Colectivo Ioé (1)
En este trabajo nos proponemos ofrecer una panorámica sobre el desarrollo y viabilidad en España de investigaciones sociales desarrolladas con un enfoque participativo, es decir, donde la población–objeto se convierte, o se pretende que llegue a convertirse en sujeto activo del proceso de análisis. Tal orientación ha representado para nosotros el mayor interés desde que iniciamos nuestra andadura como sociólogos, aunque hemos de reconocer las limitaciones y dificultades de todo tipo con que nos hemos encontrado en los intentos de llevarla a la práctica (2). En una primera parte se presenta el paradigma más implantado en la investigación social, que caracterizamos como "elitista y tecnocrático", y se pone en relación con la forma como se ha implantado la participación social en nuestro país; pasamos a ofrecer en la segunda parte algunas líneas de fuga al modelo de investigación anterior y que representan la multiforme presencia de la investigación participativa que, aunque periférica y dificultosamente, no deja de abrirse espacio tanto en el interés de los investigadores como en el de los demandantes de investigaciones.
1. EL PARADIGMA DOMINANTE (ELITISTA Y TECNOCRÁTICO)
Podemos partir de una constatación: tanto la introducción como el desarrollo metodológico de la investigación participativa en España son mínimos, prevaleciendo un enfoque asimétrico o desigual entre los tres agentes implicados en el proceso de investigación. En éste el papel dominante corresponde al cliente, los técnicos adoptan una función meramente instrumental (3) y los destinatarios se sitúan en una posición dependiente y pasiva, siendo meros receptáculos de una trama movida por ajenos intereses. La figura del cliente está representada casi siempre por dirigentes de corporaciones importantes: la administración y las grandes empresas, en primer lugar; los partidos, los sindicatos y las O.N.G. de ámbito estatal, en segundo lugar.
Mediante técnicas cuantitativas y cualitativas, estas instituciones llevan a cabo prospecciones sobre los segmentos de población que se corresponden con su ámbito de influencia: administrados y votantes, empleados y consumidores, fieles y adeptos, etc.
INVESTIGADORES (Mediadores) | |
POBLACIÓN–OBJETO |
La marginación de los destinatarios (su apartamiento de los niveles de decisión), lejos de ser una cuestión casual, "es un síntoma o expresión –a nivel del quehacer sociológico– de una sociedad de masas donde los papeles dirigentes–activos son objeto permanente de lucha entre minorías activas que tratan de acaparar cada una de ellas el mayor espacio posible de influencia sobre las mayorías pasivas o, mejor, dominadas. Esta lógica de dominación, que ocurre evidentemente a nivel económico, sucede también a nivel político e ideológico" (4).
Concretando más el punto anterior, podemos apreciar que la participación directa de los ciudadanos en las cuestiones sociales que les afectan está condicionada por la forma como se ha establecido la democracia en nuestro país. Desde el punto de vista jurídico, el ordenamiento político español ha pasado de un régimen autoritario a otro de corte democrático, fundado en el principio formal de la igualdad de los ciudadanos y de su derecho a participar en la organización de la vida social. Sin embargo, en la práctica esta transformación se efectuó a través de un proceso consensuado mediante pactos protagonizados por cúpulas dirigentes de las distintas fuerzas sociales en detrimento de la transparencia informativa y de la participación directa de las bases populares (5). De este modo se ha institucionalizado un modelo de democracia representativa o delegada que, en su máxima expresión formal, la constitución de 1978, limita severamente la participación directa de los ciudadanos en la vida social. La acaparación de funciones por parte de la administración, el elitismo de los partidos, corporaciones y sindicatos mayoritarios y la primacía de intereses trasnacionales apenas dejan espacio a la auto–organización e intervención directa de colectivos sociales (6). Por otra parte, se ha reforzado el papel mediador y políticamente neutro, o neutralizado, de los técnicos y profesionales, en cuyas manos se deja tanto el diagnóstico como el abordaje de los problemas y desequilibrios que provoca el sistema social. Pero este abordaje debe ceñirse a los límites marcados por su función técnica, sin cuestionar las contradicciones sociales de fondo.
