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Paso a Paso. Novela (página 4)

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-Julia, la situación se está poniendo difícil, me provoca dejar el curso y buscar nuevamente trabajo en una imprenta, las cuentas se están acumulando y cuando vengamos a ver, vamos a estar ahogados por las deudas, especialmente, la hipoteca del apartamento, esta gente no le gusta esperar, creo que debemos vender el carro para aliviar un poco la presión, después que nos emparejemos, compramos otro, ¿Qué te parece?

-Escucha, no puedes abandonar el curso, ¡Se lo que significa para ti! Yo creo también que vender el carro, es la única solución, me asusta lo del apartamento, ¡Te imaginas! Después de tantos sacrificios.

Vendimos el carrito y cancelamos todas las deudas, todavía nos quedó algo para aguantar hasta el final del curso. Para el mes de agosto, concluí exitosamente el curso y me asignaron para la ciudad de Maracaibo. Con gran pesar le comuniqué la noticia a Julia, inmediatamente, llamamos a mi hermana Mayra, para que nos orientara sobre lo que hacer, no sabíamos nada de Maracaibo. Ella nos informó muy contenta, que no nos preocupáramos por donde llegar, la casa donde ella vivía tenía suficiente espacio, para nosotros tres y que la familia nos recibiría con gusto. Para completar la cosa, mi sueldo con retroactivo desde marzo, lo habían enviado para allá, de tal manera, que no me quedó más remedio que dirigirme a ese estado para poder cobrar, era una cantidad considerable y nos hacía falta. Mi tía, siempre decía, que lo que pasa es lo mejor, porque siempre aprendemos algo de los sucesos. Cuando llegué a Maracaibo, lo primero que hice fue ponerme en contacto con Mayra, para que me explicara como llegar hasta el centro de artes gráficas. Después de los saludos de rigor, yo estaba ansioso por llegar al lugar, un amigo de ella me llevó hasta el sitio. Me presenté al director del centro, este cuando leyó la carta de presentación, inmediatamente, mandó a llamar al coordinador docente y le pidió a la secretaria, que le buscara el memorándum que se había enviado a la capital, notificándoles que el cargo de instructor de litografía, ya estaba ocupado.

-Oye Gonzalo, de Caracas mandan a esta persona, para el cargo de instructor de litografía, ¿será que no recibieron el memorándum que les enviamos?

-Señor, la verdad es que no se que está pasando, esa notificación fue enviada por valija en el mes de Julio, en los archivos debe estar la copia, dígale a la secretaria que la busque.

-Aquí esta el memorándum, fue enviado a la división de regiones y recibido por la encargada de esa división.

-Por favor, sáquele una copia para entregársela al señor y que el la presente allá en Caracas, que resuelvan su problema por allá.

Mientras esto sucedía en la oficina del director, yo pensaba con alegría que me regresaba nuevamente para la capital, pero, ¡no había cobrado! Y así se lo manifesté:

-O sea, que el viaje para acá fue inútil, debo regresarme a Caracas, eso está muy bien, pero ¿Dónde cobro mi sueldo? Me informaron allá, que cobraría por aquí.

-Eso es correcto, me dijo el director, usted se regresa para Caracas, busca a la directora de regiones, en el piso siete y ella le informará su nueva asignación, en cuanto a su sueldo, diríjase a la caja que está al final del pasillo, ahí lo atenderán, ¡Lamento mucho lo sucedido!

Me entregaron una copia del memorándum, me retiré más contento que muchacho con juguete nuevo, me dirigí a la caja y me entregaron mi sobre de pago, con una buena cantidad adentro, afuera esperaba Mayra y su amigo, le pedí que me llevaran al aeropuerto, debía tomar un avión para Caracas y llegar antes que cerraran las oficinas. No pude compartir mucho con mi hermana, pero tenía que dejar arreglada mi situación, para evitar problemas posteriores. Cuando venía en el avión, pensaba en lo extraño que eran los designios de Dios, no me cabía la menor duda que él había metido su mano en esto. Julia se iba a poner muy contenta, imaginaba su cara de alegría y la de mi hijo y me sentí muy feliz. Mi situación se arregló favorablemente, después de unos meses en la capital, cumpliendo con mi práctica docente, fui asignado al Centro Industrial "La Morita", en Maracay, donde trabajé dos años, viajaba todos los días, pero no me importaba, salía de mi casa a las seis de la mañana y llegaba al Centro a las siete y media, en la tarde, la salida era a las cuatro y llegaba a mi casa a las seis de la tarde. En mayo de mil novecientos ochenta, fui llamado de urgencia a Caracas, para atender un curso en pleno proceso, el instructor renunció, la empresa privada le ofreció un cargo con un mejor salario y lo aceptó. Nuestra situación económica mejoró y pudimos comprar un carro de agencia. Para julio del mismo año, nace mi segundo hijo, es una preciosa niña a la que llamamos Mayela. A ella me voy a dedicar en cuerpo y alma, tiempo voy a tener, mi horario en el instituto me permitirá cuidarla parte del día, cuando Julia comience a trabajar. A mi hija la vocación docente, le vino desde muy pequeña, uno de mis recuerdos más hermosos, es oírla dictar clases a unos alumnos imaginarios, en un salón ubicado al lado de donde yo dictaba la teoría de mis cursos, mis alumnos se sonreían cuando la escuchaban regañando a sus "alumnos". Con la llegada de esta niña, pensamos completar la familia, a pesar que mi esposa siempre quiso tres hijos, dos son suficientes. Estando ella muy pequeña, mueren con poco tiempo de diferencia, tres personas que tuvieron mucha significación en mi vida: mis tías Coromoto y Carmela y Francisco, el esposo de esta última. Las tres muertes las sentí sinceramente, pero la de Coromoto me dejó un vacío que nunca se pudo llenar, fue una madre para los seis hermanos. La muerte, es parte del proceso de la vida, todos tenemos que pasar por ahí, unos primeros, otros después. Algunos decesos que me marcaron para siempre fueron: Ismael, mi concuñado y compadre, muerto a los cuarenta años de un infarto, Ángel, mi cuñado, muerto trágicamente muy joven, Enrique Pérez, un amigo de mi juventud, muerto en la tragedia de Vargas, Luis Da Silva, compañeros del beisbol, de una enfermedad terminal, Cruz, mi hermana, de una enfermedad terminal, Juanita, hermana de una concuñada, de una enfermedad terminal, Camilo, mi hermano, supuestamente asesinado, nunca se supo por quien y José María, mi primo, muerto trágicamente en su casa, el techo le aplastó la cabeza. Por todos ellos rezo, para que sus almas descansen en paz.

