Reseñas sobre: "Ensayo sobre la Lucidez" de José Saramago y otros
Enviado por edgar eduardo Manrique Muñoz
- Datos biográficos del Autor
- Resumen de la Novela dando cuenta de la comprensión y la conceptualización presentada en el mismo
- Opinión y crítica personal
1.) Reseña de Ensayo sobre la Lucidez de José Saramago.
1.1) Datos biográficos del Autor.
José Saramago, el autor del libro Ensayo sobre la Lucidez, nació en Portugal en el año de 1922. En resumidas cuentas es "novelista, poeta, autor de teatro y periodista", del Partido Comunista Portugués es miembro, en su profesión de periodista y novelista sufrió censura en la Dictadura de Salazar, al cabo que también fue perseguido por dicha dictadura.
En 1974 la revolución de los claveles logró que Portugal se enfrascara en el sistema democrática, y José Saramago se unió a dicha revolución. Su profesión de periodista la desempeño en el Diario de Noticias de Lisboa, en donde también fue redactor y director. En algunas épocas del año reside, en la actualidad, en Lisboa, Capital de Portugal, y en otras épocas traslada su residencia las islas Canarias, específicamente en la Isla española de Lanzarote. En el año de 1998, José Saramago, recibe el premio Nóbel de Literatura, claro después de haber recibido un gran número de premios en distintas ciudades Europeas. Es característico este premio Nóbel, en tanto que es el primer premio Nóbel que recibe un escritor en lengua portuguesa. Ha escrito numerosas novelas, aunque no las citaré, si es curioso que aparezcan algunas referencias, en Ensayo sobre la Lucidez, de otra de sus obras titulada Ensayo sobre la Ceguera.
1.2) Resumen de la Novela dando cuenta de la comprensión y la conceptualización presentada en el mismo.
La novela se desarrolla en la Capital de un determinado país, que no se identifica plenamente, pero el narrador, antes del discurso que ofreció el Señor Presidente, de dicho país, aclara el lugar geográfico donde se desenvuelve la trama, que es Portugal y su Capital.
Una vez hecha esta aclaración, vale comenzar exponiendo los sucesos primigenios del relato.
En un día tormentoso, por efecto de las lluvias torrenciales y no por el proceso electoral, se celebran elecciones municipales en todo el país; es un día con una inclemencia climática que se extendió desde las horas de la mañana, hasta largas horas de la tarde.
Un día especial, en todo caso, pues era la fecha en que el pueblo iba hacer ejercicio de sus derechos electorales (poder elegir y ser elegido), como todo pueblo democrático, en donde es permitido votar por el partido de la Derecha (pdd), o por el del medio (pdm), o si se prefiere por el de la izquierda (pdi), o en blanco. Así las cosas toda parecía armónico, excepto por las lluvias torrenciales que obligaron a los ciudadanos a resguardarse en las casas, impidiéndole el ejercicio de sus Derecho electorales.
La novela comienza relatando la situación de preocupación que se vivía en la mesa 14 de votación, lugar donde los jurados de la mesa, con su respectivo presidente, llegaron a tiempo, aún cuando las lluvias caían sin compasión, para abrir la mesa electoral y permitir el inicio de la votación de las personas inscritas en dicha mesa, pero la ausencia de electores, tal vez a causa de la lluvia, era muy preocupante.
El presidente comunicó la ausencia de electores al poder electoral, pero en la conversación, tal como puede indagarse, llegaron a la conclusión de que la ausencia de electores se debía al fenómeno climático.
En la mesa electoral número 14 la tensión fue aumentado al pasar el tiempo; el narrador muestra la inconformidad de los personajes con la fecha de elecciones, pues para ellos, conociendo el mal tiempo, se debió aplazar las elecciones una semana mas. En todo caso, la tensión empezó a liberarse cuando llegó el primer elector, pues este hecho hizo desplegar una sonrisa en el presidente de la mesa, es así como se relata este hecho:
"Casi una hora después entró el primer elector. Contra la expectativa general y para desaliento del vocal de la puerta, era un desconocido. Dejó el paraguas escurriendo en la entrada de la sala y, cubierto por una capa de plástico lustrosa por el agua, calzando botas de goma, avanzó hacia la mesa. El presidente se levantó con una sonrisa en los labios, este elector, hombre de edad avanzada, pero todavía robusto, anunciaba el regreso a la normalidad, a la habitual fila de cumplidores ciudadanos que avanzan lentamente, sin impaciencia, consciente, como dijo el delegado del pdd, de la transcendente importancia de estas elecciones municipales. El hombre le entregó al presidente su carnet de identidad y el documento que lo acreditaba como elector, éste anunció con voz vibrante, casi feliz, el número del carnet y el nombre de su poseedor,…"
Por cuenta gota fueron llegando cada uno de los electores, iban votando sin ningún desorden, pues, fila alguna que estorbe, ni se hallaba ni se manifestaba. Visto no puede negarse, que al contrario del torrente, que del cielo caía, los electores aparecían con malicia o, tal vez, maestría, uno a uno votarían.
