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Sanación interior

Enviado por Agustin Fabra


  1. Introducción
  2. La psicología
  3. Las heridas interiores
  4. Salvarse a si mismo
  5. Fuentes de la enfermedad
  6. El perdón
  7. Soltar y olvidar
  8. Preparación individual
  9. Oración para la sanación interior
  10. Ejercicio de sanación interior
  11. Oración de abandono

A Dios, que demuestra su poder en nosotros y puede realizar mucho más de lo que pedimos o imaginamos.

Efesios 3:20

INTRODUCCION

Vengan a mí los que se sientan cargados y agobiados porque Yo los aliviaré, dice el

Señor.

Mateo 11:28

Nuestro corazón es como un jardín en donde muchas veces crecen malas hierbas y plantas inútiles con frutos venenosos, tales como rencor, odio, pesimismo, desprecio de sí mismo y de los demás, etc. Se dan casos en que ese jardín ha sido enterrado bajo montones de cosas atractivas para que dé la apariencia de estar limpio de cualquier suciedad.

Eso no debe ser así; ni el mantenerlo sucio y, mucho menos aún, tratar de esconderlo tapándolo con otros materiales, aunque esos sean atractivos para los demás. Por mucha apariencia de orden que pretendamos dar, por los frutos notaremos el estado del huerto; es algo que no se puede esconder de nadie, y menos aún del Señor. En otras palabras, nos estamos engañando a nosotros mismos, pero no a Dios.

Jesús, que es el jardinero, el cuidador de ese jardín, no quiere que en él haya maleza ni malas hierbas; al contrario, El desea que en nuestro jardín personal sólo haya plantas hermosas y útiles, con flores bellas y atractivas. Definitivamente Jesús no plantó esas malas hierbas en nuestro jardín, pero tampoco quiso evitar que nosotros mismos accedierámos a plantarlas. Nuestras decisiones siempre serán personales. Pero así como el Señor no nos impedirá que nosotros mismos plantemos o accedamos a que nos planten esas malas hierbas en el jardín de nuestro corazón, sí nos hace saber que El nos ayudará a arrancarlas y a mantener siempre un jardín que dé gloria a Dios al verlo.

A veces son otras personas las que nos plantan semillas venenosas por sus insultos, maltratos, mentiras, chismes o por su falta de amor, y nosotros en aquel momento no supimos cómo extirparlas o no quisimos hacerlo. Así fueron plantando su raíz en nosotros y creciendo como plantas de rencor, pesimismo, maltratos, desconfianza, odios, venganza, etc.

Quizás sí quisimos extirpar esas malas hierbas de nuestro corazón, pero no supimos cómo hacerlo ni nadie nos ayudó, con lo cual esas plantas crecieron cada día más. Pero hay alguien que sí logrará extirparlas y, además, lo hará encantado: Jesús.

Dejemos entonces que sea El quien mediante el Espíritu Santo limpie nuestro jardín; que extirpe de raíz las malas hierbas para que no vuelvan a brotar. Pero para ello hace falta que nosotros preparemos el terreno de nuestro corazón y, después de que Jesús lo haya limpiado, restituirá la belleza original de nuestro huerto plantando semillas de comprensión, de perdón, de aceptación y de paz.

Tengamos, entonces, un corazón dispuesto para que Jesús logre esa transformación en cada uno de nosotros y busquémonos a nosotros mismos interiormente para lograr la sanación deseada.

Nunca olvidemos que los que sufren hacen sufrir, pero los que se sienten amados, no pueden dejar de amar.

LA PSICOLOGIA

Freud, el padre del psicoanálisis, dice que existen tres estados mentales en la persona: el consciente, el subconsciente y el inconsciente. Los tres son la localización de ciertos procesos constitutivos del funcionamiento del aparato psíquico.

El consciente designa al conjunto de vivencias de las que el sujeto puede dar cuenta mediante un acto de percepción interna. Dicho de otro modo, el consciente es el estado donde una persona puede recordar por sí misma los hechos vividos.

El término inconsciente se utiliza para designar el conjunto de los procesos mentales que no son pensados conscientemente.

El subconsciente es el estado mental que es débilmente consciente, y que se halla por debajo del umbral de la conciencia actual o es incluso inaccesible a ésta. Este subconsciente es como un depósito que almacena todos los traumatismos, las heridas, los rechazos, los bloqueos de la primera infancia, y los conserva mucho más nublados en forma de complejos, cuanto se remontan más allá de esta edad. Por ello es también el lugar de la sanación interior porque esas heridas que vienen de la primera infancia o de una edad posterior, aún de la adulta, tienen repercusiones sobre el organismo espiritual.

