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El edificio del Santuario Celestial

Enviado por Leroy E. Beskow


Partes: 1, 2

  1. Introducción
  2. Siete interpretaciones más importantes acerca del Santuario Celestial
  3. Cuatro descripciones inspiradas del Santuario Celestial
  4. Las medidas del Santuario que está en el cielo
  5. El Templo Celestial
  6. Conclusión

Introducción

La doctrina de un santuario y un templo en el cielo, siempre ha sido para la cristiandad motivo de controversias. Por eso lo fue para nosotros desde el nacimiento de nuestra iglesia, y, según Elena G. de White, lo seguirá siendo hasta el tiempo del fin. Muy preocupada por la revelación recibida, ella escribió: "Engaños de toda clase se levantarán en el futuro, y queremos un fundamento sólido para nuestros pies […]. No debe quitarse ni un alfiler de lo que el Señor ha establecido. El enemigo traerá teorías falsas, como la doctrina de que no hay santuario. Este es uno de los puntos sobre los que habrá un abandono de la fe […] Estoy orando para que el poder del Salvador se ejerza a favor de aquellos que han entrado en las tentaciones del enemigo".[1]

La Iglesia Adventista ha avanzado mucho en el estudio del tema, y ya es conocida por muchos como la iglesia del santuario celestial real. Pero la doctrina de un templo en el cielo, ha movido a nuestros estudiosos como un péndulo desde una interpretación totalmente literal, con todos los problemas que acarrea (como lo es la doctrina del "velo" y "la puerta cerrada"(, a otra completamente figurada. Como las posiciones presentadas no concuerdan plenamente con la revelación inspirada, algunos eruditos decidieron abandonar este estudio, mientras otros optaron por acercarse a la posición cristiana mayoritaria.

Pero en el capítulo 23 de las Creencias de los Adventistas del Séptimo Día, bajo el título "El Ministerio de Cristo en el Santuario Celestial"; y el subtítulo: "El Santuario del Cielo", creemos: "Por lo tanto, es claro que la Sagrada Escritura presenta el santuario celestial como un lugar real (Heb. 8:2), y no una metáfora o abstracción. El santuario celestial es la morada primaria de Dios".[2]

El autor.

Siete interpretaciones más importantes acerca del Santuario Celestial

De las interpretaciones que hay acerca del tema, señalo siete que tienen algún apoyo de las Escrituras y que las consideraremos en forma breve; con excepción de la última, porque no sólo se ajusta más a la Revelación, sino que también queda libre de toda declaración inspirada que conozco, que se le oponga en algún punto.

1° EL SANTUARIO CELESTIAL ES LA IGLESIA DE DIOS, POR LO TANTO ES ESPIRITUAL

Esta es una verdad bíblica: Cada creyente es parte de este "templo" (1 Cor. 3:16,17; 6:19). Está entre nosotros pero no lo vemos porque no es un edificio de materiales. Cristo es "la principal piedra del ángulo" (1 Ped. 2:4,5,9; Isa. 28:16). Y como, salvo el santísimo, este santuario está en la tierra, los enemigos de Dios pueden obrar contra él y tener cierto éxito (Dan. 8:13; 11: 31). Esto lo vemos más claramente en Apocalipsis 11:2.

Sin embargo, esta posición tiene problemas con otras partes de la Revelación, donde señala que además de este "templo" figurado, hay uno físico real "no de esta creación" (Heb. 9:11). Así que, aunque "este tabernáculo [terreno] se deshiciere, tenemos de Dios un edificio, una casa no hecha de manos, eterna en los cielos" (2 Cor. 5:1). Aquí el apóstol compara nuestro nuevo cuerpo con el templo celestial que Dios edificó, refiriéndose al pasaje de Salmos 78:69, donde dice: "Edificó su santuario a manera de eminencia " (ruwm: de los altos).

El templo celestial es alto, porque Isaías vio "al Señor sobre un trono alto […] el templo" (heikal: Isa. 6:1). Y Juan dice que oyó una "voz del templo del cielo, del trono" (Apoc. 16:17), cuya altura es igual (isos) a los lados de la ciudad (21:16). Este "templo" (heikal) celestial se lo menciona también en Miqueas 1:2,3; Jonás 2:7 y Hebreos 2:20, porque el "trono de gloria, excelso desde el principio, es el lugar de nuestro santuario" (miqdash: Jer. 17:12). Así que es "su santo templo […] su trono" (Sal. 11:4. Ver Eze. 47:12; Apoc. 22:1,2). "Entendemos de estos textos que así como el trono de Dios es real, y Jesús que está sentado en él es real, el santuario o tabernáculo del cielo será así mismo real"[3].

En el templo figurado, Cristo es parte importante de este edificio espiritual. Pero en el real, el Señor es una persona y el templo una edificación; por lo tanto no puede ser parte de este edificio. En este caso Cristo puede entrar o salir de la edificación (Mal. 3:1; Dan. 7:13). Pero Cristo nunca traspasará a su pueblo, cuando dice que "traspasó los cielos" (Heb. 4:14), sino el cielo estelar para llegar a su trono-templo (2 Cor. 12:2).

2° EL SANTUARIO CELESTIAL ES EL COSMOS, PUES EL SANTÍSIMO ES EL CIELO, Y EL LUGAR SANTO ABARCA TODOS LOS MUNDOS.

