Una ruptura con lo real, frente a una vida figurada que alcanza su graficación en las exigencias del centro para con sus residentes, la prohibición de tener animales en los apartamentos y a lo máximo, acuarios virtuales "sin peces que tengan olor a pez, ni agua que sea necesario cambiar", así como las experiencias que realiza Cipriano Algor, cuando como un niño se lanza a descubrir el Centro y "disfruta" de forma artificial de las cuatro estaciones y de los paisajes y recorridos más exóticos del Amazonas.
UN NUEVO PARADIGMA: EL CENTRO
Es apenas lógico que si se plantean rupturas entre una y otra cosa, lo que deviene luego, es la instauración de un nuevo modelo o paradigma en este nuevo estado de cosas. Una caracterización deducida a partir de la lectura del texto es lo que se intenta mostrar acá.
- Definición.
El centro para decirlo con el autor, es "una ciudad dentro de otra ciudad". Las dimensiones de su estructura, su configuración espacial, el gobierno, manejo del poder, vigilancia y estrategias que allí se establecen, dan cuenta de una organización compleja y dinámica que aparece como un constructo mental y material que define relaciones y reglas en las mismas.
- Organización.
"Modelo de estricta compartimentación de las diversas actividades y funciones". La subdivisión, que trae necesariamente la jerarquización de personas y competencias; lo que origina una forma de verticalidad en el manejo del poder y de las relaciones.
Los datos claros, la información precisa y pertinente, el uso racionalizado del tiempo y del espacio, mantener a raya cualquier insinuación de confianza que se extralimite, la dificultad para acceder o darse cuenta de los planes sobre el centro o las vidas de los que allí habitan son una buena metáfora del tipo de sociedad y gobiernos que planifican nuestro futuro.
Un poco más acerca de su configuración. El Centro se expande de forma vertical por la descripción que se hace, edificaciones altas y hasta excavaciones profundas, que dicho sea de paso, son datos que fundan la trama de la parte final de la obra, plantean la imaginación gráfica de la estructura.
"Por muy grande que sea el centro, el espacio no es infinito, tiene que ser racionalizado", verificación del manejo de espacio que plantea la vida moderna a propósito del apartamento que le han asignado a Marcial cuando asciende a guarda residente y lo compara con el espacio amplio y generoso de la casa que habitaban en el campo (sociedad agraria) y que ahora, han abandonado.
A pesar de la racionalización del espacio, las obras no se acaban y el centro crece todos los días. Esta es el mensaje que envían los planificadores de estas ciudades creando la sensación de que el progreso es imparable y que la ciudad está inacabada y en un permanente hacerse.
- Gobierno y legislación.
El Centro tiene su manera propia de legislar y de ejercer control. Dicho de manera coloquial, tiene siempre "la sartén por el mango", ejerce control y poder.
Ya se había enunciado una jerarquización del poder constituida por jefes y subjefes de área. Por encima de estos jefes, están, como los llama en la obra uno de estos jefes, jueces y, pasa inmediatamente a calificar al Centro como tribunal implacable.
El Centro legisla para sí. Por ejemplo, en los contratos que establece con sus proveedores siempre gana. Así, cuando ya no le fue beneficioso recibir los productos de alfarería, se los devolvió a sus proveedores, obviamente sin el pago, y les negó la posibilidad de que tuvieran otros clientes. Es una legislación amañada, frente a la cual no se puede reaccionar porque funciona mediante las leyes de la oferta y la demanda, las leyes del mercado, que según sus creadores, así mismo se autorregula y ¡que bien que lo hace!, a unos los hace más ricos y a otros los hace sucumbir.
- Ethos
Y como en todas las sociedades o grupos humanos, el Centro también posee una forma de comportamiento propia que puede reducirse a dos aspectos:
Funciona con una lógica simple.