Los traumas interiores profundos pueden bloquear totalmente la vida espiritual. En el proceso de la sanación interior no basta con aplicar técnicas psicológicas ya que sólo pueden ayudar a nivel humano, pero sin rebasar el propio campo. Se requiere una acción a nivel sobrenatural para que el Señor vaya restaurando la personalidad profundamente herida y bloqueada.

Por eso, penetrar en este mundo del subconsciente debe ser hecho en compañía del Señor y con la mediación del Espíritu Santo que, junto con la compasion de Cristo, podrán sanar las heridas acallando la actividad destructiva de otras experiencias negativas y curando las capas más profundas del subcosciente.

LAS HERIDAS INTERIORES

Todos los seres humanos estamos expuestos a contraer una serie de enfermedades corporales, ya sea por contagio, una herida mal curada, o por el mal funcionamiento de algún órgano o sistema de nuestro cuerpo. De la misma manera, nuestro aspecto espiritual es sumamente sensible y por ello estamos sujetos a sufrir males interiores; esto es, heridas espirituales, emocionales, de nuestra vida afectiva, voluntad, recuerdos, actitudes, etc.

Las enfermedades interiores que puede sufrir cualquier persona en algún momento de su vida comprenden las siguientes áreas: enfermedades mentales o psíquicas, morales y espirituales.

Psiquicas o Mentales: En el capítulo anterior ya vimos que las enfermedades psíquicas son las que nos hacen obrar con temor o que dejan librados nuestros sentimientos a un complejo de culpabilidad o de inferioridad, lo cual nos impulsa a odiar o nos hacen decir o pensar no sirvo, no soy amado , debería hacerlo pero no me animo, etc.

Morales: Son aquellas que impiden la realización de actos moralmente virtuosos y que también impulsan a vicios contrarios. Por ejemplo la gula, que además de ser un vicio, es también fuente de otras debilidades para el organismo interno.

Espirituales: Son las que impiden relacionarse eficazmente con Dios por sí mismas. Por ejemplo, un fuerte bloqueo a tener fe, o una vez que adviene la fe puede haber cierta frialdad, de fuerza y de constancia, para la realización de los mismos.

El ser humano está hecho para vivir y andar en el amor, y es por eso que la base afectiva es de suma importancia para el crecimiento sano de la persona en todos los niveles.

Las heridas pueden producirse debido una inesperada frustración o fracaso, un fuerte golpe emocional, una situación traumática provocada por un grave accidente, un largo período de soledad, una decepción causada por un ser querido o cercano en quien tanto confiábamos y que traicionó dicha confianza, la separación repentina de aquel ser a quien mucho amábamos y que se marchó de nuestro lado sin explicación alguna, un severo regaño que nos hicieron siendo pequeños nuestros padres o alguna persona adulta que representaba en ese momento la autoridad, un error o un pecado grave que cometimos y que no nos perdonamos a nosotros mismos, e incluso un defecto o limitación física que poseemos y que ha sido motivo de continuas burlas o desprecios por parte de los demás.

Estos y otros muchos casos son ejemplos de situaciones que en nosotros pueden ocasionar heridas interiores debido a conflictos no resueltos, heridas que a veces se tornan muy serias, dolorosas y prácticamente imposibles para nosotros de superar, en

especial aquellas producidas desde hace mucho tiempo. Hoy se sabe que las heridas ocurridas a más temprana edad, incluso las que se produjeron aún antes de nuestro nacimiento, cuando captábamos y asimilábamos las reacciones e impresiones más fuertes de temor, rechazo y dolor de nuestra madre, son las más difíciles de superar y las que más nos afecta en nuestro comportamiento actual.

La manera en que todos estos conflictos no resueltos repercuten en nuestra forma de ser y vivir es muy notoria, pues pueden llegar a afectar nuestros sentimientos y relaciones con los demás, nuestro estado de ánimo, nuestras actitudes frente a la vida y las demás personas, y la forma como reaccionamos ante determinadas situaciones repentinas que se nos presentan.

