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El verdadero amante, de Lope de Vega (página 2)


Partes: 1, 2

este soldado polido!

¡Bravos colores tenemos!

A fe que ha de ir muy galán

a la guerra que se ofrece.

¡Oh qué gallardo parece!

Todos mirándole van.

Buena es la pluma leonada.

AMARANTA Leonada.

DANTEO Y el borceguí

no es malo, porque es turquí,

y tiene vuelta doblada.

ERGASTO Turquí.

DANTEO Tardóse.

ERGASTO No hice.

DANTEO Adelante. El buen soldado

lleva jubón encarnado,

porque lo negro desdice.

Está Menalca embebido mirando a Belarda.

EREUSA Negro.

DANTEO Ya dije encarnado:

pague Menalca.

JACINTO Es ansí.

DANTEO ¡Hola, Menalca está aquí!

¡Hola, hola, embelesado!

Tírale del brazo.

PADRINO ¡Hola!

MENALCA ¿Qué es eso? Encarnado.

DANTEO ¡Bien!

BELARDA Su penitencia le den.

DANTEO Y tú la mereces sola.

MENALCA Pues ¿ya no dije encarnado?

DANTEO Anda, loco, embebecido.

MENALCA Alto: penitencia pido.

PADRINO Dénsela, que ha confesado.

DANTEO Yo mando que aquel laurel

ponga a Jacinto, y que diga

que es más digna su fatiga

de coronarse con él.

MENALCA No mandes eso.

DANTEO Perdona

y obedece.

MENALCA No es razón,

que es un laurel de un león,

que me puso una leona.

PADRINO Si ha de ser, ¿qué te detienes?

MENALCA Porque dél indigno soy,

Jacinto, el laurel te doy:

corona tus dignas sienes.

JACINTO Prosigue el juego adelante.

MENALCA Caro me cuesta la fiesta;

dura penitencia es ésta.

BELARDA Y a tu pecado importante.

MENALCA ¿Pecado llamas mirar?

BELARDA Sí, porque engendra deseo.

ERGASTO Prosigue el juego, Danteo;

que es esto nunca acabar.

DANTEO ¡Pardiez, que él parte brioso

con el capotillo verde,

claro oscuro…

CORIDÓN Verde, verde.

DANTEO Y que el sombrero es vistoso

con la pluma colorada…

DORISTO Colorada.

DANTEO Es alegría.

Y la blanca…

DÓRIDA Blanca.

DANTEO Es mía,

porque lo negro me agrada.

MADRINA Negro.

DANTEO Y la cinta de oro

es buena con la roseta.

ERGASTO No ha sido mala la treta.

Pague Peloro. ¡Ah, Peloro!

PADRINO ¿Pues?…

MADRINA Pague el señor padrino.

PADRINO ¡Pardiez que me descuidé,

con los mozos que envié

por la harina al molino!

DANTEO Esa disculpa no abona.

Mando, con su parecer,

que Ereusa, su mujer

PADRINO ¿Qué?

DANTEO Le haga una mamona.

PADRINO Obedezco, aunque es mi daño.

DANTEO ¿Quién la sella?

CORIDÓN ¡Por Dios, yo!

PADRINO ¡Qué papirote me dio!

(Aparte.)

¡Oh hi de puta, picaño!

DANTEO Adelante. Así que, digo

que el soldado lleva espada

con la guarnición dorada.

PADRINO ¡Ofrézcole al enemigo!

Dorada, sesenta veces.

DANTEO Y que va con tanto brío

a entrar en un desafío,

que se admiran los jüeces.

Mueve la planta gallarda

con la caja al son gallardo,

con banda y gregüesco pardo…

¡Hola! ¿Qué digo, Belarda?

¡Aho! Tenemos otro bobo.

BELARDA ¿Llámanme a mí?

MENALCA ¡Bueno es eso!

¡Cielos, he perdido el seso!

(Aparte.)

Cogido os han con el robo.

(Aparte.)

¿Qué es esto? A Jacinto mira.

BELARDA Digo, señor, que perdí.

MENALCA ¿Que no mirándome a mí,

(Aparte.)

tan largo espacio se admira?

DANTEO Yo le doy en penitencia

que a Jacinto, aquel pastor,

bese la mano.

MENALCA ¡Oh rigor

de inadvertida sentencia!

BELARDA ¿No ves que eso no es decente?

PADRINO En el juego sí. Callad.