Sobre ella fundamenta todas sus relaciones, que en su naturaleza no son muy diversas, en esencia todas son relaciones comerciales. O el producto interesa o el producto no interesa. Así las cosas, producto que no tiene demanda, la relación comercial con el proveedor se termina. Aquí no valen más argumentos que los que anteriormente se mencionan. Detenerse en otras consideraciones no viene al caso.
Pragmatismo.
Las cosas son importantes en tanto posean valor de uso y valor de cambio. Lo que deja de tener uso se tira (y no es simplemente el producto de la alfarería sino, de las personas y economías familiares que viven de la elaboración de dichos productos).
Axiologia.
¿Qué valora el Centro?. Valora lo que resulta práctico. En el diálogo que sostiene Cipriano Algor con unos de los jefes de compra para las estatuillas, cuando comprueba que efectivamente el producto que ofrece va a entrar en consideración y estudio, se le ocurre en su imaginario ver una señal de bondad en este funcionario, cuestión a la que éste responde: "yo no soy bueno, soy práctico".
Finalmente, sobre este aspecto, el mejor agradecimiento para el centro, es la satisfacción del cliente.
HACIA UNA SACRALIZACIÓN DEL CENTRO.
Existe un nexo muy profundo entre religión y poder. Desde que el Hombre es hombre esta práctica o asociación ha calado en la historia, ya desde antiguo, la atribución de poderes especiales a cosas, animales y personas es cuestión de constatación permanente.
Y, precisamente, esta atribución de poderes se hace a través de un sustento teórico por la vía de la persuasión, desde argumentos como que el poder o la autoridad vienen de Dios y este la delega en algunos hombres o clanes para justificar el poder de una dinastía sobre un conglomerado por siglos y siglos, hasta las prácticas modernas a las que asistimos por estos días, a propósito de los hechos ocurridos el 11 de septiembre pasado, cuando desde ambos lados (terroristas – USA), se acude a un discurso de corte religioso y hasta teológico – apocalíptico para justificar todo tipo de desmanes y atropellos.
Recogiendo un dato que me parece pertinente en este aspecto, la atribución de poderes o la sacralización de instituciones siempre ha generado en la historia procesos de explotación y exclusión, caso concreto en la religión Judía, de lo que acontecía con el templo de Salomón, que poco a poco fue degenerando en un fortín económico y fuente de poder para una casta sacerdotal que se lucraba de la explotación y del sentido profundamente religioso del pueblo.
Igual ocurre con otras instituciones, lugares de poder, símbolos del poder, El Pentágono, el destruido World Trade Center, La Nasa, etc., y ahora, El Centro, en la obra de Saramago.
En uno de los tantos diálogos que Cipriano Algor sostiene con uno de los jefes de área, este último lanza la siguiente expresión: "el Centro escribe derecho en renglones torcidos", a lo que el alfarero replica que esta frase, bien conocida por cierto, que quien escribe derecho en renglones torcidos es Dios. El jefe le responde que en estos tiempos viene a ser prácticamente lo mismo y todavía, va más lejos en sus consideraciones al afirmar: "el centro participa de la naturaleza de lo divino y distribuye bienes espirituales. Gracias a nuestra actividad espiritual, la vida adquiere un nuevo sentido para millones y millones de personas que andaban por ahí, infelices y frustradas. Esto no es obra de materia vil, sino de espíritu sublime".
Como se dijo más arriba, todo un matiz teológico aparece en este discurso y, aun más, el Centro aparece como dador de sentido y de felicidad, funciones que por su naturaleza y desde el principio, siempre les han sido atribuidas a la religión, la filosofía y el arte.
Luego de que se consolide la sacralización y se imponga como imaginario puede ocurrir cualquier cosa, cualquier justificación. Se mata en nombre de una religión o de un dios, los sacrificios de vidas no se hacen esperar, ese dios o eso sagrado es insaciable y por ello, es necesario mantener víctimas suficientes para calmar la sed insaciable de ese dios, al que solo se satisface con sacrificios.
