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Formación docente en servicio


    1. Una experiencia
    2. De docentes y capacitadores
    3. Una mirada al Diseño Curricular
    4. Reflexiones
    5. Bibliografía

    1) Una experiencia:

    El presente trabajo nace de la preocupación que me generó ver la reacción de los docentes de mi escuela cuando la directora informó que vendrían capacitadores en las áreas de Lengua y Matemática.

    Aquí ya me surgió la primera pregunta: ¿Una capacitación en servicio debe ser impuesta (en cuanto al área y contenidos) y obligatoria? ¿Con qué criterio la directora de un establecimiento elige una capacitación u otra? ¿Por qué no pudimos los docentes opinar, solicitar o demandar aquello qué nos parecía pertinente a nosotros y no a la directora?

    A partir de ese momento, el del notición, comenzaron los problemas.

    El primero fue el de los horarios, dado que reunir a todos los docentes de un ciclo de manera tal que tuvieran hora libre al mismo tiempo y que, además, fuera un día y una hora conveniente para el capacitador parecía una tarea imposible de lograr.

    Más preguntas: ¿Si la directora tiene pensado trabajar con capacitadores durante el año, no puede en febrero pensar en armar los horarios de los docentes para que coincidan al menos algunas horas libres? ¿Cuál sería el rol de la directora en el proceso de la formación? Ella no participa de la misma; entonces, aparentemente, debería coordinar y aunar criterios para que la tarea sea útil a los docentes y a la escuela.

    Ahora, ¿no debería el personal de conducción participar de los encuentros, ser parte de la capacitación? En realidad, yo ni siquiera tengo claro si ellos saben cuáles son los contenidos que se desarrollan en los encuentros.

    Lo cierto es que si la formación es en servicio, es porque es institucional y, como parte integrante de la escuela, deberían acudir a ella ya que la misma debiera servir para realizar aportes al Proyecto Educativo Institucional, el cual nos compete a todos.

    Pero los problemas no terminaron ahí. Los docentes que, obviamente no pudimos negarnos a la orden de la máxima autoridad, emitieron todo tipo de quejas de pasillo; incluidas la desvalorización de la figura del capacitador, percibidas en frases como por ejemplo: "no tienen tiza", "se piensan que porque son universitarios saben mucho, pero nunca estuvieron frente a un grado"; y la complicidad de ver cómo haría cada uno para zafar de acudir a tan "desagradable" tarea como es capacitarse. Entonces, ¿la formación docente en servicio, que en vez de un derecho parece un deber, le sirve o no al maestro? ¿Es una tarea posible? A veces pienso que si diera puntaje… otro sería el cantar. ¿Cómo se podrá acostumbrar a los docentes a no hacer todo por puntaje? No lo se ni es objetivo de esta ponencia.

    A pesar de todo lo antes dicho, las clases de formación continua se iniciaron. Se consiguió armar algún horario no muy prolijo, reemplazando alguien del equipo de conducción a aquel docente que de ninguna manera podía hacer coincidir su horario, y así acudimos a nuestro primer encuentro. Varios docentes, antes que el capacitador pudiera pronunciar palabra alguna, ya estaban emitiendo sus quejas acerca de por qué había que comprometerse con una capacitación si ya tenían suficiente trabajo con todo lo que debían hacer, etc., etc. En conclusión se perdió más de media clase en la discusión. Habrá que pensar qué es para los docentes formarse o capacitarse.

    De docentes y capacitadores

    Ahora, habiendo ya pasado medio año y continuar con el proyecto de formación, puedo decir que también observo otras dificultades a las ya mencionadas.

    Por un lado, los docentes, cada vez más evasivos, hacen la "tarea" que deja el capacitador sólo por cumplir, sin importar si es acorde a lo solicitado ("sino que me diga qué corrijo y listo").