BELARDA Alto, pues: si es libertad,

a vuestra cuenta se asiente.

JACINTO Toma mi rústica mano,

baja tu cielo a mi suelo,

o mi suelo suba al cielo

de tu cielo soberano.

En dándole la mano, se pone Amaranta el lienzo en los ojos.

¡Ay, Dios! No me abrases tanto.

(Aparte.)

Hasme muerto, hasme encendido,

pues cual Icaro atrevido,

caigo en el mar de mi llanto.

Cuando mi cuerpo mortal

se vuelva en ceniza poca,

este lugar de tu boca

quedará siempre inmortal;

que del tiempo los agravios

no pueden hacerle guerra,

pues no ha de volverse tierra

lo que fue cielo en tus labios.

MENALCA ¿Qué es esto, cielo cruel?

(Aparte.)

¿Qué es esto, cielo inhumano?

¡Belarda besa su mano,

y yo le doy mi laurel!

Ya no lo puedo sufrir.

Adiós, señores, que tengo

mucho que hacer; luego vengo,

luego.

(Aparte.)

Si vuelvo a vivir.

Vase.

PADRINO ¿Por qué Menalca se va?

BELARDA Debe de tener qué hacer.

DANTEO ¿Al juego no hay que volver?

DÓRIDA No vuelvas, que cansas ya.

Amaranta, ¿por qué lloras?

AMARANTA No lloro.

DÓRIDA Pues ¿qué es aquesto?

¿Como ese lienzo te has puesto

para eclipsar mis auroras?

Pase de presto el ñublado;

salga el sol, muéstrese el día.

AMARANTA Ciega estoy.

DÓRIDA Bien quedaría,

de vuestra luz eclipsado.

¿Quién os pudo dar enojos?

AMARANTA Belarda, cuando pasó,

con su ropa me cegó.

BELARDA Cegaran antes mis ojos.

¿Fue cuando pedí la mano?

AMARANTA Cuando la mano pediste.

bien al descuido lo hiciste;

pero matóme su mano.

Y sólo os puedo decir,

que del dolor es lo menos;

que el tener mis ojos buenos

estuvo en no la pedir.

DANTEO Jacinto, ¿entiendes los celos?

(Aparte a él.)

BELARDA ¡Que no hay fiesta sin azar!

DÓRIDA A Amaranta.

¿Que te han venido a cegar

de pura envidia los cielos?

¿Que ansí tus ojos maltratan?

¿Que ansí tus ojos ofenden?

Prenda amor, pues ya no prenden;

mate amor, pues ya no matan.

MADRINA ¡Qué! Presto se pasará

ese dolor que la escuece.

DÓRIDA ¿Y tan presto te parece

para quien se muere ya?

Suena grita que viene un toro; vanse las pastoras, y juegan los pastores con él, y derriba

al padrino, que ha de estar vestido de botarga.

MADRINA ¡Ay, triste! ¡Y qué gran rüido!

¿Si es el toro?

CORIDÓN El mismo es.

PADRINO Guárdenle para después

si está cansado y corrido.

CORIDÓN Ya es tarde; él viene.

DÓRIDA Amaranta,

huye por esa emboscada.

AMARANTA ¡Ay, pobre!

MADRINA ¡Ay, triste!

DÓRIDA ¡Ay, cuitada!

Vaya en tus pies, Atalanta.

Sale el toro.

CORIDÓN Avive, señor Peloro.

PADRINO ¡Ah, hosquillo, vente a mí!

ERGASTO Venga acá, súbase aquí.

PADRINO ¡Vente a mí, torejo, toro!

CORIDÓN ¿Mas que coge al viejecito?

ERGASTO Ya le cogió.

PADRINO ¡Que me muero!

¡Ay, que me rompe el braguero!

No me le rompas, torito.

Acto segundo

Salen Menalca y Coridón.

CORIDÓN ¿Por eso, Menalca, sólo

te fatigas y entristeces,

si tú sólo en nuestro polo

tan divino resplandeces

como en los suyos Apolo?

¿Un villano te maltrata?

¿Un pastorcillo te mata?

¿Celos las prendas te dan,

cuya vida te darán

por lo que pesa de plata?

Cobra el amor que te quita

del temor que te acobarda:

¿es bien que se le permita

tal liviandad a Belarda,

si a Jacinto solicita?

Yo sé que por él padece;

yo sé bien que te aborrece.

