- El arena del Nevado de Ruíz
- Año apocalíptico
- Eso y solo eso – nada más quedó de Armero: la huella imborrable del sismo y abismo
- Omaira Sánchez: quien en lo adelante se convertirá en símbolo de sacrificio, valor, amor y paz
- Todo un contingente humano lleno de solidaridad
- Las vidas inocentes inmoladas
- ¡Ay! De los sepultados – vivos en Armero
- Armero después de 13 años
(HOMENAJE POST MORTEN AL PUEBLO DE ARMERO)
Tragedia ocurrida en la población de "Armero", Departamento de Caldas, Colombia, el día Miércoles 13 de Noviembre de 1.985. A consecuencia de la erupción del Volcán Arenas del Ruíz.
3RA. EDICIÓN
13 de Noviembre 1.998
Majestuosa eminencia andina,
coronada de nieves perpetuas;
sobre la cima de los nevados:
Arenas del Ruíz, Santa Isabel,
Cisne y Tolima.
Catorce mil años
de existencia volcánica
del Arenas del Ruíz,
no han sido suficiente
para saciar la sed
de sangre y fuego;
que no había apetecido
desde hace casi
un milenio de años;
según crónicas escritas
por Fray Pedro Simón,
en sus "Noticias Historiales
de la Conquista de Tierra Firme
en las Indias Occidentales".
Y no obstante las advertencias
del Instituto de Investigaciones
Geológicas "Ingeomínas",
detectar la actividad volcánica
del Nevado de Ruíz,
con cuatro meses de anticipación,
al registrar los sismógrafos volcánicos
cerca de mil sismos internos,
se esperó con indiferencia y estoicismo,
que sucediera la más dantesca,
catástrofe natural
en nuestro País vecino.
Lo mismo que en el Congreso
se planteó lo inminente del peligro,
y también se le informó
a los cafeteros de Caldas,
y nadie le puso oído
al llamado del Volcán de Arenas
del Nevado Ruíz,
eminencia y belleza natural,
elevada a más de cinco
mil metros de cima;
con una cadena montañosa
precedida de un cañón,
o garganta por donde el reventón
del volcán bajó
la avalancha incontenible
de lava, barro, arena, roca, hielo
y ceniza, a una velocidad
calculada en centenares
de kilómetros por hora;
estimada aquella gran masa,
en mas de diez millones
de metros cúbicos,
que represó al instante
en solo trescientos escalofriantes
minutos y en las tinieblas,
los Ríos: Chinchiná, Recio,
Lagunilla, Gualí y Azufrado.
Año apocalíptico,
de Biblia abierta,
mostrando en sus páginas,
lo que ya está escrito.
Año de grandes señales terroríficas:
Sismos a lo largo de América Latina,
desde el norte en México,
hasta el cono Sur en Chile,
nación está sometida
al más oprobioso régimen
militar del siglo.
Huracanes: El Gloria y Kate;
el gran Cometa Halley,
de presagios malignos,
visitantes incandescente
de cada setenta y cinco años,
venido del frío interestelar
La adoración de los Reyes Magos,
porque un Cometa es "la aproximación
más cercana a nada,
que todavía puede ser algo".
Ahora, la presencia destructora
y terrorífica del Volcán Arenas del Ruíz.
Y todavía la humanidad entera,
sigue sorda y resistida a oír
y entender el enigma apocalíptico
que muy pronto nos espera.
Y por incrédulos murieron,
los habitantes de Armero;
no obstante las advertencias,
a los pobladores centro occidentales
del hermano País de Colombia;
hecha por investigadores
y por la misma naturaleza;
hoy yacen sepultadas miles de vidas inocentes,
en la población de Armero.
La erupción se inicia con partículas
de lava y cenizas, en gran cantidad;
cubriendo centenares de kilómetros
de la zona oriental del País,
combinadas con explosiones,
que calentaron los glaciares,
derritiendo y acumulando
una inmensa masa de agua,
que arrastró todo cuanto
encontró a su paso,
hasta represar los ríos circundantes.
Y el miércoles trece de noviembre
por la noche, una incontenible
avalancha, sepultó en el lodo y la ceniza,
al durmiente pueblo de Armero.
Volviendo las horas días,
las noches más oscuras y tenebrosas;
cundiendo el pánico por doquiera,
y recibiendo la muerte,
esté dormido o despierto;
implorando o no al Señor:
justicia y más clemencia y perdón
Eso y solo eso – nada más quedó de Armero: la huella imborrable del sismo y abismo
En Armero, murieron por lo menos
unas veinticinco mil personas;
después que el río Lagunillas,
se tragó la ciudad y sus habitantes,
bajo una espesa capa
de roca, lodo y escombros.
