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La dialéctica orden/desorden social desde los Imaginarios sociales

Partes: 1, 2

    1. Resumen
    2. El problema de la integración social en las sociedades postmodernas
    3. Imaginarios sociales: Una definición siempre controvertida
    4. El orden social permanentemente inacabado. Una perspectiva desde el Imaginario social
    5. A modo de conclusión
    6. Bibliografía

                                                                                               "Todo sueño es una realización irreal que aspira a la realización práctica"

                                                                                                                 Edgar Morin: El cine o el hombre imaginario, p. 186.

    Resumen

    Este artículo tiene como propósito central mostrar la doble y antitética articulación del Imaginario social con los procesos de conservación y movilización del orden social instituido. En primer lugar, se analizan los presupuestos "integradores" que impregnan la teoría sociológica contemporánea en sus diferentes vertientes. A continuación, se intenta clarificar la noción de Imaginario social y sus implicaciones filosófico-sociológicas. Finalmente, a la luz del Imaginario social, se piensa tanto el ejercicio legitimador del poder como los contrapoderes deslegitimadores que actúan constantemente en la trama colectiva.

    Palabras clave: Imaginario social, Poder, Legitimación, Postmodernidad.

    Introducción

    La hipótesis que se propone en este escrito es que el orden social no es algo absolutamente cerrado, sin espacios de fuga, resistencia o transgresión. Se trata de mostrar que un modelo de sociedad globalmente sobreintegrado no es más que una vana ilusión. Por el contrario, en todo régimen social están inexorablemente implicadas fisuras, dislocaciones, que permiten comprender la sociedad como una siempre conflictiva tensión entre lo que es de facto pero  también entre lo que pudiera ser de otro modo. Para ello, utilizamos la noción de Imaginario social como utillaje teórico capaz de descifrar tanto las claves del orden social como las de su permanente cuestionamiento.

    A través de esta noción, pensamos que estamos en condiciones de comprender la siempre incompleta certidumbre sobre la que descansa la realidad social.

    I. El problema de la integración social en las sociedades postmodernas

    Conviene comenzar apuntando que el problema de la integración social ha sido uno de los centros neurálgicos del debate sociológico prácticamente desde la constitución de la sociología como ciencia. Recordemos que ya en los albores de la sociología, en plena revolución industrial, Augusto Comte, en su estática social, buscaba garantizar el orden desde una necesaria coparticipación por parte de los individuos en un conjunto de valores comunes capaces de salvaguardar la integridad de la sociedad. Pero este énfasis puesto en la integración social se refleja especialmente en la obra tardía de Emile Durkheim, quien piensa la sociedad desde una significación holística y central capaz de garantizar el orden social desde una integración simbólica. Durkheim, como se sabe, achaca a los devastadores efectos resultantes de la división social del trabajo la ruptura del marco simbólico central que sostenía la integridad social e impedía así la anomía. La sociedad tradicional, según Durkheim, se cimenta sobre una sólida representación religiosa que propiciaba el consenso y la armonía social. De ahí que la entidad propia de una sociedad peligre a raíz del proceso de secularización que se extiende inevitablemente por occidente[1]. Asimismo, en el estructural-funcionalismo de Talcott Parsons, en una línea semejante, el mantenimiento del orden social pasa por un necesario consenso en valores que supuestamente salvaguardan el cuerpo social. La sociología, pues, percibe desde sus orígenes la necesidad de existencia de un conjunto de creencias y valores centrales irradiados por la totalidad del cuerpo social y en los que coparticiparían la gran mayoría de los miembros que  componen una sociedad.

    Pero tampoco la sociología marxista, alternativa teórica durante los años sesenta y setenta al modelo hegemónico de corte estructural-funcionalista, consigue liberarse del postulado de la sobreintegración social como presupuesto sobre el que descansa inexorablemente la vida colectiva. En la obra de Louis Althusser, Ideología y Aparatos ideológicos del estado, verdadero marco doctrinal del pensamiento marxista-estructuralista en los años sesenta y setenta, cobra una especial relevancia la funcionalidad de los aparatos ideológicos del estado(escuela, familia, iglesia..) en cuanto instituciones específicas destinadas a transmitir una ideología dominante capilarizada por todo el entramado social con la intención de de fijar a los individuos a un papel determinado en una estructura social con fuertes contradicciones internas, para así mantener el orden social con las contradicciones que éste alberga.

    Althusser sigue pensando el papel de los Aparatos Ideológicos del Estado en clave funcionalista, a partir del presupuesto de una inevitable integración normativa, aunque, eso sí, conflictual. Por eso, la sociología marxista, la que concibe, a diferencia del funcionalismo, la sociedad atravesada por relaciones de poder y de dominación, del mismo modo que la parsoniana, sigue apoyándose en la noción de integración social (aunque ahora contemplada a la luz de una coerción o coacción) como fundamento sobre el que descansa la conservación del orden social. De ahí que  Althusser y muchos otros pensadores incluidos en esta tradición de pensamiento hayan encontrado serias dificultades para localizar teóricamente la existencia de una ideología proletaria, para situar y revalorizar una ideología o representación del mundo propia de los dominados.

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