La noche, ni corta ni perezosa, llegó, no por cansancio de "lucero mayor", mas bien deseosa de las resultas de las urnas, no repletas, pero un tanto grávidas. Alguna que otra fililla "avanzaba con la lentitud del caracol", dando por terminada la votación, los votos inmigraban de la urnas sin mortificación alguna, y la hesitación comenzó cuando el resultado se publicó:
"Los votos válidos no llegaban al veinticinco por ciento, distribuidos entre el partido de la derecha, trece por ciento, partido del medio, nueve por ciento, y partido de la izquierda, dos y medio por ciento. Poquísimos los votos nulos, poquísimas las abstenciones. Todos los otros, más del setenta por ciento de la totalidad, estaban en blanco."
"Oh si de … la abnegación es mucha", pero la preocupación del gobierno iba mas haya de una simple abnegación, que el clima estuviese no muy deseable, no borra el setenta y más por ciento de votos en blanco. Tal vez, para el gobierno, era mejor repetir las elecciones y esperar que el pueblo votase ordinariamente por sus partidos.
Pero para no correr riesgos se desplegó, como una marea de hormigas, agentes para buscar los sospechosos de las resultas de la primera votación, no vaya a ser que se repitan éstas. No quiere ello decir, que en la primera votación, los agentes no hayan sido desplegados, sólo que para la votación que viene, o lo que es lo mismo: la repetición de la repetidera, el objetivo establecido, ellos, ya lo tienen. Es menester a los sospechosos encontrarlos.
Así fue como la fantasmagórica ofensiva del gobierno se concentro en los alrededores de las mesas de votación. Allí carros llegaban, en busca de una zona azul, o mejor diría micrófonos de última generación, escondidos en aparatos movidos generalmente por un motor de combustión interna, con placas particulares, de todos los colores, casi imperceptibles, grabando conversaciones de transeúntes distraídos. Grabando una, dos o tres frases, cualquier cosa que pudiera indicar a los responsables de semejante atentado contra la democracia, que valga su fluctuación fue un atentado democrático.
Muy de cerca se seguía al sospechoso, unas tres o cuatro personas atrás en la fila se hallaba nuestro dichoso agente, una persona, sin hesitación alguna, hábil, con potentes oídos e implacable memoria, una vez el ladino, el charlatán, el parlanchín, el malicioso confabulador diera su nombre y número de identificación, al jurado de votación, nuestro agente iría a telefonear e informar los datos del conspirador en potencia, del blanquero.
La inteligencia en proceso no vacilaba, ni dudaba, frente a cualquier afirmación sospechosa, era necesario identificar plenamente al ladino, al sospechoso. El complot debía ser desarticulado desde sus bases. Aunque mas ligera, pero insultante, habría sido que los agentes leyeran la mente de los electores.
En todo caso, concluidas las votaciones y la inteligencia, los resultados se mostraron, no muy satisfactorios para algunos, pues la repetición de la repetidera había llegado a su clímax cuando los blanqueros repitieron la hazaña.
El voto en blanco, o el ochenta y tres por ciento de los blanqueros reincidieron en aquella conducta dolosa y premeditada, en aquél comportamiento vilipendioso que estigmatizaba el sistema político democrático. El voto en blanco repuntó con un ochenta y tres por ciento de los votos totales.
No hay duda de que es un complot, una conspiración, una maquinación de un mente brillante situada en lo mas oscuro y cálido del reino de las tinieblas, un ochenta y tres por ciento de votos en blanco fue el punto de inestabilidad, para el gobierno, del sistema político, para otros, tal vez de los políticos.
Viendo la álgida situación, el gobierno pone en marcha planes de defensa. Defensa u ofensiva, palabras que no define la novela, no lo sé. El gobierno decide mandar interrogar a todos los sospechosos de la crisis democrática, del complot, dispone interrogar a los posibles blanqueros. Ello, claro, después de una acalorada discusión, no de los caballeros de la mesa redonda del Rey Arturo, sino del gabinete ministerial. El ministro de defensa era el mas perplejo, un ochenta y tres por ciento, puede que no sea debido a grupos anarquistas, pero es un atentado, para el ministro de defensa, terrorista. Finalizada esta palabra el ministro de justicia contradice al jefe de la cartera de defensa, y le corrige en la extensión de la palabra "terrorista".
Puede verse en la susodicha novela que el ministro del Interior y de Defensa promovían la declaratoria del estado de sitio, a fin de tomar las riendas del sistema, mientras que el ministro de Justicia y Cultura auscultaban que la realidad sólo definía que eran unos cuantos votos.
Frente a estas posiciones se decidió, por parte del gabinete, establecer, por unanimidad, la declaratoria del estado de sitio.
Mas de quinientas personas pasan horas respondiendo a preguntas tediosas, repetitivas, que buscaban una única respuesta, no la verdad, sino la respuesta que se quería escuchar. Cada agente purga con cada pregunta el recóndito, en cada mente, plan del blanqueo.
En una y otra ocasión no obtenía mas que comprensibles sustos de los entrevistados, quienes afirmaban que votaron, o por el pdd, o por el pdm, y algunos cinco sostuvieron que votaron por el pdi. Pero nadie el blanco voto depositó.
