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Cainitas y Abelitas (página 2)


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La explicitación del mito en la Biblia establece que, como quiera que las ofrendas de Abel eran del agrado de su progenitor Jehová, y sin embargo a éste no le complacían las de Caín, por ser de otra progenie y otra naturaleza distinta y no de la suya, Cáin "mató" a su citado hermano, y a consecuencia de ello fue excluído de la comunidad de Jehová, por lo que hubo de retirarse a "otras regiones", creando su propia tribu (los Cainitas a que se refiere el título del artículo, para diferenciarlos del otro género: los Abelitas). A partir de aquel momento Caín, al haber elegido la libertad y la autoconciencia en el camino espiritual en vez de la fe ciega de su hermano, quedó maldito a los ojos de Jehová, que por aquel entonces regía los destinos de la humanidad, y desde entonces la descendencia cainita ha venido recibiendo toda la aversión y desconfianza contrarias de dicha Jerarquía espiritual.

De estos dos géneros humanos, los Cainitas se distinguieron a partir de entonces por su dedicación a las artes y las ciencias, al conocimiento y la tecnología, y al manejo del arte del fuego (el "fuego astral" de las pasiones, instintos y deseos, es decir del ámbito anímico personal interno), siendo algunos de sus representantes Matusalem, creador de la escritura, o Hiram, arquitecto constructor del Templo de Jerusalem, de quien luego trataremos en relación con la Sabiduría del Templo y de las hermandades secretas. De la línea Abelita proceden asimismo Seth, 3º hijo de la pareja Adán y Eva, y posteriormente Salomón, y contando con la complacencia y protección de la divinidad de Jehová, se dedicaron a ser pastores y cultivadores de la tierra, y luego a ser sacerdotes de la religión devocional a su Dios y asimismo a ser lideres y reyes.

En realidad los hijos de Caín descienden de los Elohim de la Epoca Lunar que habían quedado rezagados en el sentido de continuar impregnados por la Sabiduría por el Fuego Kama lunar, y por ello se distinguen por el calor, el entusiasmo y la pasión por la sabiduría de las artes y las ciencias, mientras que los Elohim progenitores de los hijos de Abel habían transcendido los deseos y esa sabiduría "caliente" e impulsiva lunar, y ya no estaban compenetrados de pasiones, por lo que la corriente de Abel-Seth cuenta con unas sabiduría y devoción religiosas divinamente inspiradas y libres de pasiones.

Caín masculino y Abel femenino

Originariamente la humanidad era masculino-femenina y asexuada, hasta que, con ocasión del mito bíblico de la "caída" y de la expulsión del Paraíso, al principio de la Epoca Lemúrica aquella humanidad fue disociada en los géneros masculino y femenino. Después de que en la Epoca Hiperbórea el Sol se separase de la Tierra (marchando con el sol también el Cristo y sus Arcángeles solares), y de que en la primera mitad de la Epoca Lemur, por estar la luna unida a la Tierra, las condiciones de vida fueran tan tremendamente rígidas que la mayoría de las almas tuvieran que emigrar a los demás planetas de nuestro sistema solar, ocurrió finalmente la separación de la luna de nuestra Tierra, en cuyo momento volvieron tales almas y pudieron empezar a encarnar, ocurriendo entonces tal división de sexos y la encarnación sucesiva de los hombres.

Caín, como labrador de la tierra, fuerte y vigoroso para trabajar el suelo y elaborador intelectual de la materia, representaba lo material, lo masculino, y Abel, como pastor que no trabaja los rebaños del creador sino que solo los cuida, simbolizaba lo femenino y lo espiritual. Caín se dirige a la divinidad con el producto de su esfuerzo, de su intelecto y su libertad, mientras que Abel acoge receptivamente todo como espiritual y entrega los mejores frutos como ofrenda a su Dios, que los recibe con toda complacencia, y que extraña y desestima las artes y creaciones cainitas fruto de su esfuerzo, por ser tan solo un producto material y físico. Abel no transforma nada, acepta la realidad tal y como la recibe elaborada por la divinidad, al revés que Caín, no tiene que alcanzar la espiritualidad a través de su propio esfuerzo, sino que la recibe como un don, como una revelación.

