Descargar

Catequesis sobre el credo

Enviado por edmil moya


  1. Creo en Dios
  2. Padre Todopoderoso Creador
  3. Creador del cielo y de la tierra
  4. La Caída del hombre y la promesa de salvación
  5. Su único Hijo Nuestro Señor
  6. Concebido por obra del Espíritu Santo y nacido de María Virgen
  7. Que padeció, murió, fue sepultado y resucitó
  8. Subió a los cielos
  9. Creo en el Espíritu Santo
  10. Creo en la Santa Iglesia Católica
  11. Creo en la comunión de los santos
  12. Creo en el perdón de los pecados, en la resurrección?

Creo en Dios

Así empieza el resumen de la fe del cristiano: CREO. Pronunciar esta palabra con verdad es la suerte más grande. Tener fe es más importante que vivir.

Mejor: La fe es nuestra vida.

Los invitamos, pues, a abrir el CATECISMO con esta disposición: CREO, SENOR. Y… no quedaremos decepcionados: se hará más fuerte nuestra fe. Gozaremos con la Verdad. Cobrará sentido vuestra vida.

Por qué LA FE

  • es la adhesión personal del hombre entero a Dios que se revela. Por eso sólo Dios merece el homenaje de nuestra fe. No debemos creer en ningún otro que no sea Dios, Padre, Hijo y Espíritu Santo. Creer es entregarse a la Verdad por la confianza que nos inspira la Persona que nos habla. Y… sólo Dios es la VERDAD. (176)

  • es un don sobrenatural de Dios, que hemos de pedir con humildad y acoger con gratitud. Nadie puede merecerla: es un don. Pero sí pedirla: y Dios di siempre a quien pide con humildad. (179)

  • es necesaria para la salvación. Lo ha dicho Jesús: "El que crea" sea bautizado se salvará; el que no crea se condenará" (Mc. 16,16). (183) es "un gusto anticipado del conocimiento que nos hará bienaventurados en la vida futura" (Santo Tomás). (184)

Creer en Dios

  • es un acto humano, consciente y libre, que corresponde a la dignidad de la persona humana. (180)

  • es un acto eclesial. Es la fe de la Iglesia que precede, engendra, conduce y alimenta nuestra fe. La Iglesia es la Madre de todos los creyentes. "Creemos todas aquellas cosas que se contienen en la Palabra de Dios escrita o transmitida y son propuestas por la iglesia… para ser creídas como divinamente reveladas" (Pablo VI). (181-1 82)

Ayúdame, Señor, a decir con verdad: CREO EN DIOS

La FE es para VIVIRLA

Ahí tienes unas formas de vivir tu fe:

  • Recitar el CREDO es actualizar la fe. Es ejercitarla. No lo olvides: en la celebración de la Eucaristía, cuando vienen dudas de fe, etc…

  • Adorar a Dios. Nunca es tan grande el hombre como cuando se pone de rodillas delante de Dios. Y de Dios sólo. Ni el dinero, ni el poder, ni la salud, ni el placer… Sólo Dios. "Dios debe ser el primer servido" (Santa Juana de Arco). (223)

  • Vivir en permanente acción de gracias. Esa es la actitud más lógica y noble del hombre, consciente de que todo lo ha recibido de Dios. (224)

  • Confiar en Dios, en toda circunstancia, incluso en la adversidad. Todo va a mi favor, porque Dios está conmigo. "Quien a Dios tiene nada le falta, sólo Dios basta" (Santa Teresa). (227)

  • Vivir "de fiesta". Esa debe ser la característica del creyente: su alegría perenne, su seguridad. "La alegría es la aportación específica que el mundo espera del cristiano". (Pablo VI)

  • Ver en cada persona un hermano, creado como yo "a imagen y semejanza de Dios", sin que para ello sea obstáculo su raza, su opinión, su clase social, su religión, su conducta. Nadie le puede borrar esa "imagen" de Dios. Y en ello radica su dignidad. (225)

  • ¿Y las cosas? Usar de ellas en cuanto me acercan a Dios. Y prescindir de ellas si me alejan de El. Esa es la norma. Esa, la medida. Son dones de Dios. Y deben apreciarse. Pero…el DADOR es siempre más que el Don. (226)

Padre Todopoderoso Creador

Padre. Todopoderoso. Creador. No son "palabras", sino realidades. Y lo son "para nosotros". Porque Dios es nuestro Padre, nuestro Creador. ¿Queremos algo más fundamental, más consolador?

Si aprendemos a decirle a Dios ¡Padre! y a sentimos hijos suyos lo tendremos todo hecho. La angustia no podrá anidar nunca en nuestro corazón.

Si creemos que nada escapa a los planes amorosos que Dios tiene sobre nuestra vida, ningún acontecimiento podrá quitamos la paz. "Todo va siempre dirigido para bien de aquéllos a los que Dios ama" (San Pablo).

Por esto, Santo Tomás Moro, antes de ser martirizado, escribía a su propia hija, consolándola: "Nada puede pasarme que Dios no quiera. Y todo lo que El quiere, por malo que nos parezca, es en realidad lo mejor". (313).

