en la cuerda el secador.
ANTONIO PEDRO -. ¡Y qué!: ¿Te gustó al verla?.
JUAN CARLOS -. Calla, Antonio Pedro;
que, ya es superior,
la noticia esta.
GRACIELA -. ¿Habéis oído lo que vio?;
¿Y qué, que te gustó al verla?:
La ropa, me refiero, yo,
colgada en aquella cuerda…
¡Pues no dice lo que vio!.
Entra Anacleto por la derecha y se pone al lado de Graciela como suplicando algo, Graciela le ve nervioso y sospecha de él.
GRACIELA -. ¡Haber, Anacleto, hijo!:
¿De qué maneras son esas,
entrar aquí, tu, en pos
de esta suerte que te apresa?.
ANACLETO -. No es codicia, siquiera;
pues yo no lo quiero ya todo,
que lo que quería cogí
y me salí de repente.
ANTONIO PEDRO -. ¿De donde saliste tú?.
ANACLETO -. (Señala a Graciela).
De la casa de ésta.
JUAN CARLOS -. Otro allanamiento tenemos
cerca de hora y media;
será que tenemos todos
la cabeza, no muy buena.
GRACIELA -. ¿Y tú qué vistes en ella?.
ANACLETO -. (Echándose las manos a la boca y en son de alegría).
Vi, como pude yo,
tu ropa interior, ya puesta.
GRACIELA -. ¿Puesta: Si estaba aquí,
con los dos;
cómo pudiste verla?.
ANACLETO -. Puesta en la cuerda aquella,
tendida para secarse,
con tu blusilla de algodón;
sostén y bragas…¡Señor!.Hace muecas de alegría con la cara.
GRACIELA -. Usted, es un asqueroso, señor;
que no piensa en otra cosa:
No sea una guarrería,
de esas, que, usted, ya piensa.
MARI PAZ -. ¡Haber, que es lo que oigo yo!…
GRACIELA -. Calla, ya Mari Paz
y no tientes a la suerte;
que al igual que él
te has visto
metidita en una casa,
buscando la gata aquella.
ANACLETO -. Y estaba en la tuya, Graciela.
GRACIELA -. ¿La cogió, usted, o no?.
ANACLETO -. La cogí; la cogí debajo…
GRACIELA -. ¿ De bajo, de qué cogió?.
ANACLETO -. Debajo tu cama
vi a mi gata, posadita,
y agachándome yo
del cuello cogí a la felina
y la saqué a la puerta.
GRACIELA -. (Hace un gesto de asombro).
¿En mi dormitorio entró?.
ANACLETO -. Creyendo estabas tú…
MARI PAZ -. ¡Anacleto!; que me pierdes.
ANACLETO -. Creyendo estabas tú
y permiso yo pidiera,
para coger a mi gata
y no te diera una sorpresa.
GRACIELA -. La sorpresa estoy recibiendo:
Con esa cara tan fresca;
me dice, usted, que entró
en mi cuarto… Y por sorpresa.
MARI PAZ -. Anacleto: ¡Eso no!.
JUAN CARLOS -.. Está feo hasta contarlo.
ANTONIO PEDRO -. ¡Vaya con qué valor,
entraste en la alcoba esa!.
ANACLETO -. Pues como si nada, entré,
y salí como si no,
hubiese entrado en ella.
TODOS -. ¡Ya!…¡Ya!…¡Ya!…
Se sientan todos a los veladores: Mari Paz con Anacleto, Graciela con Juan Carlos y Antonio Pedro.Llega el refugiado vendiendo alfombras y a la vez otro señor, vendiendo mecheros.
MARI PAZ -. Este, aquí está diciendo;
que vende alfombras, bordadas,
y ése con los mecheros
al acercase, ya, pide
un dinero consiguiendo.
JUAN CARLOS -. A los dos los hace falta
ese dinero que obteniendo
de las personas a su paso
les hacen ver el Mundo entero,
como se tiene que ver:
Con agrado y no con recelos.
Se acerca el chico con el aro y los tira a los dos lo que ofrecen.
ANACLETO -. ¡Qué chico este, señor!,
pues con, ese, su mismo juego,
está consiguiendo perdón
les demos después de esto – (Hace gestos de pavanas). –
y por lo menos, aquí todos
juntos lo conseguiremos.
ANTONIO PEDRO -. Es una pena entrañable
como le ha puesto
las alfombras, todas de polvo manchadas,
sin remedio a que le compren
ninguna prenda tirada
por los suelos, el muchacho;
y sin ganar dos reales,
se marche, él, a su patria
MARI PAZ -. Mirar como ese moreno
se pone en el puesto castañas;
si hasta creo que la pide
dinero por esa bufanda
ANACLETO -. Que no, Mari Paz, es alfombra;
es que la ves doblada
y eso ni es fleco
lo que parece,
ni es bufanda, ni nada.
El señor de los mecheros después de recogerlos del suelo, le indica al chico, con los dedos de la mano derecha, que falta uno.
ANTONIO PEDRO -. ¿Y a éste, qué le pasa?.
GRACIELA -. Entiendo que uno falta.
ANACLETO -. Estamos aquí, ya, todos…
GRACIELA -. Me refiero a los mecheros;
que falta uno de ellos.
ANACLETO -. Pues haber si le encuentra pronto
y no molesta al chico
haciéndole gestos de infancia,
que a lo mejor le asusta
y le pone de malas ganas.