Esta interpretación también tiene apoyo de la Biblia y de los Testimonios, pues así como los pecados de Israel contaminaban todo el santuario terrenal (Lev. 15:31; 20:3; Núm. 19:13; 2 Crón. 36:14; Eze. 23:39), así los de este mundo contaminan todo el universo, pues el gobierno celestial pierde seguridad y confianza para todos los seres creados. De ahí la promesa del A.T.: "Él edificará casa a mi nombre, y yo afirmaré para siempre el trono de su reino […] y tu trono será estable eternamente" (2 Sam. 7:13-16). Con respecto a la palabra "casa, esto es, el templo" (1 Rey. 6:17). Y Elena G. de White escribió: "La iglesia de Dios en la tierra es una con la iglesia de Dios en el cielo. Los creyentes en la tierra y los seres del cielo que nunca han caído constituyen una sola iglesia".[4]

Pero aquí se debe explicar por qué, si todo lo creado es santuario, Cristo deba traspasar los cielos para salir o llegar al templo, como señalé; por qué Jesús aceptó ser Rey de su iglesia (Luc. 23:3) pero no de este mundo (Juan 18:36), que sería parte de este santuario (Ver Apoc. 11:2), y por qué él dice que está "en el cielo" (Apoc. 11:19; 14:17).

3° EL SANTUARIO DEL CIELO ES LA NATURALEZA HUMANA GLORIFICADA DE CRISTO.

Es verdad que el templo y sus muebles representaban la persona de Cristo. Él es el "templo" que edificó (2 Sam. 7:13,14) y reedificó al tercer día de su muerte (Juan 2:19, 20;10:9); y él es el "velo" de ese templo, desde que fue destruido el terrenal (Mat. 27:51; Heb. 10:20).

Como Cristo es el "Santo de los santos" (Dan. 9:24) o Santísimo (qodesh qodashim), todos los muebles del tabernáculo eran qodesh qodashim. Lo era el arca del testimonio (Éxo. 30: 26,29). Y como en él estaban los "oráculos de Dios"[5], también al lugar santísimo se le llamaba debír (oráculo de dabár: palabra.1 Rey. 6:5,19-23, 31; 7:49; 8:6,8; 2 Crón. 4:20; 5:7,9; Sal. 28:2). Juan revela que el mismo Logos (Palabra), "fue hecho carne, y habitó entre nosotros" (Juan 1:1,14). Pero con la expresión "Logos", Juan no está negando la personalidad de Dios, transformándolo en una simple idea o palabra, sino que hace referencia al Debír del A.T., es decir al "Santísimo" y a la "Ley santísima". Entonces podríamos leer Juan 1:1 así: "En el principio era el "Oráculo santísimo", y el Santísimo era con Dios, y esa Ley santísima era Dios […] Y aquella "Ley santísima" fue hecha carne" (Juan 1:1-14). Cristo es la encarnación del carácter de Dios: la Ley de Dios basada en los dos grandes y eternos principios de amor del trono.

También era santísimo el altar del holocausto (Éxo. 29 37; 40:10; Lev. 7:1,6), porque representaba la muerte del Santo de los santos en el Calvario. Así mismo eran santísimos los muebles del lugar santo (Éxo. 30:26-29; Lev. 2:3,10; 10:12; 24:5,9; 27:28, etc.), porque representaban su obra a favor de los santos como "pan" de la presencia de Israel y "la luz del mundo" (Heb. 9:3,4; Apoc. 9:13; Juan 6:35,51; 3:19; 8:12). Por eso, después que Juan vio ese templo con los muebles y el velo, entre las figuras celestiales; y luego en su última visión vio el cielo tal como es, dijo sorprendido: "Y no vi en ella templo; porque el Señor Dios Todopoderoso es el templo de ella, y el Cordero" (Apoc. 21:22).

Sin embargo, esta posición no puede explicar por qué la Biblia habla de un trono alto que Dios edificó; que ese "trono" es el "templo" celestial; por qué Cristo tiene que traspasar los cielos para entrar en él, y por qué puede entrar y salir de ese templo, como ya señalé. Tampoco puede explicar por qué en el cielo había un "templo" (heykal) o "santuario" (qodesh-miqdash) antes que Cristo tomara la naturaleza humana (2 Sam. 22:7; 18:6; 48:9; Isa. 6:1; Jonás 2:7; Hab. 2:20. Éxo. 15: 17; 2 Sam. 30:27; Sal. 68:35; 78:69; 96:6; 102:19; 134:2; Jer. 17:12; Eze. 47:12; Apoc. 22:1,2).

4° EL SANTUARIO CELESTIAL ES CRISTO EN GLORIA

Esta interpretación eucarística del catolicismo romano, es la que se aleja más de la Revelación. Y debe explicar por qué, si el Hijo de Dios es eterno, tuvo que edificar el "templo"; tuvo que traspasar los cielos para entrar en él, y porqué Juan vio al Señor en su última visión, pero no pudo ver el "templo" (Apoc. 21:22).

5º EL SANTUARIO CELESTIAL ES NUESTRO CUERPO

Esta posición surgió en nuestra iglesia por el Dr. John Harvey Kellog y sus ideas panteístas de la "esencia divina"; y a mediados del siglo XX por Robert D. Brinsmead, afirmando que el Lugar Santísimo de Dios es nuestro "subconsciente" –que hoy se sabe que es la memoria de todo lo bueno y malo que ha sido grabado químicamente en nuestro cerebro, antes que aflore a nuestro consciente–, y el Lugar Santo la conciencia. Sostener que lo malo que hemos grabado en nuestra mente es el lugar más sagrado de Dios, es insostenible. Sabemos que el Señor ama al pecador, pero no puede reinar en el pecado sin hacer antes una clara separación. Y a principios del siglo XXI se propagó en Brasil la teoría de que nuestro cuerpo es el "Santuario literal de Dios". El Atrio es la cavidad abdominal; el Lugar Santo el tórax, y el Lugar Santísimo la caja craneana; siendo nosotros mismos el sacerdocio.[6] Es verdad que el Señor nos compara con el santuario de Dios; y Pablo dice claramente que ese "templo" es nuestro "cuerpo" (1 Cor. 3:16,17; 6:19,20). Pero si él no entra en detalles señalando el abdomen, el tórax y el cráneo, es porque nos presenta como una alegoría del "verdadero", que no está en nuestro cuerpo sino "en los cielos" (Heb. 8:1,2). Así que si nosotros fuésemos sacerdotes del "verdadero", Pablo argumenta que "ni siquiera" lo seríamos por no haber derramado nuestra sangre para remisión del pecado en el cuerpo (8:3,4; 9:22).

