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Pensando que los demás son mejores: Error drástico

Enviado por Felix Larocca


  1. María
  2. Pilar
  3. Amparo
  4. Las convenciones sociales: María, Pilar y Amparo, ¿qué tienen en común?
  5. Tienen miedo de perder aquello que nunca han tenido
  6. ¿Cambiar las "creencias"?
  7. Entonces, ¿se puede cambiar esto?
  8. En resumen
  9. La necesidad del cambio
  10. La historia personal
  11. Por dónde empezar
  12. Los primeros pasos
  13. Cambiar es propio de personas inteligentes y creativas
  14. Bibliografía

En el curso de ayudar a otros tenemos que enfocar en cómo ellos viven sus vidas y en cómo se las arreglan para sabotear y tender minas en el camino hacia su autonomía y su felicidad.

Veamos

María

María tiene 25 años. Es la hija pequeña de una familia en la que, en apariencia, no hay grandes dificultades entre los miembros de la misma; no hay problemas económicos, y en realidad, todo parece bastante armónico.

María estuvo en el colegio cuando era pequeña y después estudió en el Instituto con buenos resultados. También fue a la Universidad y, por supuesto, con los mismos excelentes resultados.

En cuanto terminó sus estudios empezó a trabajar en lo que se puede considerar un buen empleo, por méritos propios, aunque su padre también trabajara como ejecutivo en la misma empresa.

María tiene amigas y amigos, y tiene novio como cabe de esperar. Sale, se divierte, trabaja y realiza todas las actividades propias de su edad.

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Como es bastante trabajadora comenzó a estudiar otra carrera universitaria para ampliar sus conocimientos, y le iba bastante bien.

Ha seguido los pasos de una "buena hija", uno por uno — y su vida transcurría sin sobresaltos. En un futuro no muy lejano, posiblemente se casaría, posiblemente tendría hijos y, posiblemente, todo permanecería dentro de una estructura social estable. Pero un día su novio rompe su relación con ella y María comienza a sentirse muy mal. Ya nada le gusta, nada le apasiona, no disfruta con nada, no quiere salir con los amigos, le cuesta ir a trabajar (aunque es el único lugar en donde se distrae), y ya no quiere estudiar más.

Tiene miedo al futuro.

Está triste, pero sobre todo, su vida se ha desestructurado. Parece que las cosas han perdido su sentido y no comprende por qué si siempre ha hecho lo que debía, lo que ha aprendido que es correcto, algo puede salirle mal, como ahora le pasa.

María acaba de darse cuenta de que no sabe quién es ella, no sabe dónde está María, y María tiene miedo.

Pilar

Pilar tiene 40 años. Es la hija menor de una familia en la que hay dos varones mayores que ella.

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Cuando ella era chiquilla sus padres tenían problemas entre ellos. Su padre bebía y maltrataba a su madre y a sus hermanos.

En su familia ella "debía de ser la mujercita de la casa". Sus padres trataban y consideraban de forma diferente a los varones y a ella, por ser hembra. Así fue como Pilar aprendió a trabajar en su casa, a cuidar a los demás y también aprendió a callar y a esconderse para no provocar la ira de su padre.

Tuvo una educación normal y renunció a seguir estudiando porque sus hermanos no lo habían hecho, por lo tanto su obligación era trabajar como ellos, aunque a ella le hubiera gustado seguir estudiando.

Posteriormente encontró novio y se casó, aunque cuando era joven tuvo dificultades para salir con su grupo a divertirse — ya que se consideraba que una joven debía llegar a casa temprano y no "excederse" en nada.

Como su padre y su madre se llevaban mal, ella dormía con su madre hasta que se casó. Luego tuvo una hija y un hijo, que ahora tienen 13 y 9 años respectivamente. Pilar tiene, en principio, un carácter alegre y extrovertido, pero aprendió a callar y a ceder en su casa y siguió callando y cediendo en su matrimonio hasta que cayó en una depresión, un trastorno obsesivo-compulsivo, un trastorno de ansiedad y también de dependencia (este último ya existía anteriormente).

