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Paso a Paso. Novela

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Partes: 1, 2, 3, 4

  1. María
  2. Rafael
  3. Coromoto y Tino
  4. Josué
  5. En casa de la tía Carmela
  6. El seminario
  7. Después del seminario
  8. Fuera del hogar

María

"No me beses que estoy muy enfermo, no me beses te lo pido por favor, hace tiempo no como ni duermo, de pensar en este cruel dolor". La canción triste y evocativa la hizo recordar sus sueños de juventud, hoy frustrados por la penosa enfermedad que cada día la debilitaba más y acercaba a la tumba.

Doña Eugenia, madre de María, le gritó desde la cocina:

-María, hija, no ponga tanto esa canción que la pone más triste.

-Mamá, tú sabes que siempre me han gustado las canciones de Julio Jaramillo, especialmente esta que me recuerda mi estado físico. Además, mamá, mi tristeza nació conmigo.

-Hija, eso no le hace nada bien.

Doña Eugenia se dirigió a la cocina a terminar la comida ya que los muchachos llegarían a comer, sin dejar de pensar en su hija tan joven, postrada en una cama y con seis muchachos que no podía atender, gracias a Dios su cuñada la estaba ayudando.

María contaba apenas 28 años y ya tenía 6 hijos a los cuales no podía atender debido a sus precarias condiciones de salud, obligándola con gran pesar a entregarle el cuidado de sus niños otras personas que aún cuando lo hacían lo mejor posible, no le permitían darle todo el amor de madre que poseía para ellos. Era la tercera en una familia de 7 hermanos, quiso ser monja y dedicar su vida a ayudar a los demás; pasó su adolescencia en un colegio religioso, pero su mala salud impidió que lograra su sueño; se enamoró muy joven de Rafael quien la embarazó y la hizo abandonar a su familia para hacer vida en concubinato con él. Era un hombre trabajador, bueno en su profesión, por lo tanto, sus vidas fueron hasta cierto punto agradable y con ciertas comodidades; tenían una buena casa confortable y amplia, en unas de las barriadas más populares de la capital, construida por el propio Rafael, en ella vivían la pareja con los 6 hijos, una hermana de él y su hijo.

Cada uno de los partos de María fue para ella una agonía y la dejaban en muy mal estado físico, sin embargo, seguía pariéndole a Rafael a razón de un hijo por año, aún conociendo ella las consecuencias que esto le traería, pero no tenía la suficiente voluntad para negársele en el momento del acto sexual y con una sola vez ya quedaba preñada, parecía una coneja. Nunca se imaginó que la vida sería tan difícil para ella y que le negaría todas las cosas con las que había soñado: primero, quiso ser monja, estaba segura que tenía vocación para servir a Dios, pero el destino le jugó una mala pasada, dándole un cuerpo frágil y enfermizo que la retiró del convento donde estudiaba como novicia; era muy dura la vida en el colegio religioso, desde las cinco de la mañana y hasta las diez de la noche, no había descanso para las estudiantes, entre los estudios, los rezos y el trabajo la mantenían siempre cansada y somnolienta, sin embargo, trataba de ser optimista y pensaba que valía la pena hacer el sacrificio ya que Dios lo quería así, pero no pudo aguantar mucho tiempo este régimen y forzada por la directora fue obligada a dejar la institución. Esto, fue un duro golpe y pensó que el mundo había acabado para ella, la depresión era tan grande que fue recluida en una clínica neurológica por cierto tiempo y de allí trasladada a casa de su madre, donde poco a poco fue recuperando la salud, pero ya el mal estaba hecho y nunca lograría su sueño que era servir a los demás.

Doña Eugenia, su madre, al verla tan triste y deprimida le decía que había otras formas de servir a Dios.

-Hija, eres una mujer joven y bonita, hay muchas formas de servir a Dios, estoy segura de que Él tiene para ti otro camino donde podrás ser digna y ayudar a los demás, no te desesperes, ten fe.

-¿Tú, crees mama en lo que estás diciendo? ¿Qué otro camino puede existir?

-Eres mujer, y por lo tanto tienes mucho que dar, los caminos de Dios son infinitos y estoy segura que conocerás a un hombre que te querrá tal como eres y que te hará feliz, ¡ Levanta ese ánimo!

Quería doña Eugenia creer lo que le estaba diciendo a su hija y le pedía a Dios con mucho fervor que la ayudara a salir de esa crisis porque si no, no sabía que pasaría; parece que Dios sí la escuchaba y le tenía a la enferma un camino inesperado que la iba a ayudar no solo a superar la crisis, sino a convertirla en otra persona con ansias de vivir. Hubo necesidad de contratar un albañil para ampliar la vivienda, ya que Juanita, la hermana de María, se quejaba de que no tenía privacidad, que le usaban sus cosas y que ella necesitaba una habitación para ella sola.

-Mamá, me siguen utilizando mis cosas, las dejo de una manera y me aparecen de otra decía Juanita a su mama, yo necesito privacidad, que nadie me toque mis cosas que me cuestan dinero, voy a hablar con el señor que está construyendo la casa del frente para que me haga un presupuesto.

