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Lema: El jardín de los deseos (página 2)

Enviado por Sixto Sanz Cabrera


Partes: 1, 2, 3, 4, 5

que esa tarde no la vemos;

dónde estará ya tu gracia

de una dama tan altiva,

haciendo de la risa burla

y de la burla, risa?.

GRACIELA -. (Cerca de la fuente).

Señores, aquí me tienen,

ustedes en su presencia:

Mi figura ya reluce

al agua, que salpicotea

de esta fuente que es tan bella.

TODOS -.

Vimos el Sol que reluce,

vimos la gracia entera,

de ésta dama tan hermosa

y a otra parte con ella;

la música del estribillo

y a paladear la siesta.

Van saliendo los actores por el mismo sitio que entraron, excepto Graciela, que se va junto con Mari Paz y Anacleto; quedándose solo en escena, Antonio Pedro.

ANTONIO PEDRO -. Siento, yo no se que siento,

por ésta mocita altiva,

de gracia llena en su cara,

de risa y simpatía.

Para mí la quiero yo,

mas para nadie me quite

este pesar de mi cuerpo

y esta mi gran desdicha.

Esta sangre, que me fluye

a borbotones, en seguida,

por todo mi Ser, me corre

el rojo líquido encendido,

como ascua de pasiones

y como huracán maldito.

Sale Antonio Pedro por donde entró y aparece la señora Mari Paz, por el camino derecho del escenario.

MARI PAZ -. Por algo dicen por ahí,

que el cariño siempre es ciego;

este afecto que tengo

no debe haber abierto los ojos,

ya que conmigo siento

un cariño infinito

a ese mozo de ensueño.

Mas; ¡pardiez!,

que es tensión

este cariño en mi cuerpo,

que me corre por las venas

de abajo arriba;

yo siento.

Me suena un Mirlo al oído

y me recreo con ello,

al escuchar efusiva

palabras que no salen al cuento,

de persona viva en la tierra,

ni tan siquiera entiendo

cómo puede una ver

decenas de pájaros al vuelo,

pues ni tan siquiera hay uno,

que revolotee en medio

de este jardín frondoso

y en cambio yo lo presiento.

Se que afecto le tengo:

¿Mas cariño será bien

le coja yo por dentro

de mi Alma algún día,

si esto yo no lo puedo,

ya que esta alianza (Enseña la alianza)

me dice que yo no puedo?.

Sale a escena Antonio Pedro por el lado izquierdo del escenario.

ANTONIO PEDRO -. Saber, que el Sol ya reluce

en este día tan bueno,

de promesas y de altivos

parabienes de una fiesta.

En mi frente el pensamiento

y en mi dicha una promesa;

que he de ver a esa chica

enamorada por ella.

MARI PAZ -. Picas tú muy por arriba;

mas despacio hay que verla

bramar halles de amores,

poco a poco a ella

Esa chica, a ti te adore

en cuanto yo lo sostenga

esos lazos de misterios,

que guarda dentro de ella.

ANTONIO PEDRO -. Pienso: ¡pardiez!; que está tenaz

ésta señora en su apuesta:

Alguna idea me da,

si no la pica a esta

el gusanillo, ya tal vez,

la encuentro de aquel galán,

que enamora a su doncella.

… Señora…, Mari Paz, usted,

que adivina el pensamiento:

¿A caso lo da por cierto

este cariño que tengo

dentro mi ser; mi cuerpo?.

Parece arder, según entiendo,

a su mismo pensamiento,

en un querer infinito

y en altivos devaneos,

de sentirme en el Olimpo,

con mi musa, ya por dentro,

todo mi ser me responde,

llevándome ya muy lejos,

al paraíso del amor

y sentirme camafeo

de su juguete preferido;

en sus manos yo me veo.

MARI PAZ -. No me confundí yo ya,

al sentirte muy adentro

tus profundos sentimientos,

hacia esa chica lejana

de enamorado ensueño.

Debes atraerla pronto

y tus deseos

de que te siga a ti

y no al otro en su empeño,

de que sea para él

en Espíritu y en cuerpo.

ANTONIO PEDRO -. ¿Tal vez, acaso será?…

MARI PAZ -. ¡Yo!…

ANTONIO PEDRO -. La respuesta me la da

con esa personal interjección,

que habla de amor presto

y que me dice su corazón

lo mucho que está sintiendo…

MARI PAZ -. A mi Anacleto, le siento

muy dentro de mi;

un tiento,

un tiento de amor y virtud,

como la mujer que ama

a su hombre, aquí por dentro.

Se da la señora Mari Paz uno tortazos en el pecho.

ANTONIO PEDRO -. ¡Ya veo!; ya veo lo siente

más que nadie usted por dentro:

Ese amor la está quemando

y resplandece en su pupila

con una luz algo intensa

y la fiebre en su frente,

cuando divisa a la persona,

que enamorada la tiene.

Entran en escena, por la derecha, Graciela, seguida de Juan Carlos y acto seguido se ve aparecer por la izquierda a Anacleto.

ANACLETO -. (Piensa).

Alguna cosa se trama,

en este jardín esta tarde

y a porfía que yo creo

sea cosa inflamable;

pues si se toca el corazón,

son fibras, que por una parte

nade sabe de su arte:

Si tú crees, responde o no,

de una manera no obstante

se portan de otra manera

diferente al instante.

JUAN CARLOS -. (Piensa).

¿Será coincidencia, o no,

el que estemos, aquí esta tarde;

pero a caso se yo

lo que en la escena se trame,

de este círculo, el jardín,

se añore, o se ame algo?.

GRACIELA -. ¡Señores!, la paz os deseo,

a todos en buena lid,

y con todos me recreo

en esta tarde en el jardín,

de las flores sus olores

y de sus colores, lo veo

lo agradable se está aquí.

ANTONIO PEDRO -. Piropos oigo tirar

a las flores y a sus colores:

En cambio no oigo yo dar

ni un saludo a la concurrencia

de los que aquí estábamos ya;

y por buenas, ni por malas.

GRACIELA -. De esta dama complacida,

veo, por tus deseos;

esa flor, con esos pétalos,

que aterciopeladas hojas,

forman el aura erguida

de una aureola marchita.

ANACLETO -. ¿Marchita, por qué,

si ha de saberse ya,

la causa de su desdén,

a ésta moza consentida

por sus gracias y sus encantos,

que lleva su faz hendida.

