Conocí a Vladimiro Montesinos de casualidad cuando era reportera judicial del diario "El Nacional" y cubría el enjuiciamiento a la banda de narcotraficantes que lideraba Reynaldo Rodríguez López (a) "el padrino". En ese entonces, Montesinos, capitán del ejército peruano dado de baja deshonrosamente, se desempeñaba como abogado del que había sido Comandante General de la Policía de Investigaciones, General José Jorge Zárate compadre de "el padrino" que desde su alto puesto policial había encubierto las ilícitas operaciones de Rodríguez López. En ese tiempo, Montesinos ya era conocido en el foro como defensor de narcotraficantes, pues había arrebatado de la prisión a Evaristo Porras (a) "El Ministro", importante cabecilla de la red que unía el Cartel de Cali con el narcotráfico en el Perú. Lo conocí por intermedio de un experimentado cronista judicial, Carlos "el cabo" Ayala quien hizo las presentaciones del caso y por supuesto las bromas para romper el hielo. Le pregunté a Montesinos acerca de su defensa de José Jorge Zárate y como hábil litigante respondió con evasivas sin mirarme de frente a los ojos en ningún momento, con su nariz corva levantada y los espejuelos cayendo casi al desgaire. Ninguno de los allí presentes pensó que en unos años Montesinos se iba a convertir en el mafioso más poderoso de la historia peruana del Siglo XX.
Eso fue en 1985. Después, poco se supo de él, salvo en el foro judicial donde siguió defendiendo a los traficantes de drogas y llegó a ser asesor del Fiscal de la Nación.doctor Pedro Méndez Jurado.
A finales de la década de los 80, el Perú atravesaba una situación sumamente caótica. Los analistas confluían en la idea que en las elecciones generales de 1990 se definiría el derrotero del país para los próximos 15 años. Por un lado, el gobierno aprista del doctor Alan García Pérez concluía a duras penas con su mandato, cabalgando sobre una hiperinflación de más de 5 mil por ciento, tan sólo comparable con la situación de Alemania y Japón después de la Segunda Guerra Mundial. Agravaba aún más el panorama, la pérdida de la institucionalidad en el país, el desgobierno en gran parte del territorio nacional y el desmoronamiento de la izquierda peruana legal y de todos los partidos políticos tradicionales. Sobre la sociedad pendía la amenaza de los grupos violentistas: Partido Comunista del Perú "Sendero Luminoso" y el Movimiento Revolucionario Túpac Amaru que habían intensificado sus acciones armadas en todo el territorio nacional, causando pánico y zozobra.
En estas circunstancias, algunas personalidades que ingresaban al terreno político, como el doctor Hernando de Soto y el escritor Mario Vargas Llosa, aglutinaron tras sí a una nueva generación, que decepcionada de los partidos tradicionales de derecha (Acción Popular, Partido Popular Cristiano, Democracia Cristiana, etc.) formaron el "Movimiento Libertad", que se opuso a la aventurera tesis aprista de Alan García de estatizar la banca. Luego, aliados con el Partido Popular Cristiano y Acción Popular conformaron el Frente Democrático (Fredemo) que lanzó como candidato presidencial al laureado escritor Mario Vargas Llosa, quien se lanzó a una campaña honesta y didáctica sobre lo que le esperaba al país tras el descalabrado gobierno del Apra. Para enfrentar la hiperinflación, explicaba Vargas Llosa a la nación, había que ser valientes y aplicar un "supershock" económico. Desde su tribuna, enfrentó a los políticos corruptos contribuyendo a liquidar la institucionalidad de los partidos políticos. Mario Vargas Llosa fue en esas circunstancias un político honesto y claro, como tal vez ninguno otro lo ha sido antes o después. En otros artículos ya han sido analizadas e investigadas las causas de su derrota electoral, sólo quiero agregar, que creo que ahora el país se lamenta de no haberlo elegido en ese momento para que rigiera sus destinos. ¡Cuantos sinsabores nos habríamos ahorrado!