-Está bien, me parece buena idea, atrás tienes terreno para construir otra casa, si eso es lo que quieres y si tienes dinero para pagar ese trabajo, yo mañana puedo hablar con el joven que está trabajando al frente para ver cuanto me cobra, ya se debe haber ido, él trabaja hasta las cuatro de la tarde.

-¡Hasta las cuatro de la tarde! ¡Ya la gente no quiere trabajar! está bien mamá, habla con él mañana y que nos trate bien, mira que no estamos en al Este, estamos en un barrio y la gente de aquí no tiene mucho dinero.

Al siguiente día, apenas llegó el albañil a su trabajo, doña Eugenia se acercó a él y le planteó la situación:

-Buenos días joven, ¿Cómo amaneció? Yo soy la dueña de la casa del frente y me gustaría hablar con usted.

-Buenos días mi señora, ¿Cómo esta usted? ¿Es usted la madre de la hermosa muchacha que sale a tomar el sol de la mañana? ¿En qué puedo servirle?

-Bueno, para comenzar, sí, soy la madre de la joven que sale en las mañana a tomar el sol, ¿parece que usted está pendiente de otras cosas y no de su trabajo, no es así, joven? Pero no es de mi hija que quiero hablarle, necesitamos un presupuesto para construir una habitación en la parte trasera de mi casa y como es albañil, estoy recurriendo a usted para consultarle, ¿me expliqué claramente?

-Muy claramente suegra, ¡perdón! Señora, en cuanto me desocupe pasaré a medir el terreno y mañana con toda seguridad tendrá usted un presupuesto con las tres B, ¿le parece, doñita?

-¡Está bien, mañana espero el presupuesto, y escuche bien lo que le voy a decir, no soy su suegra! Buenos días. Y se fue pensando en lo que podía significar las tres B.

-Está bien doñita, no se enoje, eso lo dije por cariño y porque me gusta su hija.

Doña Eugenia se retiró pensando que ese albañil era un descarado y muy hablachento, estaría observándolo por si las moscas. Cuando llegó a la casa, María estaba sentada en el porche de la casa calentándose con el sol de la mañana.

-¡Tienes un admirador! Le dijo a su hija sonriéndose.

-¿Qué dijiste mamá? Le preguntó, porque no supo a que se refería.

-"Que tienes un enamorado! El muchacho que está construyendo la casa del frente le gustas y todos los días te contempla cuando sales a tomar el sol.

María no le contestó al momento, porque el corazón empezó a latirle como a un caballo desbocado ¡se había fijado en ella! pensaba con alegría, valió la pena inventar la escusa de tomar el sol porque le hacía bien ¡no era mentira! pero lo hacía más por observarlo a él, que por motivos de salud.

-Mamá, ¡qué cosas se te ocurren! ¿Quién se va fijar en mí en estas condiciones, flaca, paliducha, con ojeras y con estas fachas de mujer enferma? Tiene que ser un loco o un ciego.

-Hija, el amor es ciego, no quiero decir con esto que tú no mereces a ese joven, ¡mereces algo mejor! Pero al muchacho le gustas, me lo dijo con sus propias palabras, de hecho, te llamó muchacha bonita.

-Mamá, te voy a preguntar algo, ¿Qué hacías usted hablando con ese señor o es que él la llamó para pedirte mi mano?

-No mija, yo fui a hablarle porque Juanita quiere construir una habitación para ella en el terreno trasero y me pidió que hablara con él para que le pasara un presupuesto, por cierto, hasta me dijo suegra, ¡mira! Hablando del rey de Roma, ahí viene ¡parece que se dirige hacia acá!

-¡Ay mamá! Me voy para mi cuarto.

-¡Usted se queda ahí! No tiene porque avergonzarse de nada, ni de nadie, compórtese de manera natural, que no sepa que hemos estado hablando de él.

A María le temblaba hasta el alma, no sabía como iba a reaccionar frente a él, por su parte, doña Eugenia tampoco estaba muy tranquila porque había notado los nervios de su hija y no sabía como interpretarlo, mientras tanto, el joven albañil llegaba hasta donde estaban ellas.

-Muy buenos días tengan ustedes, señora y señorita, permítanme presentarme, creo que no lo hice ante la honorable sueg…. ¡perdón! señora. ¡Disculpe! la emoción me hace desconcentrarme, mi nombre es Rafael y estoy aquí para servirles en lo que sea, considérenme su servidor y para usted hermosa señorita soy su más ferviente admirador; estoy por aquí por dos motivos, primero para presentarme como lo he hecho y en segundo lugar para medir el terreno donde se piensa hacer la construcción, quiero aprovechar la mañana para hacer los cálculos, ya que el camión con los materiales no ha llegado y de esta manera, es posible que hoy mismo pueda entregarle el presupuesto y ponernos de acuerdo para cuando podemos iniciar el trabajo.

-Bueno, Señor Rafael, comenzó a decir doña Eugenia, le repito lo que le dije ayer, no soy su suegra,¡ okey!, mi nombre es Eugenia y esta es mi hija María, mucho gusto y pase por aquí para que vea el terreno donde pensamos construir y mientras tanto, hija, ¿porque no preparas un cafecito para el señor Rafael?

