Abordar la realidad subjetivamente- como aconsejaba Marx, en sus Tesis sobre Feuerbach- es imaginar, descubrir, develar algo nuevo, trasuntado en novedades que dejan el reino de la posibilidad para encarnar realidades concretas, que al mismo tiempo son fuentes de nuevas aprehensiones. Fundarse en la imagen creadora, es prolongar los fines humanos y realizarlos en bien del hombre.
Crear es imaginar con plena libertad y poner los fines para satisfacer necesidades e intereses humanos .No es sencillamente dar cauces a la ficción y a las quimeras de la razón .Es sentir al mismo tiempo que nos alejamos de lo inmediato con vocación trascendente hacia lo maravilloso que enaltece y da fuerzas en dirección a la verdad que siempre buscamos, al saber integrador que altera la realidad para descubrirla. Sencillamente,"(…)lo maravilloso comienza a serlo de manera inequívoca cuando surge de una inesperada alteración de la realidad (el milagro),de una revelación privilegiada de la realidad, de una iluminación inhabitual o singularmente favorecedora de las inadvertidas riquezas de la realidad ,de una ampliación de las escalas y categorías de la realidad, percibidas con particular intensidad en virtud de una exaltación del espíritus que lo conduce a un modo de "estado límite ".Para empezar, la sensación de lo maravilloso presupone una fe. Los que no creen en santos no pueden curarse con milagros de santos, ni los que no son Quijotes pueden meterse, en cuerpo y en alma y bienes, en el mundo de Amadís de Gaula o Tirante el Blanco"
Alejo Carpentier, nuestro Premio Cervantes, con imaginación creadora, revela la gran verdad, que toda Nuestra América, no es más que una crónica de lo real maravilloso. Esta concepción, o método, si se quiere, le abrió amplias perspectivas para revelar la verdad del hombre en relación con el mundo, mediado por la praxis y sus circunstancias tropicales y otros contextos que tan sabiamente revela nuestro novelista mayor.
Sin artificios gnoseológicos, pero siguiendo la lógica especial del hombre y su espiritualidad, Carpentier construyó muchas verdades; creó verdades que hoy la historia y la cultura enriquecen y amplían con nuevos sujetos creadores.
Tanto la metáfora como la imagen propiamente dicha, son modos reveladores del cosmos humano en relación con el Universo. Ambas dan cuenta de la riqueza expresiva del pensamiento y el lenguaje y sus amplias posibilidades creadoras. Son en sí mismas realidades teñidas de subjetividad sustantiva. Expresan conocimiento valor, praxis y comunicación en su despliegue progresivo y develador de esencias. "En mi sistema poético del mundo, la metáfora y la imagen tienen tanto de carnalidad, (…) como de eficacia filosófica, mundo exterior o razón en sí. Es uno de los misterios de la poesía la relación que hay entre el análogo, o fuerza conectiva de la metáfora, que avanza creando lo que pudiéramos llamar el territorio sustantivo de la poesía,- enfatiza Lezama -con el final de este avance, a través de infinitas analogías, hasta donde se encuentra la imagen, que tiene una poderosa fuerza regresiva, capaz de cubrir esa sustantividad ¨"La imagen y la metáfora, independientemente de su carga subjetiva, no son simples representaciones formales carentes de contenido. "La relación entre la metáfora y la imagen –escribe Lezama Lima- se puede establecer con un caballo tan alado como nadante que persiste en una sustancia resistente que en definitiva podemos considerar como imagen. La imagen –continúa el pensador y poeta cubano- es la realidad del mundo invisible", que la filosofía busca, en la medida que hace tangible lo abstracto o es capaz de anticipar lo que en el presente es sólo deseo, sueño, utopía, es decir, sólo posibilidad, no realidad concreta
Como la metáfora es un cambio de una palabra o grupo de ellas al sentido figurado, fundado en la asociación por semejanza, y la imagen, una representación "concreto– sensible" de estados difusos o ideas abstractas, ambas, en su unidad integran la traslación de sentido (la metáfora) y la nueva creación por la reunión de atributos cualificadores sensibles (imagen). Metáfora e imagen en el discurso contemporáneo (no sólo el eminentemente poético) aparecen indisolublemente unidos. Esto favorece "el sintetitismo" ensayístico que tanto impera y se impone. Este poder sintetista de ambas, además de vigorizar el estilo y hacer más sugestivo y suscitador el discurso, le imprime belleza sensorial y racional a las palabras y a sus significaciones. Porque a la filosofía, en toda su historia, le ha interesado más del sentido del origen y devenir de la realidad, que la Cosa en sí" misma.
