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Pervivencia de la picaresca en la literatura venezolana del Siglo XX


     

     

     

    RESUMEN

    El presente trabajo hace una revisión de las características del género picaresco, ofrecidas por varios estudiosos y especialistas, a fin de establecer las constantes propias de la picaresca clásica, para contrastarlas con la novela Travesuras y picardías de Nicolasón de las Sierras Nevadas, del autor merideño Tomás Francisco Carreño. Esto permitió constatar que sí puede considerarse una obra perteneciente al género, aunque incorpora elementos propios que la distinguen de otras obras similares.

    Palabras-clave: pícaro, género picaresco, Travesuras y picardías de Nicolasón de las Sierras Nevada.

     

    ABSTRACT

    This account is a review of the characteristics of the picaresque genre specified by several scholars and specialists, aiming at establishing the constants features of the classic picaresque. Hence, these features are compared to the novel Travesuras y picardías de Nicolasón de las Sierras Nevadas, by the author from Merida, Tomás Francisco Carreño. This comparison allowed us to state that this work can be considered as belonging to the genre, even though it has its own elements that make it different from similar works.

    Key words: roguish, the picaresque genre, Travesuras y picardías de Nicolasón de las Sierras Nevadas.

     

    RÉSUMÉ

    Cet écrit passe en revue les caractéristiques du genre picaresque, proposées par plusieurs experts et spécialistes, afin d’établir les constantes propres du roman picaresque classique, pour les contraster avec celles du roman Travesuras y picardías de Nicolasón de las Sierras Nevadas, dont l’auteur est Tomás Francisco Carreño (Mérida, Venezuela). Cela permet de constater que le livre peut être considéré comme une oeuvre appartenant au genre picaresque, bien qu’il inclue des éléments qui le distinguent des oeuvres semblables.

     

    1. PERIPECIAS DE UN VOCABLO: Notas acerca de "pícaro" y "picaresca"

    Absolutamente diversas son las etimologías que se han propuesto para dilucidar el origen de la palabra "pícaro" y varias también han resultado las argumentaciones dadas para inclinar la aceptación general de la crítica hacia una u otra de las propuestas. Ya Alberto del Monte (1971) se ha ocupado de revisar la pertinencia de cada una de las proveniencias del término en cuestión y, en un breve, pero denso apartado de su libro Itinerario de la novela picaresca española intenta seguir el camino recorrido por el "pícaro" hasta su definición conocida en los tiempos del Lazarillo de Tormes.

    Un total de veintisiete referencias integran el sustento teórico expuesto por del Monte, las cuales dan una clara idea de la efervescencia causada por este tema. Otro tanto lleva a cabo Amando Isasi Angulo (1981) en la edición que hace del Lazarillo de Tormes. Reitera el juicio general acerca de las prolijas discusiones sobre la etimología de la palabra y, después de exponer el parecer de algunos críticos y filólogos, coincide con del Monte en que el problema sigue sin una solución satisfactoria. Ciertamente, por lo que atañe a este ensayo, lo importante es saber que "el valor etimológico ya no estaba presente en la conciencia lingüística de los escritores de los siglos XVI – XVII" (Del Monte, 1971:13). En consecuencia, las disquisiciones filológicas no resultan imprescindibles, como el concepto mismo de "pícaro" y "picaresco", que también ha generado copiosos intentos definitorios.

    En consonancia con lo anterior, para Francisco Rico el molde o la matriz de la novela picaresca es el resultado de "un proceso de agrupación de Lazarillo y Guzmán en la conciencia literaria del momento" (Rico, 1976:144), aunque lo picaresco no se agota en el esquema reducido de ambas obras, sino que es más bien el producto de una dialéctica de influjos entre los textos que conforman el género (o novela) picaresco. Por su parte, del Monte considera pertinente distinguir entre el "género picaresco" y el "gusto picaresco" (Del Monte, 1971:58-59), en que el primero de ellos es fácilmente deducible de algunas novelas, mientras que el segundo aparece en una multitud de obras pertenecientes a índoles disímiles.

