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Taller de cuento (página 2)

Enviado por Claudio A. Cafiero


Partes: 1, 2

Los amantes, en la alborada de su juventud, despreocupados por lo biológico, lo lógico y el que dirán decidieron engendrar un hijo. Contra viento y marea atravesaron el período en que la panza de ella evidenció la desfachatez que tenían, provocando un escándalo en la sociedad. Al cabo de nueve lunas llegó una niña y con ella una nueva vida para la criticada pareja que se independizó de sus padres mudándose a una pequeña casa.

Johana la bebé- vino al mundo como cualquier otra niña, pero no era un niña cualquiera sino una criatura ciega y sorda.

Los más místicos dicen que "Dios los castigó" y los más científicos dicen que "fue consecuencia de la mala combinación genética". En ambos casos la causa es la misma: el incesto.

Su infancia

Ni lerdos ni perezosos, sus padres, sometieron a Johana desde el momento mismo de su nacimiento a todas las degeneraciones habidas y por haber, aunque sin estropear la innata belleza que ella poseía.

Los ojos de la pequeña, al igual que sus orejas, demás esta decir que estaban de adorno. Su mirada extraviada le daba una apariencia sobrenatural, como si un éxtasis crónico se hubiera apoderado de ella.

La oscuridad y el silencio fueron sus mejores amigos de toda la vida. Su exterior, brillante cual piedras preciosas, no se parecía en nada a su interior sombrío.

A pesar de no oír, la criatura gemía y pronunciaba diversos sonidos salidos de si de una manera natural, propia del momento que vivía. Era fascinante escucharla gozar vociferando expresiones increíbles, originalmente únicas, pues en este aspecto ella nunca tuvo la oportunidad de copiar a nadie. No hablaba ninguna lengua conocida, pero si hablaba una lengua: la lengua de Johana, la cual nació y murió con ella.

Era exhibicionista por naturaleza. Sus padres desarrollaron aún más esta virtud enseñando a la dócil niña cuales eran las mejores posiciones amatorias a adoptar en cada ocasión, con una gama de infinitas posibilidades. Ella incluso renunciaba a su comodidad para mantener posturas atléticas que requerían una notable agilidad, teniendo como resultado brindar una mejor imagen y posibilitar los más placenteros contactos.

Todas estas cualidades la convirtieron en una lujuriosa impúber provista de una belleza extravagante. Era, en esencia, una singularidad excepcional dotada de una habilidad inhumana para el sexo. Concientes de ello sus padres la introdujeron en el clandestino mundo de la prostitución infantil, augurando un futuro muy próspero. De ahí en más comenzó a acostarse con todo aquel truhán que gustase de abusarla.

Sorprendentemente nadie anteponía la discapacidad de ella como su principal particularidad, sino que quedaba oculta, casi irrelevante, ante la manera en que ella hacía el amor.

Vuelta a vuelta sus encuentros amatorios no tenían un final feliz. Fue durante su niñez que Johana padeció los maltratos más brutales de toda su existencia, conviviendo con un abanico de pervertidos que iba de vulgares psicópatas hasta psicóticos declarados. No le fue fácil sobrevivir a aquella etapa de su vida en que estuvo tan expuesta… pero sobrevivió. El destino quiso que así fuera.

Al salir de esta situación ella no guardó rencor ni miedo. Al contrario, como ahora la trataban mejor, se entregaba con total libertad en cuerpo y alma.

Su adolescencia

Al entrar en la pubertad su público varió un poco. Comenzaron a aparecer aquellos vivillos que, aún sabiendo que al acostarse con Johana estaban cometiendo un ilícito, preferían correr el riesgo de su transgresión, motivados por la creciente atracción que sentían por las incipientes curvas de la adolescente y el hecho de considerar que, más allá de las leyes, su actitud era perdonable.

En cuanto los dotes físicos de ella no perderé el tiempo en detalles petulantes. Bastaría decir que su apariencia corporal, como su estado de ánimo variaban a lo largo de las sucesivas sesiones de alcoba. Ella era cálida a veces; a veces fría por fuera pero siempre hirviendo por dentro. Era cambiante como las estaciones del año, como el clima y el relieve en las diferentes latitudes del mundo. Tenía un tacto muy especial, captando los gustos y las expectativas de todos de una manera asombrosa y respondiendo con el estímulo apropiado para la ocasión. A veces era romántica y delicada, otras lujuriosa e inestable. También solía ser impaciente, empeñada solo en concluir en el orgasmo de su pareja o, por el contrario, invadida por un erotismo desesperado que se nutre en relaciones interminables.

Johana daba muy buenas ganancias a sus progenitores, con lo cual se pudieron mudar de su hogar a una casa más grande, luego a otra mejor y así, hasta llegar a instalarse en un hermoso palacio cuya mobiliario y decoración -al igual que ella- cambiaban permanentemente siguiendo las moda.

