- Introducción
- Las campañas militares en el exterior
- Las oposiciones al absolutismo de Alejandro Magno. Las revueltas en Grecia
- Muerte de Alejandro Magno
- Cronología
- Bibliografía
INTRODUCCIÓN.
Alejandro III, más comúnmente denominado Alejandro Magno, nació el 20 de julio de 356 a.C en Pella, capital del reino macedonio. Era hijo del rey Filipo II y de la princesa Olimpia perteneciente a la familia real epirota.
Los biógrafos lo describen como un joven muy atractivo, con un mechón de cabello largo, rizado y una piel clara que presentaba un tinte rúbeo especialmente en la cara y el pecho. Ladeaba la cabeza levemente hacia la izquierda y sus ojos mostraban una mirada que fundía, rasgos ambos que han llevado a algunos especialistas actuales a sugerir que padecía un raro trastorno ocular.
Incapaz al parecer de dejarse una barba poblada, impuso la moda de afeitarse y de vestirse al modo persa como una añagaza cara a los bárbaros, para que su rey no les resultara por completo un extraño. Era muy bajo de estatura ya que se cree que no superaba el metro y medio de altura.
De niño tocaba la lira y cantaba; más tarde, ya de adulto, fue un protector constante y generoso de los músicos. Amaba apasionadamente el ejercicio fuerte, la caza, correr y los juegos de pelota y se consideraba un corredor de nivel olímpico.
Su padre, Filipo II de Macedonia, dio los primeros pasos para forjar un Imperio que culminaría Alejandro Magno en tan sólo trece años y que se extendía desde Bulgaria al norte, hasta la India al este; conquistando todo el Próximo Oriente y parte del norte de África (casi toda Libia y Egipto). Este vasto Imperio abarcaba la región sureste del continente europeo, Asia Menor, Próximo Oriente, Egipto, Mesopotamia, Persia y parte de India. En total más de 5.250.000 Km2 en tres continentes distintos. Un hito que nadie había logrado antes.
Su primer maestro fue un pariente de su madre llamado Leónidas, hombre de austeras costumbres que educó a Alejandro en la sobriedad. Posteriormente, cuando Alejandro contaba catorce años, Filipo confió su educación al filósofo Aristóteles que se hizo cargo de su educación durante tres años (343-340 a. C). Maestro y discípulo se instalaron en Mieza, donde se impartieron clases de filosofía, política, literatura, retórica, historia, geografía y medicina. Aristóteles suscitó en Alejandro una gran pasión por el cultivo del espíritu y concretamente por la lírica, la tragedia, y de modo muy especial la antigua gran epopeya homérica. Alejandro sintió siempre una gran veneración por la "Ilíada", que le instruyó en muchos aspectos, y de la que llevaba siempre consigo un ejemplar.
En 337 a.c. se agriaron las relaciones entre padre e hijo a consecuencia de haber aquél repudiado a su esposa Olimpia y buscado nueva consorte en la persona de Cleopatra, sobrina del general Atalo. Con este motivo hubo varios altercados entre Filipo y Alejandro. Este llegó a marcharse al Epiro, en pos de su madre; pero aunque luego regresó a Pella, ya no reinó entre padre e hijo el buen acuerdo de antaño.
Esta situación tuvo un fin inesperado. A principios de agosto de 336, y cuando Filipo se hallaba festejando la boda de su hija Cleopatra, hermana de Alejandro, la espada de Pausanias le arrebató la vida. En tan nefasto día, Alejandro supo mostrarse digno de su futura gloria. Apoyado por los generales del ejército, especialmente por Antipáter y Pérdicas, Alejandro, que tenía entonces veinte años, supo mantener a salvo la autoridad del Estado, tener a raya a los nobles (eximiéndoles del pago de impuestos y dándoles los cargos más honoríficos del ejército) y captarse la simpatía del pueblo.
El nuevo monarca unía a la infatigable actividad e inagotable energía de su padre, el sentimiento romántico, heróico y caballeresco de su madre, y el razonamiento frío, la claridad de concepción y el excepcional golpe de vista que le eran propios y había moldeado Aristóteles con maestría.
ALEJANDRO III SOMETE TODA GRECIA.
Demorando temporalmente el proyecto de expansión contra Persia; Alejandro pasó a ocuparse inmediatamente de los asuntos de Grecia, donde habían surgido ciertos conatos de rebelión atizados por los partidos antimacedonios.
En la primavera de 335, se puso en marcha hacia Tracia, concretamente contra los tribalos e ilirios, de quienes habían oído que intentaban una sedición. Creía Alejandro que no debía partir a una expedición tan lejos de su patria sin dejar previamente sometidos por completo a estos pueblos limítrofes suyos.
