Al asumir la tesis marxista-leninista del carácter creador de la conciencia generalmente en la literatura filosófica se reduce a su independencia relativa, determinada por la continuidad del desarrollo de las ideas en su nexo históricamente hereditario, por la posibilidad de retrasarse o adelantarse a la realidad existente y por el papel activo de la ideología. Sin embargo, hay derivaciones metodológicas profundas que no se deducen en toda su concreción, en su fundamento esencial. El problema es más profundo, pues la conciencia es ante todo ser consciente de los hombres, donde la subjetividad humana, sus ideas, sus fines devienen leyes de la actuación del hombre, que engendrados en un proceso práctico-objetivo, estimulan y dirigen la actividad práctica del hombre.
Esto no niega el determinismo dialéctico-materialista. Todo lo contrario, lo presupone. Se trata de concebir la realidad objetiva como contenido del mundo espiritual, pero al mismo tiempo, asumir el reflejo en su mediación práctico-creadora. La tesis marxista-leninista en torno al carácter relativo de la contraposición materia-conciencia, fundada en el papel y las funciones derivadas de la práctica social, afirma el principio del monismo dialéctico-materialista. La conciencia, el mundo espiritual del hombre no constituye un ente separado de la realidad sustancial, es su producto superior, engendrado en el trabajo creador.
La conciencia del hombre, la posibilidad de aprehender o reflejar la realidad a través de imágenes subjetivas, tanto desde el punto de vista histórico genético, como lógico encuentra su explicación y su fundamento en la actividad práctica social. La génesis de lo ideal, concebida en su proceso, como resultante de la actividad práctica del hombre, del trabajo creador, reafirma el principio del desarrollo de la materia en su transitar evolutivo de formas inferiores a formas superiores. Proceso regular que en correspondencia con la complicación estructural de la materia engendra formas nuevas de reflejo, hasta la aparición de lo ideal, como reflejo social, propio del hombre y expresión suprema de su actividad práctica.
Al mismo tiempo, el fundamento práctico de lo ideal no sólo se explica en su determinación histórico-genética, sino también en sus consecuencias lógicas, en su expresión conceptual. Las categorías, como síntesis-refleja del contenido esencial aprehendido de la realidad, encarnan la actividad práctica milenaria de los hombres. En la actividad práctica social el hombre transforma la realidad, la convierte en objeto del conocimiento y de la valoración, y mediante los sistemas categoriales la fija y concreta en su esencialidad. En este sentido, las categorías son expresión de las leyes reveladas por el hombre en su actuación práctica, es decir, formas lógicas que reflejan y compendian la propia historia del conocimiento y la práctica social del hombre.
La actividad humana, en su determinación esencial, desplegada como práctica, como trabajo, media la relación sujeto-objeto, y sujeto – sujeto, y al mismo tiempo deviene como síntesis de lo ideal y lo material en su transición dialéctica compleja, para encarnarse en la cultura. Este proceso no se opera a manera de una negación metafísica que implique la destrucción de un polo de la contradicción, sino corno superación dialéctica que se traduce en una síntesis concreta rica en determinaciones; expresada como devenir social en el proceso y los resultados de la actividad práctica del hombre, cuya revelación efectiva aparece como medida del conocimiento y la universalidad del hombre, en la cultura.
De lo expuesto se deduce el lugar preeminente de la categoría práctica en el sistema filosófico marxista-leninista, es decir, su ubicación como categoría que sirve de punto de partida en el movimiento lógico-conceptual de la teoría en la asunción y aprehensión de la realidad.
Las posibilidades teóricas inherentes a lo categoría de la práctica en la explicación de la
teoría marxista se fundan en la naturaleza de la práctica humana, corno actividad material adecuada a fines, cuyo proceso deviene síntesis de lo ideal y lo material, que se traduce y completa en un resultado objetivo. Esta especificidad, propia de la actividad práctica determina la singularidad de la producción humana, cuyos resultados, primero se encauzan en su proyección ideal y después en su determinación efectiva, real y objetiva.
Al mismo tiempo, estas posibilidades en su expresión teórica categorial afirman a la práctica como eslabón fundamental en el sistema categorial del marxismo, es decir, como punto de partida para explicar la génesis el desarrollo y, en fin, el devenir dialéctico del aparato categorial con que opera la teoría. La realidad objetiva es la fuente, el contenido de la teoría y las categorías que la constituyen. Sin embargo, la actividad práctica es condición y premisa de su aprehensión y fijación categorial. Esto determino el carácter histórico – cultural de las categorías y su constante renovación y enriquecimiento.