MARI PAZ -. Que estoy, aquí yo, Anacleto

y en toda tu vida,

me tirantes las lisonjas,

que a esta moza altiva,

la acabas de llenar

de olores buenos en perfumes

con los piropos a la diva,

que la acabas de decir

frente a esta fuente

y en mi presencia, adivina

estas gentes nobles y buenas,

algo de interés se atisba.

ANACLETO -. Yo…¡Mujer!; que va:

No me creas un galán…

MARI PAZ -. ¡Que va!, ¡que va!, ¡que va!…

ANACLETO -. No me creas un galán

saltando tapias y corrales

de gallina ajena en mi vida;

puesto que soy yo fiel

con la mujer que me admira…

MARI PAZ -. ¡Eso!; que te admira…

ANACLETO -. Por lo menos compañía,

y me muestra un cariño,

como ninguna todavía,

me ha mostrado de fe

de su alta simpatía.

MARI PAZ -. Mas demuéstramelo ya

piropeando mi presencia

en mi misma compañía.

Da un paso hacia adelante Graciela, para atajar el mal entendimiento del matrimonio.

GRACIELA -. No se haga, ya, ustedes

un mingo por mi persona,

que esta moza no sueña

con gente de poca monta.

MARI PAZ -. ¡UHF!.¿Qué dice?.

ANACLETO -. ¿Qué gente es esa?.

(Temblando a la vez).

GRACIELA -. Me refiero yo mas bien

al agua que corre lenta

e invitando a beberla

se para en el remanso;

mas si el sediento contempla

un momento su cauce,

verá que no corre pura,

ya que arrastra tras de si,

con cierta ternura,

una grata compañía,

que el destino la unió,

para en su lenta corriente,

la acompañara en la vida.

MARI PAZ -. En la vida, y hasta la muerte.

ANACLETO -. (Piensa).

Menos mal que hay un hasta,

pues si no: ¡Pobre de mi!.

El hasta se convertiría

en cuerno hueco; por vida.

JUAN CARLOS -.¡Bonito recibimiento!,

el que se da esta tarde,

aquí en el jardín;

entre bellas amapolas, jazmines

y nardos frescos.

Ya que ellos si han dado

el recibimiento adecuado

a esta dama y a su cuerpo.

MARI PAZ -. Cuando yo entré, se movieron

un algo las flores frescas:

¿Tal vez un mensaje me mandaron

de que hoy no es mi día?.

JUAN CARLOS -. Señora…

MARI PAZ -. ¡Señora!.

JUAN CARLOS -. ¿Cómo la he de llamar?.

ANACLETO -. Señora, ¡caray!, y en paz.

MARI PAZ -. Me hace mayor y lo siento

como ninguna todavía,

lo ha sentido en su seno,

al decir señora querida.

GRACIELA -. De querida no ha hablado

este mozo, me acompaña,

que la ha llamado señora

y el modismo no existía

en su boca ni en su pensamiento;

de ser señora querida.

MARI PAZ -. A ti no te han dado vela

en esta charla de envidia,

por este galán a esta dama,

contemplándola, la admira.

ANACLETO -. ¡Mari Paz!…Que te pasas

ya un poco;

haber si muestras razón

a lo que te ha dicho el mozo

y no la ilusión

que te dicta esas ganas

de oírte llamar, tú, dama

en vez de señora y amiga;

al saberte ser en la sociedad

como se tiene que ser

y se tiene que andar

en esta vida afligida.

MARI PAZ -. Afligida yo, por nada…

ANACLETO -. Por tus deseos de serlo.

GRACIELA -. De serlo y un día lo fue,

que ahora es señora

y como a señora,

con respeto trataré.

JUAN CARLOS -. ¡Señora o dama, da igual!…

MARI PAZ -. ¿Lo ves, tú; mozo de cuento?…

GRACIELA -. Se refiere; no le importa

tratarla, como le diga usted,

que este bello galán

es educado también

en el pudor de su honra

y en la vergüenza de su dicha.

ANACLETO -. Haber, si no ha de pasar

una palabra mas alta,

que me suene a mi mal

y me enfade con ella.

ANTONIO PEDRO -. Pues yo veo una dama,

que la otra es señora

y por cierto con una gracia,

que a las gentes enamora.

JUAN CARLOS -. ¿Qué?.

ANACLETO -. ¡Ahí va!.

MARI PAZ -. ¿Oigo sensatez?.

GRACIELA -. ¡Que son solo tres!.

MARI PAZ -. ¿Cuántos quieres todavía?.

ANACLETO -. ¡Mujer!; que dice, que somos

tres galanes a porfía.

Se mueven los cinco, dando vueltas a la fuente y como con prisas; unos para una parte y otros para la otra parte, hasta, que por fin se paran mirando todos a los espectadores. Se adelantan uno a uno cantando un estribillo.

2 C A N T A N

GRACIELA -. ¿Qué ve?, ¿qué ve?;

haber que ve,

el que en si porfía

ante la presencia

de esta moza altiva.

ANACLETO -. La gracia y simpatía,

no se adivina, se tiene

en el Alma ya metida;

que por dentro de este cuerpo

arde mas de una llama encendida.

MARI PAZ -. ¿Si supiera este hombre?;

a mi me arde un poco

en mis senos yo llevo

esa lama que me quema,

pero, que comedida yo soy

y no puedo encenderlo,

ni reavivar el fuego.

ANTONIO PEDRO -. ¿Yo quiero decir y saber;

saber por quien está esta diva,

su cariño me abrasa,

como ascua encendida?.

JUAN CARLOS -. ¿Si una me da el cariño,

la otra me da ilusión;

para que en su persona me fije,

sin tener escrúpulos yo

y sin pensar en mi honra

de se un galán celoso,

con el amor de su vida.

C A N T A N T O D O S

En esta trama se cuece

un algo muy superior

hablando siempre de amor

se enzarza en remisión,

esas cruces

llevan dentro

un algo de la pasión,

que provoca firmemente

el cariño y el ardor

de ese fuego tan sublime,

que sale del corazón.

ESTRIBILLO -. Campanillas timbradoras

oímos todos en perdón,

de un divino agobio

muy dentro del ser; señor -.

Haber si llaman campanas

a las voces que oyes dentro,

muy dentro de tus entrañas;

esos tímpanos te adoren

el sentido de lo bello,

el tacto de mil flores

y el olor a bálsamo e incienso:

Por dentro de ti se oye

ese tintinear de antes,

o de ahora en un instante

has oído música tierna,

que las fibras te ablandan

del corazón al momento,

de ser ave, ya paloma,

salida del nido joven,

volando hacia su pareja.