6° EL SANTUARIO CELESTIAL ES LA IGLESIA DE DIOS EN SENTIDO FIGURADO, Y ES TAMBIÉN UN EDIFICIO REAL QUE ESTÁ EN EL CIELO. TIENE DOS DEPARTAMENTOS CON MUEBLES: EN EL PRIMERO, CRISTO OFICIA LA GRACIA DESDE SU ASCENSIÓN; Y EN EL SEGUNDO, SU OBRA DE JUICIO DESDE 1844. SI LA REVELACIÓN DICE QUE SE SENTÓ EN EL TRONO CON SU PADRE, LO HIZO SÓLO PARA INAUGURAR EL TEMPLO. EN EL PENTECOSTÉS PASÓ AL LUGAR SANTO, Y VOLVIÓ AL SANTÍSIMO AL FIN DE LOS 2.300 DÍAS-AÑOS DE DANIEL.

Esta interpretación es la que se acerca más a la Palabra de Dios, y es la que viene sosteniendo la mayoría de los teólogos de nuestra iglesia. El santuario terrenal que Dios presentó a Moisés fue hypodeigma: una "figura"; una "sombra" (skiá) y una parábola o símbolo (parabolé) de las cosas celestiales (Heb. 8:5; 9:9,23). Pero también fue un "modelo" (typos) (Heb. 8:5. Ver Éxo. 25:40), "es decir, una representación, en miniatura, del templo celestial"[7].

No es lo mismo hablar de figura que de un modelo en miniatura. Por lo tanto, si el tabernáculo de Moisés estaba dividido por un "velo" (Éxo. 26:33) en un primer departamento llamado "el lugar santo" (Heb. 9:2), y en un segundo llamado "el lugar santísimo" (9:3), el celestial también debe estar dividido por un velo o puerta (Apoc. 3:7,8; 11:19; Isa. 22:22). En el lugar santo tiene que estar el candelero (Apoc. 1:12,13,20; 2:1,5; 4:5) y el altar del incienso (8:3,5; 9:13; 14:18; 16:7); y en el santísimo, es decir en el trono, el arca del testimonio (11:19).

Como en el terrenal se ofrecían diariamente los sacrificios sobre el altar del holocausto, símbolo de la muerte del "Cordero de Dios"; pero no se ofrecía el perdón por la culpa de un pecado voluntario, sino después de registrar con la sangre en el lugar santo hacia el santísimo (Lev. 4:5,6; 6:1-7, etc.), Cristo no sólo murió sino también fue "resucitado para nuestra justificación" (Rom. 4:25) "para interceder" por nosotros (Heb. 7:25), a fin de que recibamos "ahora la reconciliación" (Rom. 5:11).

Una vez al año, en el santuario terrenal se hacía "memoria" de los pecados (Heb. 10:3) para hacer un juicio, y una expiación final de todo registro de pecado (chatta'ah), acumulado en el santuario (9:7; Lev. 16:15-21, 29-31). Se lo realizaba para vindicar la morada de Dios mediante una limpieza. Y esa sangre se depositaba sobre un macho de cabrío que se lo abandonaba en el desierto hasta morir (16: 20-28). Así también Cristo "ha establecido un día, en el cual ha de juzgar" (Hech. 17:31), no sólo al impío, sino también "al justo" (Ecl. 3:17; Dan. 12:1,2; 2 Cor. 5:10; Apoc. 3:5), para que el trono de Dios sea vindicado.

Como en su regreso Cristo dará su recompensa a los justos (Mat. 25:31-34), el juicio investigador debe comenzar "por la casa de Dios" (1 Ped. 4:17). Y Cristo lo realiza en el lugar santísimo, así como se lo realizaba en el santuario terrenal (Lev. 16:2). Este juicio debe realizarse antes de la segunda venida de Jesús. Por eso Daniel vio que el sacrificio "continuo", o diario (tamiyd), debía terminar al fin de los 2.300 días proféticos (Dan. 7:13,14; Núm. 14:34; Eze. 4:6; Lev. 25:8). Es decir, en el tiempo del fin previo a su regreso (Dan. 8:17,26; Mat. 24:3,15,29, 30,36. Dan.12:1,2; 7:22), cuando todavía estaría obrando la "bestia" romana y su "cuerno" (7:7-11).

El juicio celestial que vieron los profetas, donde Dios el Padre es el "Juez" (7:9,10) y el Hijo del Hombre el abogado que se traslada al santísimo (7:13,14; Mal.3:1), no se realiza porque Dios lo necesita, sino para que los ángeles y todos los testigos del universo queden libres de toda duda en cuanto a la justicia divina (de tsadaq: Dan. 8:14), y el trono de Dios sea "estable eternamente" (2 Sam. 7:13-16).