Y San Pedro nos advierte: "Confiémosle todas nuestras preocupaciones, pues El cuida de nosotros". (1P.5, 7) (322)

¡Padre! ¡Padre! ¡Padre! Y ¡Todopoderoso! ¿Qué más quiero para ser feliz

La FE es para VIVIRLA

He ahí unas pinceladas para que te animes a vivir de tu fe y goces con ella.

  • Un joven resumía su vida cristiana en dos palabras: Gracias y Sí. A todo lo que Dios me envíe…diré Gracias A todo lo que Dios me pida…diré Sí. ¿No te parece que eso es vivir la fe?

  • No tengas nunca reparo en pedirle a Dios todo. Es Todopoderoso. Y es Padre. Dios goza dando a quien le pide con confianza. Nada es imposible para Dios.

  • Actitud de abandono en las manos de Dios. "Hijo, déjame hacer contigo lo que Yo quiero; Yo sé lo que te conviene" (Kempis). Abandono que no es pereza, desidia o indiferencia. Trabaja con ilusión en tus deberes, pero…con paz y confianza. "Cuida tú de mí y de mis cosas; Yo cuidaré de ti y de las tuyas". (Kempis).

  • La fe y la confianza crecen, como toda virtud, con el ejercicio. Y especialmente en los momentos de la prueba. Por ello, ante cualquier situación dificultosa, repitamos: "Creo, Señor, que todo esto me lo envías para mi bien. Hágase tu voluntad". Esa total confianza y abandono en sus manos es lo que más agrada a Dios. Es la actitud del niño. Fue la actitud de María. Es la actitud de los hijos.

  • Nunca te entretengas pensando: ¿Por qué Dios permite eso?". Piensa más bien: ¿Cómo podría yo colaborar con Dios y alejar este mal…? Esa actitud es más leal, más humilde y más eficaz.

  • La providencia es el cuidado amoroso que Dios tiene de todos y de cada uno. ¿No podrías ayudarle a Dios en ese amor y cuidado de todos (tus hijos, tu trabajo, tus vecinos…)? Colabora con Dios. Sé para todos los que te rodean la expresión de la providencia de Dios.

Creador del cielo y de la tierra

Dicen que la persona se mide por su "capacidad de admiración". Demostremos, pues, nuestra personalidad, abriendo los ojos y el corazón, agradecidos, a la gran obra de Dios Creador.

Si estamos en sintonía con el Creador, entenderemos y admiraremos mejor su obra.

Con los ojos abiertos. Hay mucho que admirar: maravillas en la naturaleza y maravillas en el corazón de los hombres…Todo ha salido hermoso de las manos de Dios. Esto dará optimismo a nuestra vida. Si es cierto que no es oro todo lo que reluce, más cierto es que en la creación y en el corazón de las personas se reflejan todavía la imagen y semejanza de Dios.

Con el corazón agradecido. Porque toda la creación es un don de Dios al hombre. San Francisco de Asís, por cada flor, por cada pájaro, por cada persona, por cada acontecimiento.., levantaba presuroso el corazón a Dios: ¡Gracias!

Con un respeto imponente. Porque todo es obra de Dios. Porque es un don de Dios a toda la humanidad…hemos de respetar todo. El primer y gran ecologista de la historia es Dios, que ama y cuida con esmero todas y cada una de sus criaturas. Respeto a todo… y a todos. Porque la obra cumbre de Dios son las personas. Cada hombre, en cualquier condición, edad y estado, es la "pupila de los ojos de Dios", y debe ser así amado y respetado por todos.

La FE es para VIVIRLA

Y viviéndola se comunica y se fortalece.

  • Si Dios, por amor al hombre, ha dispuesto que un ángel sea nuestro compañero de camino, hablémosle con confianza, secundemos su inspiración, seamos la alegría de nuestro ángel de la guarda, encomendémonos a su protección… ("Ángel de la Guarda, dulce compañía, vele junto a mí de noche y de día: no me deje solo, que me perdería").

  • Ángeles y hombres. Tenemos mucho en común: inteligencia, voluntad, vocación y destino común: vivir en comunión con Dios y gozar de su amistad eternamente. Nos irá bien tenerlo en cuenta y meditarlo. Esa solidaridad será siempre un estímulo. Dios ha querido esa unidad.

  • Hombre y mujer. Dios, el más auténtico "feminista". Nunca nadie como El ha valorado tanto al hombre y a la mujer. En su igualdad fundamental y en las diferencias impresas en su cuerpo y en su espíritu, que señalan misiones diferentes en la familia y en la sociedad. Diferentes en la igualdad. Ese es el plan de Dios. Y ese plan habremos de tenerlo en cuenta en el respeto mutuo. Crea dos para la unidad.

  • Cuerpo y alma. Se habla mucho de la bondad del cuerpo. No faltaría más: es obra de Dios. Cuerpo y alma forman una unidad: la persona humana. Misteriosamente entrelazados y con una vocación común y eterna. Distintos naturalmente; y con misión diferente, complementaria, convergente. Ambos orientados hacia Dios. Si se prescinde de esa orientación, ambos, cuerpo y alma se degradan, se envilecen. Orientados hacia Dios, ambos se ayudan, se exigen, se enriquecen. Han sido creados para la unidad.

