- La anorexia nervosa o nerviosa
- Cuadro clínico
- La anorexia nervosa maligna
- La autopsia psicológica
- La intromisión y la interferencia de familiares cercanos
- Los efectos de la función del hipotálamo en las disorexias
- La bulimia o la bulimia nervosa
- Cuadro clínico
- La bulimia maligna
- La dieta como actividad normativa
- El primer libro de dieta: un best seller
- La dieta maligna o la enfermedad de dietar
- La obesidad
- Tratamiento
- La obesidad maligna
- La aclaración fisiológica y psicológica
- En resumen
Solamente aquéllos quienes han tenido la experiencia trágica de perder un ser querido víctima de una de las enfermedades del comer, puede entender y apreciar por qué ofrecemos esta lección.
Para nosotros las disorexias, o enfermedades del comer, no son lo que tantos proponen, "enfermedades de la alimentación" — Quienes sufren de ellas no piensan en alimentarse, sino que operan bajo el mandato de una mente con reglas distintas.
La anoréxica. No sólo no quiere engordar, sino que detesta el pensamiento mismo de acarrear en su cuerpo lo que la mayoría califica como su peso "normal".
La mujer que se pone a dieta. Esta persona pertenece a una categoría diferente porque, en la mayoría de los casos, consume sustancias que son claramente no nutritivas para lograr el objetivo elusivo de ponerse en línea, mientras que sueña con el momento del "atracón de recompensa". Ellas reconocen el aspecto físico de la anorexia, como el de una mujer enferma — la que no es, decididamente, la meta apetecida.
La bulímica. También se pone a dieta, también desea ser delgada, aunque no lucir emaciada, y también goza de los atracones. Lo que es diferente con ellas es que para evitar la gordura, se dan el empacho desmesurado de forma recurrente y luego purgan lo ingerido, generalmente vía el vómito autoinducido.
La persona obesa. Sufre, porque no puede perder, o dejar de ganar de peso, pero prosigue en el vórtice incontenible que la arrastra a las profundidades de un destino lleno de incapacidades y complicaciones médicas severas.
Hay otras variedades de disorexias y de actividades del comer y adelgazar que son patológicas, las que, por espacio y conveniencia, aquí no nos concernirán.
La anorexia. La mejor conocida y la más estudiada, desde los trabajos de Morton, Gull y Lasègue, por más de tres siglos. Apreciablemente diagnosticable en casos de santas y ascetas, como Bell describe en su monografía Holy Anorexia. De hecho es muy posible que algunas de las mismas santas fueran víctimas imprevistas de la anorexia maligna, la que estudiaremos más adelante.
Por su aspecto físico, por su carácter como acto de purificación, por su interés como curiosidad, la anorexia permanece como la más destacada y reconocida de las cuatro dolencias que aquí nos ocupan.
Lord Byron la padeció, como asimismo aparecería con los caracteres Natasha en Guerra y Paz, de Tolstoy y el Artista del Hambre, de Franz Kafka.
Para evitar imprimir los criterios diagnósticos de la Asociación Psiquiátrica Americana, tan difundidos, aquí nos limitaremos a hacer una descripción abreviada del cuadro clínico de cada una de las entidades consideradas.
La anorexia nervosa o nerviosa
La anorexia nerviosa es un trastorno caracterizado por:
distorsión de la imagen corporal por lo que hay gran miedo a ser gorda o a engordar, aunque la pacienta luzca extremadamente delgada
substancial pérdida de peso
y trastornos en el ciclo menstrual.
Habitualmente se trata de mujeres cuyas edades oscilan entre los 11 y los 20 años y con diversos conflictos emocionales. Un rasgo muy común en la personalidad de la mayoría de estas mujeres, antes de que se desencadene el cuadro clínico, es que son generalmente hijas muy obedientes y ejemplares, destacadas estudiantes y deportistas, sin trastorno alguno de la conducta.
Su coeficiente intelectual se estima que es elevado y la gran necesidad de impresionar las lleva a obtener un rendimiento escolar excelente, lo que las hace sentir cada vez más presumidas del orgullo que sienten otras personas ante sus logros.
Sin embargo, su inestabilidad emocional les crea enormes dificultades para integrarse en grupos.