MENALCA Calla en mal hora, pastor;

que la enfermedad de amor

con el desengaño crece.

Yo vengo desengañado

desde aquel maldito juego,

donde jugué de picado

tanto resto de mi fuego,

que estoy, de perdido, helado.

Quiso amor que me picase

y mis prendas empeñase;

comencé por mi laurel…

¡Mal fuego se prenda en él,

que las entrañas le abrase!

Su frente fingida y doble

coroné del ramo noble

que fue digno de la mía,

la que apenas merecía

enebro, acebuche o roble.

¡Ay, triste! Que el seso pierdo

cuando de aquel sueño vano

para la muerte recuerdo,

y cuando de aquella mano,

de aquella mano me acuerdo.

Por la mano le gané;

pues que primero la amé;

mas, ¡triste!, ¿qué me sirvió?

Que la mano me ganó

borrando el punto a mi fe.

¿Viste que le dio la mano,

y que ella le dio su boca?

Luego, según esto, es llano

que él ganó el bien que le toca,

y que yo la adoro en vano.

¡Oh, condición de mujer,

tan enseñada a jugar!

Fortuna te has de llamar,

pues gana el que ha de perder,

y pierde el que ha de ganar.

¡Ay, Dios! ¡Qué mal te aconsejas,

si ya de mi bien te alejas,

olvidada de mis obras!

¿No ves el dueño que cobras

por el esclavo que dejas?

CORIDÓN Calla, mayoral. ¿Qué es esto?

¿Ansí desmayar te agrada?

¡Venganza, venganza presto!

MENALCA A mi pasión obstinada,

cualquier consejo es molesto.

CORIDÓN Pues ¿cómo tendrás paciencia

para ver en tu presencia

que un hombre tan desigual

trate tus cosas tan mal

como si fuera en ausencia?

¿Qué aguardas desta liviana,

movida de un loco antojo?

Si sufres de buena gana

que hoy te haga aqueste enojo,

¿qué esperas que hará mañana?

Si hoy, inadvertida y loca,

con su hermosa boca toca

la mano de aquel villano,

mañana hará que su mano

o su pie pise su boca.

Mira que pierdes honor

consintiendo tal bajeza.

MENALCA Aquel tiene mucho amor

que no sale de nobleza

cuando le tienta el rigor.

Si a Jacinto doy la muerte,

¿qué negocio desta suerte,

pues lo que adora le quito?

CORIDÓN Considerar te permito,

mas no con rigor tan fuerte.

Mira: por cien cosas puedes

animarte a esta hazaña

para que contento quedes;

y si atención me concedes,

verás que el amor te engaña.

Muerto Jacinto, es muy cierto

que ha de ser aborrecido,

porque si un vivo está incierto

de que es presente querido,

¿qué puede esperar un muerto?

MENALCA Verdad, mas el sentimiento

dura mucho.

CORIDÓN Ni un momento;

que el bien que se pierde junto,

sólo dura hasta aquel punto

que es cierto su perdimiento.

Y esto es fácil de entender

mirando el fácil sujeto

del pecho de una mujer,

que es pocas veces perfeto,

y nunca en el buen querer.

Y fuera desto, es mejor

para que entienda tu amor;

pues si a matarle te animas,

verá lo mucho que estimas

su desdén y tu favor.

Y al fin no puedes dejar

de matarle en tiempo alguno;

y baste, para acabar,

que no ha de gozar ninguno

lo que no puedes gozar.

MENALCA Basta. No sé, te prometo,

qué furia, si no es Aleto,

se me reviste en el pecho.

Yo estoy de ti satisfecho;

sólo te encargo el secreto.

Aquí te puedes quedar;

que hoy le tengo de acabar.

Hoy no se ha de ver con vida:

tanto puede la homicida

que me ha enseñado a matar.

Voy a buscar ocasión

para ejecutar mi intento.

Vase.

CORIDÓN Sus alas te ponga el viento

a los pies, y al corazón

su fuego el cuarto elemento.

Ya desde hoy más, en el mío

salga el fuego al hielo frío

que en lágrimas se resuelve,

pues hoy tan aprisa vuelve

atrás su corriente el río.

Fortuna, hoy vuelves atrás,

pues en la mano me das

el bien que mi alma quiere;

si aqueste Jacinto muere,

no puedo pedirte más.