Alejandro dejó a Antípatros al frente de Macedonia y con un importante ejército formado por los tres batallones de Hypaspistas, otros batallones falangistas, infantería ligera, arqueros y algunos escuadrones de caballería, marchó rápidamente por la ruta de Philippopolis hacia el monte Haemus, donde encontró el camino obstaculizado por los tracios. Estos habían llenado una serie de carros con piedras, y los tenían prestos para rodarlos por la pendiente, esperando romper el orden de la infantería macedonia, sin necesidad de arriesgar sus propias tropas, las cuales entrarían en acción cuando el enemigo tuviera quebrantada la disciplina por efecto de los carretones. Sin embargo, Alejandro alineó sus tropas en columnas, para que los carros pasaran entre la infantería sin hacerle daño.
Posteriormente, forzado el paso con una gran victoria, las tropas macedonias entraron en el territorio de los tribalos. Tras vencerles utilizando la caballería, Alejandro se dirigió al Danubio. Antes de someter a los tribalos, que se habían refugiado en una isla, se dominó a los getas, que habitaban en la orilla septentrional del río. A raíz de estas victorias, la autoridad de Macedonia que- dó consolidada en la frontera del bajo Danubio. Alejandro recibió embajado- res celtas (de la zona entre el Véneto y el Danubio medio),con quienes conclu- yó una alianza.
Habiendo logrado los objetivos propuestos en Tracia, Alejandro III descendió al sur. Alertado por el servicio de espionaje, se enteró de una nueva coalición formada en su contra: Clitos, rey de los ilirios, se alió con Glaucias, rey de los taulantinos. El objetivo de estos dos reyes era la conquista de las provincias del norte de Macedonia, aprovechando la muerte de Filipo II.Alejandro mar- chó contra los ilirios con el objetivo de impedir que se reunieran con los tau- lentinos, y así vencerlos más fácilmente.
Anticipándose a sus recientes enemigos, Alejandro marchó velozmente contra la capital (Pelión),atacando así las bases de uno de sus adversarios,impidiendo que se reuniera con su otro aliado, y llevando la guerra al territorio enemigo, desbaratando sus planes. Si bien Alejandro logró sorprender a los ilirios,derro- tarlos en batalla campal, encerrarlos en su fortaleza capital y asediarlos pese a estar los macedonios en condiciones de inferioridad numérica, Glaucias y sus taulantinos, se apresuraron a apoyar a los ilirios, atacando a Alejandro por la espalda, mientras este trataba de copar el cerco de la ciudad iliria de Pelión.
Alertado por sus exploradores y espías,Alejandro se replegó a su campamento, para alivio de los ilirios, y regocijo de los taulantinos. La situación del ejército macedonio era sumamente precaria. Alejandro estaba rodeado por un ejército extremadamente superior en número, y tenía que desplazarse, o sus hombres y él mismo morirían de hambre. El desplazamiento era muy peligroso ya que si se dirigía al sur, terminaría en un territorio despojado de provisiones y monta- ñoso poco idóneo para desplegar su falange. En estas condiciones tan desfavo- rables, Alejandro decide atacar inmediatamente a la coalición ilirio-taulantina, avanzando hacia el norte,única zona en la que era posible proveerse de víveres
Alejandro había alcanzado un territorio que lo proveía de abundantes víveres (lago Prespa), no sólo eludiendo la emboscada del enemigo, sino al mismo ti- empo diezmando sus fuerzas, sin perder muchos soldados macedonios en este empeño.
Durante su ausencia de Macedonia, se habían propagado por Grecia falsos rumores de que Alejandro había muerto en combate. De nuevo los partidos antimacedonios, movidos por el dinero y la propaganda aqueménidas, volvieron a su anterior actividad. Demóstenes obtuvo el apoyo económico del rey persa Darío III. Cuando Alejandro fue informado al respecto, partió a marchas forzadas hacia la Grecia central, y llegó tan pronto, que nadie podía creerselo. Descendió a través de las estribaciones del Pindo, entró en Tesalia, y acampó, siete días después, a las afueras de Tebas, donde se le unieron las tropas traídas desde Macedonia por Antípatros, y algunos contingentes de la Fócida, Platea y otras ciudades hostiles a Tebas.
Cuatro días después de su llegada a las afueras de Tebas se inicia el asalto,cu- yas defensas cayeron tras una dura resistencia. Unos 6.000 tebanos murieron y el resto, unos 30.000 fueron vendidos como esclavos; la ciudad fue sistemá- ticamente destruida y sus tierras fueron repartidas. Esta decisión fue ejecutada por el propio Alejandro, que sólo salvó de la destrucción los templos y la casa de Píndaro.
Para consolidar el dominio macedonio en toda Grecia, Alejandro convoca al Consejo de la Liga de Corinto creada unos años antes a instancia de Filipo II en aras del objetivo común contra Persia y que ahora funcionaba como un medio de coacción para consolidar el dominio macedinio.
La lealtad fue sustituida por el temor, un temor que provocó en Atenas todo deseo de resistencia. Una embajada ateniense, encabezada por Demades, acudió a Alejandro para mostrar su satisfacción por las medidas tomadas contra Tebas.
El monarca macedonio va a respetar la ciudad de Atenas a cambio de dos condiciones. La primera de ellas fue la entrega de los líderes antimacedonios (entre ellos el propio Demóstenes), y la segunda condición la expulsión de los tebanos refugiados en Atenas. Posteriormente, los atenienses envían una se- gunda embajada que consigue suavizar aún más estas moderadas exigencias de Alejandro que pretendía, por todos los medios posibles, evitar el enojo de los atenienses.