ESTRIBILLO -. Campanillas timbradoras

oímos todos en perdón

de un divino agobio

muy dentro del ser; Señor.-

Nuestro amor es algo hermoso,

que sale de lo profundo,

de lo profundo del Alma

sintiendo ya la pasión

de esa sangre, que en las venas

fluye haces de amor;

esas irradiaciones vivas,

que se ven y no se observan

por fuera de tus sentidos;

pero que sabes existen,

detrás del ser más vivo.

Luces de misterio y henchido

el pecho del amante partido

por dos amores encendido

dentro tu ser, un mirlo,

un canten que llama

a pensar en serlo;

en ser un galán o una dama

como ningún otro ser

haya sido.

ESTRIBILLO -. Campanillas timbradoras

oímos todos en perdón

de un divino agobio

muy dentro del ser; señor.

Salen todos, menos Mari Paz y Antonio Pedro; ambos se pasean por el centro, cerca la fuente, y de vez en cuando se hacen gestos uno al otro, como queriendo romper el hielo conservador, hasta que por fin se atreve hablar Mari Paz. Mientras tanto, hay música ambiental.

MARI PAZ -. Creo saber de cierto…

ANTONIO PEDRO -. ¿Alguna cosa tú sabes?

MARI PAZ -. El interés se te nota

y a la vista está;

pues por saber, te digo:

Que esa dama te aprecia

más, que a ninguno he visto.

ANTONIO PEDRO -. Tal vez en el olvido.

MARI PAZ -. ¡Que no! Por saber, yo digo;

esa dama por tus huesos

está prendada en tino.

ANTONIO PEDRO -. Y yo suspiro, suspiro,

por su querer de moza

y por su aprecio altivo.

Mas; si aun, me aprietas un poco,

por decir, yo digo;

que hay otro galán en medio

de tanto enredo furtivo.

MARI PAZ -. Ahí, quería yo ir

de lleno, para tu alivio,

pues, ya en esta trama,

hay otra mujer que te admira

y tú no te fijas en su gracia,

ni te interesas un poco

por esa mujer ya celosa

de tu cariño y agrado,

por ser correspondida.

ANTONIO PEDRO -. Otra, me dices ya…

MARI PAZ -. Otra mujer que a tu puerta

está mas bien por llamar,

por hablarte a ti algo,

al oído que te suene

a música celestial:

A decirte que te quiere,

a mostrarte ser tu esclava…

ANTONIO PEDRO -. La ingrata está por llegar.

MARI PAZ -. A calmarte tus agobios

y a decirte que te quiere

con una dicha impar.

Esa mujer, a ti puede

hacerte soñar el sueño

de los Ángeles en el Cielo

y hacerte vivir una vida

entrañable, por supuesto.

ANTONIO PEDRO -. ¿EA mujer está cerca?

MARI PAZ -. Mas cerca que nunca ha estado.

ANTONIO PEDRO -. ¿Esa mujer me habla;

me dice cosas a mi,

que me sientan como estrofas,

como estrofa musical?.

MARI PAZ -. Te dice que a ti te quiere

y te ha querido a ti siempre,

desde el día que te viese.

ANTONIO PEDRO -. Ese amor es imposible.

Mari Paz arrimándose un poco mas a él y sacando el pecho, se expresa con ansiedad.

MARI PAZ -. Ya te lo ha dicho a solas,

que te quiere, que te ama

y te lleva muy dentro,

adentro de su corazón.

ANTONIO PEDRO -. Así se empieza un poco

y en algún tiempo muy corto

se encuentran los dos amantes

confundidos y sin aplomo.

Ese amor no puede ser,

por no ser un amor correspondido,

de igual a igual en cariño;

ya que hay trama

y por supuesto gorda,

que el matrimonio nos separa

sin otro adiós; una falsa.

MARI PAZ -. Si esa mozo no acepta;

ya sabes lo que te depara,

a ti, tu suerte en el cariño

y a mi: La ilusión más grata.

Sale Mari Paz, sin mediar mas palabras y se queda Antonio Pedro pensativo por dicha conversación.

Siempre hay música ambiental al fondo. La ve coger un cesto de ropa y dirigirse a su boardilla, y allí, en la boardilla, la tiende.

ANTONIO PEDRO -. ¿Será verdad lo que oigo?

Este cariño que tengo

es poco correspondido

por el cariño de esa dama

y ni, tan siquiera me aprecia

a mi un algo de ensueño;

me haga vivir la vida

con ilusión, un tiento

la tiraré a la moza,

que la mujer me ha avivado

el sentimiento dormido

de amar y se amado…

¡Pardiez!; que estoy aturdido,

o tal vez un poco asustado

por la declaración de amor,

que me ha hecho con cuidado

esa mujer en secreto

acercándose a mi, me ha dicho;

me ha hablado de amor un poco.

Entra Anacleto en escena y entra por el lado izquierdo. Al verle Antonio Pedro, hace como un aspaviento: Se queda pensativo un instante para en seguida replicar.

ANTONIO PEDRO -. Suerte tiene usted en la tierra,

suerte de ser varón;

pues a las doncellas encierra

en esa caja: Su corazón.

ANACLETO -. ¿Me dice, usted, pues al momento…?.

ANTONIO PEDRO -. Al momento y por resto,

que su gracia es impar,

con las mozas casaderas,

y las que han de casar.

ANACLETO -. (Piensa).

Algo sabe el chulapo,

que prenda no quiere soltar…

ANTONIO PEDRO -. Saber entender, entiendo,

cómo se puede amar;

pero con tanto frenesí

no se puede desconfiar,

ese cariño que tiene

la moza por esos huesos,

los suyos, que usted ya porta

en su vida angelical.

ANACLETO -. Tanta ilusión me enciende

esa llama inmortal,

de los dioses en el Olimpo

y la música ambiental,

de una estrofa ya tirada,

que me diga algo igual;

como, que esa moza me aprecia

y está por mis huesos ya.

ANTONIO PEDRO -. ¡Que va!, ¡Que va!,….¡Que va!

ANACLETO -. ¿Usted sabe algo más?

ANTONIO PEDRO -. Se que esta tarde le espera

en su boardilla escondida;

dentro su celosía,

alguna nota habrá,

como suene a música

romántica de verdad.