Alguna muchacha, tal vez atractiva, que como cebo de elocuencia planteara mástil reto a su interrogador, deseó evidenciar la carencia de objetividad, siendo, ella misma, la inquisidora de suaves y angelicales preguntas. La inteligencia del Estado tiene agente tales, pero este poco próvido, pero muy dadivoso, cede al deseo de la dama. Se conecta a la máquina de la verdad, al detector de mentiras, la mujer, como toda mujer, lo mira, respira profundo conteniendo el aire por, aproximadamente, tres segundos, y dice con voz vibrante, firme y airosa: BLANCO.
El pobre hombre, nuestro ágil y seguro agente es traicionado por su cardiaco sistema. Las agujas del detector se desbocan cual caballo brioso, tal vez algo de sudoración – en realidad no lo recuerdo, igual, que más da, quien quiera saber si el hombre sudaba o no pues que lea la novela -, y viene la inquisidora, no se si la mujer o la pregunta; "La mujer …, preguntó en un tono de voz suave, casi tierno, Dígame, por favor, si votó en blanco." Hay que imaginarse la respuesta. Ajajaja, aunque pensándolo bien, mejor imagínese la agujilla del detector de mentirillas.
Al tanto de la situación, de los interrogatorios, el ministro del interior se encontraba, y mas temprano que tarde el primer ministro le cuestionaba: qué se sabe de la investigación, es un complot, son anarquistas, quienes tuvieron la desfachatez de realizar semejante atentado democrático contra la democracia?; pregunta, en razonable natura, que iba descendiendo de escalón en la jerarquía mando-obediencia del Estado, el Ministro del Interior hacía la pregunta, la susodicha, al Director de la Policía Secreta, éste a sus asesores, y al final a los investigadores. Cual la respuesta, cual la repuesta, y en efecto respuesta ha de haber, o acaso el dinero que a los investigadores les paga el Estado no es para resultados obtener?, claro que hay respuesta, Pues entonces déjese de rodeos y responda, hay complot?, si, pero no, Explíquese, no hay pruebas.
Lo que de manera natural baja, vuelve, también a subir, las respuestas subían de escaño en la jerarquía mando-obediencia. Diría el señor Ministro del Interior: no señor Primer Ministro, todavía no se sabe nada, aún no hay pruebas.
La discusión en la mesa redonda seguía, y quien más quien menos, todos ya tenían la solución, en el inconsciente, pero sólo el Presidente pudo expresarla. Si la ciudad esta sitiada, y los enemigos están dentro de la ciudad, y el gobierno está dentro de la ciudad, hay que salir de ésta y dar con el paradero de los enemigos del sistema democrático, con los blanqueros.
Cómo diría algún ministro, dejar a la Capital, abandonarla a su deriva. No, la Capital, como puede percibirse, se ha abandonado ella misma. De la Capital salieron las esferas del alto y medio gobierno, la policía y la secreta (o privada), no quedo alma alguna que representara al gobierno mas que el propio Alcalde de la Capital, pues éste, aunque elegido por el pueblo, no pierde su calidad de agente del gobierno.
Extraña proeza, la salida, otros dirían, la huida, de la Capital, a las tres de la mañana, la comitiva prudencial no olvido nada, tan así el presencial temor salvó su honor. A medida que avanzaban, y se alejaban, la pesadumbres arrollada mostraba, su rocinante, rimbombante y elegante, su lobreguez y motriz salida.
Que ni el temor se olvido, y mas se alimentaba al vivaz resuello de los swish de los bombillos. En las casas, a medida que pasaban o escapaban, encendidas se ponían las lamparillas y bombillas, no sin antes advertir el nugatorio trajín, aunque atentatorio, tramé buco alguno pensó en el tortuoso camino de asomar el perfil por el cristal.
Mas tormentoso que asomarse a las ventanas para ver al gobierno salir de Capital, fue la misma proeza de salir. Y ya en los noticieros algún Darío Arizmendi anunciaba lo sabido. La CAPITAL ahora la capital, el gobierno se ha ido, y se espera alocución presidencial:
"Os hablo con el corazón en la mano, os hablo roto de dolor de un alejamiento incomprensible, … pero lo que no podréis decir nunca es que la culpa la tienen estos a quienes la voluntad popular, libremente expresada en sucesivas, pacíficas y leales disputas democráticas, confió los destinos de la nación … No os quejéis de nosotros, quejaos ante vosotros mismos, … Durante siglos y siglos fuisteis la cabeza del país y orgullo de la nación, … Habéis traicionado la memoria de vuestros antepasados, he ahí la dura verdad que atormentará … Tal vez penséis, ilusoriamente, que , entregados a vuestro albedrío y a vuestros libres caprichos, seréis capaces de organizaros mejor y mejor defender vuestras vidas de lo que a su favor hicieron los métodos antiguos y las antiguas leyes. Terrible equívoco el vuestro. … Votar en blanco es un Derecho irrenunciable, … Volveréis a verme y a oírme el día que hayáis merecido el perdón que, a pesar de todo, estamos inclinados a conceder, yo, vuestro presidente, el gobierno que elegisteis en mejores tiempos, y la parte sana y pura de nuestro pueblo, esa de la que en estos momentos no sois dignos. …"
Algunos en la capital hacían fiesta, el gobierno se ha ido, pero otros mas cuerdos se preguntaban: ¿qué festejan? Si nisiquiera hay cuerpo policial, aunque está la empresa de recolección de basuras, ésta entró en huelga. El primer día y único de la huelga, las mujeres salieron a limpiar las aceras del frente de sus inmuebles. Al día siguiente, llegaron los trabajadores, aunque sin overol, y dijeron que el sindicato está en huelga, pero ellos no.