Así vemos que ante ciertas situaciones podemos reaccionar violentamente o con un irrefrenable temor. Sentimos un rechazo hacia determinadas personas que no sabemos de dónde proviene. No sentimos el amor que quisiéramos tener por los demás y, sí lo sentimos, nos encontramos con que no podemos demostrárselo por una incapacidad de dar y demostrar afecto y cariño a los otros. En ocasiones, nuestro comportamiento y actitudes ante determinadas personas están marcados por un aislamiento incomprensible, complejos o patrones de culpabilidad; o con frecuencia nos colocamos ciertas máscaras delante de los demás, que ocultan lo que verdaderamente somos y sentimos.

Incluso estos conflictos no resueltos pueden, con el tiempo, desencadenar en males físicos, hoy llamados enfermedades psicosomáticas; es decir, enfermedades físicas generadas en nuestra mente o espíritu (placebos).

Los conflictos y problemas no se pueden esconder o postergar, porque sera peor para nosotros. Los conflictos que no podemos manejar, aquello que no aceptamos, aquello que rechazamos, termina transformándose con el tiempo en nuestro enemigo. Tenemos por ello que enfrentarlos y buscar su solución.

Hay alguien que sí puede sanar por completo y de raíz todos nuestros males físicos y espirituales. Él es Jesús. Y cuando El nos haya sanado podremos conocer por experiencia los diferentes signos:

Los del enemigo Gálatas 5:19-21

Los del Espíritu Santo Gálatas 5:22-24

Recomendación Gálatas 5:25-26

Pero antes debemos comprender y aplicar diversos conceptos y teorías que nos irán conduciendo paulatinamente a ponernos ante El y a suplicarle su sanación. Y esos son los temas que iremos viendo a continuación, hasta llegar al final y aplicar en nosotros mismos la formula que nos permitirá sanarnos a nosotros mismos.

SALVARSE A SI MISMO

Es uno mismo quien puede y debe prepararse a sí mismo para adquirir así la tranquilidad de la mente y el gozo de vivir.

El ser humano, a través de un entrenamiento sostenido y metódico, es capaz de llegar a adquirir la capacidad de suprimir momentáneamente toda actividad mental, de hacer un vacío o silencio total en su interior, hasta el punto de detener el curso del pensamiento cuando este se halle bajo el influjo de fijaciones negativas. Mientras no dominemos esa actividad silenciosa no podremos hablar de sanación interior ya que el dominio mental es la llave de la serenidad.

La serenidad mental es la base del silencio interior, y la capacidad nuestra de lograr ese silencio hará que nuestra alma se transforme en un lugar placentero y la adecuará para lograr una efectiva sanidad interior.

FUENTES DE LA ENFERMEDAD

No existe peor cárcel ni más dura esclavitud que una mente obsesionada por evocaciones dolorosas, actuales o pasadas. Ese poder mental que nos ha llevado al silencio interior nos permitirá desconectar a voluntad la atención ante cualquier situación que consideremos peligrosa espiritualmente para nosotros. Así evitaremos la influencia que una determinada situación pueda ejercer sobre nosotros.

Pasado: El tiempo es irreversible; no podemos retroceder ni un segundo en el tiempo. Por ello cualquier cosa que haya sucedido en el pasado es ya un hecho consumado e irreversible que no podemos cambiar. La rememoración del pasado puede convertirse en una gran tristeza y sufrimiento para muchas personas. Es hora de despertar y de dejar los imposibles.

Los hechos pasados ya están consumados. Aunque viertas un mar de lágrimas o que te encolerices, todo es inútil: esos hechos jamás serán alterados. Entonces, ¿para qué recordarlos?; mejor déjalos en el olvido y así no te seguirán lastimando.

Fracasos: Si tú pensabas que determinado plan tuyo alcanzaría el éxito, pero no fue así, resultó en un resultado negativo ante tus ojos. Pero en realidad no fue negativo, sino inferior a tus previsiones. Y ese resultado se convierte en fracaso cuando tú mismo rechazas aquel resultado. Al poner en marcha tu proyecto te forjaste a tí mismo una ilusion que después se esfumó y produjo en tí como un desgarramiento; como que algo se hubiera roto en tu interior.

Tienes que darte cuenta de que no es el fracaso lo que te tiene atrapado, sino que eres tú y solo tú el que está dándose de cabeza contra aquel resultado negativo. A fuerza de

darle vueltas en tú cabeza y de resistirlo en tu corazón, lo has ido convirtiendo en un dolor terrible que te oprime. El problema no está en el resultado de tu proyecto: está en tí mismo.