Y esa es la diferencia primigenia que enfrenta desde su origen a lo femenino y lo masculino: es femenino lo que es inspirado espiritualmente, al ser recibido directamente de Dios como un principio de inspiración, que le permitirá ser sacerdote y pastor, mientras que lo que Caín tiene para ofrecer y dar de sí es masculino, por ser propiamente su trabajo humano para transformar el plano físico como labrador de la tierra, y sus descendientes como científicos o artistas, procediéndose con todo ello a diferenciarse y dividirse definitivamente la sabiduría espiritual femenina y la ciencia intelectual masculina, el cerebro masculino y el alma femenina. Sin embargo esta presunta predominancia de lo espiritual en el Abelita con respecto al Cainita no es más que aparente en cuanto al apego a la materia de una y otra rama, como luego se hará referencia. Tal y como sugiere Pedro Quiñones en sus estudios sobre el tema, en el Cainita (ya sea hombre o mujer) está exaltado y predomina el "Animus", en términos jungianos, mientras que en el Abelita está acentuado el "Anima". 

Pero en todo caso, a partir de entonces lo que es la estricta diferenciación de sexos a la que se refiere el mito bíblico, como creación de lo que es hombre y mujer, ha de seguir existiendo en el proceso evolutivo de ambos géneros humanos hasta que eventualmente llegue el momento de su unificación y simbiosis, cuando se rebase y trascienda su actual necesaria diversificación en un alma espíritu que realice conscientemente ambos polos, lo cual no hace sino ratificar la dialéctica hegeliana que afirma que la realidad evoluciona confrontándose a sí misma en movimientos sucesivos en medio de una realidad dualista conflictiva que supone la tensión permanente entre los pares de opuestos, entre la luz y las tinieblas, entre el Bien y el Mal, entre el espíritu y la materia, y en suma entre lo Masculino y lo Femenino.

Jehová-Abel versus Lucifer-Caín

Tanto Caín como Abel son hijos de Dios, pero de Dioses diferentes. El Dios de Abel (Jehová) introduce a sus criaturas profundamente en el mundo físico, haciéndoles mantener una consciencia e inspiración dependientes de la divinidad, mientras que el Cainita no recibe la inspiración de los dioses, sino que la consigue de su propio Yo Superior, por medio del esfuerzo y el sacrificio constante, en su contacto consciente con las fuerzas instintivas de su estructura inferior, tratando de modelar la materia conforme al espíritu. Así como Abel procede de la procreación de jerarquías obedientes al mandato de Jehová durante la Epoca Lemur, hubo otras individualidades, las llamadas luciféricas, o Agnisvattas o Hijos de la Sabiduría, que se negaron a encarnar y retrasaron su encarnación hasta la Epoca Atlante (suceso conocido en el Génesis como "la Caída del Hombre"). Tal negativa no fue un mero acto de rebeldía o soberbia, sino una cuestión de consciencia, pues por imposición de Jehová, una vez producida la separación de sexos, la procreación humana había de realizarse de forma totalmente inconsciente e instintiva, en estado de ensueño y trance (con el fin de evitar la animalidad sexual), por cuya razón las almas luciféricas, para evitar tal estado de inconsciencia semianimal, se negaron a encarnarse en cuerpos tan primarios y primitivos, hasta que se produjera una evolución más humanizada.

Este impulso Luciférico de esperar hasta poder controlar el cuerpo encarnado y dotarlo de una consciencia despierta parte del principio de libertad y autoconciencia que tales jerarquías luciféricas entienden como consustanciales para el hombre, así como del deseo de dotarle de un desarrollo espiritual propio. Los descendientes de Caín usan la sabiduría masculina para construir en el mundo externo, ya que carecen de la sabiduría e intuición femeninas que fluye en las almas Abelitas naturalmente por designio de su progenitor divino. Los Cainitas tienen que trabajar con esfuerzo y sacrificio ("con el sudor de su frente"), y en su necesidad de  espiritualizar la materia e integrarla producen el llamado Ocultismo o Linea científica dentro del conocimiento espiritual, que solo podrá ser conquistado mediante un trabajo de adiestramiento iniciático, en un sistema de grados estrictamente establecido, que requería una prueba específica para cada uno de los grados.

Paralelamente los Abelitas representan la antigua sabiduría sacerdotal al recibir el conocimiento espiritual (la Biblia) de forma femenina, gratuita e intuitiva, por revelación.