La breve conversación entre el Ministro del Interior y el Alcalde propendía por que se reactivara la huelga, pero sin policías y sin ningún elemento coercitivo, mas que el verbo, cómo podía convencerse a los trabajadores para que volviesen a la huelga. El Alcalde ganó el debate pero con la clara advertencia de que aún es agente del gobierno.
Esa misma tarde, cuando la ciudad parecía tranquila, sin ningún percance mayor de delincuencia, y con una brevísima ayuda de los bomberos en algún caso aislado, estando el Alcalde cenando, en un restaurante cerca de la estación norte del metro, estalla una bomba, que le deja algunas heridas en la cara. El Alcalde se dirige al lugar del suceso, la estación norte del metro, no se sabe cuantos muertos hay, las llamas son vivaces y abrazan inhumanamente.
De inmediato llegan los bomberos, aunque antes de ellos ya se aparecen los noticieros, y rodean al Alcalde, lo rodean de hecho y de cuestionamientos. Se apagan las llamas, y que da ahora, el Alcalde no puede hacer mas; los bomberos se encargaron del asunto.
Al día siguiente el Alcalde renuncia, ya no es mas Alcalde de la capital, claro sin antes telefonear al Ministro del Interior para preguntarle quién había mandado poner la bomba donde murieron 34 personas, aunque en las noticias apareciese el dato de 28; era una pregunta con ínfulas de insinuación. El Ministro del Interior lo entendió bien, y de nuevo le recordó que siendo el Alcalde de la capital, y miembro del pdd (el mismo partido que se encuentra en el gobierno) no era muy leal insinuar aquello de lo cual podría arrepentirse, respuesta, del Alcalde, que mas contundente no podía ser, al afirmar que él ya no era Alcalde de la Capital.
El entierro de las víctimas fue conjunto, aunque muy laico, pues ninguna congregación religiosa quería untarse mucho de política, lo que sería evidente si se hubiese dirigido la misa de entierro, según el narrador.
La mitad de la población marchaba rechazando el atentado en el metro, y la otra mitad, afirmó el presidente, está a punto de salir.
Algunas familias de la capital, que vislumbraban la crisis, no sólo democrática, sino real, decidieron salir de la ciudad, aunque de antemano sabían que la ciudad estaba sitiada y que nadie podría salir, deciden, siendo solidarios con sus respectivos partidos (pdd y pdm), armar, o mejor desarmar, todo, empacar y trastear todo, tal como siguió del ejemplo del gobierno, por la madrugada, no a las tres de la mañana pero sí a las cuatro de la madrugada.
Así una fila de cientos de carros se aglomeraron a las afueras de la ciudad, sin poder salir, pues la orden impartida, a las fuerzas armadas, fue no dejar pasar ni un alma. Por esta razón, el Primer Ministro telefoneó al Presidente, quien decidió, en primera instancia, aceptar el paso de los vehículos, pues si aquellos son miembros de nuestro partido no sería malo dejarlos salir de la intempestiva ciudad. Así se acordó la orden, pero unos cinco minutos después el teléfono vuelve a sonar, de nuevo es el Primer Ministro, quien se inquieta si, por algún motivo, quienes pretender cruzar la frontera no son miembros del pdd y pdm, sino que son los blanqueros. Esto dejo pensando a los dos estadistas, hubo un silencia profundo, aunque se decidió, luego de pensar o no en el uso de las armas, que una alocución presidencial daría al traste con el escape de esas personas, que no se sabe si son votantes fieles, o blanqueros subversivos.
Es así como, a las seis de la mañana, estando todas las radios, de los coches, encendidas y un helicóptero grabando y reportando la situación desde el aire, empieza la alocución, que tiene un final feliz, pues, desde el aire se observa, como el último vehículo dio media vuelta y retorna a la ciudad, y así cada uno de los vehículos. Salida triunfal del gobierno, salvo por cuanto que al entrar, el primer vehículo en la ciudad, fue atacado por los ciudadanos que no habían salido de la misma, casi una batalla campal se formó.
Se deben tomar medidas que pongan freno a esta crisis, empezando porque la orden, del gobierno, de poner la bomba sólo tenía la pretensión de matar, por mucho a tres personas, no a todos los que murieron. En efecto se pensaban medidas como pasar, en próximas elecciones, los votos en blanco, proporcionalmente, a cada uno de los partidos, entre otras mas.
Entre tanto, cuando no se avizoraba que rumbo podía tomar la novela, aparece que un hombre xx envió tres cartas, todas iguales, al Presidente, al Primer Ministro y al Ministro del Interior, indicando, y relatando, a algunas personas y hechos que podrían estar relacionados con el incidente de los blanqueros.