La castañeda, sale del puesto muy descompuesta y con los brazos en jarra, y mientras el señor de los mecheros se acerca a los actores pidiéndoles le devuelvan el mechero.
ANTONIO PEDRO -. ¿Haber éste, que es lo que dice?.
Si entiendo yo alguna papa:
Creo nos pide el mechero,
y la situación es ingrata,
para nosotros, aquí viendo;
como rateros nos trata.
ANACLETO -. Como sigas, tú pidiendo
el mechero a nosotros
te vamos a dar mechero,
por lo menos una somanta
de palos y de patadas.
JUAN CARLOS -. Por lo menos nos trata
de rateros y viciosos,
y en la conciencia
nos toca, el sentido primoroso.
GRACIELA -. Sin nervios, ni comparsas;
ya que aquí somos honrado
y lo sabemos nosotros,
que el que así no nos trate;
sabrá, en si, como somos.
Se van los vendedores aburridos y haciendo gestos de desenfado, uno por el polvo cogido en sus alfombras y el otro por el mechero perdido.
Se levanta Anacleto, acto seguido, a comprar castañas y al sacar la cartera se le cae, del bolsillo del pantalón, un sostén de talla mayor.Sale corriendo Antonio Pedro y le recoge del suelo.Este acto se produce en poco tiempo.
ANTONIO PEDRO -. ¡Haber lo que trae, aquí éste!:
¿De donde lo habrá cogido?.
GRACIELA -. Esa prenda, muy íntima,
no es de moza ninguna.
ANTONIO PEDRO -. Si; porque mas bien parece
ser de caballería mayor…
MARI PAZ -. ¡Eh!; tú:? Qué dices?.
La caballería será…
¡Bueno!; qué culpa tendrá.
Ese sostén es mío,
que se lo entré yo misma
en el bolsillo del pantalón
para lavarlo en su tiempo:
Y éste se ha puesto la prenda,
el pantalón me refiero,
sin que él lo sepa
y sin lavarle la prenda
íntima, que puse adentro.
GRACIELA -. Qué cosas raras tú haces;
poner, tú, ahí, eso dentro:
¿Se puede saber el motivo
por qué estaba ahí eso?.
MARI PAZ -. Así no se me olvidaba,
para lavarlo yo presto.
ANTONIO PEDRO -. ¡Bonito invento!.
Saborean las castañas entre todos; o por lo menos, hacen que las comen, estando buenísimas.
JUAN CARLOS -. Estas castañas son buenas;
se ve que tratan al árbol
con gusto y sumo esmero.
ANTONIO PEDRO -. Y hasta no hace falta regalos,
por supuesto
en aquella serranía;
que fértil se encuentra siempre
y agua les sobran a ellas.
ANACLETO -. Pues estas están asadas,
que las que no están
se encuentran frescas y tiernas.
MARI PAZ -. Y hasta, si pides, te dan
castañas se pelan solas:
Con un apretón de dedos;
la cáscara tiran, si aprietas.
Se van las chicas por la izquierda y Anacleto, Mari Paz y Antonio Pedro por la derecha.Se quedan sentados en el velador, Graciela y Juan Carlos.
JUAN CARLOS -. Solos nos hemos quedado
en esta hora de siesta,
y yo, te digo que no
me voy, si tú aceptas
quedarte en este velador
conmigo, en mi presencia.
GRACIELA -. Me quedo, te digo yo,
contigo, aquí en la siesta;
en esta hora, aquí solos
para hablar de cualquiera…
JUAN CARLOS -. De cualquier cosa.
GRACIELA -. De cualquiera que se nos venga
a nuestra buena cabeza.
JUAN CARLOS -. O de nosotros, hablemos
sin trabas ni componendas
de dar rodeo alguno,
y ver en qué situación
me encuentro en tu presencia.
GRACIELA -. Te encuentras de cuerpo entero;
que es presencia ya muy grata:
Mas a ti te digo yo…
JUAN CARLOS -. Quiero saberlo ya todo.
GRACIELA -. Te digo, que no es cuestión
hablar de los que se han ido,
ni criticar al ausente,
sin estar delante éste.
JUAN CARLOS -. A eso, yo, no me refiero;
pues lo que quiero saber,
es como está nuestra amistad
pensando en el futuro,
y si acaso ilusión
espero, yo, sin apuros.
GRACIELA -. Nuestra amistad es de dos,
seres, que se aprecian:
El uno pide ilusión
y el otro da la razón,
de que durará, hasta que quiera;
esa amistad de los dos,
si respeto se tuvieran.
JUAN CARLOS -. ¡Pardiez!; que no te saco razón
aunque empeño yo pusiera,
para saber lo que piensas;
de esta amistad, siempre nuestra.
GRACIELA -. Creo, que es muy buena.
JUAN CARLOS -. ¿Pero dime, aunque buena;
si es mas bien superior,
que tanto, tú, me aprecias
para poder algún día
querer…?.
Entra a escena Antonio Pedro por la derecha, acercándose a los dos, en ese momento, cortando la conversación.
ANTONIO PEDRO -. Aquí me encuentro de nuevo.
GRACIELA -. Poco has tardado tú,
y hasta de otra forma
te has presentado,
esta tarde, a la fiesta.