    Además, la mayoría desconoce el Diseño Curricular y si el capacitador deja la consigna de leer un fragmento del mismo no lo hacen o lo hacen muy por encima como para saber de qué se va a hablar, pero sin comprometerse a comprender lo que leen. Y ojo que no estoy aludiendo a un apunte de la facultad (que crisparía los pelos de los docentes que viven lo universitario como ajeno a ellos), sino al Diseño Curricular, el lugar donde habitan los contenidos, propósitos de cada área y lineamientos curriculares que deben saber aquellos que "trabajan con la tiza". ¿Por qué los propios docentes desvalorizamos nuestra profesión? ¿O estaremos desvalorizando el conocimiento? Además, ¿no va siendo hora de que dejemos de ser tan omnipotentes y aceptemos que hay cosas que no sabemos y podemos aprender para ser mejores maestros? ¿O será que a muchos no nos interesa ser mejores maestros?

    Por otro, los capacitadores son, muchas veces, poco claros; dado que no suelen presentar a los docentes el cronograma de las clases con los contenidos que desea abordar en cada una. Además la escasez de tiempo con que se cuenta en cada encuentro hace que los mismos no tengan apertura, desarrollo y cierre, sino que todo quede para terminarse en quince días cuando vuelva. En el siguiente encuentro retomar esto significa que nuevamente se utiliza toda esa clase trabajando lo mismo que la anterior.

    Esto no seria nada si estuviese claro el objetivo, pero el mismo se diluye y lo que se transmite no es claro. Tampoco son claros desde un comienzo en cuanto a la metodología que se empleará durante el desarrollo de sus clases. Pues muchas veces pasa que nos pregunta a los maestros presentes acerca del tema que estamos abordando en el área que le compete y de qué forma, interroga a los demás sobre qué les parece lo que ese docente está contando y en esa discusión poco esclarecedora de adónde se quiere llegar termina el encuentro. ¿Acaso no deberíamos planificar junto con el capacitador o, al menos, tener conocimiento de aquello que desarrollaremos en las clases? ¿No sería más productiva la formación si capacitador y capacitados hacemos acuerdos que tengan en cuenta las expectativas de ambos?

    Me da la sensación de que muchas veces el capacitador termina siendo cómplice del docente que no quiere que lo molesten demasiado y hace algo ligth, como para no perder la posibilidad de que lo vuelvan a llamar al año próximo. En relación con esto se me ocurren un par de preguntas: ¿Cualquier persona que tenga el sello de "capacitador" puede formarnos? ¿Qué acuerdos podrían establecerse entre capacitador y docentes que les permita sacar provecho de los encuentros?

    Una mirada al Diseño Curricular

    Si tomamos como ejemplos las áreas de Lengua y Matemática y leemos el apartado "Enfoques para la enseñanza" en el Diseño Curricular para el Segundo Ciclo de la enseñanza primaria, encontramos:

    En el área de Lengua debemos "redefinir el objeto de enseñanza: concebirlo como prácticas del lenguaje implica (…), entender que el aprendizaje de la lengua tiene sentido en la medida en que esté incluido en el proceso de apropiación de esas prácticas.". "(…) formar alumnos no sólo como hablantes, lectores y productores de textos competentes y eficaces, sino también como practicantes activos de la cultura escrita, como intérpretes críticos de los mensajes de los medios (…). "Para formar practicantes de la lectura y de la escritura, es necesario hacer de la escuela una comunidad de lectores y escritores. (…) que acuden a los textos buscando respuestas para los problemas que necesiten resolver (…) que producen sus propios textos (…)" para "tomar la palabra.".

    ¿Esto no nos está queriendo decir que los docentes debemos generar situaciones didácticas para que los alumnos adquieran poder sobre el lenguaje, donde se debata, se lea, y se escriba pero con un propósito determinado? ¿Esto no es distinto a enseñar gramática y ortografía tal y como la venimos enseñando? Entonces, ¿es cierto que no necesitamos formarnos en este aspecto?

    Si damos un vistazo ahora al área de Matemática, siempre en el apartado que hace referencia a "Enfoque para la enseñanza", veremos que sucede algo parecido.

    El Diseño del Primer Ciclo nos dice que el desafío "consiste en llevar adelante una enseñanza que les permita a los alumnos aprender matemática haciendo matemática". "Hacer matemáticas, es un trabajo del pensamiento, que construye los conceptos para resolver problemas, que plantea nuevos problemas a partir de conceptos construidos, que rectifica los conceptos para resolver problemas nuevos, que generaliza y unifica poco a poco los conceptos en los universos matemáticos que entre ellos se articulan (…)".