  • Trabajo y descanso. Como "colaboradores" de Dios hemos de descubrir el sentido del trabajo y del descanso. Un trabajo ilusionado, constante, esmerado, detallista, en plan servicio…Como el de Dios en la creación. "Y el séptimo día descansó". Valoremos el descanso semanal. Un descanso para Dios. Siempre primero El. La Eucaristía es el centro del domingo. Una descanso para la familia, Esposos e hijas conviviendo y disfrutando juntos. Un descanso para el cuerpo, que precisa paz y relajación, deporte y excursión… No nervios y tensión. Un descanso para el espíritu, cuyo descanso está en la entrega (amistad, apostolado, servicio…)

La Caída del hombre y la promesa de salvación

En el inicio de la historia del hombre hay una palabra y una realidad dramática: es el pecado. De consecuencias que podemos llamar cósmicas, que trascienden espacio y tiempo, que abarcan al hombre, a la comunidad humana y a la creación entera. Si Dios es creador, el pecado es destructor. Dios es vida, el pecado es muerte. Dios es amor, el pecado… Pero ¿vencerá el odio al Amor?

No. Frente al pecado se levanta, ya en el inicio, una Persona, Jesucristo, el Hijo de Dios. Restaurador. Redentor. Del hombre, de la comunidad humana y del mundo. Dios ama inmensamente la creación y la vida. Y con amor infinito ama a los hombres, la obra de sus manos, la pupila de sus ojos. No podía resignarse a perder su obra.

El hombre se rebeló contra Dios, su Creador y Padre. Dios siguió amando al hombre, con mayor amor, si cabe. Y, ya entonces, con ilusión infinita, le anuncia la "Buena Nueva" de la venida de Jesús "el que salvará al pueblo de sus pecados", el que "nacido de la mujer, aplastará la cabeza del diablo", el que "muriendo en la cruz, destruirá la muerte".

Es gravísimo el pecado, destructor, disolvente, homicida.., y abundante. Pero la gracia de Cristo nos levanta, nos sublima, nos redime… y sobreabunda. Realmente, hemos salido ganando. Es la obra de Cristo. "Feliz culpa" la de Adán -exclamará gozosa la Iglesia- "que nos ha merecido tal redentor".

El pecado es una realidad. El pecado original y nuestro pecado personal. No cerremos los ojos a esta realidad, ni la llamemos con otros nombres. Negar la "enfermedad" no es amar al enfermo. Es dejarlo sin curación. Y así, negar el pecado no es amar al hombre, es desahuciarlo. Dios, que ama al hombre, ve su pecado y lo salva. El hombre sensato reconoce su pecado y se convierte.

Si ya es hermoso "tener fe", ¡qué será "vivir de fe"!

Puede haber accidentes, enfermedades, desgracias… Ninguna realidad es tan grave, tan triste y tan destructora como el pecado. Es lo más opuesto a Dios. Diríamos que es el "no ser". No le hagamos nunca juego.

En el origen de todo pecado hay un error de perspectiva. Queríamos ser libres y nos hacemos esclavos. Queríamos ser felices y labramos nuestra desdicha. Buscábamos realizarnos y nos destruimos. Queríamos ser como Dios y perdemos la vida divina en nosotros. No nos dejemos engañar.

Pero Dios no abandona jamás. Su "venganza" contra el hombre ha consistido en rehacer su obra más maravillosamente todavía. En Cristo, nos ha hecho una nueva criatura, en mejores condiciones que el estado original. Por eso exclama la Iglesia: ¡Feliz culpa la de Adán! Es el estilo de Dios. Es la venganza típica del Amor.

Humildad y confianza son virtudes claves en la vida cristiana. Humildad del que se sabe criatura, del que se reconoce limitado, tarado incluso y pecador. Y confianza del que se sabe infinitamente amado por Dios, hasta el punto de ser hijo de Dios, en Cristo. Que no nos falte nunca ninguna de las dos virtudes. Andaríamos cojos. Mejor, la otra no sería virtud.

La salvación es un don gratuito de Dios que nos ha merecido Cristo. Es una gracia -la más grande- que hemos de agradecer. Pero Dios ha querido – gran respeto a la libertad que El mismo nos ha dado!- que sea al mismo tiempo una conquista personal. Es un duro combate. "Los violentos lo arrebatan" Somos -seámoslo- responsables de nuestra salvación.

MARIA, libre del pecado original desde su concepción por privilegio único de Dios, es la criatura perfecta, es la mejor obra de Dios. Es la mujer más lejana al pecado y más cercana al pecador. Mirémosla como modelo. Confiemos en Ella como Madre.

Su único Hijo Nuestro Señor

El mundo ha recibido una Buena Noticia. Todos los siglos la esperaban. Es para todos los tiempos. También para el nuestro. Esta Buena Nueva es Jesucristo. Dios ha cumplido su promesa: ha enviado a su propio Hijo. Estamos salvados.