Cuadro clínico
En los comienzos del cuadro aparece una gran preocupación por el peso a pesar de ser personas delgadas y comienzan una dieta restrictiva o a reducir la toma de alimentos, horrorizándose ante la idea de consumir comidas normales.
Responden de forma hostil cuando se les hace algún comentario favorable acerca de su figura, los sentimientos expresados las incomodan enormemente y prefieren permanecer aisladas.
Se niegan a tener el peso corporal dentro de los límites considerados estándares para su edad y talla y/o hay un fallo en alcanzar el aumento de peso esperado durante la etapa de su crecimiento ya que las domina un intenso miedo a ser gordas.
La imagen corporal se encuentra muy distorsionada, con una excesiva influencia de la forma en que perciben el propio peso y la forma del cuerpo en la auto-evaluación.
El período menstrual desaparece con el tiempo, a raíz de la caquexia, la tensión psicológica, la disminución de la ingesta de alimentos esenciales para producir hormonas sexuales y las intensas actividades que realizan en un intento de eliminar calorías para perder peso.
Algunas comen solas mientras preparan la comida para otras personas con el objetivo de medir su resistencia a la tentación. Otras comen de modo ritualista, pretendiendo que si mueven la comida en el plato, sin llevarla a la boca, que otros creerán que han comido. En ocasiones cometen atracones de comida que después les crea una gran angustia y son capaces de ingerir laxantes, provocarse el vómito o pasar horas practicando actividad física para contrarrestar el efecto de la comida consumida. En los casos extremos el adelgazamiento es marcado, la piel se torna áspera y seca, el cabello es quebradizo y sin lustre, un pelo sedoso llamado lanugo las cubre, las extremidades se encuentran frías y azuladas y los músculos aparecen atróficos.
Descripciones más detalladas y casos clínicos abundan en la literatura científica. Entre ellos, muchos trabajos originales que fueran publicados por nosotros.
La apariencia cadavérica del paciente es rasgo propio, acompañado por el exceso de energía que utilizan en actividades atléticas, a menudo, extremas para lograr perder más de peso.
Tengo que rebajar, por lo menos, veinte libras…
La anorexia nervosa maligna
Comenzó con el cuadro clínico usual. Una joven de once años que regresa del campamento de verano, donde la llamaran "llenita" y decidió rebajar.
Sus dimensiones:
Talla: 64 pulgadas
Peso inicial: 163 libras
Peso al retornar: 112 libras
Los padres no esperaron mucho tiempo para buscar tratamiento, ya que conocían algo acerca de esta condición.
Por los doce años que siguieran esta paciente y sus familiares cercanos viajaron por casi todo el mundo en búsqueda de una solución a un problema que empeoraba en su curso inexorable.
Todos los expertos conocidos de Europa, Norteamérica y Japón fueron consultados. Todos los métodos de tratamiento fueron aplicados, mientras que la paciente rehusaba alimento, se escapaba de las clínicas donde se la internaba y usaba todas las oportunidades posibles para correr y correr…
Murió pesando 57 libras.
La imagen que sigue dramatiza el uso de la intubación naso-gástrica para mantenerla viva. Puede leerse la técnica empleada en uno de mis artículos: "Tube feeding: is it Ever Necessary?"
La autopsia psicológica
Una necropsia hubiese asistido en entender este caso, pero no se obtuvo, porque los familiares la rechazaron.
Las preguntas que hay que contestar son las siguientes:
¿Cómo puede explicarse que la dieta inicial nunca pudo ser interrumpida ya que la paciente nunca paró de restringir, vomitar si la forzaban a comer, o de ejercitarse incesantemente?
¿Cómo puede ser que el cuerpo, en este caso, aparentemente "ignorara" las señales de los instintos del hambre y de la supervivencia, venciendo la resistencia a comer que a todo esfuerzo resistiera?
¿Cómo fue que toda terapia y todo empeño que fuese dirigido a la inteligencia de la paciente no logró impresionar en ella que estaba camino a una muerte cierta?
¿Qué hace que algunas anoréxicas arriesguen la vida, conscientes de ello, ignorando toda evidencia y la razón misma?