Generalmente las investigaciones realizadas en el área de la política social se atienen a estos parámetros. En lugar de estudiar a los sujetos sociales con necesidades dentro de un proceso social en el que éstos se producen y reproducen, se limitan a ofrecer recuentos y clasificaciones de necesidades abstractas (definidas 'desde fuera' del contexto), de las que el individuo no es más que un portador manipulado. Los instrumentos técnicos que se utilizan en estos casos tampoco son inocentes.
Por un lado, se suele estudiar a la población que recibe (o podría recibir) determinados servicios ya existentes, sin analizar el papel de las propias instituciones de servicios sociales en la configuración de su demanda. Por otra parte, el recurso abusivo a la técnica de la encuesta para captar las necesidades subjetivamente "experimentadas", se dirige a los individuos como entidades autónomas, separados de su contexto social, suponiendo que las respuestas a un cuestionario expresan sus necesidades, ignorando los fenómenos de alienación social y la generación de necesidades sociales "desde arriba" (7).
Así, focalizando la atención sobre ciertos sectores sociales, y no sobre el sistema social, se oculta el carácter "políticamente determinado" (8) de muchas necesidades, presentándolas como demandas de los propios afectados; por otra parte se excluye del campo de las necesidades problemas y conflictos difícilmente regulables por las instituciones en cuestión o incluso que se presentan como deslegitimadores de su función.
Además, se procede siempre a una jerarquización de las necesidades que sólo puede realizarse desde una instancia de poder (oculto, en este caso), y a su segmentación (en primarias y secundarias, por ejemplo), lo que acaba justificando la dependencia del necesitado y la legitimidad de la intervención institucional ( 9).
Junto al paradigma dominante, es posible reconocer también en España diversos desarrollos de investigación con un enfoque participativo, en especial en las áreas de la educación de adultos, la animación sociocultural y el desarrollo comunitario; con una implantación menor encontramos desarrollo en las áreas de evaluación de programas y de la organización empresarial. Se trata de experiencias minoritarias, poco relacionadas entre sí y con orientaciones y encuadres institucionales muy variados, como se desprende del siguiente cuadro de situación aproximativo:
– Desde los años 60, y con más intensidad en el período crucial de transición a la democracia, se desarrollaron procesos de investigación participativa, ligados a programas de acción social, desarrollo comunitario y análisis institucional promovidos por diversos movimientos sociales, organizaciones no gubernamentales e incluso, en ciertos casos, por la propia administración. Aquí se inscriben interesantes experiencias del movimiento ciudadano, sindicatos campesinos, organizaciones católicas progresistas, etc., casi siempre relacionados con sectores marginados.
Por iniciativa de estos colectivos ha sido frecuente entrar en contacto con experiencias de otros países, tanto de Europa como de América Latina.
– Desde 1980 España forma parte del Grupo Europeo de Investigación Participante, enrolado a su vez en el Consejo Internacional de Educación de Adultos, con sede en Toronto.
En 1985 España organizó el quinto Seminario Internacional de Investigación Participativa (Barcelona), donde se expusieron diversas experiencias concretas aplicadas en España y otros países europeos (10).
– También a comienzos de los años 80 se retoma, después de 40 años, la experiencia de las Universidades Populares que se extienden por más de un centenar de poblaciones, casi siempre con apoyo de la administración local. En algunos casos se desarrollan cursos que tienen por objeto el análisis participado de la propia realidad local.
– En torno a la revista internacional de educación de adultos "Aulas de Cultura" (Salamanca) se han desarrollado diversas experiencias de educación rural con un planteamiento participativo (Santibáñez de Béjar, Renedo, etc.). Por su parte, las Escuelas Campesinas surgidas en Barco de Avila en 1978 y posteriormente extendidas por varias provincias persiguen un "desarrollo integral" basado en la autogestión de los afectados.