Puede afirmarse que al Cainita, en lo transcendente y espiritual de su mundo interno, le inspira el ente luciférico que porta en su interior y que es quien le da el fuego del entusiasmo, que le permitirá enfrentarse solventemente a un mundo enemistoso y  permanentemente adverso por medio de su voluntad y esfuerzo, mientras que al Abelita le protege y ampara permanentemente la divinidad que le creó, y tiene una relación mucho más fácil y sencilla con el mundo físico y las fuerzas que lo rigen. Y así el Cainita, más que amar el mundo, lo soporta y lo transciende por el conocimiento que tiene sobre las fuerzas ocultas que lo dirigen y de su propia alma que obligatoriamente le hace mirar y observar su estructura y funcionamiento, pues, a causa de una "aparente" maldición divina y por el hecho de no pertenecer a la linea generacional de Jehová y de no someterse a sus designios, ha de enfrentarse al Ahriman que como Señor del mundo material rige la materia y con el que el Cainita ha de luchar en su trabajo de transformación y regeneración sobre la tierra.

La diferencia entre ambas ramas humanas puede observarse en lo distintas que son las vías iniciáticas que históricamente les ha caracterizado, pues así como el Abelita evoluciona de afuera hacia adentro, y se ha venido iniciando dentro de las coordenadas de la llamada Iniciación Luciférica, mayoritariamente empleada antes de la encarnación de Cristo (dirigida a la consecución del nirvana espiritual), el Cainita progresa en sentido contrario, de adentro hacia fuera, realizando cambios y perfeccionamientos anímicos internos, para aplicar las energías etéricas así liberadas a la transformación de la materia, en un ámbito básicamente ahrimánico compensado por las fuerzas de Amor y Luz crísticas del Verbo Cósmico hasta conseguir la "Palabra perdida". El conocimiento oculto que el iniciando Cainita adquiría versaba sobre la manera en que la realidad está construída y la manera de transformarla. Se puede afirmar que la iniciación cainita es ahrimánica (basada en el estudio disciplinado de la realidad material bajo la luz luciférica y por medio del entrenamiento oculto de las logias y cofradías), y que a la inversa la iniciación abelita es luciférica (basada en las Iglesias y religiones devocionales, al amparo y sobre la base de su positiva relación con la materia y el mundo físico). A los primeros Lucifer les confiere una clarividencia astral semiconsciente, y a los segundos Jehová les facilita una inspiración etérica inconsciente.

Por todo ello en su vida social el Cainita, en su tirón luciférico hacia el espíritu y hacia las alturas y en su desvinculación del mundo físico, suele ser más reservado y selectivo, socialmente inseguro y espiritualmente firme, mientras que el Abelita, dominado por su "Alma grupal" y apoyado por los dones gratuitamente a él otorgados por Jehová, es más integrado y existoso socialmente, está mas identificado con su personalidad y con la apariencia fenoménica del mundo material y por tanto está más atado a las atracciones y encantos del mundo físico. El Cainita, en general, y si no deriva hacia el lado adverso, "está en el mundo sin ser del mundo", tiende a ayudar y redimir a los demás, y si triunfa en su entendimiento de cómo está construído el mundo, llegará a conocer las leyes de funcionamiento oculto del mundo y se convertirá en un sabio al servicio de sus hermanos, todos los hombres sin excepción.

Prometeo-Lucifer-Caín y Epimeteo-Abel

Prometeo robó a Zeus el Fuego divino para permitir que los hombres procedieran de un modo consciente en la senda de la evolución espiritual, transformando así el más perfecto de los animales de la tierra en un dios potencial y haciéndole libre de "tomar por la violencia el reino de los cielos". (véase la leyenda y el mito prometéico en nuestro artículo sobre "Hércules en Capricornio, El mito de Prometeo y Cerbero" en el anterior número 7 de este Revista). El Prometeo que sustrae el fuego (la luz de la consciencia) del Rey del Olimpo, para entregárselo a los hombres para que éstos adquirieran un alma principio de la autoconciencia y dejasen de ser un rebaño de mansos semianimales provistos solo de alma grupal, no es sino una lectura mítica y metafórica de la encarnación en los hombres de los Aginsvattas luciféricos, y concretamente en los que serían los descendientes de Caín, desveladores de la divinidad oculta por medio de la llamada Inicación Luciférica.

De ahí la maldición que Zeus (Júpiter para unos, para otros el mismo Jehová y los Elohim o dioses opuestos a la autoconciencia inicial en el hombre)) lanzó contra el "rebelde" titán Prometeo. Encadenado a una roca, Zeus lo castigó enviándole un buitre que sin cesar le iba devorando las entrañas (alegoría de los apetitos y concupiscencias del cuerpo astral), hasta que el iniciado Hércules, al fin, le libró de tan cruel suplicio. Por eso Prometeo no es sino un dios verdaderamente filántropo y gran bienhechor de la humanidad, a la cual elevó hasta el intelecto y la civilización, y a la que inició en el conocimiento de todas las artes; es el aspecto divino del Manas que tiende hacia el Buddhi y se funde con él.

