Así mismo son los orígenes de los graves problemas que sufren las distintas sociedades. Las personas reales y concretas sufrimos muchos y variados problemas que, si no los sabemos solucionar adecuadamente, repercuten directamente en nuestras familias; nos convertimos en un problema para nuestra familia y la sociedad.
Como ejemplo tenemos a los alcohólicos. Su problema es grave y afecta no sólo así mismo, sino a su misma familia. Esta familia, que sufre dicha problemática, repercute a nivel social, comunitario, estatal y, por qué no, mundial. Así como esta familia, existen millones con éstos u otros problemas que vienen generándose desde el individuo mismo. La pieza clave del rompecabezas está dañada. El eje central de la sociedad se tambalea. El individuo real y concreto está enfermo y contagia su enfermedad a todas las estructuras que conforman nuestra sociedad.
Para lograr cambios significativos tenemos que empezar por el yo y el tú. Sin el yo, no existe el tú y sin el tú, no hay yo; tenemos que solucionar tus problemas, pero tus problemas reales, no imaginarios, para poder solucionar los míos. Solo atacando la enfermedad en su raíz es como podremos ir sanando todas las estructuras.
La mayoría de los graves problemas que aquejan a las personas, son problemas emocionales, espirituales y existenciales; problemas de autoestima, de odio, de resentimiento, de ira y de pasiones desordenadas. Estos problemas, que radican en nuestro ser, están repercutiendo gravemente en todas las estructuras sociales; las están destrozando. ¿No es cierto, acaso, que muchas familias se desintegran por la infidelidad de uno de los cónyuges? Que, a veces, más que por amor, fue llevado por la lujuria, por el instinto animal o qué sé yo. Podríamos enumerar muchos ejemplos de problemas personales que he mencionado, pero creo que con eso basta para que nos demos cuenta que hay razón en lo que escribo.
Entre más vayamos al fondo del problema, mejores serán las soluciones y los resultados que obtengamos.
El problema es que, válgame la redundancia, los problemas son tratados muy superficialmente. ¿Cómo vamos al fondo de un problema? Preguntando siempre con base en la respuesta. Pongamos un ejemplo, el empleo. –¿Hay trabajo o no lo hay? ¿Qué es empleo? Digamos que es hacer algo a cambio de una recompensa. Empleo hay, y siempre habrá, lo que casi no hay es quien lo pague satisfactoriamente. pero, ¿Por qué no lo pagan bien? porque son capitalistas que quieren obtener ganancias pagando míseros sueldos. Son gente injusta y sin escrúpulos. Pero, ¿Por qué son injustos, qué es lo que los hace ser así? La avaricia, el deseo de poder, el deseo hedonista. Y ¿por qué tienen estos deseos que dañan a terceros? Porque, posiblemente, hay un gran vacío en su vida que no logran llenar y buscan como hacerlo pero no lo encuentran—. Como nos podemos dar cuenta, entre más preguntamos, más difíciles se hacen las respuestas, pero, las mismas preguntas y respuestas, nos dan pautas para comprender mejor.
Al final, nos percatamos de que el problema radica en el individuo mismo. Puede ser, también, que no le paguen bien a alguien porque es flojo, no le echa ganas, no pone empeño suficiente, no es responsable y, preguntando los porqué de todo ello, llegaríamos al fondo del problema de ese individuo y, si se puede, solucionar sus problemas. Solo así podemos cambiar las cosas a como están. No sé si esto que he mencionado no lo saben o no lo quieren ver de esta forma porque les conviene que la estructura esté como está ahora. Pero es necesario cambiar las cosas. Es necesario que las estructuras de nuestra sociedad se sostengan con pilares fuertes y sólidos para que arribemos a un estado mejor de vida para todos.