    Y el Diseño del Segundo Ciclo nos dice: "(…) Los alumnos deben aprender a explorar y resolver problemas cuya resolución no resulta evidente de entrada, deben argumentar acerca de su validez, deben ser capaces de comprender y aplicar las propiedades que forman parte de una cierta construcción teórica, deben poner en juego técnicas que les permitan operar, deben memorizar resultados que forman parte de un sentido básico de lo numérico…".

    Sólo con estos breves párrafos extraídos ya podemos darnos cuenta que no podemos los docentes seguir enseñando abstracciones para después ejercitarlas con problemas de aplicación. Acerca de nuestra tarea dice el Diseño: "(…) el docente planteará problemas complejos y ayudará a los niños a sostener la búsqueda de soluciones, coordinará la interacción entre ellos proponiendo nuevas preguntas a partir de los debates que se sostienen, producirá formulaciones de las ideas que circularon en un momento de trabajo, promoverá prácticas para provocar el dominio de las herramientas que se ponen en juego, explicará cuestiones nuevas, necesarias para avanzar con el desarrollo de su proyecto didáctico."

    Entonces, ¿no podríamos organizar las jornadas de capacitación para leer el Diseño Curricular y actualizarnos, para crear proyectos acordes con los nuevos enfoques de enseñanza y los contenidos, pero también apropiados para la institución particular en la que estamos trabajando? ¿No podemos pensar estrategias a nivel equipo de trabajo donde de primero a séptimo grado aunemos criterios en cuanto a los procedimientos que los niños deben aprender que le sirvan a lo largo de toda su escolaridad?

    Tal vez va siendo hora de que podamos pensarnos desde otro lugar que no sea sólo el de obedecer, acatar y hacer. Pensemos en un rol activo del docente, porque sólo así podrá ser crítico de lo que hace y podrá decir lo que piensa y siente; porque sólo así podrá tomar parte en las decisiones que lleven a la cohesión de ideas pedagógicas dentro de la institución de la cual es parte; porque sólo así se puede crear una propuesta pedagógica institucional, donde el aula no sea una isla, sino el lugar donde se ponen en práctica los acuerdos realizados con los compañeros en la tarea compartida de trabajar en equipo. ¿No puede una propuesta de capacitación en servicio ser la vía que nos permita concretarlo? ¿No podríamos de esta manera crecer como docentes y como personas, tomando parte activa y críticamente?

    2) Reflexiones

    Para empezar, el titulo de esta ponencia ya nos está mencionando tres términos que me parece importante analizar. Formar, palabra definida por el diccionario como "educar, adquirir una persona más o menos desarrollo, aptitud o habilidad."

    En la práctica cotidiana usamos la palabra capacitar, que es definida como: "hacer a alguien apto, habilitarlo para alguna cosa". Preferí usar formar ya que alude a la posibilidad de tener una mayor o menor habilidad para nuestro desempeño, mientras que capacitar habla de habilitarnos para una tarea y, pienso que todos estamos habilitados y aptos, de hecho ya somos docentes, la cuestión está en que podemos perfeccionarnos.

    Los otros dos términos hacen referencia al docente, como aquella persona que será capacitada y a la escuela, como el lugar donde se practicará la formación.

    a) Acerca de la formación:

    Hablemos en primer lugar de la formación como la acción de ayudar a alguien a volverse más capaz para una determinada tarea. Esto, a su vez, lleva implícito que ese "alguien", en este caso un docente, reconozca como propia esa necesidad de ser más capaz. Lo cual quiere decir que el docente debe aceptar que no está totalmente formado y, por lo tanto, la formación continua es útil para él.

