Poemas de Juan De Dios Peza
Juan de Dios Peza nació el 29 de junio de 1852 en México y falleció el 16 de marzo de 1910. Fue un importante poeta del siglo XIX que además realizó labores como político.
REÍR LLORANDO.
POST-UMBRA.
SIN SOBRE.
EN CADA CORAZÓN ARDE UNA LLAMA.
A MÉXICO.
CONFIDENCIAS A UNA ESTRELLA.
EN MI BARRIO.
A MIS HIJAS.
FUSILES Y MUÑECAS.
ESTE ERA UN REY…
EL NIDO.
CÉSAR EN CASA.
EN LAS RUINAS DE MITLA.
NIEVE DE ESTÍO.
MI PADRE.
UN CONSEJO DE FAMILIA.
MI MEJOR LAURO.
EL CUENTO DE MARGOT.
BEBÉ.
ADÚLTERA.
CARTA.
EL CALLEJÓN DEL BESO.
JUEGOS DEL ALMA.
LAS BODAS.
LA ÚLTIMA CITA.
SOBRE MI TUMBA.
ANOCHE SOÑANDO.
EN CADA CORAZÓN
AUSENCIA.
MI BANDERA.
LA VELA DE PIEDRA.
LA PRINCESA AZTECA.
LA CALLE DEL NIÑO PERDIDO.
EL INDIO TRISTE.
EL CALLEJÓN DE BESP.
DEL ESCENARIO A LA CELDA.
LA CALLE DEL CALVARIO.
LA CAJA MILAGROSA.
LA CALLE DE LA CADENA.
LA CALLE DE XICOTENCATL.
EL CACAHUTAL DE SAN PABLO.
EL RELOJ DE PALACIO.
CÓMO ES MARGOT.
CARTA TRISTE.
REÍR LLORANDO
Viendo a Garrik -actor de la Inglaterra-el pueblo al aplaudirlo le decía:
"eres el más gracioso de la tierra,y el más feliz…".Y el cómico reía.
Víctimas del "spleen", los altos lores, en sus noches más negras y pesadas,
iban a ver al rey de los actores,y cambiaban su "spleen" en carcajadas.
Una vez, ante un médico famoso,llegóse un hombre de mirar sombrío:
-Sufro -le dijo-, un mal tan espantosocomo esta palidez del rostro mío.
Nada me causa encanto ni atractivo:no me importan mi nombre ni mi suerte;
en un eterno "spleen" muriendo vivo,y es mi única pasión la de la muerte.
-Viajad y os distraeréis.
-¡Tanto he viajado!
-Las lecturas buscad.
-¡Tanto he leído!
-Que os ame una mujer.-¡Si soy amado!-Un título adquirid.-¡Noble he nacido!
-¿Pobre seréis quizá?-Tengo riquezas.
-¿De lisonjas gustáis?-¡Tantas escucho!
-¿Qué tenéis de familia?-Mis tristezas.
-¿Váis a los cementerios?-Mucho… mucho…
-De vuestra vida actual ¿tenéis testigos?
-Sí, mas no dejo que me impongan yugos:yo les llamo a los muertos mis amigos;y les llamo a los vivos, mis verdugos.
-Me deja -agrega el médico- perplejovuestro mal, y no debo acobardaros;
tomad hoy por receta este consejo:"sólo viendo a Garrik podréis curaos".
-¿A Garrik?
-Sí, a Garrik… La más remisay austera sociedad le busca ansiosa:
todo aquél que lo ve muere de risa;¡tiene una gracia artística asombrosa!
-¿Y a mí me hará reír?-¡Ah! sí, os lo juro;él sí, nada más él; mas… ¿qué os inquieta?
-Así -dijo el enfermo-, no me curo;¡Yo soy Garrik!… Cambiadme la receta.
¡Cuántos hay que, cansados de la vida,enfermos de pesar, muertos de tedio,
hacen reír como el actor suicida,sin encontrar para su mal remedio!
