La pretensión
El corpus de la literatura de la Revolución Cubana o el discurso literario nacional —concepción explicitada en mi novela Kalimantán 3 o La desnudez de Raisa Milvia, que se puede leer en Google o en Monografía.com— necesita de la presente mirada: una rápida lectura de nuestras editoriales y publicaciones a través de los guarismos. También para que las venideras generaciones digitales adviertan que no siempre fue dable la socialización de las ideas y generalmente, diversas razones no permitieron llevarlas a todos los estratos sociales.
No pretendo agotar el asunto, por el contrario, es solo un argumento válido para el análisis de un corpus literario. Intento, además, incentivar la investigación, mostrar un camino de acercamiento ya emprendido por otros estudiosos con anterioridad. De modo que en esta oportunidad solo se expone una muestra. No se analiza la totalidad de las editoriales del país, ni todas las publicaciones, ni todos los autores; de igual forma, tampoco se muestran todos los espacios temporales detenidamente. Se trata, pues, de una mirada bien conservadora de uno de los argumentos que sustentan la literatura de la Revolución Cubana, bien que "cada Revolución crea su propia cultura, su propio arte, su propia literatura".
Huelga aclarar además, que estas cifras de editoriales, publicaciones, libros y autores constan en mi poder; son el fruto de una investigación culminada en el 2003 e iniciada a fines del pasado siglo. Entonces visité varias editoriales e instituciones estatales. Y en ese recorrido tuve la posibilidad de entrevistarme y conversar con numerosos especialistas y trabajadores de dichas entidades. Sin nada a cambio, me recibieron en sus espacios (a veces estrechos dadas las circunstancias del período especial), me entregaron listados de obras, autores y publicaciones; me dispensaron, en la medida de sus posibilidades, la mayoría de las informaciones que les solicité. Un privilegio que guardo con mucho esmero. A ellos, mis más profundos agradecimiento y respeto.
Se presenta parte de la producción literaria de 1959 al 2001, incluso de editoriales que no existían antes del triunfo revolucionario. Constituyen por tanto, solo una parte del andamiaje del discurso literario de la Revolución Cubana, que se inicia en 1868 y desde entonces viene reproduciendo su cultura.
Se trata, pues, de miles de títulos y autores (en este caso autores cuyos títulos han aparecido fundamentalmente después del Primero de Enero de 1959).
Inicio esta sencilla lectura con la editorial Gente Nueva. Varias razones me arrastraron a utilizarla como patrón, además de que dispongo de casi toda la información sobre ella en el período que analizo. Es una de las editoriales consideradas como grandes en nuestro país. Se dedica a la literatura para niños y jóvenes, quienes disponen de la prioridad para casi todo en el proceso revolucionario y, en consecuencia, debió recibir la prioridad en la atención por las autoridades y los sujetos decisores en la gestión estatal. Por último, en aquellos momentos en los que realizábamos la investigación (todavía bajo los azotes del segmento más crudo del período especial), los trabajadores de esa editorial se enorgullecían de que ellos no vendían libros en moneda libremente convertible, pues era poco justo (poco ético o político, como quiera llamársele) vender en divisa un libro destinado a los niños, a pesar de que el costo de la impresión (o poligráfico) y el costo editorial eran elevados, lo cual le restaba posibilidades de aumentar la producción.
Veamos sus publicaciones.
EDITORIAL GENTE NUEVA
Nota: No se incluyen en estas cifras más de 500 ediciones dedicadas a pasatiempos, tiras cómicas, fotonovelas, catálogos, divulgaciones, fotografías, laminarios, postales, adaptaciones a los niveles de Tercero y Cuarto Grados del Sistema de Enseñanzas y otros.
Anótese: el 26,47% de los títulos es de autores cubanos, o sea de 363 autores cubanos. De ellos, los géneros más publicados fueron cuento y poesía: 216 libros de cuento y 121 poemarios; el resto son de géneros como testimonio, noveleta, biografía e incluso algunos ensayos.