Ésta es sólo una exposición muy breve, de la amplia documentación inspirada que presenta esta última posición acerca del santuario celestial. Pero, a pesar del gran respaldo que tiene de la Revelación, hay algunas cosas que todavía no ha podido resolver, lo que nos lleva a seguir buscando la verdad en una posición más perfecta.

Problemas de esta última posición:

Si el templo celestial consta de dos departamentos reales, siendo el "trono" el Lugar Santísimo, ¿cuál es el Lugar Santo y dónde se encuentra? En el modelo terrenal, los dos lugares santos estaban separados por un "velo". Por lo tanto, inmediatamente delante del trono debería encontrarse una segunda habitación iluminada con lámparas. Pero en lugar de esta habitación santa, la Revelación nos dice que está el "río" que sale directamente "del trono"; corre por "en medio de la calle de la ciudad" (Apo. 22:1,2), y el lugar no tiene "necesidad de luz de lámpara" (22:5). Estos pasajes citados vienen de Ezequiel 47:12, donde dice que "sus aguas salen del santuario" (miqdash), complicando las cosas aún más. Miqdash aparece también en el capítulo 16 de Levítico, donde al tabernáculo completo se lo señala en tres secciones: El lugar santísimo, llamado "santuario" (miqdash); el santo, llamado "el tabernáculo de reunión"; y el atrio del holocausto, llamado "el altar" (Lev.16:16-20,33; Éxo.40:24). Así que ahora el trono, el santuario y el santísimo tienen el mismo nombre; lo que nos hace pensar que podría tratarse de lo mismo. De esto hablaré más adelante.

En las primeras visiones, Juan vio los muebles del lugar santo "delante del trono" (Apoc. 4:5; 8:3; 9:13). Él no pensó que vio una representación de las cosas terrenales en el cielo, sino el templo real. Por eso, cuando en la última visión vio el trono, o lugar santísimo —también llamado "santuario"—, buscó el lugar santo con sus muebles, pero no lo encontró. Entonces entendió que lo anterior era una figura del verdadero, y dijo: "Y no vi en ella templo; porque el Señor Dios Todopoderoso es el templo de ella, y el Cordero" (Apoc. 21:22). El trono o santuario (ver también Jer. 17:12; Heb. 8:1,2) estaba, pero lo demás no, porque era una figura del Señor y su ministerio celestial.

Por ignorar las Escrituras, algunos argumentan que Juan no vio entonces el santuario o templo celestial, porque la visión estaba describiendo escenas de la tierra nueva. Entonces no habrá pecado, por lo tanto concluyen que tampoco habrá un santuario. Pero en el mismo capítulo, Juan revela que el "santuario" seguirá en pie, y por lo tanto descenderá con la santa ciudad a este mundo mil años después de su segunda venida (Apoc. 21: 2,3). Esto se debe a dos razones muy simples:

1.º El "tabernáculo" o "santuario" (Heb.8:2) celestial es eterno (Éxo. 15:17; Sal. 46:4,5; 61:4; Eze. 37:25-28; Isa. 33:20,21).

2.º Existió antes, y existirá después del pecado, porque el templo del cielo no fue hecho por causa del pecado, sino que la misma morada de la Deidad fue transformada en un centro de salvación. Jeremías nos dice con claridad: "Trono de gloria, excelso desde el principio, es el lugar de nuestro santuario" (Jer. 17:12). Y Moisés agrega: "En el lugar de tu morada, que tú has preparado, oh Jehová, en el santuario […] Jehová reinará eternamente y para siempre" (Éx.15:17).

El "trono" de Dios es la "casa" (Isa. 6:1; Eze. 43:6,7; Cor. 5:1), el "templo" (Sal. 11:4; Isa. 6:1; Mal. 3:1; Apo. 16:17) y el "santuario" propiamente dicho (Jer. 17:12; Eze. 47:12 con Apoc. 22:1,2; Heb. 8:1,2). Por lo tanto, el argumento de que el santuario celestial dejará de existir al fin del pecado, también dejaría sin existencia el trono o morada eterna de Dios (Sal. 9:7; 45:6; Jer. 17:12; Juan 5:19).

Cuando Juan dice que no vio el templo, quiso decir que no vio ni los muebles ni el "velo" o "puerta" que da al santísimo de las primeras visiones, de lo contrario hubiera dicho: "Vi el templo, pero estaba vacío". No vio dos lugares santos ni una habitación dividida con un velo, sino sólo el "trono". Por eso el apóstol entendió que el templo anterior era una figura del Cordero sentado a la diestra del Todopoderoso, mientras intercede y hace juicio por el hombre. Pablo lo dice así: "El punto principal de lo que venimos diciendo es que […] se sentó a la diestra del trono […que es] aquel verdadero tabernáculo" (Heb. 8:1,2).

Una vez que Juan entendió que había confundido los símbolos con la realidad, explicó por qué no vio entonces el velo del santísimo; y lo hizo inmediatamente después de su declaración en Apoc. 21:22: "La ciudad no tiene necesidad de sol ni de luna que brillen en ella; porque la gloria de Dios la ilumina" (vers. 23). En el tabernáculo terrenal nunca se abrían los dos velos al mismo tiempo. Cuando se abría uno, se cerraba el otro, para que nadie muriera por la gloria de Dios (Rom. 3:23; Éxo. 40:3,35). Así que si hubiera allá un velo o puerta delante del santísimo trono, la gloria de Dios no podría iluminar la ciudad.

