Introducción
El Poder del Espíritu Santo en el Creyente.- Esto se da cuando el hombre reconoce su condición de pecado y arrepintiéndose de ellas, acepta como Señor y salvador a Jesucristo, en ese momento el Espíritu Santo viene a morar al hombre, sellándolo como un hijo de DIOS. 2 Cor. 1: 22. El cual también nos ha sellado, y nos ha dado las arras del Espíritu en nuestros corazones.
En ese mismo instante que somos sellados viene a morar en Espíritu Santo, en la vida del nuevo creyente, el cual empezara a obrar para darnos una nueva identidad, la de ser hijos de DIOS.
Esta sección concierne a las diversas operaciones del Espíritu Santo en relación con el individuo.
Convicción
En Juan 16:7-11 Ahora han conocido que todas las cosas que me has dado, proceden de ti; 8 porque las palabras que me diste, les he dado; y ellos las recibieron, y han conocido verdaderamente que salí de ti, y han creído que tú me enviaste. 9 Yo ruego por ellos; no ruego por el mundo, sino por los que me diste; porque tuyos son, 10 y todo lo mío es tuyo, y lo tuyo mío; y he sido glorificado en ellos. 11 Y ya no estoy en el mundo; mas éstos están en el mundo, y yo voy a ti. Padre santo, a los que me has dado, guárdalos en tu nombre, para que sean uno, así como nosotros.
El Señor Jesús describe la obra del consolador en relación con el mundo. El Espíritu Santo procederá cual un fiscal, por así decirlo. Tratando de obtener la declaración divina de la culpabilidad contra los que rechazan a Cristo. Declarar culpable significa haber demostrado más allá de toda disputa verdades de otra manera dudadas o descartadas; haber probado más allá de toda duda la veracidad de los cargos hechos contra mi vida y conducta. Los hombres no comprenden verdaderamente lo que es pecado, la justicia o el juicio, y por lo tanto necesitan de que se convenza de las verdades Espirituales. Por ejemplo, seria inútil argüir con una persona que declara que no puede ver belleza alguna en una rosa, pues esa incapacidad revela claramente falta de percepción de la belleza. El sentido de la belleza debe de ser despertado dentro de él. Debe ser "convencido" de la belleza de la rosa. De igual manera, el alma y la mente obscurecidas no ven nada en las verdades Espirituales hasta que no han sido despertadas por el Espíritu Santo. El Espíritu Santo convencerá al hombre de las siguientes verdades.
a. El pecado de la incredulidad. Cuando Pedro predicó el día de Pentecostés, no tuvo nada que decir con respecto a la vida licenciosa del pueblo, su mundanalidad y codicia; no entró en detalles con respecto a la vida depravada de la gente, con el propósito de avergonzarla. El pecado del que la acusó, y del que le mandó que se arrepintieran fue el de haber crucificado al Señor de Gloria, el peligro del que advirtió a la Gente fue el de rechazar al Señor Jesús frente a tal cúmulo de pruebas.
El pecado de la incredulidad es descrito aquí como el único pecado, porque según las palabras de un erudito "donde ÉL actúa, todos los demás pecados desaparecen." La conciencia puede convencer al hombre de los pecados ordinarios, pero nunca del pecado de la incredulidad. Sólo el Espíritu Santo puede apelar al hombre la enormidad de este pecado." Hch 3:13 El Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob, el Dios de nuestros padres, ha glorificado a su Hijo Jesús, a quien vosotros entregasteis y negasteis delante de Pilato, cuando éste había resuelto ponerle en libertad. 14 Mas vosotros negasteis al Santo y al Justo, y pedisteis que se os diese un homicida, 15 y matasteis al Autor de la vida, a quien Dios ha resucitado de los muertos, de lo cual nosotros somos testigos.