Es difícil encontrar un texto, incluyendo el ensayo estrictamente científico que no opere con imágenes y metáforas, pues necesariamente trabaja con palabras, con sus respectivos significados y significantes que no pueden reducirse a lo inmediatamente dado. Requieren de mediaciones y a éstas le son inherentes por antonomasia. "Platero bebía cristales ensangrentados." Juan Ramón Jiménez expresa así como el hocico de su asno perturba la serenidad del agua enrojecida por el reflejo del sol. La literatura es metáfora. La poesía es, por excelencia, metáfora. El arte es metáfora. Mahler no quería que sus amigos miraran el paisaje que rodeaba su gabinete de trabajo. Quería que escuchasen su música. Porque ahí se encontraba el paisaje, filtrado y embellecido por la creación estética. El Guernica de Picasso es una metáfora de la guerra. Las catedrales góticas son metáforas de la gloria divina. La piedad de Miguel Ángel es una metáfora del dolor".
La filosofía con todo el arsenal lógico cosmovisivo y metodológico que le es propio y que la tradición ha impuesto desde antaño, resulta inconcebible sin el empleo de las imágenes y las metáforas: "La filosofía, aparentemente tan alejada del arte, también constituye una búsqueda de metáforas (…) Un filósofo realista podría decir que no es así, que la realidad es como él la expresa. Sin embargo, en la medida en que expresa la realidad con signos, con palabras, con algo que media, que intercede entre la realidad y nosotros, está construyendo una metáfora".
Para Ortega y Gasset, gran ensayista contemporáneo español, es la metáfora un instrumento mental imprescindible y una forma del pensamiento científico. Marcel Proust considera que sólo la metáfora puede eternizar el estilo literario, y en general todo estilo de excelencia, incluyendo al filosófico.
El logicismo cientificista al hiperbolizar el lenguaje científico y sus cadenas categoriales sólo ve en las metáforas figuras ornamentales y decoración estilística, carentes de información y saber. Su ceguera epistemologista y abstracta le impide comprender que no se trata, "(…) tan solo de un tropo intuitivo que maneja la teoría de la sustitución, no es una simple analogía, no es una palabra sustituta que sólo da belleza al lenguaje. La metáfora es una frase que construye una imagen no- idéntica, la cual implica una traslación, múltiples desvíos que generan plurisignificaciones".
La naturaleza del lenguaje metafórico está permeada de complejidad, incertidumbre y de ficción heurística. Por eso puede red-escribir la realidad y posibilitar nuevas imágenes creativas de lo real existente. Su capacidad heurística le permite partir de lo conocido hacia el descubrimiento de lo desconocido, infranqueable para el sentido recto del lenguaje. La metáfora funda relaciones contradictorias que traspasan el umbral de los signos ordinarios para transitar al mundo abstracto, a la esfera de los símbolos y nuevas profundidades de las esencias.
Es que la metáfora relaciona dialécticamente el signo y el símbolo en una unidad contradictoria, capaz de subvertir la lógica común para vincular en síntesis lo concreto sensible del lenguaje cotidiano (signos) y lo abstracto del lenguaje de la ciencia (símbolo). Simplemente es la unidad contradictoria de conceptos diferentes, para generar un movimiento dialéctico suscitador de varias motivaciones aprehensivas que incita al pensamiento creador y con ello, también al lenguaje y a sus actos productivos que generan acciones, praxis y viceversa.
El siglo XXI, caracterizado por la globalización, la complejidad y la incertidumbre, plantea nuevos retos al hombre, a la ciencia y a la cultura en general. La filosofía tiene que repensarse toda, y particularmente, admitir como propios los caminos poéticos del lenguaje, sin minusvalorar los otros. Los resultados tecnocientíficos, concretados entre otros, en las revoluciones en las tecnologías de la comunicación, la genética etc., si bien son valores útiles al hombre, también pueden enajenar su ser esencial, despersonalizar las relaciones humanas, matar las utopías, en fin globalizar la inhumanidad a través de los centros que poseen la fuerza de poder. Ante esta situación se requiere mucho sentido de humanidad y sentido cultural para lograr revertirla y hacer que prevalezca la globalización de un humanismo que integre en unidad inseparable, verdad, belleza, bondad y garantice justicia y libertad.