Obstáculos: Como ser humano tú te preocupas por diferentes situaciones ajenas a tí tales como tener delante una larga fila de espera, o leer en el periodico que ha habido un accidente aéreo, que la inflación se ha disparado, las heladas amenazan las cosechas de este año, etc. Eso son piedras en el camino, pero tú no puedes cambiar ninguna de ellas.

La regla de oro es: dejar que las cosas sean lo que son. Una vez que has llegado a la conclusion de que por tu parte no puedes hacer nada y de que los acontecimientos seguirán si que nadie te pida tu consentimiento, tienes que aceptarlo todo con mucha calma.

Hay un refrán anónimo que dice así: Con las piedras que encuentres en el camino sé delicado y llévatelas. Y si no las puedes cargar como hermanas, al menos déjalas atrás como amigas.

Esa es la piedra filosofal para transformar a los enemigos en amigos y secar innumerable manantiales de sufrimiento.

Disgustos: El disgusto es un producto de tu mente; somos nosotros mismos quienes engendramos los disgustos. Es posible que tú hayas vivido un suceso que se convirtió en escándalo y la gente te llenó de suposiciones injustas y tu prestigio se vió afectado. Todo ese conjunto de circunstancias es ya un hecho consumado y quedó estacionado en tu mente.

Si tú relegaras al pasado ese suceso, lo olvidarías y ya no existiría para tí. Pero eres tú mismo quien rehace mentalmente de nuevo aquella desgracia y te enciendes en furia, rabia y verguenza, y por eso ese hecho pasado se transforma en disgusto. Pero has sido tú mismo quien estás transformando ese suceso en disgusto.

Despierta y despréndete de los recuerdos dolorosos; deja ya de sufrir por ello.

Imposibles: A veces tenemos que enfrentarnos con situaciones que nos desagradan o que nos provocan rechazo y que no está en nuestras manos solucionar. Las denominamos situaciones límite, o bien hechos consumados o, simplemente, un imposible.

Muchas veces poco o nada podemos hacer ante determinada situación. Si alguna vez podemos hacer algo que resuelva la situación, hay que avanzar decididamente y afrontarlo con valentía. Pero si vemos que nada podemos hacer a pesar de nuestra mejor voluntad, debemos abandonar la idea de ocuparnos de aquella situación.

Debemos tener muy presente que hay que dejar de lado los imposibles, y seguir adelante.

Obsesiones: La obsesión está emparentada con la ansiedad y la angustia, aunque en sí mismo sea diferente. Entre obsesion, ansiedad y angustia hay una relación de causa-efecto, pero encierran contenidos distintos.

Lo específico de la obsesión es que la persona se siente dominada por un contenido que se ha instalado ahí, en su interior, y se ve ante la impotencia de ahuyentarlo, dejando de ser dueño de sí mismo. Esto es lo más característico del fenómeno obsesivo.

La obsesión acaba convirtiéndose en uno de los más abundantes surtidores de sufrimiento humano.

Angustia: Ante todo es conveniente subrayar la diferencia que existe entre inquietud, ansiedad y angustia.

En la inquietud predomina la sensación física, aunque ello no conlleva ahogo u opresion; es tan solo una sensación, sin llegar a ser un sentimiento y no llega a alterar el aspecto afectivo.

La ansiedad es una perturbación psíquica y con ella se experimenta una impresión de inseguridad con efecto de sobresalto, aunque con tendencia a buscar la solución. Es más de carácter cerebral que somático.

La angustia es una sensación física profunda que afecta principalmente al plexo solar y la garganta, siempre con sensación de opresión, ahogo y de encogimiento.

Depresión: Se caracteriza por un profundo y prolongado abatimiento, acompañado por una total impotencia para cualquier futura iniciativa. El deprimido pierde facilmente sus facultades de comunicación y revivien los hechos más sombríos de su pasado, lo cual les produce sentimientos de culpabilidad.

La depresión afecta a todo el organismo y la persona vive con amargura una sensación oprimente de inutilidad y expresa, con voz vacilante, pensamientos derrotistas.

Rutina: Es la fuerza más desestabilizadora de las instituciones humanas y de la vida misma. Por efecto de la rutina los humanos experimentan una constante caída de tension en los compromisos, pierden el ímpetu inicial y aflojan en el entusiasmo. Entonces aparece la apatía, desfallece la ilusión y se hace presente la tibieza y la monotonía.

La rutina es motivada en gran parte por la repetición al gastarse la novedad de algo. Desaparece el impacto, el asombro y la novedad cuando algo se repite una y otra vez.