    Sabemos bien que esto ya es sumamente difícil dado que somos tan omnipotentes que muchas veces pensamos que la "experiencia" ya nos enfrentó con todo lo que tenemos para aprender. ¿Por qué no pensar que la formación continua es un derecho que tenemos los docentes que nos puede ser útil para ser mejores profesionales? Que no es nada más ni nada menos que el derecho a la reflexión sobre nuestras prácticas y sobre el contenido. Reflexión que es fundamental para pasar a ser sujetos activos y participantes, capaces de transformar situaciones conflictivas y de tomar decisiones. Reflexión que nos permite ejercer nuestro derecho a la reunión, para que las decisiones sean compartidas; a peticionar y a reclamar a nuestras autoridades por aquello que creemos justo o no, por aquello que nos permite crecer y aprender y nos forma como docentes y como personas. ¿Por qué dejar que la directora elija por nosotros acerca de qué debemos capacitarnos? Pensemos que, como dice Roberto Gargarella, "el socavamiento de la libertad de expresión afecta directamente el nervio principal del sistema democrático".

    Por otro lado, además de pensar en la figura del docente me parece que hay que pensar en la del capacitador también; dado que una vez que el maestro acepta como pertinente la tarea de formarse, ofrece esta tarea a alguien en quien puede confiar, porque tiene que reconocer que le falta algo que esa persona le puede dar. Y hay una cuestión más que es que debe estar dispuesto a hacer el esfuerzo de trabajar por incorporar eso que necesita.

    Pero siguiendo con el capacitador, él debiera estar informado de cuál es la realidad del docente y de la escuela donde se desarrollará la formación, y pensar la oferta en función de la misma. Así habría que buscar que se dé el juego, a mi entender necesario, entre alguien que reconoce que algo le hace falta y otro que tiene algo para ofrecer que, conociendo la situación y sabiendo lo que al otro le hace falta, puede serle útil en algo.

    De esta manera se generaría un vínculo entre ambos que les permitiría llegar a un mínimo acuerdo sobre la tarea que van a compartir y, por qué no, sobre los resultados esperables por ambos. ¿Podría cualquier capacitador ser pertinente para cualquier escuela? También es cierto que no es tan sencillo lograr que esto no sea una lotería; pero se deberían arbitrar los medios para que el capacitador conozca la situación de la escuela y los docentes con los cuales trabajará.

    Desgraciadamente, la experiencia me muestra que, además de que al docente le cuesta reconocer que necesita una formación continua, en una situación de capacitación, no habla de sus expectativas. ¿Por qué? Por lo general, el capacitador cuenta acerca de qué se va a trabajar en los encuentros, da bibliografía para que los docentes lean, se debate sobre dichos textos, en algunos casos se ponen en práctica con los alumnos sugerencias dadas por el capacitador en algún encuentro, se realiza un ejercicio de evaluación y mucho más no hay.

    Es raro que pregunten qué pretenden los docentes del curso, qué contenidos les gustaría trabajar más en profundidad, etc.; como así también es raro que los maestros planteen lo que quieren abiertamente y en forma grupal. Más bien cumplen con lo solicitado. Un cambio de posturas, ¿no haría de la formación en servicio un elemento placentero y útil para los maestros? ¿De quién es la responsabilidad de que no se cumplan nuestras expectativas? ¿No tendremos nosotros algo que ver en eso? ¿Qué hacemos nosotros para decir acerca de qué nos serviría formarnos? ¿Qué hacemos para pedir el capacitador que queremos? ¿No podríamos ser capaces de construir un proyecto donde estén expresadas nuestras necesidades e intereses, y aceptemos la colaboración de un capacitador en este recorrido?

    b) Acerca del docente:

    El segundo concepto que les propuse trabajar es el de "docente". La figura del docente es hoy en día una figura crítica, dado que está bastante más cuestionada que años atrás y además, en la actualidad, la información que brinda un maestro y la institución escolar compiten con otras fuentes de información extraescolares de donde los niños obtienen datos de la realidad. La tarea de enseñar es bastante difícil.

    Docentes que intentan transmitir fundamentalmente el valor de la palabra escrita y niños que procesan la información desde los desafíos de los videogames o la televisión.

