que ya no le decía gorda, pues era muy familiar y ya no lo éramos, " no me vuelvas a hablar así, solo dirígete a mí, el tiempo que este acá, cuando sea estrictamente necesario y mi nombre es Alejandra", ella también me dejo de decir gordo, adonde la vas a llevar?, no se, solo se que a un lugar campestre, no prefieres que maneje yo y los dejo en algún terminal de buses, es difícil manejar con ella atrás, no, no te preocupes tengo todo controlado y la princesa es muy tranquila y colaboradora, además manejo bien. Bueno chao mi amor, chao mi bebe, cuídate y pórtate bien con papa, ya mami chao, arrancamos y luego, papi por que no viene la mama, es que esta enfermita mi amor le duele la garganta, entonces cúrala, dale las vitaminas feas que me das a mí, muy bien mi vida, al regreso se las damos te parece, si papi, arranque el carro con brío, energía y decisión aunque talvez con mas incomodidad y algunos kilos de menos por la situación antifamiliar que estábamos atravesando todos incluidos y mas mi pequeña, al fin resignado y algo mas calmado al sentir el roce del viento que entraba por la ventana baja y también como no, por la imagen reflejada en el espejo retrovisor de una pequeña dulce y angelical, que iba perfectamente acomodada, asegurada e inmóvil en el asiento de atrás, demasiado quieta, demasiado tranquila y callada, para lo que debería portarse una niña atiborrada de energía de tres años y medio, que tenia la mirada algo perdida, algo extraviada, quien sabe por donde, o en donde se encontrarían sus pensamientos, sus dudas, sus temores, que terrenos irían explorando? en que lugares fangosos y lodosos se estaría enterrando, hundiendo mi nena? y que culpa tendría ella de lo que les sucedía a sus papis, del proceso de autodestrucción interdependiente que habíamos iniciado tiempo atrás, antes de que ella siquiera estuviese en el plan de sus padres, iba pensando en eso cuando recapacito y doy cuenta de que ya habíamos iniciamos una travesía por hermosas áreas rodeadas de cerros y lomas cubiertas de vegetación amarillo verdosa, estaba cambiando el clima, pues estamos entrando al otoño y ya se veían los cambios en el paisaje, antes esta misma ruta estaba rodeado por cumbres cubiertas de hielo y ahora por una vegetación que tendía a ser frondosa con riachuelos alimentados por el deshielo de estas montañas, ganado, agricultores, chozas aisladas del resto, niños pobremente vestidos sucios, pidiendo comida al pie de la carretera, pequeños y con prominentes abdómenes que no reflejaban su buen estado alimenticio sino todo lo contrario, probable TBC entero digestiva, probable desnutrición crónica, obviamente parasitosis y en fin todas las enfermedades que en países desarrollados culturalmente existen solo en libros, pero acá, acá era el paraíso para los investigadores, era el paraíso para cuanto germen se le pueda ocurrir a uno, el mas raro y el mas común, todos están acá.
Distingo un pueblito pintoresco y famoso por sus camarones de río, alguna vez vine acá con la gorda, no con Alejandra, ya ni siquiera en mi mente podía decirle gorda o amor y es que tenia la mirada más fulminante cuando de alguna manera intentaba acercarme a ella o acortar distancias, era una mirada fija, penetrante que te helaba los pies y te dejaba petrificado, nunca vi mirada en ser humano así antes y nunca la volvería a ver. llegamos princesa, "donde estamos papi", en el campo amor, en el campo mira que lindo, los animalitos, la gente, los colores, predominante el rojo y amarillo, en todos lados a donde uno pusiera la mirada, esto no me llamo la atención antes, pero ahora tuve una extraña sensación, la única iglesia en el centro del pueblo de estructura colonial y rústica, agrietada, también estaba pintarrajeada de rojo y amarillo, igual que el campanario, estábamos en el medio de un recinto de aproximadamente 20 casas, en el alba la atmósfera se inundaba de estruendosos golpes producidos por piedras azotadas y arrastradas por la corriente de un río que bordeaba esta comunidad a orillas del cual se encontraban algunos indios extrayendo camarones, otros elaborando con machete canoas, canaletes, remos, bateas, bandejas, mallas, redes, con el mismo fin, extraer camarones, otros mas se encontraban libando en la ribera, acompañándose con chirriadoras risas, me llamo la atención una indio en particular, anciano muy anciano, de contextura robusta, aunque ahora que lo miro bien no era obesidad, estaba completamente hinchado, poseedor de una gran giba, apoyado en un enorme cayado de madera sucia, gastada, podrida que lo mantenía en pie, con el cuello curiosamente adornado por infinitas cadenas de infinitos colores, tenia acomodada en la cintura una alforja dentro de la cual sobresalía una damajuana llena de un liquido turbio, espeso, se encontraba parado y encorvado, torcido, arqueado a la orilla del río, con ambas manos rozando el agua enlodada de aquel, el resto de indios no lo miraban, pero el seguía con la mirada a cada cual, sin hablar, sin moverse, una corriente de aire frío surco mi rostro tan penetrantemente que comencé a sentir frío, me tuve que quitar el sombrero de paja hasta sentir mi cara caliente, seguí observando y divise pequeños jardincitos con flores secas y rojas, árboles colosales inmensos cubiertos por hojas de un verde intenso, con el murmullo del viento las juguetonas mariposas volaban y se escuchaba además en el fondo de la espesura un toque como de campanas, las casas con techos triangulares para las lluvias, una mezcla de paja, barro, piedras, ningún ladrillo, paredes pintadas con la hoz y el martillo de color rojo también en varias paredes y casas, si por todos lados, el rojo y amarillo y….