Nuestra vida continuaba con sus altos y sus bajos, la situación económica no era espléndida, pero nos dábamos algunos lujos, uno de ellos, las vacaciones de diciembre, esto había convertido en costumbre, la navidad en la playa o en Barquisimeto y el Año Nuevo con la suegra. De estas navidades en Barquisimeto, quiero decir, que fueron inolvidables, nuestros anfitriones, mis compadres Napo y Mora, nos atendían en su casa tan bien, que nos olvidábamos de todo. Estas dos personas, hicieron el curso para instructores conmigo, nos convertimos primero en amigos y después en compadres, bautizamos a su hijo Juan Carlos. Se hizo tan habitual, la llegada nuestra en diciembre a su casa, que la familia de ella, muy numerosa y alegre por cierto, a comienzos de diciembre, preguntaban ¿"cuando llegaban los compadres"?. La vida es un continuo cambio, nada permanece igual, nadie puede programarla, siempre hay escollos que te obligan a cambiar tus hábitos y adquirir otros, por diferentes motivos. A medida que fueron creciendo Flay y Mayela, fuimos cambiando nuestras costumbres, la situación económica del país, también obligó a muchas familias a adquirir nuevos hábitos; las comidas fuera de casa, los paseos de fin de año y otros, fueron suprimidos para dar paso a otras prioridades, la educación entre ellas. Para el año mil novecientos noventa y uno, nace nuestro tercer hijo, Jordi. Esta fue la sorpresa del siglo, nunca pensamos que a nuestra edad, Julia cuarenta y uno y yo cuarenta y seis, tendríamos un hijo, pero como dice el dicho:"Uno propone y Dios dispone". La llegada de este niño fue celebrada con mucha alegría, ¿Sería él, la compañía en nuestra vejez? Igual que con Mayela, mi horario me permitía atenderlo por la mañana, después que mi esposa comenzó a trabajar. Por las tardes, había una persona que lo atendía. Fue el más tremendo de los tres, no hubo año escolar incluyendo pre-escolar, que no me llamaran para notificarme de su conducta: habla mucho en clase, no hace las tareas, pero sí las de los demás, es muy intranquilo, no está quieto un momento, estas eran las principales razones de las citaciones. Teníamos las puertas de los cuartos cerradas, registraba todo, en las reuniones familiares, lo único que se oía era el nombre de él, ¡Deja Jordi! ¿Qué hace Jordi? ¡Dónde está Jordi? Era lo que llaman los médicos "hiperquinètico". Lo inscribimos en una escuela de beisbol, para tratar de tranquilizarlo y crearle una cultura adicional, pero no resultó, después que cumplió la mayoría de edad, olvidó el beisbol y adquirió nuevos hábitos: el cigarro, la parranda, los tragos y lo que es peor, se fastidia en su casa. Cuando cumplió un año, fallece mi papá, a los setenta y tres años de edad, una enfermedad terminal lo hizo padecer seis largos meses. Los nueve hermanos, estuvimos a su lado, hasta el último momento. Era el último de los hermanos que quedaba vivo. El tiempo pasa volando, he cumplido sesenta años, la mitad de mi vida se la he dedicado a la enseñanza, he logrado trasmitirle mis conocimientos profesionales a más de mil alumnos, algunos las han aprovechado y viven de eso, otros han cambiado a lo largo del camino. Hoy me encuentro jubilado y hasta cierto punto satisfecho de mi labor. Considero que he cumplido con mi deber como esposo, padre, hijo y docente. ¡Gracias a Dios!

 

 

 

Autor:

Cuper Vera

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