También fueron respetados los restantes estados griegos enemigos de Mace- donia. La Liga Corintia se vio reforzada. Al cabo de tan sólo un año, después de que Alejandro hubiera disipado toda duda acerca de su tenacidad entre los tracios, ilirios y griegos, y después de haber frustrado toda esperanza de una rápida transformación de la situación creada por Filipo II, dirigió su objetivo hacia la conquista del Imperio persa.
LAS CAMPAÑAS MILITARES EN EL EXTERIOR.
Una vez pacificada toda Grecia, Alejandro realiza todos los preparativos necesarios para intentar, en primer lugar, liberar las ciudades griegas de Asia Menor y, posteriormente, adentrarse en los vastos territorios del interior que conformaban el denominado Imperio persa.
A) GRÁNICO.
En el otoño del 335 Alejandro, tras volver a Macedonia, se dispuso a preparar la campaña contra Persia. A tal efecto llamó a Parmenión a Asia para recabar informes. En la primavera del 334 Alejandro se puso en marcha con su ejército, en el que se englobaban tropas macedonias, contingentes helénicos y mercenarios. La infantería de Alejandro estaba compuesta por unos 12.000 macedonios, 9.000 de infantería pesada,distribuidos en seis batallones o falan- ges y la infantería ligera formada por unos 3.000 hombres agrupados en tres unidades. Otros 12.000 infantes eran griegos, repartidos entre infantería pesa- da e infantería ligera. Iban también otros cuerpos auxiliares con armamento especializado: arqueros cretenses, soldados armados con jabalinas, tracios, etc.
Una parte muy importante del ejército era la caballería. Estaba dividida en ocho escuadrones.Se completaba,además,todo este aparato militar con impor- tantes adelantos técnicos: artillería de sitio (torres, arietes, catapultas), servi- cios de intendencia y transportes bien organizados, médicos, una sección de topografía y servicios de comunicación. Al frente de toda esta compleja ma- quinaria bélica, se encontraba el cuadro de mandos. Parmenión era el segundo en jerarquía tras Alejandro. Junto a sus generales macedonios, Alejandro se hizo asesorar también por algunos especialistas como el arquitecto Deinocra- tes, Eumenes de Cardia,su secretario, que escribió un diario oficial de la expe- dición, y una serie de filósofos y literatos.
Los persas subestimaron inicialmente el peligro que se cernía sobre su Impe- rio.No se produjo una movilización general del ejército,sino que Darío III dejó a los sátrapas de Asia Menor la tarea de frenar a Alejandro. Los gobernantes aqueménidas habían reunido sus fuerzas en Zelea para cortar el paso. Con la caballería persa se encontraba también un contingente de mercenarios griegos mandados por Memnón, quien propuso practicar ante Alejandro la táctica de "tierra quemada", a fin de aislarlo en un país hostil.
Los observadores macedonios descubrieron a fines de mayo del 334 al ejército persa ocupando posiciones a orillas del río Gránico. Se habían distribuido en dos líneas, una primera de caballería, con 20.000 hombres, y una segunda con la infantería mercenaria griega. Alejandro, desoyendo los consejos de Parme- nión, que no deseaba precipitarse contra el ejército enemigo, dispuso sus tropas. En el ala izquierda se situó Parmenión con la caballería tesalia, griega y tracia. A continuación la falange y los hypaspistas. En el lado derecho,se co- locó Alejandro con los "compañeros", lanceros y soldados peonios, agrianios y cretenses. El peso de la batalla fue llevada por el ala derecha macedonia que actuó de cuña por ese lado, para abrir las líneas enemigas. Alejandro mandó cargar a su caballería a través del río. Los jefes persas se dirigieron contra él y perdieron inútilmente sus vidas en un desesperado intento de matarle.Final- mente, los persas se hundieron ante el empuje de los jinetes macedonios,mejor armados.
El ataque tuvo éxito precisamente porque no estaba basado en reflexiones estratégicas; pero al mismo tiempo fue extremadamente arriesgado ya que el propio Alejandro estuvo a punto de morir. De ahí que la victoria del Gránico, con pocas bajas gracias al efecto sorpresa, fuera tan honrosa.
Como consecuencia de esta victoria se produce la proclamación de la libertad y la democracia para todas las ciudades griegas de Asia Menor. Pero además la victoria del Gránico tuvo otras consecuencias muy diferentes. La caballería persa, pese a su superioridad numérica, había demostrado ser más débil que la macedonia, lo cual constituía una pérdida de prestigio muy significativa. Aunque, en realidad, lo que había ocurrido era que la situación militar para los persas había empeorado en su conjunto. En Asia Menor, ya no había ninguna posibilidad de frenar al enemigo.
B) ISOS.
