De otro lado, y en el tema de la selección de personas para tareas específicas, nos dice el Papa Juan Pablo II
Encontrar la motivación religiosa para actuar y la persona adecuada para llevar a cabo una determinada tarea era un buen comienzo, que daba buenas esperanzas de éxito a las iniciativas pastorales.
Frente a su motivación, el sentido religioso es profundo en el Papa Juan Pablo II. Al respecto manifiesta Monseñor Vincent Thu, quien fuera su secretario privado por más de ocho años:
Pienso que el fundamento de su espiritualidad es la misa… el Santo Padre siempre ha programado la misa como el punto central de sus encuentros… Estar cerca de él y ver cómo reza y cómo celebra la misa cada día es una experiencia única. Reza con pasión, con los ojos cerrados, con invocaciones frecuentes, tales como "¡Señor, Dios mío!". Pone su mano en la frente. El Papa tiene presentes en su corazón a todos aquellos que le escriben pidiéndole alguna oración particular… Su abandono en la oración es completo… Muy frecuentemente he observado a obispos y cardenales que concelebran con él, miran al Santo Padre para ver cómo reza. Todos quedan muy impresionados.
Afirma sobre el Papa Miguel Ángel Velasco
Su secreto es la oración, en la que continuamente vive inmerso.
En los resultados de una investigación de 5 años en empresas de Estados Unidos, Jim Collins (2001), estableció que el primer criterio de las empresas que sobresalen es "primero quién y después qué". Consiste en contratar personas disciplinadas que se motiven a sí mismas y realicen de manera apasionada su trabajo. Personas dispuestas a encender el mundo con sus acciones, imparables, fuertes de carácter, con un gran sentido trascendente.
Este postulado, incorporar personas disciplinadas, coincide con el estilo del Papa Juan Pablo II, quien centra la calidad de sus propias motivaciones y observa y fomenta la de sus colaboradores. Está muy pendiente de las personas, de sus capacidades y de su compromiso con la misión encomendada. Pero lo más importante, es el mensaje de mantener una fuerte voluntad y humildad en el desempeño del trabajo profesional:
Debéis exigiros a vosotros mismos, aunque los otros no os exijan.
Si buceamos en la vida interior del Papa Juan Pablo II en relación con la importancia del encuentro personal y la preocupación por el otro, como persona única e irrepetible, descubrimos lo siguiente, y en sus mismas palabras:
Cada hombre es una persona individual, y por eso yo no puedo programar a priori un tipo de relación que valga para todos, sino que cada vez, por así decir, debo volver a descubrirlo desde el principio.
Estas palabras hablan por sí mismas, son impresionantes… su mensaje para la vida directiva es claro y contundente. Para ello planteamos la reflexión en forma de preguntas: ¿Considero que puedo motivar a todos mis colaboradores de la misma manera? ¿Todo el mundo se motiva por el dinero? ¿Todo el mundo es perezoso? ¿Mi función esencial es el control del desempeño de mis colaboradores? ¿Para mí qué significa la persona humana? ¿Sobre su condición en la naturaleza y el mundo? ¿Considero a cada persona como valiosa, única e irrepetible?
La concepción que cada Directivo tenga de la persona humana le forjará necesariamente su estilo de dirección. Si parte de una visión mecanicista, egocéntrica y pesimista de la persona, en sus comportamientos irradiará siempre la desconfianza en los demás y, lo más grave, medirá a todos bajo el mismo prisma.
Si su concepción es antropológica, optimista, basada en la consideración de que las personas son únicas e irrepetibles, dirigirá siempre confiando en los demás, bajo prismas distintos en función de la persona que tiene al frente, distinguiendo en cada una sus propias motivaciones, capacidades, actitudes y necesidades. Frente al tema de la confianza, Gorbachov refiriéndose al Papa Juan Pablo II dijo:
En pocas palabras estamos ante una excepcional personalidad: no quisiera exagerar, pero yo he tenido la impresión particular de que de este hombre emana una energía gracias a la cual se siente una honda sensación de confianza hacia él.