Ante esta realidad, la dimensión lingüística del hombre, el lenguaje, en tanto mediación central entre el pensamiento, la conciencia y la realidad, puede contribuir con eficacia al impulso de la cultura. Hay que desarrollar la sensibilidad en los marcos de los procesos intersubjetivos de la comunicación, pues en la cultura el contenido cognoscitivo "puro" no es suficiente. La sensibilidad cualifica por excelencia a la cultura y la filosofía la impregna de sentido cósmico.
El lenguaje, si bien es desacertado su ontologización, es decir, concebirlo como única realidad existente, con atribuciones de poderes "mágicos", resulta importante como medio de comunicación humana y si es empleado en función del hombre y su creciente humanidad. La belleza expresiva, sugestiva, utópica, subjetiva del lenguaje metafórico, no está reñida con la ciencia, con la verdad. Por eso Martí dice de W. Whitman:"(…) él es un cosmos (…). Pinta a la verdad como una amante frenética, que invade su cuerpo y, ansiosa de poseerle, lo liberta de sus ropas. Pero cuando en la clara medianoche, libre el alma de ocupaciones y de libros, emerge entera, silenciosa y contemplativa del día noblemente empleado, medita en los temas que más la complacen: en la noche, el sueño y la muerte; en el canto de lo universal, para beneficio del hombre común (…)"
El lenguaje metafórico no cierra el discurso. Abre, enriquece y activa al pensamiento. Su perenne vocación de complejidad, su sentido contradictorio, discontinuo ambiguo, propicia la diferencia y las interpretaciones diversas que generan significaciones nuevas,"pues no se trata de opinar sino de hacer suposiciones valederas, relaciones significativas, apelando a la imaginación, al sentimiento, a la cognición y a la sensibilidad. Allí donde habita todo acto de pensamiento, fruto de la experimentación mental, que permite concebir signos nuevos como un elemento discursivo, abre el camino a las acciones creativas "y trascendentes.
Al mismo tiempo, la creación humana es trascendente cuando se funda en totalidades, cuando rebasa lo inmediato, sin desecharlo, y se dirige a lo mediato, cuando se mueve a lo absoluto y aprehende el cosmos humano en relación con el Universo. El lenguaje metafórico, por sus especificidades hermenéuticas, semióticas heurísticas, etc., es un medio imprescindible por excelencia del espíritu humano."El espíritu presiente; las creencias ratifican. El espíritu, -enfatiza Martí– sumergido en lo abstracto, ve el conjunto; la ciencia, insecteando por lo concreto, no ve más que el detalle. Que el Universo haya sido formado por procedimientos lentos, metódicos y análogos, ni anuncian el fin de la naturaleza, ni contradice la existencia de los hechos espirituales".
Hoy día, repensar la filosofía, con fines enriquecedores, es asumirla en su discurso plural, libre de reduccionismos estériles que simplifican, descontextualizan y matan la vocación utópica que le es inmanente. Por eso no debe soslayar por prejuicios infundados, la metaforización, la narratividad, el buen ensayismo como búsqueda y creación, la poesía como madre de la belleza expresiva, la tecnociencia como fuerza generadora de conocimiento y aplicaciones prácticas, en fin, hacer suyas todas las formas aprehensivas de la realidad que posee el hombre.
La gran obra no se cualifica por la dimensión cuantitativa de conocimientos e información, sino ante todo por lo que dice y suscita para el presente y la posteridad. Precisamente el ensayismo Marinelliano hizo mucho y dijo más…
Se trata de un ensayismo ansioso de humanidad, que no da la espalda al drama humano, porque está consciente que la cultura es por antonomasia sensibilidad humana y rica espiritualidad para bien del hombre.
La concepción de la cultura como ser esencial del hombre y medida de su ascensión humana, acompaña como "duende"inquieto los ensayos de Marinello. Son en sí mismos vuelos cogitativos en perenne búsqueda de bondad, verdad y belleza, Relámpagos iluminadores desplegados con fuerza en el espacio para captar horizontes que esperan, desesperan y guían lo porvenir que queremos y preludiamos.
El ensayo, como literatura de ideas, es en Marinello, su oficio vital como escritor, coloreado por una misión redentora que lo convierte en letra con filo. Un ejercicio meditador que fluye sin cesar por cauces insospechados y tortuosos en pos de alumbrar, más que cerrar.
