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Lema: El jardín de los deseos (página 5)

Enviado por Sixto Sanz Cabrera


Partes: 1, 2, 3, 4, 5

en la cuerda el secador.

ANTONIO PEDRO -. ¡Y qué!: ¿Te gustó al verla?.

JUAN CARLOS -. Calla, Antonio Pedro;

que, ya es superior,

la noticia esta.

GRACIELA -. ¿Habéis oído lo que vio?;

¿Y qué, que te gustó al verla?:

La ropa, me refiero, yo,

colgada en aquella cuerda…

¡Pues no dice lo que vio!.

Entra Anacleto por la derecha y se pone al lado de Graciela como suplicando algo, Graciela le ve nervioso y sospecha de él.

GRACIELA -. ¡Haber, Anacleto, hijo!:

¿De qué maneras son esas,

entrar aquí, tu, en pos

de esta suerte que te apresa?.

ANACLETO -. No es codicia, siquiera;

pues yo no lo quiero ya todo,

que lo que quería cogí

y me salí de repente.

ANTONIO PEDRO -. ¿De donde saliste tú?.

ANACLETO -. (Señala a Graciela).

De la casa de ésta.

JUAN CARLOS -. Otro allanamiento tenemos

cerca de hora y media;

será que tenemos todos

la cabeza, no muy buena.

GRACIELA -. ¿Y tú qué vistes en ella?.

ANACLETO -. (Echándose las manos a la boca y en son de alegría).

Vi, como pude yo,

tu ropa interior, ya puesta.

GRACIELA -. ¿Puesta: Si estaba aquí,

con los dos;

cómo pudiste verla?.

ANACLETO -. Puesta en la cuerda aquella,

tendida para secarse,

con tu blusilla de algodón;

sostén y bragas…¡Señor!.Hace muecas de alegría con la cara.

GRACIELA -. Usted, es un asqueroso, señor;

que no piensa en otra cosa:

No sea una guarrería,

de esas, que, usted, ya piensa.

MARI PAZ -. ¡Haber, que es lo que oigo yo!…

GRACIELA -. Calla, ya Mari Paz

y no tientes a la suerte;

que al igual que él

te has visto

metidita en una casa,

buscando la gata aquella.

ANACLETO -. Y estaba en la tuya, Graciela.

GRACIELA -. ¿La cogió, usted, o no?.

ANACLETO -. La cogí; la cogí debajo…

GRACIELA -. ¿ De bajo, de qué cogió?.

ANACLETO -. Debajo tu cama

vi a mi gata, posadita,

y agachándome yo

del cuello cogí a la felina

y la saqué a la puerta.

GRACIELA -. (Hace un gesto de asombro).

¿En mi dormitorio entró?.

ANACLETO -. Creyendo estabas tú…

MARI PAZ -. ¡Anacleto!; que me pierdes.

ANACLETO -. Creyendo estabas tú

y permiso yo pidiera,

para coger a mi gata

y no te diera una sorpresa.

GRACIELA -. La sorpresa estoy recibiendo:

Con esa cara tan fresca;

me dice, usted, que entró

en mi cuarto… Y por sorpresa.

MARI PAZ -. Anacleto: ¡Eso no!.

JUAN CARLOS -.. Está feo hasta contarlo.

ANTONIO PEDRO -. ¡Vaya con qué valor,

entraste en la alcoba esa!.

ANACLETO -. Pues como si nada, entré,

y salí como si no,

hubiese entrado en ella.

TODOS -. ¡Ya!…¡Ya!…¡Ya!…

Se sientan todos a los veladores: Mari Paz con Anacleto, Graciela con Juan Carlos y Antonio Pedro.Llega el refugiado vendiendo alfombras y a la vez otro señor, vendiendo mecheros.

MARI PAZ -. Este, aquí está diciendo;

que vende alfombras, bordadas,

y ése con los mecheros

al acercase, ya, pide

un dinero consiguiendo.

JUAN CARLOS -. A los dos los hace falta

ese dinero que obteniendo

de las personas a su paso

les hacen ver el Mundo entero,

como se tiene que ver:

Con agrado y no con recelos.

Se acerca el chico con el aro y los tira a los dos lo que ofrecen.

ANACLETO -. ¡Qué chico este, señor!,

pues con, ese, su mismo juego,

está consiguiendo perdón

les demos después de esto – (Hace gestos de pavanas). –

y por lo menos, aquí todos

juntos lo conseguiremos.

ANTONIO PEDRO -. Es una pena entrañable

como le ha puesto

las alfombras, todas de polvo manchadas,

sin remedio a que le compren

ninguna prenda tirada

por los suelos, el muchacho;

y sin ganar dos reales,

se marche, él, a su patria

MARI PAZ -. Mirar como ese moreno

se pone en el puesto castañas;

si hasta creo que la pide

dinero por esa bufanda

ANACLETO -. Que no, Mari Paz, es alfombra;

es que la ves doblada

y eso ni es fleco

lo que parece,

ni es bufanda, ni nada.

El señor de los mecheros después de recogerlos del suelo, le indica al chico, con los dedos de la mano derecha, que falta uno.

ANTONIO PEDRO -. ¿Y a éste, qué le pasa?.

GRACIELA -. Entiendo que uno falta.

ANACLETO -. Estamos aquí, ya, todos…

GRACIELA -. Me refiero a los mecheros;

que falta uno de ellos.