Las respuestas son éstas:
La dieta inicial nunca pudo ser interrumpida, porque la paciente había logrado distorsionar las funciones del comer asignando una recompensa o incentivo positivo a la sensación del hambre. Con el hambre se aseguraba de que no estaría engordando, y con la ausencia de los períodos lograba lo mismo.
En su pulsión pertinaz en ser flaca y en no ganar de peso, la pacienta todo lo arriesga, aunque a veces lo que así pierda sea la vida. La terapia no funciona cuando una persona no está motivada y las anoréxicas no están motivadas, porque temen que el designio cubierto del terapeuta es de hacerlas engordar.
El pensamiento mágico, con toda la negación que lo caracteriza, es responsable por los actos de temeridad incomprensibles en que muchos se envuelven ignorando las consecuencias probables.
En este caso específico, hubo un detalle de relevancia esencial para explicar el desenlace fatal.
La intromisión y la interferencia de familiares cercanos
El papá sin educación formal, alcanzó éxitos significantes en el mundo de los negocios, estableciendo una compañía de gran prestigio en su línea de productos. Para él era esencial que sus cinco hijos se graduaran de universidades prestigiosas y que eventualmente se unieran a la firma que él dirigiera.
Cuando la paciente demostró que estaba progresando en la terapia, ganando un número de libras dándole apariencia saludable. El padre impuso su decisión de que la terapia podría proseguir en la cercanía del recinto de la universidad en Boston, que ella había abandonado por estar enferma.
A pesar de que se le advirtiera de su error, lo hizo. Ese fue el principio del fin…
En pocos años seguiría el desenlace funesto, no sin antes tratar de que reestableciera la terapia donde él la interrumpiera — una tarea que el terapeuta la calificó de imposible, por razones de técnica.
Los efectos de la función del hipotálamo en las disorexias
A pesar de que su tamaño sea ínfimo se sabe que este sistema endocrino/glandular es responsable por mucho de lo que afecta nuestro equilibrio corporal, incluyendo el control de las funciones del apetito y del comer.
No es fácil regularlo, siendo aun peor, si la paciente se opone a que lo hagan. Y, cuando se logra su "cooperación", aún así no es fácil, porque el proceso de reajuste es una labor de naturaleza minuciosa y de duración prolongada — por esa misma razón es contraproducente el escapar por la vía de la "cura" deseada, antes de que la "cura real" ocurra.
Cuando la anorexia maligna se establece, lo hace con la "ayuda" de factores que interfieren con la coordinación de los sistemas necesarios para lograr su cura. Así fue en este caso.
La bulimia o la bulimia nervosa
La bulimia nerviosa es un trastorno del comportamiento del comer cuya característica principal es la ingestión de grandes cantidades de comida de deglución fácil durante un corto período de tiempo.
En un principio se consideraba a la bulimia como un síntoma impulsivo que formaba parte de otros cuadros clínicos, para posteriormente ser considerada como con trastorno de la misma índole que las disorexias.
Afecta principalmente a mujeres jóvenes y adolescentes preocupadas por su imagen corporal y su peso. La percepción que tienen sobre sí mismas está muy influenciada por su ansiedad de poseer una figura esbelta y de mantener un bajo peso de cuerpo.
Quienes la padecen, son personas muy ansiosas, con baja autoestima y fluctuaciones permanentes del temperamento. Desvalorizan su imagen corporal y sienten mucho miedo a ser rechazadas, lo que las lleva a intentar ostentar una imagen física ideal.
Las conductas impulsivas son frecuentes, como la cleptomanía, la auto-mutilación, el consumo de sustancias adictivas y, a veces, una vida sexual activa pero insatisfactoria.
Es muy común que hubiera la ausencia de la figura del padre y/o de la madre durante las etapas tempranas del desarrollo.
Cuadro clínico
Las características principales de la bulimia son las siguientes:
• Episodios recurrentes de atracones, en los cuales se ingieren grandes cantidades de comida durante un corto período de tiempo. Este impulso comienza en cualquier momento y es precedido habitualmente por un contratiempo, angustia, rabia o irritabilidad, según lo referido por muchas mujeres. Comen cualquier tipo de alimentos, sobre todo ricos en hidratos de carbono, con las manos, sin tragar y empujándolos con los dedos. Finalizan cuando ya no queda más comida, cuando sobreviene el vómito, si se presenta un dolor intenso en el abdomen que no les permite continuar, o si son interrumpidas por alguien, ya que siempre realizan este acto en secreto y sin testigos.