Las múltiples determinaciones en que se manifiesta y revela la actividad práctica avalan su valor teórico-metodológico en la investigación del sistema filosófico marxista. El análisis del objeto, funciones y especificidad del conocimiento filosófico al margen de la consideración de la actividad humana resulta estéril. Excluir este aspecto reduciría la filosofía marxista-leninista a los sistemas tradicionales ya superados. Marx en las Tesis sobre Feuerbach, arremete contra la especulación y la metafísica en sus diversas representaciones, proclamando a título de exigencia insoslayable, nuevas premisas y perspectivas de análisis, las cuales revela una nueva concepción del mundo y el papel del hombre en su acción transformadora, a partir de una profunda comprensión de la actividad humana, en sus momentos objetivo y subjetivo. En la concepción de Marx no basta sólo con reconocer el carácter primario del ser respecto al pensar- principio asumido por el materialismo anterior-, sino además, concebir el pensar como ser consciente, es decir, como reflejo activo, humano, social, mediado por la práctica.
Las nuevas premisas que inaugura el marxismo superan dialécticamente tanto al materialismo como al idealismo. Si ciertamente Feuerbach comprendió el momento sensorial, material de la actividad humana desde el punto de vista antropológico, fue incapaz de fijar el momento subjetivo, creador, del hombre. Por el contrario, el idealismo concibe el aspecto subjetivo de la actividad, pero desconoce la actividad materia, real, concreta, como tal. Sólo el marxismo resuelve el problema a partir de una comprensión sistémica de la actividad que penetra en su estructura y ubica la actividad material práctica como el núcleo en torno a la cual interaccionan los restantes elementos de la actividad humana. Por eso el marxismo es ante todo, filosofía de la praxis, de la subjetidad.
El marxismo concibe la actividad como modo de existencia de la realidad social y al mismo tiempo fija la práctica como esencial relación su jeto-objeto, y sujeto – sujeto, que posibilita la transición recíproca de lo ideal y lo material en el devenir social. Este nuevo enfoque del problema descubierto por la filosofía del proletariado que fija a la actividad humana, y con ella al hombre en relación práctica con el mundo, como centro del que hacer filosófico, revolucionó la filosofía, y aportó nuevas premisas metodológicas para la investigación del objeto y funciones de la filosofía.
La consideración de la actividad práctica como núcleo de la actividad humana y en calidad de premisa de partida en el análisis de la filosofía marxista, se convierte principio metodológico insoslayable en la intelección y solución del problema. Es imposible abordar el objeto de la filosofía marxista, la especificidad del saber filosófico, sin tener en cuenta la actividad humana. La propia estructura de la actividad (conocimiento, praxis, valor y comunicación) y las condiciones generales en que se realizan ( necesidad, interés, fin, medios, condiciones, hasta el resultado final), integran a manera de síntesis concreta lo ideal y o material en su acción recíproco, aspecto central en el objeto de la filosofía marxista, y elemento definitorio en la determinación de la especificidad cualitativa del saber filosófico – integrador, con elan cosmovisivo – cultural..
Las leyes más generales de la dinámica y el desarrollo de la naturaleza, la sociedad y el pensamiento, devienen, se fijan, como reproducción teórico – práctica de la realidad. Su universalidad no se determina por la suma cuantitativa de la realidad que abarca, sino por el nivel de concreción y esencialidad con que aprehende la realidad en relación con el hombre. El saber filosófico y el universal concreto en que se funda y refiere su objeto, aparecen corno la síntesis de lo ideal y lo material, lo cual se fija en la estructura lógica de la teoría en calidad de principios, leyes y categorías. Cada principio, ley, categoría, resulta una reproducción teórico-refleja de la realidad, sobre la base de la actividad práctica.
El reconocimiento de la relación interna de la filosofía marxista con la actividad humana y, ante todo, con la actividad práctica, constituye el fundamento esencial para penetrar en la propia estructura del sistema teórico marxista y revelar las múltiples determinaciones que asume en la aprehensión de la realidad, así como su sentido social, en tanto autoconciencia teórica de la clase portadora del progreso, que es al mismo tiempo ciencia e ideología y núcleo teórico de la concepción científica del mundo. Estas determinaciones y funciones se revelan y encuentran su explicación racional sólo en la medida en que se asuma la actividad humana, y su núcleo integrador: la actividad práctica, como momento esencial del objeto de la filosofía, en tanto expresa el sistema de relaciones hombre-mundo, sujeto-objeto, sujeto – sujeto, y su concreción como síntesis de lo material y lo ideal.