ANTONIO PEDRO -. Gracias, por haberte fijado;
pues no es una tarde cualquiera:
Es la fiesta mayor;
de esta nuestra verbena.
JUAN CARLOS -. Y además; te digo yo:
Que esta tarde es más fiesta
por alegría como tengo;
creyéndome sea esta
por supuestos, mas bien mi fiesta.
GRACIELA -. ¿Por qué piensas eso tú;
qué te pasa ahora mismo?:
¿Qué noticias has recibido,
para estar así en la fiesta?.
JUAN CARLOS -. ¡Ah!; no.
GRACIELA -. Pues no.
Antonio Pedro, se queda mirando a los dos y sospecha algo, en ese momento.
ANTONIO PEDRO -. Tal vez, en otra ocasión
vendrá la dicha cierta,
pues: ¡Muchacho!; ten paciencia
y espérala con pasión,
a la dicha, que ya venga.
Se sienta Antonio Pedro en el velador y poco tiempo después, entra Anacleto y Mari Paz, los ven y se sientan en frente, en un velador.
ANACLETO -. Tal vez estamos sentados,
pues lo veo, en mala propuesta.
JUAN CARLOS -. ¿Y esa propuesta, que dices:
Es honesta, que sepamos?.
ANTONIO PEDRO -. Mas honesta, no la hay
si se hace con honor.
ANACLETO -. A mi me suena a terror,
esa propuesta que tú,
nos quieres hacer por honor
sin saber que es la propuesta
y a qué parte nos lleva.
MARI PAZ -. ¡Si!; eso: Hablas tú
ANTONIO PEDRO -. Juguemos, aquí, a este juego -(Abre una caja) –
y divirtámonos todos;
pues el Dominó, yo veo
es para jugarlo en grupo
y no división, en corros.
Juntémonos, aquí, en la mesa
en grupo y con decoro;
juguemos, aquí, el juego
de unir al homólogo.
Si cinco con cinco, casa,
o cuatro o tres o cero,
pero que por lo menos case:
¡Juguemos, aquí, ya todos!.
Se sientan en el mismo velador moviendo las fichas rápido y repartiéndolas entre todos.Ponen rápido las fichas dando fuerte en la mesa y al cabo de cuatro o cinco apuestas, se da cuenta Antonio Pedro que hay una ficha mal puesta.
ANTONIO PEDRO -. ¡Quietos todos!; aquí no casa la ficha,
que esta ficha está mal puesta.
MARI PAZ -. ¿Quién ha sido el desdichado?.
ANTONIO PEDRO -. (Señala Anacleto).
Aquí ha puesto el pito éste…
ANACLETO -. Que yo no he puesto eso.
MARI PAZ -. ¡Pero hijo!:
¿Cómo te has vuelto?.
ANACLETO -. Yo no pongo nada mío
encima la mesa de apuesta;
tú lo sabes bien, ya, Paz,
que sólo en tu presencia…
MARI PAZ -. ¡Que no, hijo!.No es eso.
ANACLETO -. ¿Que no lo sabes tú bien?.
MARI PAZ -. Lo se; pero esto no casa.
ANACLETO -. Hace, veinte años, ya,
nos casó un papel,
y uno que te decía:
Firme aquí ya presto.
ANTONIO PEDRO -. Al pito que me refiero;
es ese uno que has puesto
delante de todos corriendo.
ANACLETO -. Entendido, por supuesto.
Las chicas, salen por la izquierda, vestidas de lentejuelas y los hicos por la derecha, vestidos de gala.Se apagan las luces y se encienden unos grandes focos, a la izquierda, comenzando a bailar todos.
12 C A N T A N L O S CHIC O S
A la puerta de mi casa
yo la pongo, ya cerrojos,
para que, ya, nadie entre
ni se lleve los despojos,
de mi camisa muy vieja,
tendida encima la percha.
Esa gata, ese minino,
entraron los dos corriendo
al ver las prendas tendidas,
que estaban en el patio puestas
en el tendedero de ella.
Y nada menos, que la otra,
al ver unos pirrelitos
los ojos, ya, ha abierto
como espuertas a medida:
¡Entra!, ¡entra!; que te pillo,
su conciencia, ya, la ha dicho.
¡Hay que ver cuantas desdichas,
pasan cerca de aquí!;
si por menos causalidad
se ha podido, ya, decir:
Esas entradas no han sido
fruto, menos, del frenesí,
de un Espíritu salvaje,
de esa sangre que te hierve,
y se apodera de ti.
¡Haber, ya, por qué ha sido!,
esas entradas; que si:
Serán porque han querido
coger a la gata ahí.
Vaya, minina, se ha puesto,
debajo la cama, si,
y hasta esta ha llegado
este joven, Anacleto,
con paso firme allí;
que la cama la ha tocado,
con el vástago…
TODOS -. (Los actores).¿Con qué?.
-. Con el vástago frenesí,
que a la gata la ha ahuyentando
en el yunque, y dando así…(Gestos de golpea)
Pero, ya, con este toque;
toque, bueno, frenesí:
Se endereza ese hierro
aunque medio muerto esté;
ese pingo mal puesto,
ese toque de postín.
¡Vaya, con éste Anacleto!:
Esa guindilla, ya pasada,
pasada en el tiempo ; si.