La batalla de Isos (333 a.C) representó el intento de Darío de derrotar a Alejandro utilizando la técnica preferida del macedonio: el ataque de ruptura de la caballería. Fue una batalla meditada por el lado persa, lejos del apresuramiento del Gránico, y desde luego, su planteamiento táctico fue mucho mejor estudiado.
Darío III ordenó una gran leva de 50.000 hombres para cubrir puestos en su infantería ligera pero eran soldados bisoños con escasa preparación para el combate.
El total de efectivos en el ejército macedonio era de 40.800 hombres, de los que 5.800 eran de caballería, 22.000 pertenecían a la infantería pesada y los restantes 13.000 a la infantería ligera. Mientras que el ejército persa superaba los 100.000 hombres, de los que unos 12.000 componían la caballería,alrede- dor de 30.000 la infantería pesada y el resto, unos 58.000 hombres, la infante- ría ligera.
El plan genérico de batalla, consistía en el rápido trasvase de la caballería pe- sada persa del flanco izquierdo al derecho, con lo que éste, tendría, en teoría, la suficiente fuerza para romper a la caballería griega y flanquear a la falange que formaba la línea de ataque central de Alejandro.
El encuentro bélico tuvo lugar en noviembre del 333 a.C en la llanura litoral siria, junto al río Pinaros, que separaba ambos ejércitos. El rey macedonio si- tuó el ala derecha a los hypaspistas y lanceros y delante se colocó él mismo y los "compañeros" formando una profunda columna de caballería. Los merce- narios y tropas aliadas estaban detrás de la falange macedonia, que ocupaba el centro. Tras los lanceros,para prevenir un ataque del ala izquierda persa,se co- locó un contingente de soldados. A la izquierda se emplazó la caballería. Darío III, a su vez, tenía en su ala derecha la caballería persa que, atacando a lo largo del mar, habría de arrollar al ala izquierda macedonia.
Las disposiciones de Alejandro decidieron la batalla. Atacó duramente con la caballería pesada macedonia, seguida de la falange, el ala izquierda persa, a la que desbarató, pero creó en el centro macedonio una brecha por la que se precipitaron los mercenarios griegos de Darío III. Alejandro tuvo que acudir en ayuda de su centro, muy presionado por el enemigo, para restablecer la situación. También el ala izquierda macedonia pasó apuros ante la superioridad numérica del adversario aunque la caballería griega restableció la situación. Cuando Darío III vio la confusión que empezaba a apoderarse de sus tropas se dio a la fuga, con lo que aumentó el hundimiento persa. El campamento de Darío III cayó en manos de los macedonios y toda la familia del monarca, a excepción del Gran Rey, quedó en poder de Alejandro, quien la trató noblemente.
Con esta importante victoria de Alejandro en la denominada batalla de Isos, las provincias persas al oeste del Éufrates quedaban abiertas al enemigo, mientras que se perdía el control del Egeo. Alejandro continuó su avance por la costa, para ocupar las ciudades fenicias y arrebatar a la flota persa sus arsenales y puertos. Sólo la ciudad de Tiro opuso cierta resistencia al avance del ejército macedonio. Se inició entonces el asedio de la ciudad, que duraría seis meses. Puesto que la isla-fortaleza era inexpugnable por mar, se construyó un dique para unirla a tierra firme. Alejandro solicitó apoyo naval de otras ciudades fenicias, Rodas y Chipre, preparándose una gran flota en Sidón. Con estas naves los accesos de Tiro por mar quedaron controlados. Finalmente, los macedonios lanzaron un ataque definitivo, forzaron las mura- llas y efectuaron una gran masacre entre la población. Los supervivientes fue- ron vendidos como esclavos.
Mientras tanto, Darío III envió una embajada a Alejandro ofreciéndole la ce- sión de "todo el Asia hasta el Halys". Alejandro rehusó esta concesión, que no hacía sino reconocer sus conquistas. Seis meses más tarde Darío III ofrecía a Alejandro un rescate de diez mil talentos, por su familia y la posibilidad de convertirse en su yerno, a lo que rehusó de nuevo el rey. El persa, ante las reiteradas negativas de Alejandro, volvió a prepararse para la guerra.
Una vez controlada la ciudad de Tiro por las fuerzas macedonias, el camino hacia Egipto quedaba abierto.
C) LA CONQUISTA DE EGIPTO.
La conquista de Egipto y su ocupación, fue muy rápida, más rápida incluso de lo previsto. Egipto era el principal objetivo de Alejandro en el sur. Las opera- ciones militares las llevó a cabo por mar y por tierra. Su flota le acompañaba paralela a la costa en su ruta desde Fenicia a Egipto y cuando Alejandro llegó con su ejército a la importante ciudad egipcia de Pelusium, su flota estaba ya anclada en el puerto. Allí colocó una guarnición de soldados macedonios, y ordenó a la flota que remontara el río Nilo hasta la ciudad de Menfis. El sátrapa persa Mazacés entregó todas las ciudades sin oponer resistencia ya que sabía de la derrota del ejército persa en Isos y de la huida de Darío y él apenas contaba con un ejército regular para oponerse al ejército de Alejandro.