ANACLETO -. Allí estaré raudo…

¿Mas la hora, qué será?

ANTONIO PEDRO -. Las cinco en punto

y en paz.

ANACLETO -. Por dios, que están por da.

Corro a mi cita sin remisión

para mi pobre Alma estampar

ese sello de esperanza,

esa divisa inmoral.

Sale Anacleto corriendo hacia la cita que le ha indicado Antonio Pedro. Entra de inmediato Graciela por la parte derecha del jardín.

ANTONIO PEDRO -. Veo salir el Sol,

todos los días,

veo abrir la amapola

y presentía

algo en mi adentro

aquí, muy mía,

la cosa en si me hervía

sin contemplaciones

en esta mi vida:

Pero al ver esos ojos,

llama resplandeciente;

ya no se si de hinojos

invoque, impotente,

su gracia de verme,

su aliento de siempre.

GRACIELA -. Estos mis ojos

ven a un mozo,

siempre presente;

está en mi mente.

Un galán celoso

de mi cariño,

de mi presencia,

de mi persona;

por mi aliento

todos los días

de su vida el mozo

respire contento

por ver que le quiero

y no le rechazo,

por estar mi persona

por él, un buen rato

prendada de la suya,

al ser mi amado.

ANTONIO PEDRO -. ¿Tal vez ese mozo

te ha dicho a ti algo,

como de cariño

o de abrazos?.

GRACIELA -. Me dicen sus ojos,

me dice su mirada,

que mas bien me quiere

sin mediar palabras;

no quiere ofenderme,

no quiere abrazarme,

para no secar los ojo,

que tiene esta rosa,

regada al fresco

del rocío nuevo;

regada en el jardín

de los deseos: Me muero.

ANTONIO PEDRO -. ¿Mas no hay otra diva,

que ente en el juego?

GRACIELA -. Serán ilusiones

la que en si se aprecian;

que el mozo es muy suyo

para elegir pareja.

Entra por la derecha Juan Carlos, el cual, ha oído parte de la comidilla, echada a su dama.

JUAN CARLOS -. ¡Pardiez!, que a solas te dejo

y no a mi espalda

te marcas un fleco,

lanzas verónicas

con algún requiebro.

Mas esta dama no escucha

sensatez ninguna;

que tal vez su pensamiento

está, seguro, puesto

en algún otro hombre

que sepa tratarla

con mayor respeto:

Decirla en secreto,

el mucho afecto

la tiene por dentro,

la admira y quiere,

sin ningún aprieto;

que el abrazo es bueno

cuando se consigue

darlo de lleno,

a la moza de tu sueño,

por algo de empeño,

al ser el cariño

de los dos correspondido

y no puedes, por ello,

quedarte quieto.

GRACIELA -. Así se habla:

Con respeto y cariño

de un galán,

que pone la honra

de esa mocita

tan alta en los Cielos.

Entra por la izquierda, corriendo Mari Paz, con cara alegre.

MARI PAZ -. ¡Bendito!; bendito sea

y en su gozo se recrea

esa insigne esperanza

ya por siempre esperada

al que se le da la gracia…

ANTONIO PEDRO -. La gracia matrimonial

y la insignia a su honra,

por se siempre alabado;

que el que bien anda,

bien termina.

Señala Antonio Pedro a Anacleto, que se acerca corriendo hacia la concurrencia y al ver Mari Paz a Juan Carlos entre ella, hace muecas con la cara de desencanto.

MARI PAZ -. ¿Quien fue?: ¡Ah!.

¿Quién es el osado,

que mi dicha ha mancillado?.

EN VOZ ALTA -. GRACIAS VENGO DANDO

A LOS CIELOS, POR MI BIEN,

DE VERME CORRESPONDIDA

EN MI HONRA Y QUERER.

Se acerca Anacleto y al ver a su señora, Mari Paz, y no a la que él creía, susurra.

ANACLETO -. (Piensa).

Esta, aquí primero,

siendo la que yo sigo,

y creyendo algo bueno

en mi noble compañía,

hace un rato entero

con la moza de mis sueños:

Mas sueños que yo tendré;

pues es mi señora primero

y luego es mi mujer,

que después será la moza.

EN ALTO

Señores, aquí me acerco

con gracia y simpatía

a ver a mi señora primero

y no a ninguna otra, en porfía.

MARI PAZ -. Al igual me pasa a mi

con mi esposo muy querido,

que no hay dicha tan enorme

como la que me produce, su compañía:

Esa grata presencia,

como es su persona querida.

Se miran uno al otro y se hacen un gesto de desprecio, a la vez que de desilusión; yéndose el matrimonio cerca de los demás en reunión. Canta Mari Paz.

3 C A N T A R

MARI PAZ -. Esa dicha, yo señores,

no la puedo ni narrar,

por ser dicha soberana

de una insignia celebridad.

La cabeza no la sientes;

ya en si todo da vueltas

y tu cuerpo se mueve

como paja de hojarasca.

Se te calma todo el ser,

de tu Alma principesca,

de ese momento memorable,

con tu risa por bandera…

TODOS -. ¡Sip!…

MARI PAZ -. Por bandera de la buena

y con gracia altanera…

TODOS -. ¡Sip!…¡Sip!…

MARI PAZ -. ¡Ay!; que digo al respecto

de esa gracia sandunguera;

pues se mueve…

TODOS -. ¡Sip!, ¡sip!, ¡sip!.

MARI PAZ -. Pues se mueve…

TODOS -. ¿El qué?.

MARI PAZ -. Que se mueve ya aquí una

como en su misma casa;

tan alegre yo me encuentro

y tan altanera en lisonjas.

TODOS -. ¡Ay!, que moza tan risueña

la que aquí se ha escapado,

esta tarde en el jardín

del deseo, desenfrenado.

Cosa ella dice presto:

Mas, si bien a mi me suena

una estrofa a trompeta,

a cosa rara me suena

como me suena toda ella;

su figura, su portento,

su estar y su talento.

MARI PAZ -. ¡Haber qué talento!.

TODOS -. El talento de una dama,

que lo fue y sigue siendo,

como la que aquí se encuentra,

por señora; desde luego.

Hay un silencio momentáneo por toda la escena y comienzan a pasear unos al rededor de otros. Por fin se queda parado Anacleto mirando a su mujer.

ANACLETO -. ¿Aquel nombre que oí,

fue cosa fortuita,

o fue decisión de algo

por quién estás marchita?

Esa rosa, que es tu persona,

esa esencia furtiva.