viva el comunismo, no era raro, era común a todos los pueblos alejados de la civilización, si el terrorismo inundaba estos lares, inundaba el ambiente con su olor a azufre, con su olor a muerte, estaba loco al traer a mi pequeña acá? , pues no se, solo pensaba en pasar unos momentos solo con mi hija y alejado de la ciudad que estaba solo a 3 horas de distancia, alejado de todo lo que me recordara mi presente, alejado de ella, a quien ya no podía tener, con quien ya no podría regresar, ni vivir, que mejor para olvidar el stress que la vida en el campo, pero que cambio externo, si realmente esta era la maravilla de este país, tanta diversidad cultural, racial, climática y solo estaba tres horas de la ciudad, si, por eso fue, por eso preferí sin pensar entrar de plano a la realidad de estas personas sin mentiras reales, alejado de la cruda, cruenta, brutal, despiadada, inclemente ciudad, de pronto comienzan a agruparse en torno nuestro, niños y ancianos, y levanto a mi hija y vino la sofocación, comienzo a sentir el hedor que emana de sus cuerpos sucios, y la bulla, el ruido, una vez mas siento nauseas, mareos, siento que voy a desmayarme, pero no, los aparto con la mano y sigo avanzando por el medio de este tumulto, nos seguían, mi hija comenzó a inquietarse, que pasa papi por que tanta gente y por que huele tan mal, son amigos no, si mi amor son amigos y son buenos, aunque en el fondo comencé a tener miedo también y si son terrucos y quedamos secuestrados acá, bueno calma, como nunca calma, total solo éramos turistas y nos deberían de seguir por eso, mira los animales amor mira los patos, conejo, gallinas… y realmente mira el desastre al que te ha traído tu padre, siempre impulsivo, siempre el querer salirme con la mía, creyendo que lo que pienso y hago es lo mejor y mira nena a donde te he traído, y ahora que, nada seguir normal, no pasa nada, " si papi que lindo" y el sol que quemaba, tostaba la piel, la calcinaba y las mejillas se sonrosaban, felizmente le eche bloqueador solar, pensé en su madre, seguimos avanzando, nos dejaron de seguir pero nos seguían con la mirada, de pronto se acercan unos niños mandados por sus padres supongo y one dólar mister, one dólar, ofreciendo alguna chuchería inservible, ya papito dame dos, y en una cabaña la mas vieja y sucia del pequeño pueblo de aproximadamente 50 habitantes y un solo lugar que hacia las veces de restaurante y municipalidad, diviso a un hombre indio también, el mismo anciano de la ribera del río, un sombrero de paja cubría sus canosos y ralos cabellos largos y trenzados, la barba blanca crecida, el color ocre de su piel, completamente edematizado, con ropas ajadas amarillentas por el polvo y descalzo, con unos pies agrietados, heridos, lacerados, con uñas engrosadas y curvadas como las garras de un águila, con un machete en las manos, se me quedo mirando fijamente, blandiendo el machete, como custodiando algo secreto, algo prohibido, algo terrible, no me intimide, seguí, pero nunca le di la espalda, al avanzar en dirección hacia el, mi hija en brazos pude sentir el olor a azufre una vez mas, ese olor que tantas nauseas y deseos de desmayarme me provocaba, ese olor a muerte, seguí avanzando con temor pero sin demostrarlo, di la vuelta a su mugrosa cabaña y lo que vi realmente era espantoso, increíble, algo tan antihumano, grotesco y enfermizo, que lo único que atine a hacer fue a taparle los ojos a mi hija y sacarla de ahí lo mas rápido posible, en eso se me acerca un grupo de indios de la comarca, siñor siñor dijeme ixplicarsilo, ese era un terruco que tenia el espíritu del mal, siñor, que había matado hombres, violado nuestras mujeres, matado ganado que nos alimenta y llevado nuestros niños siñor para matarlos siñor, hombre malo siñor, hombre malo, hemos aplicado la justicia del pueblo nomás siñor, no pude resistir mas y vomite si vomite delante de mi nena, " que tienes papi estas enfermo " , sin llorar ella nunca lloraba, si mi amor me ha caído mal el desayuno, eso pasa es normal hija, el espectáculo era terrible e inédito, habían colocado un palo de roble viejo delgado clavado en la tierra y sujetado por varias cuerdas para que no se moviera y resistiera el peso de un hombre, sí de un hombre, un hombre