  • "¿Por qué esto me ocurre?"

  • "Yo debo de ser una buena madre, esposa e hija".

Su padre ya murió y su madre ahora está enferma. Sus hermanos se desentienden de la madre pero ella no — ella todos los días va a su casa a hablar con mamá y ayudarla porque es su "obligación". Pero, aún así, se siente culpable porque no hace lo suficiente, porque su madre se puede morir.

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Pilar es su padre, su madre, su marido, sus hijos… y, ¿dónde está Pilar en realidad?, ¿quién es ella de verdad? No lo sabe porque nunca ha sido ella misma, sólo lo que los demás han querido que ella sea.

Tiene miedo al futuro, al presente, a vivir, a casi todo, y sobre todo a descubrir por primera vez quién es ella.

Amparo

Amparo es una mujer de 48 años. Tiene un hermano mayor que ella y otro menor. Su familia vive en un pueblo en donde todos se conocen.

El pueblo se llama Moca.

Su infancia fue normal. Realizó sus estudios y ahora es profesora de un Instituto. Cuando terminó su educación sus padres tuvieron problemas económicos; de modo que ella, sin pensarlo mucho, empezó a socorrer económicamente a la familia para asistir. Pero su colaboración siguió y mientras sus hermanos se casaban o vivían su vida, ella no, no se preocupaba de ella misma.

Ahora sus padres han envejecido, su padre tiene sufre una enfermedad mental degenerativa, y ella se los llevó cerca para poder cuidarlos en la medida en que su trabajo se lo permite.

Pero ahora Amparo se ahoga en su pueblo; está atrapada con unos padres viejos y enfermos.

Sus hermanos no entienden sus quejas puesto que ella eligió cuidarles. Ahora Amparo — nombre apropiado a las circunstancias — se pregunta por el sentido de su vida y por su futuro.

Amparo está deprimida. Se siente atrapada dentro de una cárcel que ella misma construyó sin darse cuenta; porque cuando los demás se divertían, salían, se emparejaban, se construían su vida, ella estaba ocupada ayudando a su familia.

¿Y ahora qué? ¿Qué puedo esperar que ocurra? ¿Qué es mi vida?¿Cuándo podré ser Amparo?

Las convenciones sociales: María, Pilar y Amparo, ¿qué tienen en común?

Las tres han estado convencidas, han asumido que debían ser unas buenas niñas, unas buenas hijas, y sus vidas serían satisfactorias al obrar en consecuencia.

No hicieron en su momento una revisión de estas creencias básicas ni de las secuelas que éstas podrían tener sobre sus vidas.

Para los demás es muy cómodo, perfecto diríamos, cuando una mujer mantiene estas creencias, que aseguran cuidados, sumisión, ayuda incondicional, ausencia de grandes conflictos y que todo esté "en orden" — tal y como mandan las "buenas maneras" de la sociedad.

Pero las consecuencias para estas mujeres se traducen en: falta de autonomía, falta de identidad propia, falta de control sobre sus propias vidas, falta de autoestima y diversos trastornos psicológicos, incluyendo el uso de las drogas y la obesidad.

Por eso, cuando el equipaje que han ido cargando poco a poco, a lo largo del tiempo y este se ha ido haciendo demasiado pesado, van apareciendo síntomas, y estos se van convirtiendo en trastornos tales como depresión, ansiedad, dependencia, evitación, obsesiones, compulsiones, comer en exceso… Pueden llegar a sufrir muchos problemas porque pesa demasiado, y es difícil para ellas ver cuando comienzan a surgir los obstáculos, si se vive en una sociedad que apoya estos comportamientos tratándolos como los más deseables y correctos.