Armero quedó convertida
en un mar de arena
e inmensa playa grisácea,
salpicadas de cabezas
que emergían junto
a techos de las casas,
como si quisieran
curiosear la presencia
de extraños a sus alrededores.
Sobre lo que fue el Pueblo de Armero,
la vista se pierde en un horizonte
de sedimento gris sobresaliendo,
solamente la copa de los árboles
y reinando un absoluto silencio sepulcral,
signado de sentimiento y miedo.
Encalambradas voces,
apenas pronuncian
palabras entrecortadas:
esa era la calle principal
la estación ferroviaria
el Banco Colombia
y todo yace sepultado,
bajo el lodo y la arena
y aún continúa la amenaza mortal.
De la Iglesia del Pueblo,
de este sagrado Templo Cristiano,
sólo emerge tímidamente
la hermosa torre de antaño,
guardando un tanto lejano,
su aire dominguero;
eso y sólo eso
nada más, quedó de Armero,
del cura que vociferaba,
que no pasaría nada,
cuando a las tres de la tarde,
llovía ceniza y lava,
tampoco se supo nada;
sabrá Dios que hacía
a la hora de la desgracia
dónde y con quién estaba?
Mientras el respetado joyero,
Alí Acosta, se quita la vida
de cinco puñaladas,
al verse sin familia y mutilado.
Y aquel Armero otra hora cafetero,
y ciudad blanca por su producción algodonera;
hoy yace bajo lagunas movedizas,
semejante a un gran planchón de acero;
y sus zonas de potencial peligro,
amanecen desiertas y frías como el hielo,
de la avalancha incontenible
que puso a los armereros
a saborear hiel
en aquel paraíso
perdido en las tinieblas,
de una noche indescriptible,
más negra que el odio
de los hombres de la tierra.
Y aquellos sitios alegres,
que antes eran piscinas naturales,
pronto se convirtieron en lodo maligno
y la alegría en las faenas del campo,
en tristeza y melancolía indigna,
al saber que seres queridos,
e inocentes niños
habían quedado sepultados
bajo la gigantesca y movediza
laguna de lodo y ceniza,
procedente de la nieve derretida
del macizo y gigantesco pico.
Allá arriba, la cima del Nevado,
como si no hubiese pasado nada,
luce altivo, majestuoso y sombrío,
coronado de nieves eternas,
blanquecinas y fugases nubes
impregnadas de éter perpetuo.
Y aquí abajo en la sima,
la huella imborrable del sismo y abismo
de la indescriptible desolación,
que obliga a elevar plegarias y oración
al Creador de los siglos por los siglos
y autor de semejante castigo.
En el más allá la vasta extensión
de lo que fue Armero,
se observa desde el techo
del Hospital San Lorenzo,
todo cubierto de un barro gris,
allí quedaron miles de personas
enterradas vivas y durmientes,
pecadoras e inocentes,
hombres y mujeres,
niños y ancianos;
y era común oír a los sobrevivientes
decir: allí, está mi familia enterrada,
mientras se ven desesperadamente
a docenas de personas,
luchar brazo a brazo partido
por alcanzar del hospital
la tan deseada terraza;
"Agárrense a los cables",
otros tocan cornetas atrapados
dentro de los carros,
y sin poder salir de los vehículos,
ambos se descargan:
baterías y vidas cegadas,
ingresando al silencio
de los que más nunca hablan;
pero todavía se hallan allí
miles de heridos y sobrevivientes,
atrapados por escombros,
árboles y animales muertos,
soportando aquel sol inclemente,
y vapores fétidos,
en medio aquel desierto
unos presos de shock
y otros saliendo de la inconciencia.
Mientras en tractores y camiones,
cientos de cadáveres son trasladados
al pueblo de Guayabal;
allá serán sepultados
en fosa común,
pues la muerte
los ha unido más aún.
Omaira Sánchez: quien en lo adelante se convertirá en símbolo de sacrificio, valor, amor y paz
Y como para muestra un botón
narremos la tragedia de Omaira Sánchez,
quien como otros niños,
que corrieron igual o peor suerte,
siendo inocentes de mente
y humildes de corazón,
la muerte no reparó en ellos
ni justicia ni perdón:
Omaira, una niña adolescente,
hija de un humilde hogar,
quedó atrapada por los escombros
de lo que fue su solar natal;
salvando sólo su cabeza
de aquel circundante lodazal,
quedando sujetas sus piernas,
a una muralla de ladrillos y madera,
sobre una alfombra de cadáveres,
que entre los socorristas,
todo esfuerzo estuvo
condenado a fracasar.