Es un discurso buscador, abierto, que con infinita fidelidad al género, no dispone, no impone, sino propone para poner, agregar, añadir y decir, siendo. Por eso, más que el tratamiento sistemático del tema, el contenido se impregna de subjetividad y sello personal.
Pensar la subjetividad, dando riendas sueltas al espíritu, es constante vocación del ensayismo de Marinello. Por eso pensó bien a Martí y con hondura accedió a su "selva" de ideas y premoniciones.
La ensayística marinelliana es amplia, vasta y exuberante, pero donde más frutos aporta, en mi criterio, es en la revelación de Martí como totalidad trascendente. Totalidad donde la metaforización del saber, en correspondencia con el discurso martiano, le abren nuevas aprehensiones hermenéuticas.
"Martí, escritor americano"", la obra cumbre de Marinello, según José A. Portuondo, consagra a su autor como el martiano mayor. Al ensayista de profundo pensamiento y sensibilidad, que con miraje de hondura y alto vuelo revelador, descubre en la "selva" del Maestro una trinchera de ideas para todos los tiempos. "Frente a las magnas tareas presentes cobra suprema actualidad aquella estampa en que Martí dibuja al escritor cabal que ha de nacerle a sus pueblos: "Así digno y libre, independiente y sabio, conocedor de los demás y de sí mismo, a la par instruido de inspirado, así ha de ser el que en nuestros días quiera robar una estrella más al cielo para dejarla en la tierra perpetuamente unida a su nombre". Admitamos la sentencia, de lindo romanticismo martiense, y fijemos los ojos en los fundamentos de su mandato. Sigámoslo en su advertencia dialéctica que ordenaba seguir los rumores del tiempo, superando los rumores vencidos".
Un discurso proteico, expresado en imágenes conceptuales o en conceptos ansiosos de vuelo, presente en la totalidad de la ensayística de Marinello, cobra relieve destacado en "Martí, escritor americano". Ensayo de ensayos, capaz de pensar la subjetividad del Maestro en su profunda intimidad, y revelar en ella, todo un universo pletórico de bondad, verdad y belleza, y al mismo tiempo, al hombre de pensamiento y acción.
En "Martí, escritor americano", la crítica literaria y el ensayo, a veces marchan unidos- no olvidar que los límites genéricos son relativos-, pero se impone con soberana autonomía el segundo.
El tema central es Martí, y el Modernismo, una mediación esencial que le sirve de base para revelar las esencias martianas. Un discernimiento de aprehensiones varias, cuya primera parte descubre la relación de Martí con las literaturas europeas, particularmente la española y la francesa, incluyendo las influencias francesas en los escritores de América. También su agudo análisis se detiene en la búsqueda de un camino propio americano, la especificidad de la poesía lírica del Apóstol y con acento especial, lo que diferencia a Martí del Modernismo.
En la segunda parte, la personalidad de Martí, en sus dimensiones varias, es objeto central de la ensayística marinelliana. Énfasis especial adquiere la dilucidación de las causas principales que distinguen a Martí del esteticismo abstracto del Modernismo o de algunos modernistas, porque Marinello también establece diferencias. Aborda a Martí como un creador de inusitada genialidad filosófico – literaria, comprometido con el destino del hombre, y las consecuencias que se derivan de dicho proceder revolucionario para su magna obra con ansia de altura.
Sin embargo, mi propósito no es adentrarme en la polémica Martí- Modernismo, pues aunque no acabada, mucho se ha dicho y hecho después de escribirse "Martí, escritor americano", incluyendo al propio autor. El objetivo es otro: revelar la grandeza ensayística en esta obra, haciendo hincapié en las especificidades que lo cualifican como un ensayo de ensayos, donde el género literario brilla con propia luz, tanto por la forma como por el contenido aprehensivo, permeado de metáforas estrelladas..
Es un discurso, como en la gran mayoría de sus ensayos, de entraña martiana. Tanto penetró en sus exégesis martianas, que a veces las similitudes estilísticas son empíricamente registrables, sin menoscabar lo propio suyo y su consagrada autonomía como escritor.
"Martí, escritor americano", es una joya ensayística literaria, con excepcional vuelo filosófico- cultural. En él están presentes las características más pronunciadas del ensayo como género de búsqueda y creación:, cuya complejidad asume con fuerza expresiva, tanto al concepto, como a la metáfora que dice, sugiere y vitaliza el discurso.
Dr. Rigoberto Pupo
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