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El mito de Sísifo y la gordura (página 2)

Enviado por Felix Larocca


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Finalmente tuvo que intervenir el propio Zeus para liberar a Tánatos para permitir que este siguiese con su trabajo — su primera víctima fue, naturalmente, Sísifo, pero este último se las ingenió para burlar de nuevo su destino.

He aquí como lo hiciera. Sísifo ordenó a su esposa, antes de morir, que no le tributase honores fúnebres. Cuando llegó a los infiernos, Hades, dios de las tinieblas, le preguntó porqué no se presentaba de la forma ordinaria, Sísifo se quejó de la impiedad de su mujer y obtuvo del dios permiso para volver a la tierra para castigarla.

Una vez devuelto a la vida, Sísifo se cuidó mucho de no retornar al infierno logrando vivir hasta edad muy avanzada, finalmente cuando murió, Hades le impuso el castigo de la piedra para que no tuviese tiempo ni posibilidades de escapar de nuevo. (Para quienes estén interesados en el estudio de la mitología, recomendamos: A Companion to Greek Religion por A. Bundin y P. Bonnechere).

Digamos, entonces que la gordura adquiere estatura de mito en esta lección — ¿Por qué no? Hay que hacer de la enseñanza algo entretenido, amén de iterativo, por eso publicamos tantas ponencias acerca de la gordura.

Quizás algún día, en mil años, alguien reflexionará de esta manera: En verdad, la gordura es un problema. Pasa el helado…

Bueno, volvamos al mito…

La Gordura (con "G" mayúscula) es un personaje de la mitología actual porque enfadó a los dioses del hipotálamo con su extraordinaria astucia y duplicidad.

Quiso emplear el subterfugio infiel de las dietas para escapar la venganza de las deidades vengativas de la Gula — parientas cercanas de Las Furias.

Como castigo, los seguidores y asimismo víctimas de la Gordura, fueron condenados a perder la vista y con ello la mesura del acto de comer y a empujar perpetuamente, mientras comieran sin parar, un pedrusco gigante montaña arriba hasta la cima. Este peñón era su propia corpulencia anatómica. Cuando, finalmente, llegaba a la cima, su peso no sólo había aumentado enormemente, sino que sería causa inevitable para que el condenado volviese a caer rodando hasta el valle, donde, su agonía, comenzaría de nuevo.

Así introdujo la mitología, el arte del "yo-yo dieting".

Volviendo a Camus.

En su ensayo, Camus también afirma que Sísifo experimenta la libertad durante un breve instante, cuando ha terminado de empujar el peñasco, llega a la cima y no tiene que comenzar de nuevo hasta retornar a la falda de la loma.

Un breve interludio de descanso…

Así sucede con tantas personas que alcanzan perder de peso para luego recuperarlo con santo abandono.

Porque el perder de peso es tortura comparable a la que los dioses del Olimpo a Sísifo condenaran. (Véase mi artículo: Perder de peso es como aprender otro idioma…).

En este Siglo XXI, que naciera en el año 2000, se vio como entrada, un diluvio de reportes en los órganos de diseminación científica, en los cuales se ponen en duda la eficacia de las llamadas cirugías bariátricas, confirmando mi aserción de "[que] la gordura es el triunfo de un instinto sobre la razón…" (Véase mi ensayo, La Opción de Hobson en el Tratamiento de la Gordura).

Porque, desde que William Banting publicara, en Londres, el primer libro de dietas en el año 1863, nada ha surgido, hasta ahora, que ofrezca esperanzas a quienes padecen y sufren con el castigo del sobrepeso — condición que ha progresado en su difusión, afectando todas las edades en forma de epidemia, sujeta a complicaciones graves de salud.

Hablemos de Graciela

Tenía 24 años cuando engordara siguiendo el nacimiento de su primer hijo, un varón que apenas pesara cinco libras, pero que ocasionaría a su mamá el aumento de 56 libras.

Así mantienen las madres dominicanas que todos engordan — Todos — ¿hombres y mujeres?

Todosregardless of age, sex or religionTodos

Graciela, como tantas jóvenes recién paridas, retornó al gimnasio, consultó con un endocrinólogo y viajó a un SPA, en los Estados Unidos sin que lograra perder peso alguno. De manera frustrante y perversa, como resultado de sus esfuerzos, terminó pesando mucho más.