    Estos son motivos para empezar a pensar que la tarea del docente ya no puede centrarse en transmitir información, sino en brindar estrategias que a los alumnos les sirvan para aprender a aprender. Dice Tedesco, "…, el desarrollo de la capacidad de aprender implica tener amplias posibilidades de contacto con docentes que actúan como guías, como modelos, como puntos de referencia del proceso de aprendizaje…". Desde esta concepción, debemos asumirnos como profesionales autónomos y creativos, comprometidos éticamente con nuestro trabajo, promotores del aprendizaje durante toda la vida y responsables de los logros obtenidos o no con nuestros alumnos.

    Desde esta perspectiva, creo que un docente que pueda ser guía de sus alumnos en la construcción de sus aprendizajes, debe también construirse. Ese proceso en cada uno de nosotros pienso que comienza cuando tomamos la decisión de estudiar esta carrera, que indudablemente habrán sido diferentes en cada caso particular. Ahora bien, una vez tomada la decisión recibimos una formación inicial, la cual tampoco es la misma en todos los casos. Es probable que los actuales estudiantes de la carrera docente estén siendo formados para poder ser guías en el proceso de construcción de aprendizaje de sus futuros alumnos. Me pregunto, ¿todos nos formamos de esta manera? Si la respuesta obvia es no, ¿cómo cubrimos ese bache? Es aquí donde me parece hay que avanzar un paso más en la construcción de este docente, que somos y seremos en formación, y hablar del desempeño como profesional.

    En este punto me gustaría mencionar un hecho que me parece gracioso y penoso a la vez, que es la distancia tan grande que hay entre la formación en las prácticas y residencias del profesorado y la realidad una vez que tenemos nuestros propios alumnos.

    En realidad, lo que me resulta más incomprensible, es que mientras estamos estudiando criticamos las prácticas pedagógicas de los docentes que las llevan a cabo, analizando lo que se debe y no se debe hacer; y cuando asumimos nuestro rol docente una vez recibidos hacemos muchas de esas cosas que antes criticábamos.

    Volking, en una conferencia dada a propósito de la capacitación docente, decía "…que la actividad docente está instalada más en el lugar de la artesanía práctica que en el lugar de la investigación teórica". Esto hace que le demos un valor inconmensurable a la experiencia y desestimemos el estudio permanente. Busquemos la forma para que la teoría sea enriquecedora de nuestro quehacer diario y viceversa.

    Debemos tener claro que de lo que se trata es de ser críticos de nuestra propia práctica docente, asumiéndonos realmente como profesionales en formación. Tengamos en cuenta que si la realidad cambia, los alumnos cambian, y los modelos que necesitan los chicos cambian. Desde esta perspectiva no se puede decir que el desempeño profesional sea únicamente la experiencia que vamos acumulando en el aula. Sin duda que esa experiencia es sumamente valiosa, pero nuestro compromiso está en poder articular la formación científica de la disciplina que enseñamos con la formación pedagógica.

    Tanto la investigación científica como la investigación pedagógica avanzan año tras año. Entonces, ¿podemos quedarnos únicamente con nuestra experiencia en un aula, en una escuela? Son estas las razones por las que sostengo que en nuestro desempeño como profesionales debemos incluir a la formación continua, reconociendo nuestra necesidad de ser más capaces para el desempeño de la tarea docente. "Esta formación es la condición necesaria para que el propio docente tenga las capacidades que le permitan aprender a lo largo de toda la vida y sea capaz de trasmitir esa capacidad a sus alumnos". Llamo la atención en esto porque no hay suficiente tradición en nuestra sociedad de asumir al que enseña como alguien que debe ubicarse automática y permanentemente en el papel de aprender. ¿Un docente no eternamente alumno?

    c) Acerca de la escuela:

    Ahora bien, la capacitación ha sido tradicionalmente efectuada en establecimientos fuera del lugar de trabajo. El docente asumía su necesidad de formarse, y lo hacía solo, para satisfacer una carencia individual en aquel lugar donde se dictaba el curso que necesitara.

    En la actualidad, experimentamos otro tipo de formación que es aquella que se realiza en servicio, es decir, en la institución en la cual estamos trabajando.

    ¿Por qué en la escuela donde trabajo?