ANACLETO -. Pues haber si le encuentra pronto

y no molesta al chico

haciéndole gestos de infancia,

que a lo mejor le asusta

y le pone de malas ganas.

La castañeda, sale del puesto muy descompuesta y con los brazos en jarra, y mientras el señor de los mecheros se acerca a los actores pidiéndoles le devuelvan el mechero.

ANTONIO PEDRO -. ¿Haber éste, que es lo que dice?.

Si entiendo yo alguna papa:

Creo nos pide el mechero,

y la situación es ingrata,

para nosotros, aquí viendo;

como rateros nos trata.

ANACLETO -. Como sigas, tú pidiendo

el mechero a nosotros

te vamos a dar mechero,

por lo menos una somanta

de palos y de patadas.

JUAN CARLOS -. Por lo menos nos trata

de rateros y viciosos,

y en la conciencia

nos toca, el sentido primoroso.

GRACIELA -. Sin nervios, ni comparsas;

ya que aquí somos honrado

y lo sabemos nosotros,

que el que así no nos trate;

sabrá, en si, como somos.

Se van los vendedores aburridos y haciendo gestos de desenfado, uno por el polvo cogido en sus alfombras y el otro por el mechero perdido.

Se levanta Anacleto, acto seguido, a comprar castañas y al sacar la cartera se le cae, del bolsillo del pantalón, un sostén de talla mayor.Sale corriendo Antonio Pedro y le recoge del suelo.Este acto se produce en poco tiempo.

ANTONIO PEDRO -. ¡Haber lo que trae, aquí éste!:

¿De donde lo habrá cogido?.

GRACIELA -. Esa prenda, muy íntima,

no es de moza ninguna.

ANTONIO PEDRO -. Si; porque mas bien parece

ser de caballería mayor…

MARI PAZ -. ¡Eh!; tú:? Qué dices?.

La caballería será…

¡Bueno!; qué culpa tendrá.

Ese sostén es mío,

que se lo entré yo misma

en el bolsillo del pantalón

para lavarlo en su tiempo:

Y éste se ha puesto la prenda,

el pantalón me refiero,

sin que él lo sepa

y sin lavarle la prenda

íntima, que puse adentro.

GRACIELA -. Qué cosas raras tú haces;

poner, tú, ahí, eso dentro:

¿Se puede saber el motivo

por qué estaba ahí eso?.

MARI PAZ -. Así no se me olvidaba,

para lavarlo yo presto.

ANTONIO PEDRO -. ¡Bonito invento!.

Saborean las castañas entre todos; o por lo menos, hacen que las comen, estando buenísimas.

JUAN CARLOS -. Estas castañas son buenas;

se ve que tratan al árbol

con gusto y sumo esmero.

ANTONIO PEDRO -. Y hasta no hace falta regalos,

por supuesto

en aquella serranía;

que fértil se encuentra siempre

y agua les sobran a ellas.

ANACLETO -. Pues estas están asadas,

que las que no están

se encuentran frescas y tiernas.

MARI PAZ -. Y hasta, si pides, te dan

castañas se pelan solas:

Con un apretón de dedos;

la cáscara tiran, si aprietas.

Se van las chicas por la izquierda y Anacleto, Mari Paz y Antonio Pedro por la derecha.Se quedan sentados en el velador, Graciela y Juan Carlos.

JUAN CARLOS -. Solos nos hemos quedado

en esta hora de siesta,

y yo, te digo que no

me voy, si tú aceptas

quedarte en este velador

conmigo, en mi presencia.

GRACIELA -. Me quedo, te digo yo,

contigo, aquí en la siesta;

en esta hora, aquí solos

para hablar de cualquiera…

JUAN CARLOS -. De cualquier cosa.

GRACIELA -. De cualquiera que se nos venga

a nuestra buena cabeza.

JUAN CARLOS -. O de nosotros, hablemos

sin trabas ni componendas

de dar rodeo alguno,

y ver en qué situación

me encuentro en tu presencia.

GRACIELA -. Te encuentras de cuerpo entero;

que es presencia ya muy grata:

Mas a ti te digo yo…

JUAN CARLOS -. Quiero saberlo ya todo.

GRACIELA -. Te digo, que no es cuestión

hablar de los que se han ido,

ni criticar al ausente,

sin estar delante éste.

JUAN CARLOS -. A eso, yo, no me refiero;

pues lo que quiero saber,

es como está nuestra amistad

pensando en el futuro,

y si acaso ilusión

espero, yo, sin apuros.

GRACIELA -. Nuestra amistad es de dos,

seres, que se aprecian:

El uno pide ilusión

y el otro da la razón,

de que durará, hasta que quiera;

esa amistad de los dos,

si respeto se tuvieran.

JUAN CARLOS -. ¡Pardiez!; que no te saco razón

aunque empeño yo pusiera,

para saber lo que piensas;

de esta amistad, siempre nuestra.

GRACIELA -. Creo, que es muy buena.

JUAN CARLOS -. ¿Pero dime, aunque buena;

si es mas bien superior,

que tanto, tú, me aprecias

para poder algún día

querer…?.

Entra a escena Antonio Pedro por la derecha, acercándose a los dos, en ese momento, cortando la conversación.

ANTONIO PEDRO -. Aquí me encuentro de nuevo.

GRACIELA -. Poco has tardado tú,

y hasta de otra forma

te has presentado,

esta tarde, a la fiesta.