Los que apoyan esta quinta posición, argumentan que Cristo no fue al trono para mediar por los arrepentidos, sino para "inaugurar" el templo, así como Moisés y Aarón lo hicieron al inaugurar el tabernáculo terrenal. Pero ellos lo hicieron antes del momento de la inauguración (Éxo.39:43). Cuando en el octavo día Dios manifestó su gloria en el santísimo, Moisés y Aarón no se encontraban allí, pues habían salido para bendecir al pueblo (Lev. 9:1-4, 23). Y desde ese momento del día de la inauguración, no pudieron entrar ni siquiera al lugar santo (Éxo. 40:35). Algo semejante ocurrió en la inauguración del templo de Salomón (1 Rey. 8:10,11; 2 Crón. 5:11-14).

Como el terrenal era figura del celestial, era necesario que la presencia de Dios estuviera en el momento que Moisés y Aarón entraran —como ocurrió después con los sumos sacerdotes—, pues la entrada de Cristo resucitado a la sala del trono celestial, ocurriría con la presencia del Padre para confirmarle su derecho para salvar (Heb. 1:3-9; Mat. 28:18). ¿Por qué la presencia de Dios no estuvo cuando Moisés y Aarón entraron al santísimo, pero sí estuvo en cada entrada de los sumo sacerdotes en los ritos del yom kippur? Como ya cité de las Escrituras, el templo celestial no fue inaugurado después de la resurrección de Cristo, pues existe "desde el principio". Tampoco fueron inaugurados sus servicios, pues el perdón y el registro de los pecados ya se realizaban antes de la crucifixión, gracias a una promesa de Cristo con juramento (Heb. 6:17-20). Esa es la causa por qué la "inauguración" del santuario del cielo no se registra en ninguna parte de la Biblia, ni en los escritos de Elena G. de White.

El inicio o la inauguración que se menciona en Hebreos 10:20 (enkainizo: renovar, hacer de nuevo, otra vez, iniciar, inaugurar, consagrar), no es del santuario del cielo -lamento que todavía algunos insisten en este error, forzando la Revelación a decir lo que no dice-, sino del "camino" (jodós), para "tener libre acceso a Dios".[8] "Dando el Espíritu Santo a entender con esto que aún no se había manifestado el camino al Lugar Santísimo" (Heb. 9:8) -mejor dicho santuario, pues el "trono" no sólo es lugar de juicio, sino también "de la gracia (4:16). Por eso es el naós:"templo", y "el verdadero tabernáculo" (8:1,2).

El "santuario" (miqdash) celestial ya estaba "afirmado" en los días de Moisés (Éxo. 15:17) antes que se construyera el santuario (miqdash) del desierto (25:8,9). Aunque el Hijo de Dios todavía no había recibido autoridad (Mat. 28:18), ya era "sacerdote" por su promesa con juramento. Cerca de mil años antes de la ascensión de Cristo el rey David escribió: "Juró Jehová, y no se arrepentirá: Tu eres sacerdote para siempre según el orden de Melquisedec. El Señor está a tu diestra" (Sal. 110:4,5pp.). Aunque todavía no juzgaba (vers. 6), ya ejercía el sacerdocio a la "diestra" de Dios (vers. 5), es decir en el mismo lugar que lo vio Pablo ejerciendo como "mediador" 35 años después del Pentecostés: "Tenemos tal sumo sacerdote, el cual se sentó a la diestra del trono de la Majestad en los cielos […] es mediador de un mejor pacto, establecido sobre mejores promesas" (Heb. 8:1-6). Cristo era sacerdote con promesa a la diestra del Padre, pero desde que derramó su sangre es mediador con una promesa mejor, porque desde la crucifixión tiene autoridad para perdonar. Elena G. de White escribió que "la entronización del Unigénito Hijo de Dios en su reinado de mediación […] penetra hasta dentro del velo, donde Jesús entró por nosotros como precursor, hecho sumo sacerdote para siempre según el orden de Melquisedec".[9] Así que no fue al trono para inaugurar su sacerdocio, sino para mediar por los arrepentidos, en el mismo lugar que ocupó para mediar antes de la cruz, según el orden de Melquisedec (Sal. 110:1,4).

Antes de la cruz ya estaba en su "templo" (heikal) (2 Sam. 22:7; Sal. 18:6; 29:9; 48:9; Isa. 6:1; Jonás 2:7; Miq. 1:2; Hab. 2:20); y ya intercedía allí (qodesh) para los que pedían el perdón. El rey David escribió: "Oye la voz de mis ruegos cuando clamo a ti, cuando alzo mis manos hacia tu santo templo" (Sal. 28:2). La palabra hebrea que se lee en este texto es debír (oráculo, de dabár: palabra). Aparece 16 veces en el A.T., y se la emplea generalmente para señalar al lugar santísimo del santuario, donde se encontraba la Palabra divina de los Diez mandamientos (1 Rey. 6:5,16,19-23; 2 Crón. 4:20; 5:7,9). Y sabemos que el lugar santísimo era símbolo de la obra que Dios realiza en el trono. Así que el rey David y el apóstol Pablo nos dicen que la obra de mediación de Cristo, para salvar a los arrepentidos, se realizó siempre en el "trono de la gracia" (Heb. 4:16). Más exactamente, "a la diestra del trono de la Majestad en los cielo […] aquel verdadero tabernáculo que levantó el Señor, y no el hombre" (Heb. 8:1,2). Y Elena G. de White lo confirma, diciendo que Cristo obra en el lugar que en el santuario terrenal era el "lugar santísimo, que representaba el lugar donde nuestro Sumo Sacerdote intercede en la actualidad".[10]