-Está bien mamá, enseguida lo preparo, con permiso señor Rafael.

-¡Que empeño en llamarme señor! ¿Es que parezco tan viejo? Apenas tengo veinticinco años , por favor, ¡Rafael a secas!.

Doña Eugenia condujo a Rafael a la parte trasera de la casa, mientras María se dirigía a la cocina a preparar el café, todavía temblorosa y emocionada al notar que el joven albañil estaba interesado en ella, o al menos eso parecía. Sentía algo en el pecho que no sabía como definir. Este era un sentimiento nuevo para ella, era muy diferente a lo que sentía cuando deseaba ser monja, no sabía como definirlo, le producía inquietud pero le agradaba y se sentía como. . . . . como una mujer enamorada, esto la asustaba pero también le hacía sentirse muy bien; en el patio escuchaba las voces de Rafael y su mamá y no deseaba que este momento pasara.

Mientras esto pensaba María en la cocina, Rafael tomaba las medidas y a la vez se felicitaba por su buena suerte: < ¿quién iba a pensar que justamente hoy estaría en la casa de la mujer que me gusta? Porque de que me gusta, me gusta y es muy linda, dicho sea de paso, morenita, pequeñita y muy dulce, tal como la estoy buscando, ¡ojalá que la vieja no se ponga cómica! y me permita cortejarla, porque soy capaz de raptarla y llevármela muy lejos, ¡definitivamente estoy enamorado! >.

Doña Eugenia tenía sus propios pensamientos en cuanto a Rafael y su hija, porque se había dado cuenta del embarazo de ella cuando él se presentó, ¡humm! Se decía, parece que a María no le desagrada el albañilito ese, todo lo contrario, se puso muy colorada cuando él le dio la mano y le dijo que era su más ferviente admirador, se le quitó la palidez y se veía resplandeciente, parece que Dios escuchó mis oraciones.

-Mi doña, ya tengo las medidas y podré calcular con exactitud la cantidad de materiales que se va a necesitar, de tal manera, que hoy mismo le podré dar el monto exacto de la obra con la triple B incluida.

-¡Un momento! nosotros no hemos pedido ninguna triple B, así es que esos peroles no me los incluya en el presupuesto, porque a lo mejor nos va a salir muy caro y otra cosa, me gustaría que usted le entregue ese presupuesto a mi otra hija Juanita quien llega aproximadamente las cinco de la tarde, porque ella es la que tiene los reales para hacer ese trabajo, además, prefiero que se entienda directamente con ella porque es muy "fuñida".

Rafael soltó una estruendosa carcajada y esto no le hizo ninguna gracia a doña Eugenia, él, que se dio cuenta de la cara de disgusto de la señora rápidamente le explicó el porqué de su risa:

-No mi doñita, no me burlo de usted, ni mucho menos, es que me causa gracia lo de las tres B, estas no son ningunos peroles, significan Bueno, Bonito y Barato y lo utilizan mucho los comerciantes para vender sus productos, yo lo utilizo en mi trabajo porque yo hago mis cosas buenas, bonitas y baratas, de tal manera, que no hay nada porque preocuparse.

-Bueno, está bien, lo disculpo, pero no me venga a confundir con palabras raras, mire que estoy muy vieja para que me estén tomando el pelo, vamos a tomar café que me está llegando el olor y no sabe bien, frío.

Entraron a la cocina, donde María ya tenía preparada dos tazas del aromático y sabroso café de colador, tan popular entre la población. Doña Eugenia, no dejaba de observar a su hija y al albañil y terminó de confirmar lo que sospechaba, aparte de las miradas que se lanzaban, notó que las tazas donde sirvió el café eran las que se usaban cuando llegaban visitas especiales a la casa.

-Señorita, la felicito, es el mejor café que he tomado en mi vida, dijo Rafael, creo que me voy a acostumbrar a tomarlo en esta casa ya que voy a trabajar para ustedes, ¿no cree usted mi doñita?

-Mire no se acostumbre, ¡no es seguro el trabajo aquí! Hay que esperar la decisión de Juanita, ella es la que manda.

-No se preocupe, estoy seguro que cuando mi cuñada Juanita lea lo que le estoy ofreciendo, aceptará de inmediato, ¡ya lo verá! Y ahora con su permiso me voy a retirar, muy a pesar mío, pero el deber me llama y estoy viendo el camión con los materiales que pedí, esta tarde le traeré el presupuesto, ¡hasta la tarde hermosa María y su agradable mamá!

-Que descarado es este señor, primero me dice suegra y ahora le dice a Juanita cuñada, es muy confianzudo no se le puede dar un dedo porque se agarra el brazo completo, ¿qué piensas tú hija? ¡Estas muy callada!

-¡A mí me parece chévere!, fue la respuesta de María.