ANTONIO PEDRO -. Gracias, por haberte fijado;

pues no es una tarde cualquiera:

Es la fiesta mayor;

de esta nuestra verbena.

JUAN CARLOS -. Y además; te digo yo:

Que esta tarde es más fiesta

por alegría como tengo;

creyéndome sea esta

por supuestos, mas bien mi fiesta.

GRACIELA -. ¿Por qué piensas eso tú;

qué te pasa ahora mismo?:

¿Qué noticias has recibido,

para estar así en la fiesta?.

JUAN CARLOS -. ¡Ah!; no.

GRACIELA -. Pues no.

Antonio Pedro, se queda mirando a los dos y sospecha algo, en ese momento.

ANTONIO PEDRO -. Tal vez, en otra ocasión

vendrá la dicha cierta,

pues: ¡Muchacho!; ten paciencia

y espérala con pasión,

a la dicha, que ya venga.

Se sienta Antonio Pedro en el velador y poco tiempo después, entra Anacleto y Mari Paz, los ven y se sientan en frente, en un velador.

ANACLETO -. Tal vez estamos sentados,

pues lo veo, en mala propuesta.

JUAN CARLOS -. ¿Y esa propuesta, que dices:

Es honesta, que sepamos?.

ANTONIO PEDRO -. Mas honesta, no la hay

si se hace con honor.

ANACLETO -. A mi me suena a terror,

esa propuesta que tú,

nos quieres hacer por honor

sin saber que es la propuesta

y a qué parte nos lleva.

MARI PAZ -. ¡Si!; eso: Hablas tú

ANTONIO PEDRO -. Juguemos, aquí, a este juego -(Abre una caja) –

y divirtámonos todos;

pues el Dominó, yo veo

es para jugarlo en grupo

y no división, en corros.

Juntémonos, aquí, en la mesa

en grupo y con decoro;

juguemos, aquí, el juego

de unir al homólogo.

Si cinco con cinco, casa,

o cuatro o tres o cero,

pero que por lo menos case:

¡Juguemos, aquí, ya todos!.

Se sientan en el mismo velador moviendo las fichas rápido y repartiéndolas entre todos.Ponen rápido las fichas dando fuerte en la mesa y al cabo de cuatro o cinco apuestas, se da cuenta Antonio Pedro que hay una ficha mal puesta.

ANTONIO PEDRO -. ¡Quietos todos!; aquí no casa la ficha,

que esta ficha está mal puesta.

MARI PAZ -. ¿Quién ha sido el desdichado?.

ANTONIO PEDRO -. (Señala Anacleto).

Aquí ha puesto el pito éste…

ANACLETO -. Que yo no he puesto eso.

MARI PAZ -. ¡Pero hijo!:

¿Cómo te has vuelto?.

ANACLETO -. Yo no pongo nada mío

encima la mesa de apuesta;

tú lo sabes bien, ya, Paz,

que sólo en tu presencia…

MARI PAZ -. ¡Que no, hijo!.No es eso.

ANACLETO -. ¿Que no lo sabes tú bien?.

MARI PAZ -. Lo se; pero esto no casa.

ANACLETO -. Hace, veinte años, ya,

nos casó un papel,

y uno que te decía:

Firme aquí ya presto.

ANTONIO PEDRO -. Al pito que me refiero;

es ese uno que has puesto

delante de todos corriendo.

ANACLETO -. Entendido, por supuesto.

Las chicas, salen por la izquierda, vestidas de lentejuelas y los hicos por la derecha, vestidos de gala.Se apagan las luces y se encienden unos grandes focos, a la izquierda, comenzando a bailar todos.

12 C A N T A N L O S CHIC O S

A la puerta de mi casa

yo la pongo, ya cerrojos,

para que, ya, nadie entre

ni se lleve los despojos,

de mi camisa muy vieja,

tendida encima la percha.

Esa gata, ese minino,

entraron los dos corriendo

al ver las prendas tendidas,

que estaban en el patio puestas

en el tendedero de ella.

Y nada menos, que la otra,

al ver unos pirrelitos

los ojos, ya, ha abierto

como espuertas a medida:

¡Entra!, ¡entra!; que te pillo,

su conciencia, ya, la ha dicho.

¡Hay que ver cuantas desdichas,

pasan cerca de aquí!;

si por menos causalidad

se ha podido, ya, decir:

Esas entradas no han sido

fruto, menos, del frenesí,

de un Espíritu salvaje,

de esa sangre que te hierve,

y se apodera de ti.

¡Haber, ya, por qué ha sido!,

esas entradas; que si:

Serán porque han querido

coger a la gata ahí.

Vaya, minina, se ha puesto,

debajo la cama, si,

y hasta esta ha llegado

este joven, Anacleto,

con paso firme allí;

que la cama la ha tocado,

con el vástago…

TODOS -. (Los actores).¿Con qué?.

-. Con el vástago frenesí,

que a la gata la ha ahuyentando

en el yunque, y dando así…(Gestos de golpea)

Pero, ya, con este toque;

toque, bueno, frenesí:

Se endereza ese hierro

aunque medio muerto esté;

ese pingo mal puesto,

ese toque de postín.

¡Vaya, con éste Anacleto!:

Esa guindilla, ya pasada,

pasada en el tiempo ; si.