MARI PAZ -. Aquel otro que tú pronunciabas:

¿Acaso fue por antojo?

Aquel nombre de tu boca

salía como de hinojos,

postrándote a sus pies; sollozaba

halles de antojo,

por verte junto de él,

su persona y su gracia

pedías a borbotones

un algo de comprensión,

que te escuche y te adore

ese nombre de varón.

Piensa Graciela y Juan Carlos, al unísono compás que hablaban el matrimonio.

JUAN CARLOS -. Esta un nombre ha dado,

hablando fuerte en el echo;

mas será para pensarlo

el nombre que tan estrecho

de su boca ya saliera

y a éste hombre se lo diera

en la piltra en compañía.

¿Mas el nombre de quién fue?

¡Pardiez!; si no es el mío:

¿De quién coraje es?

GRACIELA -. Este hombre en compañía

su esposa, susurró un nombre;

ese nombre es el mío,

que lo se por las miradas

pertinentes, que me echa

y su respiración contenida:

Al verme también suspira.

Se miran uno al otro: Graciela y Juan Carlos.

GRACIELA -. Pero; no: No puede ser…

JUAN CARLOS -. Creo ponerme nervioso

y no aguanto yo la escena,

al creer en boca necia,

el nombre de mi amada…

GRACIELA -. ¡No!… No.

JUAN CARLOS -. ¡No!… No…

Salen todos por la izquierda del escenario y entra una señora con un puesto de castañas y un chaval, sordo mundo. El chaval juega con un aro. Entra por la izquierda Mari Paz.

MARI PAZ -. A este yo le empleo

en llevar esta misiva,

a su destinatario contento

le pongo yo luego,

a leer esos renglones

de salsa y de pimienta,

escritos por mi mano

como si fuese ella.

Llama al chaval y por señas le explica la acometida de la carta y éste creyéndola entender, sale por el lado derecho corriendo a más poder.

MARI PAZ -. (Piensa).

¿Qué hace; dónde se dirige?

Este muchacho no me ha entendido

ni una sola palabra.

Al otro se la da,

la acometida esta,

y la enhorabuena

verá realizada

toda su proeza.

¡Pardiez!; ¡que vergüenza.

Antonio Pedro verá

lo que digo en ella.

Sale por la izquierda Mari Paz a paso ligero y se presenta por la derecha Antonio Pedro cogiendo al chaval por el cuello de la chaqueta.

ANTONIO PEDRO -. ¡Haber!; tu a mi dime,

qué dama fue aquella,

que te la ha entregado

la carta manceba,

esta misiva ingrata

que para mi no fuera,

pues nombra a una estrella

luciendo en la Tierra.

¿Haber si es para ese ingrato?:

Mas falso, no hubiera.

El chaval hace gestos con las manos, brazos y cabeza, yendo de una parte a otra del escenario, como buscando a la señora que le dio la carta. De inmediato, entra Graciela por el lado derecho.

ANTONIO PEDRO -. Yo a él, le hago algo…

GRACIELA -. Mas quieto, fandango.

ANTONIO PEDRO -. Pues no mas me ha dado…

GRACIELA -. El chaval no ha hablado;

pues mas bien te he visto vapulearlo.

ANTONIO PEDRO -. Me ha dado un sobe

con una carta y dice algo.

GRACIELA -. ¿Será de buen gusto?.

ANTONIO PEDRO -. ¡Que va!: Si a caso,

es de mal gusto,

lo que aquí se pone

y hay que contarlo.

GRACIELA -. ¿Hay que contarlo?.

ANTONIO PEDRO -. Si; aquí lo pone:

Toma y léela pronto,

a buen recato.

Antonio Pedro, entrega la carta a Graciela y ésta, leyéndola observa atónita, a Antonio Pedro, al que al parecer va dirigida la cata.

GRACIELA -. Ingrata, la ingrata,

diciendo estas cosas,

que saben a poco

entre enamorados;

mas si no lo fuera,

es mas bien cizaña

echada a la lumbre,

que arda pronto

esa llama viva

de algún querer:

De este chico

y alguna chica.

ANTONIO PEDRO -. ¿Lo ves?: Graciela.

En si ya fuera

suspiro o llanto

de algún quejido

hacia su amado.

GRACIELA -. ¿Amado dices:

Mas de qué lado

te encuentras ahora?.

Ya que no aparto

de mi cerebro,

este recuerdo ingrato;

como es esta misiva,

que ama tanto

a este mozo:

Y; ¡ay!.que me espanto.

ANTONIO PEDRO -. ¿Comprendes, pues?.

GRACIELA -. Comprendo presto.

ANTONIO PEDRO -. ¿Entiendes bien?.

GRACIELA -. Entiendo y no quiero

saber una letra

de este escrito, indominioso

y cierto.

Sale Graciela corriendo por la izquierda acompañada de Antonio Pedro. Se agacha el chico, sordo mudo, y recoge la carta y mientras la tenía en las manos, llega Anacleto. El chico sin saberlo, y al asustarse, hace como querer dársela al señor Anacleto.

ANACLETO -. ¿Para mi, esta misiva:

Y aquí qué pone?…

… Galante galán fervoroso…

(Piensa) – Bonito empiece:

Mas al final, pone un algo,

como que brilla

alguna estrella,

más que la rosa;

la rosa aquella

de su pasión.

(Sigue pensando) – Lo sabía; sabía yo esto,

de su cariño,

de su ternura;

yo me acongojo,

yo me sublimo

en dicha cierta,

mas mi Alma

está por ella.

Entra Graciela por el lado izquierdo del escenario a paso ligero.

ANACLETO -. ¿A dónde marcha,

ésta, esa dama,

con su dulzura,

con su hermosura;

corriendo tanto?.

GRACIELA -. Una misiva,

me lleva preso

a mi destino,

que yo no encuentro.

ANACLETO -. Llegaste en buena dicha

a ese, tu destino,

que buscas tanto,

con tal ahínco,

que ver no puedes.

Los ojos ciegos,

los tienes puestos

en tu galán; ese tu hombre

que quieres verlo

tan pronto puedas

y en compañía,

hacer apuestas

de dicha cierta.

GRACIELA -. ¿Sabe usted algo?

ANACLETO -.Se de tu gracia,

de tu cariño

algún ya algo:

Lo pone claro,

esta misiva

aquí en su texto,

diciendo presto

la luz que te ilumina;

sendero cierto.