Al envés de la medalla teníamos al Apra que lanzó la candidatura de Luis Alva Castro, la Alianza Electoral Izquierda Unida con Henry Pease, la izquierda socialista con Alfonso Barrantes y otros grupos pequeños más, entre los que estaba Cambio 90 que presentaba una fórmula presidencial liderada por el exrector de la Universidad Nacional Agraria Alberto Fujimori Fujimori y como primer vicepresidente al empresario industrial Máximo San Román. En esos días la Constitución permitía que la cabeza de lista candidateara también al Congreso, por lo que Fujimori también era el primero en la lista de candidatos al Senado, que al parecer era su máxima aspiración política en ese momento.
El pueblo vio y vivió entonces una campaña muy tensa, extenuante y polarizada: Todos contra el Fredemo y Vargas Llosa. Día a día las encuestas subían a un contendor y bajaban a otro. Primero siempre estaba el escritor, lo que estaba en juego era el segundo puesto, pues según las leyes nacionales habría segunda vuelta si el ganador no lograba el 50% más uno de los votos válidamente emitidos. Al final los votantes se inclinaron por Mario Vargas Llosa que obtuvo 43% de los votos y ¡oh sorpresa! un desconocido Alberto Fujimori, que con una sencilla campaña electoral valiéndose de la comunicación más elemental sobrepasó en las últimas semanas a Alva Castro, Pease y Barrantes (¿Lamentarán Barrantes y Pease, haberle quitado a la izquierda peruana su oportunidad de gobernar el país?), obteniendo un 39.% de votos que lo ponían camino a Palacio de Gobierno.
Cuentan los personajes que en ese momento rodeaban a Fujimori que el segundo lugar los cogió de sorpresa, la aspiración del movimiento Cambio 90 en ese momento era tener presencia parlamentaria y nada más. No obstante, el pueblo peruano (pueblo sufrido y decepcionado puesto en el momento de tensión entre la espada desenvainada de los grupos violentistas y la pared de los partidos políticos tradicionales que sólo ofrecían más de lo mismo) había vuelto los ojos con esperanza hacia el descendiente de japoneses que se presentaba como una alternativa a todo, al Fredemo y su shock económico alucinante, a la falta de decisión de los grupos de izquierda y a los apetitos de poder de los grupos dominantes. Fue precisamente ese momento, en que se presentó ante Alberto Fujimori el Capitán (r) Vladimiro Montesinos. Según cuenta Francisco Loayza en su libro "El lado oscuro del poder", fue él quien presentó a Montesinos con Fujimori quien había sido denunciado públicamente por el Fredemo por el delito de tráfico de terrenos que subvaluaba las compra-ventas de immuebles para pagar menos impuestos. Montesinos se presentó con una fórmula salvadora que limpió de polvo y paja a Fujimori, dejándole expedito para la segunda vuelta electoral en la que contó tácitamente con el apoyo del Apra y la izquierda, cuyos electores votando contra Vargas Llosa lo encumbraron a la primera magistratura del país. Otra versión, no confirmada aún por la periodista Cecilia Valenzuela, es que Montesinos habría sustraído para Fujimori su auténtica partida de bautismo en la que constaría su origen no peruano, pues habría nacido antes de que sus padres arribaran al puerto del Callao. Tal hecho invalidaría su postulación a la primera magistrtura del país, que exige como condición principal que los candidatos presidenciales ostenten la nacionalidad peruana y hayan nacido en territorio nacional.
Por supuesto, y como todos vaticinaban Fujimori resultó electo presidente en la segunda vuelta. Inmediatamente, Vladimiro Montesinos supo donde ubicarse, pidió la asesoría del Servicio de Inteligencia, sistema que hasta ese entonces era muy sencillo y desarticulado. Cada instituto armado contaba con una sección de inteligencia que no compartía información con la otra, por lo que los esfuerzos se duplicaban y se desperdiciaban. Ese es el único "mérito" reconocido a Montesinos, la organización de un verdadero sistema nacional de inteligencia, pero lo hizo para uso y provecho personal y quizá, aunque sólo es una sospecha hasta ahora, en beneficio de la presidencia de la república. Desde allí desplegó sus campañas sicosociales de amedrentamiento y chantaje a la oposición política, hizo espionaje telefónico a todo aquel que se involucraba en política (fuera opositor o partidario) y tendió sus hilos hacia la captura del poder político, militar y económico del país.