La solución está en conservar la lámpara encendida, en buscar de adentro hacia afuera. Cuando el interior de la persona es luz, todo es luz.

Envidia: Es la hierba más frondosa del huerto humano; la que más abunda. La envidia busca razones para disfrazarse, nunca ataca al descubierto, siempre se cobija bajo las alas de las razones y se complace en hacer sufrir a los demás.

Personalidad: La personalidad es herencia de dos factores: herencia y ambiente. Podemos decir que los elementos básicos de la personalidad se heredan genéticamente, mientras que el ambiente determina qué se desarrollará en la persona y en qué medida.

Los miembros de una misma familia pueden ser físicamente muy parecidos, pero el hecho de vivir alejados, en distintos ambientes, les hace diferentes con el tiempo. Cuando vuelven a reunirse se dan cuenta de su parecido físico, pero también de sus diferencias personales. Entonces es cuando pueden empezar las envidias, resentimientos, odios, y todo aquello que destruye la unidad familiar.

No podemos aspirar a una verdadera sanación interior si antes no nos hemos aceptado a nosotros mismos, con nuestras virtudes y defectos.

Enfermedad: La enfermedad puede surgir en una persona por muchos medios y por determinadas circuntancias. Cuando la descubres en tu organismo tienes que buscar ayuda para combatirla y vencerla, pero si no lo logras y la enfermedad continua en tu cuerpo debes deponer toda agresividad, no irritarte contra ella y dejarla en paz. Aceptándola estarás también en paz contigo mismo y con los demás. Y si la enfermedad debe acompañarte a lo largo de tu vida, que no sea en calidad de enemiga sino de hermana y amiga. Todo cuanto se acepta se transforma en amigo en una reconciliación sin fronteras.

Muerte: Para el ser humano ninguna realidad encuentra tanta oposición como la muerte y por ello es la enemiga por antonomasia de la humanidad. La persona cuanto más piensa en ella más la teme, y cuanto más la teme más la engrandece, con lo cual lo único que consigue es que su vivir sea un morir.

Hay que aceptar que todo lo que nace muere y que, llegada la hora, de nada sirve resistir. Hay que hacerse a la idea, serena, sabia y humildemente, de que un día esta vida se acabará. Debemos soltar las adherencias y dejarnos llevar. Esta será nuestra victoria sobre la muerte y habremos acabado transformando a nuestro peor enemigo en nuestro mejor amigo.

EL PERDON

La sanación interior total sólo puede obtenerse cuando hemos perdonado a aquellos que nos han herido; cuando le entregamos por completo al Señor nuestras heridas del pasado. Sea cual sea la experiencia que una persona haya tenido o las heridas que haya sufrido, Jesús quiere curarlas y sanar su corazón roto. Después que le haya pedido a Dios que le libere, después que le haya orado para que rompa todas las cadenas que le atan, después que haya perdonado a todos los que le hirieron, la persona estará lista para pedirle a Jesús que sane sus recuerdos dolorosos.

Perdonar no significa olvidar los hechos ocurridos, tampoco es excusar el comportamiento de quienes nos han herido. Perdonar es sanar la vida, es tomar la decisión valiente de desprendernos del pasado para sanar el presente y construir un futuro, recuperando así la paz interior. ¿Quién sufre más, el que odia o el que es odiado?

Es encontrar la salida y resolución de todos esos sentimientos de crítica, ira, culpa, miedo, rencor, rabia e impotencia, volviendo así a recuperar nuestra identidad para unificarnos y reconciliarnos con los demás. Perdonar es recordar sin rencor.

Henri Lacordaire, fraile dominico, abogado y célebre predicador francés del siglo XIX

dijo: ¿Quieres ser feliz un instante?: Véngate. ¿Quieres ser feliz toda la vida?: Perdona.

Un discípulo de Jesús le preguntó: ¿Maestro, cuántas veces he de perdonar a mi hermano? ¿Siete veces?. Y Jesús le respondió: Siete veces no, setenta veces siete. Perdonar es un don de Dios. La oración sincera, procedente de un corazón limpio de pecado, ayuda a perdonar al que nos hirió.

Debemos liberarnos del odio que la persona que nos ha herido ejerce todavía sobre nosotros. Perdonar libera la memoria y nos permite vivir en el presente, sin recurrencias constantes al pasado doloroso. Y lo principal: nos sana interiormente.