La asunción consciente del lugar de la actividad humana en el objeto de la filosofía marxista deviene principio metodológico insoslayable en la determinación de la especificidad del saber filosófico. La propia actividad en tanto tal, refiere a la relación hombre-mundo, y en su modo de existencia social, aparece corno relación sujeto-objeto, donde el sujeto no representa a un ente o principio portador de cualidades, sino al hombre sociohistóricamente determinado, portador de la práctica social; y el objeto como aquella realidad humanizada por el hombre, e integrada o su actividad.
La relación intrínseca entre la filosofía y a actividad humana se hace evidente e intelegible en todos los dominios del quehacer social, pues el propio saber filosófico, como expresión teórica de a realidad está mediado por la práctica. El saber filosófico y el sistema categorial que lo integra en la reproducción de la realidad se manifiestan corno síntesis de la actividad cognoscitiva, valorativa, práctica y comunicativa, donde conocimiento y valor se penetran recíprocamente y devienen desprendimiento de la propia práctica social.
La especificidad cualitativa de la filosofía marxista se funda en su propio objeto y en el modo como lo refleja y aprehende. La aprehensión-refleja de la realidad en la filosofía marxista no refiere sólo al conocimiento, al aspecto gnoseológico que conduce a develar la esencia de las cosas, a la verdad científica, sino además al valor, al momento valorativo que revela la significación de las cosas para el hombre, en relación con las necesidades e intereses siempre en ascenso de los hombres. La reproducción teórico- práctica de la realidad por el hombre siempre integra de modo concentrado los momentos cognoscitivo y valorativo de la actividad humana en su. unidad dialéctica, en su síntesis.
Ciencia e ideología en la filosofía marxista-leninista están estrechamente vinculadas, pues los intereses del proletariado, engendrados en las necesidades prácticas alcanzan su máxima expresión en los valores ideológicos, los cuales coinciden con el curso general de la ciencia, la estimulan y aceleran. La ideología científica, como reflejo teórico de los intereses y necesidades del proletariado, mediada por la práctica deviene fuerza activa transformadora y elemento sustancial del proceso social. Por eso en la filosofía marxista cientificidad y partidismo coinciden, ciencia e ideología se penetran recíprocamente, para constituirse como pilares necesarios de la concepción científica del mundo y fuerza motriz del progreso social.
La categoría actividad en su determinación fundamental, como práctica, cumple una función teórica y metodológica con significación de principio en la filosofía, en la medida que penetra la esencia del devenir histórico en estrecha vinculación con el mundo natural que el hombre convierte de modo ininterrumpido en realidad social, en naturaleza humanizada. Todo el mundo social en sus aspectos material y espiritual encarna la actividad milenaria de los hombres, hasta concretarse en la cultura. "En el proceso de su actividad -escribe V. Mezhuiev los hombres producen, ante todo las condiciones materiales de su existencia: medios de vida y medios de trabajo. Simultáneamente producen las formas de relaciones correspondientes a estas condiciones: económicas, políticas, etc. Conjuntamente con la producción de la vida material los hombres producen su conciencia: ideas, representaciones, conocimientos. En otras palabras, en el proceso de la producción social los hombres crean toda la conjunción de premisas materiales y espirituales de su existencia en la sociedad, crean la propia sociedad y por consiguiente, su existencia social."
Además, en el devenir práctico – espiritual del hombre aparecen las grandes ideas que señalan horizontes y las grandes utopías con pensamiento alado. Las ideas, su inagotable riqueza, la fuerza y vitalidad con que operan se fundan en la actividad práctica y al mismo tiempo recíprocamente las impulsan y actualizan. El valor de las ideas se revela en la actuación práctica del hombre y da cuenta del movimiento direccional en que se despliega la dialéctica necesidad histórica-actividad consciente de los hombres en el tránsito de la necesidad a la libertad. La libertad como posibilidad real del hombre de poner los fines, deviene como asunción práctica de la necesidad en el proceso de aprehensión de la realidad.
Dr. Rigoberto Pupo
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