Una vez ubicado en Palacio de Gobierno, Alberto Fujimori, tuvo que recurrir a los tecnócratas del Fredemo y hasta nombró algunos ministros de la Izquierda Unida y del Apra que ya no pertenecían a ese partido. Al fin se impuso la tesis fredemista del "supershock" económico y el Ministro Juan Carlos Hurtado Miller, salió una noche de agosto de 1990 a dar la peor noticia que se recuerde en los últimos tiempos. Nada sería igual al día siguiente. Las organizaciones políticas ni las sociales tuvieron capacidad de respuesta frente a semejante situación. Los peruanos se miraban unos a otros sin atinar a situarse en la realidad, la pesadilla recién comenzaba. Se sentían engañados, pero no decían nada, no podían hacer nada, se sentían impotentes e incapaces de enfrentarse. Esto fue lo que a Montesinos y sus analistas les dio la falsa sensación de que el pueblo peruano era un pueblo de derrotados y de carneros que no iban a hacer ni decir nada, mientras ellos se apropiaban del país.
Sin embargo, en el parlamento después de un breve periodo de paz, el gobierno de Fujimori tuvo que enfrentarse a un Congreso hostil en el que no tenía mayoría. Las iniciativas del Ejecutivo eran encarpetadas y/o postergadas. Había que cambiar esta situación y una vez más Vladimiro Montesinos se presentó como el salvador de la situación, había que organizar un golpe de estado para fortalecer el gobierno de Fujimori. La idea que para cualquier demócrata hubiera parecido descabellada y negable, fue bien recepcionada por Fujimori dada su fuerte personalidad y su falta de cultura democrática. Aun en los oídos de los peruanos resuenan las palabras del mandatario que había resuelto "disolver, repito disolver" el Congreso y cesar a los parlamentarios en sus funciones el día 5 de abril de 1992. La legislación peruana tenía caminos legales para llegar a ese mismo resultado sin alterar el orden constitucional y sobre todo prescindir de la cúpula militar y de su asesor Vladimiro Montesinos. Tal y como se apreciaba la situación, podía haber esperado la decisión de los congresistas de remover tres gabinetes ministeriales, o en el mejor de los casos, concertar con los grupos parlamentarios que le otorgaran una mayoría, pero optó por el camino de la intransigencia, del rompimiento del orden democrático y de la alianza con los militares y Vladimiro Montesinos, que desde entonces verían reforzada su situación de privilegio frente al poder civil. No por nada Montesinos se jactaba "el golpe lo he dado yo".
El pretexto para tamaño delito contra la democracia en el Perú fue la lucha contra el terrorismo, la reforma judicial y la profunda crisis económica que agobiaban a la población. No obstante la poca o casi nula resistencia de los peruanos al golpe de estado, la comunidad internacional presionó al gobierno fujimori-Montesinos y tuvieron que convocar a un Congreso Constituyente, en el que por primera vez se probaban los mecanismos del fraude electoral. La dupla gobernante consiguió una mayoría en la constituyente, y un nuevo movimiento gobiernista se había formado denominado Nueva Mayoría (rimbombante nombre, verdad), que proclamaba nuevos perfiles de líderes exentos de ambición política, que se reclamaban auténticos defensores y promotores del pueblo, entre ellos los más destacados fueron Carlos Torres y Torres Lara, Ricardo Marcenaro, Víctor Joy Way, Jaime Yoshiyama y Martha Chávez Cossio. Proclamaron postulados que nunca cumplieron, como aquel que señalaba la no reelección de parlamentarios, la elección congresal por distritos electorales, el respeto a la decisión popular mediante referendum o plesbicito; el tribunal constitucional y otras más que aseguraban la verdadera participación popular y la vida democrática. Mientras tanto, el aparato de Montesinos y la cúpula militar (desde años atrás se conocía en algunos medios que tenían su "plan verde" para quedarse en el poder por lo menos unos 30 años y llevar a cabo su "proyecto nacional") ya habían colocado sus piezas en otro poder del Estado: el Poder Judicial.