también indio como ellos joven de unos 17 años, completamente desnudo, lleno de hematomas, deformidades óseas, castrado y decapitado con la cabeza pendiente por otra cuerda a la altura del corazón y con la cavidad oral cerrada por los testículos de este pobre indio, palidecí, completamente palidecí no tenia fuerzas para hablar, ni para escuchar, ni para caminar, solo me quede parado luego de vomitar y me estaban temblando las manos, las piernas, lo cual no era una sensación nueva en mi, siempre me pasaba lo mismo cuando no podía controlar alguna situación, mi cara se estaba desencajando, necesitaba un trago, un café , fumar, si fumar, siempre era ocasión de fumar, trataba de no hacerlo delante de manuela, pero a veces no podía y lo hacia, solitario lo hacia mas y desde esa fecha del adiós, mas, mucho mas, nada funcionaba contra esta maldita adicción, ni los caramelitos de limón que cuando podía mi madre me los ponía en el bolsillo del saco o los antidepresivos para dejarlo, pues según mi madre solo fumas por ansiedad, mero pretexto, no lo iba a dejar nunca y la tos y la resequedad oral y el insomnio tampoco, me iban a acompañar hasta que me pusieran mi terno de madera, eso si, cuando de pronto el grupo de indios se acerco y pensé en fuente ovejuna, basta de boberías, basta de cojudeces y quise gritarles y decirles detesto toda la mierda que son, métanse sus razones al culo, sarta de salvajes, puñado de escoria, incivilizados, pero fui interrumpido por una voz angelical y un overol verde, " papi, papi, que pasa, tengo miedo, vamonos" y recordé que no estaba solo, yo la traje conmigo y siñor su hija también esta enferma se le ha metido el mal, el espíritu del niño malo hijo de tata Satanás la ha poseído, por que dices eso serrano de mierda, es que su niña es blanca y rubia siñor, como los invasores, conquistadores, el niño del mal le hace eso a los niños rubios, tráigala siñor nosotros la curamos y me sujetaron, quisieron arrancarme a manuela de mis brazos, comenzó a llorar déjennos ignorantes de mierda, que les pasa, tenga fe siñor todo va a pasar, de pronto sentí un silbido en el viento y un hincón en el cuello, alcance a girar la cabeza y vi al viejo edematizado de pie con una cerbatana en los labios, de pronto todo oscureció y no supe mas hasta que desperté con un terrible dolor de cabeza y profunda desesperación por mi hija, donde estaba ella, donde estaba yo, solo sentía ese maldito olor a azufre que me provocaba nauseas y ganas de vomitar, me quise levantar pero no me podía mover, todo estaba oscuro, comencé avanzar a tientas de pronto siento una intensa comezón y ardor en los ojos, al palparlos no pude, tenia los párpados pegados, no los podía abrir, una fluidez caliente comenzó a correr por mi rostro al llegar a mi boca pude sentir su sabor salado, era sangre, mi sangre, al palpar mejor mis ojos sentí unos hilos que tenia alrededor de los párpados me los habían cosido, maldita sea donde estaba, que les había echo yo, grite con todas mis fuerzas, llore, suplique, donde esta mi hija? por dios, donde?, todo era en vano ningún ruido sentí, ni las piedras parecían chocar ya en el río, no sentía nada, seguí avanzando entre tropezones y tropezones caídas y llanto, si, mas llanto, pude sentir las manos de alguien, las cogí como pude, no pensaba soltarlas nunca, ayúdame, ayúdame le implore, mi hija donde esta mi hija?, con diminutos pasos me guío rápidamente, sin hablar, sentí nuevamente el sol calcinante en mi rostro y un dolor punzante en los pies, estaba descalzo, sentí las piedras puntiagudas de la tierra, no sentía ningún ruido mas allá de los que emitían mis quejidos, llantos y suplicas por saber de mi hija, sentí el rechinar de paja gastada y endurecida por el sol, había abierto una puerta, sin hablar me hizo entrar a ese lugar, me sentó en una superficie dura, áspera, seca, plana, estrecha, luego nuevamente silencio, hasta que volví a sentir sus manos lavando mi rostro, escurriéndome un liquido tibio con olor repulsivo y a menta, de pronto me sentí adormecido, como anestesiado y el dolor de mis ojos desapareció, me dio de beber algo parecido al emoliente que ingieren en todas las esquinas de lima, me sentí aliviado del dolor y nuevamente le pregunto mi