El día pasó rápido y llegó la tarde, a las cinco, Rafael con flux y corbata se presentó en la casa de su amada para entregar el presupuesto a Juanita, quien ya estaba en casa, tocó la puerta y por suerte abrió María, Rafael no pudo contener la emoción e inmediatamente la abordó:

-Me alegra que sea usted quien me atiende, su mamá, ¿dónde está? Porqué quiero preguntarle algo muy importante para mí, usted me gusta mucho, y quiero saber si puedo aspirar a ser su novio, es decir, si no hay por ahí alguien en su corazón que se me haya adelantado, le aseguro que mis intenciones son muy serias, estoy solo en esta gran ciudad y necesito una compañera que me quiera y atienda la casa que pienso construir para usted, si me acepta.

María se quedó muda y de momento no contestó nada; embargada por la emoción y temblorosa por la repentina declaración ¡le tiró la puerta en la cara!

Él se quedó paralizado por la reacción de ella y pensó lo peor: ¡ya metí la pata!, ¿a quien se le ocurre abordar a una señorita así? Tal vez tenga novio y yo no tengo ningún chance con ella, o tal vez, la doña le habló mal de mí, tengo que cambiar mi modo de ser tan franco con todo el mundo, parece que por esto asusto a la gente, pero que hago, nací así y además soy oriental y nosotros somos confianzudos desde el nacimiento, como dice el dicho, oriental pendejo, se muere chiquito ¿o es maracucho? bueno es casi lo mismo, pero, debo entregar este presupuesto a la cuñadita, tal vez por intermedio de ella pueda lograr mi propósito y pensando esto, tocó nuevamente la puerta.

Ella quien estaba detrás de la puerta emocionada y asustada a la vez, se dio cuenta de lo que había hecho y se reprochó tal acción: ¿Cómo es posible que haya hecho esto, donde está la educación aprendida con las monjas? ¿Qué va a pensar este joven de mí? además, él me gusta mucho, eso no lo puedo negar y con lo que hice a lo mejor lo corrí, ¡Dios no lo permita! En ese momento, tocaron nuevamente la puerta y ella abrió con mucha cautela y lo vio sorprendido y como asustado y lo invitó a pasar, pidiéndole disculpas:

-Perdóneme señor Rafael, no se que me pasó, su declaración me dejó confundida y asustada, no todos los días se le declaran a uno de esta manera tan repentina, nos conocimos esta mañana y ya usted está enamorado de mí ¿Quién puede creer eso? Esto solamente pasa en las novelas de Corín Tellado ¿tengo o no razón?

-Discúlpeme señorita, voy a responder a sus interrogantes, lamento si la confundí y asusté con mi declaración, pero es lo que siento y me enseñaron desde muy pequeño que se debe expresar lo que se siente, por otro lado, no conozco a esa tal Terán Tallado, pero el amor, mi adorable señorita no conoce tiempo, ni color, ni nada y a pesar que nunca he estado enamorado, lo que siento por usted, me está quemando por dentro,¡ ah por cierto! ¿Usted tiene novio o está comprometida? Porqué si es así, yo me retiro y la dejo en paz, otra cosa que me enseñaron es a respetar lo que es ajeno.

-No, por favor, no tengo novio, ni siquiera un pretendiente, los hombres de hoy en día solo piensan en una cosa, les falta seriedad y mucha madurez para comprometerse con una mujer.

-Mire, hermosa joven, a mí lo que me sobra es seriedad, en cuanto a la madurez, esta se adquiere con los años y con los golpes, de tal manera, mi preciosa muchacha, que en ese sentido usted puede estar tranquila, mis intenciones son muy serias, estoy enamorado de usted y me gustaría hablar con su mamá, su papá y toda su familia para comprometerme y tener una relación seria, ¿Qué me dice?

-En primer lugar, mi papa está muerto desde hace mucho, en segundo lugar ¿No le parece que va muy rápido?

-¡Que va! Como dice el dicho: no dejes para mañana lo que puedas hacer hoy ¡lamento lo de su papá, no lo sabía! Pero ¿que pasará si se presenta algún enamorado oculto y se me adelanta? "Más vale pájaro en mano, que cien volando". Por favor ¡diga que sí!

No pudo María darle una respuesta inmediatamente, ya que doña Eugenia se acercaba y preguntaba quien estaba en la puerta.

-Es el señor Rafael mamá, trajo el presupuesto para Juanita.

-Dile que pase, y avísale a tu hermana, ya yo voy para allá.

María lo invitó a pasar y a sentarse, e inmediatamente corrió al cuarto de su hermana para avisarle que el albañil la estaba esperando.

-Juanita, el señor del presupuesto te está esperando en la sala y debes ir inmediatamente.

-Jesús, muchacha ¿Qué te pasa? Le preguntó la hermana, ¿te sientes mal? Estás colorada como una remolacha, acompáñalo en la sala mientras yo me visto, es de mala educación dejar a la visita sola.

María, quien todavía estaba conmocionada por la declaración de Rafael, no le quedó más remedio que acompañarlo hasta que alguien más llegara y aguantar el chaparrón de preguntas que él le haría y que ella no estaba segura de cómo responder.

-Por fin, ¿me va a dar el sí o el no? ¿No se da cuenta que con su silencio me está destruyendo la vida? ¿Tan feo soy que usted no quiere nada conmigo? ¿O es que tal vez no me considera digno para ser su novio? Respóndame, por favor, no me deje en esta incertidumbre que me parte el alma.