Cuando estudié la producción de esta editorial pude comprobar que en un principio, hasta el año 1975, las tiradas oscilaban de 50 000 a 200 000 ejemplares. Había muy pocas tiradas de menor cantidad de ejemplares. Y solo una relativamente pequeña de 10 000, del título Viet Nam y tú (1970), de Anisia Miranda Fernández. Es significativo que durante este lustro (1970 – 1975) solo en el año 1971 no aparecen títulos cubanos publicados (habría que buscar las causas). Ya en el segundo lustro de esa década del 70 del pasado siglo se realizan tiradas más pequeñas pero se aumenta la cantidad de títulos; un procedimiento para, entre otros, publicar las obras de nuevos autores. Es decir, se visibiliza una mayor fragmentación de las publicaciones; incluso, las cifras dejan de ser redondas. Tiradas de 5 000, 7 000 u 8 000. Las más pequeñas solo alcanzan los 2 000 ejemplares, precedidas por otra de 79 360 ejemplares, referidas respectivamente a los títulos Pequeñitos, de Sergio Sánchez Tortoló (poesía) y Pelusín del monte, de Dora Alonso Pérez Corcho.
En esa década los autores más publicados fueron Renée Méndez Capote, con tres obras de dos ediciones cada una (4 conspiraciones, Un héroe de once años y La maravillosa historia de la tierra), Dora Alonso Pérez Corcho con una obra de tres ediciones (Aventuras de Guille) y Alfredo Mestre Fernández, con dos obras de dos ediciones cada una (Ignacio Agramonte. El rescate de Sanguily y Perucho Figueredo. El Himno Nacional). La obra más publicada, como ya anotamos, fue Aventuras de Guille con un total de 329 075 ejemplares en las tres tiradas.
Otros autores publicados más de una vez son: Edwiges Barroso del Valle, Mario Buide González, Doris Álvarez Concepción, Mayra Royero Lugo, Denia García Ronda, Onelio Jorge Cardoso y Dolores Blanco Arrastía.
La década del 80 fue la más feliz para Gente Nueva, en ella se visibilizan tiradas de diversa y abundante magnitud: si bien la fragmentación obra evidente, también aumenta de manera considerable el número de títulos y autores cubanos. Lo mismo se encuentra una tirada de 100 000 ejemplares que de 2 000. Luego aparece una publicación de 470 175 ejemplares, del libro de cuento Perico (1984), de Mayra Vilasís Rondón.
Diversos factores políticos y económicos signan el decenio como el de mayor holgura social en el país: el comportamiento de las editoriales constituye un síntoma de esa circunstancia de menor carencia de aseguramientos para la producción.
En los 80 se realizaron las segundas ediciones de 16 títulos y la tercera edición de Caballito blanco, el cuento de Onelio Jorge Cardoso que alcanzó —sumando los 100 000 ejemplares de su primera edición de 1968— los 210 730 ejemplares. No obstante, el autor más publicado de la década sigue siendo Dora Alonso Pérez Corcho; esta vez con tres obras (El cochero azul, Viaje al sol y Palomar; un cuento y dos poemarios respectivamente) que alcanzan, entre los tres, la cifra de 217 140 ejemplares.
Otros nuevos autores ("nuevos" en la editorial) lograron segundas ediciones de alguna de sus obras: René de la Nuez, Nidia Saraiba Hernández, José Mayo Fernández, Jorge Santamaría Guerra, Julia Mirabal Blanco, Carmen Ferrer Crespo, Elio Ortega Vázquez, Teresita Gómez Vallejo.