¡Ay! ¡Cuántas veces al reír se llora!¡Nadie en lo alegre de la risa fíe,
porque en los seres que el dolor devorael alma llora cuando el rostro ríe!
Si se muere la fe, si huye la calma,si sólo abrojos nuestra planta pisa,
lanza a la faz la tempestad del almaun relámpago triste: la sonrisa.
El carnaval del mundo engaña tanto,que las vidas son breves mascaradas;
aquí aprendemos a reír con llanto,y también a llorar con carcajadas.
Juan de Dios Peza (México, 1852-1910)
Recopilado el 14 de Febrero de 1.959 (Venezuela)
POST-UMBRA
Con letras ya borradas por los años,en un papel que el tiempo ha carcomido,
símbolo de pasados desengaños,guardo una carta que selló el olvido.
La escribió una mujer joven y bella.¿Descubriré su nombre?
¡No!, ¡no quiero!pues siempre he sido, por mi buena estrella,para todas las damas, caballero.
¿Qué ser alguna vez no esperó en vanoalgo que si se frustra, mortifica?
Misterios que al papel lleva la mano,el tiempo los descubre y los publica.
Aquellos que juzgáronme felice,en amores que halagan mi amor propio,
aprendan de memoria lo que dicela triste historia que a la letra copio:
"Dicen que las mujeres sólo llorancuando quieren fingir hondos pesares";
los que tan falsa máxima atesoran,muy torpes deben ser, o muy vulgares.
Si cayera mi llanto hasta las hojasdonde temblando está la mano mía,
para poder decirte mis congojascon lágrimas mi carta escribiría.
Más si el llanto es tan claro que no pinta,y hay que usar otra tinta más oscura,
la negra escogeré, porque es la tintadonde más se refleja mi amargura.
Aunque no soy para soñar esquiva,sé que para soñar nací despierta.
Me he sentido morir y aún estoy viva;tengo ansias de vivir y ya estoy muerta.
Me acosan de dolor fieros vestigios,¡qué amargas son las lágrimas primeras!
Pesan sobre mi vida veinte siglos,y apenas cumplo veinte primaveras.
En esta horrible lucha en que batallo,aun cuando débil, tu consuelo imploro,
quiero decir que lloro y me lo callo,y más risueña estoy cuanto más lloro.
¿Por qué te conocí? Cuando temblando de pasión, sólo entonces no mentida,
me llegaste a decir: "Te estoy amandocon un amor que es vida de mi vida".
¿Qué te respondí yo? Bajé la frente,triste y convulsa te estreché la mano,
porque un amor que nace tan vehementees natural que muera muy temprano.
Tus versos para mi conmovedores,los juzgué flores puras y divinas,olvidando,
insensata, que las florestodo lo pierden menos las espinas.
Yo, que como mujer, soy vanidosa,me vi feliz creyéndome adorada,
sin ver que la ilusión es una rosa,que vive solamente una alborada.
¡Cuántos de los crepúsculos que admiras pasamos entre dulces vaguedades;
las verdades juzgándolas mentiras,las mentiras creyéndolas verdades!
Me hablabas de tu amor, y absorta y loca,me imaginaba estar dentro de un cielo,
y al contemplar mis ojos y mi boca,tu misma sombra me causaba celo.
Al verme embelesada, al escucharte,clamaste, aprovechando mi embeleso:
"déjame arrodillar para adorarte"; y al verte de rodillas te di un beso.
Te besé con arrojo, no se asombreun alma escrupulosa y timorata:la insensatez no es culpa.
Besé a un hombreporque toda pasión es insensata.
Debo aquí confesar que un beso ardiente,aunque robe la dicha y el sosiego,
es el placer más grande que se sientecuando se tiene un corazón de fuego.
Cuando toqué tus labios fue precisosoñar que aquel placer se hiciera eterno.
Mujeres: es el beso un paraísopor donde entramos muchas al infierno.
Después de aquella vez, en otras muchas,apasionado tú, yo enternecida,
quedaste vencedor en esas luchastan dulces en la aurora de la vida.
