Mientras estos fenómenos demográficos ocurren, la productividad puede aumentar visible y dramáticamente, si se proveen los mecanismos que permitirían a los trabajadores nuevos encontrar empleo.
En la República Dominicana existe una tendencia negativa a caracterizar al dominicano como vago, "vivo" e irresponsable. Esta noción errónea deriva del hecho que al labriego dominicano no le atrae el prospecto de cortar la caña — — tarea que los haitianos ejecutan sin dificultades.
En mi experiencia personal, entrevistando a muchos de los trabajadores que viven cerca de aquí, y a otros a quienes conocimos cuando les donábamos nuestros servicios a los habitantes de los bateyes en la cercanía de La Romana; lo que muchos de estos hombres manifiestan es una resistencia a laborar sin remuneración adecuada — — las palabras del famoso merengue El Negrito del Batey, serán humorosas pero no ciertas.
Por ejemplo, las estadísticas de dos países similares en constitución demográfica, revelan que en el país cuyos ciudadanos gozan de mejor salud y de mayor acceso a servicios médicos adecuados, será el más productivo de los dos países y gozará de la mayor tranquilidad y de la paz — — con una reducción paralela en la criminalidad, y en el nacimiento de hijos ilegítimos y con una reducción significante en el consumo de las drogas.
El incremento de la longevidad individual ha sido fenómeno ostensible, desde el año 1950, por todo el mundo. Este aumento, presentaría problemas cuando una gran parte de la población adulta es vieja y debilitada. Estas dificultades no son reales cuando se goza de la presencia de viejos que son alertas, saludables, y útiles.
En Asia, entre los años 1965 y 1990, la población de hombres de edad laboral creció mucho más rápidamente que la población de personas dependientes y sin empleo.
Todo este proceso de prosperidad individual y nacional fue atribuido a la declinación de la mortalidad infantil, resultado directo del desarrollo de medicinas antiparasitarias y antibióticas (como son la penicilina, las sulfas, la estreptomicina, la bacitracina, la cloroquina y la tetraciclina; introducidas entre los años 1920, s, 1930s, y 1940s.)
Asimismo en el año 1943 el DDT se comenzó a usar de modo sistemático y los mismos países comenzaron a aplicar principios básicos de higiene pública, relacionados con la purificación del agua potable. El "milagro económico" del oriente se explica en más de su tercera parte en la mejora de la salud pública.
Si se contrasta ese ejemplo con lo que ocurre en el África Sahárica; donde una presencia abrumadora de enfermedades debilitantes induce a muchas familias a disipar sus recursos económicos soportando una cantidad extraordinaria de hijos, conduciendo a la formación de un callejón sin salida del cual no pueden huir.
El uso de los recursos naturales en modos tradicionales también disminuye la salud colectiva. Por ejemplo, mujeres que, usando leña y carbón rústico para cocinar, y que inhalan mucho humo mientras cocinan, pagan el precio considerable de una expectación de vida reducida para ellas y para sus descendientes.
Tradicionalmente, los economistas han tratado la salud de las naciones como si fuese otro artículo de consumo, y han acariciado la conjetura de que la dirección de la causalidad del impacto en las economías iba en la dirección de los ingresos personales hacia la salud. Hoy existe la evidencia suficiente para creer que la mejora en la salubridad conduce a mayor productividad y a un incremento en el capital personal.
Este desarrollo es eminentemente dinámico — — mejoras en la salud del pueblo, promoviendo crecimiento económico, lo cual a su vez produce mejora en la salud. Esta "espiral virtuosa" puede transformar un país indigente y propenso a las enfermedades, en uno que les ofrece a sus habitantes un nivel más elevado de vida.
Ejemplos dramáticos de este tipo se pueden encontrar en varios países del Asia Oriental y en Irlanda — así como, también, en la historia del desarrollo económico de varios países industrializados y ricos.
La mejora de la salud de la ciudadanía y el crecimiento económico de los países pueden reforzarse mutuamente de otros modos.
Con el crecimiento de los ingresos personales la fertilidad declina, lo que conduce a beneficios tangibles en la salud de las madres y de los niños, vía lactación al seno materno más prolongada, menor estrés en el sistema reproductivo de la mujer, más oportunidades para ganar dinero trabajando fuera del hogar, y un aumento en los recursos existentes para ser investidos en el bienestar de los hijos.
Tristemente, el refuerzo mutuo entre salud e ingresos puede, a veces, operar al revés. La declinación de la salud demográfica en algunas partes del mundo ha resultado en impactos espantosos en el bienestar económico. La epidemia del SIDA en África es el ejemplo más prominente.
Aproximadamente 8% de los adultos africanos son HIV positivos, con un 56% de ellos esperando morir antes de la edad de los 60 años.
La carga onerosa de la epidemia del SIDA es enorme. Los gastos necesarios para detectar y para ofrecer tratamiento, sobrepasa el presupuesto total de algunos países. Más del 80% de la mortalidad de esta plaga, ocurre en seres que potencialmente hubiesen podido ser tratados, trabajar y ser productivos. Estudios recientes indican que el costo espantoso de confrontar la epidemia del SIDA le está restando dinero a naciones, que pudiera ser dirigido al tratamiento de otras enfermedades — — como son la diarrea, la hepatitis, la malaria, el dengue y la tuberculosis — — las cuales por su propia parte están devastando otros países.
Rusia nos presenta un ejemplo interesante. Con la transición a una economía capitalista, que comenzara a principios de los 1990s, coincidió una caída precipitosa en la expectación de la vida, con unos 1.6 millones de muertes prematuras de obreros jóvenes entre los años 1990-95. Existe evidencia, para explicar que este fenómeno en Rusia, fuera debido a la reducción de los ingresos personales.
Entre los factores prominentes que asocian el empeoramiento de la salud de los rusos y la merma de sus ingresos se encuentran el deterioro de la dieta (tradicionalmente pobre), aumento en el consumo del alcohol, el estrés mental, y el incremento asociado de accidentes y de lesiones físicas.
Aquí podemos concluir (no como hacen los economistas tradicionales) afirmando que existe una correlación cierta entre la prosperidad económica individual y la salud personal. Correlación que actúa como una calle de dos vías.
Conocimiento este que nos resulta muy útil, cuando se planean programas de salud para el futuro económico de cualquier nación.
Bibliografía
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Dr. Félix E. F. Larocca
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