En este caso, los sacrificios se localizan en quienes ya no le son útiles al Centro, por ejemplo los proveedores y sus pequeñas industrias, a los que por acabarse la demanda de sus productos, desaparecen del sistema productivo y consumista del Centro y son condenados al ostracismo.
En este mismo orden de ideas, el Centro tiene la capacidad de influir sobre la gente, sobre sus maneras de sentir, percibir, pensar y obrar. Determina el gusto de la gente, el poder de decidir está en sus manos, tiene la pretensión y la capacidad de homogeneizar física y psíquicamente a sus empleados, así se proclame que las personas no se repiten, que las personas no salen de moldes, como afirma Cipriano Algor, la verdad es otra.
Una clara localización del lugar donde afloran los sentimientos de los protagonistas, ciertamente no pasa por el Centro, sino en otros espacios, la casa de campo, o de camino a su pueblo o en las relaciones con personas de la misma villa y otra cosa muy distinta es el tipo de relaciones y diálogos que se establecen con los que habitan el Centro; es una constante la negación de sentimientos y afectos que si pueden surgir en un mundo más humano y menos mediatizado, virtual o figurado.
LA CAVERNA, TODO UN ESTILO DE VIDA
"Qué extraña escena describes y qué extraños
prisioneros, son iguales a nosotros".
PLATÓN, República, Libro VII
Hay un momento de la obra en que la familia de alfareros lleva alrededor de tres semanas como residentes en el centro. En este lapso, Cipriano Algor, se ha dedicado a conocer e indagar por todos los sitios y recovecos del Centro, ha disfrutado de todas aquellas atracciones y artificios de los que se vale el Centro para captar la atención y el manejo de todos aquellos incautos que caen en sus redes; de súbito, el alfarero se pregunta: "¿cómo es posible que me haya dejado encerrar durante tres semanas sin ver el sol y las estrellas?".
Esta pregunta es clave para el desarrollo posterior de toda la trama de la obra, a ella seguirá toda la urdidera en torno al descubrimiento de la gruta que se haya algunos metros bajo tierra y los acontecimientos y reflexiones que luego devienen.
Este interrogante obliga a pensar en el ritmo de vida que proyecta esta nueva sociedad massmediatizada. Telépolis desarrolla de un modo bien interesante todas las posibilidades que a través de un ordenador, de la interconexión por nodos y la televisión pueden desarrollar los telepolitas sin salir de sus casas, desde el trabajo, pasando por las compras, hasta la recreación y la lúdica.
Un confinamiento libre e interno, personal y sin acudir al uso de la fuerza o la amenaza, ahí está el logro de este nuevo tipo de sociedad, de vida que poco a poco se está generando. Lo que para el ser humano ha sido un ideal perseguido, anhelado y luchado durante todas las épocas, el de la libertad, aparece ahora invisibilizado y confinado por voluntad propia, o para ser más precisos, por la maquinación de cierto tipo de poder, hilo invisible, que de forma sutil y bajo el aura del confort y las seguridades materiales conmina a los sujetos al ostracismo, cual piezas de museo, dignas de representarse a sí mismas en un espectáculo único en el mundo. "Compre ya su entrada".
Estas son las consecuencias que se ciernen sobre la vida humana en una sociedad basada en el neoliberalismo, la economía de mercado y la influencia de los medios.
Atados de pies y manos, inmóviles como cadáveres con las cenizas de lo que antes fue una hoguera, Saramago presenta la petrificación humana.
Menos mal se vislumbra un cierto dejo de esperanza en la pispicia de Cipriano Algor, quien cae en la cuenta del desastre y huye con otros más, como en la obra de Platón, uno de los prisioneros logra liberarse, asciende hasta la superficie, descubre que es posible otro mundo y regresa para liberar a los otros.
* Pispicia: dícese de la expresión castiza para expresar una visión crítica o malicia indígena que también por estos lados solemos decir
Juan Carlos Osorio Arenas
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