La historia de Babel se repite hoy día. El pensamiento secular ha estado construyendo apartado de los valores propiamente religiosos. Construir, construir y construir olvidándose de Dios. En aras de una falsa libertad se ha ido edificando la sociedad actual. Pero las palabras de los salmos resuenan cada día más fuertes: "Si el Señor no construye la casa en vano trabajan los albañiles; si el Señor no protege la ciudad, en vano vigila el centinela. En Vano te levantas tan temprano y te acuestas tan tarde, y con tanto sudor comes tu pan: Él lo da a sus amigos mientras duermen". (Salmo 127, Biblia Latinoamericana). Todo lo que se hace sin tomar en cuenta a Dios resulta vano y poco a poco se va deteriorando.
A nivel personal, familiar y social existe el pensamiento secular; el pensamiento inconsciente de que no hay Dios y de que podemos salir adelante sin Él. Ahora nos damos cuenta de que sin Él todo es un caos, como pasó en Babel, que confundió a todos sus habitantes. Todos hablaban un mismo lenguaje pero, cuando Él les cambió el idioma, ya no se entendieron y todo se vino abajo. Ahora nos vemos confundidos y no sabemos qué hacer ante tanto desorden, violencia, pobreza e injusticia.
Es hora de volver la mirada misericordiosa a nuestro Dios justo y bondadoso para que nos ayude a solucionar nuestros múltiples problemas.
La Navidad es esto, que nazca en nosotros el deseo de ser mejores, de hacer las cosas mejor de las que las hacemos, de cambiar de actitud, de ir sembrando en los corazones la justicia, el respeto, la verdad, la concordia, la paz, el perdón y el amor. De darnos cuenta de que las cosas pueden cambiar siempre y cuando empecemos por cambiar nosotros mismos. Siempre, siempre, todo puede ser mejor de lo que ya es. Si siempre tenemos esta mentalidad, notaremos los cambios en nuestro ambiente y contagiaremos nuestras ganas de vivir y de hacer las cosas mejor para que todo mejore a favor del bien común.
Es hora de ir al encuentro del hermano o del prójimo que hemos ofendido o que nos ha ofendido y pedirle perdón; es hora de abrazar a nuestros padres y agradecerles por todo el bien que nos han hecho; es hora de pagar, en cuanto nos sea posible, a nuestros deudores, lo que en mucho tiempo no les hemos devuelto; es hora de proceder con justicia y darle a cada quien lo que le pertenece; es hora de hablar con la verdad para que nos libere de lo que nos atormenta y no nos permite dormir con calma; es tiempo ya de dejar los vicios que están terminando con nuestra vida y con nuestra familia; es tiempo de que el hijo pródigo vuelva al regazo de su padre; es tiempo de reconciliarse con el prójimo y consigo mismo para poder reconciliarse con Dios. Y, en fin, cada quien sabe de qué es tiempo para vivir mejor. Es tiempo de que veamos en el otro la imagen viva de Dios.
Todo esto no es nada fácil, se necesita mucho valor y humildad; es tarea de verdaderos seres pensantes, de verdaderas personas, porque eso es lo que nos hace tales, el auténtico uso de las facultades racionales y espirituales. No es fácil pedir perdón o reconocer nuestros errores y enmendar nuestra vida. Se requiere demasiado valor para hablar siempre con la verdad y denunciar la injusticia y el error.
Debemos de tener mucho valor para seguir por este camino y no desanimarnos ante tantas voces en contra. Hay que vencer nuestros miedos y superarlos para poder avanzar y servir de ejemplo para que muchos se den cuenta de que sí se puede.
Me despido de todos ustedes no sin antes desearles una Feliz Navidad y un Próspero Año Nuevo. Que todas sus metas se cumplan y que lleguen a feliz término todos y cada uno de sus anhelos. Ojalá que hayan sido del agrado suyo las consideraciones que he compartido y pido mil disculpas si no me he sujetado realmente al verdadero valor de las fiestas navideñas.
Deseo febrilmente que hagan eco mis palabras y que resuenen en lo más profundo de su corazón para que el Niño Dios comience a nacer y gestarse en sus vidas. Para cualquier duda o comentario escríbanme a la dirección de mi correo electrónico que aquí proporciono o llámenme al teléfono celular: 0447771565213.
Hermelando Alvíter Martínez
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