• Las invade un enorme temor al no poder parar de comer durante los episodios, por lo que se esfuerzan en no comenzar. Aunque en algunas personas ambas actividades se vuelven placenteras, tanto el hartazgo como el vómito.
• Realizan lo que se denomina comportamiento compensatorio inadecuado, donde, para prevenir el aumento de peso se provocan el vómito, abusan de laxantes y diuréticos, ayunan por largos períodos e incrementan notablemente su actividad física en un intento de utilizar más calorías.
• Tanto los episodios de grandes ingesta como el comportamiento compensatorio inadecuado se producen por lo menos 2 veces por semana por un período de meses.
La mayor preocupación de estas personas no es solamente adelgazar, sino que sienten un gran temor a engordar. Tienen mayor entendimiento de lo peculiar de su padecimiento que las mujeres anoréxicas, lo que les produce mayores conflictos.
Para la bulímica lo más importante es no ser gorda. Por ello, las bulímicas con el pronóstico más grave son aquéllas que antes de sucumbir a la enfermedad fueron gordas.
La bulimia maligna
La enfermedad comenzó de modo característico en la adolescencia cuando se creyera gorda, se puso a dieta, le dio hambre y tuvo su primer atracón, seguido por el vómito para no recuperar el peso perdido.
Por varios años estos ciclos de harturas sucedidos por purgas se arraigaron hasta que decidiera no comer en exceso y simplemente vomitar lo comido, o vomitar, aunque nada comiera.
La paciente en su apariencia era muy delgada, quizás en la misma categoría de muchas anoréxicas que no lucen consumidas o esqueléticas — pero, sí, que son muy delgadas.
Tenía treinta y cinco años de edad, estaba casada, era madre de una hija de diez años y vomitaba todo lo que comía, aunque no fuera en exceso. En efecto, los atracones que de joven habituara, ya no los practicaba por que le bastaba con el vómito repetitivo que acostumbraba.
Sus dientes eran postizos ya que el daño iterativo del ácido clorhídrico en la boca, destruyó sus piezas dentales cuando apenas tuviera veintidós años.
Para tratarla fue necesario que la admitieran repetidamente a servicios especializados para la realimentación vía intubación naso-gástrica y para reponer los niveles de potasio y de electrolitos, siempre críticos.
La paciente, en su empecinamiento por no ser gorda, descubrió que el vómito y rumiar se convirtieron en actividades placenteras en las cuales derivara satisfacción que le permitía reducir cualquier tensión.
Educación acerca de su enfermedad y de sus posibles consecuencias le sobraban, ya que en los grupos de terapia las respuestas técnicas con la mayor sensatez eran las propias. Acerca del riesgo que amenazara su hija de caer víctima de una disorexia a su edad crítica, le preocupaba. Pero aún así no podía cesar de vomitar y de rumiar, declarando de modo célebre para quienes la conocieran que (ella): "Preferiría ser la muerta más delgada del cementerio (donde la enterraran) que vivir para morir siendo gorda".
Y así fue…
La autopsia psicológica
En este caso de desenlace fatal los factores son diferentes a los de la anorexia.
El acto mismo de invertir el instinto de comer y transformarlo en "descomer" adquirió una autonomía representativa en el hipotálamo que interpretaba el vómito como una actividad defensiva de naturaleza esencial para evitar la retención de sustancias nocivas (en este caso, el alimento) en el cuerpo.
Esa explicación se aproxima a la que algunos antropólogos proponen para explicar los vómitos del embarazo, que ocurren de modo paradójico cuando la paciente necesita más nutrición.
La otra hipótesis que puede ser entretenida es la que avanzáramos en otro estudio, donde describimos el caso de los trastornos hipotalámicos resultado del uso imprudente de fármacos para inducir el aumento de peso en anoréxicas.