-¡Usted es persistente! ¡Le gustan las cosas ya! No quiere entender que me confunde y asusta, no pensé nunca en mi vida que el amor pudiera ocurrir de manera tan rápida, es para mí una novedad, aunque no niego que usted me cae muy bien, debemos esperar un tiempo para ver que pasa, mientras yo voy preparando a mi familia, para que no les caiga de sorpresa ¿no le parece lo más prudente?

Rafael quedó paralizado, mudo y pálido por unos momentos, no podía creer que esta muchacha tan bonita lo hubiera aceptado, después que reaccionó y se dio cuenta de lo que María le dijo, pegó un grito que se escuchó en todo el barrio, asustando a todos los habitantes de la casa, incluyendo a María, quien pensó que la emoción lo había enloquecido. Juanita y doña Eugenia corrieron espantadas hacia la sala, pensando que a María le había sucedido algo y los encontraron en la sala mirándose como un `par de tontos.

-¿Qué pasó? Preguntaron doña Eugenia y Juanita ¿qué fue ese grito? ¿Estás bien María, te hizo algún daño este señor? ¿O es que el presupuesto está demasiado caro? Porque si es así, buscaremos a otra persona.

-Disculpe, doña Eugenia, mucho gusto cuñada Juanita, es que estoy muy emocionado por una noticia que cambiará mi vida, por eso escucharon ese grito.

-Más que grito, eso parecía un alarido, dijo Juanita, ¡vaya manera de demostrar alegría! ¿Y podemos saber que noticia es esa que le va a cambiar la vida?

-Nuevamente lo siento, pero siempre he sido muy expresivo, en cuanto a la noticia, me gustaría que fuera María quien se las diera, ya que a ella le corresponde informarles, de momento, le estoy entregando el presupuesto que me pidió y le garantizo que más barato que eso, ¡no existe!, examínelo y coméntelo con otras personas para que se de cuenta que lo que digo es verdad, ya tengo que retirarme, es tarde para mí, mañana me darán la noticia y diciendo esto se despidió, alegre y apenado a la vez por haberlas asustado con el grito de Tarzàn.

De esta forma Rafael y María comenzaron una relación que dejaría como resultado seis muchachos y la muerte prematura de ella.

Seis muchachos le parió María a Rafael, los dos primeros fueron: Mayra y Cruz después vendrían Josué, Johana, Eusebio y Camilo; cada uno de ellos sería un tormento y fue minando poco a poco su resistencia, con el último quedó tan mal que ya no podía levantarse de la cama, hasta que la muerte la venció.

La muerte de María cambió totalmente la vida de esta familia: la casa se hizo enorme para Rafael, sus hijos, su hermana y el hijo, se vieron abrumados no sólo por la muerte de ella sino por lo inmenso de la casa que había que atender y esto llevó a Rafael a construir una vivienda más pequeña que satisficiera las necesidades de la familia, en un lugar cercano; en esta vivienda trataron de ajustar su vida lo mejor posible, pero el destino les tenía una sorpresa que cambiará la vida de todos ellos drásticamente y los obligará a tomar decisiones que afectarían el resto de sus vidas. Al poco tiempo de la muerte de María, Rafael se vuelve a enamorar y comienza a descuidar sus obligaciones con la familia a tal punto que su hermana y el hijo tuvieron que trabajar para poder suministrar medianamente el sustento para la familia, esta situación se prolongó por cierto tiempo hasta que un día les llegó una notificación de desalojo; la casa donde vivían fue vendida y les daban 30 días para desocuparla, esta triste noticia los sumió en la desesperación, obligándolos a tomar la decisión de ubicarles otro hogar a los niños, especialmente a los tres mayores, de tal manera, que fueron ubicados en casa de su abuela materna y de una tía paterna; el resto de la familia tuvo que reunir apresuradamente sus pocas pertenencias y alquilar una habitación que les servía de cocina, comedor y dormitorio. Lo poco que poseían, lo entregan como parte para cubrir el depósito, el alquiler, comida, vestidos, etc., de tal manera, que se quedaron con lo indispensable para vivir como: las camas, la cocina de kerosene y la ropa; hacinados en esta habitación de madera con piso de tierra, fueron creciendo los huerfanitos con la ayuda de esa maravillosa tía y su hijo adolescente quienes lucharon arduamente para sacar adelante a la familia sin la ayuda del padre, quien se desapareció por un tiempo, para aparecer después más pobre que la misma familia.

Fueron varios años de lucha contra la pobreza y la miseria, sin embargo, los niños fueron a la escuela y aprendieron a trabajar, mientras, la hermana y su hijo seguían pendientes de esos huérfanos que llegaron a ser como sus propios hijos.

Rafael

Era el quinto de seis hermanos, 4 hembras y 2 varones; sus padres, gente sencilla y del campo no tuvieron grandes propiedades, por el contrario, lo poco que poseían apenas alcanzaba para sobrevivir, debido a esta situación los seis hermanos tuvieron que trabajar desde pequeños para ayudar a la familia. La educación no fue la más adecuada, apenas una primaria a duras penas. Rafael trabajó en labores del campo durante varios años, pero, lo que más le gustaba era la construcción; aprendió albañilería y se vino a la capital a lograr una vida mejor para él y su familia.