Esa poquita pimienta,

que le queda, a él, aquí;

en este jardín de flores

con su pétalo de jazmín,

ese nardo nacarado,

esa sustancia, que si,

esa esencia de la vida,

a ese joven de ahí…(Señalan a Anacleto).

Ese chico es una gracia,

que la causalidad nos ha puesto,

entre nosotros: ¿Que si!…

¡Que si!…¿Que si!…¡Que si!…

ESTRIBILLO -. (Dan paso adelante).

Esto, ya, es una vergüenza,

lo que pasa en este jardín:

Todo el mundo se ha enterado,

de lo que pasa aquí.

-. Y no es eso lo peor:

Que las gentes de esta verbena

lo comentan por ahí;

y van diciendo entre ellos:

¡Vaya guasa se da ahí!…

¡Ahí!…¡Ahí!… ¡Ahí!…

Salen corriendo las chicas por la izquierda y los chicos por la derecha y los actores se quedan como si todo eso hubiese sido un sueño, sentándose despacio y como a cámara lenta en los veladores, pareja con pareja; igual que siempre.

MARI PAZ -. ¿Piensas?.

ANACLETO -. Yo he pensado.

ANTONIO PEDRO -. ¿Sueñas?.

ANACLETO -. He soñado.

GRACIELA -. Como en un sueño, he visto

nuestras vidas en parejas:

En boca de todos, puesta,

esa flor que se marchita

deshojándola, ya, todos.

JUAN CARLOS -. Yo pensaría, que he viso

publicarnos por ahí;

pero sueño se que ha sido,

sino estuviese aquí,

en esta hora marchita,

que embelesados, ya, vimos,

nuestros hechos por ahí,

publicados por la mesa,

con un cierto frenesí.

GRACIELA -. Mas este sueño ha sido,

una enseñanza dolorosa,

para que comedidos

todos seamos así:

Recatados en los hechos,

de la vida cotidiana,

de estos, nuestros deseos;

para que en si no se hablara

de parte en parte: ¡Que si!.

Estos nuestros hechos feos,

o lo menos feos: ¡Que si!.

Se va Antonio Pedro a la barra y sale Mari Paz por la derecha, quedándose juntos, Graciela con Juan Carlos y Anacleto.

GRACIELA -. Está movidita la vida;

esta nuestra que llevamos,

en este jardín precioso:

Queramos o no queramos.

ANACLETO -. Mas que las olas del mar,

se notan, estas nuestras vidas;

mas pensando qué dirán

estas personas, por encima

de nuestras otras personas:

Si bueno o malo, no atinan

ninguno a dar con la clave,

de por qué se habla en seguida;

de estas nuestras buenas vidas.

JUAN CARLOS -. Mas en sueño, yo, he visto,

se hablase de nuestras vidas;

que en realidad no se habla,

ni tan siquiera suspiran.

GRACIELA -.Aunque en sueños haya sido;

esas voces susurrando,

susurrando al oído:

Ese sueño te dirá,

que la cosa no es deliro.

Aunque fingiendo realidad;

finge el sueño y hay motivo.

Entra Mar Paz muy comedida hacia el velador y para dar noticias.

MARI PAZ -. ¿Sabéis a quién se ha contratado

en la verbena esta tarde?:

Esa música de jóvenes,

que hace, ya, con alarde,

poner los pelos de punta

y en las sillas, alzarse.

ANACLETO -. Tal vez, al velador,

me suba yo esta tarde

para verlo mejor

y no perderme un instante,

de esa música superior,

que está pidiendo un amante.

GRACIELA -. Tú confundes, aquí.el Roch and roll,

con música despampanante:

Esa música no es charlestón,

que es música innovadora

de los jóvenes de hoy,

llevada con mucha broma…

ANACLETO -. Para los jóvenes de ayer,

que fuimos músicos de chotis,

verbeneras en las vistillas;

pero, que, ya por hoy,

somos músicos de Roch:

En vanguardia los primeros

y en alegría los únicos,

que saben paladear las fiestas.

JUAN CARLOS -. Veremos la actuación esta tarde,

en este jardín de ensueño,

que nos brinda la ocasión

de ser aquí los primeros.

Hay una actuación de un cantante afamado de música moderno o joven, para el Teatro en condiciones.Y al cabo del cual se marchan los jóvenes que habían llenado el escenario o al parecer lo habían hecho, quedándose los de siempre.La actuación en el Teatro en condiciones, tiene que ser en orden, con un afamado ídolo de la juventud y en un Teatro menos pudiente, uno de la compañía del Ballet.Esto tiene que ser una innovación por todo lo alto en el Teatro; música al fondo.Se produce el silencio.

GRÁCILES -. En cada época lo suyo;

lo de ahora es querer

sin amar lo que se quiere,

que el cariño es frenesí

con melodía del mañana.

JUAN CARLOS -. En cada puerto uno…

GRACIELA -. No es eso; que tal vez,

sea querer un poco

cada día alguno,

que se arrime a tu lado,

o a tu lado pase

mirándote con disimulo.

JUAN CARLOS -. ¿Porque te mire así,

ya le vas tú a querer?.

GRACIELA -. Este tiempo es mudo,

en cariños y en querer;

aunque te cueste saber,

que ya no quiere ninguno.

JUAN CARLOS -. ¡Vaya con el querer!.

GRACIELA -. Está llorando el querer,

a canales, con desaires

de la dama a el joven,

habiéndote rechazado él.