El Congreso Constituyente creó en forma transitoria la Comisión Ejecutiva del Poder Judicial con el pretexto de reformarlo y hacerlo más eficiente para que el pueblo tenga acceso a una verdadera justicia. En las cárceles del país, un 65% de los presos no estaban sentenciados y muchos purgaban carcelería por encima de las penas que hubieran podido corresponderles por los delitos cometidos. La verdadera intención era, como se ha demostrado en varios casos después, tener un Poder Judicial sometido al gobierno fujimori-Montesinos y en mayor medida a éste último que desde mucho antes ya conocía los vericuetos de la justicia peruana. No es de sorprender en este contexto, que uno de los actos del golpe del 5 de abril fue sustraer de los archivos de Palacio de Justicia expedientes, que hasta ahora no han podido ser inventariados ni hallados, pero que se suponen son de conocidos cabecillas del narcotráfico. Asimismo crearon la Comisión Ejecutiva de la Fiscalía, cargo en el que nombraron a la doctora Blanca Nélida Colán, que en más de una oportunidad sacó las castañas del fuego a Vladimiro Montesinos y al gobierno mismo.
Entonces la maraña del poder ya estaba tendida y podría graficarse de la siguiente manera:Los nombres de algunos de ellos podrían variar con los años, pero lo que no variaba era la estrecha relación que mantenían los que ocupaban estos importantes puestos con el "asesor" Vladimiro Montesinos, que había logrado su lealtad ya sea por la afinidad de ideas (en muy poquísimos casos) o por la vía del chantaje y/o la prebenda. El plan del copamiento del poder se había realizado y se había acabado con las instituciones y la democracia en el Perú., pues los poderes del Estado ya no eran autónomos ni cumplían con las funciones que la Constitución y las leyes nacionales e internacionales les habían conferido.Por otro lado, se intensificó la lucha contra Sendero Luminoso y el MRTA, y se trazó una nueva estrategia en la que las organizaciones campesinas (rondas) y urbanas populares jugarían un gran papel en la derrota de los grupos armados. Miles de héroes anónimos, evidenciados en la figura de María Elena Moyano, lideresa del distrito de Villa El Salvador, lograron lo que en trece años no habían logrado ni las Fuerzas Armadas ni los gobiernos, hacer involucionar la subversión. No obstante, El gobierno y su coro en el parlamento le dieron todos los laureles a Vladimiro Montesinos como artífice de la nueva estrategia. Recién ahora, se ha podido conocer, gracias al General (r) Arciniegas que estas políticas ya estaban en pleno efecto cuando ocurrió el golpe del 5 de abril de 1992, y que se debió al esfuerzo colectivo del Ejercito, sus generales y soldados que habían enfrentado durante más de 10 años a estas agrupaciones violentistas.De lo que sí es responsable Vladimiro Montesinos es de la creación del "grupo colina", fuerza secreta del Servicio de Inteligencia que en 1992, casi inmediatamente después del golpe del 5 de abril, asesinó a quince personas que asistían pacíficamente a una pollada en el centro de Lima y secuestró y asesinó a un profesor y 9 alumnos de la Universidad Nacional Enrique Guzmán y Valle. ¿Qué otros crímenes indecibles habrá cometido este grupo? Eso recién se comenzará a conocer. Pero, aunque el "grupo colina" fue hallado culpable por los tribunales de justicia, el Congreso dio para ellos una ley de amnistía (de olvido y perdón, y por qué no de gracias por los servicios prestados) que los liberó de prisión y los excusó por cualquier otro delito que podrían haber cometido. Esa era la verdadera estrategia antiterrorista planteada por Montesinos.En la nueva carta constitucional se había establecido la reelección presidencial inmediata, no sin la oposición de un gran sector de la población que históricamente estaba en desacuerdo con tal pretensión. Nuestro país en varias ocasiones ha sido proclive a la búsqueda