¡Cuántas promesas, cuántos devaneos! El grande amor con el desdén se paga:
toda llama que avivan los deseospronto encuentra la nieve que la apaga.
Te quisiera culpar y no me atrevo,es, después de gozar, justo el hastío:
yo que soy un cadáver que me muevo,del amor de mi madre desconfío.
Me engañaste y no te hago ni un reproche,era tu voluntad y fue mi anhelo;
reza, dice mi madre cada noche;y tengo miedo de invocar al cielo.
Pronto voy a morir; esa es mi suerte;¿quién se opone a las leyes del destino?
Aunque es camino oscuro el de la muerte,¿quién no llega a cruzar ese camino?
En él te encontraré; todo derrumbael tiempo, y tú caerás bajo su peso;
tengo que devolverte en ultratumbatodo el mal que me diste con un beso.
Mostrar a Dios podremos nuestra historiaen aquella región quizá sombría.
¿Mañana he de vivir en tu memoria…?Adiós… adiós… hasta el terrible día.
Leí las líneas y en eterna ausenciaesa cita fatal vivo esperando…
Y sintiendo la noche en mi conciencia,guardé la carta y me quedé llorando.
Juan de Dios Peza (México, 1852-1910)
Recopilado el 04 de Abril de 1.959 (Venezuela)
SIN SOBRE
Abro tu carta y reconozco ufano
Tu letra fácil, tu dicción hermosa;
Tú la trazaste con tu propia mano
Pues el papel trasciende a tuberosa.
Al escribirla estabas intranquila
Y ya estoy sospechando tus desvelos
Los médicos me han dicho, que vacila
El pulso con la fiebre de los celos.
Veo tus líneas torcidas, descuidadas,
Y esto halaga mis propios pareceres
Porque sé que no estando enamoradas
Nunca escriben sin falsa las mujeres.
¡Con el arrojo de tus veinte abriles,
Has escrito un aumento que me mata!
Siempre ha sido en las cartas femeniles
Importante o terrible la postdata.
No me vuelvas a ver. Ya no te quiero,
Esto me dices con desdén profundo:
Yo traduzco: "ven pronto que me muerto",
De algo me sirve conocer el mundo.
Dices que consolando tu tristeza,
Vas al campo a llorar penas de amores,
Así podrá tener Naturaleza
Coronas de diamantes en las flores.
Pero no viertas llanto por tus penas,
Que siempre se evaporan bajo el cielo;
Las lluvias del desierto en las arenas
Y el llanto, entre las blondas del pañuelo.
Las horas de silencio son tan largas,
Que comprendo la angustia con que gimes;
Las verdades del alma son amargas,
Y las mentiras del amor, sublimes.
Inquieres con tesón si a cada instante,
Busco tu imagen o su culto pierdo,
¿Dónde está, niña cándida, el amante
Que diga en estas cosas: no me acuerdo?
Quien convertir pretenda de improviso,
El amor terrenal en culto eterno,
Necesita labrar un Paraíso
Sobre la oscura cima del infierno.
¿Ves ese Sol que llena de alegría
El cielo, el mar, el bosque y las llanuras?
El trae a los mortales cada día,
Nuevas dichas y nuevas amarguras.
Cada alma tiene libro que atesorasus efectos en él, sin vano alarde;
¡Cuánto nombre se agrega en cada aurora!
¡Cuánto nombre se borra en cada tarde!
¿Quién sabe por qué anhela lo que anhela?
¿Quién será siempre el mismo, siendo humano?
Dicha, amor, esperanza, todo vuela
Sobre ese amargo y turbulento Océano.
Y así preguntas con afán sincero:¿Por qué me quieres?
… voy a responderte:Yo te quiero mujer porque te quiero;
No tengo otra razón para quererte.
¿Tú te conformarás con tal respuesta,
Que de mi propio corazón recibo?
Tal vez la encuentre sin razón; pero ésta
Es la única razón por qué te escribo.
Que yo no vuelva a verte… me propones
Y aunque mi mente vacilante queda,
En vista de tu sexo y tus razones
Allá iré lo más pronto que pueda.