b. La justicia de Cristo. "Y de justicia, por cuanto voy al Padre, y no me veréis más." Jesucristo fue crucificado como un malhechor y un impostor que engañaba al pueblo. Pero después del día de Pentecostés, el derramamiento del Espíritu Santo y la realización de milagros en su nombre convenció a miles de judíos de que Jesús no sólo era justo, sino que también era la única fuente celestial y el único camino de justicia. Por medio de Pedro, el Espíritu Santo les convenció que habían crucificado al Señor de Justicia, (Hch. 2:36-37 Sepa, pues, ciertísimamente toda la casa de Israel, que a este Jesús a quien vosotros crucificasteis, Dios le ha hecho Señor y Cristo. 37 Al oír esto, se compungieron de corazón, y dijeron a Pedro y a los otros apóstoles: Varones hermanos, ¿qué haremos?) y les aseguró al mismo tiempo que había perdón y salvación en su nombre. Hch. 2:38. Pedro les dijo: Arrepentíos, y bautícese cada uno de vosotros en el nombre de Jesucristo para perdón de los pecados; y recibiréis el don del Espíritu Santo.
c. El juicio de Satanás. "Y de juicio, por cuanto el príncipe de este mundo es juzgado." ¿Cómo se convence actualmente a la gente de que el crimen será juzgado y castigado? Por la aclaración del citado crimen y el castigo del criminal; en otras palabras, por una demostración de justicia. La cruz constituyó una demostración de la verdad de que el poder de Satanás sobre las vidas de los hombres había sido quebrantado y que había sido decretada su destrucción.
Heb. 2:14-15 Así que, por cuanto los hijos participaron de carne y sangre, él también participó de lo mismo, para destruir por medio de la muerte al que tenía el imperio de la muerte, esto es, al diablo, 15 y librar a todos los que por el temor de la muerte estaban durante toda la vida sujetos a servidumbre; 1Jn. 3:8. El que practica el pecado es del diablo; porque el diablo peca desde el principio. Para esto apareció el Hijo de Dios, para deshacer las obras del diablo; Col2:15. y despojando a los principados y a las potestades, los exhibió públicamente, triunfando sobre ellos en la cruz; Rom. 16:20. Y el Dios de paz aplastará en breve a Satanás bajo vuestros pies. La gracia de nuestro Señor Jesucristo sea con vosotros.
Satanás ha sido juzgado en el sentido de que la gran causa ha sido resuelta en su contra, de manera que no tiene derecho alguno de retener a los hombres en esclavitud, como sus súbditos. Por su muerte, Cristo ha liberado a todos los hombres del dominio de Satanás, y queda librado ahora a ellos aceptar esa liberación o no.
El Espíritu Santo convence a los hombres de que son verdaderamente libres, (Jn. 8:36. Así que, si el Hijo os libertare, seréis verdaderamente libres.), de que han dejado de ser súbditos del tentador, de que ya no están sujetos a obedecerle, sino que son súbditos leales de Cristo, súbdito de buena voluntad en el día de su poder. Sal. 110:3 Tu pueblo se te ofrecerá voluntariamente en el día de tu poder, En la hermosura de la santidad. Desde el seno de la aurora. Tienes tú el rocío de tu juventud.
Satanás manifestaba que tenía derecho de poseer a los hombres que habían pecado, y que el Juez justo los debía dejar en sus manos. El Mediador, por otra parte, apeló al hecho de que él había llevado la pena del hombre y había tomado su lugar, por lo tanto la justicia, lo mismo que la misericordia requería que el derecho de conquista de Satanás fuera anulado y que se le diera el mundo a Jesús, el segundo Adán y Señor de todo. El veredicto le fue desfavorable al príncipe de este mundo y fue juzgado. El no puede mantener sus bienes en paz cuando aparece otro más fuerte. Lc. 11:21-22 Cuando el hombre fuerte armado guarda su palacio, en paz está lo que posee. 22 Pero cuando viene otro más fuerte que él y le vence, le quita todas sus armas en que confiaba, y reparte el botín.
