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El problema de la subjetividad en el diagnóstico y la intervención psicológicas (página 2)


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Sin embargo, tampoco el Psicoanálisis se libró del agorero influjo del escepticismo por falta de objetividad de los datos por su vía obtenidos. Hasta hace bien poco todavía, la exploración científica del inconsciente se negó incluso académicamente. El rechazo que inició teórica y metodológicamente el Conductismo se extendió a los predios de todos los detractores y sirvió más que de arma, de escudo a los desconocedores.

Afortunadamente la orientación de la Clínica y la Psicoterapia modernas cada vez más eclécticas (u orientadas hacia la corriente integracionista, si hemos de ser precisos) han retomado la exploración del inconsciente, reevaluándola y definiendo sus leyes y procedimientos técnicos a fin de, con precisión de cirujano, extirparle toda rémora de pensamiento capcioso o estrecho, ineficacia de procedimiento o inexactitud de aplicación y, en consecuencia, reduciendo al mínimo inevitable (el del error humano) la posibilidad de especulación o subjetividad (Márquez,1991).

Ya hacíamos alusión a cómo, históricamente, el Psicoanálisis (hoy devenido en las actuales perspectivas psicodinámicas) recibió la agresión directa del Conductismo, surgido de la asimilación por Watson del esquema del Aprendizaje reflejo- condicionado desarrollado por I. P. Pávlov, su extensión al paradigma del Aprendizaje operacional de B. F Skinner y su litigio abierto y mantenido por "cientifizar" la Psicología. Su posición fue radical: medir, cuantificar, corroborar y excluir de sus estudios todo lo que no pudiese ser tasado (Weiten, Lloyd, Lashley, 1991).

Otro duro golpe al método de Wundt. Por primera vez la Psicología era dotada del rigor obsesivo por la objetividad medible aunque, paradójicamente, el Conductismo hizo caso omiso de los tests ya existentes e ignoró su estandarización, optando por crear protocolos de observación que cuantificaban unidades concretas de conducta: escalas, cuestionarios y diarios para monitorizar vieron la luz en cantidades infinitas y para usos disímiles.

Hoy, a más de cien años de los intentos de Wundt y de los trabajos de Freud, a casi noventa de la abertura Conductista y en plena Era Cibernética, cuando la Informática y sus recursos se convierten en el denominador común del progreso humano, ha quedado salvada la duda histórica: La Psicología ha exorcizado a su fantasma.

Ya nadie duda del rigor del dato obtenido. El cotejo de la información que deviene de la rigurosa y técnica exploración del inconsciente, de la aplicación de tests sólidamente estandarizados o del uso de protocolos o cuestionarios (matemáticamente validados) diseñados para medir objetivamente unidades concretas de conducta, procesada en potentes ordenadores personales que pueden instantáneamente ofrecer el resultado de la confrontación de un número casi infinito de variables, permite que se disipe toda duda.

Así el dato que ofrece la Psicología tiene tanta credibilidad como el de cualquier ciencia exacta o natural, y es que éstas (Matemáticas, Física, Química, Neurofisiología, Bioquímica) han puesto su empeño y su cuerpo teórico y metodológico en función de la obtención y procesamiento del dato psicológico.

He aquí una arista del problema de la subjetividad, pero no la única, si esta devino fantasma tenebroso al final sometido, otras de sus facetas han sido de siempre preocupación del teórico y del psicólogo profesional: ¿Es el hombre el resultado de su historia, de su medio socio-cultural o es individualidad?. ¿Es cierto que sólo somos hombres en cuanto resultado de nuestro ambiente social, es cierto que somos criaturas gregarias o es válido el criterio de la unicidad singular de cada hombre?.