    Porque cuando yo enseño, no puedo enseñar desde una visión individualista y aislada, sino que debo enseñar teniendo en cuenta el proyecto institucional de la escuela en la cual me desempeño. Los docentes debemos asumir que nuestra práctica profesional está vinculada al proyecto del establecimiento del cual formamos parte, y a la relación con la comunidad (familias). Es decir, que la formación debe estar orientada a favorecer el trabajo de esa institución en particular.

    "Apoyar los programas de capacitación en servicio en las necesidades del establecimiento escolar, (…), tiende a favorecer el trabajo en equipo y la cultura común".

    Desde esta mirada, los docentes de una escuela somos un equipo de trabajo, donde la tarea que realiza cada uno tiene un objetivo en común, establecido en el Proyecto Educativo Institucional. Así, no hablamos de necesidades individuales o de "cada maestrito con su librito", sino de necesidades institucionales, donde todos los protagonistas estamos dando y recibiendo, porque construimos con otros.

    Hablamos también de trabajo en equipo donde pueda generarse una comunicación rica y fluida y donde se discuta y reflexione, como derecho, acerca de nuestras necesidades. ¿No es esta la manera que nos permitirá llegar a acuerdos que nos hagan cambiar y crecer, sin que el cambio nos dé tanto miedo?

    3) Conclusión:

    A lo largo del presente trabajo he intentado revalorizar la formación en servicio, no sólo como la posibilidad que tenemos los docentes de aprender más sobre algún contenido científico o una propuesta didáctica innovadora; sino como la posibilidad de ejercer un derecho, de crear propuestas pedagógicas que nos permitan crecer y construirnos en esta tarea permanente de cualquier ser humano que es aprender:

    Ejercer nuestro derecho a reflexionar sobre nuestras prácticas, partiendo de los problemas de la institución, en el seno de un equipo institucional docente que sea capaz de discutir en el marco del respeto por las individualidades y las distintas opiniones, donde el llamado "equipo de conducción" sea parte del equipo que formamos todos los maestros de la escuela y no quede al margen sino integrado; donde el llamado "personal de ejecución", sea capaz de peticionar a sus autoridades responsablemente por aquello que cree es conveniente a la institución, incluida la propuesta de formación en servicio que espera que se le brinde; y donde la escuela sea un espacio para la formación permanente y un lugar donde existan vínculos de confianza mutua. Dice Daniel López: "(…) confianza entre los docentes para acordar principios, para trabajar con encuadres compartidos, para abrirse a la discusión en la comunidad educativa y desarrollar planteamientos críticos y autocrítica". Yo agregaría además, la confianza entre docentes y capacitador, para que este último se convierta en un gría que ayude a aunar criterio y amplíe las posibilidades de debatir y de crear propuestas pedagógicas que nos permitan crecer y seguir construyéndonos como docentes.

    Formarnos y construirnos como docentes implica aprender durante toda la vida. El aprendizaje es un proceso que comienza cuando nacemos pero que no tiene fin. Nuestro aprendizaje como docentes también es un proceso, que comienza cuando decidimos estudiar esta carrera, pero que seguirá en construcción mientras trabajemos dentro de una institución escolar (para muchos mientras tengan vida).

    Vivimos en una sociedad en permanente cambio. Los desafíos que se nos presentan año tras año cambian. Nosotros y las escuelas debemos cambiar. Pero para poder cambiar debemos prepararnos individual y colectivamente, de manera tal de poder crear institucionalmente proyectos que le sean útiles a la comunidad educativa.

    ¿No les parece que la formación en servicio puede ser una herramienta útil para permitirnos crecer tanto individual como institucionalmente?

    BIBLIOGRAFÍA:

    • Diseño Curricular para la Enseñanza Primaria, Segundo Ciclo, año 2004.
    • Gargarella Roberto,"El derecho a la protesta. El primer derecho.", año 2005.
    • López Daniel, "Los vínculos de confianza en la enseñanza", apuntes del Instituto Cacho Carranza, UTE.
    • Volking Guillermo, "¿La capacitación docente en la escuela, una tarea posible?, conferencia.
    • Tedesco Juan Carlos, "Profesionalización y capacitación docente.", conferencia dada en Córdoba y publicada en internet.

     

    Por:

    Alejandra Paula Gómez