    Aun más exhaustiva es María Casas de Faunce, quien propone —y lleva a cabo— la diferenciación entre picaresca social y picaresca literaria; género y novela picaresca y dentro de esta última, tres categorías: clásica, picaresca en sentido lato y míticamente picaresca (Casas de Faunce, 1977:9-16). Sin embargo, datos más o menos, la mayoría de los estudiosos coincide en afirmar como características esenciales de lo picaresco las siguientes (1):

    a. La ficción autobiográfica donde el sujeto de la enunciación habla en primera persona acerca de las aventuras de su héroe desde dos posibles puntos de vista: el del pícaro o el del expícaro. Se incluye aquí el crecimiento del protagonista, (lo cual da a la obra el carácter de novela de formación) y su paso de la inocencia a la malicia.

    b. Carácter itinerante del protagonista: éste, incluso sin ser "mozo de muchos amos", vive de aventura en aventura, tratando de saciar su hambre o alguna necesidad; en consecuencia, se halla al margen de toda norma ética o regla social, pues éstas no proporcionan el sustento. En su andar elabora retratos de tipos sociales a los cuales critica con cinismo. Rechaza la pobreza y manifiesta su deseo de elevarse socialmente. Se enfrenta a un mundo caótico y engañoso dominado por la fortuna.

    c. Presencia de enseñanzas morales: se reducen éstas a tímidas alusiones o largas disquisiciones. Se entroncan aquí dos grandes temas de la picaresca: burla a la honra falsa, hueca, de los hidalgos venidos a menos y escarnio de la religión en la persona del clérigo avaro. En ningún caso se trata de un moralismo explícito que estaría en contradicción con la característica anterior, sino que son expresiones basadas en las mismas peripecias picarescas.

     

    En atención a lo anterior es posible entrever al pícaro como un individuo que pertenece al hampa sin llegar a ser criminal y que manifiesta pocos escrúpulos al momento de granjearse el sustento; a pesar de ello gusta de exponer máximas y sentencias morales; no está habituado a trabajo alguno regular y constante, sino que es holgazán; su ocupación ordinaria es servir a otro; es astuto e inteligente con tendencia al hurto; posee una visión irónica de la realidad (Bravo, 1994) basada en su dilatada experiencia del mundo (Del Monte, 1971:60; Ruiz, 1966:27). El pícaro es un personaje que vive en una transmutación permanente que le garantice cierta adaptabilidad al medio donde se desenvuelve; por ende, privilegia el simulacro, el parecer sobre el ser y desde esa habilidad visualiza los pliegues de la realidad donde se evidencian las máscaras y convenciones sociales. Quizá allí radique su atracción y éxito y, por lo tanto, su permanente actualidad.

     

    II. Travesuras y Picardías de Nicolasón de las Sierras Nevadas: Relación con el modelo clásico, acercamientos y alejamientos

    Antes de pasar al estudio particular de la obra objeto de este ensayo, es menester establecer los linderos de lo que se entenderá aquí por novela picaresca y dentro de ella, el modelo clásico. Esto resulta insoslayable, habida cuenta de las lógicas transformaciones que el género picaresco sufrió en este siglo y que han motivado repetidas inclusiones de obras en el género. La definición de novela picaresca en este trabajo será la misma que la elaborada por Casas de Faunce, la cual la considera como

    Una narración ficticia, de cierta extensión en prosa, expuesta

    desde el punto de vista de un ente acomodaticio cuya filosofía

    existencial, subjetiva y unilateral, enfatiza el instinto

    primario del individuo (…) se ocupa de narrar una vida

    "vulgar" en oposición al lenguaje heroico (…) El ingenio

    del personaje es el ingrediente que sirve para manifestar su

    astucia y presta a la obra el tono festivo de la burla que

    divierte [produciendo en el lector] la catarsis moralizante o

    didáctica inherente al género (Casas de Faunce, 1977:12).

     

    Como es posible observar, la mayoría, si no todas las particularidades de la definición de Casas, ya se han expuesto en el capítulo anterior, bien como pertenecientes al pícaro o a la picaresca. Sin embargo, lo más importante dentro de esta definición es la proposición de un modelo clásico, el cual también es obligatorio aclarar aquí. Casas de Faunce elabora su conceptualización a partir de la de Claudio Guillén, y está constituida por ocho elementos característicos.

    Tales son:

    1. el pícaro, 2. la seudoautobiografía, 3. una visión parcial

    de la realidad, 4. un tono reflexivo, 5. un ambiente

    materialista, 6. observaciones relacionadas con ciertas

    clases sociales, 7. un movimiento ascendente en un plano

    social o moral, 8. una aparente falta de composición.