de un mesías salvador que nos salve del subdesarrollo y de las crisis económicas que siempre nos agobian. Para sólo citar las lecciones del siglo XX tenemos a Augusto B. Leguía y al General Manuel Odría, que para perpetuarse en el poder usaron y abusaron de su poder al frente del Estado. En fin, instituída la reelección inmediata del presidente de la república, en 1995 Alberto Fujimori se volvió a lanzar de candidato y fácilmente ganó la elección, pues a pesar del gran arrastre electoral de Ricardo Belmont Cassinelli, Alcalde de Lima que se presentó a la votación como candidato por el movimiento Obras, no significó un gran oponente para la dupla Fujimori-Montesinos y todo su aparato de poder. Por su lado, las fuerzas políticas tradicionales aún no habían podido recuperarse y se convirtieron en una débil fuerza de oposición. Mientras que la alianza Nueva Mayoría-Cambio 90 obtenía el control del Congreso. La novedad en estas elecciones fue la aparición de Alejandro Toledo y su movimiento Perú Posible y la consolidación del movimiento parlamentario denominado Frente Independiente Moralizador que lidera Fernando Olivera Vega, un connotado representante de los intereses financieros de la familia Wiese que en los últimos años ha devenido en el gran fiscalizador de los mandatarios peruanos.Logrado el objetivo de 1995, que no estuvo exento de acusaciones de fraude en las elecciones generales, de lo que hubo más de un indicio como el denunciado cambio de ánforas en Huánuco, Fujimori-Montesinos se abocaron a la tarea de la consolidación de su poder utilizando la estructura y el presupuesto del Estado, para lo cual el siguiente objetivo eran los medios de comunicación social, en especial la televisión y la creación de los llamados "periódicos chicha", sobre los que pesa la denuncia de haber sido financiados directamente por el Servicio de Inteligencia, o en otras palabras por el "asesor" Montesinos. No les importó la forma ni el medio de lograrlo, tan sólo tenían que conseguir el objetivo. A algunos empresarios de televisión los presionaron con las deudas tributarias, a otros los chantajearon con videos, a otros cohecharon y a los demás simplemente les arrebataron sus medios, como los casos Baruch Ivcher y Delgado Parker.Para perpetuarse en el poder ahora tenían un obstáculo que ellos mismos habían creado: la Constitución del 93 señalaba una sola reelección inmediata. Diligentemente en 1997, se presentó en el Congreso una Ley de Interpretación Auténtica por la cual se dejaba expedito el camino a Alberto Fujimori para que volviera a postular a la primera magistratura del país en el año 2000. Habían pasado el rubicón, no había paso atrás, hasta entonces habían pretendido guardar las formas y dar la imagen de un gobierno popular, que había derrotado a los grupos alzados en armas y dado pasos seguros para revertir la crisis económica y cambiar las estructuras del país y convertirnos en un polo de desarrollo continental; pero pudo más los deseos y las ambiciones de unos pocos que la sensatez y la mesura políticas. Y aquí empezó el descalabro del régimen Fujmori-Montesinos.Inmediatamente comenzó la reacción nacional e internacional para frenar las ambiciones de la dupla Fujimori-Montesinos. Ante la oposición del Tribunal Constitucional para validar la ley de Interpretación Auténtica promulgada por el Congreso, éste respondió con el cercenamiento de esta institución destituyendo a los tres miembros que habían votado la invalidación e iniciando una persecución política contra ellos desde el congreso y los medios de comunicación afines al régimen. La población, en especial la juventud universitaria, comenzó tímidamente a manifestarse en las calles y reclamar por la democracia usurpada por fujimori-Montesinos. No obstante, el gobierno siguió con sus planes y ya había un candidato presidencial (negado, por supuesto) en la cancha electoral: Alberto Fujimori.El sistema electoral tenía ahora tres cuerpos: El Jurado Nacional de Elecciones, presidido ahora por el doctor Montes de Oca, el Registro Nacional de Identificación y Estado Civil (Reniec), cuyo jefe era Celedonio Méndez y el Organismo Nacional de Procesos Electorales (ONPE) jefaturado por José Portillo Campbell, cada uno tenía una función compartimentada sobre los procesos electorales y se le restaba atribuciones y jurisdicción al Jurado Nacional de Elecciones, que era antes el único organismo encargado de estos asuntos.La campaña de desprestigio de los posibles candidatos (Alberto Andrade, Alcalde de Lima y Luis Castañeda Lossio, ex presidente del Seguro Social) comenzó temprano en la prensa "chicha" a la que se dio amplia y grosera libertad para inventar, calumniar y difundir infundios sin que el Poder Judicial les aplicara alguna penalidad, ni siquiera en los casos en que eran denunciados por las víctimas de sus arbitrarios y bajos ataques. Confundidos con dimes y diretes de vedettes y personajes de la farándula local, los políticos, a los ojos del público, rebajaron en calidad y no le hacían la menor sombra al candidato-presidente. "no estamos de acuerdo con el chino" "decia la gente refiriéndose al Presidente, "pero no hay otro", concluían. La prensa adicta al gobierno se había encargado de difundir ese mensaje y ahora ya se había convertido en una "verdad".Casi a último minuto entró en la competencia electoral el doctor Alejandro Toledo, economista de renombre en el país. Para entonces la estrategia montesinista de desprestigiar a los candidatos en las portadas de diarios "chichas" y en la televisión de señal abierta ya estaba desgastada y no dio los mismos resultados anteriores y Toledo se convirtió en la alternativa al fujimorismo. Además, otro escándalo dentro del fujimorismo vino a continuar exacerbando los ánimos de la creciente oposición: La Alianza Perú 2000 había sido inscrita ilegalmente ante el Jurado Nacional de Elecciones. Hasta ese momento el presidente Fujimori y Montesinos habían creado tres movimientos políticos: Cambio 90, para participar en las elecciones de 1990; Nueva Mayoría (aliada a la anterior) para postular al Congreso Constituyente y en los comicios generales de 1995; y finalmente, Vamos Vecino, organización liderada por el exaprista Absalón Vásquez que había participado, con relativo éxito, en las elecciones municipales de 1998. Fieles a su estrategia, fujimori y Montesinos necesitaban dar la impresión que el respaldo al régimen crecía; así que un desconocido Daniel Chúan inscribió el movimiento Perú 2000 con más de un millón de firmas y se adhirió a la alianza gobernante que adoptó este nombre. En plena campaña electoral, sin embargo, el diario más antiguo e influyente del país "El Comercio" denunció públicamente que el millón de firmas del movimiento Perú 2000 habían sido obtenidas ilegalmente, habían sido falsificadas en una "fábrica" montada por conocidos miembros del régimen, entre ellos el congresista y Notario Público Oscar Medelius y algunos regidores del movimiento Vamos Vecino, cuya cabeza principal era el exministro de Agricultura del régimen, Absalón Vásquez.Entonces el gobierno no tuvo capacidad de respuesta ni de reacción y prefirió seguir en su posición. Su análisis era: tenemos controlado el Poder Judicial y el Jurado Electoral, ergo, aquí no ha pasado nada. Y así fue, la denuncia en la Fiscalía contra los miembros gobiernistas quedó encarpetada y fueron acusados (¿) los denunciantes.Ahora a Fujimori-Montesinos no les quedó más remedio que recurrir a lo que ya estaba planteado como un plan de contingencia: el fraude electoral. Fraude que se llevaría a cabo de todas maneras, como dijo el congresista Carlos Ferrero, lo que estaba en discusión era su magnitud: un millón o dos millones de votos. Ferrero había sido un congresista gobiernista de Nueva Mayoría muy