Muchos se confunden aquí, pues, como sabemos, la obra de intercesión se realizaba en el lugar santo, no en el santísimo. La obra del santísimo sólo se cumplía en el día del juicio. Pero esto es verdad sólo para el sacerdocio humano, que necesitaba un "velo" para no estar delante de la presencia de Dios. Por eso, cuando la sangre de la ofrenda por el pecado del transgresor, debía ser rociada sobre la Ley que estaba en el lugar santísimo, ensuciaba el "velo", es decir la "carne" del Salvador (Heb. 10:20), que se interponía para salvar al pecador de la condena de la ley. Y cuando a "las oraciones de los santos" se las representaba en el lugar santo con el "incienso" perfumado del altar (Apoc. 5:8), debía llegar al lugar santísimo, pues tanto la intercesión diaria como el juicio siempre debía dirigirse al lugar santísimo. Si no llegaba al santísimo o trono de Dios, no había perdón. Por eso al trono se le llama el "trono de la gracia" (Heb. 4:16), y no solamente "trono de juicio" (Prov. 20:8). Esto es muy importante.

Como en el A.T. el perdón era efectivo sólo por la obra con juramento en el templo celestial —los sacrificios terrenales no tenían ningún valor en sí (Heb. 10:1-4)—, ya se registraba el perdón en los libros del cielo (Sal. 69:28; Mal. 3:16; Isa. 65:6,7; Neh. 13:14): "Que perdone ahora su pecado, y si no, ráeme ahora de tu libro que has escrito" (Éxo. 33:32). Entonces "él, misericordioso, perdonaba la maldad, y no los destruía" (Sal. 78:38. Ver Núm. 14:19; Sal. 32:1; Isa. 6:7; 43:25). Por eso el Señor ya podía decir: "Yo deshice como una nube tus rebeliones […] tus pecados, vuélvete a mí [debía volver a pedir la justificación], porque yo te redimí" (Isa. 44:22; 45:22). "Y creyó a Jehová, y le fue contado por justicia" (Gén. 15:6).

Puesto que el ritual terrenal no tenía valor real, Zacarías dice que el sumo sacerdote Josué (Esd. 2:2) tuvo que ser perdonado por el "ángel de Jehová" —Cristo, "el Renuevo"— (Zac. 3:1-8). Elena G. de White confirma lo que señalo en la Biblia de esta manera: "Hasta entonces [Cristo, antes de la cruz] había obrado como intercesor por otros"[11]. Y también dice que en el Calvario "Jesús estaba ganando el derecho de llegar a ser el abogado de los hombres ante el Padre"[12]. Es decir, que el perdón que ofrecía desde el cielo era sólo condicional, pues todavía no había derramado su sangre.

Veamos cómo lo expresa la Hna. White: "Se dirigía al trono de Dios, para ser honrado por los ángeles, principados y potestades. Había iniciado su obra de mediación. Revestido de autoridad ilimitada, dio su mandato a sus discípulos: "Id, pues, y haced discípulos".[13]

"Había enviado el Espíritu Santo del cielo a sus seguidores como prueba de que, como sacerdote y Rey, había recibido toda autoridad"[14]. "Jesús estaba adquiriendo [en la cruz] el derecho a ser abogado de los hombres en la presencia del Padre".[15]

Notemos que el Señor no fue a la diestra de Dios sólo para ser honrado, ungido y confirmado en su trono, sino también para iniciar con autoridad (no inaugurar( su obra de mediación (Heb. 8:1,6). De esta manera cumplió la profecía de Zacarías: "Se sentará y dominará en su trono, y habrá sacerdote a su lado […]. Y los que están lejos vendrán, y ayudarán a edificar el templo de Jehová" (Zac. 6:13-15pp.). Ya era "sacerdote" del "orden de Melquisedec" a la "diestra" de Dios (Sal. 110:4,5). Pero desde la crucifixión con pleno derecho. Zacarías nos confirma que una parte del santuario celestial es real y eterno. Otra parte, durante el reino de la gracia, se edifica espiritualmente con el pueblo de Dios en la tierra (1 Ped. 2:5,9). Pablo aclara que el "verdadero tabernáculo que levantó el Señor y no el hombre", está en el "trono" de Dios donde Cristo "se sentó a la diestra" del Padre, y donde oficia de "mediador de un mejor pacto" (Heb. 8:1-6). Sabemos que el trono es el antitipo del lugar santísimo terrenal. Por eso muchos que apoyan esta quinta posición, argumentan que Cristo intercede a la diestra de Dios, pero no en el santísimo, sino en el santo, porque el trono celestial es un trono movible. Entonces —dicen— en el pentecostés, Padre e Hijo se trasladaron en el trono al lugar santo y volvieron con él al santísimo en 1844.

La visión de Ezequiel en el templo, de donde buscan apoyo para sostener esta posición, fue vista también por Isaías. Por eso Elena G. de White recomienda que se los estudie juntos[16]Pero, ¿se había trasladado Cristo realmente a ese lugar, o se trataba de una visión simbólica? La pluma inspirada aclara: "Se le concedió una visión a Isaías en el que contempló el Lugar Santo y el Lugar Santísimo del Santuario celestial […] y ante su mirada se reveló un trono sublime y exaltado que se elevaba como hasta los mismos cielos"[17]. Vemos que lo que había descendido en la visión sobre el templo terrenal, fue todo el templo o "Santuario celestial"; y que esos lugares santos constituían realmente el "trono" que está en el cielo. Una visión de Daniel que trata sobre el asunto, fue vista también por Elena G. de White. Si leemos en Daniel 7:9-14 y Primeros Escritos, página 55, notaremos que allí también hay "ruedas" vivientes que brillan como fuego y forman "un carro de llamas" o "de nubes" brillantes. Con la figura de un "Anciano de días", el Padre, que estaba en la visión junto a Jesús y delante de una "multitud" en gran parte "indiferente", fue transportado por el carro de nubes al santísimo, que Malaquías le llama "templo" (heykal Mal. 3:1). Jesús permaneció sentado en el trono de ese lugar santo con esa multitud. Y "con las nubes del cielo" —que es el mismo "carro" con "ruedas" figuradas que transportará a los redimidos a "la nueva Jerusalén"[18]— que había sido transportado el Padre, también fue separado de los santos nuestro Abogado, y trasladado al "santísimo"; que es el "trono", el "santuario" y el "templo" celestial. "Satanás parecía estar al lado del trono"[19].