Juan de Dios Peza (México, 1852-1910)
Recopilado el 09 de Marzo de 1.959 (Venezuela)
EN CADA CORAZÓN ARDE UNA LLAMA
En cada corazón arde una llama,
si aún vive la ilusión y amor impera,
pero en mi corazón desde que te amasin que viva ilusión,
arde una hoguera.
Oye esta confesión; te amo con miedo,con el miedo del alma a tu hermosura,
y te traigo a mis sueños y no puedollevarte más allá de mi amargura.
¿Sabes lo que es vivir como yo vivo?
¿Sabes lo que es llorar sin fe ni calma?
¿Mientras se muere el corazón cautivoy en la cruz del dolor expira el alma?
Eres al corazón lo que a las ruinasson los rayos del sol esplendoroso,
donde el reptil se arropa en las esquinasy se avergüenza el sol del ser hermoso.
Nunca podrás amarme aunque yo quiera,
porque lo exige así mi suerte impía,y si esa misma suerte nos unieratú fueras desgraciada por ser mía.
Deja que te contemple y que te adore,y que escuche tu voz y que te admire,
aunque al decirte adiós, con risas llore,y al volvernos a ver llore y suspire.
Yo no quiero enlazar a mi destinotu dulce juventud de horas tranquilas,
ni he de dar otro sol a mi caminoque los soles que guardan tus pupilas.
Enternézcame siempre tu bellezaaunque no me des nunca tus amores,
y no adornes con flores tu cabezapues me encelan los besos de las flores.
Siempre rubios, finísimos y bellos,madejas de oro, en céltica guirnalda,
caigan flotando libres tus cabellos,como un manto de reina por tu espalda.
Es cielo azul el que mi amor desea,la flor que más me encanta es siempre hermosa,
que en tu talle gentil yo siempre veatu veste tropical de azul y rosa.
Mírame con tus ojos adormidos,sonriéndote graciosa y dulcemente,
y avergüenza y maldice a mis sentidosmostrándome el rubor sobre tu frente.
¿Yo nunca seré tuyo? ¡ay! ese día, oscureciera al sol duelo profundo;
mas para ser feliz sobre este mundobástame amarte sin llamarte mía.
Juan de Dios Peza (México, 1852-1910)
Recopilado el 13 de Febrero de 1.959 (Venezuela)
A MÉXICO
En las últimas desgracias de España.
Allá del revuelto mar
Tras los secos arenales,
Donde sus limpios cristales
Las ondas van a estrellar,
Donde en lucha singular
Disputando a la Fortuna
Las ciudades una a una,
De sus guerreros el brío,
Mostraron su poderío
La cruz y la media luna;
En esa tierra encantada,
Que esconde, en perpetuo Abril,
Las lágrimas de Boabdil
En las vegas de Granada;
Donde el ave enamorada
Repite entre los vergeles
El canto de los gomeles,
Y cuelga su frágil nido
Del minarete prendido
Entre ojivas y caireles;
Donde soñados ultrajes
Vengaron fieros zegríes,
Regando los alelíes,
Con sangre de abencerrajes;
donde entre muros de encajes
Y torres de filigrana,
Lloró la hermosa sultana
Amorosos sentimientos
A los rítmicos acentos
De una trova castellana;
Allá donde nueva luzAlumbró, limpia y serena,
Sobre la morisca almena
El símbolo de la cruz;
En ese suelo andaluz,Cuyos cármenes hollando,
Y en otro mundo soñando,Cruzaron en su corcel
La magnánima IsabelY el católico Fernando.
En esa región que encierra
Tantos recuerdos de gloria;
En ese altar de la Historia;
En ese edén de la tierra;
No el azote de la guerra
Infunde duelo y pavor,Ni causa fiero dolor
Que mira asombrado el mundo
El negro contagio inmundo;
Allí otra plaga mayor.