En los 90, década de fuerte contracción económica, el decenio más crítico del período especial, solo en 1990 se realizaron tiradas como la de los años 80. Después, a medida que la crisis se fue agudizando, se fueron disminuyendo hasta llegar a la utilización extendida, casi generalizada, del "plaquette" con pequeñas tiradas que no llegaban a los mil ejemplares. Llama la atención que en medio de la crisis, aparece una edición de poesía (la más grande de la década) de 49 992 ejemplares, en el mero centro de aquellas minúsculas tiradas. Varias lecturas se pueden hacer del suceso Se trata de Un son para niños antillanos, del Poeta Nacional, Nicolás Guillén; muy significativo en tiempos de penurias severas, cuando falla la conciencia de la identidad. Acaso una despedida para entrar al momento en que se toca fondo durante el período especial. En toda la década del 90 solo El general a la vanguardia (1991), de Olga Fernández, con 29 920 ejemplares, Aventuras de Guille (1991), de Dora Alonso, con 15 140 ejemplares, Negrita (1992), de Onelio Jorge Cardoso, con 15 790 ejemplares y El güije ilustrado. No.1 (1996), de varios autores, con 25 000 ejemplares Solo esos cinco títulos tuvieron tiradas superiores a los 6 000 ejemplares en toda una década. Ya en los años 2000 y 2001 aparecieron nuevamente algunas tiradas que oscilaban entre los 20 000 y 80 000 ejemplares.
Sin embargo, salta a la vista en esa década de los 90, las 4ta (1995) y 5ta (1996) ediciones de Aventuras de Guille y vuelve a ser Dora Alonso la autora más publicada, con tres títulos más Un libro para Cuba (1994), relato, Ponolani (1994, 1995) y Palomar (1995), de poesía los dos últimos. Otros autores lograron, aunque en pequeñas tiradas, reeditar sus obras. Tales son los casos de Mirta Aguirre y Renée Méndez Capote.
La caída de la URSS y el campo socialista y el recrudecimiento del bloqueo cobraban un alto costo a las producciones de las editoriales. Hubo años en que los títulos publicados no pasaron de diez y las tiradas disminuyeron a menos de mil ejemplares. En estas circunstancias se tomaron numerosas medidas y se aplicaron varias iniciativas para sortear la situación. Se llegó al empleo del plaquette, instrumento francés del siglo XIX, acaso una alusión a cuanto se retrocedió en el tiempo. Se evitó incluso publicar obras de escritores foráneos, para evitar el pago del derecho de autor. Fue la resistencia a la injusticia de un mundo unipolar.
He ahí el comportamiento, poco más poco menos, de las editoriales. Todas hollaron un derrotero similar. La década del 60 fue el despegue (reorganizaciones aparte). Los 70 tampoco fueron años felices. Relaciónense con ciertos extremismos en la interpretación y aplicación de la política cultural, que venía del decenio anterior, la malograda zafra de los diez millones, los sabotajes y otras acciones imperialistas contra Cuba, por encima del XI Festival Mundial de la Juventud y los Estudiantes y la VI Cumbre de los Países No Alineados, que llegaron después, como para inaugurar un decenio mejor. Empero, los 80 parecían años felices, pero tampoco lo fueron: relaciónense con las espaldas de la URSS y la necesidad de creación de las Milicias de Tropas Territoriales para la defensa de país por todo el pueblo, a pesar de aquella abundancia que no era cubana y del viaje de Tamayo al cosmos. Ya los 90 trajeron muchas de las cosas profetizadas por Fidel y otras no presagiadas por nadie, como la sustitución de la colcha de trapear o la cáscara de plátano por "ropa vieja" (1) y el condón derretido por el queso de las pizzas (2) procedimientos de los más inescrupulosos. Relaciónense entonces, los años 90 con todo tipo de escaseces. El papel, el alcohol, la tinta, las piezas de repuesto y los recursos financieros golpearon despiadadamente a todas las editoriales por igual.