GRACIELA -. ¡Usted, qué sabe!

Intenta guardarse la misiva Anacleto, cayéndosele al suelo y saliendo prestos los dos de escena por la derecha, mientras por la izquierda aparece, Juan Carlos y Mari Paz.

JUAN CARLOS -. Aquí una misiva,

mas yo ya la cojo;en ella dice algo

de luz y de hinojos

postrado a sus pies:

Me pongo celoso.

MARI PAZ -. Para ti; creo no es,

que es para otro,

pus en ella dice

amarlo, tan solo

a el y su persona,

y quererlo tanto

como se pueda

querer a un mozo.

JUAN CARLOS -. Parece ser letra

de dama enamorada,

queriendo a su amado

como gacela celosa,

mira por los suyos

de alguna rapaz,

defiende a su prole.

MARI PAZ -. ¿Te dice a ti algo,

te asusta el cuento

de verte furtivo;

mas sin tu pareja? -.

¿Tal vez una dama,

te aprecia y quiere,

como esta no supo

hacerlo, con crees?.

JUAN CARLOS -. ¿Me dice usted algo:

Me cuenta sandeces,

o me trasmite cariño

con todas sus preces?

MARI PAZ -. Mujer, a ti hoy

te quiere de firme,

te tira piropos,

te advierte encima

de tus devaneos

con esa mocita,

que no te admira.

JUAN CARLOS -. Intento creer,

que usted me adivina

mis simples pensamientos

y además me admira.

MARI PAZ -. Estás en lo cierto,

de lo que tú dices;

y además por ti…

JUAN CARLOS -. ¿Tal vez, usted, suspira?

MARI PAZ -. ¡Así, se adivina!.

Sale Mari Paz por la izquierda sin esperar respuestas y entra Graciela seguida del muchacho.

GRACIELA -. Ayer, anteayer, me hice un paño

de unos relatos,

mercados por fiesta,

aquí la verbena,

está ya a la vuelta,

dos días que faltan

y esto se aprieta.

JUAN CARLOS -. ¡Aquí unos papeles

lo dicen: Un rato!.

Está ya que aprieta

y me está matando.

Tira la carta al suelo, Juan Carlos, saliendo a paso ligero por la izquierda, recogiéndola Graciela, y ésta después de repasar la misiva, mueve la cabeza en señal de disconformidad.

Se puede oír en todo tiempo una música y de vez en cuando, algún coplista o cantaor consagrado, lanzar sus coplas al viento.

Entra el chaval en escena jugando con un aro y al perder el equilibrio este, se agarra a Graciela para no caerse y ésta sin querer, hace como que le entrega la carta a Anacleto, que estaba entrando por la derecha.

ANACLETO -. ¡Sabía!; sabía será para mi,

esta misiva altiva,

diciéndome en estas líneas

cual es tu ilusión altísima,

por mi persona, tu gracia

está prendada en seguida.

Gacela, de mis amores,

flor del jardín, hermosa,

jazmín que abre al viento

y en sus pétalos los olores

mas finos que yo presiento…

GRACIELA -. ¡Pare!; pare el carro

un momento,

que yo no suspiro por nadie.

Mas mi flor no está marchita

y no digo yo que se trame

algo con mi persona;

algo, con un cierto aire,

de desenfado en los nervios

por ganar m querer de amante.

ANACLETO -. En la fiesta, ya os vemos;

mas tranquilos los recelos

de ser tu enamorado o amante,

que este hombre es una tumba:

Tu fiel servido de antes.

GRACIELA -. Una tumba ya muy muerta..

ANACLETO -. ¿Qué dices?

GRACIELA -. Una tumba silenciosa,

que guarda bien sus secretos,

para que en si nadie,

los pueda ver y saber

ni siquiera tocarla pueda…

ANACLETO -. ¿A quién?

GRACIELA -. A la tuba, que usted proclama.

Se va Graciela por la derecha y Anacleto por la izquierda del escenario, quedándose el puesto de castaña y otro de una tómbola de feria. Juega el chaval en el medio con el aro.

Se observa ambiente de feria y poco a poco van entrando Mari Paz con Juan Carlos, por la izquierda, Graciela con Anacleto y Antonio Pedro por la derecha.

ANACLETO -. (Piensa).- Será, que yo sospecho

algo que a mi me sale;

un mal pensamiento

clavándose en la sien, ante

ese hombre, me arde,

todo mi ser al instante.

Esta, mi señora con este,

y este con agrado le veo.

¡Pardiez!.¿Será que yo divago,

o será producto de mi imaginación,

pues la pelliza a mi no me coge

en todo el cuerpo?: ¡Señor!.

MARI PAZ -. (Piensa). Este con esta en secreto,

y en mi misma presencia.

¿Haber, que pasa aquí;

si es ingrata la doncella?.

ANTONIO PEDRO -. (Piensa) – Ya este de mi se fue

más rápido que la una;

pues en su cara se ve,

que no tiene fortuna.

Ojos de buitre y víbora,

mil miradas maldiciéndome

y ninguna me asusta.

JUAN CARLOS -. (Piensa) – ¡Ah!: Truhán de una vez,

tú me traicionas con una,

yo de ti me vengaré

enamorando a esa dama,

que quiero con mis entrañas,

con todo el amor profundo

me sale dentro de mi

y aun, tú, no puedes saber

lo que ella siente en si.

GRACIELA -. Muy callados, todos juntos

los veo yo a ustedes;

nunca les vi así

sin palabras, que recelo

algún otro pensamiento,

que mi gracia ya no pueda

saber, lo que yo siento.

MARI PAZ -. ¡Que va!; ¡que va!

JUAN CARLOS -. Yo no puedo así decir,

que piense algo en si.

ANTONIO PEDRO -. Mi pensamiento, está completo.

ANACLETO -. ¡Yo!: Yo, no pienso.

GRACIELA -. Será, que lo pienso yo,

al verlos a todos ustedes

mas serios, a todos juntos,

en esta hora festiva,

que marca ya la verbena

de esta tómbola, su rifa,

de ese puesto, sus castañas,

de este chico, el juego,

y de mi persona; la gracia.

TODOS JUNTOS -. ¿El qué?

GRACIELA -.La gracia de ser doncella,

y dama en la verbena.

TODOS -. ¡Ah!.

4 C A N T A R

(TODOS)

En este jardín el amor

brota con sus deseos,

prendada de una flor

con cariño de Morfeo.