2. Regeneración. La labor creadora del Espíritu Santo sobre el alma puede ser ilustrada por la labor
creadora del Espíritu de Dios sobre el cuerpo del hombre en el comienzo. Trate de formarse un cuadro mental de la escena sugerida en Gn. 2:7 Entonces Jehová Dios formó al hombre del polvo de la tierra, y sopló en su nariz aliento de vida, y fue el hombre un ser viviente. Dios toma el polvo de la tierra y forma el cuerpo. Y allí queda inanimado, inmóvil. Aunque está en el mundo, rodeado de belleza, no reacciona porque carece de vida. No oye, ni ve, ni entiende. Luego Jehová Dios "alentó en su nariz soplo de vida; y fue el hombre un alma viviente." Inmediatamente se produjo una reacción en lo que respecta al mundo, vio sus bellezas y oyó sus sonidos. Como por Dios que no está lejos de ninguno de nosotros. Hch. 17:27 Para que busquen a Dios, si en alguna manera, palpando, puedan hallarle, aunque ciertamente no está lejos de cada uno de nosotros.
Y sin embargo, el hombre vive y actúa como si ese mundo no existiera porque está muerto, Espiritualmente hablando, y por lo tanto no puede reaccionar ante ese mundo. Pero cuando el mismo Señor que vivificó el cuerpo vivifica el alma, la persona despierta al mundo Espiritual y comienza a vivir una vida espiritual. Cualquiera que haya presenciado las reacciones de un verdadero convertido, después del acontecimiento experimental y fundamental conocido como el nuevo nacimiento, sabe que la regeneración no es simplemente una doctrina, sino también una realidad práctica.
3. Morada. Lea Jn. 14:17 El Espíritu de verdad, al cual el mundo no puede recibir, porque no le ve, ni le conoce; pero vosotros le conocéis, porque mora con vosotros, y estará en vosotros; Rom. 8:9 Mas vosotros no vivís según la carne, sino según el Espíritu, si es que el Espíritu de Dios mora en vosotros. Y si alguno no tiene el Espíritu de Cristo, no es de él.; 1Co. 6:19 ¿O ignoráis que vuestro cuerpo es templo del Espíritu Santo, el cual está en vosotros, el cual tenéis de Dios, y que no sois vuestros?; 2Ti. 1:14 Guarda el buen depósito por el Espíritu Santo que mora en nosotros; 1Jn. 2:27 Pero la unción que vosotros recibisteis de él permanece en vosotros, y no tenéis necesidad de que nadie os enseñe; así como la unción misma os enseña todas las cosas, y es verdadera, y no es mentira, según ella os ha enseñado, permaneced en él; Col. 1:27 A quienes Dios quiso dar a conocer las riquezas de la gloria de este misterio entre los gentiles; que es Cristo en vosotros, la esperanza de gloria; 1Jn. 3:24 Y el que guarda sus mandamientos, permanece en Dios, y Dios en él. Y en esto sabemos que él permanece en nosotros, por el Espíritu que nos ha dado; Ap. 3:20 He aquí, yo estoy a la puerta y llamo; si alguno oye mi voz y abre la puerta, entraré a él, y cenaré con él, y él conmigo. Dios está siempre presente en todas partes. Ello constituye una necesidad. En él todos los hombres viven, se mueven y son. Pero morar significa que él está presente en una nueva forma, manteniendo una relación personal con el individuo. Esta unión con Dios, denominada morada, es producida en realidad por la presencia de la Trinidad completa como lo veremos al examinar los textos mencionados más arriba. Pero desde que es el ministerio especial del Espíritu Santo mora en los corazones de los hombres, la unión con Dios es denominada la morada del Espíritu Santo. Muchos eruditos en el estudio de la Biblia, que se adhieren a las enseñanzas fundamentales de la misma, sostienen que Dios impartió a Adán no solamente la vida mental y física, sino también el Espíritu para morar en su ser, Espíritu que el hombre perdió a causa del pecado. No solamente lo perdió en lo concerniente a él, sino también a sus descendientes. Esta ausencia del Espíritu Santo ha dejado al hombre en oscuridad espiritual y debilidad. Mediante las facultades de su entendimiento, la persona no convertida no puede conocer las cosas que son del Espíritu de Dios, (1Co. 2:14 Pero el hombre natural no percibe las cosas que