Una vez que el sátrapa persa le cedió voluntariamente la provincia, veneró a los dioses egipcios, y lo hizo tal y como lo practicaban los monarcas tradicio- nales, es decir los faraones. Este hecho explica la popularidad de Alejandro entre el pueblo egipcio y la impopularidad de los persas que prefirieron siempre mantener sus propias tradiciones. En Menfis, la capital del Bajo Egipto, Alejandro hizo un sacrificio al toro-dios Apis; en los centros de Luxor y Karnak, situados en el Alto Egipto y mandó reconstruir todos los santuarios.
De este modo los grandes sacerdotes egipcios lo aceptaron como su faraón y le fueron transferidas todas las funciones del soberano: ocuparse del país y de sus súbditos, cumplir con todas las obligaciones del culto y atender a las tareas administrativas y jurisdiccionales, que los egipcios consideraban imprescin- dibles para el mantenimiento del orden social y su propia prosperidad.
A principios del año 331 a.C, Alejandro avanzó hacia el oeste del delta del Nilo, frente a la ya mencionada por Homero isla de Faros, para fundar una ciudad que llevará su nombre: Alejandría. Alejandro mandó a Disócrates que edificara una ciudad nueva en el emplazamiento de una aldea egipcia de pescadores y pastores. Según el nuevo plan, la ciudad iba a construirse en la lengua de tierra que separa el lago Mareotis del Mediterráneo. La isla de Faros fue unida al continente mediante una calzada. Al este, a lo largo del puerto grande, estaban situados los monumentos que fueron edificando los Tolomeos.
Esta ciudad fue uno de los más importantes centros comerciales del Medite- rráneo y la capital del país en tiempo de los Tolomeos. En ese momento llegó a albergar a unos 600.000 habitantes y a poseer la mayor biblioteca del mundo antiguo ya que contaba con unos 700.000 manuscritos. Disponía, al parecer, de 13 salas con una capacidad para 5.000 personas. En el año 48 a.C, la biblioteca de Alejandría ardió a consecuencia del asedio que impuso a las tropas de Julio César la escuadra egipcia.
Inmediatamente después de la fundación de Alejandría, acaece el singular episodio del peregrinaje de Alejandro al santuario de Ammon en el oasis de Siwa, en pleno desierto occidental de Egipto. Abandonó la costa y se internó por la peligrosa ruta interior en la que, si se desataba una tormenta de arena, un ejército entero podía quedar atascado.
El santuario del oasis, gozaba también de gran admiración entre los helenos. A partir del S.VI a.C, su fama había sido propagada por el mundo griego desde Cirene, ciudad griega del África septentrional. Ya en el S.V a.C, este oráculo, junto con los de Delfos y el de Zeus en Dodona, era de los más importantes. El dios que se veneraba en este santuario era Ammon. Este dios egipcio se representaba de diversas maneras, según la función bajo la cual se le concibiese. Como generador del hombre aparecía con orejas y cuernos de car- nero y en cuanto divinidad guerrera, con cabeza de carnero y cuerpo de león. Fue identificado con el dios griego Zeus y a partir de ese momento se le va a denominar Zeus-Amón.
La explicación de por qué Alejandro Magno visitó este oráculo de Siwa es bien sencilla, ya que como soberano de Egipto, el significativo y ostentoso gesto con respecto al oráculo solo podía beneficiarlo al ser considerado por los egipcios como uno de sus dioses preferidos ya que fue el dios principal durante las dinastías XVII y XVIII, momento del inicio y triunfo en la lucha por la unificación de Egipto. Como perteneciente al círculo cultural griego, la consulta precisamente de ese oráculo y la veneración de Zeus-Amón tenía que resultarle de lo más natural. He aquí dos razones que por sí solas podrían explicar la expedición a Siwa, pese a que fue una marcha larga y fatigosa a través del desierto.
Una vez realizada la debida veneración al dios Zeus-Amón en el santuario de Siwa, Alejandro regresó a Menfis siguiendo la ruta de los peregrinos, un cami- no corriente y más seguro. En la ciudad de Menfis recibió algunas delegacio- nes llegadas de Grecia y organizó la administración del país, que fue confiada a dos egipcios, con poderes civiles, en tanto que la administración militar se colocaba bajo el mando de dos macedonios.Además,se crearon otras dos jefa- turas fronterizas,con la designación de Libia y Arabia.Contando con la alianza de Cirene, y dejando bien controlado el país con guarniciones en Pelusium y Menfis,Alejandro Magno retornó a Tiro para preparar su ejército y enfrentarse a Darío. Tenía bajo su control Asia Occidental, Egipto y todas sus comunica- ciones.
D) GAUGAMELA.
La batalla de Gaugamela (331 a.C) fue el enfrentamiento decisivo que destruyó, por completo, al ejército persa. Darío III planeó cuidadosamente una maniobra envolvente completa influenciado, sin duda, por el fracaso de Isos.