ANACLETO -. Y no te puede, él, ver

con pena en el corazón;

que eso se dio, ya antes,

y se daba en el querer:

Se moría uno por otro,

y ahora se muere por ser

uno el justiciero del otro.

MARI PAZ -. ¡Vaya tiempos, que aquí corren!.

ANACLETO -. Vuelan, mas bien que corren,

y corren por no querer

a nadie en si, ya, otro;

y el otro se muere por él.

JUAN CARLOS -. Pues será, que cada mes,

se tiene nuevo querer.

Entra tres chicas y se acercan a la barra y se pone una de ella hablar con Antonio Pedro, cosa que ya sospechaban el resto de los actores.

MARI PAZ -. Se ve, que éste habla mucho,

con esa chica de ahora.

GRACIELA -. Y al parecer han entrado

acompañándola a ella,

el resto de las chicas;

las dos, que llevan la cesta.

ANACLETO -. ¡Mujer!; la cesta sería,

si le acompañara cualquiera

de alguna chica joven;

que la otra no estuviera.

MARI PAZ -. Celestinas, se han prestado,

en esta vida a montones:

¿Por qué no puede ser

vayan a pares, puestas

la una cerca la otra;

y al parecer contentas?.

GRACIELA -. Es difícil, ya, prestarse

a menesteres ciertos;

y te puedan decir:

Que estás sosteniendo la cesta.

MARI PAZ -.Y además, se queda solo

con esa chica en la barra;

pues las otras se retiran

por lo menos a dos varas.

GRACIELA -. Tiene tiempo de querer,

y que le quieran ya tiene:

Haber si puede ser

no meter se por las buenas,

con nadie, aquí en la fiesta.

Todo el mundo tiene derecho;

a que le amen y le quieran.

Pasa un joven echando unas octavillas cerca de ellos y Anacleto se agacha y recoge una de ellas.

MARI PAZ -. ¿Qué dice ese papel?.

ANACLETO -. Aquí pone una movida.

Juan Carlos, que está leyendo el papel, al lado de él; replica.

 

JUAN CARLOS -. Pone una misiva.

ANACLETO -. Pues eso; una misiva,

para callarte…

JUAN CARLOS -. (Replica).- Para hablarte.

ANACLETO -. Pues eso; para hablarte

de esos asuntos que arden.

JUAN CARLOS -. De los asuntos que saben.

ANACLETO -. (Nervioso y mirando a J. Carlos por encima).

De los asuntos que saben,

a las cinco que te marches.

JUAN CARLOS -. A las cinco de la tarde.

GRACIELA -. ¡Pero bueno!: ¿Este hombre sabe leer,

o es que lee como quiere ?.

MARI PAZ -. Este hombre, él, ha ido

a la escuela del cojo;

pues antes que la edad cumpliese

le sacaron de hinojos

sus padres,a él de la escuela

y a trabajar le pusieron

teniendo, él, doce años.

GRACIELA -. Terminemos: ¡Vaya gracia!;

este hombre ha leído

en ese papel una fiesta

que dan en tiempos perdidos,

mientras tanto, éste otro lee,

que a las cinco de la tarde

se tratará de problemas

tan profundos y desmentidos.

Para unos serán verdad

algunos hechos acaecidos,

para otros serán fingidos

y los menos, lo verán

a uno y otros, metidos

en algo que ellos no entienden,

pero saben que les es tenido

como buenos los hechos esos;

si los llevan con sigilos.

JUAN CARLOS -. Las cinco ya van a dar

y parece interesante

ese problema, que ha sido;

para ti, tu gran afición

en este Mundo afligido.

ANACLETO -. Me voy presto, yo, ahora mismo,

para ver lo que se dice,

en este llamar altivo;

de tanto como aquí pone

y no pone, ya el motivo.

MARI PAZ -. Le acompaño a mi Anacleto;

que aunque el Excmo. Ayuntamiento haya sido,

el que quiere enterarnos

de algo que quiere decirnos,

a mi Anacleto no dejo

vaya solo; él mismo.

Salen los dos por la derecha y se quedan solos, Juan Carlos y Graciela, y mientras tanto, se ríe mucho Antonio Pedro con la chica en la barra.Se acerca el chico con el aro al velador y se bebe lo que tiene Juan Carlos en el vaso.

GRACIELA -. Vaya gracia de este chico:

¿Haber, aquí, qué pasa?.

JUAN CARLOS -. ¡Anda!; vete de aquí

y no molestes a nadie,

que a tu madre se lo digo

y una pavana te pega.

GRACIELA -. ¡Anda, chico; sal corriendo,

y no pares hasta la cesta

de castañas en el puesto,

y no formes otra fiesta,

como aquí has formado,

con solo tu presencia.

El amo del bar está atento a lo que pasa en la mesa y trae a Juan Carlos otro vaso lleno de la misma bebida.

JUAN CARLOS -. Gracias por el detalle;

no esperaba yo esto;

se agradece de por buenas

la deferencia que me hace

trayéndome la bebida,

que he perdido, yo, con pena.

GRACIELA -. Eso es de agradecer

y no de ninguna pena;

porque el chico se haya tomando

la bebida como fuera;

y como visto y no visto.

Sería, que tenía sed

y no reparó en ella.

Se va el camarero y llega Antonio Pedro a la mesa.