Nosotros creemos y confesamos que: Jesús de Nazaret, nacido judío de una hija de Israel, en Belén, en tiempo del rey Herodes y del emperador César Augusto; de oficio carpintero, muerto crucificado en Jerusalén bajo el procurador Poncio Pilado, durante el reinado del Emperador Tiberio, es el Hijo eterno de Dios, hecho hombre. (423)

Movidos por el Espíritu Santo, decimos como San Pedro: "Tú eres el Cristo, el Hijo de Dios vivo". Sobre la roca de esta fe, Cristo ha construido su Iglesia. (424)

Jesús es la promesa de Dios. Es la salvación del hombre. La fe cristiana no es una filosofía o un modo de concebir la historia o la vida. La fe cristiana es una Persona: Jesucristo. El es el Maestro, el centro y el fin de la catequesis. Trasmitir la fe es anunciar a Cristo para que crean en El. (425-42 7)

Quien conoce a Cristo tiene la vida eterna y acepta gustoso perderlo todo para ganarlo a El. Y de ese conocimiento amoroso brota el deseo de anunciarlo a todos, para que todos se salven por El. (428-429)

JESÚS.

CRISTO.

HIJO DE DIOS.

SEÑOR

Los nombres de Jesús no son sólo "nombres". Son realidades para vivir y gozar.

¿Hemos descubierto que en El, y sólo en El, está la salvación?

Como El, cada bautizado es un ungido, consagrado, enviado.

El por naturaleza. Nosotros, por gracia. Pero…hijos de Dios.

"Tomad, Señor, y recibid toda mi voluntad y mi libertad".

Concebido por obra del Espíritu Santo y nacido de María Virgen

La realidad

El Hijo de Dios se hizo hombre. El Inmenso se empequeñeció El Excelso se rebajó. El que lo es Todo se hizo nada, se anonadó. Este es el salto más inaudito que se ha producido en la historia. El acontecimiento central. El que ha partido la historia en dos mitades: antes y después de Jesucristo.

El motivo.

El motivo es siempre lo que da valor a las cosas, a los gestos, las acciones. Lo que explica la realidad. ¿Por qué se hizo hombre el Hijo de Dios? ¡Por nosotros! ¡Meditémoslo!

Por nosotros, los hombres, y por nuestra salvación bajó del cielo, y por obra del Espíritu Santo se encarnó de María la Virgen y se hizo hombre. (456)

Se encarnó para salvarnos reconciliándonos con Dios. Alejados de Dios por el pecado, sólo El podía salvar al hombre. Y Dios tomó la iniciativa. El amor a los hombres "le hizo cometer esta locura": El Hijo de Dios se hizo hombre. (457)

Para que nosotros conociésemos así el amor de Dios. No entendemos "las palabras", sino "los hechos". El Hijo de Dio, hecho hombre, en la cuna y en la cruz, es la expresión más clara del amor infinito de Dios a los hombres. "Tanto amó Dios al mundo..?"(458)

Se encarnó para ser nuestro modelo de santidad. El mundo no sabe a dónde acogerse, dónde está el bien, la verdad, la felicidad. Necesita testigos y modelos. Jesús, Dios hecho hombre, dirá: "Aprended de mi… Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida". (459)

Se encarnó para hacernos partícipes de su divinidad. "Se rebajó para levantar nos. Se hizo hombre para convertirnos en dioses". Es la expresión sublime de Santo Tomás. (460)

No olvidemos: Dios… hombre.

Por nosotros.

Por amor

Estamos llamados a vivir los Misterios de Jesús

  • En cualquier etapa de la vida cristiana es de suma importancia la contemplación y adoración de la humanidad de Jesús "Enamorarse de la sagrada humanidad de Jesús -dirá Santa Teresa-y traerle siempre consigo y hablar con El… es excelente manera de aprovechar y muy en breve". Por ahí caminó Teresa. Por ahí también Francisco de Asís, Antonio de Padua, Bernardo, Catalina de Siena, Ignacio de Loyola y muchos otros santos.

  • Así pues, sencillo modo de orar será, y muy al alcance de todos, imaginarse a Jesús en cualquiera de los momentos de su vida, escuchar su palabra, ver sus reacciones, penetrar su intención, descubrir los sentimientos de su corazón… "como si estuviéramos allí". En realidad, en la mente y en el corazón de Cristo "estábamos allí En el portal de Belén, en el monte Tabor, en el Cenáculo, en el Calvario…

  • Irán surgiendo así, y se irán formando en nosotros, los mismos sentimientos de Jesús: de humildad y amor a la pobreza en el pesebre, de sumisión sincera a los padres y entrega gozosa al trabajo cotidiano en la casa de Nazaret, de confianza total en el Padre y aceptación de su voluntad, de comprensión ante cualquier miseria, debilidad y pecado, de entera consagración al bien de los demás, incluso con el sacrificio de la propia vida.