La actividad de las endorfinas en la producción del placer puede ser invocada, como también la de la serotonina cuando el fantasma de la gordura se disipa por no haber comido nada.
Lo que sucedió en este caso en sus fases tempranas, fue la disrupción de la empatía en la terapia, cuando guiado por el deseo de que la paciente se recuperara para celebrar su boda, el terapeuta accediera a que ella estaba "lista" cuando aún no lo estaba.
Su "cura" para satisfacer a los demás llevaría a la cronicidad y a la muerte en este caso.
La dieta como actividad normativa
La psicóloga canadiense Janet Polivy, en comunicación personal, nos dice, refiriéndose a la actividad de dietar, que como es un patrón tan común en nuestra cultura, que a todos nos afecta directa o indirectamente, que lo "normal" es estar a dieta y el no estarlo es lo anormal.
Por supuesto, mucho hemos escrito acerca de la dieta restrictiva e insensata como perteneciendo al grupo de las disorexias, especialmente cuando de ellas se originan algunas de las patologías que aquí estudiamos, incluyendo, a menudo, el sobrepeso, la anorexia, la bulimia y la obesidad.
La ubicuidad de las leyes dietéticas que rigen muchas religiones y la asociación de las mismas con la elevación espiritual, como aparece en las vidas de tantas santas de la Iglesia Católica, hacen que esta actividad tenga un considerable abolengo.
Pero la gordura como epidemia no siempre ha existido y se debate aún si las Venus de Willendorf del paleolítico no eran más que la expresión de una excepción, que la de un testimonio de admiración anatómica/estética.
El primer libro de dieta: un best seller
La primera publicación dedicada a la dieta se hizo en Londres a mediados del siglo XIX por un director de funeraria, llamado William Banting. Fue un éxito monumental en cuyo espíritu han capitalizado tantos seguidores que venden falsas promesas y defraudan al incauto.
La profesión de dietista es nueva, y como tantas que son limítrofes con otras profesiones allegadas, su verdadero alcance se desconoce.
Cuando uno se siente enfermo lo que usualmente se hace es acudir al médico. Cuando uno está gordo, se acude al gimnasio, al dietista o a ambos. Antes se iba al endocrinólogo, porque se creía, de modo erróneo, que las gorduras eran expresión de trastornos tiroideos.
Pero, no es tan simple, ni los resultados obtenidos de esas visitas son tan gratos, como se debiera esperar.
La dieta maligna o la enfermedad de dietar
Si una mujer joven, creyéndose gorda, decide restringir su consumo de comida, con o sin la ayuda de un profesional y el resultado es que:
Engorda y no puede perder el peso que aumentara
Restringe más y se vuelve anoréxica
Se empacha y vomita, comenzando un ciclo de comportamientos bulímicos
Desarrolla problemas de índole de deficiencia vitamínica con parálisis de algunos músculos, trastornos neurológicos severos con ataxia y temblores, o trastornos psiquiátricos de tipo paranoico
La piel se le arruina con tachas afeadoras
Si lo arriba descrito, y muchas otras complicaciones posibles emergen, entonces podemos hablar de la dieta maligna, ya que en casos extremos las dietas pueden acarrear consecuencias aciagas.
Un caso ilustrará lo que tratamos de exponer
Una paciente de 21 años sufría de anorexia restrictiva, para lo que la familia la condujo a la consulta de una dietista en una ciudad norteamericana. Esta sería la misma dietista que había recomendado un régimen para reducir, cuando la pacienta era obesa. Régimen que la paciente siguiera por seis años manteniendo su peso a un nivel que no permitía las menstruaciones normales.
La razón por mi consulta fue que la paciente se creía que padeciera de una parálisis del pie de origen histérico.
El diagnóstico fue el de una parálisis del músculo del peroné con un declive del pie que, carente de estímulo nervioso, no podía levantar. La causa una avitaminosis B.
La misma paciente, siguiendo dietas similares tuvo problemas con el embarazo y un atentado suicida cuando los trastornos severos de la personalidad de que sufriera se achacaran a una falta severa de vitamina B12.
Problemas análogos se diagnostican cuando muchas pacientes se orientan a sí mismas con lo que leen en las revistas que siempre se encuentran en el salón de belleza o cuando, sin conocimiento alguno, deciden adoptar un estilo de comer vegetariano estricto.