son del Espíritu de Dios, porque para él son locura, y no las puede entender, porque se han de discernir espiritualmente.); en lo que respecta a la voluntad, no se puede sujetar a la ley de Dios, (Rom. 8:7 Por cuanto los designios de la carne son enemistad contra Dios; porque no se sujetan a la ley de Dios, ni tampoco pueden.); en lo que respecta a la adoración, no puede llamar Señor a Jesús, (1Co. 12:3 Por tanto, os hago saber que nadie que hable por el Espíritu de Dios llama anatema a Jesús; y nadie puede llamar a Jesús Señor, sino por el Espíritu Santo.); en lo que respecta a sus prácticas, no puede agradar a Dios, (Rom. 8:8 Y los que viven según la carne no pueden agradar a Dios.); en lo que respecta a carácter, no puede llevar frutos Espirituales, (Jn. 15:4 Permaneced en mí, y yo en vosotros. Como el pámpano no puede llevar fruto por sí mismo, si no permanece en la vid, así tampoco vosotros, si no permanecéis en mí.); con respecto a su fe, no puede recibir al Espíritu de verdad. Jn. 14:17 El Espíritu de verdad, al cual el mundo no puede recibir, porque no le ve, ni le conoce; pero vosotros le conocéis, porque mora con vosotros, y estará en vosotros. Todo ello se debe a la ausencia del Espíritu, ausencia que deja al hombre en la muerte espiritual.
Por medio de la fe y el arrepentimiento, el hombre se vuelve a Dios, y queda regenerado. La regeneración por el Espíritu encierra la unión con Dios y Cristo. (1Co.6:17 Pero el que se une al Señor, un espíritu es con él.), que se conoce como morada. 1Co.6:19 ¿O ignoráis que vuestro cuerpo es templo del Espíritu Santo, el cual está en vosotros, el cual tenéis de Dios, y que no sois vuestros?. Esta morada del Espíritu, o la posesión del Espíritu por parte del hombre constituyen el rasgo distintivo del cristiano del Nuevo Testamento. "Mas vosotros no estáis en la carne, sino en el espíritu, si es que el Espíritu de Dios mora en vosotros. Y si alguno no tiene el Espíritu de Cristo, el tal no es de él." Rm. 8:9 Mas vosotros no vivís según la carne, sino según el Espíritu, si es que el Espíritu de Dios mora en vosotros. Y si alguno no tiene el Espíritu de Cristo, no es de él. Jud. 1:19 Estos son los que causan divisiones; los sensuales, que no tienen al Espíritu.
4. Santificación. En la regeneración, el Espíritu Santo efectúa un cambio fundamental en el alma, al impartir un nuevo principio de vida. Ello no implica, sin embargo, que el Hijo de Dios es al instante perfecto. Siguen latentes las debilidades adquiridas y heredadas; es necesario vencer al mundo, a la carne y al diablo.
Puesto que el Espíritu Santo no obra de una manera mágica, sino en forma vital y progresiva, es gradualmente que el alma es renovada. Será necesario fortalecer la fe mediante numerosas pruebas. También debe ser fortalecido el amor, para sobrevivir las penalidades y la tentación. Deberán vencerse los halagos del pecado y corregirse las tendencias y los hábitos.
Si el Espíritu de Dios hiciera un solo trabajo y luego partiera, el convertido con seguridad volvería a sus antiguos caminos. Pero el Espíritu Santo prosigue la buena obra comenzada. El evangelio, que fue el medio de nuestro nuevo nacimiento, continúa siendo el medio de crecimiento en nuestra vida cristiana. Aquéllos que han nacido de la incorruptible semilla de la Palabra de Dios (1Pe. 1:23 Siendo renacidos, no de simiente corruptible, sino de incorruptible, por la palabra de Dios que vive y permanece para siempre.), deben desear "como niños recién nacidos, la leche espiritual no adulterada, para que por ella crezcáis para salvación." 1Pe. 2:2 Desead, como niños recién nacidos, la leche espiritual no adulterada, para que por ella crezcáis para salvación. Asimismo el Espíritu Santo actúa directamente sobre el alma, produciendo esas virtudes especiales del carácter cristiano conocidas como los frutos del Espíritu Santo. Gál. 5:22-23 Mas el fruto del Espíritu es amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, 23 mansedumbres, templanza; contra tales cosas no hay ley.