    (Del Monte, 1971:59)

     

    Por su parte, del Monte propone que también una "suma de factores estructurales" que hacen del Lazarillo de Tormes el paradigma de la novela picaresca. Tales factores, sucintamente expuestos, consisten en la forma pseudoautobiográfica, la presentación de la genealogía del pícaro, el cambio de amo, de aventuras y travesías, presencia de diversos tipos humanos y temas sociales como el conflicto entre apariencia y realidad y el contraste entre el hombre y la fortuna, entre otros (Del Monte, 1971:13).

    Como se ve, hay una amplia zona de coincidencias en lo que respecta a la elaboración del patrón picaresco, y con éste ya deslindado, se procederá en lo que sigue al examen del texto objeto de este ensayo. Veinte capítulos integran la narración de Travesuras y Picardías de Nicolasón de las Sierras Nevadas (1972),2 además de una carta dedicatoria del censor de la Diócesis que no muestra el nombre del remitente ni los datos del destinatario. Dedicado a un público específico — "las señoras que se fastidian en la casa" —, Nicolasón revela mucho de su proceso de elaboración en la antedicha carta dedicatoria. Allí se halla la mayor evidencia o advertencia acerca de las repetidas intertextualidades de la obra. El autor se justifica diciendo: "Mucho de cuanto refiero no es mío, porque prestado lo he tomado de otros, sin llegar al vulgar plagio ni al saqueo indecente" (p.5). Sin embargo, lo más importante de esta carta es la clasificación del asunto que transmite y que ha motivado precisamente este análisis.

    Así pues, el libro se ocupa de "las aventuras ocurridas a un perillán de mi pueblo, enmarcadas ellas en medio de personajes y costumbres que existieron en estas Sierras Nevadas en los últimos cincuenta años" (p.5). Esta especie de "declaración de principios" se complementa con el estilo autobiográfico presente en la mayor parte de la obra, especialmente en los capítulos I, III, IV, VII, X, XVIII y XX, en donde se puede seguir con mayor claridad el desarrollo de Nicolasón y se aprecia el carácter de "novela de formación" de la obra. Se dilucidan aquí dos conexiones de Nicolasón con el modelo clásico: el pícaro o perillán protagonista y la pseudoautobiografía en la que se hallan intercalados pasajes de corte costumbrista pero adaptados al sentido picaresco general.

    La visión parcial de la realidad también se halla en Nicolasón, especialmente en el juicio acerca de sus relaciones con la poetisa Lesbia Fablistán y de sus frustrados requerimientos amorosos:

    Yo no alcanzaba a comprender cómo era el amor entre

    los poetas (…) Mucho tiempo me he solazado —añadió

    Lesbia aspirando el humo del cigarrillo— con las corrientes

    filosóficas que acatan y propugnan el amor entre

    personas del mismo sexo (pp. 136-138).

     

    Ante semejante frustración, Nicolasón expresa un mordaz comentario bastante arraigado en la tradición popular hispana y que saca a la luz su concepción parcial de la realidad: "Desde aquel día le eché la cruz a las mujeres bachilleras, que si no sirven de ollas sirven de coberteras" (p.139). El ambiente materialista también halla su espacio en las páginas de Nicolasón. Precisamente en el capítulo XII, donde el pícaro intenta conquistar a una no muy agraciada maestra por el solo hecho de corresponderle a ésta cierta herencia:

    Andaba yo como perro con tramojo por una maestra de

    escuela, sumamente recatada y sosa, fea e hija única, a

    quien correspondería como heredad, al morir sus padres,

    una finquita de frutos menores en un sitio no muy lejano

    de la ciudad denominado El Vallecito. (p.88).

     

    Del mismo modo, su afán de sustentarse con poco esfuerzo se revela en los pasajes donde se lamenta por la pérdida de sus amoríos, pues "en los cuatro años que en aquella casa viví, bien alimentado siempre estuve" (p.34); por la muerte de su padre, cuyo funeral los hundió más en la pobreza al menguar sus "escasísimos recursos económicos" (p.58) y por los arriesgados lances en los que participó por una apuesta con un arriero (Cáp. V) y por robar la calavera de Don Gregorio (Cáp. XVI). No tan diversas son las observaciones relacionadas con ciertas clases sociales. Salvo la referencia al clérigo avaro y a los ricos súbitamente arruinados, abundan en Nicolasón… la descripción o puesta en escena de tipos sociales. Ello constituye una particularidad que aleja un tanto a la obra del modelo clásico. La caracterización del clérigo se ajusta a las críticas generalmente lanzadas contra los de su talante en la picaresca tradicional. Mezquino para con su sirviente y regalado para con sus ahijados, sometió a Nicolasón a privaciones y sufrimientos indecibles, como los que cito de seguidas:

    Si él era canónigo, yo no llegaba ni siquiera a medio

    racionero; porque he de confesar que era yo el único en

    aquella casa que hacía penitencia, si por tal no se entiende

    otra cosa que dormir en el suelo, arroparse con un

    coleto, madrugar, estudiar latín, ayunar, trabajar como

    un asno y ganar muy poco. Dábanme de comer una sola

    ración al día y muy tarde (…) A los seis meses tenía yo

    el fondillo lleno de telarañas, tales eran los ayunos y abstinencias

    de aquella cuaresma inacabable. (pp. 37-38).