– En varios centros universitarios se han desarrollado aportaciones teóricas y prácticas significativas, siendo especialmente importante su papel como difusores de información y formación entre el profesorado, los trabajadores sociales y el voluntariado: Universidad Autónoma de Barcelona (departamento de Sociología de la Educación, coordinado por J.M. Quintana), Universidad de Santiago de Compostela (J.A. Caride), Instituto de Ciencias de la Educación de la Universidad de Murcia (A. González), Facultad de Sociología de Madrid (Tomás R. Villasante), etc. También algunas editoriales se han especializado en esta dirección (Narcea, Ed. Popular, Ed. Hacer, Laertes) así como diversos centros privados de educación de adultos (CLAVES, CODEDAH y CASM en Madrid, SEPT, APIP y SERGI–GRAMC en Cataluña, etc.). Pero quizá un caso de especial relieve sea el de la factoría FAGOR, empresa perteneciente al grupo de Cooperativas de Mondragón, donde en 1985 se inició una investigación participativa en el ámbito empresarial contando con la aportación de un equipo experto universitario dirigido por Davyd Greenwood y asesorado por W. F.
Whyte (11) – Otras aportaciones específicas se pueden reconocer recientemente en los ámbitos de la salud y de la evaluación social (12). En el primer ámbito citado existen propuestas de interés que ligan la educación para la salud con la participación comunitaria (María Isabel Serrano) o con la evaluación cualitativa de programas de salud (Juan Fernández Sierra y M. A. Santos); así mismo se propone la evaluación de servicios y programas sociales contando con los propios actores.
Todas estas iniciativas tienen en común el interés metodológico por favorecer la participación de los afectados en los procesos de investigación y/o reflexión colectiva. Sin embargo, parten de estrategias y planteamientos teóricos diversos y, en general, su nivel de instrumentación técnica está poco desarrollado.
A nivel estratégico las diferencias dependen de la demanda: quiénes son los sujetos reales de los procesos de investigación participante y qué fines o efectos sociales persiguen a través de ellos. En este sentido, cabe distinguir los programas promovidos desde el vértice de las instituciones (de enseñanza, política social, etc.), en los que se invita a participar a los destinatarios, de aquellos otros promovidos por colectivos y asociaciones de base que, en parte o del todo, son también los destinatarios de los programas. En el primer caso, los intereses institucionales generalmente se suporponen y prevalecen, aún cuando en ocasiones se pierda el control y se produzcan efectos perversos no queridos por el promotor; en el segundo caso, es más probable que se salvaguarden las intenciones de los afectados, si bien existen en el caso español algunos mecanismos (como la regulación jurídica del derecho de asociación o las subvenciones) que tienden a cooptar o hacer encajar los intereses de la población con la estrategia de las instituciones.
Estas diferencias a nivel estratégico se traducen –o disfrazan– recurriendo a aquellas tradiciones teóricas, elaboradas fuera de España, que avalan internacionalmente el enfoque particular de cada promotor. En un polo podemos situar la tradición pragmática no crítica iniciada con Dewey en el campo de la educación y por Lewin en el área de la psicosociología, a quienes se considera iniciadores de la investigación-acción en Estados Unidos (13). En este caso la participación no es más que un método para la resolución de problemas grupales o institucionales que se define como un proceso continuo de planificación, acción, evaluación y vuelta a empezar, pero ceñido a prácticas sociales concretas, sin un análisis de sus relaciones con el conjunto del sistema social. impidiendo así las perspectivas de enfoques alternativos y estudio global.
En el polo contrario encontramos una tradición críticaimplicativa que propugna la investigación-acción a partir de un rechazo global del "status quo" existente en la sociedad (desigualdades, procesos de exclusión, elitismo político y económico, etc.) y como una vía, entre otras, de liberación social. Este enfoque se asocia a la ideología tradicional de la izquierda, si bien como práctica concreta de "investigación participante" ha surgido posteriormente a partir de las insuficiencias y contradicciones del planteamiento pragmático (14) y en contextos de crisis o quiebra social (América Latina a partir de los años 60, Mayo del 68 en Francia, movimientos neomarxistas en Alemania e Italia, etc.).