Las palabras de María Antonieta Macciocchi, ex eurodiputada italiana de izquierdas, feminista militante y ex marxista-leninista expresó:
Y entró Wojtyla, con sus ropas blancas y ondeantes, alargándome las dos manos tendidas. Su mirada cruzó firmemente con la mía. De aquel gesto intenso irradiaba una fuerza interior, un aura luminosa, metafísica.
Vale la pena reiterar estos testimonios, era mística su energía y fuerza internas; su espiritualidad se reflejaba en su mirada, en sus comportamientos, irradiaba confianza, transparencia.
Frente a la importancia del trato personal con sus obispos, expresa Juan Pablo II
Apreciaba mucho los encuentros con Pablo VI. Aprendí mucho de él, incluso sobre su modo de llevar a cabo estos encuentros. Sin embargo, después he trazado mi propio esquema: primero recibo a cada obispo personalmente, luego invito a comer a todo el grupo y, al final, celebramos juntos la Santa Misa por la mañana y tenemos una reunión colectiva.
Aquí nos describe el Papa la manera de acercarse a las diferentes reuniones con sus colaboradores: los obispos. Se ve claramente su inclinación por la personalización de los encuentros.
La interacción entre Directivo y colaboradores es el momento de la verdad en el mundo de las organizaciones, es el punto crítico para generar confianza y para construir una convivencia profesional adecuada. Deberá propiciar la personalización de los encuentros, transmitir transparencia en sus intenciones, criterios éticos en la toma de decisiones, preocupación e interés por el Bien de los demás (benevolencia), con un diálogo constructivo adecuado a las circunstancias y personas que rodean la situación.
De todos modos, mi preocupación constante ha sido la de cuidar en cada caso el carácter personal del encuentro. Cada uno es un capítulo aparte. Me he movido siempre según esta convicción.
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El interés por el otro comienza en la oración del obispo, en su coloquio con Cristo, que le confía "a los suyos". La oración le prepara a estos encuentros con los otros.
Vuelve el tema de la preparación personal previa para afrontar los retos de la vida, nadie puede ir por el mundo familiar, social o directivo sin una fuerte formación ética y de práctica continua de la reflexión personal sobre sus actos y sobre su propia vida. No se puede guiar y servir a los demás si no hemos definido claramente nuestra misión personal única e irrepetible y nuestro sentido trascendente como persona humana.
Por este motivo una pregunta y reflexión necesaria para un directivo es: "¿Cuál es mi misión en la vida?". Al final, la vida interior es la clave para llenar de contenido y sentido la existencia.
Lo importante es mantener la misión personal viva y para este objetivo, debe servir de referencia permanente para tomar decisiones. El alto directivo debe preguntarse si una decisión, cualquier decisión potencia, debilita o contradice dicha misión.
El darse a los otros es una dimensión existencial para quien ejerce la función de vértice. El autismo directivo no es el camino. La apertura y la preocupación por el bienestar de los demás es el inicio. En sus propias palabras lo ha expresado Juan Pablo II:
Cuando encuentro una persona, ya rezo por ella, y eso siempre facilita la relación.
Se trata de mantener una actitud positiva frente al encuentro con los demás. Cuántas veces no nos ha pasado que nos decimos a nosotros mismos "quisiera no ir a hablar con esta persona, o encontrarme con ella", es decir, de entrada ya estamos predisponiendo nuestro encuentro con elementos negativos: menospreciamos la interacción.
Miremos el ejemplo del Papa… ¡reza por cada persona con la que se encuentra! Desea el bienestar del otro, lo mira con amor, valora la relación, la interacción con los demás. Esta reflexión es muy profunda: en la medida que cada encuentro es único, por la persona y las circunstancias, debemos valorarlo con una actitud positiva y de riqueza personal. ¿Será importante pensar en lo valioso que es mi colaborador o par, previamente al momento del encuentro? La respuesta siempre será positiva.
Un testimonio demuestra aspectos impresionantes del estilo directivo del Papa Juan Pablo II. Monseñor Vincent Thu expresó:
Es un hombre muy sensible. Tiene un gran respeto por las personas… Cuando necesita algo, el Santo Padre viene en persona. Por ejemplo, entra a nuestra oficina para pedir papel o bolígrafos. Nunca se enfada. Siempre está sereno, y no levanta su voz.