Un lapso de resistencia y honor
Analicemos entonces, la década del 90. El hecho de ser la de los años de mayor contracción económica, de menor cantidad de títulos publicados, me obligará a ser más conservador. Se impone señalar que cuando recogimos esta información, éste era el primer decenio que aparecía registrado en la Oficina de Registro de Publicaciones (Agencia Cubana del ISBN); faltaba entonces el año 1990, además de otras informaciones que las editoriales no habían entregado a la Oficina.
Nota: A Gente Nueva no le aparecen en las cifras de la tabla ni las tiras cómicas, ni fotonovelas, ni adaptaciones , como explicamos más arriba.
En los listados de títulos que obran en mi poder muchos autores se repiten, pues sus obras poseen varias ediciones, por lo que los he enumerado solo una vez para incluirlos en las tablas. Ello explica en parte, la diferencia entre las cifras de Letras Cubanas y Gente nueva, dos editoriales grandes, que si bien sostienen cierta diferencia, ella no es tan pronunciada. También en varias ocasiones aparecen en Letras Cubanas obras escritas por un "conjunto de autores" o "por varios autores". Por otro lado, es necesario señalar, que ninguna obra publicada por las editoriales territoriales (provinciales), aparece editada en las editoriales nacionales; si aparece alguna, se trata de una excepción. De modo que en el trabajo de mesa realizado para el estudio y análisis de estas tablas, me vi obligado a adoptar varias iniciativas (entre ellas: restarle a Gente Nueva 48 títulos al total y 8 títulos cubanos publicados en el año 1990) y lograr una conciliación lógica que me permitiera llegar a determinadas conclusiones. —Por ejemplo, en Letras Cubanas, durante el lapso que analizamos, se realizaron 14 publicaciones de obras de José Martí, 12 de Milagros García, 11 de Lezama Lima, 8 de Alejo Carpentier, 5 de Cintio Vitier y 5 de Alberto Garrandés. Y hay varios autores con 3 o 2 publicaciones.
Si se tienen en cuenta las dificultades de los años 90 estas cifras constituyen un triunfo rotundo, digno de admiración: la resistencia cultural logró editar un número indispensables de obras literarias (adiciónense las cantidades de ediciones para el aseguramiento del sistema de enseñanza del país durante todo el decenio, unas cifras bien crecidas que fueron excluidas de estas tablas), en sincronía con aquella indicación del líder de la Revolución, Fidel Castro, acaso en el año más difícil del período especial, 1993: "La cultura es lo primero que hay que salvar".
Véase además cómo en este lapso la mayoría de los títulos publicados son de autores cubanos. Solo 24 títulos foráneos fueron publicados por Letras Cubanas y Gente Nueva, 15 y 9 respectivamente. 44 publicó Arte y Literatura, de acuerdo con su perfil productivo, o sea con su designación para publicar obras foráneas, de la literatura universal. Las demás editoriales, por supuesto, editaron solo obras de cubanos.
Huelga destacar, en este magnífico empeño, que el trabajo de selección de los editores se vio forzado al mayor rigor, ante numerosas propuestas que debieron declinar dada la limitada capacidad de edición que poseían. La demanda de los autores sobrepasaba con mucho las posibilidades de los editores. Si bien esta tabla indica la gran crisis que atravesaba el país, también constituye una inmejorable ilustración del formidable esfuerzo de editores y labriegos del libro, entes anónimos de las editoriales.
¿Quiénes son los autores de las obras publicadas por estas editoriales? Veamos una muestra pequeñísima, de donde se excluyen además a los anteriormente señalados en este trabajo por uno u otro motivo. Algunos de los publicados ya no están entre nosotros, pues han fallecido o se encuentran en otras latitudes por distintas razones. Respetamos la obra que escribieron entonces y a quienes se lo merecen.