     

    Esta es ocasión propicia para que el pícaro demuestre su ingenio, fuerce el arca donde el clérigo resguardaba sus bienes y tenga de ese modo algún refrigerio a sus penalidades; sin embargo, su dicha dura poco, pues "dicen que el amor de monja, la alegría del pobre y el pedo del fraile, todos son aire, porque cuando el pobre se alegra su regocijo dura poco" (p.33). Descubierto el engaño, Nicolasón es despedido aunque con mejor fortuna que antes, pues llevaba seis onzas de oro en los bolsillos; pero las posaderas con los verdugones producto de la furia de su amo. Más allá de esta representación de la clerecía como clase social, Nicolasón se desenvuelve entre tipos sociales, como ya se dijo, y ellos pueden identificarse someramente, como los siguientes:

     

    a. Los que presentan un conflicto entre el ser y el parecer. Tales son los casos de Leonardo Albarranilla, alias Capa Ratones, "honorable señor comerciante, padre amantísimo de diez hijuelos, esposo fiel, dechado de virtudes, ejemplo de sus conciudadanos" (p. 109) que fue hallado "portando apenas calzoncillos largos" (p.118) al trastocarle Nicolasón sus requiebros amorosos con Susanota, su amante. Idéntica situación plantea la poetisa Lesbia Fablistán, caso ya referido, y el asustadizo profesor universitario; "señor muy pedante, borlado en derecho civil, derecho canónico y medicina, que tenía fama de ser el primer chicharrón de la cazuela en las conmemoraciones patrióticas de la ciudad" (p.92), y el cual es aterrorizado por el "fantasma" del Obispo Torrijos, estratagema elaborada por Nicolasón.

    b. Los que representan un saber o un uso social alternativo. Tales son los personajes que se destacan por sus consejas o acciones fundadas en un conocimiento o habilidad que les es propio y los hace destacarse del resto de la comunidad. Entre este tipo de personajes se hallan Don Darío Vencetósigo, el cual "conocía la historia no ortodoxa de la ciudad" (p.19); Don Georgino, que "tenía por ministerio escribirle las cartas de amor a los analfabetos y a las personas de poco estro, deseosas de comunicarle sus pasiones a una adorada pretendiente" (p.59); Doña Guiomar "que sanaba aquellas dolencias que los doctores no conocían, tales como el mal de ojo, los mampuestos y la guiña" (p.65). Cada uno de estos tipos sociales se presenta en la obra con cierta autonomía respecto del personaje principal, el cual funge de narrador de las peripecias ocurridas a aquellos. Se incluye también aquí a Don Pedro Somurgujo, alias "Pedro el cruel", empleado de la universidad bajo la tutela del catedrático de anatomía. Tío de Nicolasón, "seleccionaba los muertos sin dueño (…) los lavaba, los inyectaba con formol y les prestaba solícitos cuidados que quizá no habían tenido en sus últimos momentos de existencia" (p.75). Como ya se indicó, la intervención del narradoractor se limita, además de referir las señas particulares de cada uno de estos personajes, a una breve interacción con ellos — sobre todo al final del capítulo referido—, en donde sale a relucir el hecho picaresco provocado por el protagonista.

    En lo que concierne a la presencia de un movimiento ascendente en un plano social o moral, se halla que Nicolasón se inclina más hacia un tipo de elevación en la jerarquía social que en el plano moral. Ello es fácilmente deducible del texto, puesto que Nicolasón no narra su "caso" desde la perspectiva del ex pícaro, antes bien su máxima preocupación ha sido la de procurarse el sustento —para lo cual emplea sus artimañas — y tal es, precisamente, el motivo que lo impulsa a abandonar la Villa, ilusionado como muchos por el advenimiento del General López Contreras a la presidencia del país, el cual, según la imaginación popular, "esperaba a sus compatriotas con las manos llenas de nombramientos, pensiones, canonjías, sinecuras y morocotas" (p. 153).