El Presidente y el Primer Ministro discutieron la cuestión, la carta llegó a manos del Presidente, quien la leyó de inmediato, una vez finalizada la lectura llamó al Primer Ministro, quien hizo lo propio, perplejos se miraron, cuestionando aquél a éste: qué piensa?, el Primer Ministro convenció al Presidente de que no valía la pena iniciar una investigación en este asunto. Una carta donde se sindica que determinadas personas pueden estar involucradas con el democrático atentado de los blanqueros, no merece investigación, pues se alegan hechos ocurridos hace cuatro años, en donde hubo una epidemia de ceguera, media población se quedó ciega, entre ellas, las personas que se tratan en la carta, pero de éstas sólo una mujer no quedó ciega, y fue ella quien, tras varias acucias, pasando por el asesinato, logra liberar al grupo de ciegos de un hospitaloide. Una investigación de este talante traería problemas para la crisis actual, afirma el Primer Ministro, y convencido, el Presidente, asiente. Pero, claro no se pensara que no hay un pero, que ocurre si alguien se entera de la carta, sería terrible para el sistema democrático.
Entre estos dos estadistas se decidió averiguar quien recibió la carta; no duro mucho esta averiguación, pues de inmediato la secretaria dio la información, el secretario había recibido la carta, y no sólo esto, sino que también la leyó. Ahora si sería grave, pues si este personaje cuenta algo, tal vez a su esposa, y ésta a su amiga, y esta no se sabe a quien, y todo se llega a saber la crisis, por efecto Doppler se agudizaría.
Habrá que callar al secretario, no mandándolo al mundo celestial, hay que hablar con el Director de la Policía, pero aparece la objeción de que el propio Presidente se salta el conducto regular no informado de la situación al Ministro del Interior, y que tal si el Director de Policía le cuenta al susodicho Ministro. Hay que mantener la carta reservada, y la mejor manera es averiguar si el secretario, quien recibió la carta, es de entera confianza y no dirá nada al respecto, nisiquiera a su esposa. El secretario no tardo en llegar, y fue interrogado ampliamente, a la vez que sus respuestas fueron satisfactorias, pues convenció al Presidente y al Primer Ministro de su entera confianza.
Una vez resuelta la situación sonó el teléfono, era nada mas y nada menos que el Ministro del Interior, habló con el Presidente y le dijo que: había llegado a su despacho una carta afirmando que un grupo de personas estaban relacionadas con los hechos del atentado democrático a la democracia, y que estaba, completamente, dispuesto a iniciar una investigación.
No fue tarea fácil convencer al Presidente de que no iniciara una investigación, y menos sería fácil convencer al Ministro del Interior de lo mismo. Prácticamente era irremediable el inicio de la aludida.
No fue difícil deducir que si había llegado una carta, dirigida al Presidente, y otra igual, dirigida al Ministro del Interior, también habría llegado otra dirigida al Primer Ministro, y en efecto así fue, pero el trámite de recepción de la misma no fue tan expedito que en los primeros despachos.
Para llegar a cabo la aludida, hablo de la investigación, se nombraron a tres agentes de la policía secreta, un inspector (el Jefe), un comisario (el primer agente) y el segundo agente. Se les equipo con arma de dotación y un vehículo para los tres, tenían un apartamento, con fachada de empresa (providencial s.a. seguros y reaseguros), en el cual podían resguardarse los días que durase la investigación, y los gastos los sufragaría el Ministerio del Interior.
Como es lógico, primero se iba a investigar al sujeto que envió las tres cartas, en ellas estaba su teléfono, dirección y correo electrónico, pero surgió la duda, entre los agentes, de cómo iniciar el interrogatorio, ello por cuanto que iniciar el interrogatorio bajo ofensiva pudo haber asustado o bloqueado al sujeto, y tal vez no diría todo lo que sabe.
Los agentes decidieron iniciar la investigación de una forma amable y sin referirse, demasiado, al atentado democrático a la democracia, es decir, sin indagar muchos por los blanqueros. La estrategia que se adopto fue la de: preguntarle al hombre cuales habían sido los hechos que ocurrieron hace cuatro años, que se narran, ligeramente, en la carta, y averiguar cuales fueron los compañeros de éste en ese entonces.
Así pues, se desarrolló el interrogatorio bajo lo lineamientos descritos, llegaron un sábado por la mañana, nuestros tres agentes y, el hombre que vivía cuarto piso, preguntó quien era, los agentes, una vez suelta la pregunta, se miraron, y el inspector afirmó que eran la policía, el hombre, con cierta alegría, responde que ya baja a abrir.
Subieron los cuatro hombres al apartamento, el sujeto en cuestión solicitó un momento para terminar de arreglarse, específicamente para ponerse calzado, los agentes, en dicho intervalo, que no duró más de tres minutos, observaron la sala en la que estaban.
Llegó el sujeto y afirmó que ya era hora que llegarán, los agentes asintieron y le manifestaron que venían por la carta que envió, al cabo que le preguntaban si habían enviado otra carta en cuestión a otra persona, el sujeto dijo, sonriente, si envié tres cartas al Presidente, al Primer Ministro y al Ministro del Interior, por si alguna de ellas se perdía.