Ya para Freud la contradicción era inmanente: su sistema se orienta al diagnóstico individual, de paciente a paciente, para descifrar el mundo subyacente, por debajo de la alerta consciente, de conflictos y formaciones psicológicas inconscientes que determinaban cada conducta humana observable que era objeto de estudio (análisis), sin embargo acepta implícitamente que ese resultado individual tenía, singularmente, la huella del medio fijada en esa parte de la personalidad a que llamó Súper Yo. Así pues, lo que parecía una orientación al criterio individualizado, subjetivísimo de cada paciente, asume desde siempre, por consideración teórica que ese es un resultado en que ya está la impronta del medio socio-natural del individuo (en el Súper Yo como copia de los valores, la ética, las normas y exigencias morales de los padres).

En una posición aparentemente distinta, el Conductismo pareció centrar toda su atención en el medio y la influencia externa: un afán de manipular estímulos (antecedentes, discriminativos, consecuentes o contingentes) para producir o cambiar la conducta deseada fue su característica distintiva (Caballo,1995, Márquez,1991, Weiten, Lloyd, Lashley, 1991). Así visto, el hombre parecía no más que el resultado de la influencia de su medio. Estímulos y respuestas, he ahí la clave de toda conducta en la opinión de éstos autores.

Sin embargo toda esta aparente ceguera o ignorancia del factor individual, personal, subjetivo no es más que eso, apariencia ante los ojos del lector profano. Una declaración de Skinner la hecha por tierra: su reconocimiento del carácter subjetivo de los reforzadores (estímulos). Lo que a unos reforzaba, en otros no tenía influencia alguna y a otros castigaba. Volvemos pues a la misma posición: Freud reconocía implícitamente que había influencia del medio en la formación de la individualidad, Skinner que toda la influencia del medio era mediada por la individualidad.

La Psicología Soviética no logró, a pesar de sus esfuerzos, sistematizar una teoría psicológica que se librase del axioma sociológico marxista sobre la esencia humana. "El hombre es un ser social", una afirmación que se erigía como principio filosófico básico de esta escuela para comprender al ser humano, pero no resultaba ni remotamente un principio propiamente psicológico: los psicólogos soviéticos lo entendían, pero no encontraron la forma de hacer esa teoría.

La concepción de la actividad de Leontiev tiene una categoría muy psicológica, el sentido personal, el resto de la terminología, por temor a parecer conductista, cae en el área filosófica. Vigotsky, con un obra más sólida, también aporta conceptos bien psicológicos, la zona de desarrollo próximo es el más importante, sin embargo aún su teoría (general y acertadamente elogiada) "sabe" a filosofía y eso, sin ser un degustador muy exigente.

La Neuropsicología de Luria, también con innegables méritos, es muy neurofisiológica-lo que indica una vez más la dificultad para encontrar conceptos propiamente psicológicos-, tan es así que hoy esa rama aplicada del quehacer psicológico en el área clínica, muy desarrollada en Canadá, prescinde totalmente de los conceptos y textos de su autor. Por último, la Patopsicología de B. W. Zeigarnik no sobrevivió a la Clínica testológica moderna. Véase como se entendió, más allá de cualquier duda, la singularidad subjetiva del ser humano, pero no logró explicarse en términos psicológicos coherentes, como esta peculiaridad individual se diferenciaba de la esencia social humana proclamada por el axioma de Marx. Aún así, la diferencia era evidente y aceptada.

Por otra parte, en el área psicoterapéutica se enfrenta una derivación lógica de la singularidad personológica de cada respuesta conductual humana (incluso la patológica) ante estímulos o situaciones socioambientales: ¿Deben los procederes psicoterapéuticos orientarse al trastorno o desorden genéricos (Trastorno de Ansiedad Generalizada, Distimia, Trastorno Obsesivo Compulsivo), o deben centrarse en la respuesta singular, irrepetible y única de cada paciente?. La respuesta, como sucede generalmente en estos casos, se ha decantado naturalmente de la práctica profesional psicoterapéutica (Márquez,1998): como norma, los procederes han surgido como respuesta a una dificultad o trastorno clínico en ese momento irresoluto. Su evolución ulterior es cosa bien distinta.