En el Padre Nuestro decimos: perdona nuestras ofensas así como nosotros perdonamos a los que nos ofenden. Perdonar es una decisión que deja en libertad tu corazón y limpia toda herida interior. Si tú quieres experimentar el perdón del Señor, debes primero perdonar.

Por eso, cuando presentes una ofrenda al altar, si recuerdas allí que tu hermano tiene alguna queja en contra tuya, deja ahí tu ofrenda ante el altar, anda primero a hacer las paces con tu hermano, y entonces vuelve a presentarla. Mateo 5:23-

24

SOLTAR Y OLVIDAR

Cuando una persona ve o posee algo que le agrada, más aún si ella es materialista, automáticamente se producirá en esa persona un sentimiento de apropiación y de posesión. Y si esas cosas agradables que posee o de las que desea apropiarse son amenazadas y siente que va a perderlas, entonces le nace el temor y actúa de manera que pueda retenerlas y la apropiación se torna en una de las principales fuentes de sufrimiento.

Debemos aprender a desasirnos o soltar todo aquello que pueda obstaculizar nuestra sanación interior. Pensemos que nada podremos llevarnos, que es inútil aferrarnos a cosas materiales cuando lo que realmente debe importarnos es lo espiritual.

Y si nos aferramos a recuerdos o ilusiones la liberación consistirá en vaciarse de sí mismo y tomar conciencia de que estabas abrazado a una sombra. Es necesario despertar de ese engaño: el de suponer que era real lo que de verdad era irreal.

Al igual que el hecho de no perdonar, el estar apegados a cosas materiales o a recuerdos solo dificultará nuestra liberación interior. Debemos aprender a soltarnos de esas cosas a las que seguimos aferrados y al desligarnos de esa manera, poco a poco vamos entrando en areas como la serenidad, humildad, objetividad, benignidad, compasión y paz; o sea, en el corazón de las Bienaventuranzas.

Silencio en la mente y paz en el corazón

PREPARACION INDIVIDUAL

"Vengan a mí los que se sientan cargados y agobiados, porque Yo les aliviaré, dice el

Señor"

Mateo 12:28

Toma conciencia de que tu cuerpo esta tenso y agarrotado. Tranquilízate al máximo. Siéntate correctamente: el cuerpo, erecto; la cabeza, también; los brazos y las manos

cayendo naturalmente sobre los muslos.

Cierra los ojos. Suelta de golpe todo el organismo. Relájate. Respira de manera serena; inunda de tranquilidad tu mundo interior y toma posesión completa de tí mismo. Ponte sensible y receptivo respecto de tí mismo e identificado con tu cuerpo en la medida que lo vas recorriendo.

Empieza a imaginar cada parte de tu cuerpo, de arriba hacia abajo. Ve soltando y relajando cada zona de tu cuerpo: la cabeza, los hombros, los brazos, las manos, el tórax, el sistema nervioso, las piernas, los pies…. y suelta de golpe todo el organismo.

Concéntrate en tu respiración. Respira por la nariz inhalando aire suavemente; después exhálalo tranquila y lentamente hasta vaciar los pulmones. Mientras exhalas el aire de tus pulmones pronuncia mentalmente la palabra nada. Eso te permitirá permanecer el mayor tiempo posible con la sensación de mente vacía.

Quédate alerta y trata de escuchar los latidos de tu corazón; solo sentirlos, sin pensar en nada. La mente en blanco.

Escucha en tu corazón la oración que te transportará ante Jesús, tu sanador espiritual. No hagas ningún esfuerzo de ningún tipo; solo quédate en actitud receptiva. Acoge en la fe a Jesús resucitado que llega a tí y deja que el espíritu de Jesús entre e inunde todo tu ser. Siente que la presencia de Jesús llega hasta los últimos rincones de tu alma.

Y a medida que vayas oyendo las distintas oraciones del ejercicio trata de percibir las palabras que oyes y siente como esa Presencia, Jesús, toma plena posesión de lo que eres, de lo que piensas, de lo que haces; como Jesús asume lo más intimo de tu corazón. En la fe, acógelo sin reservas, gozosamente y siente cómo Jesús toca esa herida que te duele; cómo Jesús saca la espina de esa angustia que te oprime; cómo te alivia esos temores y cómo te libera de aquellos rencores.

ORACION PARA LA SANACION INTERIOR

Padre Emiliano Tardiff

Padre de bondad, Padre de amor, te bendigo, te alabo y te doy gracias porque por amor nos diste a Jesús. Gracias Padre porque a la luz de tu Espíritu comprendemos que Jesús es la luz, la verdad y el buen Pastor, que ha venido para que tengamos vida y la tengamos en abundancia. Hoy Padre, quiero presentarme delante de Ti como tu hijo.