Esa poquita pimienta,
que le queda, a él, aquí;
en este jardín de flores
con su pétalo de jazmín,
ese nardo nacarado,
esa sustancia, que si,
esa esencia de la vida,
a ese joven de ahí…(Señalan a Anacleto).
Ese chico es una gracia,
que la causalidad nos ha puesto,
entre nosotros: ¿Que si!…
¡Que si!…¿Que si!…¡Que si!…
ESTRIBILLO -. (Dan paso adelante).
Esto, ya, es una vergüenza,
lo que pasa en este jardín:
Todo el mundo se ha enterado,
de lo que pasa aquí.
-. Y no es eso lo peor:
Que las gentes de esta verbena
lo comentan por ahí;
y van diciendo entre ellos:
¡Vaya guasa se da ahí!…
¡Ahí!…¡Ahí!… ¡Ahí!…
Salen corriendo las chicas por la izquierda y los chicos por la derecha y los actores se quedan como si todo eso hubiese sido un sueño, sentándose despacio y como a cámara lenta en los veladores, pareja con pareja; igual que siempre.
MARI PAZ -. ¿Piensas?.
ANACLETO -. Yo he pensado.
ANTONIO PEDRO -. ¿Sueñas?.
ANACLETO -. He soñado.
GRACIELA -. Como en un sueño, he visto
nuestras vidas en parejas:
En boca de todos, puesta,
esa flor que se marchita
deshojándola, ya, todos.
JUAN CARLOS -. Yo pensaría, que he viso
publicarnos por ahí;
pero sueño se que ha sido,
sino estuviese aquí,
en esta hora marchita,
que embelesados, ya, vimos,
nuestros hechos por ahí,
publicados por la mesa,
con un cierto frenesí.
GRACIELA -. Mas este sueño ha sido,
una enseñanza dolorosa,
para que comedidos
todos seamos así:
Recatados en los hechos,
de la vida cotidiana,
de estos, nuestros deseos;
para que en si no se hablara
de parte en parte: ¡Que si!.
Estos nuestros hechos feos,
o lo menos feos: ¡Que si!.
Se va Antonio Pedro a la barra y sale Mari Paz por la derecha, quedándose juntos, Graciela con Juan Carlos y Anacleto.
GRACIELA -. Está movidita la vida;
esta nuestra que llevamos,
en este jardín precioso:
Queramos o no queramos.
ANACLETO -. Mas que las olas del mar,
se notan, estas nuestras vidas;
mas pensando qué dirán
estas personas, por encima
de nuestras otras personas:
Si bueno o malo, no atinan
ninguno a dar con la clave,
de por qué se habla en seguida;
de estas nuestras buenas vidas.
JUAN CARLOS -. Mas en sueño, yo, he visto,
se hablase de nuestras vidas;
que en realidad no se habla,
ni tan siquiera suspiran.
GRACIELA -.Aunque en sueños haya sido;
esas voces susurrando,
susurrando al oído:
Ese sueño te dirá,
que la cosa no es deliro.
Aunque fingiendo realidad;
finge el sueño y hay motivo.
Entra Mar Paz muy comedida hacia el velador y para dar noticias.
MARI PAZ -. ¿Sabéis a quién se ha contratado
en la verbena esta tarde?:
Esa música de jóvenes,
que hace, ya, con alarde,
poner los pelos de punta
y en las sillas, alzarse.
ANACLETO -. Tal vez, al velador,
me suba yo esta tarde
para verlo mejor
y no perderme un instante,
de esa música superior,
que está pidiendo un amante.
GRACIELA -. Tú confundes, aquí.el Roch and roll,
con música despampanante:
Esa música no es charlestón,
que es música innovadora
de los jóvenes de hoy,
llevada con mucha broma…
ANACLETO -. Para los jóvenes de ayer,
que fuimos músicos de chotis,
verbeneras en las vistillas;
pero, que, ya por hoy,
somos músicos de Roch:
En vanguardia los primeros
y en alegría los únicos,
que saben paladear las fiestas.
JUAN CARLOS -. Veremos la actuación esta tarde,
en este jardín de ensueño,
que nos brinda la ocasión
de ser aquí los primeros.
Hay una actuación de un cantante afamado de música moderno o joven, para el Teatro en condiciones.Y al cabo del cual se marchan los jóvenes que habían llenado el escenario o al parecer lo habían hecho, quedándose los de siempre.La actuación en el Teatro en condiciones, tiene que ser en orden, con un afamado ídolo de la juventud y en un Teatro menos pudiente, uno de la compañía del Ballet.Esto tiene que ser una innovación por todo lo alto en el Teatro; música al fondo.Se produce el silencio.
GRÁCILES -. En cada época lo suyo;
lo de ahora es querer
sin amar lo que se quiere,
que el cariño es frenesí
con melodía del mañana.
JUAN CARLOS -. En cada puerto uno…
GRACIELA -. No es eso; que tal vez,
sea querer un poco
cada día alguno,
que se arrime a tu lado,
o a tu lado pase
mirándote con disimulo.
JUAN CARLOS -. ¿Porque te mire así,
ya le vas tú a querer?.
GRACIELA -. Este tiempo es mudo,
en cariños y en querer;
aunque te cueste saber,
que ya no quiere ninguno.
JUAN CARLOS -. ¡Vaya con el querer!.
GRACIELA -. Está llorando el querer,
a canales, con desaires
de la dama a el joven,
habiéndote rechazado él.