-Mamá, la vida aquí está muy difícil, voy a probar suerte en la capital donde me dijeron que había oportunidades para progresar y desde allá trataré de ayudarlos para que ustedes no pasen tanto trabajo.

Estas fueron las palabras de Rafael a su mamá pocos días antes de partir.

-Hijo, aunque eres muy joven, se que tienes razón y por eso que Dios te bendiga y te ilumine el camino, aquí estaremos pendiente de ti y pidiéndole al Señor que te acompañe y te proteja.

Era la época de auge de la construcción ya que las grandes ciudades recibían todas aquellas personas, que debido al boom petrolero, emigraban del campo buscando una mejor forma para vivir, de esta manera, la siembra de los suelos fue suplida por la extracción del petróleo sin pensar que el futuro está en lo que se siembra en la tierra y no en lo que se extrae.

Era un buen albañil, por lo tanto, no le fue difícil emplearse en la ciudad y progresar rápidamente; tenía varios ayudantes, ganaba bien, vestía de flux y corbata y su porte de europeo bien plantado atraía las miradas de las damas; una de esas damas era María quien quedó deslumbrada por el joven que reparaba tan bien las viviendas de su barrio y que la cortejaba con hermosas palabras. No tuvo Rafael muchos inconvenientes para conquistarla y convencerla de que fuera su mujer.

-María, soy un hombre trabajador, vivo sólo y estoy enamorado de ti, me harías muy feliz si te fueras conmigo y formáramos un hogar.

-Pero Rafael, ¿qué dirá mi familia si nos escapamos juntos? Siempre he querido casarme por la iglesia ya que creo en Dios y mi familia también.

-Mira, yo también creo en Dios y te prometo que más adelante nos casaremos como El manda, pero en este momento necesito una compañera ya que me siento muy sólo.

Con estas palabras convenció a la mujer para que vivieran en concubinato, sin pensar lo que pudieran pensar los demás y no pudiendo imaginar lo que les deparaba el futuro.

La familia de María no pudo aceptar de buenas a primera la decisión de la pareja, especialmente doña Eugenia, quien siempre soñó que su hija se casaría de velo y corona, pero no le quedó más remedio que tragarse sus reproches ya que algunos de sus hijos le hicieron ver que eran mayores de edad y por lo tanto, podían tomar sus propias decisiones, sin importarle lo que pensaran los demás.

El comienzo de la vida en pareja no fue tan difícil como lo imaginó ella, vivían alquilados en una pequeña y sencilla casa, él trabajando y ahorrando lo más que podía para lograr el sueño de una casa propia y ella cumpliendo con sus deberes de esposa de la mejor manera posible, cuando su cuerpo le respondía, ya que había momentos en que no le provocaba hacer nada. No pasó mucho tiempo para quedar embarazada del primero de los seis hijos; este embarazo la postró en cama la mayor parte del mismo, no permitiéndole atender la casa como debía ser, sin embargo, Rafael comprendía la situación y ayudaba en lo que se podía, que no era mucho, ya que había sido criado en un hogar donde las hembras se ocupaban de todo lo referente al hogar y los hombres a la calle a trabajar para llevar el sustento.

-Siento mucho Rafael, no poder hacer más en la casa, pero, nunca me imaginé que estar embarazada fueran tan incómodo y difícil.

-No te preocupes, acuérdate que eres primeriza y la gente dice que el primero siempre es el más difícil, cuando vengan los otros estarás mejor.

-¡Los Otros! ¿Y cuántos vamos a tener?

-No te asustes mujer, mira que la familia tuya y la mía son numerosas, que sea lo que Dios quiera.

Lo que no sabía ella era que él soñaba con una numerosa familia y que al parecer no le importaba lo difícil que los embarazos pudieran ser. El embarazo continuó con los mismos problemas físicos hasta tal punto que el médico que siempre la había atendido le sugirió no tener más hijos, ya que su vida corría peligro.

-¡Ese médico está loco!, tú verás que después que nazca el niño todo volverá a la normalidad y te sentirás bien.

-¿Tú crees Rafael? Tengo miedo, por mí y por la criatura.

Él no le contestó, convencido que el médico era un alarmista y no sabía lo que decía y asegurándole que todo saldrá bien; pero, no salió tan bien como lo esperaban y el día del nacimiento los doctores hicieron milagros para traer al mundo al bebé y a la vez salvar a la madre. Afortunadamente, gracias al personal médico y las enfermeras la primeriza pudo dar a luz a una niña que nació normal, pero María quedó muy débil y los médicos le dijeron a Rafael que no debería tener más niños, pues su vida estaba en riesgo. La alegría del primer hijo fue grande, la recuperación de María se tardó más de lo debido y la recién nacida fue entregada a la familia mientras la madre convalecía en la cama del hospital. La abuela Eugenia se encargó de la pequeña, mientras la enferma se terminaba de recuperar y pudiese regresar a casa para echarle el agua a la niña, como era costumbre desde hacía mucho tiempo.