Entonces nos preguntamos: Si el trono real es uno sólo (Sal.11:4; 45:6; 47:8; 89:14,29,36; 97:2; 103:19; Eze. 1:26; Zac. 6:13; Mat. 5:34; Heb.4:16; 8:1; Apoc. 4:9,12; 5: 1,6,7,11; 7:9,11, 15,17; 8:3,4; 12:5; 14:5; 22:2,3), ¿cómo se pudo transportar al Padre y al Hijo por separado y estar los dos en el trono? Porque no fueron trasladados sobre el trono: "Vi al Padre levantarse del trono [dice la pluma inspirada en la misma página…]. Jesús se levantó del trono". Y al entrar al santísimo, "el Juez se sentó, y los libros fueron abiertos".

Entonces, si no aceptamos que la visión señale cosas figuradas, tenemos que explicar por qué aquí hay dos tronos con dos asientos cada uno; por qué Satanás se encontraba allí después que fue expulsado, y por qué esa multitud indiferente estaba en el lugar santo del cielo antes de la segunda venida de Cristo. En Primeros Escritos página 92, la pluma inspirada confirma que la visión del Padre y del Hijo en el trono fue real, pero niega como real lo demás que destaqué. ¿Cuál fue, entonces, el objeto de la visión? Enseñarnos, principalmente, que el Lugar Santísimo del templo celestial está en el único trono de Dios; y el Lugar Santo, donde ahora están los santos de la iglesia de Cristo.

En una visión posterior, la sierva del Señor vio que el traslado de Jesús al santísimo fue en un vuelo hacia arriba, es decir vertical ("winging our way apward"), para "penetrar"[20] en "la sala del trono del Rey de reyes"[21]; y que ese viaje fue hecho de "la ciudad allá abajo"[22]. Aquí se señala la calle de la ciudad como lugar santo, y al santísimo en "lo alto de su santuario", como dice el salmista (Sal. 102:19); o "sobre un trono alto", como lo explica Isaías (Isa. 6:1). Pero con respecto a la visión de Primeros Escritos, páginas 54 y 55, en la página 92 la sierva del Señor aclara que esos creyentes que parecían estar en la santa ciudad con el Padre y el Hijo, en realidad "estaban en este estado mortal, en la tierra, y sin embargo me fue representado como postrada delante del trono"—es decir en la calle de la ciudad.

Esta revelación es muy importante, pues aclara que el lugar santo celestial ahora está en la iglesia del Señor "en la tierra", mientras Cristo oficia como "mediador de un mejor pacto" directamente en "el trono de la gracia" (Heb. 8:6; 4:16); y desde 1844, el mismo y único trono como "trono de juicio" (Prov. 20:8). Entonces, el cambio de ministerio se lo representa con el traslado del "trono" al "trono", que realmente no son dos, sino uno y el mismo.

De esta manera podemos entender por qué Malaquías dice que el Señor se trasladó súbitamente al "templo" (heykal). Exactamente: si el trono es el "de la gracia" y del "juicio", es el trono de los dos lugares santos. O sea que es el templo (heykal), y no un departamento de él. Esto explica por qué en la visión de Isaías el trono es todo el "santuario celestial"; y por qué al santísimo del terrenal se lo llamaba "santuario", lo mismo que al trono celestial. Esto también explica por qué desde 1844, Cristo realiza la obra de mediación y de juicio al mismo tiempo y en el mismo lugar del trono o santísimo. Los que sostienen esta quinta posición lo admiten junto con la pluma inspirada[23]Pues, entonces, si ahora el Señor puede ejercer la obra del lugar santo en el santísimo, sin necesidad de cambiar de departamento, ¿por qué antes de 1844 el trono no podía ser el "trono de la gracia"?

Sabemos que cuando los sacerdotes oficiaban en el lugar santo, ni el arca del testimonio, ni la shekinah, es decir la presencia de Dios en el santísimo, se trasladaban al lugar santo. Aunque hay una posición que sostiene que la mesa de la presencia era la representación del trono en el lugar santo, la Revelación afirma que "más allá del velo interior estaba el lugar santísimo que era el centro del servicio de expiación e intercesión"[24]. No había un centro en cada departamento, sino sólo en el santísimo, desde donde el Señor administraba para los dos lugares santos; es decir para interceder y para expiar. Por eso la obra de intercesión en el lugar santo era para que llegara siempre al santísimo. Habría sido una total falta de respeto para con el Señor, que los sacerdotes no rociaran la sangre sobre la mesa de los panes, sino dándole la espalda para oficiar hacia el santísimo –donde supuestamente no se encontraría en ese momento la santa shekinah–, para ensuciar el velo y los cuernos del altar, cuyo perfume se dirigía sólo al santísimo.