"Señor yo siento que estoy pisando carne,
Y esa es mi tía
y ojalá que no sea mi padre,
ni tampoco mi hermanito".
"Tengo miedo que el agua suba
y me ahogue, porque no sé nadar".
Y allí quedó en esa noche sin igual
tristeza y desamparo, en aquel tremedal;
"Váyanse a descansar un ratico
y vuelvan a sacarme".
Firme, heroica y noble expresión
la de esta niña en la adversidad,
toda llena de valor, bondad y amor
"Voy a perder el año,
porque ayer y hoy falté a la Escuela",
expresión genuina
de su responsabilidad de niña,
estando ya al borde del delirio.
Pues cierto, a pocos metros
del lugar de su tragedia,
estaba el Colegio
donde cursaba primer año
y habían transcurrido
las hermosas primaveras
de doce años ideales de su vida.
"Te juramos "OMAIRA",
que vamos a traer la motobomba,
para sacarte de aquí".
"Aguante mamita, aguante,
que ya te sacaremos";
y en honor a su gloriosa juventud,
que se apaga como un botón de rosa,
ante Dios, para nunca más volver;
cantó algunas canciones con los socorristas,
que trataban de levantarle la moral,
virtud en ella desbordante
y puesta a prueba de volcán.
Pero "el barrizal se tragó a OMAIRA,
cobrando en ella un dramático
y último tributo".
"Si hubieran traído antes
la motobomba, tal vez
se habría salvado".
"Pues no hubo manera
de sacarla de la mortal
trampa en que cayó".
Y que sabe Dios,
por cuantos bandidos,
ella pagó su inocencia
con su tierna vida
Y allí, quedó OMAIRA, exánime y tendida,
tapada con un saco
y en medio de la muerte,
que no escoge víctima
ni avisa a tiempo
Los médicos no pudieron
reprimir el llanto y la rabia.
"No es justo, Dios, no es justo,
después que luchamos tanto
y lo que ella aguantó".
Dijo a EFE el Doctor
Mauricio Sarmiento,
al ver como la vida de la niña,
de las manos se les escapó.
Y aunque me duela decirlo,
y que sabemos los hombres
de la justicia divina;
si aquí reina la injusticia
y la indolencia insensible.
Y otros tantos centenares de niños
supieron de la triste realidad,
de tan indescriptible tragedia,
pero nunca quizás,
como OMAIRA Sánchez,
quien en lo adelante se convertirá,
en símbolo de sacrificio,
valor, amor y paz
Todo un contingente humano lleno de solidaridad
De todas partes del mundo,
se movilizaron diligentes auxilios:
Japón y Norte América.
Colombia pone a la orden,
la flota de barcos de su bandera,
para recibir cual fuere,
cargas de socorro
en los principales puertos del mundo.
Flota de medio centenar
de helicópteros parece insuficiente,
así como deslizadores y embarcaciones,
para atender a tanta gente:
Socorristas, Cruz Roja, Defensa Civil,
el Ejército y todo un contingente
humano lleno de solidaridad.
Y con toda esta expresión de humanidad,
parecen exhaustos los recursos
ante semejante catástrofe;
comenzando muy pronto
a expresarse frustración e impotencia;
y como si esto fuera poco,
como expresión de indolencia,
se agrega el flagelo de la enfermedad,
y todo un serpentario
convertido en un volcán de ponzoña,
aún hay zonas
de potencial peligro sísmico,
como si fuera nada
todo aquel abismo.
Las cuantiosas pérdidas materiales,
jamás superarán el precio
de las vidas inocentes inmoladas,
pero se han estimado
en miles de millones
de pesos, de dólares
y de libras esterlinas;
afectando a centenares
de miles de hogares humildes,
que perdieron todos
sus bienes y seres queridos.