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Estas mujeres son, en muchas ocasiones, sociables, les gusta la gente, y ellas gustan a los demás porque no crean conflictos, ayudan siempre que se les necesita e incluso antes de que nadie lo pida. Efectivamente son "buenas amigas" "novias", "hijas", "madres", "esposas"… pero renunciando a su ser.

No ponen límites y dejan fácilmente que los demás les invadan su propio terreno. No saben decir "no", y acceden a las peticiones de los demás sin cuestionarlas; y a los intereses ajenos, renunciando a los propios, a sus preferencias… y a casi todo.

Se trata de vivir por y para los demás; que los demás estén contentos, y desde luego, algunos suelen estarlo con esta actitud de renuncia, pero, ni aun así. Muchas veces no están suficientemente contentos. Es como llenar una bolsa que tiene un agujero y por mucho que se meta en ella nunca se colma.

Viven pensando que de esta manera serán queridas y aceptadas por los demás, pagando un precio muy alto por este supuesto cariño que no es más que el egoísmo y la comodidad de algunas personas

Ellas lo aprendieron de pequeñas de diferentes formas y lo mantienen porque tienen mucho miedo a no ser queridas, a perder a los demás si se atreven a pedir lo que les corresponde, a ser rechazadas si se niegan a algo.

Tienen miedo de perder aquello que nunca han tenido

Nunca tuvieron el cariño verdadero de los demás, porque no les quieren a ellas por lo que son, por ser ellas mismas, sino porque les complacen, porque acceden, porque son una imagen irreal creada para el gusto de los demás, y no pueden saber qué personas les aprecian de verdad porque están en una trampa de hipocresía y mentira con toda su dureza. Con una máscara no se puede conocer bien a las personas.

Una mujer decía: "Nunca me he atrevido a llevar la contraria a mi madre. Si alguna vez lo he hecho, las consecuencias han sido malas, Pero, a la larga, ha sido peor el hacer siempre sus deseos, y esa ocultación de los sentimientos para evitar conflictos, al final sale".

¿Qué razón tenía cuando hurgando en su pasado llegó a la conclusión de que sus actitudes presentes se habían forjado ya en su niñez, y que ella sin saberlo, seguía repitiendo los mismos comportamientos?

Ellas ayudan, llaman por teléfono para preguntar e interesarse por las vidas de sus seres queridos, les acogen en sus casas, les cuidan si están enfermos y se sienten responsables de su "felicidad".

Pero la "felicidad" (en el sentido humano de la palabra, y no como abstracción) sólo es posible alcanzarla por uno mismo. Nadie da la felicidad a nadie.

Por eso ellas siempre se sienten insatisfechas. En primer lugar, por cargar con una responsabilidad que no les corresponde, y que de todas formas no tienen el poder de satisfacer, y en segundo lugar, y como consecuencia de ello, no se ocupan de lo que sí es su responsabilidad, que es el buscar su propia "felicidad", su propio camino.

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Ocuparse de los demás cuando lo necesitan es lógico, pero no por sistema, y no poniendo los intereses de los demás y su satisfacción por delante de los nuestros, y de nuestras necesidades, inclusive muchas veces, las más básicas que las pasamos por alto.

Frecuentemente se encuentran que cuando ellas necesitan ayuda o están enfermas, o se permiten desear algo, no son correspondidas como ellas pensaban que lo serían. Esto implica muchas veces un sentimiento de frustración cuando ocurre, y a veces de rabia porque es entonces cuando perciben que los demás están demasiado ocupados en sus propias cosas como para preocuparse por ellas como ellas lo hacen normalmente por los demás.

Otras veces, esto no ocurre porque evitan la ocasión. Es decir, no piden nada, no esperan nada y así no existe la posibilidad de sentirse desilusionadas. Este es el conformismo típico de las personas que se borran a sí mismas.

Este es el precio que se paga por querer ser "una buena niña" y todo lo que conlleva el ver la vida de esta forma.