ANACLETO -. Y no te puede, él, ver
con pena en el corazón;
que eso se dio, ya antes,
y se daba en el querer:
Se moría uno por otro,
y ahora se muere por ser
uno el justiciero del otro.
MARI PAZ -. ¡Vaya tiempos, que aquí corren!.
ANACLETO -. Vuelan, mas bien que corren,
y corren por no querer
a nadie en si, ya, otro;
y el otro se muere por él.
JUAN CARLOS -. Pues será, que cada mes,
se tiene nuevo querer.
Entra tres chicas y se acercan a la barra y se pone una de ella hablar con Antonio Pedro, cosa que ya sospechaban el resto de los actores.
MARI PAZ -. Se ve, que éste habla mucho,
con esa chica de ahora.
GRACIELA -. Y al parecer han entrado
acompañándola a ella,
el resto de las chicas;
las dos, que llevan la cesta.
ANACLETO -. ¡Mujer!; la cesta sería,
si le acompañara cualquiera
de alguna chica joven;
que la otra no estuviera.
MARI PAZ -. Celestinas, se han prestado,
en esta vida a montones:
¿Por qué no puede ser
vayan a pares, puestas
la una cerca la otra;
y al parecer contentas?.
GRACIELA -. Es difícil, ya, prestarse
a menesteres ciertos;
y te puedan decir:
Que estás sosteniendo la cesta.
MARI PAZ -.Y además, se queda solo
con esa chica en la barra;
pues las otras se retiran
por lo menos a dos varas.
GRACIELA -. Tiene tiempo de querer,
y que le quieran ya tiene:
Haber si puede ser
no meter se por las buenas,
con nadie, aquí en la fiesta.
Todo el mundo tiene derecho;
a que le amen y le quieran.
Pasa un joven echando unas octavillas cerca de ellos y Anacleto se agacha y recoge una de ellas.
MARI PAZ -. ¿Qué dice ese papel?.
ANACLETO -. Aquí pone una movida.
Juan Carlos, que está leyendo el papel, al lado de él; replica.
JUAN CARLOS -. Pone una misiva.
ANACLETO -. Pues eso; una misiva,
para callarte…
JUAN CARLOS -. (Replica).- Para hablarte.
ANACLETO -. Pues eso; para hablarte
de esos asuntos que arden.
JUAN CARLOS -. De los asuntos que saben.
ANACLETO -. (Nervioso y mirando a J. Carlos por encima).
De los asuntos que saben,
a las cinco que te marches.
JUAN CARLOS -. A las cinco de la tarde.
GRACIELA -. ¡Pero bueno!: ¿Este hombre sabe leer,
o es que lee como quiere ?.
MARI PAZ -. Este hombre, él, ha ido
a la escuela del cojo;
pues antes que la edad cumpliese
le sacaron de hinojos
sus padres,a él de la escuela
y a trabajar le pusieron
teniendo, él, doce años.
GRACIELA -. Terminemos: ¡Vaya gracia!;
este hombre ha leído
en ese papel una fiesta
que dan en tiempos perdidos,
mientras tanto, éste otro lee,
que a las cinco de la tarde
se tratará de problemas
tan profundos y desmentidos.
Para unos serán verdad
algunos hechos acaecidos,
para otros serán fingidos
y los menos, lo verán
a uno y otros, metidos
en algo que ellos no entienden,
pero saben que les es tenido
como buenos los hechos esos;
si los llevan con sigilos.
JUAN CARLOS -. Las cinco ya van a dar
y parece interesante
ese problema, que ha sido;
para ti, tu gran afición
en este Mundo afligido.
ANACLETO -. Me voy presto, yo, ahora mismo,
para ver lo que se dice,
en este llamar altivo;
de tanto como aquí pone
y no pone, ya el motivo.
MARI PAZ -. Le acompaño a mi Anacleto;
que aunque el Excmo. Ayuntamiento haya sido,
el que quiere enterarnos
de algo que quiere decirnos,
a mi Anacleto no dejo
vaya solo; él mismo.
Salen los dos por la derecha y se quedan solos, Juan Carlos y Graciela, y mientras tanto, se ríe mucho Antonio Pedro con la chica en la barra.Se acerca el chico con el aro al velador y se bebe lo que tiene Juan Carlos en el vaso.
GRACIELA -. Vaya gracia de este chico:
¿Haber, aquí, qué pasa?.
JUAN CARLOS -. ¡Anda!; vete de aquí
y no molestes a nadie,
que a tu madre se lo digo
y una pavana te pega.
GRACIELA -. ¡Anda, chico; sal corriendo,
y no pares hasta la cesta
de castañas en el puesto,
y no formes otra fiesta,
como aquí has formado,
con solo tu presencia.
El amo del bar está atento a lo que pasa en la mesa y trae a Juan Carlos otro vaso lleno de la misma bebida.
JUAN CARLOS -. Gracias por el detalle;
no esperaba yo esto;
se agradece de por buenas
la deferencia que me hace
trayéndome la bebida,
que he perdido, yo, con pena.
GRACIELA -. Eso es de agradecer
y no de ninguna pena;
porque el chico se haya tomando
la bebida como fuera;
y como visto y no visto.
Sería, que tenía sed
y no reparó en ella.
Se va el camarero y llega Antonio Pedro a la mesa.