  • No se trata tan sólo de vivir como Jesús, de sentir como Jesús, de amar como Jesús, sino de que Jesús pueda vivir, sentir y amar en nosotros y a través de nosotros. En frase de Sor Isabel de la Trinidad, sería "prestarle a Jesús una humanidad suplementaria, la nuestra, en la cual El se encame y viva plenamente su misterio". Así de grande puede ser nuestra comunión en los Misterios de Jesús.

  • En todo este trabajo tenemos una Madre y Maestra imprescindible. Es María, Sólo a través de María podemos llegar con seguridad al conocimiento y amor intenso a Jesús. Ella nos facilita acercamos a El, nos descubre sus sentimientos, nos desvela la profundidad de su amor. En su seno se formó la humanidad sacratísima de Jesús. En el seno de María ha de formarse esa nueva imagen de Jesús, que hemos de ser cada uno de nosotros. Ella fue la educadora de Jesús. María ha de ser nuestra educadora. Descuidar a María sería errar el camino, no llegar a la meta. El mismo Dios lo ha dispuesto así.

Que padeció, murió, fue sepultado y resucitó

Estamos en los artículos centrales de nuestro Credo, en el fundamento de nuestra fe cristiana. San Pablo lo consideraba todo basura, excepto Cristo, y éste crucificado. Muerte y Resurrección. El mismo Apóstol dirá que "si Cristo no ha resucitado es vana nuestra fe."

Estamos en el Misterio Pascual de Cristo. Para esto tomó un cuerpo en el seno virginal de María: para poderlo ofrecer en sacrificio por los pecados del mundo. A este misterio se referían todas las Escrituras. "Era necesario que el Cristo padeciera…y resucitara al tercer día". El resumen y la meta de todas las profecías.

A este momento, determinado por un designio de amor infinito de Dios Padre, se encaminaba Jesús libremente, con vehemente deseo de beber el" cáliz de su Pasión. Era la voluntad de su Padre. Era la salvación de mundo. Era la expresión más grande del amor… que da la vida.

No es raro que la imagen de Cristo en la cruz haya suscitado en el correr de los siglos los mayores heroísmos, haya atraído la mirada de todos los cristianos. "Cuando sea levantado en alto, lo atraerá todo hacia Mí".

Crucificado y Resucitado. Nuestro Dios es un Dios que murió, pero no un Dios "muerto". La resurrección de Cristo es el acto final que da sentido y explica todo el drama. Misterio Pascual de Cristo.

Este es también nuestro misterio pascual: el bautizado está incorporado a la pasión, muerte y resurrección de Jesús. A la luz de este misterio queda iluminada la vida y la muerte, el sufrimiento y la alegría. Su misterio es nuestro misterio

A la luz del Misterio Pascual de Cristo se ilumina el misterio de la vida del hombre.

  • Estamos llamados a "suplir en nuestra carne lo que falta a la Pasión de Cristo, en bien de su cuerpo, que es la Iglesia". Cristo, "que se ha unido en cierto modo con cada hombre", "ofrece a todos la posibilidad de asociarse a su misterio pascual". Nos llama a "tomar su cruz y seguirle". "Sufrió por nosotros dejándonos ejemplo para que sigamos sus huellas". Jesús quiere asociar a su propio sacrificio redentor a aquellos mismos que son sus primeros beneficiarios. María ha sido la primera y más íntimamente asociada a este misterio redentor. El bautismo nos asocia a la cruz de Cristo. (618)

  • San Pablo habla de que en el bautismo "hemos sido sepultados con "Cristo, para que así como Cristo fue resucitado de entre los muertos, así también nosotros andemos en una vida nueva". "Los que son de Cristo Jesús han crucificado la carne con sus pasiones y concupiscencias…, andemos según el Espíritu". Tenemos toda la fuerza de Dios para dejar las obras del "hombre viejo" y vivir y gozar los frutos del Espíritu: caridad, gozo, paz, longanimidad, afabilidad, bondad, fe, mansedumbre, castidad… Programa hermoso y posible. Pensado para nosotros,

  • "Si nuestra existencia está unida a El en una muerte como la suya, lo estará también en una resurrección como la suya. Vida de resucitados: ésta es -debe ser-la vida cristiana. Y Cristo ya no muere más. Tampoco, pues, el cristiano. No se explica un cristiano en pecado. Es una contradicción. Pero una contradicción posible, y muchas veces real. He ahí nuestra triste condición: podemos llegar a despreciar aquello que constituye nuestra dicha, nuestra dignidad y nuestra gloria: la vida de la Gracia, la vida divina en nosotros. Revestidos de Cristo en lo más profundo de nuestro ser. Así nos dejó el bautismo: Cristo nos mereció esta gracia con su Resurrección.

Subió a los cielos

Subió a los cielos y está sentado a la derecha del Padre y ha de venir a juzgar a vivos y muertos

Historia y misterio. En la Encamación de Jesucristo, el misterio de Dios eterno se hizo historia. En la Ascensión a los cielos, la historia de Jesús ha entrado de nuevo en el misterio.