Tú me conoces por mi nombre. Pon tus ojos de Padre amoroso en mi vida. Tú conoces mi corazón y conoces las heridas de mi historia. Tú conoces todo lo que he querido hacer y no he hecho. Conoces también lo que hice o me hicieron, lastimándome. Tú conoces mis limitaciones, mis errores y mi pecado, y conoces los traumas y complejos de mi vida, Señor.

Hoy, Padre, te pido que por el amor que le tienes a tu Hijo Jesucristo, derrames tu Santo Espíritu sobre mí, para que el calor de Su Amor sanador penetre en lo más íntimo de mi corazón. Tú que sanas los corazones destrozados y vendas las heridas, sáname aquí y ahora, de mi alma, mi mente, mi memoria y todo mi interior.

Entra en mí, Señor Jesús, como entraste en aquella casa donde estaban tus discípulos llenos de miedo. Tú te apareciste en medio de ellos y les dijiste: Paz a vosotros. Entra en mi corazón y dame tu paz. Lléname de tu amor. Sabemos que el amor echa fuera el temor. Pasa por mi vida y sana mi corazón.

Sabemos, Señor Jesús, que Tú lo haces siempre que te lo pedimos, y te lo estoy pidiendo con María, mi Madre, la que estaba en las bodas de Caná cuando no había vino y tú respondiste a su deseo transformando el agua en vino. Cambia mi corazón y dame un corazón generoso, un corazón afable, un corazón bondadoso; dame un corazón nuevo, Señor Jesús.

Haz brotar en mí los frutos de tu presencia. Dame el fruto de tu Espíritu que es amor, paz y alegría. Haz que venga sobre mí el Espíritu de las Bienaventuranzas, para que pueda saborear y buscar a Dios cada día, viviendo sin complejos ni traumas junto a los demás, junto a mi familia, junto a mis hermanos del ministerio en que tú, Señor Jesús, me has puesto para servir a mis hermanos en tu santo nombre.

Te doy gracias, Padre, por todo lo que estás haciendo hoy en mi vida. Te doy gracias de todo corazón porque Tú sanas, porque Tú me liberas, porque Tú rompes las cadenas y me das la libertad. Gracias Señor Jesús, porque soy templo de tu Espíritu y este templo no se puede destruir porque es la casa de Dios. Te doy gracias Espíritu Santo por la fe; gracias por el amor que has puesto en mi corazón. ¡Qué grande eres, Señor Dios Trino y Uno! Bendito y alabado seas por siempre, Señor.

EJERCICIO DE SANACION INTERIOR

Medita ahora en cada una de esas oraciones e identifícate con ellas. Vacía libremente

y sin ningún temor las cargas que aún llevas en tu corazón. Deja que el Señor actúe en tí y que te limpie.

Aceptar a los padres.

Dios mío, si alguna vez sentí verguenza o aversión por mis padres, en este día yo los acojo con cariño y amor. Pido perdón por mi ingratitud y de tu mano yo los acepto con gratitud y emoción. Si acaso ellos ya fallecieron, igualmente yo los acojo, les abrazo, los amo, los acepto profunda y totalmente en el misterio de tu Santa Voluntad y les pido perdón en tu nombre. Gracias, Señor, por el regalo de mis padres y bendita sea su memoria para siempre. Amén.

Aceptar a la pareja

Señor Jesús, te agradezco que hayas puesto en mi vida y en mi corazón a la persona que tú me has dado como compañera hasta el final de nuestros días. Reconozco que somos dos personas distintas, aunque tú, Señor, has ido moldeando nuestros corazones para que lleguen a ser uno solo en el amor. Dame, Señor, la aceptación total de su manera de ser y haz que mi pareja, en cristiana aceptación, comprenda también mi condición para que lleguemos a ser una pareja unida y fuerte en tu amor. Pule, Señor Jesús, todo aquello que aún no sea ideal en nuestra relación común; danos la sabiduría necesaria para educar en tu amor a nuestros hijos y haz que juntos alcancemos la paz en tí. Amén.