ANTONIO PEDRO -. Yo, he podido ver
lo que acaecía aquí,
y por medio una sonrisa,
no pude por mas echar
que una risa picaresca.
¡Vaya muchacho, ese!:
¡Vaya chico!; que se apresta,
a cometer tales males,
que en faena se transforman
y lo que hace en desdicha.
GRACIELA -. No deja de ser un chico.
JUAN CARLOS -. Pero, que sepa a discernir
su conciencia y voluntad,
con su dicha raciona,
de ser una persona puesta
en la vida y en el Mundo;
como se pone cualquiera.
GRACIELA -. Se ve, que estás dolorido,
por la faena esa;
más, también, estás resentido
como te dicta tu conciencia.
JUAN CARLOS -. Pues no, que soy consentido;
tal vez, en esta faena:
No creo, sea para tanto
reírse y quedare quito.
ANTONIO PEDRO -. ¡Pardiez!; amigo, paciencia.
Entran Anacleto y Mari Paz con cara alegre y con júbilo impar.En seguida les preguntan.
ANTONIO PEDRO -. ¿Qué traéis de antemano,
con esa sonrisa tan fresca:
Decid, que es lo que traéis;
si de bueno o de malo?.
MARI PAZ -. Haciendo caso a la autoridad,
allí nos hemos presentado
de inmediato y predispuesto
para recibir un algo,
de noticias y parabienes,
que nos haga pasar un buen rato.
JUAN CARLOS -. ¿Y qué?.
ANACLETO -. Que como no hacéis caso,
acudir a la llamada
de ese, vuestro reclamo,
que la autoridad os dio
hace ya un buen rato;
no habéis participado.
GRACIELA -. ¿Con qué, si se puede saber
debíamos participar de inmediato?.
MARI PAZ -.En el reparto de tierras,
que el Excmo. Ayuntamiento,
de la finca de al lado,
ha hecho unas parcelas
para los buenos vecinos;
y a nosotros nos ha tocado.
GRACIELA -. ¿Qué es, lo que os ha tocado?.
ANACLETO -. Se ha metido a agricultora,
apuntándose, ella misma
para recibir una parcela,
que el Excmo. ha subastado.
ANTONIO PEDRO -. Significa, ya pagaras
y pagas de inmediato.
MARI PAZ -. No; si renuncias a ella,
antes que fuese asignada
por la autoridad competente,
y competente en su lado,
de que hasta que no se forme
la lista verdadera,
no saldrá en anuncio,
y quince días te dieran
para tu firme reclamo.
ANACLETO -. Ocho, para ser mas justo,
si presentas alegato.
MARI PAZ -. Como no presente a la gata;
no se que gato presento,
si minina solo tengo
una gata respingona.
GRACIELA -. Lo que Anacleto te dice;
es que si no hay reclamo
de alguien por otra parte,
te asignan la parcela.
MARI PAZ -. Pues; ¡que asignen!, ¡que asignen!.
ANTONIO PEDRO -. Y a pagar por otro lado.
MARI PAZ -. ¿Pues sabes lo que te digo?:
Que si hay que pagar,
se paga con creces
y todavía, aquí sobra
el dinero a raudales.
ANACLETO -. Será en sueños, que sobra;
porque en la realidad,
lo que sobran son las deudas,
que en el Banco nos acreditaron.
Salen Juan Carlos y Graciela por el lado derecho del escenario y se quedan Anacleto y Mari Paz solos; porque Antonio Pedro se va por el lado izquierdo, con las chicas.
Se levanta Anacleto y sale con el mantel del velador cogido a un botón de la pretina para comprar unas castañas; al verle, Mari Paz sale a su ayuda.
MARI PAZ -. A este crío, le dejo
y hace cualquier cosa;
¡pues no que se lleva ahora
el mantel del velador!.
ANACLETO -. Comprobé, que un botón
estaba desajustado
y al abrocharlo será
cuando, el mantel se ha parado.
MARI PAZ -. Si; y corriendo de plano:
Ese mantel no anda
si no le llevas al tajo.
¡Quítate ese mantel
y llévatele a su lado!.
ANACLETO -. Encima del velador,
le pongo yo de inmediato.
Cree Mari Paz, que coge el mantel y en realidad es un trapo de la tómbola, que está sujetando los regalos, y dando un buen tirón, consigue tirar unas pelotas al suelo de la tómbola.
ANACLETO -. Que ese no es el mantel:
¿Lo ves tú, ya, mujer?.
El mantel es este – (Le señala).
y no el trapo escogido,
que tú tiraste al suelo.
MARI PAZ -. Porque, tú, me das a mi nervios,
y no se ni lo que hago;
y lo que hago no puedo
saber si es bueno o malo,
o tal vez confirmarlo.
ANACLETO -. Recoge, estas pelotas;
pues ya ves que cara pone
el de la tómbola, el hombre,
que está, en si, reventando.
MARI PAZ -. Si; tal vez explote de fueras
que está, en si, reteniendo.
Se van para el velador y Anacleto se sienta encima de un globo pequeño, que había dejado allí el chico, haciendo un sonido característico.
MARI PAZ -. ¡Haber si puede ser!:
Anacleto, que te oigo.
ANACLETO -. ¡Ah!: ¿Pero he sido yo?.
MARI PAZ -. ¡UF!; qué bandido éste:
¿Pues no, que dice, si es
el que el ruido ha hecho?.