Que si Menalca le mata,

mientras el perdón se trata,

por fuerza se ha de ausentar;

y yo me vengo a quedar

solo con aquesta ingrata.

Sale Ergasto.

ERGASTO Fatigado me ha la cuesta;

pero ya he llegado al valle:

plega a Júpiter que halle

de todo buena respuesta.

¿Es Coridón? Es sin duda.

CORIDÓN ¡Oh, Ergasto! Seas bien venido.

¿Donde?…

ERGASTO Donde me ha traído

aquel que todo lo muda.

CORIDÓN ¿Por qué has dejado tu aldea?

¿Cómo quedan los casados?

ERGASTO ¡Ah, Coridón! Mal logrados

no hay bien que seguro sea.

Ya sabes cómo Doristo

llevó a vivir a su hacienda

su esposa, su amada prenda.

CORIDÓN Toda la mudanza he visto,

y supe cómo te fuiste

con el padre de Amaranta.

ERGASTO Oye, que desdicha tanta

jamás de tus ojos viste.

Murió el pastor de improviso.

CORIDÓN ¿Doristo es muerto?

ERGASTO Sí, muerto.

CORIDÓN ¿Es cierto, Ergasto?

ERGASTO Muy cierto.

Llegó su punto preciso.

CORIDÓN Voyme, Ergasto.

ERGASTO ¿Adónde vas?

CORIDÓN Allá lo voy a decir.

ERGASTO Albricias podrás pedir

de las nuevas que les das.

¿Quién se huelga de su muerte?

CORIDÓN No te importa; queda adiós.

Vase.

ERGASTO ¿Quién os las pidiera a vos

si se trocara la suerte?

Algún pretendiente amigo

habrá que albricias le dé.

¡Oh falsa, fingida fe.

digna de eterno castigo!

Con razón llamo fingida

el alma de engaños llena,

que pone en la muerte ajena

la esperanza de su vida.

Salen Belarda y Jacinto.

BELARDA ¿Qué tan de veras me quieres?

JACINTO Que tan de veras te quiero,

que en ti vivo y por ti muero.

BELARDA ¿Que por mí vives y mueres?

Pues yo… Mas oye, que veo

gente.

JACINTO ¡Hola, Ergasto!

ERGASTO ¿Quién es?

Guárdeos el cielo, y después.

remedie vuestro deseo,

aunque mejor acabado

que el de Doristo.

JACINTO ¿Mejor?

Nunca me ponga el amor

en más venturoso estado

con las prendas que más quiera.

ERGASTO Mejor tengáis la ventura,

pues que ya en la sepultura

reposa.

BELARDA ¿De qué manera?

ERGASTO Murió Doristo otro día

de su boda desdichada.

BELARDA ¿Es burla?

ERGASTO Fuera pesada.

Murió en la presencia mía;

en estos brazos pagó

lo que a la muerte se debe.

JACINTO ¿De qué enfermedad tan breve?

ERGASTO De un desmayo que le dio.

BELARDA ¡Brava desgracia, por cierto,

que me llega al corazón!

ERGASTO El mío con más razón

tiene rasgado y abierto;

que amaba a mi mayoral.

JACINTO De suspenso, apenas puedo

decir que sin alma quedo

con el temor de su mal.

¿Siéntelo mucho Amaranta?

BELARDA ¿Impórtate el sentimiento?

JACINTO Será justo su tormento,

pues es su desdicha tanta.

ERGASTO No lo siente como debe,

porque casó a su disgusto;

pero hace lo que es justo

y lo que a su honra debe:

de su pena soy testigo.

JACINTO Siempre se debe a la muerte

el llanto de cualquier suerte,

aunque muera un enemigo;

porque allí nos acordamos

que nos falta aquella pena,

y llorando por la ajena,

por nuestra muerte lloramos.

BELARDA Bien sabes disimular.

Dime, Ergasto, ¿qué ha de hacer

la viuda?

ERGASTO Quiere volver,

Belarda, a nuestro lugar;

que no quiere estar allí

donde su esposo murió;

y a la casa que dejó,

me envía su padre a mí,

porque ya con ella viene,

y quiere que la prevenga.

Voyme, pues, antes que venga,

a ver el orden que tiene;

que habrá menester miralla.

JACINTO Ve con Dios.

ERGASTO Con los dos quede.

Vase.

JACINTO Por Dios, Belarda, que puede

con su marido enterralla.

¿Qué piensa el padre hacer della?