hija por favor donde esta?, ninguna respuesta, lloro, lloro, suplique hasta que no pude mas y grite le grite devuélveme a mi hija, maldita sea, devuélvemela, que carajos a echo ella, déjenla libre háganmelo a mi, no sentí fuerzas para gritar mas y comenzaron a temblar mis piernas con mas fuerza, no pude mantenerme mas sentado y me desplome, me derrumbe, me caí, estaba muy débil y agotado, caí sobre tierra humedecida e impregnada de un olor pestilente, nauseoso, hediondo, mas aun vomitador y volví a vomitar, sentí un ardor intenso en el estomago, el cual fue subiendo por mi garganta, dejándome un sabor amargo en la boca y la cabeza completa y absolutamente mareada, perdí el conocimiento, me desmaye, no supe que paso de mi ni de mi hija, al despertar por segunda vez pude abrir los ojos, pero no por mucho tiempo, una luz, un calor intenso me hizo volver a cerrarlos, poco a poco los abrí, acostumbrando mis ojos cerrados quien sabe por cuanto tiempo, a la luz, vi unas tablas que reposaban sobre unas cuantas piedras, simulando una mesa, encima de la misma una botella llena de hiervas embebidas por un liquido turbio, el cual al olerlo pude sentir que era aguardiente, del techo colgaban un sinnúmero de lazos entrecruzados de flores rojas, en un extremo una especie de altar hecho a base de piedras sobre las cuales se erigía una cruz brillante, de un color amarillo intenso, cegadora, encandiladora, perturbadora, un pequeño brasero al lado de la entrada y al extremo opuesto a la entrada una anciana mirándome exhaustivamente, curiosamente adornaba su cuello infinitos cadenas de infinitos colores, era ella, la anciana que había visto en la ribera del río, en la mano una damajuana de la cual bebía sin dejar de mirarme en la otra una pipa de la cual fumaba del mismo modo, una densa neblina con olor a sahumerio inundaba este refugio, sin titubear le pregunto que hago aquí y donde esta mi hija, la anciana se levanta pesadamente apoyada en un cayado viejo, gastado, podrido, enorme, ya de pie aunque encorvada, torcida, da unos rápidos pasos hacia mi, sin acercarse del todo extiende la mano y me acaricia los cabellos con cariño, luego con una sonrisa me señala hacia el lado izquierdo de ella donde se encontraba una vasija de barro y hace el gesto de llevársela a la boca, no habla castellano pregunto, y escucho una voz aguardentosa y chillona, tiñes que cumir, siñor tiñes que cumir, mi hija por favor, dime donde esta, por favor, dispus siñor, dispus, cumi, avance arrastrándome hacia la vasija la cogí, sentí un olor desagradable sucio, sin pudor me la lleve a la boca y me atragante, llevaba buen tiempo, no se cuanto, sin comer algo, al terminar, vi a la anciana sonreír, se volvió a sentar en una especie de mecedora y comenzó a fumar de su pipa y a beber aguardiente, para luego proferir unos ruidos guturales, extraños como imploraciones a alguien, de pronto vi como los ojos se le ponían en blanco, estaba entrando en trance, los ruidos de su boca se hicieron mas intensos, mas desgarradores, de repente paz, silencio al fin, la anciana arqueo la cabeza para atrás y empezó a convulsionar estrepitosamente, a llorar a gritar, de pronto numerosas personas entraban, niños pequeños con prominentes abdómenes, y acompañados de sus madres, hermanas, vecinos, sin que la anciana se perturbara por las intromisiones, todos se sentaron en la tierra mojada alrededor de la anciana y yo, a un lado, inundado de temor, luego que todos estuvieron sentados en la vieja cabaña donde no cabía un alfiler mas, se hizo el silencio, el fuego del brasero se avivo mas, no se consumía, los niños comenzaron a sonar unas campanillas de oro, el eco de las campanillas llegaba a mis oídos de una manera singular, como si deseara hacerse eterno, no ser olvidado jamás, como si el pasado de toda esta comunidad, buscara vida en el presente, a través de su repicar y la anciana, sudada, cansada, agotada, ordeno en quechua a un niño que le acercara la vasija con el liquido turbio que embebía las hiervas, comenzó a ingerirlo y lo paso de mano en mano a cada uno de los presentes, todos y cada cual bebían del mismo, incluso los niños, la anciana mas calmada, sin dejar de fumar incesantemente su pipa de barro, empezó a contar una historia aun en trance, pues tenia los ojos en blanco, una historia que ahora puedo relatar, pero que en el momento no entendía nada, pues la relato y pareciese ser que siempre lo hacia del mismo modo, para que no la olvidasen nunca los moradores de su comunidad, aun después que ella dejase de existir, en su lengua propia, en quechua, vale decir que para la traducción fui ayudado por la misma anciana mucho tiempo después, la historia en muchos parajes interpretada por mí, más o menos versaba así:
"Lo que sus sentidos van a atender acaeció hace incontable tiempo, por que fue en los días de mi mocedad y les prometo por los huesos de nuestros cadáveres que es auténtico, un día en el ardor del crepúsculo, en la zona colindante del erial mas encumbrado, en una chozuela microscópica como la flora del lugar, vegetaban y vivían al abandono de tata dios desde hace un buen tiempo el indio huasuminga y la india callaguaza, los cuales pastoreaban en la en la quebrada, la ribera, en la minúscula vegetación y en el monte, el, de tonalidad prieta cubierto de abalorios, gargantillas, collares, con cuentas de oro que el mismo desenterraba de la ribera del río, ella de color encarnado ardiente, inflamado y oscuro, practicaban ir al templo, habito religiosamente impuesto y cumplido de manera servil y despreciablemente humillante, por los invasores de tonalidad nívea, limpia, lucida, todititos los domingos, santuario traído por los conquistadores, guerreros, triunfadores y victoriosos, se enmarañaban y complicaban dentro de la misma con los demás oriundos pero siempre subsistiendo en el anonimato, de alguna manera escondiéndose en el lugar mas sombrío se entusiasmaban con la misa, al ingresar la masa patética de lugareños indios, la atmósfera litúrgica se empapaba de una hediondez a azufre, de sortilegio conocido para los nativos, pero cuando el taita curita discutía contra la pasión maligna, nociva y perversa, contra las quebrantamientos a las estatutos santificados y a los sacramentos de la iglesia, huasuminga y callaguaza se arrugaban de consternación, se miraban a la defensiva incriminándose ambos, aborreciéndose ambos, abominándose ambos, goteando transpiración ambos, ese sudor frío que sin duda recorrió la espalda de sus antepasados, de los indios en presencia de los caballos, de los arcabuces, carabinas, escopetas, de las espadas, de los floretes, de las armaduras, sumiéndolos, hundiéndolos, aplastándolos, corroyéndolos, postrándolos, poniéndolos ahora a ellos en evidencia, el curita taita alzaba las manos al cielo a las alturas, al nirvana, al paraíso, y con expresión penumbrosa enumeraba y detallaba los castigos, escarmientos, condenas que dios, el creador todopoderoso con su infinito, imperecedero, sempiterno poder había elaborado para todos sus hijos descarriados, perdidos, torcidos, descaminados, una pesadilla indestructible, una zona con aberturas de espanto, de horror, miedo, pavor, con olor a azufre, con lamentos y súplicas escalofriantes, así es la condena en el infierno, así mismo es, el aire se llenaba de miedo, por todos lados se escurría este, no soltando a ninguno, la respiración de cada uno de los presentes se entrecortaba, como si faltase un poco el aire, un poco mas cada momento, hasta prácticamente hiperventilar, por el nerviosismo y la tensión del ambiente misteriosamente enrarecido por las palabras del cura, cada uno juzgándose y creyéndose en pecado mas que el otro, en imperfección y abandono mas que el otro, todos ahora comprendían ese lugar tenebroso y temían, respetaban, todos conocían ya ese terreno sin haberlo contemplado, sin haberlo visitado, ciclópeas fumarolas prendidas perpetuamente entre rocas con fauces de las que brotaba fuego, rocas que expectoraban lava equivalentes a las de un volcán, lugar donde mora taita Satanás escarlata sudando excretas de azufre por sus poros, los indios nunca penetraron el bosque profundo, el lugar maldito, pero si olieron mas de una vez para luego huir espantados del lugar, la atmósfera podrida y hedionda, seguro de los pantanos sumergidos y escucharon el ruido fantasmal que provenía del interior sobre todo en las noches mas oscuras, seguro lechuzas y murciélagos.
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