Los efectivos que entraron en acción por ambas partes fueron los siguientes:
El ejército macedonio contaba con unos 45.000 hombres, de los que unos 7.000 pertenecían a la caballería, 29.000 a la infantería pesada y unos 9.000 hombres a la infantería ligera. Sus efectivos eran muy inferiores ( la mitad aproximadamente) a los efectivos con los que contaba el ejército persa.
La composición del ejército de Darío III era de unos 91.000 soldados en total, de los que unos 35.000 hombres formaban la caballería (casi 4 veces superior a la macedonia), 4.000 pertenecían a la infantería pesada y 52.000 hombres a la infantería ligera (casi 5 veces más que la macedonia).
A estos efectivos habría que sumar 20 carros armados y 15 elefantes de los que Darío III esperaba mucho pero que, al final, no aportaron nada positivo.
Por consiguiente, analizando los efectivos de ambos ejércitos podemos comprobar como el ejército persa era muy superior al ejército de Alejandro.
La batalla de Gaugamela tuvo lugar a principios de octubre y volvió a ser una batalla de caballería. Darío III pensó que con su caballería (muy superior a la macedonia) y sus carros podía destrozar la falange macedonia, pero no fue así. La caballería es muy efectiva contra tropas sin disciplina o contra generales incompetentes, pero completamente ineficaz contra buenos generales al mando de buenos soldados y tanto lo uno como lo otro sobraban en el ejército de Alejandro Magno.
Una carga contra el punto de unión de dos unidades de la falange que quedó excesivamente abierto posibilitó que un número indeterminado de jinetes persas traspasara el cordón defensivo de Alejandro lanzándose contra el tren de bagaje, pero Alejandro en un orden táctico ya había previsto esta posibili- dad y la rápida reacción de la infantería que se cerró como un candado sobre los incursores anuló esta amenaza, en un pequeño espacio en el que los jinetes persas quedaron encerrados y pasados a cuchillo.
El general macedonio Parmenión ocupó el campamento persa, y Alejandro se lanzó en persecución de Darío III. En Arbelas se apoderó de un gran botín, pero el Gran Rey pudo huir hacia Media con algunos efectivos militares. Apenas un año después Darío III será asesinado por el sátrapa de Ecbatana que consiguió sucederle como rey con el nombre de Artajerjes. El resto del ejército persa sufrió terribles pérdidas y muchos soldados persas fueron he- chos prisioneros.
Alejandro Magno avanzó hacia el sur llegando a Babilonia, donde tuvo una acogida fastuosa. La ciudad le fue entregada sin necesidad de combatir para ocuparla. Además, Babilonia fue la primera ciudad en la que Alejandro confirma en su cargo al sátrapa persa que la gobernaba junto con dos mace- donios, uno como comandante militar y otro encargado de la administración financiera. Alejandro permaneció un mes allí y fue aclamado como rey de Babilonia e hizo sacrificios a Marduk, ordenando la restauración de su templo, que había sido destruido por Jerjes.
E) EXPEDICIÓN A LA INDIA.
En el verano del 327 a.C, se inició el más sugestivo capítulo de la estancia de Alejandro Magno en Asia, la expedición a la India (327-325 a.C). Esta empresa la había realizado ya Darío I, y los griegos tenían noticias de ella a través de Herodoto.
El ejército que condujo Alejandro hacia el Pendjab (norte de la India) incluía muchos contingentes persas, aunque las unidades selectas seguían siendo las tropas macedonias. En estas luchas, Alejandro aprovechó las divergencias entre los distintos príncipes hindúes, consiguiendo el apoyo de muchos de estos principados. Uno de estos reyes, llamado Taxiles, le va a proporcionar elefantes y le informará sobre una coalición enemiga formada por los reyes de Cachemira y Pendjab, Abisares y Poros. Antes de continuar su marcha,Alejan- dro Magno organizó las nuevas satrapías indias, recluta algunas tropas indíge- nas y se sabe que recibió también algunas embajadas.
Al avanzar Alejandro con su ejército se encuentra a la orilla del río Hydaspes (verano del 326 a.C) con un gran ejército y muchos elefantes dirigido por el rey Poros. El rey indio acudió con el grueso de su ejército contra Alejandro quien, ante la fortaleza del centro adversario (elefantes y carros), buscó un ataque oblicuo. Una vez más fueron la celeridad e improvisación de Alejandro ante un arma imprevista, y la superioridad de la caballería macedonia, quienes decidieron el resultado de esta gran batalla. Las pérdidas indias fueron muy elevadas. Alejandro mandó algunos emisarios al rey Poros para rogarle que se entregase. Cuando interrogó al rey indio por sus deseos, y aquél le replicó que quería ser tratado como un rey, el soberano macedonio, que había admirado su valor en la batalla, le confirmó la posesión de su reino.
Después de esta victoria contra el rey Poros, Alejandro Magno pretendía continuar hacia el río Ganges, pero sus tropas se amotinaron. Tras muchos años de ininterrumpidas luchas, los soldados macedonios estaban agotados por las inclemencias del tiempo y los riesgos de la expedición, y temían verse conducidos a tierras lejanas desde donde no retornaran jamás.