La propiedad tenía placenteros ambientes, tanto interiores como exteriores. Entre los últimos se destacaba un jardín cargado de flores (oculto a la mirada de los peregrinos) donde Johana, en su tiempo libre, solía recostarse para tomar baños de sol y de aire mientras jugaba principalmente con su clítoris, con una frescura y gozo inusitados. Ella nunca fue reprimida por lo que hacía, lo cual tomaba tan normal como descansar o alimentarse; no conocía otra forma de vida porque nunca la tuvo, ni pudo observarla en los demás.

La pompa y el buen gusto de aquella casa daban muestra de la riqueza de sus moradores; las cortinas diseñadas con delicados paños, alfombras, espejos, muebles y adornos deslumbraban a los visitantes. El colorido, los aromas, la música y las texturas hacían del lugar un paraíso para los sentidos.

Ésta no era una casa de putas más. Sí, era un referente adonde la gente acudía en búsqueda de servicios sexuales, pero con la diferencia que allí trabajaba mucha gente, y no directamente sobre los clientes sino en la puesta en escena de aquel circo donde Johana era la atracción y única trabajadora sexual oficial de la casa. Y no hacía falta más, sola podía dar vida a todo eso honrando su vida como pocos en esta tierra.

Johana salía muy poco. Sacando lo que pasaba en el palacio (donde siempre fue una gran anfitriona) nunca tuvo relación con el mundo exterior que escapase a lo indispensable. Todo giraba en torno a ella, o lo que es lo mismo ella era el centro del mundo, mejor dicho de aquel mundillo que habitaba.

Su juventud

Su perfil bajo se terminó cuando cumplió dieciocho años y todos quisieron frecuentar su aposento sabiendo que al hacerlo los prejuicios serían mínimos en comparación con la dicha de haber estado allí.

En la fachada de su mansión una marquesina, que se iluminaba al bajar el sol, exhibía una gigantografía en color rojo resaltando el nombre de Johana, la cual revelaba su presencia y los fines por los que ella se encontraba allí. Aquello constituía, sin duda, una tentación para los viajeros ocasionales y un recordatorio para los habitantes de la región.

Con toda esta movida ella tenía bastante más trabajo y no sabía decir basta, siempre estaba dispuesta a dar todo por cumplir su misión, al igual que un kamikaze da su vida. Esto la llevó a convertirse en una workaholic capaz de sobreponerse a la fatiga a tal punto que sus mentores, es decir sus padres, se vieron forzados a vigilarla muy de cerca, administrando su jornada, a fin de que su vitalidad no decayese al pasar la línea del abuso y perjudicar con ello la bonanza del negocio que ella representaba.

Su plenitud

Ella amaba la diversidad como la diversidad gustaba de ella. No mostraba preferencias por persona alguna, sea del sexo de fuera. Para ella era lo mismo entregarse a una ágil muchacha que a un entumecido anciano, no le importaba que su compañero fuese obeso, normal o entecado, si tenía una piel delgada o gruesa, si se sudaba en el acto o permanecía seco… Y esta actitud la mantenía siempre, pasando de persona en persona sin mas. Su oficio era para ella como un juego que lo jugaba de mil maravillas.

Los hombres la adoraban porque encontraban en ella una inagotable fuente de placer y hasta algunas mujeres que ni siquiera tenían inclinaciones lesbianas buscaban en Johana la octava maravilla y la encontraban cada vez que hacían el intento. Es lógico!, pues ella había sido una excelente aprendiz de su madre, quien nunca reparó en buscar en su hija aquello que su hermano -por cuestiones fisiológicas- nunca le pudo dar, y de qué forma…

Johana no era una mujer más, era "la mujer" imperativamente. Era en conclusión- una mezcla del encanto de Cleopatra y la popularidad de la Virgen María, pues al igual que a ésta todos le rendían culto (y no sigo con esto de la Virgen para no incurrir en blasfemias).

En el marco de la ficción literaria podría compararse con Dulcinea de Cervantes, Eleonora de Poe, Julieta de Shakespeare

Casi siempre toda mujer celebre es asociada con un gran hombre (y no me estoy refiriendo a los hombres que mencioné antes sino a los hombres que las hacen suyas). Siguiendo con el ejemplo anterior tenemos a Julieta de Romeo, Dulcinea de Don Quijote, la Virgen María de José, etc. Pero, de quien era ella?