Este querer no es fingido;

siendo lindo, por ahora,

que en el jardín florido

se da a todas horas.

Sentimientos amorosos

fluyen como el agua en la fuente,

a borbotones que salen

y a nadie en si perdonen.

ESTRIBILLO -. Este querer no es fingido;

siendo lindo por ahora,

que en el jardín florido

se da a todas horas.

A ustedes, los personajes

los verán como Cupido,

pero en la escena milagrosa

se observa afligido

cada uno con su cosa:

Este amor correspondido,

o dejarlo de ser al tiempo,

que el amado no es fingido.

La trama al lema se acopla,

como la música al nido,

de estos gavilanes, señores,

de estos galanes apuestos,

a sus damas ya cortejan

y no son pervertidos ,

que estos señores son dignos.

ESTRIBILLO -. Este querer no es fingido;

siendo lindo por ahora,

que en jardín florido

se da a todas horas.

La verbena sigue el curso

y todos en si se acoplan

en sus asientos, contiguos,

unos a oros seguidos;

para ver esta acción

de este querer consentido,

de esta dama a su dueño,

o del galán a su cariño;

esa moza ya risueña,

ese nardo afligido,

por ver a su mozo

en brazos de otra

o medio ya convenciendo.

ESTRIBILLO -. Este querer no es fingido;

siendo lindo por ahora,

que en el jardín florido

se da a todas horas.

Sigue y sigue la verbena,

en este jardín florido,

de ensueños y de quereres

y de amor consentido…

Hay un silencio por todo el escenario, solamente roto por el ruido de la aleta de la castañeda o de la ruleta de la tómbola. Se mueven de una parte a otra y el crío corre con más fuerzas, con el aro, por todo el escenario, dando vueltas.

Se escucha una música al fondo o una copla rasgada, de cariños medio rotos…

Inclusive puede ser de camioneros de llaneros solitarios americanos.

MARI PAZ -. ¡UHF!.

ANACLETO -. ¿Qué cosa?

JUAN CARLOS -. La gracia a mi me venga.

ANTONIO PEDRO -. Y a mi su cariño sea.

GRACIELA -. ¿Hay que ver cómo se brega?

No cejan en sus cariños,

ni hacen ninguna apuesta.

MARI PAZ -. Mi Anacleto: ¿Con quién viene?

Si solo, es algo bueno,

mas si en esa compañía

de nada yo que le aprecio.

JUAN CARLOS -. No se sabe, estos tres:

Cada uno con quién viene;

mas si se sabe por cierto,

lo celosa que tú eres.

MARI PAZ -. Eso es tanto decirme,

que en compañía viene

de esa dama orgullosa

y pícara, de quereres.

GRACIELA -. ¿Orgullosa, yo? ¿Y pícara?:

Se puede oír palabras;

mas que duelan como estas ,

nunca se oyeron jamás.

Mari Paz, alzándose un poco la bata y moviéndola de lado a lado, como nervios replica.

MARI PAZ -. Y aun no se ha oído todavía

algunas otras palabras,

que dicen poco a favor

de esa persona maldita.

Una furtiva moza,

que ni sabe serlo,

ni sabe de postura

como dama, perdida

su vergüenza afligida

no encuentro yo adjetivos,

que le venga bien al cuento.

GRACIELA -. Mas mujer, que tú, yo soy.

MARI PAZ -. Y más insensata luego,

con suma picardía,

para conquistar el querer

a los hombres de otras divas.

GRACIELA -. ¿Diva?: ¡Tú!

MARI PAZ -. Por joven yo me tendría,

al lado de tu persona

y como poder, podría

saber lo que tú hacías;

con eso de ser mujer

y lo aparentas en mentiras.

Se agarran al pelo una a la otra y ruedan por los suelos, en una lucha desesperada. El muchacho pega saltos al pie de ellas y salen a verla, la castañeda y los de la tómbola. Después de un buen rato, se acera Juan Carlos a despartirlas a las dos.

JUAN CARLOS -. ¡Basta ya!.Ya está bien,

dejemos la monserga

y atañámonos al cuento,

que en esta fiesta

todo tiene remedio.

El bien con el mal

no casa

y si la bondad entera

de toda una persona,

que la porta y la lleva

muy adentro sus entrañas,

¡aquí!, en su mismo pecho.(Pegándose tortazos).

MARI PAZ -. Bien dicho está esto,

si lo dices con acierto,

con ese fervor al cuento,

de esta moza, es cierto,

que la bondad no fluye

ni existe jamás en su pecho;

mas de plomo ya le tiene

de tantos tiros y aciertos,

como los que le han pegado

en ese, su mismo centro.

ANACLETO -. ¡Mujer!; que te pasas un poco

al poner tanto énfasis

en tus palabras al cuento;

pues esta moza es perfecta…

MARI PAZ -. ¿El qué?.

ANACLETO -. Perfectamente, yo acierto

a decir con picardía,

que es una doncella sencilla

como algunas otras he visto

en este jardín dorado.

MARI PAZ -. Sencilla y tan sencilla,

es esta moza presente,

que para verla ya dos veces

hace falta una escalera

y no pequeña por cierto.

JUAN CARLOS -. ¡EA!.Vamos nos al pueblo,

alejándonos de aquí,

que por causalidad no es huir,

es poner razón al conocimiento

para mediar en la contienda.

GRACIELA -. ¡Si!; los dos juntos os marcháis,

al igual que vinisteis al sitio

de donde la verdad ya supe

y con la vergüenza me encuentro.

ANTONIO PEDRO -. Nosotros por otro lado

nos marchamos al momento,

para seguir la fiesta,

que la diversión es lo nuestro.

GRACIELA -. Me voy con un galán

mas a gusto, que contenta,

al estar bien cortejada

en este jardín de ensueño.

ANACLETO -. Mas yo bien os acompaño,

que la vi yo primero…

ANTONIO PEDRO -. ¿A quién?.

ANACLETO -. A esta moza de ensueño,

a esta varita de nardo

florecida y con dueño.

ANTONIO PEDRO -. ¿Mas, quién es ese dueño?.

ANACLETO -. Un hombre, que por todo lo alto

la respeta y la quiere

con deseos de Morfeo,

a la que en si regale,

mañana temprano,

un lindo camafeo;

con su caja y sus joyas

de collares: ¡Ya lo creo!.

GRACIELA -. Guárdese los collares;

que a esta moza no se compra

mas que con el cariño sincero ,

que un hombre la regale.