Juan Pablo II hace énfasis en la importancia de dirigir mediante el trato personal respetuoso con los demás. No se concibe un Directivo que no dialogue de manera permanente con las personas de la organización. No puede esconderse en su "castillo de cristal" sin que la gente lo vea e interactúe con él o ella, es importante que la organización tenga acceso al vértice, que convivan con él, que aprendan de él, que lo puedan palpar, escuchar directamente, que le puedan comunicar sin barreras sus ideas… Se trata de personalizar los encuentros, dirigir mediante el trato personal, con actos de amor. Aplicado al contexto de la Dirección de Empresas podríamos utilizar la vieja frase: "managing by wandering around". Nos dice el Papa sobre sus continuos viajes por todo el mundo:
¿Has leído lo que dijo Jesús en el Evangelio? Id por todo el mundo y predicad evangelio. Así que eso es lo que yo hago, ¿sabes?
En el libro ¡Levantos, Vamos!, afirma al respecto:
El señor me ha dado las fuerzas necesarias para poder visitar muchos países, diría que la mayor parte. Esto tiene gran importancia, porque la estancia personal en un país, aunque sea breve, permite ver mucho. Además, estos encuentros dan la oportunidad de tener un contacto directo con la gente, que es de suma utilidad, tanto en el ámbito personal como eclesial. También San Pablo estaba constantemente en camino. Por eso, cuando se lee que escribió a las distintas comunidades, se advierte que había estado con ellas, que conocía a la gente del lugar y sus propios problemas. Lo mismo vale para todos los tiempos, también para el nuestro.
Me ha gustado siempre viajar. Estoy convencido de que, en cierto sentido, es un cometido que Cristo mismo ha encargado al Papa. Ya como obispo diocesano me gustaban las visitas pastorales y consideraba que era muy importante saber lo que sucede en las parroquias, conocer a las personas y tratarlas directamente. La visita pastoral, que es una norma canónica, ha sido en realidad dictada por una experiencia de vida. El modelo es San Pablo. También Pedro, pero sobre todo Pablo.
Estas palabras hablan por sí mismas. No requieren mayor explicación, simplemente, podríamos trasladarlo a un lenguaje más coloquial: ¡hay que pisar el barro! Como vértice tiene el compromiso de estar cerca de la gente. Debe propiciar el trato personal permanente, y su deber consiste en conocer a cada una de las personas que lo rodean en la organización, pues cada persona es distinta, única e irrepetible y, por tanto, exige un trato específico. Después de este punto de partida, las personas y la actitud, el Santo Padre desarrolla claramente un compromiso con la visión antropológica de la Dirección.
No obstante, como pastor, no puede desinteresarse en esta componente de su grey y tiene la responsabilidad de recordar a los intelectuales el deber de servir a la verdad y de promover así el bien común.
Es un deber claro del Directivo comprometerse con las personas, y con una misión trascendente bajo una actitud ética, de servicio a los demás. Es la compenetración, la sincronización entre pensamiento y corazón. Por ese motivo, la verdad, el amor (darse al otro desinteresadamente) y el bien común (el interés por el Bien de los Otros), son las turbinas sobre las cuales debe girar el desarrollo del oficio Directivo, especialmente en la toma de decisiones.
Y la pregunta fundamental, bajo la experiencia autobiográfica de Juan Pablo II, será: ¿Qué tengo que hacer para lograr estas condiciones? La respuesta es clara, y además, muy sencilla: vida interior y un sentido trascendente a las acciones, pensando siempre en términos de su impacto y beneficio en los demás (idea vinculada a la mencionada actitud de servicio).
Otro punto importante en la obra de Juan Pablo II es su idea sobre la obligación del vértice para construir su organización desde un modelo de promoción y protección de valores. Deberá buscar que ésta permanezca en el tiempo bajo sus principios fundamentales. La flexibilidad es importante para adaptarse a los cambios del entorno; pero en términos de principios, de "ideología básica" (Collins y Porras, 1995) es inamovible y se constituye en la garantía fundamental para la perdurabilidad. En este sentido la sucesión en el "mando" (o mejor… en el "servicio") es una actividad de largo plazo crítica para este fin: la perdurabilidad.