El Psicoanálisis freudiano fue la respuesta a los retos que en su momento supusieron los trastornos de nivel neurótico: el procedimiento pretendía en reglas generales encontrar en la temprana infancia del paciente las situaciones traumáticas, cuyo efecto reprimido en el inconsciente, constituía la causa de los síntomas actuales. Así se procedía con cada paciente.

La técnica luego comenzó a aplicarse a otro tipo de conflictos, de lo que se derivaría una doble lección: ante cada conflicto o tipo de desorden necesitaba de ajustes especiales, por otro lado, ante cada paciente los descubrimientos inconscientes eran singularmente diferentes (Márquez,1998).

La Terapia Racional Emotiva se creó para trastornos de corte depresivo, luego se fue probando su eficacia con trastornos ansiosos, fóbicos, obsesivo-compulsivos, problemas para hablar en público, trastornos matrimoniales, dificultades interpersonales entre otros muchos; además se precisó que la manera en que se presentaban las ideas irracionales en cada paciente (de una lista general e inconclusa que encontró el propio Ellis) era distinta y singular, respondiendo a una historia personal muy concreta en cada caso (Weiten, Lloyd, Lashley, 1991).

La Terapia Multimodal es un esquema teórico general para conflictos variados en diferentes áreas: conductual, afectiva, sensoperceptual, imaginativa, cognitiva, de relaciones interpersonales y física, pero que se diseña para que se ajuste a cómo se da la necesidad y preponderancia de aplicación en cada una de esas esferas generales en cada paciente singular (Caballo,1995).

Consecuentemente, parece que la respuesta a la pregunta inicial se responde por sí sola: los modelos generales en psicoterapia son imprescindibles, ellos orientan, brindan el algoritmo técnico de ejecución (salvándonos del empirismo de la eterna improvisación), dan la posibilidad profesional de intervenir en la discapacidad humana, pero sin dudas necesitan (y la práctica así lo exige) de su aplicación individual, personal, subjetiva y única ante cada persona.

Cuando García Márquez alertaba sobre el efecto mágico y revivificador del susto del amor, acertaba definitivamente en la orientación hacia la terapia: cada persona puede aportar información suficiente para crear un espacio propio en el subyugante mundo de la intervención psicológica. Técnica y rigor de procedimiento estandarizado son inexcusables cualidades de la profesionalidad. Sensibilidad para reconocer el susto cautivante de la singularidad de cada persona supone, por otra parte, una ética y humana proyección de principios para todo profesional de la Psicología.

BIBLIOGRAFÍA

  1. Caballo V E. Manual de Técnicas de Terapia y Modificación de Conducta. Siglo Veintiuno de España. Editores SA. 1995.
  2. Márquez Pérez J F. Modelo de Psicoterapia individual para el enfrentamiento de trastornos neuróticos en pacientes adultos. UCLV. Tésis de Maestría. 1998.
  3. Reuchlin M. Historia de la Psicología. Edito. FEU Publicaciones. C Habana. 1963.
  4. Weiten W, Lloyd M, Lashley R. Psychology applaid to modern life. Adjustment in 90s. Third edition. Books Cole Publishing Co.1991.

 

DATOS GENERALES DEL AUTOR.

Joaquín Felipe Márquez Pérez

Graduado en Psicología desde 1987 por la UCLV en Villa Clara, Cuba. Master en Psicología Médica desde 1998. Actualmente aspirante a Doctor en Ciencias Psicológicas por la Universidad de la Habana. Diplomado en Terapia Floral desde 1998 por el Instituto Superior de Ciencias Médicas de Villa Clara. Además es Diplomado en Pedagogía Superior, Gerencia Comercial y Docencia de la Educación Superior. Se desempeña como profesor asistente de la Sede Universitaria Municipal de Cabaiguán y se encarga de la Sub Dirección de Ciencia Técnica y Post Grado. Psicoterapeuta activo.

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