En realidad, historia y misterio están íntimamente entrelazados en Jesús, verdadero hombre y verdadero Dios. El Hijo de Dios bajó del cielo y se hizo hombre. Y ahora ha penetrado de nuevo en el cielo, como Dios y como hombre. Ha ascendido al cielo "uno de nosotros"

A semejanza de Cristo, también el hombre, cada uno de nosotros, es historia y misterio. No podemos comprendernos a nosotros mismos, si no es a la luz de esta doble realidad. Nuestra existencia humana, histórica, circunscrita a mil con4icionamientos concretos, está inmersa en el misterio. "En Dios nos movemos, vivimos y existimos". Un designio amoroso de Dios nos creó, y los brazos de Dios son nuestro destino final. "Subo al cielo para prepararos un lugar"

Esta conciencia llena de gozo al cristiano. De gozo y responsabilidad. Porque "en el tiempo", en su historia, debe ganar "la eternidad". Mejor todavía, debe "acogerla", porque es un don de Dios. Pero puede también "rechazarla", precisamente porque es un don que se le ofrece sin forzar.

¿Acoger a Dios? ¿Rechazarlo? Es natural que haya "un juicio de Dios". Desde el cielo, Jesús volverá para "juzgar a vivos y muertos".

Pero… continúa el misterio en nuestra historia. Dios se ha "escondido" en cada hombre y mujer, que son ya "sus hermanos". Y el juicio será: "Lo que hicisteis a uno de estos mis más pequeños hermanos, a Mí me lo hicisteis". ¿Rechazarlos? ¿Acogerlos? Es algo totalmente decisivo. Por este "trocito de historia y misterio" que es cada uno de nuestros hermanos, hemos de entrar para siempre, como Jesús, en el misterio de Dios.

  • Esperar en el cielo no es olvidar la tierra, no es evadirse de la realidad. Es darle el verdadero sentido. Es tomar estímulo para vivirla con mayor plenitud y mayor sensatez. El cielo es la meta. Y la meta enfoca el camino.

  • Confianza activa. La salvación nos viene de Dios. Hemos sido irrevocablemente salvados. Cristo intercede por nosotros ante el Padre: ésta es su misión par siempre. Levantemos el corazón. Pero… abramos el corazón a la salvación de Dios. "Dios, que te ha creado sin ti, no puede salvarte sin ti".

  • "Voy a prepararos lugar". La Ascensión de Cristo a los cielos es un anticipo y una promesa. El es nuestra Cabeza, nosotros somos los miembros de su Cuerpo. Y Cabeza y miembros están destinados a vivir siempre unidos.

  • A la tarde te examinarán sobre el amor. "Cuando acogisteis a uno de estos mis más pequeños hermanos, me acogisteis a Mí. Cuando los rechazasteis, me rechazasteis a Mi." El amor será el "tema" del examen. Y el amor no es para "aprenderlo", sino para "practicarlo". Si el cielo es vivir del amor.., hará falta "entrenarse" en la tierra.

Creo en el Espíritu Santo

Recurso: Exposición

El don de Dios. El don de Dios al mundo es su Espíritu, el Espíritu Santo. Dándonoslo, se nos ha dado a Sí mismo. ¿Qué podrá negamos Dios, si nos ha dado lo mejor de sí?

La sabiduría de Dios. El Espíritu Santo nos introduce en el misterio de Dios. Nos lo hace "saborear" y nos llena así de gozo y de paz. Enciende y aviva en nosotros la caridad.

La fuerza de Dios. Con el Espíritu Santo lo podemos todo. Sin el Espíritu no podemos ni siquiera pensar, ni decir, ni hacer nada que sea agradable a Dios. Cualquier paso adelante en la vida cristiana ha de ir precedido, acompañado y seguido por la gracia del Espíritu Santo.

La inteligencia de Dios. Bajo el influjo del Espíritu Santo conocemos a Dios, al hombre y al mundo de forma distinta; como los conoce Dios, con su propia luz. Y ¡hay diferencia!

La ciencia de Dios. El que posee el Espíritu ve en todo la mano de Dios, ama todo y a todos como criaturas de Dios. Vive "reconciliado" con toda la crea ción

El consejo de Dios. Si nos dejamos guiar por el Espíritu Santo, percibiremos los más finos deseos de Dios sobre nosotros y sobre aquéllos que Dios ha puesto a nuestro cuidado.

La piedad para con Dios. Una cosa es "saber" que somos hijos de Dios, y otra, "sentirnos realmente hijos de Dios". Esto es un don del Espíritu: es El quien pone en nuestro corazón y labios la palabra "Padre"

El temor de Dios. Penetrados por el Espíritu Santo, reconocemos la grandeza de Dios y nuestra pequeñez; nuestra vida se convierte entonces en un canto de humildad, de respeto, de gratitud, de entrega…, como el canto de María.

Creo en el Espíritu Santo.

¡Ven, Espíritu Santo!

  • El "dulce huésped del alma". Así se le llama al Espíritu Santo. Nuestra alma en gracia es templo vivo, morada del Espíritu. Su trabajo constante, como lo fue en el seno de María, es modelar en nosotros la imagen de Jesús. El nos sugiere todo buen pensamiento, inspira nuestra oración, fortalece nuestra debilidad. Dejemos las manos libres al Espíritu Santo y hará en nosotros maravillas, como las hizo en María.