Surgen allí tempestades
Del suelo entre las entrañas,
Y vacilan las montañas,
Y se arrasan las ciudades
Escombros y soledades
Son el cortijo y la aldea;
La muerte se enseñorea,
Y, en medio de tanta ruina,
Se ve cual llama divina
La Caridad que flamea.
Con sordo bramido el duelo
Todo lo enluta y recorre;
Yace la maciza torre
En pedazos sobre el suelo.
Salvarse forma el anhelo
De los espantados seres,
Y hombres, niños y mujeres
Las crispadas manos juntan,
Y viendo al cielo preguntan.
"Dinos Dios, ¿por qué nos hieres?"
Recordando en sus delitoslas bíblicas amenazas,
Van por las calles y plazas
Confesándolos a gritos.
Los corazones precitos
Se niegan a palpitar
Y todos ven transformar
Al golpe del terremoto,
El abismo el verde soto,
Y en escombros el hogar.
Se abate el pesado muro
Que adornó silvestre yedra
Y brotan de cada piedra
Una oración y un conjuro.
No hay un asilo seguro;
Ciérnese el ángel del mal;
Cada fosa sepulcral
Abrese ante fuerza extraña,
Y parece que en España
Comienza el juicio final.
Y entre la nube sombría
Que el denso polvo levanta,
El coro terrible espanta
De los gritos de agonía.
Y entre aquella vocería,
Con rostro desencajado,
El padre busca espantado,
Con ayes desgarradores
El nido de sus amores,
Entre escombros sepultado.
Convulsa, pálida errante,
Sobre el suelo que se agita
La madre se precipita
Por la angustia delirante;
Vuela en pos del hijo amante;
El rostro al abismo asoma
Lo llama llorando, y toma
Por voz del hijo querido,
La que acompaña al crujido
De un techo que se desploma.
En repentina orfandad,
Trémulas las manos tienden
Los niños, que no comprenden
Su espantosa soledad.
Tan sólo la caridad
Velará después por ellos,
Curando con sus destellossu miseria y su aflicción:
¡Cómo no amarlos, si sonTan inocentes, tan bellos!
¿Qué pecho no se conmueve
Ante cuadro tan sombrío,
Que al corazón más bravío
A contemplar no se atreve?
Ante el infortunio aleve
¿Quién no es noble? ¿quién no es bueno?
¿Quién de piedad no está lleno,
Cuando es la virtud mayor,
Aun más que el propio dolor,
Sentir el dolor ajeno?
Manda ¡oh, noble patria mía!
La ofrenda de tus piedades
A las hoy tristes ciudades
De la hermosa Andalucía.
No es favor, es hidalguía;
Es deber, no vanidad.
Llamen otro Caridad
Estos óbolos del hombre,
Tienen nombre, sólo un nombre;
Se llaman Fraternidad.
Con tierno entusiasmo santo,
Mezcla ¡oh patria amante y buena!
Esa pena con tu pena,
Ese llanto con tu llanto.
Si al mirar ese quebranto,
Tu triste historia repasas,
Verás que angustias no escasas
Pasó, entre llantos prolijos,
Por amparar a tus hijos
Bartolomé de las Casas.
Juan de Dios Peza (México, 1852-1910)
CONFIDENCIAS A UNA ESTRELLA
Sigue, sigue blanca estrella,
Por el cielo en que naciste,
Sin dejar ninguna huella…
Siempre te hallaré más bella,
Siempre te hallaré más triste.
Hoy vengo con mi dolor,
Cual antes feliz venía;
Mas ya nunca, astro de amor,
Ceñirás con tu fulgor
Ni su frente ni la mía.
Tú cruzas por ese cielo,
Dando con tu luz la calma;
Yo cruzo, por este suelo,
Llevando en mi desconsuelo
Lena de sombras el alma.
Dame, dame tu luz bella;
Que en esta alma sin amor
Tú sorprenderás estrella,
En cada nube una huella,
Y en cada huella un dolor.
Tú que has escuchado el canto
De mi primera pasión,
Acompaña mi quebranto,
Y alumbra el amargo llanto que brota del corazón.