La dieta, a menudo se pone en manos de los entrenadores de gimnasio, cuyos consejos, a veces son que las anoréxicas continúen perdiendo de peso, que la "asistencia" provista por laxantes y eméticos son deseables para perder de peso y que los esteroides anabólicos son recomendables para el aumento de la masa muscular.
La dieta es maligna o perniciosa, cuando se aparta de su objetivo de proveer regimenes adecuados como para el tratamiento de ciertas enfermedades establecidas, la diabetes o la intolerancia del gluten; convirtiéndose en vez, en la enfermedad misma que pretende remediar.
La obesidad
Comenzaremos con algunas consideraciones generales, ya que hemos descrito esta condición con mucha frecuencia en otras publicaciones.
Actualmente, la obesidad constituye el trastorno del comer más frecuente de los países industrializados. Por ello y porque es un factor de riesgo para la aparición de diabetes, enfermedades cardiovasculares, hipertensión arterial, algunos tipos de cáncer, la obesidad representa un importante problema de salud pública.
La obesidad constituye un exceso de tejido adiposo que va acompañado de un aumento del peso corporal representado un riesgo para la salud.
Causas y consecuencias
La causa o causas reales se desconocen.
La más aceptada propone que existe un desequilibrio del balance alimenticio en el que participan tres factores fundamentales: la herencia, la ingesta de calorías en exceso y el gasto energético.
Como antes hemos expresado, el conocimiento actual es tan debatible, como impreciso. Muchos buscan una explicación en la comida, mientras que otros dirigen sus esfuerzos a localizar un gen que la explique, mientras que el rol de la adaptación/evolutiva se ignora.
¿Qué consecuencias puede traer?:
Aparato cardiovascular: hipertensión, arteriosclerosis, várices de los miembros inferiores.
Aparato respiratorio: se produce un aumento del trabajo respiratorio para mover la caja torácica y el abdomen con dificultad para respirar. La apnea obstructiva del sueño, o Síndrome de Pickwick es una complicación severa.
Manifestaciones metabólicas: el 80% de los diabéticos Tipo II, en el momento del diagnóstico, son obesos. Existe también un aumento del colesterol.
Aparato digestivo: intolerancia a ciertas comidas, flatulencia, aumento del tamaño del hígado por depósito de grasa.
Otros sistemas: pueden estar afectados.
Cuadro clínico
Es típico en la mayoría de los casos. Una persona joven que se alimenta exclusivamente de comidas de alta densidad calórica, conteniendo grasas animales y azúcares simples, acopladas por una lujuria incontrolable de comer por comer y por placer, eliminando de su ingesta aquellos alimentos esenciales como son los vegetales y frutas, a favor de refrescos, comidas rápidas y cosas similares.
El comienzo en los adultos varía, ya que algunas mujeres abandonan el miramiento de sus libras cuando salen embarazadas y algunos hombres lo hacen cuando se casan.
El estrés es un factor demostrado.
Tratamiento
El tratamiento de la obesidad no está orientado únicamente a tratar el exceso de peso, sino a mejorar el estado general de salud de las personas con exceso de peso. Las pautas más comunes recomendadas a seguir son las siguientes:
Reducción del aporte calórico: con dietas hipocalóricas equilibradas en cuanto a proteínas, fibras, grasas e hidratos de carbono. El resultado de esta maniobra es impredecible y puede conllevar a aumentos de peso. Así comienza el famoso "yo-yo" dieting.
Aumento del gasto energético: un programa de ejercicio físico adaptado a las condiciones del individuo. Lo que no siempre es un método seguro, como tantos pueden confirmar.
Agentes medicamentosos: el empleo de agentes depresores del apetito solo se utiliza como complemento al tratamiento en un grupo limitado de personas obesas. Su uso constituye la ilusión de los manufactures de los mismos, ya que su mercado es vasto.
Psicoterapia: es importante estimular la motivación de estos enfermos ayudándoles a seguir la dieta y a modificar su actitud respecto a las comidas. Generalmente no funciona por sí misma.