  • Los frutos del Espíritu Santo. Su presencia en nosotros tiene una eficacia divina. El nos injerta en la Vid verdadera para que demos fruto. Y el fruto es: caridad, gozo, paz, paciencia, afabilidad, bondad, fidelidad, mansedumbre, castidad. Es Espíritu es nuestra vida: cuanto más renunciamos a nosotros mismos, más obramos según el Espíritu. Nuestros frutos serán así los frutos de Jesús.

Creo en la Santa Iglesia Católica

Recurso: Cartelera

Y así llegamos al corazón de nuestra fe. Gozosos, como Santa Teresa, de poder vivir y morir en el seno de la Iglesia Católica.

Creo en la Iglesia. Que es la concreción visible del amor infinito de Dios a los hombres (776).

Creo en la Iglesia. Que es la piedra de escándalo, donde tropieza todo aquél que vacila en su fe.

Creo, Señor, en tu Iglesia. Que ha sido siempre la pupila de los ojos de todos los santos.

Creo, Señor, en tu Esposa, la Iglesia. A la que has amado con amor eterno, hasta dar la vida. Y a la que perdonas, alimentas y embelleces con tus sacramentos.

Haz que crea siempre en tu Iglesia. Pecadora y santa. Pequeño rebaño y destinada a acoger en su seno a toda la humanidad. Humilde y omnipotente por la gracia de Dios.

Creo en la Iglesia. Embellecida por los méritos de María y de todos los santos, los mejores hijos de la Iglesia.

Creo en la Iglesia. Que es mi Madre, de la que he recibido todo el amor de Dios. En la Iglesia, que me lleva en su seno hasta darme a luz en la eternidad.

Creo en la Iglesia. Que es una, santa, católica y apostólica. Porque sé que, creyendo y amando a la Iglesia, estoy, Señor, en la verdad, en tu verdad.

Aumenta mi fe y mi amor a tu Iglesia.

Creer en la Iglesia y amar a la Iglesia ha sido la "pasión" de los santos.

  • Amar a la Iglesia. La característica de todos los santos ha sido su amor apasionado a la Iglesia. Su fidelidad a la Iglesia. Su deseo de no apartarse en lo más mínimo del seno de la Iglesia. La última expresión de Santa Teresa de Jesús, en el lecho de muerte, fue ésta: "Al fin, muero hija de la Iglesia

  • "Repara mi Iglesia". Fue la voz que escuchó San Fran cisco de Asís. Pensó que se refería a la capilla de San Damián, que estaba en minas. Y puso manos a la obra. Dios se refería a la "Iglesia", la obra de Jesús. Y Fran cisco, con sus frailes, con su vida, inició una verdadera restauración de la Iglesia de Jesús. La frase va dirigida a cada uno de nosotros: "Repara mi Iglesia".

  • Una frase de Pablo VI: "La Iglesia tiene puesta su confianza en estos pequeños grupos, que aceptan el tra bajo de una disciplina interior y renuevan en sí mismos la Iglesia". Y un muchacho comentaba: "Lo que más me ayudó en mis años difíciles fue pensar que, con mi esfuerzo, yo podía levantar la Iglesia de Jesús".

  • "Ha llegado la hora de amar a la Iglesia, con un corazón fuerte y nuevo… He aquí el deber de la hora presente. Amarla significa estimarla y ser felices de pertenecer a ella; significa ser valientemente fieles; significa obedecerla y servirla, ayudarla con sacrificio y con gozo en su ardua misión" (Pablo VI).

Creo en la comunión de los santos

Lo decimos de pasada cuando recitamos el Credo. Y es uno de los artículos de nuestra fe! De los más profundos, más Fácticos, de mayor incidencia en nuestra vida. La "comunión de los santos" es una de las verdades de fe que produce mayor gozo, cuando se vive.

"Santos" significa "consagrados a Dios" por el bautismo. Pues bien, todos los bautizados formamos un solo cuerpo, "el Cuerpo místico de Cristo", la iglesia.

Todos somos diferentes, como lo son los miembros de un cuerpo. Pensemos en el Papa, los obispos, sacerdotes, laicos, religiosos, etc… Cada uno con su propia misión en el seno de la Iglesia. Todos, fieles cristianos. Es más: unos están ya en el cielo. Otros, en estado de purificación antes de entrar en la gloria. Otros -nosotros-, todavía peregrinos y luchando en este mundo. Pero todos, fieles cristianos, unidos en un solo cuerpo, formamos la Iglesia de Dios. Diferentes por el estado de vida, por la misión…, es cierto, pero…

Todos al servicio de todos, como los miembros de un cuerpo. Todos unidos a Cristo, nuestra Cabeza. Cada uno valorando la misión propia y la de los demás. Cada uno dando y recibiendo, como en una familia. Todos gozando y compartiendo y agrandando el "tesoro" familiar. De este tesoro -los méritos de Jesús, de María, de todos los santos, los actos de virtud de todos y cada uno de los cristianos "anónimos" extendidos por el mundo-gozamos y nos beneficiamos todos. Y a ese "patrimonio familiar" aportamos cada uno nuestro granito de arena con nuestro esfuerzo, oración, sacrificio, bondad… ¡Nada se pierde en la Iglesia! Creo en la comunión de los santos.

