2.2. EN LA MODERNIDAD
Los hombres de ciencia aclamaban por la revolución; no exigían una explicación de las anomalías existentes, sino una nueva ciencia y nuevo método.
Antes de comenzar de el siglo XVII, el estado general de conocimientos respeto al universo físico había sido la causa de toda una serie de sistemas especulativo que, por regla general, no se basaba en datos científicos, sino que se derivaban de diversos elementos tomados de las ciencias de la antigüedad clásica.
Uno de los representantes mas sobresalientes en la visión del mundo en la edad moderna es Rene Descartes, éste estaba dispuesto a elaborar todo un sistema del universo, partiendo de la materia (lo que los filósofos llaman extensión), por un lado, y el moviendo por el otro.
Todo tenia que ser explicado matemáticamente, bien por su configuración, bien por su número. Su universo, concediendo en primer lugar la extensión y el movimiento.
Descartes afirma que tenían que hacerse universos como el que habitamos por el mero efecto de La actuación de las leyes sobre la materia primigenia.
Incluso si Dios hubiera creado en un principio un universo diferente, se hubiera transformado por si mismo en el universo que ahora existe.
Otro representante de la era moderna es Galileo Galilei, quien plantea una visión heliocéntrica del cosmo, esta visión consiste que el sol era el centro del universo. Pero lo planteado por Galileo transciende mas todavía, pues el Heliocentrismo habia sido propuesto antes por Copérnico.
Galileo propone en sí, la desmitologización de los astros y una estructura matemática de la realidad sensible. Con esto Galileo transforma la nueva concepción astronómica en una nueva cosmología o la interpretación total del cosmos.
La desmitologización del cielo y la formulación del método matemático-físico fueron el golpe principal que oriento la cultura occidental hacia la tecnica y el dominio de la naturaleza.
3. EL MUNDO:
3.1. PARA LOS FILÓSOFOS
Las primeras experiencias cosmológicas se deben a los jonios antiguos:
Tales de Mileto: afirmó que el elemento primitivo de todas las cosas es el agua.
Anaximandro: presento una materia indeterminada de la que se derivan todas las cosas llamada apeiron.
Anaxímenes: el aire de donde todo procede por condensación o dilatación.
Diógenes: también presenta el aire, pero lo dota de razón e inteligencia, es decir, le atribuye un hilozoísmo propio.
Estos filósofos son hilozoístas porque al definir el mundo no distinguen entre cuerpos y espíritus, piensan que la materia vive por si misma.
Los pitagóricos afirmaron que el número es el principio interno que constituye todas las cosas y que la armonía del mundo se rige por leyes matemáticas.
Heráclito: habla del devenir, no admite estabilidad en el mundo. Para él, el mundo es un constante movimiento de unas cosas en otras. Pone como principio material el fuego.
Los jonios posteriores abandonan estas concepciones hilozoísticas y establecen la causa eficiente de las cosas, niegan toda mutación.
Empédocles: designa cuatro elementos eternos e inmutables (tierra, agua, fuego y aire) y la causa eficiente que une las partículas es la amistad y la que la separa es el odio (atracción – repulsión)
Leucipo y Demócrito: hablan del atomismo o mecanismo puro, es decir, que los elementos últimos de los cuerpos son átomos indivisibles e infinitos.
Platón: afirma que el mundo es un conjunto de cuerpos formado con lo cuatro elementos (tierra, agua, fuego, aire) y está vivificado por un alma inmortal.
Aristóteles: (considerado el padre de la historia natural) de las mutaciones de las cosas, deriva su doctrina de los cuatro principios o causas de los seres sensibles: la material y la formal (intrínsecas) y la eficiente y final (extrínsecas)
Parménides: la naturaleza de los cuerpos la explica por un dualismo substancial: la materia como principio determinable y la forma como principio determinante; de la unión de ambos resulta el cuerpo con todas las propiedades estáticas y dinámicas.
4. CÓMO EXPLICAR LA TEORÍA DE LA EVOLUCIÓN
La teoría de la evolución implica la representación intelectual que intenta exponer e interpretar la historia de os cambios experimentados, en el transcurso del tiempo, por el universo corpóreo o sensible, por el mundo de los cuerpos como aparece ante nuestros sentidos, desnudos o ayudados de instrumentos.
La evolución corresponde, entonces, a todo cambio que un observador, registra en el curso del tiempo en algún orden de fenómenos físicos, biológicos o humanos.
Cuando nos encontramos en el caso especial de la vida, la evolución tiene sus leyes propias, después de haberse pasado por las fases dinámicas de la Bioquímica evolutiva en la época "prevital", simplemente porque añade un nuevo o nuevos vectores a considerar en sus características más complejas.
La evolución orgánica es, pues, una propiedad de la vida, como lo era la evolución cósmica una propiedad esencial y fundamental de la materia perpetuamente inquieta.
La evolución de los organismos, es una función indeclinable, absolutamente necesaria, como traducción de las exigencias de la adaptación o, mejor dicho, de la adaptabilidad.
Evolución puede ser tomada como sinónimo de adaptación, dado que es lo último que obliga a los organismos a evolucionar.
La evolución es, entonces, algo que se acepta hoy como un concepto que nace del simple sentido común. Ya se toma como una propiedad de la materia, más que teoría o hipótesis.
En la actualidad, el mundo científico y los teorizadores de la evolución se dividen en dos campos prácticamente irreductibles. De un lado, y dentro del mundo anglosajón, la fermentación progresiva de las ideas que nacieron a partir de Darwin y su "Teoría sintética de la evolución", acompañada por Haldane, Huxley, Simpson, entre otros.
De otro lado y sin tendencias precisas, las surgidas del seno del Lamarckismo, de Schindewolf, Cuenot y Teilhard.
BIBLIOGRAFÍA
PONCE DE LEÓN, J.M. Curso de filosofía: Cosmología. Buenos Aires: Instituto de cultura religiosa superior, 1952. v. IV. 302 p.
COLLIN, Rémy. La evolución: hipótesis y problemas. Andorra: Casal I Vall, 1960. 152 p.
VALVERDE, Carlos. Génesis, estructura y crisis de la modernidad. Madrid: Biblioteca de autores cristianos, 1996. 381 p. ISBN 84-7914-234-0
Autor:
Juan David Arias Ibarra
Página anterior | Volver al principio del trabajo | Página siguiente |