    De tal modo que es imposible conocer la suerte de Nicolasón después de su partida. Antes bien, es evidente que mientras duró su permanencia en la Villa llevó una vida de pícaro y, como tal, apartada de los convencionalismos morales. No puede decirse lo mismo, sin embargo, de sus esfuerzos por lograr cierto encumbramiento social. Hacia este fin van encaminadas la mayoría de sus acciones como adolescente y adulto. Véanse, por ejemplo, los pasajes ocurridos con la maestra, la poetisa y sus aventuras provocadas por el deseo de tener dinero (Cáps. V, VIII, XII, XV, XVIII y XX). Entroncada con este afán está su esperanza de llegar a ser "alguien". Fiel discípulo de Don Georgino, Nicolasón parece recordar a cada instante que "un hombre sin dinero es la imagen de la muerte" (p.64).

    A pesar de lo anterior, no puede afirmarse que Nicolasón haya logrado su meta. Podría hablarse, mejor, de una tensión oscilante hacia el ascenso social, en donde habría avances y retrocesos, no una elevación real y constante. Al respecto es bueno revisar el penúltimo capítulo del libro, en el cual, a punto ya de marcharse, Nicolasón resume en poco lo que ha sido su vida y afanes: Los zamuros también ascienden, en determinadas ocasiones, a las alturas más excelsas a disputarles sus dominios a las águilas. Yo, a pesar de la desigualdad social que infelizmente ha reinado siempre en mi tierra, no solamente dialogué con licenciados y señores de caracha, sino que también los acompañé en sus expediciones científicas a los distantes heleros de la Sierra Nevada. (p.141).

    En clara alusión a sí mismo —zamuro—, Nicolasón explicita sus frustrados planes para adquirir renombre. Aunque haya llegado a los dominios de las águilas, nunca dejó de ser un zamuro; esto es: pícaro, pobre. Hasta ahora se ha intentado demostrar la filiación picaresca de Nicolasón con el modelo clásico previamente descrito: sin embargo, es necesario también destacar sus particularidades que lo alejan del paradigma propuesto. Una de ellas es la constituida por su trasfondo social.

    Esto, que a primera vista sería como un vínculo más que una separación, es así porque Nicolasón se ocupa más de elaborar retratos sociales y describir ciertas costumbres y anécdotas —todo ello con un barniz picaresco— que de llevar a cabo una crítica social o sátira. Incluso el capítulo XI constituye una rareza, puesto que el protagonista es el sirviente bobo de Don Manuel y no —como cabría esperar— Nicolasón. Algo parecido sucede en los capítulos II, VII, VIII, X y XVII, donde el protagonista cede mucho de su rol a otros personajes, limitándose a narrar o intervenir sólo al final de cada historia. Igualmente muchas de las descripciones iniciales de cada capítulo conforman verdaderos cuadros de costumbres, que contribuyen a afianzar la separación de Nicolasón del modelo clásico.

    Otro aspecto individualizador es la atenuación del rasgo que hace de la novela picaresca una "Bildungsroman" o novela de formación. Efectivamente Nicolasón presenta elementos de este rasgo, pero diluidos en la trama general de la historia referida al pícaro que no manifiesta explícitamente de dónde le viene su astucia; habilidad —o virtud— que se da como connatural a él. A pesar de ello, es posible entresacar del texto pasajes donde se evidencia un proceso de formación y aprendizaje.

    He de confesar que más aprendí como conchabado que

    como alumno de la escuela parroquial y que a no ser por

    las condiciones sociales que reinaban en mi pueblo, yo

    también hubiera sido bachiller. (…) [De modo que] cuando

    en la universidad, el rector confirió el título al niño

    Marcelino, a mí ya la vida me había graduado en otros

    menesteres. (p.17).

    Así terminó, don Darío Vencetósigo, su improvisada lección

    de historia, de aquella que no está escrita en los

    libros. (p.24).

    [Don Georgino] solía darnos consejos sobre los más diversos

    asuntos y explicaciones sobre las cuestiones más

    variadas, que acostumbraba acompañar de los refranes

    más castizos y las locuciones criollas más expresivas.

    (p.61).

    —Bebe y come sobrino, decíame entre mil regüeldos,

    porque los hombres como tú y yo debemos beber bastante,

    comer bien, cagar fuerte y no haber miedo de la

    muerte. (p.78).