Empezó el interrogatorio, pero oh sorpresa la que se llevó el susodicho sujeto de la carta al ver, un tanto pasmado, que las preguntas se dirigían a averiguar los hechos que habían acaecido hace cuatro años, que en realidad no tienen mayor importancia, pero, y así lo pretendía el hombre, el interrogatorio debiendo dirigirse a hallar la relación de esos hechos con los acontecimientos de los subversivos blanqueros, tomo un rumbo, que puede decirse que fue histórico. El hombre atónico trató de responder, aunque no le preguntaran, cual era la relación entre los hechos acontecidos hace cuatro años con los blanqueros, pero los agentes, tratando de evitar éste tema, por estrategia interrogativa, no le permitieron continuar.
El interrogatorio se centro, también por estrategia, en la averiguación de quienes conformaban grupo de personas que, el interrogado, había conocido hace cuatro años en los sucesos en cuestión. Al fin el sujeto interrogado manifestó que una de la personas que conformaba el grupo era su ex mujer, pero, y explicando lo sucedido, dijo que ella se habían separado por causa de los hechos en cuestión.
Los agentes no comprendía, pero el sujeto, un tanto abatido, explicó que como las personas, que conformaban el grupo en cuestión, estaban todas ciegas, hace cuatro años, excepto una mujer, y recluidas en un hospitaloide de ciegos, los ciegos, ajenos al grupo, tenían toda la comida, y para que dieran comida exigían que las mujeres se acostaran con ellos. Unos de los agentes dijo de inmediato, y su mujer se acostó con ellos?, el hombre, sin poderlo mirar a la cara, respondió que ella estaba había estado debajo y eso el no lo pudo resistir; pero continuó el agente, un poco sarcástico, pero usted no comía el alimento que su mujer conseguía por estar debajo, el hombre no respondió.
El hombre interrogado dijo que la mujer que no se había quedado ciega, era la esposa del oftalmólogo, y fue la que los ayudó a escapar de ese tenebroso lugar, ella asesinó a uno de los ciegos, al jefe, y ello los guió y alimentó, pues era la única que podía ver.
Un agente preguntó si tenía alguna foto del grupo, el hombre respondió afirmativamente y se dirigió por ella, claro está que no fue sólo, pues, uno de los agentes lo acompaño mientras los otros dos esperaban. Los dos agentes que se quedaron el sala no percibieron nada extraño cuando llegaron el sujeto y el agente, que lo acompaño, con la foto. Aquellos se enteraron mucho tiempo después de que: el agente que acompaño al sujeto, para recoger la foto, desenvainó su arma, dejándole el seguro puesto, y la presionó contra el sujeto para que no se le fuera a olvidar en qué lugar había tenido la foto. El sujeto, como es de esperarse, encontró la foto en un santiamén, no porque el calibre del cañón, seguramente de una Beretta nueve milímetros o de una Cold 45, le haya quedado marcada en la piel, sino, por el contrario, porque sabía perfectamente donde guardaba la foto, en principio.
En la foto aparecían, con residuo de sonrisa, no mas de ocho seres, siete humanos y un mejor amigo, un can; de izquierda a Derecha eran: la mujer del oftalmólogo junto al mismo, el hombrecillo de la carta con su ex mujer, quien debajo de un ciego estuvo, violada y ultrajada, por poco de comida, seguía una meretriz, o al menos eso se pensaba, que en la foto sostenía, en su diestra mano, unas gafas negras, junto a ella estaba un viejo, ciego como todos, y con una venda negra que auscultaba, tal vez queratitis en residuos, el ojo izquierdo, quien después de los sucesos, y a falta de mucho tiempo, esponsales celebró con la hermosa meretriz, que ni se sabe si es una o la otra, por último un mozalbete que para la investigación poco o nada importa, junto a él la bestia cuadrúpeda forrado de un suave y esponjado pelo marrón, con hocico, casi tierno, pero no recomendable, era, en efecto, el can de la mujer del oftalmólogo.
La colaboración del sujeto interrogado no llegó hasta la foto, pues suministró nombres, direcciones y teléfonos de todos los plasmados en la foto, claro, menos del infante. Los agentes se marcharon, el hombre quedó desconcertado, pues palabra alguna, para cuestionar la relación con los blanqueros, se mencionó.
Al día siguiente, domingo, los agentes se dividirían el trabajo, el inspector iría a casa del oftalmólogo, para interrogar, en especial, a la mujer, el comisario iría a casa de la meretriz, que es la misma donde vive su viejo esposo con su venda negra, y por último, el segundo agente (el de más bajo rango) iría a cada de la ex mujer del hombre que envió la carta.
Estaban convencidos, los agentes, que el hombre, que envió la carta, no les telefonearía, a los personajes de la foto, para informarlos de la investigación, pero tal vez los nuevos interrogados podrían telefonearse entre sí; para evitar eso, una comunicación entre los sospechosos, se coordinó, por parte de los tres agentes, la hora de las 10:30 a.m. para tocar en cada una de las puertas de los sospechosos. Sospechosos de qué? Aún no se tiene idea.
Así, pues, aconteció, salvo por que el inspector, después de dejar a cada uno de los otros agentes cerca del lugar de habitación de los sospechosos, se retraso y golpeó, no a las 10:30 a.m. sino a las 11:15 a.m.