ANTONIO PEDRO -. Yo, he podido ver

lo que acaecía aquí,

y por medio una sonrisa,

no pude por mas echar

que una risa picaresca.

¡Vaya muchacho, ese!:

¡Vaya chico!; que se apresta,

a cometer tales males,

que en faena se transforman

y lo que hace en desdicha.

GRACIELA -. No deja de ser un chico.

JUAN CARLOS -. Pero, que sepa a discernir

su conciencia y voluntad,

con su dicha raciona,

de ser una persona puesta

en la vida y en el Mundo;

como se pone cualquiera.

GRACIELA -. Se ve, que estás dolorido,

por la faena esa;

más, también, estás resentido

como te dicta tu conciencia.

JUAN CARLOS -. Pues no, que soy consentido;

tal vez, en esta faena:

No creo, sea para tanto

reírse y quedare quito.

ANTONIO PEDRO -. ¡Pardiez!; amigo, paciencia.

Entran Anacleto y Mari Paz con cara alegre y con júbilo impar.En seguida les preguntan.

ANTONIO PEDRO -. ¿Qué traéis de antemano,

con esa sonrisa tan fresca:

Decid, que es lo que traéis;

si de bueno o de malo?.

MARI PAZ -. Haciendo caso a la autoridad,

allí nos hemos presentado

de inmediato y predispuesto

para recibir un algo,

de noticias y parabienes,

que nos haga pasar un buen rato.

JUAN CARLOS -. ¿Y qué?.

ANACLETO -. Que como no hacéis caso,

acudir a la llamada

de ese, vuestro reclamo,

que la autoridad os dio

hace ya un buen rato;

no habéis participado.

GRACIELA -. ¿Con qué, si se puede saber

debíamos participar de inmediato?.

MARI PAZ -.En el reparto de tierras,

que el Excmo. Ayuntamiento,

de la finca de al lado,

ha hecho unas parcelas

para los buenos vecinos;

y a nosotros nos ha tocado.

GRACIELA -. ¿Qué es, lo que os ha tocado?.

ANACLETO -. Se ha metido a agricultora,

apuntándose, ella misma

para recibir una parcela,

que el Excmo. ha subastado.

ANTONIO PEDRO -. Significa, ya pagaras

y pagas de inmediato.

MARI PAZ -. No; si renuncias a ella,

antes que fuese asignada

por la autoridad competente,

y competente en su lado,

de que hasta que no se forme

la lista verdadera,

no saldrá en anuncio,

y quince días te dieran

para tu firme reclamo.

ANACLETO -. Ocho, para ser mas justo,

si presentas alegato.

MARI PAZ -. Como no presente a la gata;

no se que gato presento,

si minina solo tengo

una gata respingona.

GRACIELA -. Lo que Anacleto te dice;

es que si no hay reclamo

de alguien por otra parte,

te asignan la parcela.

MARI PAZ -. Pues; ¡que asignen!, ¡que asignen!.

ANTONIO PEDRO -. Y a pagar por otro lado.

MARI PAZ -. ¿Pues sabes lo que te digo?:

Que si hay que pagar,

se paga con creces

y todavía, aquí sobra

el dinero a raudales.

ANACLETO -. Será en sueños, que sobra;

porque en la realidad,

lo que sobran son las deudas,

que en el Banco nos acreditaron.

Salen Juan Carlos y Graciela por el lado derecho del escenario y se quedan Anacleto y Mari Paz solos; porque Antonio Pedro se va por el lado izquierdo, con las chicas.

Se levanta Anacleto y sale con el mantel del velador cogido a un botón de la pretina para comprar unas castañas; al verle, Mari Paz sale a su ayuda.

MARI PAZ -. A este crío, le dejo

y hace cualquier cosa;

¡pues no que se lleva ahora

el mantel del velador!.

ANACLETO -. Comprobé, que un botón

estaba desajustado

y al abrocharlo será

cuando, el mantel se ha parado.

MARI PAZ -. Si; y corriendo de plano:

Ese mantel no anda

si no le llevas al tajo.

¡Quítate ese mantel

y llévatele a su lado!.

ANACLETO -. Encima del velador,

le pongo yo de inmediato.

Cree Mari Paz, que coge el mantel y en realidad es un trapo de la tómbola, que está sujetando los regalos, y dando un buen tirón, consigue tirar unas pelotas al suelo de la tómbola.

ANACLETO -. Que ese no es el mantel:

¿Lo ves tú, ya, mujer?.

El mantel es este – (Le señala).

y no el trapo escogido,

que tú tiraste al suelo.

MARI PAZ -. Porque, tú, me das a mi nervios,

y no se ni lo que hago;

y lo que hago no puedo

saber si es bueno o malo,

o tal vez confirmarlo.

ANACLETO -. Recoge, estas pelotas;

pues ya ves que cara pone

el de la tómbola, el hombre,

que está, en si, reventando.

MARI PAZ -. Si; tal vez explote de fueras

que está, en si, reteniendo.

Se van para el velador y Anacleto se sienta encima de un globo pequeño, que había dejado allí el chico, haciendo un sonido característico.

MARI PAZ -. ¡Haber si puede ser!:

Anacleto, que te oigo.

ANACLETO -. ¡Ah!: ¿Pero he sido yo?.

MARI PAZ -. ¡UF!; qué bandido éste:

¿Pues no, que dice, si es

el que el ruido ha hecho?.