En España ya existía una tradición de investigación colectiva, promovida desde el siglo XIX por las corrientes socialista y anarquista, que fue bastante aplicada en el campo de la educación (15). Pero estas corrientes, cuya influencia ha sido reconocida como uno de los factores impulsores de la investigación-acción en América Latina (16), fueron abortadas a medida que se imponía un modelo de educación estatal centralizado, evolución que se consumó en las décadas de gobierno franquista, tras la derrota y represión de los movimientos populares.
Como hemos señalado, coincidiendo con los años de transición a la democracia surgieron algunas experiencias participativas protagonizadas por los movimientos sociales entonces pujantes y con capacidad de arrastre popular (vecinales, sindicales, políticos, etc.), si bien sobrados de espontaneísmo y buena voluntad y faltos de los planteamientos e instrumentos técnicos adecuados. Posteriormente la institucionalización de los nuevos cauces "democráticos", tal como hemos expuesto en el apartado anterior, supuso un freno a la participación directa de la población, si bien han aparecido también nuevas condiciones impulsoras:
– Por una parte, la política de representación y la burocratización profesional de los trabajadores sociales, sindicalistas, etc. han producido un grado de atonía o descompromiso social que ha llegado a ser considerado excesivo por los propios representantes institucionales, por lo que éstos han comenzado a impulsar procesos participativos después de haberlos frenado con anterioridad.
La no participación de la población se juzgaba como una enfermedad de la nueva democracia, fenómeno deslegitimador que habría que diagnosticar y abordar con rapidez (17).
– Por otra parte, las quiebras y contradicciones del propio sistema social (mantenimiento de la polarización social, precarización de los sectores menos cualificados del mercado de trabajo con especial repercusión en las mujeres y los jóvenes, marginación de amplias áreas rurales, etc.) siguen alimentando la emergencia de movimientos y planteamientos críticos, algunos de los cuales ponen particular énfasis en procurar la participación directa y organizada de la población marginal como clave para abordar sus problemas.
Paralelamente se produce en los años 70 y 80 una lenta introducción en España de teorías y prácticas sobre participación existentes en otros países. Inicialmente el campo más trabajado fue el movimiento ciudadano (años 70), pasando después el centro de gravedad a la educación y la política social (años 80). Desde el punto de vista teórico, se recurre tanto a representantes de la orientación pragmática (surgidos en los campos de la educación, la psicosociología y el desarrollo comunitario) como de la orientación crítica (neomarxistas centroeuropeos y latinoamericanos), así como todas las corrientes intermedias (análisis institucional de M. Seguier, socianálisis de Lourau y Lapassade, intervención sociológica de Touraine, etc.).
Aunque la penetración en España de estas tendencias es, por ahora, marginal y sus aplicaciones escasas, el concepto de "investigación participante" –con la polisemia ya descrita– tiene cada vez mayor audiencia (traducciones y libros propios, simposios de investigación-acción aplicada a la educación o el trabajo social, etc.) (18).
En cuanto a la orientación estratégica, predomina un enfoque más pragmático–instrumental–segmentado en las manifestaciones y publicaciones institucionales, y un enfoque más crítico en los colectivos de afectados y en un sector menor de profesionales e investigadores (19). Se trata en todo caso de un campo de elaboración todavía poco consolidado y apenas contrastado en la práctica.
En relación a la posibilidad de aplicar la investigación-acción con una perspectiva crítica al área de la política social, creemos que puede ser una alternativa fructífera para los estudios de necesidades y recursos convencionales. Aunque tal orientación ha tenido históricamente un desarrollo complejo y polémico (20), en su formulación ideal, destacamos las siguientes características:
– El problema a estudiar –las necesidades– surge de la propia población implicada que controla el proceso en todas sus etapas.
– Como fin principal, se persigue reforzar las potencialidades del propio colectivo, tanto en el nivel del conocimiento (difusión y aplicación de técnicas de investigación, análisis colectivo de resultados) como de la acción (promoción de iniciativas y autoorganización).
– Si existe intervención de técnicos o instituciones, éstos son también participantes y aprendices en el proceso, aportando sus conocimientos específicos y convirtiéndose también en objeto de análisis.