Y después de esta dantesca
catástrofe natural,
y reinar la calma sepulcral,
Armero fue decretada
Santuario Sagrado en su funeral,
para veneración eterna,
de los siglos por los siglos amén
de los que con su vida
pagaron el holocausto más caro
¡Ay! De los sepultados – vivos en Armero
¡Ay!, de los sepultados,
vivos en Armero;
¡Ay!, de los caídos en el vicio,
maldito de la droga;
¡Ay!, de los marginados sociales,
por ambiciones económicas y políticas;
¡Ay!, de los enloquecidos,
en las guerrillas fratricidas;
¡Ay!, de los Magistrados,
que murieron en el Palacio de Justicia
porque Colombia está herida,
en lo más profundo,
de su consolidación política
y agonizante en vida
Prof. Manuel Rodríguez Cortés
Fundo: "SANTA ANA".
Carretera Perimetral
San Fernando – Biruaca.
05 de Enero de 1.986.
(13 de Noviembre de 1.985 – 1.998)
Prof. Manuel Rodríguez Cortés.
Este 13 de Noviembre se cumplieron 13 años de haber ocurrido la catástrofe más desastrosa desde el punto de vista de sacrificio humano y material, que se ha sucedido en toda la historia del hermano país Colombia, y no sólo allí, no hay ser humano, que al recordar este hecho no deje derramar las más nostálgicas y sentidas lagrimas.
Pues los sobrevivientes de aquella escalofriante desgracia aún oyen el estrepitoso estruendo sísmico y ven con ojos vislumbrados hundirse al instante sus seres queridos dentro de sus humildes hogares en medio de la mayor angustia y negra oscuridad.
Pues en cuestión de minutos, veinte mil personas quedaron sepultadas vivas, cinco mil heridas y diez mil sobrevivientes a la intemperie, huérfanos de padre y madre y dolientes de hijos y familiares desaparecidos; quedando de lo que fue Armero, una gran extensión desolada a consecuencia como digo en el trabajo: "MORIR EN ARMERO". "De la avalancha incontenible – de lava, barro, arena, roca, hielo – y ceniza, a una velocidad calculada en centenares de kilómetros por hora – estimada aquella gran masa, en más de diez millones de metros cúbicos, que represó al instante en sólo trescientos escalofriantes – minutos y en las tinieblas – los Ríos: Chinchiná, Recio, Lagunilla, Gualí y Azufrado".
Y al final, todo cuanto allí tenía vida, pasó a formar parte del mas dantesco y profundo cementerio de cuatrocientos metros de profundidad; y entre las ya erigidas cruces, sobresale hiriente hacia el cielo, la construida en enero de 1.986, con motivo de la venida del Papa Juan Pablo II, donde ofició una santa misa a los allí caídos; y para muestra del esplendoroso desarrollo de Armero, sólo quedó, lo que hoy se observa, el último de los cuatro pisos del Hospital San Lorenzo y bóveda del Banco Colombia; su Santidad Juan Pablo II, declaró "Campo Santo", a la más gigantesca fosa común de América y la humanidad entera ha hecho de este lugar, el sitio turístico más concurrido del globo, pues acude gente de todos los continentes, a filmar películas, tomar fotos y pedir información de todo lo ahí ocurrido, lo que hace pensar, que dentro de muy poco saldrán importantes trabajos literarios al respecto; y algo muy singular, los visitantes van a contemplar la tumba de
"Omaira Sánchez", quien luchó por vencer la muerte durante sesenta horas, siendo todo infructuoso y al fin un ataque cardíaco apagó los juveniles latidos de su corazón; yo digo en el Poemario "MORIR EN ARMERO", el cual escribí la misma semana del suceso, y en el cual dediqué el Capítulo IV, intitulado justamente "Omaira Sánchez", termina diciendo así: "Quien en lo adelante se convertirá, en símbolo de sacrificio, amor y paz", la prensa la ha calificado de esta manera: "Símbolo internacional de la angustia y la impotencia".
Recordemos que de treinta y cinco mil personas, que poblaban a la "Ciudad Blanca", por su abundante producción de algodón y arroz, sobrevivieron cinco mil, que fueron cinco mil refugiados en las colinas cercanas, las cuales sirvieron de mirador, desde donde se veía al Dante y a su cuadro dantesco del infernal lodo compuesto de lava y cadáveres. Y todo sucedió por la incredulidad reinante, pues nadie creyó que el preludio de lluvia de cenizas, cuatro horas más tarde iba a las nueve de la noche a convertirse en la más ensordecedora explosión del cráter del Arenas del Volcán Nevado de Ruíz y sin embargo diez minutos más tarde el Capitán Juan Manuel Cervera, Piloto de una empresa, comunicó a los medios de comunicación, que vio una enorme llamarada roja, teniendo que virar su nave hacia Bogotá, pues una arenisca le empañó el parabrisas; pero en cuestión de minutos el drama quedó atrás y la tragedia estaba comenzando para los sobrevivientes, pues estas victimas de shock quedaron cubiertos de barro, que al secarse parecían momias vivientes, todos heridos y mutilados, el respetable joyero Alí Acosta, se quita la vida de cinco puñaladas, al verse sin familia y sin extremidades inferiores.