Se vive sin vivir nada más que a través de los otros; con sentimientos de culpa porque nunca se consigue gustar tanto, complacer tanto a los demás, porque tanta responsabilidad abruma, deprime, provoca ansiedad y crea dependencia de los otros hacia la persona que intenta complacer, y de la persona que quiere complacer hacia los otros, y hacia el mismo hecho de complacer.

Es como si no preocuparse constantemente de los demás les convirtiera en "malas personas", y si alguna vez intentan buscar su propia "felicidad" encuentran un gran vacío y mucha inquietud. Vacío porque no han aprendido cómo hacerlo ni en qué consiste, e inquietud porque se consideran egoístas y perversas por ello.

Resignarse ha sido la palabra de su vida, y la buena causa, la "felicidad" de los demás y el agradarles.

Tiempo y más tiempo de sus vidas perdido sin posible recuperación; por lo menos hasta que no pongan en tela de juicio estas creencias.

¿Cambiar las "creencias"?

Muchas mujeres han quedado presas con estas creencias y las han arrastrado durante todas sus vidas sin, por supuesto, obtener recompensa, pero sí han convertido sus vidas en una de sabor amargo.

Otras, han podido y podrán liberarse de ellas consiguiendo una vida más plena, más satisfactoria, menos abrumadora y más digna de ser vivida. Con menos ataduras y más flexibilidad y creatividad.

edu.redEntonces, ¿se puede cambiar esto?

Sí, por supuesto, y para ello es necesario romper la creencia de que es malo desear cosas para una misma. No hay que esconderse más en el dormitorio, en la sonrisa falsa, en el acceder a todo, en querer evitar discusiones a toda costa, en aparentar que nos gusta todo lo que dicen los demás, en la vergüenza de decir lo que se piensa, de tener opiniones propias y de no ser autónomas. No esconderse en nada y aceptar que nos critiquen o no gustemos tanto a la gente, pero ser YO. Sí, ser María, o Pilar, o Amparo.

Hay que buscar lo que nos agrada y buscar dentro de nosotros mismos cuáles son nuestras opiniones, nuestros gustos, lo que rechazamos y expresarlo sin miedo porque es nuestro, porque eso es lo que nos hace ser Yo y no el Otro.

Para ser Yo, hay que respetarse y una vez nos respetamos a nosotros mismos, conseguimos que los demás nos respeten, porque merecemos ese respeto, porque somos personas únicas y valiosas, y porque si nosotros podemos y debemos respetar al otro, esto es en la medida en que el otro me respeta a mí.

Pensemos…

Revisemos pues nuestras creencias– ¿Qué es ser buena hija para mí? ¿En qué consiste exactamente?- ¿En qué consiste ser una buena esposa, compañera, lo que deseo ser?- ¿En qué consiste ser una buena madre?- ¿En qué consiste ser una buena amiga?

¿Estoy siendo yo misma cuando me comporto? como:

a) "buena hija"b) "buena esposa /compañera…" c) "buena amiga"

– ¿Qué perdería si cambiara estos comportamientos?- ¿Qué ganaría si cambiara estos comportamientos?- ¿Me respetan los demás?- ¿Qué puedo hacer para que me quieran por mi misma? – ¿Puedo sustituir las creencias que me hacen daño por otras más sanas?Recuerda:

Si me miento, No me Respeto. Si yo No me respeto, yo no soy YO.SI NO ME RESPETO, NO ME RESPETARÁN.