    Su botica era una cátedra donde discurría, con todos

    cuantos llegaban, sobre sus observaciones científicas y

    así mismo relataba las más fantásticas aventuras que le

    habían ocurrido. (p.142).

     

    Algo semejante sucede con lo que se ha señalado muy a menudo como motivo aglutinante principal de la novela picaresca: el hambre (Del Monte, 1971:66). Si bien es cierto que Nicolasón discurre sobre las peripecias pasadas para ganar el pan, no es menos el hecho de que esta motivación queda trascendida por la imposibilidad real —por lo menos durante el período que abarca la obra— de ascender en la escala social a pesar de sus esfuerzos.

    Nicolasón no llega a ser bachiller "por las condiciones sociales que reinaban en mi pueblo"; refiere al final, casi, del texto "la desigualdad social que infelizmente ha reinado siempre en mi tierra" y lo más contundente de todo, abandona la Villa en busca de mejores horizontes, pues "montañeses aislados e ingenuos como éramos para ciertas cosas nos imaginábamos Caracas como una bellísima ciudad de calles de oro" (p.153). Como se ve, el proyecto vital que impulsa a Nicolasón contiene en sí mismo el germen del fracaso. El protagonista padece desde el principio hasta el final de la historia las consecuencias de la desigualdad social; inclusive el logro posterior de su meta, gracias al cambio de ambiente, queda oculto por una oscura capa que no se devela en ningún momento de la narración.

     

    A manera de conclusión

    ¿Constituye Travesuras y Picardías de Nicolasón de las Sierras Nevadas una novela picaresca? Es posible dar una respuesta afirmativa a esta pregunta después de lo anteriormente esbozado. Sin embargo, es pertinente hacer algunas aclaraciones. Nicolasón no es una obra asimilable al estilo picaresco clásico —como pudo observarse —, pues presenta particularidades que lo alejan de tal clasificación. Responde más a una revalorización y resurgimiento modernos del género que a cuestiones de remembranza social.

    Ya para la época de su inicial publicación ficticia —su publicación verdadera ocurrió en 1972— es posible contar al menos veinte obras publicadas entre 1850 y 1936 entre América y Europa (del Monte: 1971:160; Casas de Faunce, 1977:14); por lo tanto, el suceso no es nuevo, salvo para Venezuela quizá. Si se sigue la clasificación propuesta por Casas de Faunce, Nicolasón vendría a ser una novela picaresca en un sentido lato, puesto que en ella la "filosofía existencial picaresca" se presenta en una unidad estructural personaje-ambiente, donde permanece la burla como exponente del ingenio picaresco (Casas de Faunce, 1977:14). Queda por examinar el parentesco entre Nicolasón y la novela moderna, apenas señalado en este ensayo, lo cual, de hacerse, daría una visión más exhaustiva de la obra.

    San Cristóbal, 2003

     

    REFERENCIAS

    Bravo, V. (1994) Ironía de la literatura. Maracaibo: Universidad del Zulia.

    Carreño, T. (1972) Travesuras y picardías de Nicolasón de las Sierras Nevadas. Mérida: Editorial Multicolor.

    Casas de Frunce, M. (1977) La novela picaresca latinoamericana. Madrid: Planeta/Universidad de Puerto Rico.

    Del Monte, A. (1971) Itinerario de la novela picaresca española. Barcelona (Esp.): Lumen.

    Lazarillo de Tormes (1981) Barcelona (Esp.): Bruguera, 10ª edición. (Prólogo y notas de Amando Isasi Angulo).

    Rico, R. (1976) La novela picaresca y el punto de vista. Barcelona (Esp.): Seix-Barral, 1976.

    Ruiz de Larios, J. (1966) "Introducción" al Lazarillo de Tormes, Círculo de Lectores.

     

    Notas

    1. Se han intentado fundir aquí las opiniones y los juicios de los críticos antes referidos, además de las emitidas por Juan Ruiz de Larios en la introducción al Lazarillo de Tormes, en la edición del Círculo de Lectores (1966).

    2. Tomás Francisco Carreño (1972), Travesuras y picardías de Nicolasón de las Sierras Nevadas. Mérida: Editorial Multicolor. Todas las referencias a esta obra se hará indicando sólo el número de página según esta edición. El texto se presenta como escrito originalmente en 1936, sin embargo su publicación (y con ella, seguramente su composición) se realizó en 1972. En 1987 se reeditó y amplió su contenido.

     

     

    José Francisco Velásquez Gago

    En Revista Virtual Contexto, Volumen 8 – No. 10 – Año 2004