Haber si es que va ha poder ser,

el recatarte en la fiesta;

aquí hay gentes muy buenas,

y tú, no puedes saber

quien es el que está a tu lado.

ANACLETO -. Pues yo te lo puedo decir…

MARI PAZ -. ¿El qué?.

ANACLETO -. Quien está a mi lado:

El uno es el de la tómbola,

la otra, la de las castañas,

y aquí, todas estas gentes vienen

a disfrutar de la fiesta.

Ahí tú, y aquí yo,

allí otras gentes cualquiera.

Entra Antonio Pedro señalando una cosa, que acaba de ver en el Excmo. Ayuntamiento.

ANTONIO PEDRO -. Acabo de ver las listas

y tu nombre no he divisado;

pues creo, que son los primeros

los casados con algún hijo

y los agricultores, por cierto.

MARI PAZ -. ¿Hacer pensar a una mujer,

vivir con esa ilusión,

para que luego, después:

termine siendo ficción:

Mas bien algún borrón

echado en cualquier papel?.

ANACLETO -. Paciencia, mujer, paciencia.

MARI PAZ -. La paciencia llama el memo;

que el espabilado dice:

Conformarse sin luchar,

es cosa se da en los cuentos,

que en la realidad no se da,

ni por asombro siniestro.

ANACLETO -. ¿Qué hacemos, mujer, qué hacemos?.

MARI PAZ -. Ir de inmediato a verlo,

a sacar la punta al lápiz

aunque sea por saberlo,

o que ha pasado en la lista,

que inmediatamente han puesto.

Se van Anacleto y Mari Paz seguidos de Antonio Pedro por la izquierda y por la derecha entra Graciela y Juan Carlos, hablando.

JUAN CARLOS -. Pues lo dicho: Que este tiempo

no casa con la estación

que estamos viviendo todos;

pues si por ahora hace frío,

está haciendo calor.

GRACIELA -. Y por fuerte, que lo digas:

No está haciendo mejor

este tiempo, que aquí hace;

si no hace calor

en su tiempo y frío en el suyo.

Igual se da en el amor;

el que afloja y no suelta,

se queda atrás del todo;

y el que fuete y no ama,

se hace viejo en pasión.

Se sientan en la mesa y parece que Juan Carlos está pensando lo que acaba de decirle Graciela.

JUAN CARLOS -. De esa boca sale presto,

el amor que ha de esperar:

Una mujer que se siente,

querida mejor que amar.

GRACIELA -. Y hay sentido trabucado,

con sentido del amor;

mal sentido por el lado

del que ama ya mejor.

JUAN CARLOS -. ¿Entonces amar muy fuerte,

es sentido que no entiende

el amante desesperado,

que respuesta no halló?.

GRACIELA -. Se puede dar la respuesta;

si acaso expone mejor

su pregunta a la dama,

ese amante superior.

JUAN CARLOS -. ¿Y si yo te dijera:

Me quieres;

qué me respondes tu amor?.

GRACIELA -. Responderte, responderte;

no se que responderte yo :

Mas esa pregunta hace

mella en mi amor.

JUAN CARLOS -. ¿Entonces a qué esperas;

a ofrecerme la ilusión,

de esperar respuesta, por tu parte,

que me cause la alegría,

de sentirme feliz, yo?.

GRACIELA -. ¿No se?: No puedo…

JUAN CARLOS -. Si yo te quiero; te digo…

GRACIELA -. Repítelo; te lo pido.

JUAN CARLOS -. Repito yo lo que quieras;

mas si me dices cuales son

las palabras que repita:

Te las repito yo.

GRACIELA -. Lo último que has dicho;

mas bien con el corazón.

JUAN CARLOS -. Que te quiero…Te repito,

y te lo digo en secreto.

GRACIELA -. ¿Por qué en secreto, tu voz,

al decirme que me quieres;

si en alto, todavía, es mejor?.

JUAN CARLOS -. Pues a voces te lo digo;

y te lo afirmo yo.

GRACIELA -. Por ahí debías empezar,

pues siempre pedías parecer

del amor que yo te tenía,

y nunca dijiste tú:

¡Te quiero con gran pasión!.

JUAN CARLOS -. Respuesta, espero; respuesta.

GRACIELA -. Y yo te quiero decir;

que mi amor es para ti

y me muero de ilusión.

Cogidos de las manos, sufren una ilusión irreal, sentados en el velador.Se hacen como críos, que andan por el campo y alrededor de ellos, casi vuelan, pululan, en imaginación, unos corderillos.

GRACIELA -. Me veo de once años

y en el campo andando:

Me veo ser una niña,

que casi como una cordera,

pastando bala mejor

a su pareja, ya, llama,

y la está pidiendo amor.

JUAN CARLOS -. Y yo, con ilusión, bien veo

unas ovejas que flotan

alrededor de mi persona,

y que tal vez pastarán

en el campo de las flores,

amapolas y de lirios;

campos verdes y frescos

de aquella agua cristalina,

que con suave remanso

me paro, yo, a beber,

contemplando mi rebaño.

GRACIELA -. Y yo, te digo; que floto

en el viento, ilusión

se está quedando mejor

que se queda una doncella,

con su solo pudor

y su sola vergüenza.

JUAN CARLOS -. ¿Me sigues tú, por favor?.

GRACIELA -. Te sigo con ansiedad;

y te sigo donde quieras.