En resumen

Ser muy "bueno", a veces es una expresión de codependencia hostil con otros — no caigamos en esa trampa tan destructiva. Estemos ahí, para los demás, cuando podamos, lo que nunca será, siempre que ellos lo deseen…

Ahora entraremos en un asunto que a éste se relaciona…

Cambiar para perdurar…

Dr. Félix E. F. Larocca

No podemos quedarnos estancados si sabemos que un cambio nos permitiría ser más coherentes, más eficaces y más felices

Bien como respuesta a circunstancias externas, bien por reflexiones vinculadas a nuestra evolución personal, en ocasiones nos planteamos la necesidad de tomar decisiones que suponen cambios drásticos en nuestra manera de pensar o actuar. Somos animales de costumbres y tendemos a responder del mismo modo ante estímulos similares, pero a la vez tenemos capacidad para reaccionar de modo distinto al habitual, ya sea porque el entorno nos exige en ese momento respuestas distintas (más adecuadas a la situación o más conformes a nuestra manera de ver las cosas) ya porque queremos mejorar como personas y ser más felices.

Los cambios surgen normalmente cuando sobrevienen circunstancias distintas de las habituales, porque son las que con mayor probabilidad pueden conducirnos a la necesidad de plantearnos una modificación de nuestro patrón de conducta. Una conversación sincera y dolorosa con un amigo de toda la vida, la ruptura de una larga relación de pareja, el nacimiento de un hijo, un proceso introspectivo que nos confirma la necesidad de cambiar, el traslado a otro país o ciudad, la muerte inesperada de un ser querido, la visita al terapeuta, los hijos que se van de la casa, la primera experiencia laboral, una enfermedad, la jubilación… son muchos los factores que favorecen que pongamos en cuestión algunas de nuestras convicciones o costumbres.

La necesidad del cambio

La necesidad del cambio a veces, pero no siempre, surge en medio de crisis existenciales. Otras veces, surge de la necesidad de madurar y crecer.

Para crecer como personas, para madurar, para mantener un equilibrio emocional que nos permita responder a las exigencias del entorno, hemos de cambiar permanentemente. No podemos quedarnos estancados ni sentenciar "soy así, qué le vamos a hacer", si sabemos o intuimos que un cambio nos permitiría ser más coherentes, más eficaces y más felices.

Pero muchas personas carecen de la capacidad de cambiar porque sufren de obstáculos emocionales que se lo impiden. Los seres narcisistas y egoístas, cuyas vidas se caracterizan por la obtención del placer se anquilosan y viven vidas tan impávidas como vacías.

La historia personal

Nuestra historia personal demuestra que como entes pensantes y sensibles que algunos somos, cambiamos y evolucionamos cada día. Y esa es una de las emociones que nos depara la vida: comprobar cómo nos vamos adaptando, cómo vamos interactuando con el entorno. Cada nueva situación exige una respuesta específica que extraemos de nuestro interior tras remover, intuitiva o premeditadamente, nuestra experiencia y nuestra manera de pensar tras recibir la influencia de quienes nos quieren y nos rodean. (Véanse mis ponencias al respecto).

La mejor manera de reforzar nuestra identidad, de crear una personalidad dinámica y fuerte es permanecer abiertos a las señales del exterior y de nuestro interior, respondiendo en cada momento del modo más adecuado.

Se trata de tomar el timón de nuestro barco, de pilotarlo hacia donde queremos y podemos, y no hacia donde nos lleva la corriente o un mapa obsoleto que no incluye la información necesaria para una navegación óptima.

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Odilon Redon (1906) Velero rojo con vela azul

Pero hemos de distinguir bien lo que queremos cambiar. Con las tendencias profundas de la personalidad, con los sistemas de valores muy interiorizados, con los hábitos muy arraigados, hemos de mostrar un especial cuidado, porque modificarlos puede sumirnos en una crisis existencial o de identidad nada deseable. Para evitar este error están la reflexión o la terapia, para aquéllos que son afortunados para que les sea accesible.