-Tienes una hermosa hija, le dice doña Eugenia a Rafael, hay que cuidarla mucho y también a María, acuérdate de lo que dijeron los médicos en cuanto a no tener más hijos.

-Los médicos hablan mucha tontería, ya verá como María se va a recuperar, además, Ud. sabe bien que nuestra familia por naturaleza es grande, ¡no seré yo quien se quedará con un sólo hijo!

Estas palabras preocuparon a doña Eugenia, pues en ellas sintió que a su yerno no le preocupaba mucho la salud de su hija, sin embargo, no le contestó y se dedicó a atender a la niña.

Los días pasaron, María regresó al hogar y se dedicó a atender a su familia lo mejor que podía ya que a su cuerpo no se le podía exigir mucho. Mientras tanto Mayra, este fue el nombre que le pusieron a la niña, se desarrollaba bien y no causaba muchos problemas, salvo cuando tenía hambre, formaba unos berrinches que mantenía a los moradores de la casa con los nervios de punta.

Los meses transcurrieron, la familia vivía en sana paz, Rafael, quien ya tenía suficientes ahorros para comprar una vivienda, negoció una casita pequeña con un terreno grande, donde pensaba agregar varios anexos para albergar a muchas personas. La familia se mudó a su nueva casa y todavía no habían tenido suficiente tiempo para instalarse cuando María le dijo a su marido:

-Rafael, estoy preocupada, hace un mes que no me viene el período, ¿tú sabes lo que eso puede significar?

-¡Que estoy trabajando rápido mi amor!, sabes que quiero un varoncito y seré el hombre más feliz del mundo cuando esto suceda.

-Pero Rafael, acuérdate de lo que nos dijo el médico, que otro embarazo podría ser peligroso para mí.

-No te preocupes, verás que ese médico está equivocado, ahora lo más importante es que te cuides y te veas con otro médico, no confío en el que te está viendo, es un ave de mal agüero.

María trato de quedarse tranquila y hacer lo que su marido le dijo, al fin y al cabo él era el hombre y tenía derecho a aspirar a un varón que continuara el apellido, como él bien decía.

Este segundo embarazo la dejó tan maltrecha como el primero, los mareos y los vómitos no cesaban, el malestar en todo el cuerpo y la debilidad nuevamente la postraron en cama y la atención de la niña, de la casa y de su marido empezó a preocupar no solamente a Rafael sino también a la familia de ella, que comenzaron a criticar la poca preocupación que existía de parte de él para con su mujer.

-Rafael, este embarazo de María no debió suceder, le dijo doña Eugenia cuando él le informó del estado en que se encontraba su hija, el médico fue muy claro contigo con respecto a las condiciones de salud de mi hija, especialmente con los embarazos y de manera tan seguida.

-Señora Eugenia, con el respeto que Ud. se merece, le voy a decir dos cosas: primero, no confío en la opinión de ese doctor y ya conseguí otro quien se encargará de la atención de María y segundo, esa es mi mujer y no acepto que nadie me diga como tengo que tratarla.

-¡Pero cuando necesitas, se te olvida todo y me la traes para acá para cuidarla!, ¿eso sí tengo que aceptarlo, no? Le contestó doña Eugenia contrariada.

-Lo siento, pero mi familia está muy lejos y no la puedo enviar para allá, trataré de buscar otra solución para no molestarlos a ustedes.

-No se trata de eso Rafael, conocemos la condición de tu familia y lo que queremos es que te des cuenta de la situación de mi hija con respecto a su salud, en esta casa no les faltará nada a ti y a tu familia ¡tráelas por favor! y perdona el reclamo.

Esta conversación dejó muy inquieto a Rafael y llegó a considerar la idea de hablar con su familia para buscarle una solución al problema y sin pensarlo dos veces, después de dejar instaladas a María y a Mayra en casa de doña Eugenia, partió para su pueblo para hablar con su familia. La llegada a la casa materna causó extrañeza, por la época y porque él siempre avisaba unos días antes de su llegada.

-Hijo, ¿qué hace por aquí en día de semana y sin avisar, que ha pasado por allá? preguntó su mamá.

-Bendición mamá, no se asuste, es que quiero comentar algo con ustedes para ver cómo me pueden ayudar, ¿dónde están todos?

-Moncho está en su casa con su mujer y sus muchachos, Coromoto está en el patio lavando y los demás trabajando y estudiando. ¡Espera que te llamo a Coro! ¡ Coromoto aquí está Rafael!

-¡Ya voy mamá!, termino de tender y estoy con ustedes.

Al rato entró Coromoto, la hermana preferida de Rafael; cuando él estaba pequeño esta lo consentía y lo trataba como a su hijo, por eso era su favorita y sentía un especial afecto por ella. Cuando el partió hacia la capital ella se quedó muy triste, ya que se imaginó que siendo tan joven y sin tener familia pasaría mucho trabajo; fue grande su alegría cuando supo que no le había costado trabajo aclimatarse a la gran ciudad y que por el contrario, estaba en buena situación y enviaba mensualmente a través de un amigo suficiente dinero para ayudar a su familia y más se alegró, cuando supo que estaba viviendo con una muchacha y que le iba muy bien.