BELARDA ¿Qué la entierre?

JACINTO Ansí lo digo.

BELARDA No; mas casarla contigo,

para enterrarte con ella.

JACINTO Antes en tierra extranjera

tenga incierta sepultura,

y a manos de mi locura

en vuestra desgracia muera,

sin que aun en tiempos después

mi cuerpo entierre la tierra

que tanta ventura encierra,

pisándola vuestros pies.

¿Estáis burlando conmigo,

o merezco vuestros celos?

BELARDA Saben, Jacinto, los cielos

si estoy burlando contigo.

¡Oh, traidor! ¿Piensas que ignoro

que has adorado a Amaranta

con fe tan injusta y tanta

como yo la tuya adoro,

y que por verla casada

viniste a quererme a mí,

para que tu alma ansí

se entretuviese engañada?

Bien a costa de mi fama

diré que de ti lo he sido:

¿tan buena te he parecido

para falta de tu dama?

Eres hombres, haces tu oficio;

y el bien que perdiste allí,

quisieras ganallo en mí;

que es su ordinario ejercicio.

Al fin me engañaste, injusto;

que eres tan diestro en el arte,

que me has obligado a amarte

más de lo que fuera justo.

Cantabas como sirena,

y estabas deshecho en llanto;

¿cómo, si penabas tanto,

disimulabas tu pena?

A fe que finges muy bien;

que grande amor me has mostrado;

mas estabas enseñado:

pocas gracias se te den.

Anda, búrlate de mí.

Vete y cásate con ella;

que para vengarme della,

basta conocerte a ti.

JACINTO ¿Adónde vas? Ten la planta.

¿Qué resolución es ésta?

BELARDA Anda, ve por la respuesta

a tu mujer Amaranta.

¿Quires que a voces me queje?

Déjame.

JACINTO No he de dejarte,

que ni la muerte no es parte

para que el alma te deje.

¡Ah, gloria mía!

BELARDA ¿Qué dices?

¿Yo tu gloria?

JACINTO Y tú mi pena.

BELARDA No más, fingida sirena;

advierte que te desdices,

vuelve a tu centro, camina.

JACINTO Pues ¿cómo, si tú te vas?

BELARDA ¿Piensas acaso que estás

con tu Amaranta divina?

¡Oh, falso! Dios te haga mal.

Déjame; que te aborrezco.

JACINTO ¿Es posible que merezco

que puedas decirme tal?

BELARDA Mira, imagina en el viento

los animales más graves,

y dentro en el mar las aves,

y helado el cuarto elemento,

primero que verme un punto

asistir a tu presencia.

JACINTO Ese que tenga de ausencia,

basta a dejarme difunto.

Tuvo soy, muero por ti.

¿Dónde vas, señora mía?

BELARDA No me voy, que no podría;

cruel, si te llevo en mí.

¿Posible es que has de dejarme?

¿Posible es que has de casarte?

¿Posible es que has de trocarte?

¿Posible es que has de olvidarme?

Jacinto, vesme a tus pies.

Mátame, será mejor;

No aguardes, falso traidor,

que yo me mate después.

¿Por qué quieres que te vea

de ajeno dueño en los brazos?

JACINTO Antes los haga pedazos

quien la muerte me desea.

Alza, señora, del suelo,

y no des causa a la tierra

que mueva a Júpiter guerra

viendo tan humilde al cielo.

Si es verdad que pude amar,

aunque no te lo confieso,

como no fue amor de peso,

púdolo el viento llevar.

Era de un árbol mi amor;

Amaranta para sí

cortó una imagen de mí,

tosca y de poco primor.

Llegué a tu mano divina,

y artífice sin igual,

perfeccionas, de metal,

en mi labor peregrina.

Sola te adoro, Belarda;

la mano en prendas te doy

para ser tuyo.

BELARDA Yo soy…

Gente viene: un poco aguarda.

Salen Glicerio y Amaranta, y un criado suyo.

GLICERIO Alabo mucho que de aquesta suerte

lleves con discreción, hija Amaranta,

de tu marido la temprana muerte.

Aquí podrás, pues tu desdicha es tanta,

pasar mejor la pena que te aguarda,

de verle sin razón cortada planta.

AMARANTA Para todo me aflige y me acobarda

mi enemiga fortuna; en todo muero.

JACINTO Salgámosle al encuentro, mi Belarda.

(Aparte a Belarda.)