Este diseño ideal presupone la existencia de una cierta organización de la población, a través de la cual ésta puede plantearse colectivamente la identificación y resolución de sus necesidades. Por lo demás, conviene advertir que la "participación" de la población puede ser manipulada y revertir en una nueva legitimación del orden social, por muy diversas razones: al reemplazar el protagonismo de la población por una participación formal o por una consulta ritual de decisiones ya tomadas; cuando las asociaciones de afectados o el voluntariado social se vuelven instrumento de la política pública o de otros agentes corporativos que, de ese modo, reducen gastos manteniendo el control sobre los objetivos de la acción; o cuando se cae en un activismo ingenuo, reemplazando el análisis de los conflictos sociales por las puras intenciones colectivas con el riesgo de caer en un nuevo ideologismo que disfrace la realidad social.
Este conjunto de dificultades plantea la imposibilidad de una metodología participativa válida y eficaz en sí misma, al margen de las practicas sociales y del problema del poder. La clave es el protagonismo real de la población.
1) Carlos Pereda, Miguel Angel de Prada y Walter Actis.
2) Además de varias investigaciones participativas promovidas por asociaciones de vecinos, hemos aplicado, no siempre con éxito, diversas fórmulas participativas de análisis institucional o de abordaje colectivo de problemas sociales específicos. A nivel teórico hemos coordinado desde 1983 un seminario sobre investigación-acción en nuestra sede de Madrid.
3) A veces el promotor se identifica con el profesional, como ocurre en las investigaciones desarrolladas desde la universidad.
4) PEREDA, C. y DE PRADA, M.A., "La investigación sociológica en España: su lugar en una sociedad de clases", en Documentación Social, Nº 50, 1983, pág. 256.
5) Ver DEL AGUILA, R. y MONTORO, R., El discurso político de la transición española, CIS/Siglo XXI, Madrid, 1984.
6) Ver ORTI, A., "Transición postfranquista a la Monarquía Parlamentaria y relaciones de clase: del desencanto programado a la socialtecnocracia transnacional", en Política y Sociedad, Nº 2, Madrid, 1989.
7) Ver COLECTIVO Ioé, "Las necesidades sociales. Un debate necesario", en Documentación Social, Nº 71, Madrid, 1988, pág. 109–120.
8) Ver O'CONNOR, J., Crisis de acumulación, Península, Barcelona, 1987.
9) Ver GARCIA ROCA, J., "Metodología de la intervención social", en Documentación Social, 69, octubre–diciembre 1987, p. 51.
10) QUINTANA, J.M. (Cord.), Investigación participativa. Educación de adultos, Narcea, Madrid, 1986.
11) Ver GONZALEZ SANTOS, José Luis, "Participatory Action Research (PAR). A view from FAGOR", en WHYTE, W. F. (ed.), Participatory Action Research, SAGE, Newbury Park (California), 1991 (2a. edic.) 12) Ver, SERRANO, Ma. Isabel, Educación para la Salud y Participación comunitaria. Una perspectiva metodologíca, Edcs.
Días de Santos, S.A., Madrid, 1989; FERNANDEZ SIERRA, Juan y SANTOS GUERRA, Miguel Angel, Evaluación cualitativa de programas de educación para la salud. Una experiencia hospitalaria, Edcs. Aljibe, Archidona, 1992 y AGUILAR, María José y ANDER-EGG, Ezequiel, Evaluación de servicios y programas sociales, Siglo XXI de España Edts., Madrid, 1992.
13) Históricamente estas corrientes surgieron en el contexto de la gran depresión (1929), al descubrirse que las "relaciones humanas" y la "participación democrática en la escuela y en la sociedad" eran métodos más adecuados –que el taylorismo y el control rígido de la población– para garantizar la productividad de las empresas y la integración social de los individuos. Ver GOYETTE, G. Y LESSARD–HEBERT, M., La investigación–acción. Funciones, fundamentos e instrumentación, Laertes, Barcelona, 1988, pág. 17ss.