-Hola Rafael, mi hermano querido, ¿cómo estás? ¿ Ese milagro en día de semana a que se debe? ¿Sucede algo?

-Hola hermanita, estoy bien, dentro de lo que cabe y sí, ¡sucede algo!, resulta que María está embarazada y su salud no es buena debido al embarazo, por eso, he tenido que llevarla a casa de su mamá junto con Mayra, ya que no pueden estar solas en la casa , vine a preguntarles a ustedes como me pueden ayudar ya, que no puedo traerlas para acá y tenerlas en casa de la suegra no es lo mejor para ellas ni para mí.

-Hijo, lamentamos tu situación, ¿pero cómo podemos ayudarte si estamos tan alejados? otra cosa fuera si estuvieras más cerca.

La familia se quedó en silencio pensando en la mejor solución para ayudar al hijo que vino de tan lejos a solicitar un auxilio o en su defecto un consejo.

En ese momento entró en la casa Tino, el único hijo de Coromoto, fruto de unos amores equivocados, debido a su juventud e inexperiencia. Diez años tenía aquel niño que cursaba el sexto año de educación primaria y tenía el tamaño y cuerpo de un joven de quince. Era la adoración de la familia y el que ayudaba en la casa en todo: hacía los mandados, iba con su madre y su abuela al mercado, arreglaba los desperfectos pequeños de la casa, era el hombre de la casa y como tal se comportaba y se hacía respetar por propios y extraños.

-Mamá, tengo la solución para el problema de Rafael, dijo Coromoto, lo único malo es que no puede ser para ya, hay que esperar un poco.

-Y ¿cuál será esa solución, hija? preguntó la madre.

-Me iré a la capital con Tino para ayudar a mi hermano y su familia. Pero tendrán que esperarse hasta que mi hijo termine las clases, ustedes saben que está en sexto grado y es muy importante para él terminar su primaria y continuar su bachillerato, quiere ser ingeniero y yo tengo que ayudarlo a conseguir lo que desea, su futuro está en lo que pueda lograr con sus estudios.

Desde que nació Tino, Coromoto se propuso hacer de él un hombre diferente a través de los estudios, notaba ella como los niños de su pueblo se quedaban estancados en esa tierra, que lo único que producía era campesinos y gente sin la preparación suficiente para aspirar mucho, si bien es cierto que se ganaban lo suficiente para sobrevivir, también es cierto que los progresos no eran muchos. Hacía ya cierto tiempo que soñaba con un mundo mejor para su hijo y este podía ser el camino que Dios le indicaba para lograr sus propósitos, parece que el todopoderoso escuchó sus ruegos y pensando en eso, se persignó y le dio gracias a Dios.

-Entonces, Mamá, Rafael, ¿Qué piensan de esto?

La madre y el hermano todavía estaban perplejos por la solución planteada, ya que esta requería de un profundo análisis. La madre, porque Coromoto después de la desaparición del padre hacía mucho tiempo atrás, era quien llevaba las riendas del hogar y las que tomaba las decisiones y Rafael, porque nunca pensó que su querida hermana pudiese hacer ese gran sacrificio; no se imaginaban ellos que para Coromoto era la gran oportunidad de su hijo, ¡ahora o nunca!.

-Pero hija, ¿qué vamos a hacer sin ti? Tú eres la que lleva las riendas de la casa. ¿Quién se encargará de nosotras cuando tú no estés?

-Hermana, ¿esta segura de tu decisión?, mira que será un gran cambio en tu vida y la de Tino.

-Escuchen lo que les voy a decir a los dos: mamá, tú no te vas a quedar sola, Tabita, Toña y Carmela estarán contigo y ellas tienen suficiente edad para tomar decisiones, además a una cuadra de aquí vive Moncho, quien estoy seguro estará pendiente de ustedes para ayudarlas, Rafael necesita ayuda y nosotros como familia debemos enfrentar los problemas y tratar de resolverlos, esta es la solución más adecuada y la comentaremos esta noche cuando la familia esté completa, por ahora, no se hable más del asunto. La madre y Rafael se miraron y comprendieron que ya la decisión estaba tomada y que nada en el mundo haría cambiar a Coromoto, sencillamente ella era así, desde pequeña aprendió a tomar decisiones y a ser persistente.

Por la noche, estaba toda la familia reunida, Tabita la hermana mayor, Toña quien le seguía en orden de edad, Carmela la menor, Moncho el hermano mayor que aún cuando vivía aparte, también participaba en los asuntos de la familia, Tino, que pese a que era un niño, era parte importante de esta decisión, Tabia la madre, Coromoto y Rafael. Después de los saludos y abrazos, Rafael les explicó la situación y la solución propuesta por Coromoto; Tabita, Toña, Carmela y Tino se quedaron mudos del asombro, pero a Moncho, que conocía bien a su hermana no le causó ninguna sorpresa, desde niña demostró demasiada madurez para enfrentar decisiones.

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