Haber si es que va ha poder ser,
el recatarte en la fiesta;
aquí hay gentes muy buenas,
y tú, no puedes saber
quien es el que está a tu lado.
ANACLETO -. Pues yo te lo puedo decir…
MARI PAZ -. ¿El qué?.
ANACLETO -. Quien está a mi lado:
El uno es el de la tómbola,
la otra, la de las castañas,
y aquí, todas estas gentes vienen
a disfrutar de la fiesta.
Ahí tú, y aquí yo,
allí otras gentes cualquiera.
Entra Antonio Pedro señalando una cosa, que acaba de ver en el Excmo. Ayuntamiento.
ANTONIO PEDRO -. Acabo de ver las listas
y tu nombre no he divisado;
pues creo, que son los primeros
los casados con algún hijo
y los agricultores, por cierto.
MARI PAZ -. ¿Hacer pensar a una mujer,
vivir con esa ilusión,
para que luego, después:
termine siendo ficción:
Mas bien algún borrón
echado en cualquier papel?.
ANACLETO -. Paciencia, mujer, paciencia.
MARI PAZ -. La paciencia llama el memo;
que el espabilado dice:
Conformarse sin luchar,
es cosa se da en los cuentos,
que en la realidad no se da,
ni por asombro siniestro.
ANACLETO -. ¿Qué hacemos, mujer, qué hacemos?.
MARI PAZ -. Ir de inmediato a verlo,
a sacar la punta al lápiz
aunque sea por saberlo,
o que ha pasado en la lista,
que inmediatamente han puesto.
Se van Anacleto y Mari Paz seguidos de Antonio Pedro por la izquierda y por la derecha entra Graciela y Juan Carlos, hablando.
JUAN CARLOS -. Pues lo dicho: Que este tiempo
no casa con la estación
que estamos viviendo todos;
pues si por ahora hace frío,
está haciendo calor.
GRACIELA -. Y por fuerte, que lo digas:
No está haciendo mejor
este tiempo, que aquí hace;
si no hace calor
en su tiempo y frío en el suyo.
Igual se da en el amor;
el que afloja y no suelta,
se queda atrás del todo;
y el que fuete y no ama,
se hace viejo en pasión.
Se sientan en la mesa y parece que Juan Carlos está pensando lo que acaba de decirle Graciela.
JUAN CARLOS -. De esa boca sale presto,
el amor que ha de esperar:
Una mujer que se siente,
querida mejor que amar.
GRACIELA -. Y hay sentido trabucado,
con sentido del amor;
mal sentido por el lado
del que ama ya mejor.
JUAN CARLOS -. ¿Entonces amar muy fuerte,
es sentido que no entiende
el amante desesperado,
que respuesta no halló?.
GRACIELA -. Se puede dar la respuesta;
si acaso expone mejor
su pregunta a la dama,
ese amante superior.
JUAN CARLOS -. ¿Y si yo te dijera:
Me quieres;
qué me respondes tu amor?.
GRACIELA -. Responderte, responderte;
no se que responderte yo :
Mas esa pregunta hace
mella en mi amor.
JUAN CARLOS -. ¿Entonces a qué esperas;
a ofrecerme la ilusión,
de esperar respuesta, por tu parte,
que me cause la alegría,
de sentirme feliz, yo?.
GRACIELA -. ¿No se?: No puedo…
JUAN CARLOS -. Si yo te quiero; te digo…
GRACIELA -. Repítelo; te lo pido.
JUAN CARLOS -. Repito yo lo que quieras;
mas si me dices cuales son
las palabras que repita:
Te las repito yo.
GRACIELA -. Lo último que has dicho;
mas bien con el corazón.
JUAN CARLOS -. Que te quiero…Te repito,
y te lo digo en secreto.
GRACIELA -. ¿Por qué en secreto, tu voz,
al decirme que me quieres;
si en alto, todavía, es mejor?.
JUAN CARLOS -. Pues a voces te lo digo;
y te lo afirmo yo.
GRACIELA -. Por ahí debías empezar,
pues siempre pedías parecer
del amor que yo te tenía,
y nunca dijiste tú:
¡Te quiero con gran pasión!.
JUAN CARLOS -. Respuesta, espero; respuesta.
GRACIELA -. Y yo te quiero decir;
que mi amor es para ti
y me muero de ilusión.
Cogidos de las manos, sufren una ilusión irreal, sentados en el velador.Se hacen como críos, que andan por el campo y alrededor de ellos, casi vuelan, pululan, en imaginación, unos corderillos.
GRACIELA -. Me veo de once años
y en el campo andando:
Me veo ser una niña,
que casi como una cordera,
pastando bala mejor
a su pareja, ya, llama,
y la está pidiendo amor.
JUAN CARLOS -. Y yo, con ilusión, bien veo
unas ovejas que flotan
alrededor de mi persona,
y que tal vez pastarán
en el campo de las flores,
amapolas y de lirios;
campos verdes y frescos
de aquella agua cristalina,
que con suave remanso
me paro, yo, a beber,
contemplando mi rebaño.
GRACIELA -. Y yo, te digo; que floto
en el viento, ilusión
se está quedando mejor
que se queda una doncella,
con su solo pudor
y su sola vergüenza.
JUAN CARLOS -. ¿Me sigues tú, por favor?.