Alejandro intentó levantar el ánimo de las tropas. Convocó una reunión con los oficiales de los regimientos; su discurso, que Arriano nos ofrece,demues- tra que sabía que éstos también estaban bajos de moral, e intentó animarles diciendo: "Todos los bienes de Egipto y Cirene, conquistados sin librar una sola batalla han pasado a vuestras manos. Siria Interior, Palestina y Mesopo- tamia son posesiones vuestras, igual que Babilonia, Bactria y Susa, la riqueza de Lidia, los tesoros de Persia, las riquezas de la India, así como el mar Exterior. Vosotros sois los sátrapas, los generales, los taxiarcos".
Sin embargo,el discurso de Alejandro Magno no va a convencer a los oficiales del ejército macedonio y uno de ellos, llamado Coinos, habló en nombre de la oficialidad y del ejército exponiendo sus quejas.Alejandro, irritado,se dispuso a continuar con quienes desearan seguirle, pero al ver que los sacrificios au- gustales resultaban desfavorables decidió, finalmente, el retorno, con gran en- tusiasmo de los soldados. Los soldados creían que su rey regresaría con ellos a Macedonia, de ahí su gran irritación algún tiempo después en Opis cuando se dieron cuenta de que Alejandro establecería para siempre en Asia el centro de su reino.Así pues,en el año 325 a.C,Alejandro Magno regresó a Persia,conclu- yendo con ello su expansión por Asia, en la que había empleado nueve años.
LAS OPOSICIONES AL ABSOLUTISMO DE ALEJANDRO MAGNO. LAS REVUELTAS EN GRECIA.
La primera oposición seria contra el poder absolutista de Alejandro Magno surge durante su larga marcha hacia la India. La moral del ejército macedonio se había desmoronado, las discordias entre Alejandro y sus compañeros eran cada día más frecuentes. Por otra parte, se descubrió incluso que Filotas, hijo de Parmenio y amigo de Alejandro, conspiraba contra él, y la dura represión (condena a muerte de Filotas y orden de ajusticiar a Parmenio) no tranquilizó los ánimos.
El soberano,se encontraba cada vez más aislado,pero progresivamente era más poderoso y autoritario. Durante un banquete y hallándose ebrio llegó a dar muerte a su gran amigo Clito que le había salvado la vida en la batalla de Gránico. Cuentan los historiadores que Clito se había burlado de que Alejan- dro hubiese adoptado costumbres orientales y se hiciera adorar como un dios; quizá no ocurrió exactamente de esta manera, pero el hecho es que Alejandro atravesó con su espada el corazón de su amigo Clito. Éste episodio, después del ajusticiamiento de Parmenio y Filotas, constituye un nuevo testimonio de cuáles eran entonces sus relaciones con la nobleza macedonia que lo seguía con tanta rebeldía. Los motivos que habían originado las disputas eran objeto de constantes críticas de los griegos,que no toleraban que Alejandro pretendie- se igualarlos a los asiáticos, exigiendo que también ellos se prosternaran frente a él, como ante un dios. Alejandro daba muestras de no hacer ya distinciones entre los suyos y los asiáticos, lo cual disgustaba a los macedonios. Además, acentuó su política de integración racial, invitando a los macedonios a despo- sarse con mujeres persas, como hiciera el propio Alejandro casándose con Roxana,hija de Darío III,al tiempo que varios de sus lugartenientes se casaban con hijas de nobles persas. Tales uniones fueron mal acogidas por el ejército macedonio, en el que había introducido a más de 30.000 mercenarios asiáticos
Otro episodio trágico es el que se refiere a Calístenes, discípulo y pariente de Aristóteles, condenado a muerte acusándole de haber conspirado con los pajes reales.Fue éste un grave golpe para los griegos y la escuela aristotélica e inclu- so a los ambientes intelectuales más democráticos de Atenas que a partir de ese momento reflejarán el retrato de un Alejandro,cruel,animado cada vez más de un enfermizo despotismo.
El autoritarismo de Alejandro Magno se evidencia claramente en los últimos meses de la vida de Alejandro, en la residencia real de Babilonia, Alejandro parecía un auténtico soberano oriental, más los de un dios a quien debía adorarse que los de un hombre reverenciado. La ruptura entre el soberano y sus antiguos compañeros macedonios, irritados ante el espectáculo de los bárbaros adorando al rey, que antes había sido de menor importancia en el gran ejército asiático, fue definitiva. El episodio más resonante de esa ruptura se produjo con motivo de los funerales de Hefestion, las celebraciones que exaltaron a Hefestion y Alejandro como héroes semidivinos, repugnaron el espíritu democrático griego, y el temor de un viaje de Alejandro a Grecia para recibir un triunfo divino reforzó la hostilidad que ya había en su contra. Alejandro durante mucho tiempo había barajado la idea de proclamar públicamente su divinidad; su creciente inestabilidad emocional le llevó a dar aquel paso. Las polis griegas obedecieron sin darle excesiva importancia. Es significativo el irónico comentario de los espartanos: "Si Alejandro desea ser un dios, que lo sea"; o la del político ateniense Demóstenes: "Dejemos que Alejandro sea hijo de Zeus. Y, si le parece, también de Poseidón".