Podría afirmarse que el hombre de su vida fue su padre, aunque su madre, como mujer, desempeñó un rol igualmente importante. Sin embargo -como todos sabemos- no todo terminó allí, ella trascendió fronteras y culturas. Miles de hombres (y aquí incluyo a mujeres) cuando querían hacían de Johana su propiedad. Por esta razón se convirtió en Patrimonio de la Humanidad y desde entonces fue reconocida con el nombre de "Johana de Los Hombres".

Son innumerables las historias que tejieron sobre Johana, todos tenían una. No faltaban aquellos que ostentaban haber marcado un antes y un después en la vida de la doncella, cuando en realidad ni siquiera los había registrado.

Entre las anécdotas destacadas hay una que refiere a un psiquiatra que se creía muy cuerdo aseverando que la mujer perfecta no existía y que al conocer carnalmente a Johana perdió la razón.

Su decadencia

Al cumplir los treinta y cinco años no hubo bisturí, ni maquillaje, ni crema, ni gimnasia, ni cosa alguna que devolviera a Johana el esplendor de sus años pasados. Así sus asiduos clientes dejaron de frecuentar su aposento y se llevaron consigo la gloria con que antes la habían consagrado, reflejando su decadencia en comentarios que crecieron tan rápido como la fama que le dio origen a su carrera. Solo concurrían a ella aquellos rezagados, curiosos, o personas que descreían de los rumores, quienes lo hacían solo una vez. Esto trajo preocupación a sus mentores, quienes por su megalomanía no iban a consentir que todo aquello se desmoronase definitivamente.

A ella muchas quisieron reemplazarla pero fue inútil. Hubo un plantel de rameras profesionales que ocupó su lugar teniendo como resultado un rotundo fracaso que no le era propio estando en otras casas.

En el último intento de recuperar el éxito perdido llegaron a buscar mujeres sordas, ciegas y hasta un par de desgraciadas que cargaban con ambos males, pero no se parecieron ni remotamente a lo que Johana había sido. Nunca dejaron de ser engendros capaces de excitar, con suerte, a algún que otro borracho o principiante cuyas pretensiones no pasaban de conseguir darse un revolcón con alguien.

Su final

Siempre existió la hipótesis colectiva de que Johana moriría a causa de las enfermedades de transmisión sexual, pero no fueron éstas las que culminaron con su vida, a pesar de que no se salvó de contagiarse alguna que otra, las que pudieron controlar de modo que ella siempre volviese a la escena.

Fueron sus padres quienes, viendo que todo decaía, buscaron la forma de deshacerse de ella. Así concurrieron a las autoridades judiciales, de quien antes (especialmente cuando Johana era menor) habían escapado, para que tomasen cartas en el asunto predestinando el futuro de su hija.

Johana no estaba preparada para hacer cualquier otra cosa ajena a su especialidad. Dejó de honrar su vida y no hubo compasión, la eutanasia cayó sobre ella. Sobraban argumentos. La Ley estuvo presente en la sentencia a la que nadie se opuso.

No tuvo un destino humano, cuando se acabó su vida útil la mataron como a un perro y su cuerpo fue tratado como residuo patógeno. No quedó señal alguna de sus restos físicos y de Johana quedó el recuerdo, solo el recuerdo.

Con el tiempo el inmueble donde ella vivía pasó a quedar perdido en medio del poblado, dejando atrás la magnificencia que lo caracterizaba. Nadie se imagina que aquel fue un palacete donde se hicieron realidad las más candentes fantasías sexuales de una sociedad ansiosa por acceder al misterio de una mujer que lo podía todo (desde el lugar en que le tocó estar).

FIN

Comentarios del autor

 Los cuentos tienen que dar la sensación de poder trasladarnos adonde la fantasía de la narración cobra vida.

Mi forma de hacer literatura es un proceso permanente de:

– Qué? Por qué?

– Qué? Por qué?

– Qué?…

Es también armar un rompecabezas en un texto con piezas alojadas en mi mente.

  Johana no es el producto de un delírium tremens, sino de un arduo trabajo de laboratorio. Como decía Horacio Guaraní respecto a una de sus composiciones: -ella es una de mis hijas-.

 Johana pega desde la simpleza, la intensidad de la historia y la fortaleza del argumento.

 Johana es un relato salvaje donde la miseria humana desnuda las maravillas de su creación sin dejar de lado su naturaleza siniestra.

El autor

Claudio Alejandro Cafiero Vera nació en San Nicolás de los Arroyos, provincia de Buenos Aires, Argentina, en 1980 y se naturalizó español en 2003. Es técnico en administración de empresa, estudió en la Universidad Tecnológica Nacional (Argentina), donde se graduó de licenciado en organización industrial; ingeniero industrial, orientación administración empresaria y especialista en ingeniería gerencial. Cuentista, publicó en Internet y PowerPoint: Johana (2006).

FECHA: AGOSTO DE 2006

Partes: 1, 2
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