Para vivirla, gozarla y compartirla.

Al Papa le llamaba Santa Catalina de Siena "el dulce Cristo en la tierra". Escucharlo, venerado, ser fiel a su enseñanza… es "garantía de seguridad". Estar con el Papa es estar con la Iglesia. Y estar con la Iglesia es estar con Cristo. Vivamos la fe. Vivamos de fe.

La nota característica de los miembros del cuerpo es su unidad y su actitud de servicio a todos. Así ha querido Cristo a su Iglesia. "Que todos sean uno". "El que quiera ser el primero, que se haga esclavo de todos". Y el servicio y la unidad requieren esfuerzo, humildad, capacidad de perdón, bondad, comprensión… Son virtudes -requieren cultivo- de quien quiere ser miembro vivo de la Iglesia.

Los méritos infinitos de Cristo, de su Pasión, Muerte y Resurrección; las virtudes y méritos de Maria, que causan admiración a Dios; el inmenso caudal de virtud de todos los hombres de todos los tiempos, son "nuestro patrimonio familiar". Están a "nuestra disposición". ¿Podemos sentimos pobres, limitados, desanimados…, cuando somos ¡tan ricos!?

Cuando hacemos, ayudados de la gracia, un acto de virtud, estamos comunicando vida a todos los cristianos del mundo. Todos se benefician de nuestro "pequeño" acto de virtud. ¡Qué fácilmente podemos ser así apóstoles, en cada momento, en cada situación!. Desde nuestro propio lugar estamos levantando la Iglesia y el mundo.

¿Y nuestros pecados? No es sólo una cuestión persona], que nos daña, nos degrada, un suicidio (matamos la vida de Dios en nosotros). Son también un "crimen" contra la Iglesia. Cada pecado, aun el más oculto, es una "inyección de veneno" en el Cuerpo Místico de Cristo. ¿Lo pensamos cuando pecamos?

Creo en el perdón de los pecados, en la resurrección…

Creo en el perdón de los pecados en la resurrección de los muertos y en la vida eterna

Cada uno de los artículos de nuestro Credo es un misterio de fe. Y cada uno encierra un aspecto del único misterio de Cristo Redentor del hombre. Cristo que libera al hombre, que lo restituye al designio original y amo"vso de Dios sobre él, que lo perdona, incorporándolo a su propia vida divina.

Creo en el perdón de los pecados. El pecado que nos ata, nos esclaviza, nos abruma, nos deprime.., porque es una realidad en nuestra vida. Una realidad que nos supera: nadie puede perdonarse a sí mismo. Pues bien, Cristo nos ha perdonado. Ha muerto y resucitado para perdonar. Intercede ante el Padre para perdonar. "Perdónales, Padre…" Y ha fundado su Iglesia para perdonar. Creo, Señor, en el perdón de los pecados. Es una gozosa realidad. Liberadora.

Creo en la resurrección de los muertos. Dios ha creado al hombre, cuerpo y alma, para la vida. Y para la vida eterna. El hombre, cuerpo y alma, es una imagen de Dios, semejanza de Dios, "semilla" de Dios. Y está destinado, cuerpo y alma, a la vida eterna. Nadie como Dios ha valorado tanto el cuerpo y el alma del hombre: porque nadie nos conoce como El. Somos obra suya. La resurrección de los muertos es la "gran liberación".

Creo en la vida eterna. ¡Gracias, Señor, por el don de la fe! Gracias por tu muerte, que me ha abierto las puertas de la vida eterna. Gracias por la esperanza en la vida eterna, que me llena de paz en medio de la oscuridad y el dolor. Esa fe y esa esperanza me liberan del temor de la muerte. Hasta resulta "amable" la "hermana muerte", que rompe las últimas ataduras y nos desvela la eternidad.

Creo, Señor. Gracias por el don de la fe.

  • Cuanto más viva tengamos la conciencia del pecado, más apreciaremos la obra redentora de Jesús; con mayor asiduidad nos acercaremos al sacramento

  • de la Penitencia; y con una vigilancia agradecida y amorosa procuraremos no ofender en nada al Señor.

  • Nuestro cuerpo -y el de los demás-participa de la nobleza y dignidad del alma y de su destino final. La virtud de la castidad es la consecuencia lógica de esta verdad. Vivamos con valentía, ayudados de la gracia de Dios, la castidad.

  • El cielo es un don gratuito de Dios. Debemos pedirlo y acogerlo, no poner obstáculos al amor de Dios que nos quiere salvar. Decirle a Dios ¡no! sería el abuso más triste de nuestra libertad. Sería nuestro infierno.

 

 

Autor:

Edmil Moya

edu.red

DIOCESIS DE MARGARITA

AÑO DE LA FE