Aceptar la figura fisica

Padre mío, fuente de mi vida, dame la gracia de hacerme amigo de mí mismo. Si alguna vez sentí verguenza de ser como soy, te pido perdón a tí, autor de mi vida y de mi ser. Perdona mi insensatez y mi ingratitud. Desde ahora quiero sentirme contento de ser como soy; feliz de ser como soy. Te alabo, te admiro y te agradezco por estas manos, este rostro, esta figura general. Bendito seas por haberme hecho tal como me hiciste. En tus manos me entrego, feliz de ser como soy. Amén.

Aceptar la enfermedad y la muerte

Padre mío, dueño de la vida y de la muerte, dame la gracia de aceptar con paz el misterio doloroso de la vida, las enfermedades, la decadencia y la muerte; aceptarlas sin lamentos, sin lágrimas, en silencio y paz. Me acuerdo que tu Hijo transformó lo más negativo e inútil del mundo, como es el dolor y la muerte, en fuente de redención y de vida eterna. Yo también quiero que desde hoy mi dolor y mi muerte sean fuente de redención para mí. A partir de este momento acepto sufrir con Jesús y como Jesús. En tus manos, Padre mío, me abandono con mi vida y mi muerte, mi salud y mi enfermedad. Amén.

Aceptar mi persona

Dios mío, en tus manos me pongo con lo poco que soy, feliz de ser como soy. Si alguna vez sentí tristeza y verguenza de mi persona, te pido perdón por haberme avergonzado de la obra de tus manos. Te doy gracias por haberme hecho capaz de pensar que pienso, portador de un aliento divino e inmortal. Dame la gracia de perdonar y de amar esta extraña personalidad. En tu voluntad perdono y amo tantas cosas muy mías que hasta ahora no me gustaban. En tus manos me pongo con lo poco que soy, feliz de ser como soy, amigo de mí mismo. Amén.

Aceptar la propia historia

Dios mío, Señor de mi vida, dame la gracia de transformar el dolor en amor. Aquellos que nunca me comprendieron y aquellos que nunca me aceptaron y siempre me rechazaron, aquellos que se fueron detrás de mí con infundios, medias verdades y calumnias enteras, y que me hicieron pasar noches sin dormir y días con lágrimas. Todos estos recuerdos dolientes quiero transformarlos en una ofrenda de amor y depositarla en silencio en lo profundo de tu voluntad.

Señor, que toda esta masa doliente y sangrante se transforme en este momento en una ofrenda hacia tí, depositada para siempre con amor en al altar de tu voluntad. Y sea este momento el segundo nacimiento de mi vida, porque lo anterior de mi vida quedó para siempre olvidado y borrado. Y como niño recien nacido, comienzo yo hoy a caminar libre y feliz en tu nombre, Señor, amén.

Perdón en el Espíritu de Jesús

Espíritu Santo, poderosa fuerza de Dios, haz en este momento el prodigio de identificar mis sentimientos con los sentimientos de Jesús. Mi Señor Jesucristo, muerto y resucitado, presente aquí en este momento, y que está dentro de mí. Toma posesión completa de todo mi ser. Hazte vivamente presente en mi cuerpo y en mi espíritu, y asume todo lo que siento, lo que pienso, lo que soy, lo que tengo. En este momento tus sentimientos sean mis sentimientos, tus emociones mis emociones, tus ojos mis ojos, tus brazos mis brazos.

Jesucristo, poderoso y amoroso Señor, calma dentro de mí este tormento de hostilidad que siento contra esa persona. Yo quiero sentir por ella lo que tú sientes en este momento por esa persona, lo que tú sentías al morir en la cruz por ella. Perdónala tú dentro de mí. Y, con mis sentimientos transformados en tus sentimientos, perdónala y ámala dentro de mí, conmigo. Quiero perdonarle como tú le perdonas; quiero mirar a ese ser con tus ojos y abrazarlo con tus brazos. Yo le quiero. Yo le comprendo. Yo le perdono. Yo le amo; como tú, mi Señor Jesús.

Holocausto (Cremación de recuerdos)

ORACION DE ABANDONO

Padre, en tus manos me pongo; haz de mí lo que quieras. Por todo lo que hagas de mí, te doy gracias.

Estoy dispuesto a todo; lo acepto todo con tal de que tu voluntad se haga en mí y en todas tus creaturas. No deseo nada más, Dios mío.

Pongo mi alma entre tus manos; te la doy, Dios mío, con todo el ardor de mi corazón porque te amo y es para mí una necesidad de amor el darme, el entregarme entre tus manos sin medida, con infinita confianza, porque Tú eres mi Padre.

Amén.

 

 

Autor:

Agustin Fabra