JUAN CARLOS -. Para siempre tú serás,

mía en este Mundo

de veras.

GRACIELA -. ¿Me lo dices con fervor?.

JUAN CARLOS -. En esta Égloga bucólica,

aunque pastorcillo yo;

te lo digo como quieras.

GRACIELA -. Afírmamelo ahora mismo.

JUAN CARLOS -. Te lo afirmo aquí de hinojos,

creyéndome tener por lo menos

catorce años; yo tengo.

Y pastoreo a mi cordera

por este campo de amor;

me está pidiendo el corazón

se lo diga yo a voces,

que la quiero más que a nadie,

y mi amor es lo primero.

GRACIELA -. ¿Quien es esa cordera?.

JUAN CARLOS -. Esa voz que bala cerca

de mi persona ahora mismo,

haciéndome ser superior

a otros hombres por cierto.

Entran por la derecha, Antonio Pedro con la chica que corteja del ballet, hablando cosas de amor y dirigiéndose a la barra del bar.

ANTONIO PEDRO -. Te conocí, aquí mismo,

y te conocí tal cual eras;

sin desdoblar tu figura

de una bella doncella.

te conocí en la barra,

hace ya… Mi ilusión es mucho

y mi amor es superior,

para decirte con finura:

¡Me estás matando de amor!.

Veo, revolotear, a mi lado

mariposas; algunas verdes colores

y amarillas otras.

Oigo, en mis tímpanos, así,

unas campanillas timbradoras:

Oigo campanas,

veo yo alfombras.

¿Qué me está pasando a mi,

en todo mi interior;

si no es que siento por ti

un fuego de gran amor?.

Esa llama que se funde,

en una sola unión;

como es este cuerpo, con tu cuerpo,

y se están pidiendo amor…

Entran por la derecha, después de llegar Antonio Pedro y su amada, a la barra, Anacleto y Mari Paz y sospechan la realidad al ver como tortolitos cogidos de las manos a Juan Caros y a Graciela.

MARI PAZ -. Felicidades, de antemano

os doy en esta fiesta;

que tórtolos así no se han visto

como en esta hora yo veo,

a vosotros, por respuesta.

ANACLETO -. La juventud es sencilla,

la juventud es conciencia

de ser primordial en la Tierra;

ver florecer sus hechos,

como florecen sus conciencias

de verses hermanos todos,

aquí, presentes en faenas.

Se dirigen hacia Antonio Pedro y la chica, Anacleto y Mari Paz, haciéndolos un saludo con las manos.

MARI PAZ -. Y a vosotros deseamos,

la máxima felicidad

y próspera vida presente,

que en si se pueda, ya dar.

ANACLETO -. Lo mismo digo: ¡Pardiez!.

Os deseo una larga vida

en presencia, de aquí, todos,

que seáis muy felices

y os tratéis con paciencia.

Se reúnen en medio del escenario todos los actores.

13 C A N T A N: APOTEOSIS.

Si a ustedes les hemos divertidos,

al contarles nuestras vidas;

hemos logrado un poco

esa dicha que se estila:

De llamar a las cosas vida,

y a las personas, queridas.

Estos, aquí, nuestros actos;

los que ustedes, ya, han visto

son firmes dedicatorias,

a la voluntad humana,

para que ustedes se porten

como personas que hablan

con boca civilizada,

y no con palabras toscas.

Decisiones hay en la vida,

tomadas con frenesí;

mas esta locura se estila

entre los enamorados, si.

Y aquí los enamorados han visto

esa luz salir, ya, pronto;

para que ellos unidos,

juntos, vivan sus destinos.

C A N T A N E L B A L L E T Y A C T O R E S

¡Así!…Así, este día

de dicha y ser feliz,

pensando que te quería

con el amor de frenesí.

¡Así!…Así, tú sabías;

te quiero solo a ti:

Con cariño de una loca;

loca estoy por ti.

¡Así!…Así, es mi día,

el día que te conocí:

Me acuerdo de aquel día;

el día para mi más feliz.

¡Así!…Así, yo te quería

con furia de una leona,

que amamanta a sus cachorros;

yo te he amamantado a ti.

¡Feliz!… Feliz, aquel día;

el día te conocí:

Mas grande no lo había

en mi vida…Si; que si.

Al despedirnos de ustedes

nos entra, ya, una congoja

de sabernos, somos amigos

para siempre, en buena hora.

Se vayan a sus hogares,

se vayan, ya , al trabajo,

se vayan, a la playa

o al bar o a cualquier tajo;

sabrán ustedes de nosotros,

sabremos nosotros de ustedes,

con Espíritu armonioso

de haber pasado un rato

entretenido en la fiesta

y pasarlo con agrado,

y de buen modo pasarlo.

Algunas noches que hablen,

de comadres y de viejas,

ustedes recordarán,

lo que pasó en la fiesta:

En esta feria altiva,

con su orgullo, de ser modesta.

Hasta luego, les decimos a ustedes;

hasta luego y hasta pronto,

que pronto, mas bien, yo creo

se hablará de nosotros.

¡Señoras!, ¡Señores!,

¡Señores!, ¡Señoras!:

Hasta pronto y hasta siempre,

aquí terminó, ya todo.

FIN.

 

 

 

Autor:

Sixto Sanz Cabrera

España

Partes: 1, 2, 3, 4, 5
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