Esa obsesión de considerarse como un dios entre los mortales la va a mantener hasta el final de su vida. Según cuenta el historiador Arriano "…Alejandro, viendo que no podía seguir con vida, pensó arrojarse al río Éufrates y desapa- recer así de entre los hombres dejando para el futuro una fama digna del mayor crédito respecto a que su nacimiento y su desaparición tenían algo de divino y que ver con los dioses."
Varios meses antes de la muerte de Hefestion (verano de 324 a.C), Alejandro anunció ante la asamblea del ejército, reunida en la ciudad de Opis a orillas del río Tigris, que los incapacitados para luchar o bien por la edad o bien por su estado de agotamiento físico debían ser licenciados con todos los honores y devueltos a Macedonia, este anuncio provocó una fuerte oposición dentro del ejército macedonio. Los soldados protesta- ron enérgicamente y le dijeron que no solamente licenciara a los veteranos del ejército macedonio, sino a todos. Alejandro para atajar esta insubordinación mandó que ejecutaran inmediatamente a trece de los más alborotadores y pronunció un breve discurso. Durante dos días seguidos evitó todo contacto con las tropas macedonias, dio orden de ampliar las unidades con iranios, hasta que por fin las tropas le suplicaron protección. Ordenó que se llevara a cabo lo que había dispuesto y, según lo planeado, licenció a los veteranos poniéndolos bajo las órdenes de Crátero.
También se va a producir cierta oposición a Alejandro en la Grecia continen- tal. El episodio más importante fue la revuelta de Agis III (338-331 a.C) rey de Esparta perteneciente a la dinastía Agiad. En ese momento Esparta se ve aquejada de una grave crisis social.Mientras que el número de ciudadanos dis- minuía gravemente a causa de las guerras (2.000 en 371 a.C; 1.000 en el 331 a.C), la concentración de las fortunas en manos de algunas familias originaba una desigualdad que añadía a la hostilidad de los ilotas y periecos el descon- tento de los ciudadanos pobres. Paralizada por estos conflictos interiores (conflictos entre los reyes, entre reyes y éforos), Esparta no podía oponerse al auge de Macedonia. Desde entonces,Esparta,reducida a los límites de Laconia por Filipo II, no volvería a desempeñar ya un papel eminente. Es famoso el mensaje que envió Filipo II a Agis III que decía: "Si entro en Laconia,arrasaré Esparta". A lo que Agis III respondió con un lacónico: "Sí".
A pesar de todo, Agis III se va a rebelar contra Alejandro aprovechando la campaña asiática de éste en el 333 a.C. Agis III había estado recibiendo dinero y naves persas, consigue así conquistar gran parte de la isla de Creta y con un ejército de mercenarios, logró levantar a casi todo el Peloponeso contra Macedonia. Únicamente Megalópolis no quiso unirse a Esparta. Agis III la asedió, pero Antípatro, general macedonio, llegó desde el norte con un gran ejército. Los espartanos fueron derrotados y Agis III murió en la batalla en el 331 a.C. Antípatro tomó rehenes espartanos y obligó a la ciudad a pagar una gran suma, pero respetó su independencia.
Con su muerte terminaron las rebeliones griegas (después de dos años de en- frentamientos) contra Alejandro. Sin embargo, el peligro espartano exigió un ejército permanente en Macedonia y guarniciones en todas las plazas fuertes cuyas magníficas murallas de sillería podemos ver todavía hoy.
Otro intento de rebelión contra Alejandro lo va a protagonizar Hárpalo,mece- nas amigo del propio Alejandro que va a intentar, sin conseguirlo, sublevar la polis de Atenas contra Alejandro. Hárpalo cuando se enteró de la purga que estaba haciendo Alejandro contra los sátrapas desleales, huyó a Grecia con 6.000 talentos en metálico, 30 barcos y unos 6.000 mercenarios griegos. Con anterioridad había enviado barcos con grano a Atenas para aliviar la escasez y, confiando en que contaría con la buena voluntad de la ciudad,había desarrolla- do un plan para financiar una rebelión. Gastó más de 300 talentos en sobornos a los políticos atenienses, pero después de complicadas intrigas, los atenienses se mostraron contrarios a la rebelión aunque se quedaron con su dinero. Al fi- nal Olimpia, ordenó el arresto de Hárpalo, que huyó por mar con sus hombres, uno de los cuales lo asesinó en la isla de Creta, para quedarse con el oro.
A consecuencia de estos hechos el orador y político ateniense Demóstenes va a ser enviado al exilio por orden de Alejandro.
Por último, también va a producir cierto malestar en las ciudades-estado griegas, el decreto promulgado por Alejandro para el retorno de los exiliados a sus ciudades originarias. Se calcula que había más de 50.000 exiliados griegos en las ciudades de Asia Menor. La exigencia de retorno de Alejandro signifi- caba, el retorno con inmunidad;los asesinos y profanadores de templos estaba- ban excluidos.
Página siguiente |