Cirugía Bariátrica: cuando todo lo demás fallara y existe la súper-obesidad.
La obesidad maligna
Comenzó como ya hemos descrito. El padre un hombre de mucho éxito en sus negocios y con mucha habilidad natural que le permitiría que su propia obesidad no se convirtiera en obstáculo social. En su vejez temprana sufría de muchas complicaciones de ser robusto, incluyendo problemas de índole sexual, lo que molesta a ambos, su pareja y a él, como dechado del éxito en la vida que fuera.
El niño, dado a la fantasía y a ser solitario, comenzó a jugar con sus artefactos electrónicos muy temprano, comiendo helados, bizcochos y bebiendo refrescos mientras lo hacía.
Las dietas restrictivas principiaron muy temprano para él, ya que todos en la casa deberían participar en el plan de reducción que se diseñara con frecuencia para los padres.
Los tiempos de regocijo se alternarían con períodos de desilusión, ya que el peso perdido retornaba con perversa presteza.
Una vez la familia envió a tres hijos a un spa en las afueras de Tusón, donde perdieran todos, en conjunto, 120 libras… Las que ganaron con un dividendo adicional de sobrepeso seis meses más adelante, cuando salieran del control estricto del personal del spa.
A los diecisiete años pesaba 300 libras, a los 22, 400.
Casó, empezó a trabajar con el papá, pero tuvo su primer ataque coronario cuando cumplió 31 años. La diabetes se presentó cuando cumpliera 32, la hipertensión al año siguiente.
Cuando sufriera el segundo ataque coronario viajó a Cleveland donde le hicieron una intervención quirúrgica gastroplástica.
Todavía, a pesar de ya no ser "flaco", porque ha recuperado muchas de las libras perdidas, trata de comer en exceso, no camina o hace ninguna forma de ejercicio. Sueña acerca de los dulces prohibidos y, cuando sale a cenar con sus amigos, come más de lo que puede, sintiéndose enfermo y sufriendo desmayos.
No ha muerto, aunque se lamenta que su vida es peor que si ya lo estuviera porque lo que le apetece no puede consumir. El cirujano que lo operó lo considera un fracaso de la cirugía y rehúsa a verlo de nuevo, añadiendo injuria a su miseria.
La aclaración fisiológica y psicológica
Obviamente ser delgado, comer sin miedos, ser feliz, son goles que a todos nos atraen. Ser esbeltos, flexibles, vigorosos y ágiles aun dentro de la vejez avanzada son cualidades deseables.
¿Por qué es, entonces, tan difícil para tantos, lograr perder unas libras y mantener el peso perdido?
Porque ambas actividades: engordar y enflaquecer — por haber engordado — son contranaturales.
Nuestro cuerpo, ya hemos dicho muchas veces, está regido por las actividades inquebrantables del hipotálamo cerebral que hace de nuestro peso y de lo que comemos, asuntos de alcances extremas.
Porque fallamos en considerar el factor hipotalámico, no damos pie con bola cuando se tratan de controlar las disorexias, muchas que, como ya hemos visto han adquirido proporciones malignas.
En resumen
Dando una mirada a lo obvio y actuar sorprendido es el Perogrullo de los ignaros.
Los gobiernos occidentales saben — porque lo saben, los riesgos de los fast food, de lo que se sirve a los niños como "comida" en los colegios, de los peligros inherentes de algunos aditivos como el aceite de palma y el HFCS, y de la progresión incontenible de la obesidad y de las otras disorexias, mientras rehúsan responder para no amenazar los intereses de "Quienes de los Vicios se Benefician", título de otro trabajo que publicara hace unos años.
Pero, las disorexias pueden tener consecuencias funestas, y inexorablemente, son la responsabilidad de todos. Quizás muchas anoréxicas y bulímicas que arriesgan la vida para no ser gordas, lo hacen mientras tratan de escapar desesperadamente el destino de una especie que sigue engordando hacia su extinción.
Nota: Para el entendimiento de la rumia, como disorexia, referimos al lector a un artículo bajo mi rúbrica que apareciera en Psychosomatics.
Publicado en la Revista Chilena Psikis 13 de mayo del 2007
Autor:
Dr. Félix E. F. Larocca