crítico que había marcado distancia con el régimen. En la presente lid electoral iba de candidato a la primera vicepresidencia con Alejandro Toledo. Desde tiempo atrás se estaba preparando el fraude electrónico con el alquiler de un satélite. En sus conclusiones, la Misión Especial de Observadores de la Organización de Estados Americanos, señaló que el software utilizado por la ONPE en el simulacro en el que ellos participaron no fue el mismo que se usó el 9 de abril, del cual nunca se obtuvo una copia.El domingo 9 de abril, 14 millones de peruanos concurrieron a los locales electorales a emitir su voto. A las 5 de la tarde, hora en que la legislación electoral peruana permite dar a conocer los primeros resultados con el sondeo conocido como "boca de urna" el único canal de señal abierta que había seguido paso a paso las ocurrencias del día, Panamericana televisión, siguiendo las encuestas realizadas por la prestigiosa empresa Datum dio como virtual ganador de las elecciones a Alejandro Toledo con 46% de los votos sobre 39% que obtuvo el candidato presidente, Alberto Fujimori. De inmediato, miles de seguidores del "cholo" Toledo salieron a las calles a festejar y en las puertas de un conocido hotel del centro de la ciudad se armó un rápido proscenio en donde Toledo dio un discurso cauto. Pero los miles que estaban allí reunidos más que entusiasmados por la derrota del fujimorismo y todo lo negro y oscuro que significaba el régimen no esperaban lo que luego sucedió. Cual baldazo de agua helada, de pronto, en los noticiarios se escuchaba como poco a poco se iban cambiando los dígitos y Toledo de 46% bajó a 38% y Fujimori de un 39% subía, como la espuma, hasta bordear el 50% de los votos válidamente emitidos. ¡Horror! Decían, se atrevieron, gritó la muchedumbre. ¡Fraude, fraude! Clamaban las masas. ¡A Palacio de Gobierno!, gritaban los más enardecidos. Muchos analistas aseguran, y entre ellos el mismo Toledo, que si los miles de personas que esa noche manifestaron su indignación no hubieran estado ahí presentes, Fujimori y Montesinos no hubieran tenido ninguna vergüenza de declararse vencedores en la primera vuelta el día 9 de abril.La manifestación popular de los días subsiguientes impidió que la ONPE, liderada por José Portillo, siga con su grosera manipulación de las cifras y la cuenta para Fujimori se detuvo en 49,8%, es decir habría segunda vuelta electoral. Ese mismo día también se había elegido a los congresistas del periodo 2000 – 2005, sin que el gobierno obtenga mayoría parlamentaria (sin embargo, después, por medios vedados e inmorales propiciados y efectuados por el mismo Vladimiro Montesinos, lograrían conseguirla). Pero dadas las circunstancias en que se había desarrollado la primera elección sin libertad de expresión, con la grosera manipulación y tergiversación de los hechos por parte de casi todos los canales de señal abierta, con la indiferencia del poder judicial frente a flagrantes delitos electorales, así como la parcial actuación de la ONPE y el Jurado Nacional de Elecciones, como parte de la estrategia de Fujimori-Montesinos y la cúpula de la Fuerzas Armadas, todas las fuerzas políticas del país manifestaron su disconformidad y condicionaron su participación en la segunda vuelta a la superación de esta situación.El gobierno Fujimori-Montesinos, pese a todos los cuestionamientos internos y externos que ponían en serias dudas la elección del 9 de abril siguieron adelante con sus planes y convocaron a la segunda vuelta electoral, en la que el candidato opositor Alejandro Toledo no participó, desconociendo de antemano sus resultados. Sólo en la cancha, Fujimori supuestamente ganó por más del 51 por ciento de los votos válidamente emitidos, pero su elección no sería reconocida ni en el país ni en el exterior. La democracia en el Perú había sido liquidada.
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