Prometeo, cuyo nombre significa "previsor", o "el que piensa y ve por adelantado", o "el que ve el porvenir", es una figura acerca de la cual Steiner se refiere como el Lucifer Griego, por la intrínseca similitud de sus simbolismos metafóricos. Prometeo despertó la consciencia en los humanos, lo cual representaba un peligro a los ojos de Zeus (o Jehová), por lo que Zeus encadenó a Prometeo en las montañas del Cáucaso. Pero Prometeo era paciente porque él conocía un secreto que no era conocido por Zeus. En el futuro Zeus yacería con una mujer mortal, Io, la cual dará a luz a un hijo que comenzará una linea de descendencia que conducirá al nacimiento de Hércules o Heracles, que significa "aquel que es llamado por Hera". Este gran héroe, a quien Steiner señala como presagio del Cristo Jesús, crecerá hasta suceder a Zeus en su posición de autoridad como Legislador de los cielos. Hércules matará al buitre que se está comiendo el hígado de Prometeo, liberando entonces al gran Lucifer Griego.

Los Seres Luciféricos pertenecen al 2º Coro de jerarquías creadoras o angélicas, (para los hindúes son los Espíritus del Fuego o Agnisvattas, los Manasaputras o Hijos de la Mente Divina), por debajo de los Ahrimánicos (Dynamis o Espíritus del Movimiento), y fueron los generadores de los Angeles lunares del 3º Coro. A un nivel personal e individual Lucifer es la primera de las Entidades suprasensibles internas con la que debemos de ejercer nuestra misión de regeneración. Su pecado histórico fue que, a diferencia del resto de las Jerarquías Creadoras normales, anhelaba disfrutar de autoconciencia desde un centro propio, con su propia mirada y su propia comprensión, y por ello encarnó separándose de la consciencia compartida de las restantes órdenes de seres jerárquicos, en una mente singularizada, prerrogativa ("el fuego de los dioses") que antes que él solo manejaban los Elohim (los Espíritus de la Forma o Potestades).

Si el principal hallazgo científico de todos los tiempos ha sido el fuego, y, decía Steiner, la Quinta Raza Raíz está regida por el Signo del Fuego, Prometeo es su máximo representante, ya que aportó a la humanidad el Fohat o Fuego del Espíritu o Pensamiento Cósmico, la energía de Brama, creador del mundo. Si Prometeo significa "El que piensa las cosas a priori, con anticipación", el nombre de su hermano Epimeteo significa "El que piensa las cosas a posteriori, después de sucedidas", y el hombre de la Quinta Raza tiene un tipo de pensamiento "Kama manásico" (consciencia intelectual), que consiste en dejar que el mundo trabaje sobre uno mismo y pensar en ello después. Sin embargo fue Prometeo el precursor de lo que debiera de ser el pensamiento anticipativo y creador, el pensamiento "Manas" de los conceptos espirituales que debiera de caracterizar a esta Quinta Raza.

Afirmaba Steiner que hay dos clases de seres humanos: aquellos que se conforman y adhieren a las cosas tal y como las reciben del mundo que encuentran, y aquellos que crean una nueva vida a partir de lo inanimado. Los Hijos del Fuego, los Luciferes Prometéicos, y sus descendientes Cainitas, que ansían obtener el desarrollo espiritual por sus propias fuerzas y con plena consciencia, aunque ello conlleve peligros, para aportar al mundo la Sabiduría, la Belleza y la Bondad. Y los que, como Epimeteo, asumen el estado del mundo receptivamente, dejan transcurrir la vida y obedecen religiosamente y conservan el status quo: son los Abelitas, hijos de la sabiduría lunar de Jehová.

En la Leyenda de Prometeo el buitre (la astralidad, los deseos del cuerpo astral) le devora el hígado (las fuerzas de la Quinta Epoca, las fuerzas vitales y etéricas del género humano) y de esta manera el hombre (encadenando como Prometeo a la materia pétrea) tiene que pagar por su afinidad con el Prometeo-Lucifer del mito, y es obligado a convertirse en maestro de su propia naturaleza interna para no continuar encadenado al mundo. Prometeo es el iniciado arquetípico de la Quinta Epoca, el primer gran iniciado de la humanidad, que debe de tomar sobre sí mismo la totalidad del sufrimiento de la vida, y como él los iniciados de la Quinta Epoca aportan alivio a la humanidad encadenada en sus ataduras. El hombre ha de pagar, y Zeus-Jehová está celoso de él, porque la humanidad más tarde producirá sus propios iniciados que asumirán el liderazgo de la Sexta Epoca.