Como también se argumenta que desde 1844 se puede obrar al mismo tiempo ambos ministerios en el mismo lugar, porque el velo ha sido corrido y los dos lugares son ahora uno, la pluma inspirada nos hace entender, que "cuando el Sumo Sacerdote entraba en el lugar santísimo […] no se ofrecía afuera sacrificios expiatorios"[25]. Esos sacrificios los realizaba el sacerdocio antes de la expiación de juicio (Núm. 29:7-11). Y el último sacrificio era del macho cabrío "por Jehová", que daba la expiación final del año para que su sangre se rociara sobre el propiciatorio (Lev. 16:9,15) y expiara todas las dependencias del tabernáculo. Durante esa expiación no se ofrecía la intercesión particular (16:16-34).

Nunca se realizó la intercesión y el juicio al mismo tiempo, sino en momentos y departamentos distintos. Y por eso está el pasaje que dice: "Esto dice el Santo, el Verdadero, el que tiene la llave de David, el que abre y ninguno cierra, y cierra y ninguno abre" (Apoc. 3:7). Cuando se abre el juicio para un creyente, éste no puede abrir la primera puerta para suplicar misericordia. Y si ahora Cristo oficia ambos ministerios, no es porque la puerta se abre y se cierra al mismo tiempo millones de veces al día, para responder a cada pedido de los arrepentidos del mundo, y volver al santísimo. Por eso se trata de una puerta figurada (parabolé) e individual hasta el fin del tiempo de gracia. Una puerta real cerrada desde 1844 no dejaría pasar a nadie. Entonces, dejemos a un lado la creencia de velos o puertas reales y hablemos de cambios de "ministerio", como prefirió llamar Elena G. de White luego que entendió la doctrina de la "puerta cerrada".[26]

Pero entonces tenemos que saber, por qué el santuario terrenal estaba dividido por un velo que formaba dos lugares santos. El velo del santísimo no tenía este propósito, sino para proteger al sacerdocio de la condenación divina (Éxo. 40:3). Esta verdad es tan importante en la Revelación, que al referirse al santuario de Moisés —que es el único que siguió con fidelidad el "modelo" celestial— no se habla de este segundo "velo" con expresiones como puerta (pethach), o cortina (yeriy"ah), sino únicamente como "velo" (poreketh) (Éxo. 26: 31, 33,35; 27:21; 30:6; 35:12; 36:35; 38:27; 39:34; 40: 3,21,26; Lev. 4:6,17; 16:2, 12,15; 21:23; 24:3; Núm. 4:5; 18:7; 2 Crón. 3:14). Siempre que se hace referencia al primer velo y a las demás cortinas del tabernáculo, se usan las palabras hebreas pethach (Éxo.26:36; 29: 4,11,31,42; 33:8-10; 36:37; 38: 8,30; 39: 38; 40:5,6,12, 28,29; Lev.1:3,5,etc.) y yeriy"ah (Éxo. 26:2, 5,8, 9,10,12; 36:9,11,12,15, 17). También se habla de "cortinas" (en plural) al referirse a todo el cortinaje del tabernáculo (Éxo. 26:1,2,3,6-9,12,13; 36:8-10, etc.), pero no cuando se habla del segundo velo en particular. En este caso se habla del "velo" (santísimo) y "la entrada para la puerta" (santo: Éxo. 36:35-37[27]26:31-37; 40: 3,6,21); y también "velo" y "cortina para la entrada del tabernáculo" (Éxo. 39: 3438).

Algunos creen que la palabra hebrea poreketh no siempre señala a la cortina que da al santísimo, pues dicen que en Números 18:7 se habla del primer velo. Pero cuando poreketh se relaciona con la expresión "velo adentro", siempre se refiere al que da al santísimo (Éxo. 26:33; Lev. 16:15). Ellos argumentan que si se habla del "altar" y del "velo adentro", el velo más cercano al altar es el primero. Pero el texto está hablando del ministerio del sacerdocio, que no se limitaba al servicio diario, sino también al anual, que en este caso el profeta habría escrito velos en plural. Así que lo más razonable es interpretar aquí que se habla de la obra diaria del altar, con la sangre que se rociaba en el lugar santo, y el servicio anual "detrás del velo". Ellos creen tener apoyo de Elena G. de White, cuando en El conflicto de los siglos, pág. 473, lo usa también para el primer velo. Pero ella está aplicando allí la figura del santuario terrenal para que llegue a ser el celestial. Por eso habla de un "atrio exterior" que existe en el cielo, pero no en el tabernáculo del desierto; y al "verdadero santuario" lo ubica junto con Pablo directamente "a la diestra" de Dios "como mediador" en el "trono"; también llamado "el cielo mismo", que ella menciona en la misma página (Heb. 8:1,2,6; 9:24). "Cielo mismo" significa "trono" (Sal. 102:19; Isa. 66:1). Por eso, en Hebreos 6:19, Pablo relaciona la expresión "dentro del velo" con las revelaciones de Salmos 110:1,4, donde el sumo sacerdote del orden de Melquisedec intercede –lo que era en el altar, primer velo y lugar santo– a la "diestra" de Dios –el segundo velo y lugar santísimo–. Luego volveremos a esto.

Desde que el tabernáculo llegó a ser un templo, el primer velo llegó a ser una "puerta" (Eze. 8:14,16; 10:19; 40:13; 41:2, 3,etc.) que se cerró con "llaves" (Isa. 22:22; Jue. 3:25; Mat. 27:19, etc.). Así que, cuando en el N.T. se habla de "velo" (katapétasma) del santuario (Mat. 27:51; Mar.15:38; Luc. 10:20; 23: 45) —salvo en Hebreos 9:3, donde después veremos por qué Pablo le da un sentido particular—, se habla de ese único "velo" que da al santísimo.

Partes: 1, 2
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