Se marchan por la derecha todos los personajes, menos Graciela y Anacleto, que permanecen en escena.

ANACLETO -. ¿Si tú me escucharas?

GRACIELA -. Pero; si le escucho,

señor Anacleto.

ANACLETO -. Mas no de buena gana.

GRACIELA -. Según lo que me diga;

le escucho yo de inmediato.

ANACLETO -. La frase es…

GRACIELA -. ¡Haber que es la frase!.

ANACLETO -. La frase es CARIÑO.

GRACIELA -. ¿Cariño a su gata?.

ANACLETO -. A una dama de dos piernas,

que por ella estoy que ardo.

GRACIELA -. ¿Y la moza le corresponde?

ANACLETO -. Por lo menos me oye algo.

GRACIELA -. Insensatez tiradas al viento

con un amor desenfrenado.

Entra Antonio Pedro por la derecha y se despide Anacleto.

ANACLETO -. Hasta luego, un buen rato.

GRACIELA -. ¿Y ya veremos de qué hablamos?

Se acerca Antonio Pedro, poco a poco, a Graciela y como observándola se para a mirarla bien.

GRACIELA -. (Piensa).¡Otro que tal anda!.

Oro que de buenas ganas,

de amor me hubiese hablado

sino fuese, porque, en la fiesta

las gentes nos están mirando.

ANTONIO PEDRO -. Hay mocita más bonita,

que esta moza embelesado,

me ha quedado afligido

como una varita de nardo.

GRACIELA -. (Piensa).Este se expresa de otra manera

y no sabe el pobre, ni tan siquiera,

el poco aprecio le tengo en presencia,

aunque el hombre es bueno,

no puedo yo hacerla

mía su lisonja

aunque yo quisiera.

(Habla Graciela).Varita de nardo

en buena presencia:

¿Será tal vez tuya,

la figura aquella?.

ANTONIO PEDRO -. En presencia mía

y no de otra persona,

te digo lisonjas

para que recreas

esa tu conciencia,

de ser una doncella

de buena hacienda.

GRACIELA -. Mas yo no laboro

para ningún galán;

el primero se pone

en mi balcón,

tirando piropos,

sin ton ni son.

ANTONIO PEDRO -. ¿Tú piensas en otro?

GRACIELA -. Yo pienso en todo,

aquello me cuadre

y en vez de agobio

me de a mi lisonjas.

Entra el muchacho con el aro por la izquierda y por la derecha, entra Juan Carlos y Mari Paz. Juega con el aro el chaval con tal fuerza, que pega un empujón a Juan Carlos, quedándose delante de Graciela y otro empujón a Antonio Pedro desplazándolo de con ella. Se quedan mirando Graciela y Juan Carlos, cara a cara, con sentido de comunicarse sus afectos, pero en seguida es lo contrario por lo recelosa que está Graciela, con Mari Paz y Juan Carlos.

GRACIELA -. (Piensa).¿Querrá éste algo?.

JUAN CARLOS -. Su mirada altiva

me está conquistando;

mas bien esa diva

me está abrasando.

GRACIELA -. Veo que te has aproximado,

para decirme, tú a mi algo;

de momento espero

te expreses de inmediato.

JUAN CARLOS -. Serán esos ojos, tu mirada fina

la que me saque respuesta,

que no sea fingida.

GRACIELA -. Mejor ser sinceros

en este el trato;

nuestra relación,

y no ser ingratos.

JUAN CARLOS -. ¿Será cosa mía?

GRACIELA -. Tal vez lo sea.

JUAN CARLOS -. Será una manía

este pensamiento,

en que yo creía

tu mirada tuya

a mi me decía:

Me decía algo

de sincera pasión

en tu compañía.

GRACIELA -. Mas tú que imaginas,

no puedes pensar

tus hechos en la vida,

tu Alma te dicta

la conducta fiera

conque te reclinas,

en el gozo altivo

de esa señora

en presencia mía.

JUAN CARLOS -. Mas yo no quería.

GRACIELA -. Pues arrimarte puedes,

que cerca de mi

estás que no vives;

serán ilusiones

o serán aun manías

el pensar que tu dicha

está por esa señora,

con cierta armonía.

JUAN CARLOS -. Mas yo pensarías…

GRACIELA -. De ilusiones se vive

y vive el necio,

que así suspira,

con aliento de sapo

y visión furtiva.

JUAN CARLOS -. Tu aprecio es poco.

GRACIELA -. Mi aprecio es cojo;

anda en muletas

y le falta hinojos

para decirte algo,

que el vuelo a lomo

se está consintiendo

tu pesar de poco:

Verte en secreto

con una señora

y a demás no ignoro,

el mucho aprecio;

te tiene celoso.

JUAN CARLOS -. ¿Celoso me dices?

GRACIELA -. Celoso y baboso.

Entran en medio la conversación los demás, que han estado hablando, mientras tanto entre ellos mismos.

ANTONIO PEDRO -. Se terminó la contienda;

pues ella no quiere

saber de ti nada:

Tal vez es que piensa

en otro galán, que en si ya pueda

cubrirla de gloria

con su sola presencia.

JUAN CARLOS -. Tú lo has dicho,

que no es por decirlo;

pues nunca se sabe

lo que piensa tu vecino.

Media Mari Paz para acabar la disputa por la dama, un poco dolorida.

MARI PAZ -. ¡Se terminó ya todo!;

aquí paz y gloria

y allí, cada cual con lo suyo

lo guarde como pueda,

que no es cosa de venerar

cada uno sus secretos

en esta verbena.

Sala a escena por la derecha Anacleto muy bien ataviado y comienzan a pasear al rededor del escenario todos como pensativos.

5 C A N T A N C A D A U NO

ANACLETO -. (Canta).Mi amor es grato,

mi amor es bueno;

como reparto

con ello entero

un derroche

de simpatía,

con una gracia

hacia esa moza,

hacia esa dama,

que puede ser mía.

ANTONIO PEDRO -. (Canta).Tal vez me quiera

a mi, ella sola;

pues con su presencia

en esta fiesta

me está diciendo:

Que está por ella,

por mi persona,

su talle firme

querer me pueda,

con esa gracia

ya toda entera

de ser una dama,

de ser una diva,

mi compañera.

MARI PAZ -. (Canta).¿Haber este otro,

conque, el, salta?

Si por acaso

hala de amores,

le corto rápido

yo todos los vuelos,

a este palomo

Partes: 1, 2, 3, 4, 5
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