Prometeo permaneció encadenado en un cuerpo físico, en donde las energías etéricas (el cuerpo etérico), representadas por el hígado, eran consumidas por el buitre de las pasiones (el cuerpo astral), hasta que 30 años después el Iniciado Hercules mata al buitre de las pasiones, y con la muerte del centauro Quirón (el hombre de Jehová, medio hombre espiritual medio animal), se posibilita la liberación de Prometeo y que vuelva al Olimpo de los Dioses. El centauro deja su lugar al hombre verdaderamente humano según la imagen diseñada por Cristo. Y así Jehová pierde su poder omnímodo sobre la Humanidad, y la Ley Bíblica debe de ceder su lugar al mensaje evangélico destinado a una humanidad libre.

La Iniciación, a ejemplo del Prometeo Luciférico y Cainita, implica el descenso a los infiernos subterráneos del instinto (la llamada Octava Esfera, el Hades astral) para ganarse el derecho a la libertad real y volver a ascender como individuo autónomo no dependiente, dotado ya de la fuerza hercúlea del poder-sabiduría de Prometeo/Lucifer, para entregar a la humanidad su consciencia suprasensible acrecentada y plenamente despierta, y en definitiva para ayudar a todos los hombres a alcanzar su naturaleza dévica (como 10ª Jerarquía de Seres de Amor y Luz), de acuerdo con el Plan Crístico.

La Leyenda del Templo

La Sabiduría del Templo viene a representar lo que la Ciencia masculina (cainita) ha contrapuesto a la sabiduría femenina (abelita), y que en realidad no es otra cosa que la linea de desarrollo de la humanidad cainita, reelaborada por Christian Rosencreutz, máxima autoridad de la Ciencia Oculta, a partir de las antiguas cofradías de constructores que más tarde darían origen a la Francmasonería. Con la Iniciación Rosacruz (o Cristiana), Rosencreutz estableció un método de liberar y redimir a las entidades luciféricas sepultadas en nuestra interioridad anímica, y hacer surgir al Espíritu Santo o Sophia, ya emancipada de sus cadenas opresivas, para convertirla en instrumento de liberación para la humanidad.

La Leyenda del Templo nos cuenta que en un momento dado de la historia vinieron a coincidir las principales figuras representativas de ambas ramas con ocasión de la construcción del templo de Jerusalem: Salomón, descendiente de Abel y de Seth (rey de los judíos), dotado con lo mejor de la sabiduría inspirada y femenina de los hijos de Jehová, e Hiram, el arquitecto al que encarga tal construcción, de estirpe cainita, el mejor experto en conocimiento oculto, artes y tecnología de su raza, provisto de la sabiduría masculina de los hijos de Caín elaborada a base del propio trabajo y esfuerzo terreno.

Vino  entonces a Jerusalem la reina de Saba, Balkis, y tras quedar prendada al principio de la sabiduría del rey, quiso conocer al arquitecto Hiram, del que la leyenda cuenta quedó cautivada inmediatamente, lo cual ocasionó los celos correspondientes de Salomón. Y cuando la construcción del templo llegó a su finalización, solo quedaba la pieza maestra de Hiram: la fundición de bronce que había de adornar el templo. Pero los tres aprendices de Hiram se aliaron con el rey para perjudicar y echar al traste la mezcla de metales correspondiente, para desespero del arquitecto cainita, al que se apareció su ancestro Tubal Caín, quien le dijo que entrara en el fuego que empleaba para dicha fundición para llegar al fondo y centro de la tierra, donde encontró al mismo Caín, que le inició en el misterio de la creación del fuego y de la fundición, y allí le fue entregado además un martillo y un Triángulo de Oro. A su regreso pudo realizar eficazmente la fundición de los metales y ganó la mano de la Reina de Saba, pero fue atacado y asesinado por aquellos tres aprendices conspiradores. Antes de morir Hiram pudo pronunciar algunas palabras, entre las que dijo que Tubal Caín le anunció que tendría una descendencia de hijos que terminarían su obra de construcción del templo, e indicó donde se encontraba el Triángulo de Oro, que solo podrían hallar los que entendiesen el significado de esta Leyenda.