En Arte y Literatura han sido publicadas obras de Jorge Iglesias, Luis Suardíaz, Roberto Segre, Elsa Santos García, Ángel Augier, Jaime Sarusky, César López, José A. García Borrero, Rufo Caballero, Rogelio Martínez Furé, Isabel Fernández López y Roberto Friol. En Letras Cubanas se pueden enumerar otros nombres: Severo Sarduy, Eduardo Heras León, Raúl Ferrer, Ángel Escobar, Eduardo del Llano Rodríguez, Lina de Feria, Francisco López Sacha, Víctor Fowler Calzada, Jesús David Curbelo, Rafael Alcides, Miguel Collazo, Francisco de Oráa, Reinaldo Acosta, Beatriz Maggi, Alberto Garrido, Enrique Pérez Díaz, Inés María Martiatu, Ana Cairo, Dulcila Cañizares, Laura Ruiz Monte, Iván Díaz García Y Milagros García, por ejemplo, posee más de 15 ediciones de distintos títulos; al igual que en Gente Nueva aparecen más de 15 ediciones de Había una vez, del español Herminio Almendro Ibáñez.
Ediciones Vigía, cuya singularidad radica en la producción de libros de forma manual, por lo que las tiradas son de alrededor de 200 ejemplares, también aportan numerosos nombres: José Félix León, Nancy González Alzola, Esther María Ortiz, Nancy Grasso González, Luz Lescure, Delia Nieves Albert, Olga María Pérez, Rafael Acosta Arriba, Adelaida Fernández de Juan, Eliecer Lazo, Reinaldo Montero, Israel Domínguez Pérez, Javier Marimón, Juan Francisco González, Mabel Díaz Ochoa, Roberto Manzano Díaz.
No puedo prescindir de una representación de autores de Ediciones Oriente, que comienza a publicar sus títulos en el segundo lustro de los 70: Jesús Sabourín Fornaris, Aida Bahr, Néstor Leliebre, Alfredo Quintín, Mirna Figueredo, Guillermo Orozco, Reyna Sánchez Corrales, Marino Wilson Jay, Ana Belkis Luna, Miladys Hernández, Adis Cupull, Froilán González, Zoleida Frómeta Machado, Mayra Hernández, Guillermo Vidal, Olga Portuondo, Reynaldo García Blanco, Gabriel Soler y otros muchos.
Veamos, por último, a modo de resumen las tres editoriales que auguran la proyección hacia futuras producciones:
Si se observa detenidamente la tabla se podrá comprobar que las editoriales mayores, o sea las que tuvieron mayor cantidad de títulos publicados en los 90, muestran menor porcentaje de publicaciones de los dos primeros años del siglo, lo cual signa una caída de las producciones. En cambio, las editoriales pequeñas muestran mayores producciones en solo dos años que todas las que tuvieron en una década. ¿Cómo entender esta visibilidad al parecer incomprensible?
No dispongo de la información necesaria para responder dicha interrogante, pero se puede arriesgar que tal incongruencia se debió —tal vez— a las prioridades concedidas a las editoriales mayores durante el período especial, por cuanto eran las que realizaban todo el trabajo necesario para el sistema de enseñanzas y otras gestiones de la administración estatal. Solo esa respuesta se me ocurre Queda entonces como asunto para indagar en futuras investigaciones.
Por último, advierto que se torna más fácil en la actualidad emprender el trillo de la investigación en esta dirección: las Ferias Internacionales del Libro de La Habana, cuya información se ha recogido con respeto (conozco eso) pudieran impulsar las futuras investigaciones
Notas
(1).-"Ropa vieja" le llamaban nuestro abuelos a la carne cocida y "ripiada". No era carne de primera calidad, sino la que se podía extraer de los huesos y las costillas. Sin embargo era un plato preferido para los pobres que nunca podían disfrutar de la carne. Y la frazada y la cáscara de plátano cocida y sazonada bien dan la impresión de que se está comiendo carne. Hubo muchos engañados en ese período. Al igual que el preservativo derretido parece el queso de las pizzas napolitana. Había mucha hambre y era fácil dejarse engañar por los más inescrupulosos ciudadanos.
Autor:
Ing. y Lic. Enrique Martínez Hernández