Porque el "perder de peso es como aprender otros idioma". (Véase mi artículo al respecto).

Deprimida y ansiosa, en medio de la disolución de un matrimonio de conveniencia, Graciela experimentó y se hizo adicta a las drogas. Tratamiento en un centro especializado culminó en su renuncia al uso de fármacos para lidiar con sus crisis personales. (Véase asimismo mi artículo acerca del Braguetazo).

Pero, por falta de psicoterapia, muchos cabos, necesitando ataduras, quedaban sueltos en su mente:

  • Estaba deprimida y no respondía bien a medicinas recetadas por su médico de cabecera.
  • Seguía aumentando de peso.
  • Se enredó en relaciones amorosas con una concatenación hombres con quienes mantuvo asimismo relaciones codependientes y conflictivas.
  • El niño que alumbró sufría de problemas de aprendizaje y conducta.
  • El ex se desentendió del hijo, cuya paternidad negaba, aunque rehusara hacer las pruebas necesarias para descartarse como candidato posible.

Graciela en psicoterapia

La regla de oro del tratamiento psicoterapéutico, además de la puntualidad, es la de tratar el paciente y no la enfermedad o los síntomas.

El ser humano es una entidad de complejidades enormes y de posibilidades increíbles para auto-decepcionarse. Siendo así, es necesario un entendimiento profundo de sus idiosincrasias y conflictos, para poder asistirle en la ruta tortuosa de la curación.

Graciela decidió por sí misma, "darle un chance" a las medicinas que le habían recetado para su depresión. Tomándolas, ahora bajo supervisión estricta. Con esto y profundizando en sus conocimientos internos la mejoría ansiada comenzó a brotar. Ahora, Graciela se sintió lista para enfrentar la gordura. Adoptó nuestro Plan y la pérdida progresiva y paulatina de su adiposidad se hizo manifiesta — pero, lo que le molestaba era que, a medida que perdía de peso, se sentía incómoda con sus cambios de apariencia y con ser más atrayente. "Es como si yo me siento mejor cuando estoy gorda… lo que no puede ser verdad…"

La paradoja de Graciela

El propósito de esta lección es el de ilustrar un fenómeno que emerge con mucha frecuencia en el tratamiento del sobrepeso y que impide a tantos rebajar, teniendo que recurrir a las cirugías.

Nuestros síntomas emocionales, de acuerdo a la teoría del psicoanálisis, son "compromisos defensivos" que nuestro inconsciente formula para protegernos contra la ansiedad, la angustia o la depresión. Cuando los síntomas se eliminan, en el caso de Graciela, la gordura, por medio del Plan, el equilibrio se altera y la ansiedad emerge. Para muchos, entonces, es necesario engordar de nuevo para evitar el dolor psíquico que amenaza irrumpir en sus vidas.

Cuando Gabriela expresó en la terapia lo que le estaba pasando, el proceso adquirió una nueva, e inesperada, dirección. De antes raros, empezó a recordar sueños que le permitirían revivir abusos físicos, sexuales y emocionales que la confundieron de niña. "Lo peor fue el incesto, si es lo que se llama el manoseo impúdico de mi papá para ‘enseñarme’ acerca del sexo y de los varones, los besos calientes que el esposo de mi tía me plantaba en la boca. Me enfureció que por tener nueve años, me llamaran embustera y me castigaran a , y luego a mi hermanita mayor, cuando ella dijo que le había pasado lo mismo. Ella escapó volviéndose anoréxica. Yo engordé hasta que me fui de mi casa a lo dieciocho años para ir a la universidad. Entonces tuve una buena figura hasta mi embarazo, algo que no quería".

En resumen

En mi artículo, The Disorexias and the Person Within, se llega a la conclusión de que el tratamiento de toda enfermedad resultado de conflictos emocionales sólo es posible si esos conflictos se superan y que nadie que los ignore puede en verdad sanar.

(Nota: Consúltese mi artículo La Importancia Dinámica del Abuso Sexual para adquirir más información acerca de los impactos de este trauma).

Bibliografía

Suministrada por solicitud.

 

Dr. Félix E. F. Larocca

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