GRACIELA -. Te sigo con ansiedad;
y te sigo donde quieras.
JUAN CARLOS -. Para siempre tú serás,
mía en este Mundo
de veras.
GRACIELA -. ¿Me lo dices con fervor?.
JUAN CARLOS -. En esta Égloga bucólica,
aunque pastorcillo yo;
te lo digo como quieras.
GRACIELA -. Afírmamelo ahora mismo.
JUAN CARLOS -. Te lo afirmo aquí de hinojos,
creyéndome tener por lo menos
catorce años; yo tengo.
Y pastoreo a mi cordera
por este campo de amor;
me está pidiendo el corazón
se lo diga yo a voces,
que la quiero más que a nadie,
y mi amor es lo primero.
GRACIELA -. ¿Quien es esa cordera?.
JUAN CARLOS -. Esa voz que bala cerca
de mi persona ahora mismo,
haciéndome ser superior
a otros hombres por cierto.
Entran por la derecha, Antonio Pedro con la chica que corteja del ballet, hablando cosas de amor y dirigiéndose a la barra del bar.
ANTONIO PEDRO -. Te conocí, aquí mismo,
y te conocí tal cual eras;
sin desdoblar tu figura
de una bella doncella.
te conocí en la barra,
hace ya… Mi ilusión es mucho
y mi amor es superior,
para decirte con finura:
¡Me estás matando de amor!.
Veo, revolotear, a mi lado
mariposas; algunas verdes colores
y amarillas otras.
Oigo, en mis tímpanos, así,
unas campanillas timbradoras:
Oigo campanas,
veo yo alfombras.
¿Qué me está pasando a mi,
en todo mi interior;
si no es que siento por ti
un fuego de gran amor?.
Esa llama que se funde,
en una sola unión;
como es este cuerpo, con tu cuerpo,
y se están pidiendo amor…
Entran por la derecha, después de llegar Antonio Pedro y su amada, a la barra, Anacleto y Mari Paz y sospechan la realidad al ver como tortolitos cogidos de las manos a Juan Caros y a Graciela.
MARI PAZ -. Felicidades, de antemano
os doy en esta fiesta;
que tórtolos así no se han visto
como en esta hora yo veo,
a vosotros, por respuesta.
ANACLETO -. La juventud es sencilla,
la juventud es conciencia
de ser primordial en la Tierra;
ver florecer sus hechos,
como florecen sus conciencias
de verses hermanos todos,
aquí, presentes en faenas.
Se dirigen hacia Antonio Pedro y la chica, Anacleto y Mari Paz, haciéndolos un saludo con las manos.
MARI PAZ -. Y a vosotros deseamos,
la máxima felicidad
y próspera vida presente,
que en si se pueda, ya dar.
ANACLETO -. Lo mismo digo: ¡Pardiez!.
Os deseo una larga vida
en presencia, de aquí, todos,
que seáis muy felices
y os tratéis con paciencia.
Se reúnen en medio del escenario todos los actores.
13 C A N T A N: APOTEOSIS.
Si a ustedes les hemos divertidos,
al contarles nuestras vidas;
hemos logrado un poco
esa dicha que se estila:
De llamar a las cosas vida,
y a las personas, queridas.
Estos, aquí, nuestros actos;
los que ustedes, ya, han visto
son firmes dedicatorias,
a la voluntad humana,
para que ustedes se porten
como personas que hablan
con boca civilizada,
y no con palabras toscas.
Decisiones hay en la vida,
tomadas con frenesí;
mas esta locura se estila
entre los enamorados, si.
Y aquí los enamorados han visto
esa luz salir, ya, pronto;
para que ellos unidos,
juntos, vivan sus destinos.
C A N T A N E L B A L L E T Y A C T O R E S
¡Así!…Así, este día
de dicha y ser feliz,
pensando que te quería
con el amor de frenesí.
¡Así!…Así, tú sabías;
te quiero solo a ti:
Con cariño de una loca;
loca estoy por ti.
¡Así!…Así, es mi día,
el día que te conocí:
Me acuerdo de aquel día;
el día para mi más feliz.
¡Así!…Así, yo te quería
con furia de una leona,
que amamanta a sus cachorros;
yo te he amamantado a ti.
¡Feliz!… Feliz, aquel día;
el día te conocí:
Mas grande no lo había
en mi vida…Si; que si.
Al despedirnos de ustedes
nos entra, ya, una congoja
de sabernos, somos amigos
para siempre, en buena hora.
Se vayan a sus hogares,
se vayan, ya , al trabajo,
se vayan, a la playa
o al bar o a cualquier tajo;
sabrán ustedes de nosotros,
sabremos nosotros de ustedes,
con Espíritu armonioso
de haber pasado un rato
entretenido en la fiesta
y pasarlo con agrado,
y de buen modo pasarlo.
Algunas noches que hablen,
de comadres y de viejas,
ustedes recordarán,
lo que pasó en la fiesta:
En esta feria altiva,
con su orgullo, de ser modesta.
Hasta luego, les decimos a ustedes;
hasta luego y hasta pronto,
que pronto, mas bien, yo creo
se hablará de nosotros.
¡Señoras!, ¡Señores!,
¡Señores!, ¡Señoras!:
Hasta pronto y hasta siempre,
aquí terminó, ya todo.
FIN.
Autor:
Sixto Sanz Cabrera
España
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