14) Tanto la política de desarrollo de las comunidades indígenas propiciado por Gran Bretaña en sus colonias en los años 40 y 50 como los programas de desarrollo comunitario puestos en marcha en América Latina durante los años 60 con apoyo financiero de Estados Unidos (Alianza para el progreso), fueron desbordados en la práctica y con frecuencia reorientaron su estrategia en una línea crítica. Ver BATTEN, T.R., Las comunidades y su desarrollo, F.C.E., México, 1964; y SANGUINETTI, Y., "La investigación participativa en los procesos de desarrollo de América Latina", en Revista de la Asociación Latinoamericana de Psicología Social, México, 1981.
15) El principal exponente es la "escuela moderna", teorizada por Francisco FERRER, cuyas ideas fueron aplicadas tenazmente durante varias décadas por los anarquistas españoles (La escuela moderna, Tusquets, Barcelona, 1976). Sobre las diferencias en este punto con la Institución Libre de Enseñanza, de orientación socialista, ver AA.VV., Historia de la educación en España, T.III, Ministerio de Educación y Ciencia, Madrid, 1989, pág. 32ss.
16) ANDER-EGG, citando a Oscar Jara, señala que los emigrantes socialistas y anarquistas españoles fomentaron desde comienzos del siglo XX en América Latina la educación popular (escuelas sindicales, universidades populares, movimientos culturales, etc.). Ver ANDER-EGG, E., "Animación sociocultural, educación permanente y educación popular", en AA.VV., Una educación para el desarrollo: la animación socialcultural, Fundación Banco Exterior, Madrid, 1988, pág. 51.
17) En este marco diversas instituciones han desarrollado estudios sobre la participación y el voluntariado social, ante la alarma que produce el reflujo de la participación. Hemos recibido cuatro encargos de investigación en los últimos años sobre esta temática, provenientes de instituciones públicas y de O.N.G.
18) Además de textos, autores e instituciones ya citados, son exponente del creciente interés de esta perspectiva multiforme de la I–A.P el curso de la U.I.M.P. sobre Perspectivas metodológicas en la política social, Valencia, 1992 o el celebrado en Madrid Curso sobre metodologías de participación. Perspectiva dialéctica, socioanálisis, Investigación-acción participativa, C.I.M.S, Madrid, 1993.
19) Destaca en este sentido la posición de Jesús Ibañez, recientemente fallecido, catedrático de Técnicas de Investigación y principal representante de la llamada escuela cualitativista madrileña. Desde hace muchos años apunta en sus obras la posibilidad de establecer una ruptura metodológica en relación a las técnicas cuantitativas y cualitativas a través de la perspectiva dialéctica, que ejemplifica en el socianálisis, la investigación-acción o el asambleísmo. Sin embargo, ante la crítica de Alfonso Ortí de que no ha desarrollado ese nivel metodológico, Ibañez en un reciente artículo replica: "Tienen toda la razón. No he construído la llamada 'perspectiva dialéctica', pero aquí aporto materiales para construirla. A ver quién se anima". IBAÑEZ, J., Nuevos avances en la investigación social. La investigación social de segundo orden, Suplementos de Anthropos, Nº 22, Barcelona, 1990, pág.
20) Ver entre otros: SIMPOSIO DE CARTAGENA, Crítica y política en ciencias sociales, 2 Tomos, Guadalupe. Ltda. Bogotá, 1978; DEMO, P., Investigación participante. Mito y realidad, Kapelusz, Buenos Aires, 1985; FALS BORDA, O., Conocimiento y poder popular, Siglo XXI/Punta de Lanza, Bogotá, 1985; GONZALEZ A. y otros, La investigación-acción como metodología en ciencias sociales, Ed. Cossío, Murcia, 1989; LOPEZ DE CEBALLOS, P., Un método para la investigación-acción participativa, Ed. Popular, Madrid, 1987; ANDER-EGG, E., La problemática del desarrollo de la comunidad, Humanitas, Buenos Aires, 1987; KEMMIS S. y McTAGGART R., Cómo planificar la investigación–acción, Laertes, Barcelona, 1992; SALAZAR, Ma. C. (coord), La investigación-acción participativa. Inicios y desarrollos, Ed. Popular, O.E.I. y Quinto Centenario, Madrid, 1992.
Colectivo Ioé(Miguel Ángel de Prada, Walter Actis y Carlos Pereda) URL: http://www.nodo50.org/ioe/
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