Entre los diversos significados de la leyenda, nos encontramos con que al constructor del templo de Salomón, Hiram-Abiff (encarnación previa del mismo Rosencreutz), al bajar al infierno y ver alli a su predecesor Caín, le fue anunciado que Jehová-Adonai es enemigo de los Hijos del Fuego a los que quiere destruir, y asimismo que tendría en el futuro un hijo que daría origen a una raza, la Cainita, que había nacido del sexo hermafrodítico y no de la unión de los dos sexos, (de cuya estirpe es prototipo precisamente Hiram), y esa nueva raza reemplazaría a la actual raza de los hombres, y daría lugar al fin del presente tipo de propagación sexual instituído y patronizado originalmente por Jehová. Tal sistema de reproducción no necesitará la unión de dos sexos, y dará lugar a la desaparición del sexo femenino. Será el hombre el que produzca otro individuo a partir de sí mismo, mediante el poder de la laringe. Cuando el lenguaje sea penetrado por la sabiduría de Caín se convertirá en creativo y el hombre podrá producir su propia estirpe a través de la palabra, y entonces toda la fuerza reproductiva se transferirá al hombre. Y así la creación, que originalmente fué realizada por los dioses, será confiada al hombre, a través de la recuperación de la Palabra que se perdió cuando se originó el sistema de los dos sexos.

La Palabra está enterrada y escondida desde la muerte de Hiram, y aunque la palabra se conservaría en la Francmasonería que también instituiría C. Rosencreutz, el tiempo ha venido a demostrar que la misma se ha falseado también, a causa de decadencia de dicha institución. Es la laringe masculina la que formará el órgano en el futuro, de manera que la Palabra Perdida podrá ser reconquistada cuando la sabiduría masculina pasiva se despierte a la actividad. La Palabra Perdida significa la restitución de los éteres que fueron arrebatados por Jehová a la humanidad inmediatamente después de la encarnación luciférica en la tierra (el Vril de Blavatsky), que algunos Iniciados han podido anticipar y que proporcionará el poder de sanación y de autoprotección, como una coraza etérica, a los humanos que lo conquisten.

La Francmasonería creó la Leyenda del Templo como respuesta a la leyenda Bíblica, con el fin de materializar la promesa que se le hizo a Hiram de que tendría un hijo que fundaría una nueva raza que recuperaría el poder de la Palabra perdida, mediante la recuperación de la fuerza procreativa del espíritu, lo que conllevaría la creación de una nueva raza que reemplace a la antigua: la del hombre espiritual. Tanto Masones como Rosacruces fueron fundados por la misma individualidad Cainita: Hiram Abiff/C. Rosencreutz, un ser humano tan elevado que llegó al "Hombre Espíritu" como Cristo, y que trajo la corriente de misterios del Sur y los Misterios de Dionisos, pero la separación histórica de ambos Movimientos Rosacruz y de la Francmasonería sobrevino posteriormente a causa de la conversión del movimiento masón en plataforma de determinados grupos de poder oligárquicos contrarios al espíritu inicial de su creador.

La sabiduría antigua sacerdotal y femenina de los abelitas, hijos de Jehová, ha desaparecido con el materialismo y el egoísmo, y también ha decaído la sabiduría masculina que inicialmente se depositó en la Francmasonería, y solamente, nos dice Steiner, podrá resurgir una verdadera sabiduría espiritual cuando aparezca una nueva sabiduría de carácter asexual. Y esa nueva sabiduría ya no estará relacionada ni con la sabiduría femenina inspirada que dió lugar a la Biblia, ni con la masculina de la Leyenda del Templo, pues se hallará en la auténtica Ciencia Espiritual, donde el hombre y la mujer se encuentren armoniosamente y en paz, en el conocimiento de los planos superiores, de forma que en su día el sexo masculino se hará con la fuerza procreadora que hoy conserva la mujer como base de esa sabiduría abelita femenina. Y así la división de los sexos instituída por Jehova en la Epoca Lemúrica, que luego se recapituló en la 3ª Epoca Postatlante con la división entre Cainitas y Abelitas, dará lugar a que, mediante la introducción gradual de la consciencia en los procesos metabólicos y reproductivos por parte de los iniciados cainitas, éstos se harán con las fuerzas sexuales, con las que se establecerán las bases de una nueva raza de hombres espirituales que servirán de fundamento a la futura 10ª Jerarquía de Seres de Luz, Amor y Libertad.

 

Por

Emilio Sáinz Ortega

Director de Redacción de

  

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