Por dónde empezar

Muchos de nosotros ya tenemos identificados los hábitos y actitudes más claramente mejorables, en la medida que nos causan problemas de coexistencia, no nos resultan útiles, no nos satisfacen o son incoherentes con nuestra manera de pensar y de ver la vida. Comencemos por "trabajar" este ámbito de mejora, porque es el que más satisfacción nos va a deparar. No es fácil, porque son muchas y muy variadas las razones que nos han llevado a ser como somos. En esta reflexión, no debe importar la edad, nunca es tarde si el cambio nos permite interactuar mejor con el entorno o hacer las cosas tal y como suponemos que debemos hacerlas. Si, por temor a lo desconocido o a equivocarnos, demoramos una decisión que sabemos acertada y necesaria nos estamos negando la posibilidad de madurar, nos estamos haciendo daño, al frenar una evolución del todo conveniente. Aplicar la receta de siempre, ante exigencias nuevas o repetir errores del pasado, ante situaciones ya conocidas, resulta en principio lo más cómodo y sencillo, pero nos conduce inexorablemente al estancamiento, y nos aparta del dinamismo inherente al hecho de vivir en un contexto que cambia.

También puede ocurrir que el freno al cambio no provenga de nuestros hábitos, miedos o incertidumbres, sino del exterior: la pareja, los hijos, los amigos, el trabajo, las convenciones sociales. No todos evolucionamos al mismo ritmo, pero cada uno debe intentar preservar las cadencias de su propia evolución, y adoptar las decisiones que considere esenciales para su progreso como ser humano. No importa la edad.

Los primeros pasos

Replantearnos, analizar cómo somos, pensamos y actuamos, es un ejercicio positivo y saludable siempre que lo hagamos con un objetivo de mejora y de adaptación al medio. Hay ocasiones en que tenemos claro lo que deberíamos hacer, pero nos encontramos con que una creencia muy arraigada nos impide adoptar la decisión. ¿Qué hacer en ese caso? Comencemos por reflexionar, por ver hasta qué punto es nuestra esa creencia que nos identifica esencialmente como personas. Muchos de estos prejuicios son adquiridos y no reflejan nuestro sistema real de valores. En ese caso, desprendámonos del lastre, y configuremos un régimen propio, coherente con nuestras convicciones profundas, que nos permita ser más felices y equilibrados.

Las personas que han conseguido realizar grandes y satisfactorios cambios en su vida, lo han hecho a costa de romper hábitos y creencias (suyas o ajenas) que les impedían evolucionar en la dirección deseada. Es frecuente que la idea motora del cambio sea una obsesión o una convicción profunda que permanecía aletargada esperando el momento para emerger. Pero no siempre es así. La creatividad de la psique humana es insondable, y una persona pensando y reflexionando puede llegar muy lejos si se lo propone.

Cambiar es propio de personas inteligentes y creativas

Nuestra vida y nuestra personalidad las vamos construyendo cada día, y un asunto tan esencial no podemos dejarlo en manos del azar ni de la voluntad de otras personas.

  • Reflexionemos sobre lo que no "nos llena" de cómo somos. Esbocemos una lista mental de cosas a mejorar, comenzando por las importantes.

  • Permanezcamos atentos a lo que nos pasa. Cada situación requiere una respuesta específica; cada deseo y cada sueño, también.

  • Analicemos las situaciones nuevas y estudiemos las ventajas e inconvenientes de las decisiones que podemos adoptar ante ellas.

  • Una vez meditada suficientemente la decisión, si decidimos cambiar, hagámoslo. Escuchemos a quienes se oponen, pero decidamos en libertad.

  • El miedo al cambio siempre acecha: prestemos atención a los pensamientos constructivos y positivos, no a los negativos

  • Si estamos convencidos de la necesidad del cambio y no nos vemos capaces de hacerlo solos, solicitemos ayuda a profesionales calificados.

  • Seamos conscientes de que un cambio de rutinas o de manera de pensar supone un esfuerzo y entraña algún riesgo emocional o pérdida emocional.

En resumen

Cambiar es un ejercicio que nunca debe de cesar en el curso de nuestras vidas.

Bibliografía

Suministrada por solicitud.

 

 

Autor:

Dr. Félix E. F. Larocca