¡Horas del primer cariño!tú las miraste lucir,
Cuando ante tu luz de armiño,
La niña en brazos del niño
Soñaba en el porvenir.
¡Dulce amor! ¡grata ciencia!
¡Blanca luz! ¡Delirio ardiente!
¿Por qué huyes de la existencia,
Cuando una dura experiencia
Va marchitando la frente?
¡Aquellos goces extraños,
Aquel esperar en Dios,
Sin recoger desengaños,
Aquel pasar de los años
Sin perturbar a los dos!
Todo, todo, blanca estrella,
Tu tibia luz alumbró;
¡Edad de sueños aquella,
Envidiable, dulce, bella,
Que para siempre huyó!
Celia, al expirar el día,
Por estos sitios vendrá,
Ya no como antes venía,
Que aquella alma que fue mía,
Pertenece a otra alma ya.
Antes ¡ay! ¡cuánto embeleso!
Sollozando de placer,
Dejaba en mi frente un beso;
Por eso, estrella; por eso
No quiero volverla a ver.
Ahora, dulce y cariñosa,
En otro sus ojos fijos,
Tendrá su boca amorosa
La majestad de la esposa
Para besar a sus hijos.
Con tus rayos blanquecinos
Alumbra siempre su hogar;
Aparta nuestros caminos,
Y ¡ay! que sus ojos divinos
No aprendan nunca a llorar.
Si sigues, tú, blanca estrella,
Por el cielo en que naciste,
Sin dejar ninguna huella…
Siempre te hallaré más bella,
Siempre me verás más triste.
Juan de Dios Peza (México, 1852-1910)
EN MI BARRIO
Sobre la rota ventana antigua
Con tosco alféizar, con puerta exigua,
Que hacia la oscura callejada,
Pasmando al vulgo como estantigua
Tallada en piedra, la santa está.
Borró la lluvia los mil colores
Que hubo en su manto y en su dosel;
Y recordando tiempos mejores,
Guarda amarillas y secas flores
De las verbenas del tiempo aquel.
El polvo cubre sus aureolas,
Las telarañas visten su faz,
Nadie a sus plantas riega amapolas,
Y ve la santa las calles solas,
La casa triste, la gente en paz.
Por muchos años allí prendido,
Único adorno del tosco altar,
Flota un guiñapo descolorido,
Piadosa ofrenda que no ha caído
De las desgracias al hondo mar.
A arrebatarlo nadie se atreve,
Símbolo antiguo de gran piedad,
Mira del tiempo la marcha breve;
Y cuando el aire lo empuja y mueve
Dice a los años: pasad, pasad.
¡Pobre guiñapo que el aire enreda!
¡Qué amarga y muda lección me da!
La vida pasa y el mundo rueda,
Y siempre hay algo que se nos queda
De tanto y tanto que se nos va.
Tras esa virgen oscura piedra
Que a nadie inspira santo fervor,
Todo el pasado surge y me arredra;
Escombros míos, yo soy la yedra;
¡nidos desiertos, yo fui el amor!
Altas paredes desportilladas
Cuyos sillares sin musgo vi,
¡cuántas memorias tenéis guardadas!
Níveas corinas, jaulas doradas,
Tiestos azules… ¡no estáis aquí!
En mi azarosa vida revuelta
Fue de esta casa dueño y señor,
¿do está la ninfa, de crencha suelta,
de grandes ojos, blanca y esbelta,
que fue mi encanto, mi fe, mi amor?
¡Oh mundo ingrato, cuántos revesesen ti he sufrido!
La tempestadtodos mis campos dijo sin mieses…
La niña duerme bajo cipreses,
Su sueño arrulla la eternidad.
¡Todo ha pasado! ¡Todo ha caído!
Sólo en mi pecho queda la fe,
Como el guiñapo descolorido
Que a la escultura flota prendido…
¡Todo se ha muerto! ¡Todo se fue!
Pero ¡qué amarga, profunda huella
Llevo en mi pecho! …
¡Cuán triste estoy!…
La fe radiante como una estrella,
La casa alegre, la niña bella,
El perro amigo… ¿Dónde están hoy?