La mujer del oftalmólogo, después de hacer pasar al inspector que era un hombre de unos 57 años de edad y, luego de ofrecerle una taza de café, y hechas preguntas muy concisas, respondió y confesó que ella había matado a un hombre, a un ciego, al jefe de los ciegos, que las había violado, a ella, a la ex mujer del hombre que envió la carta y a la meretriz (aunque no usó esta palabra); el asesinato fue con arma blanca, corto punzante, había introducido unas tijeras, no en el corazón del ciego, habría sido muy difícil, pues las mujeres no tienen tanta fuerza, aunque hay excepciones, sino que introdujo las tijeras en el cuello de la víctima, tal vez pensando en aquella gran vena, no la subclavia derecha, sino la yugular.
Finalizado el interrogatorio, de forma abrupta, pues la mujer, a la defensiva, proyecto una ofensiva de preguntas, tales como: ¿si aquí en la capital la policía se fue para al gobierno le interesa investigar un crimen, del cual no pueden obtener, ni pruebas, mas que testimoniales, ni el arma del delito, ni el cuerpo de la víctima? Pregunta, precisamente no en estos términos, pero similar, que el inspector no quiso responden, no porque no quisiera, sino porque era incapaz, no habría una respuesta razonable para tan próvida pregunta.
Los agentes se encontraron, luego de finiquitados los interrogatorios, en el apartamento de providencia s.a. seguros y reaseguros, intercambiaron las experiencias de los interrogatorios, cada uno dio su opinión, pero llegaron a la conclusión de que no había ninguna relación entre: los hechos ocurridos hace cuatro años y las el grupo de personas que interrogaron con el atentado democrático a la democracia, con el subversivo y maquinal voto en blanco, aunque su misión era encontrar la relación como fuese, así tuvieran que inventar las pruebas, en realidad no sólo era complicado dicha epopeya sino que era insultante para la profesión.
Luego que el inspector entró en su cuarto, y después de despedirse de sus agentes, sonó el teléfono rojo. Este aparato hacía parte de una línea que estaba directamente comunicada con el inmueble, temporalmente ocupado, por el Ministerio del Interior. El inspector, quien es papagayo de mar, contesto, al otro lado de la bocina se encontraba albatros, mejor conocido como el Ministro del Interior. La conversación fue breve pero no muy confortante para el Ministro. Dentro de las muchas cosas que se tocaron, en la conversación, el Ministro se interesó en la foto, y le exigió a papagayo de mar que se la enviara. Para realizar el cometido, papagayo de mar debía encontrarse, a las nueve de la mañana, en el punto militar seis norte, y debía entregar la foto a un hombre detraje negro con pintas azules. El desconocido debía responde a un clave hablada. Dada la orden, por albatros, a papagayo de mar, se cortó la comunicación. No si antes reiterarle, albatros, que le iba ayudar con la investigación, y que no dudara de que los sospechosos tienen mucho que ver con el atentado democrático de los blanqueros.
El inspector se levantó temprano al día siguiente, pero olvido preguntarle, al ministro del interior, donde quedaba el puesto seis norte, no había tiempo para llamar al ministro, y por lo pronto era menester sacar el mapa de la ciudad y tratar de encontrar el dichoso puesto seis norte. El inspector llegó a las 9:21 a.m. al puesto seis norte, allí se encontraba un hombre, con traje negro y pintas azules, que respondió a la clave hablada, y como era de esperarse se entregó el sobre contentivo de la foto.
Seguidamente el inspector se dirigió a continuar el interrogatorio, que ayer había quedado inconcluso por causa de las airadas preguntas de la mujer del oftalmólogo. En dicho evento el inspector le comentó a la mujer, y a su marido, que el gobierno creía que ella y las personas de la foto eras las responsables del atentado democrático de los blanqueros. La mujer atónita no podía creerlo.
Los otros dos agentes, mientras tanto, seguían a los otros sospechosos. Una vez finalizada la hazaña, llegaron al apartamento y a todos les parecía estar realizando una investigación sin sentido alguno.
Papagayo de mar llamo, por el teléfono rojo, a albatros para informarle que él no considera que exista una relación entre: las personas investigadas y los sucesos de los blanqueros, y le solicita a albatros que lo aísle de la investigación. Albatros hace un último intento por convencer a papagayo de mar que está equivocado, pero ello es inútil. Albatros no ve mas camino que ordenarle a papagayo de mar que ordene a sus hombres ir al puesto seis norte mañana a las nueve de la mañana, pues allí los estará esperando un hombre con traje negro y pintas azules. Albatros también ordena, a papagayo de mar que se quede en el apartamento los cinco días iniciales que se dio como tiempo para la operación. Se cuelga el teléfono y el inspector sale, de la habitación, para informar a sus agentes lo que el Ministro del Interior le había ordenado. El inspector les solicita a sus agentes que, cuando los interroguen sobre la operación, digan toda la verdad de los interrogatorios hechos.
Esa misma noche el inspector telefonea a casa de la mujer del oftalmólogo, habla con ella, y le pide que se vaya porque el ministro del interior decidió dar por terminada la investigación, pero no está seguro de que no hayan policías siguiéndola. La mujer un tanto asustada le agradece por haberla llamado, y se despiden cordialmente.