Las fumarolas del Nevado se activaron en diciembre de 1.984, las cuales habían permanecido en estado de inacción desde 1.595, en que fue su última erupción.
Pero como todo en este ciclo vital, contiguo a la playa de lodo comienza a renacer la vida, que recibe el calor del sol y de aquel noble abono humano, y es así que las técnicas agrícolas hablan por si sólo de la futura fertilidad de estas tierras, bañadas en sangre y lodo, allí mismo comienza a germinar en óptimas condiciones, la fecunda semilla de algodón, arroz y sorgo, que quizás segaron los hoy difuntos, quien sabe con cuantas gotas de sudor, y con cuanto aliento esperanzados, tal vez, en un disfrute familiar decembrino, el cual no llegaron a ver entre los suyos.
Elevamos entonces, al Señor la invocación de dicha y prosperidad, para los cinco mil sobrevivientes, reubicados a 20 kilómetros de Armero, en los fértiles valles de Lérida y Guayabal.
Y así mismo, la bendición del Creador, para con Monseñor Rafael García Guerrero, pues gracias a él, ya tienen hoy paz y cobijo.
¡Ay!, de los sepultados vivos en Armero, ¡Ay!, de los caídos en el vicio, maldito de la droga, ¡Ay!, de los enloquecidos, en las guerrillas fratricidas, ¡Ay!, de los magistrados, que murieron en el Palacio de Justicia ¡Porque Colombia está herida, en la más profundo, de su consolidación política y agonizante en vida…!
Prof. Manuel Rodriguez Cortes
El Prof. Manuel Rodríguez Cortés, es un docente actualmente jubilado, luego de consagrar gran parte de su vida a la docencia venezolana; ocupó importantes posiciones y cargos directivos en planteles de primera categoría; igualmente en la rama de supervisión; llegando para 1.976, ser nombrado por el Ministerio de Educación: Comisionado Regional de Educación Fronteriza e Indígena, en la categoría de Supervisor V, de la Zona Educativa del Estado Apure, cargo en el cual fue jubilado.
Su preparación académica, pedagógica y ruralista e igual que la forma dinámica y eficiente como se desempeñó y escaló sus cargos legal e idóneamente; le brindaron la suficiente confianza y garantía al Despacho de Educación, para ponerlo al frente de programas tan importantes y delicados, tales como: en Educación Rural: Núcleos Escolares Rurales y Escuelas Granjas; Educación de Frontera e Indígena; con especial mención del Régimen de Educación Intercultural Bilingüe llegando a ser con justicia: Pionero de estos ensayos en la región sur del País.
Toda esta serie de experiencias, su perseverancia, orden y disciplina en el trabajo; le han llevado a organizar todos sus ensayos y escritos inéditos, en volúmenes referentes a las, diferentes actividades educativas y ha publicado hasta ahora, unos 18 trabajos entre libros y folletos; y listos para publicar unos 23 en igual forma.
El Prof. Rodríguez Cortés dice haber terminado su carrera profesional contento y siempre añorando, no sólo sus buenos tiempos si no también, aquellas épocas en que tuvo sobre sus hombros mucha responsabilidad y abrumador trabajo; así mismo manifiesta, no estar contento del todo con lo que hizo, pues en mejores condiciones del medio geográfico y adecuados recursos logísticos, hubiera rendido mejor labor; pero de lo que si se siente complacido, es de los reconocimientos recibidos de las autoridades del nivel central y regional; más aún de las manifestaciones de aprecio y consideración, de que fue objeto por parte de las comunidades, alumnos y maestros, de diferentes entidades federales donde le tocó actuar: Estados Apure, Aragua, Barinas, Bolívar, Guárico y Territorio Federal Amazonas.
Hoy ostenta como reconocimiento: 41 Diplomas, 7 Placas, 5 Medallas: 2 de bronce y 3 de oro. Homenajeado a nivel regional en 1er lugar de la Feria Internacional del Libro de Venezuela 2.007; por su "Prolífica" trayectoria en el campo de las letras.
Autor:
Prof. Manuel Rodríguez Cortés