¡Oh calle sola, vetusta casa!
¡angostas puertas de aquel balcón!
Si todo muere, si todo pasa
¿por qué esta fiebre que el pecho abrasa no ha consumido mi corazón?
Ya no hay macetas llenas de flores
Que convirtieran en un pensil
Azotehuelas y corredores…
Ya no se escuchan frases de amores,
Ni hay golondrinas del mes de abril.
Frente a la casa la cruz cristiana
Del mismo templo donde rezó,
Las mismas misas de la mañana,
La misa torre con la campana
Que entre mis brazos la despertó.
Vetusta casa, mansión desierta,
Mírame solo volviendo a ti…
Arrodillado beso tu puerta
Creyendo loco que aquella muerta
Adentro espera pensando en mí.
Juan de Dios Peza (México, 1852-1910)
A MIS HIJAS
Mi tristeza. Es un mar;
tiene su bruma que envuelve densa mis amargos días;
sus olas son de lágrimas; mi pluma
está empapada en ellas, hijas mías.
Vosotras sois las inocentes flores
nacidas de ese mar en la ribera;
la sorda tempestad de mis dolores
sirve de arrullo a vuestra edad primera.
Nací para luchar; sereno y fuerte
cobro vigor en el combate rudo;
cuando pague mi audacia con la muerte,
caeré cual gladiador sobre mi escudo.
Llévenme así a vosotras; de los hombres ni desdeño el poder ni el odio temo;
pongo todo mi honor en vuestros nombres y toda el alma en vuestro amor supremo.
Para salir al mundo vais de prisa.
¡Ojalá que esa vez nunca llegara!
Pues hay que ahogar el llanto con la risa,
para mirar al mundo cara a cara.
No me imitéis a mí: yo me consuelo
con abrir más los bordes de mi herida;
imitad en lo noble a vuestro abuelo:
¡Sol de virtud que iluminó mi vida!
Orad y perdonad; siempre es inmensa
después de la oración la interna calma,
y el ser que sabe perdonar la ofensa
sabe llevar a Dios. Dentro del alma.
Sea vuestro pecho de bondades nido,
no ambicionéis lo que ninguno alcanza,
coronad el perdón con el olvido
y la austera virtud con la esperanza.
Sin dar culto a los frívolos placeres
que la pureza vuestra frente ciña,
buscad alma de niña en las mujeres
y buscad alma de ángel en la niña.
Nadie nace a la infamia condenado,
nadie hereda la culpa de un delito,
nunca para ser siervas del pecado
os disculpéis clamando: estaba escrito.
¡Existir es luchar! No es infelice
quien luchando, de espinas se corona;
abajo, todo esfuerzo se maldice,
arriba, toda culpa se perdona.
Se apaga la ilusión cual lumbre fatua
y la hermosura es flor que se marchita;
la mujer sin piedad es una estatua
dañosa al mundo y del hogar proscrita.
No fijéis en el mal vuestras pupilas
que víbora es el mal que todo enferma,
y haced el bien para dormir tranquilas
cuando yo triste en el sepulcro duerma.
Nunca me han importado en este suelo
renombre, aplausos, oropeles, gloria:
procurar vuestro bien, tal es mi anhelo;
amaros y sufrir tal es mi historia.
Cuando el sol de mi vida tenga ocaso
recordad mis consejos con ternura,y en cada pensamiento, en cada paso,
buscad a Dios tras de la inmensa altura.
Yo anhelo que, al morir, por premio santo,
tengan de vuestro amor en los excesos:
las flores de mi tumba vuestro llanto,
las piedras de mi tumba vuestros besos.
Juan de Dios Peza (México, 1852-1910)
FUSILES Y MUÑECAS
CUADRO REALISTA
Juan y Margot, dos ángeles hermanos
Que embellecen mi hogar con sus cariños
Se entretienen con juegos tan humanos
Que parecen personas desde niños.
Mientras Juan, de tres años, es soldado
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