La operación del Espíritu es progresiva, yendo "del corazón a la superficie, del interior al exterior, de la raíz de la vida a las manifestaciones de la vida, a las acciones y a las palabras. Al principio permite muchas cosas que son incompatibles con su naturaleza santa y luego, poco a poco, las ataca una tras otra, un año éstas, otro año aquéllas, entrando en detalles de una forma tan completa que sin dejar que nada escape a su influencia, un día todo el hombre, glorificado por el Espíritu, resplandecerá con la vida de Dios."
No se trata de cuanto del Espíritu tenemos nosotros, sino de cuanto de nosotros tiene el Espíritu Santo.
5. Revestimiento de poder. En esta sección consideraremos los siguientes hechos, relativos al revestimiento de poder: su carácter general, su carácter especial, su evidencia inicial, su aspecto continuo y la forma de recibirlo.
a. Su naturaleza general. Las secciones precedentes se han referido a la labor regenerativa y santificadora del Espíritu Santo. En esta sección estudiaremos otra forma de operación: su obra que vigoriza y activa. Esta última fase de la obra del Espíritu queda expresada en la promesa de Cristo que dice: "Pero recibiréis poder, cuando haya venido sobre vosotros el Espíritu Santo, y me seréis testigos en Jerusalén, en toda Judea, en Samaria, y hasta lo último de la tierra." Hch. 1:8.
(1) Recibimos poder para servir a DIOS.- El rasgo distintivo más predominante de esta promesa es el poder para servicio y no para regeneración para la vida eterna. Toda vez que leemos que el Espíritu viene, descansa y desciende sobre el pueblo, o lo llena, la referencia nunca se relaciona con la obra salvadora del Espíritu, sino siempre con el poder para servicio cristiano.
(2) Seguridad de ser hijos de DIOS.- Estas palabras fueron dirigidas a hombres que gozaban ya de relación íntima con Cristo. Habían sido enviados a predicar, armados de poder espiritual para dicho propósito. Mt. 10:1 Entonces llamando a sus doce discípulos, les dio autoridad sobre los espíritus inmundos, para que los echasen fuera, y para sanar toda enfermedad y toda dolencia. A ellos se les dijo:"Vuestros nombres están escritos en los cielos." Lc. 10:20 Pero no os regocijéis de que los espíritus se os sujetan, sino regocijaos de que vuestros nombres están escritos en los cielos. Su condición moral fue descrita en las siguientes palabras: "Ya vosotros estáis limpios por la palabra que os he hablado." Jn. 15:3. La relación que existía entre los discípulos y Cristo fue ilustrada por medio de la siguiente figura: "Yo soy la vid, vosotros los pámpanos." Jn. 15:5 Yo soy la vid, vosotros los pámpanos; el que permanece en mí, y yo en él, éste lleva mucho fruto; porque separados de mí nada podéis hacer.
(3) DIOS nos llena por su Espíritu Santo.- Este Revestimiento de poder es conocido también como llenar con el Espíritu. Aquéllos que fueron bautizados con el Espíritu Santo en el día de Pentecostés fueron también llenos del Espíritu.
6. Sus características especiales. Los hechos mencionados precedentemente nos llevan a la conclusión de que después de la conversión, y en adición a ésta, el creyente puede experimentar en su vida el recibimiento del poder.
El Espíritu regenera la naturaleza humana en la crisis de la conversión, y luego, como Espíritu de santidad dentro del hombre, produce los frutos del Espíritu, los cuales constituyen los rasgos distintivos del carácter cristiano. Los creyentes efectúan a veces una consagración especial y reciben la victoria sobre el pecado y el consiguiente ascenso a un plano de gozo y paz que ha sido denominado a veces "santificación," o "la segunda obra definitiva de la gracia."
Autor:
Alberto Motta Ochoa
Iglesia Alianza Cristiana y Misionera Comas San Felipe