También esto es una tarea del Obispo: preparar a quien eventualmente pueda sustituirle.
El Director General debe buscar sucesores dentro de la misma organización que garanticen la perdurabilidad de los principios y valores que han generado y potenciado el desarrollo exitoso de la organización. Parte de su tarea fundamental es formar a otros para que lo reemplacen cuando deba retirarse. Un buen Directivo se conoce por la calidad y condiciones desarrolladas en cada uno de sus colaboradores y subordinados. Cuando éstos tienen el potencial para sucederlo en la función directiva, se podría decir que aquél ha hecho una buena labor como mentor.
Y aquí también se expresa la capacidad del directivo para amar, para entregarse a los demás y a otras generaciones, buscando siempre el bien para los otros y la perdurabilidad de la organización mediante la formación de directivos mejores que él mismo.
De otro lado, para el Papa Juan Pablo II, las adversidades hacen parte de la vida ordinaria, hay que levantarse permanentemente, no desfallecer ante las dificultades.
Seguramente nos encontraremos con dificultades. Nada tiene de extraordinario. Forma parte de la vida de fe.
Frente a las adversidades el Papa recomienda un modo de pensar que también se ha visto reflejado en la historia de muchos líderes (fortaleza y coherencia):
Cada uno de vosotros, jóvenes, encuentra en su vida un "Westerplatte". Unas obligaciones que debe asumir y cumplir. Una causa justa, por la que se debe combatir. Un deber, una obligación, a la que uno no puede sustraerse; de la que no es posible desertar. En fin, hay que "mantener" y "defender" un cierto orden de verdades y de valores dentro de sí mismo y en su entorno. Sí: defender, para sí mismo y para los otros.
Se trata de imprimirle un sentido trascendente a la vida, de tener una causa superior y valiosa por la cual luchar en conjunto con otros y una misión personal única e irrepetible. En este pasaje, el Papa también envía el mensaje de la importancia del ser frente al tener. La persona humana no puede dejarse vencer sólo por el tener más, pues debemos ir más allá, hacia lo fundamental: el ser más. Esto se logra mediante la construcción de una sólida vida interior que integre la propia misión personal con el servicio y el interés por el otro (amor benevolente).
El Papa Juan Pablo II es un ejemplo en la virtud de la fortaleza y compromiso con su misión, encomendada por el mismo Jesucristo. Frente a su enfermedad y estado de salud, muchos le recomendaban renunciar, pero en una oportunidad contestó: "No renuncio porque Jesucristo no se bajó de la Cruz. Podía haberlo hecho; podía habernos redimido de otra manera, pero no lo hizo…" Imitar a Cristo, imitarlo en la adversidad, imitarlo en la fortaleza y en cumplimiento de su misión sin desfallecer, hasta el final.
La autobiografía del Papa Juan Pablo II, plasmada en el libro "¡Levantaos! ¡Vamos!" es un testimonio de su amor apasionado por el mundo, de fortaleza ante la adversidad, de una vida ejemplar digna de ser imitada por tener un sentido y con un contenido claro en valores y virtudes, dejándonos un modelo en forma de trípode muy claro para el desarrollo de nuestra vida cotidiana y Directiva: el descubrimiento y desarrollo de nuestra misión personal (única e irrepetible), la importancia de imprimir un sentido trascendente a nuestras acciones y la personalización de los encuentros. Pero este modelo está cruzado, soportado, sustentado y justificado por la construcción de una fuerte vida interior.
Autores:
Horacio Téllez.
Estudios de Economía, Universidad del Rosario, Bogotá. Filosofía y Letras, enfasis en Pedagogía. Istituto Internazionale di Pedagogia, Roma. Doctor en Teología, Universidad del Laterano, Roma.
Ernesto Barrera. Abogado, Universidad Externado de Colombia, Bogotá. MBA en el IESE, Barcelona- Profesor en la Escuela de Dirección y Negocios, Inalde, Bogotá. Canditado a Doctor.
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