El inspector, después de que se fueron sus agentes, sale y desayuna en un café, algo tranquilo, luego recorre la ciudad para matar el tiempo, y pasa por la calle donde vivía la mujer del oftalmólogo, se imagina que ya hay hombre (agentes) siguiéndola o esperando que salga, y, en efecto los identifica, sigue caminando hacia un parque cercano a dicha calle, y se sienta en un banco, es plácido estar allí, piensa el inspector, se respira un aire de tranquilidad. Luego suena un disparo que le ha entrado, al inspector, por el hueso occipital (esto me lo imaginé), quien ha disparado es el hombre de traje negro con pintas azules.
Mas tarde la policía toca a la puerta del apartamento del oftalmólogo, enseguida abre la mujer de éste, los policías le solicitan que llame a su marido porque está detenido, la mujer pregunta porque, y los policías le recuerdan que la ciudad está en declaratoria de estado de sitio, y, por tanto, no están obligados a responder esa pregunta ni a mostrar orden de captura. El marido sale, la mujer quiere irse con él, pero los policías no le permiten que lo acompañe.
Una vez ocurría aquello, el hombre de traje negro con pintas azules se ubicaba en la terraza del edificio del frente, y cuando la mujer salió, a la ventana, a tomar aire fresco, apenas posó sus manos sobre la fría baranda cuando se escucharon dos disparos, que le dieron a la mujer, ésta yace muerta en el piso, de inmediato el can empieza a ladrar, y se escucha otro disparo que calla al canino.
Entre tanto dos ciegos caminan por la calle, y uno le pregunta al otro si escuchó algo, éste responde que sí, que fueron tres tiros, el último calló al can, y el otro ciego dice algo como: menos mal porque no me gusta escuchar a los perros aullando.
1.3) opinión y crítica personal.
La novela tiene elementos muy interesantes para realizar un análisis politológico. Aunque tiene elementos, que en mi humilde opinión, son marcadamente fantasiosos, gracias a éstos elementos puede desarrollar la trama de la novela.
En la novela aparecen situaciones, que si se presentaran en la realidad, lo mas probable es que siguieran un rumbo distinto. La novela se alimenta de tramas, originadas por la desconfianza y falta de información de los personajes, aunque es agradable, e incluso chistosa, los relatos que muestra el autor, no puede negarse que a veces la novela se tornaba monótona.
Esta monotonía se conjugaba con la rapidez con el autor avanzaba, que imprimía dinamismo a la novela, pero también dejaba muchas dudas, y claro, necesariamente, debían suplirse con la imaginación del lector. Tal vez por ello creo que las reseñas que realice cada lector, de la novela, serían muy diferentes, no en su contenido y trama general, pero sí dentro de su contenido específico.
Creo que la novela es una fuente de información muy importante, al menos para la carrera de ciencia política, porque señala toda una serie de errores, de estadistas y servidores públicos de nivel medio, que entroniza la necesariedad de que las decisiones de alta y media política estén respaldadas por análisis de politólogos.
Es decir, la novela evidencia los errores, en los que tal vez nadie incurriría si las decisiones, del Estado, estuvieran respaldadas en análisis mas profundos sobre las situaciones coyunturales. No quiero decir, que éstos análisis sean mas demorados o tediosos, sólo que para situaciones coyunturales, como estructurales, se requiere el consejo, para nada despreciable y en mayor medida realizable, de profesionales que estén enterados del sistema político en cuestión, y que tengan conocimiento de su características e insuficiencias, para, por lo menos, avizorar de manera superflua las consecuencias de determinadas decisiones.
Lo que se evidencia en la novela, con la continuidad de errores tras errores, es la necesariedad de tecnificar las decisiones del Estado, aunque en alguna medida pueden estarlo, es irrebatible que las decisiones equívocas del gobierno, de la novela, constituyen una clara falta de información y una escasez de asesores para situaciones coyunturales.
Aunque no puede negarse que la novela es completamente lógica, pero, y es algo paradójico, las consecuencias de aquel logicismo tal vez se constituyeron en ilógicas.
Por otra parte, es claro que hay que establecer la cruda y real forma en que puede, en situaciones de alto riesgo, no me refiero a las de la novela, manifestarse la razón de Estado. Este concepto de: "razón de Estado" se muestra con real claridad en la novela, tal vez la causa que establece la novela es fantasiosa, pero lo que hay que extraer de la novela es la forma en que opera la razón de Estado, en donde no importa si una persona es inocente, o no, lo importantes es mantener la dignidad, en alto, del Estado y de sus gobernantes.
La razón de Estado es aquella dignidad moral, que, aunque sólo sea en apariencias, debe proyectar una visión ejemplificante, a sus ciudadanos y a la comunidad internacional, de digno trato. Esta razón de Estado no es buena, pero tampoco es mala, sólo es el concepto de lo que se debe hacer en situaciones coyunturales, en donde el Estado debe salir lo mejor librado, aunque yo agregaría, en mi humilde opinión, que la razón de Estado debería tener presente los Derecho Humanos Fundamentales.
Edgar Eduardo Manrique Muñoz
Ponencia presentada al Curso de Sistema Político Colombiano de la Facultad de Derecho, Ciencias Políticas y Sociales de la Universidad Nacional de Colombia. Segundo Semestre de 2004.