BELARDA Mejor es que te escondas, que no quiero.

Que aquí nos hallen juntos.

JACINTO Pues tú llega;

que yo me escondo.

BELARDA Escóndete primero.

Escóndese Jacinto.

Puesto, Glicerio, que el dolor me niega

poderte dar el pésame debido,

el alma diga lo que al alma llega.

Seas después de aquesto bien venido

con mi pastora mal lograda.

AMARANTA ¡Oh, amiga!

¡Cuánto mejor no verte hubiera sido!

GLICERIO ¡Oh, Belarda gentil! Siempre bendiga

tus verdes años el piadoso cielo.

BELARDA Y en parte alivie tu mortal fatiga.

GLICERIO De su parte me viene tu consuelo.

Huélgome que mi hija te haya visto,

que no tiene sin ti prenda en el suelo.

Ya tú sabes la muerte de Doristo;

pero porque mi hija te la cuente.

y yo tan mal sus lágrimas resisto,

a ver me voy en tanto si mi gente

mi casa me adereza.

BELARDA Ve en buen hora.

Siéntate aquí.

Vase Glicerio.

AMARANTA No mandes que me asiente.

BELARDA Sí, por tu vida.

JACINTO ¡Oh, sabia engañadora!

(Aparte, escondido.)

¡De qué manera quiere verle el alma,

por ver si está en la suya la que adora!

Nueva imaginación me pone en calma.

Juntos agora están mis dos sujetos:

¿a cuál de entrambos le daré la palma?

Mas ¿quién podrá juzgarlos más perfetos

que yo, en mi propio pecho conociendo

la causa que es mejor, por los efetos,

pues el que amaba estoy aborreciendo,

y adoro aquel que cuando a mi memoria

llegó, aunque tarde, me dejó muriendo?

Luego del vencedor es la victoria.

Entretanto que Jacinto está diciendo esto, están hablando solas quedo.

BELARDA ¿Que desa suerte murió?

AMARANTA Murió, amiga, desta suerte.

BELARDA Tan poco sientes su muerte,

que harto más la siento yo,

pues a llorar me provoco

y tú estás de pasatiempo.

AMARANTA Conocíle poco tiempo,

y ansí el sentimiento es poco.

Igualo al tiempo el dolor,

y esto no es de pecho ingrato;

que a nosotras sólo el trato

nos obliga a mucho amor.

BELARDA También queremos sin él,

mas no es esa la ocasión,

que tenemos condición

más piadosa que cruel.

Y si tú, amiga, no amaras,

como sospecho, otro dueño,

no como burlas de sueño

su muerte cruel pasaras.

Di la verdad: ¿quieres bien?

AMARANTA La verdad te he decir:

quiero bien hasta morir.

BELARDA Pues confiesas, dime a quién.

AMARANTA ¿A quién, preguntas? No sé,

Belarda, si te lo diga.

Pero al fin eres mi amiga:

a Jacinto di mi fe.

BELARDA ¡Ay, desdichada de mí!

(Aparte.)

AMARANTA ¿Qué tienes?

BELARDA ¡Oh, mi pastora!

He echado menos agora

una prenda que perdí.

Mas di adelante tu cuento,

y dime: ¿querida fuiste?

AMARANTA Fuílo un tiempo; más ¡ay, triste,

que su fe se llevó el viento!

BELARDA Ya la prenda pareció.

AMARANTA ¿Qué era, Belarda?

BELARDA ¡Este anillo!

De hallarle me maravillo,

y entre las dos se perdió.

JACINTO No ha estado malo el engaño.

(Aparte.)

BELARDA Al fin, ¿qué piensas hacer?

AMARANTA Porfiar siempre, hasta ver

del todo mi desengaño.

JACINTO ¿Mas que se pierde otra prenda?

(Aparte.)

BELARDA Y aun querrás con él casarte.

AMARANTA Sólo eso es, Belarda, parte

a que yo deje mi hacienda.

Y si la verdad te digo,

vengo a tratarlo con él.

BELARDA ¡Ay, qué dolor tan cruel!

Yo muero; tenme contigo.

AMARANTA ¡Ay, Dios! ¿Qué nueva ocasión…

¡Qué color tan amarillo!

JACINTO ¿Mas que tengo yo el anillo

(Aparte.)

del dedo del corazón?

AMARANTA ¡Triste! ¿Qué tengo de hacer?

JACINTO Ahora bien, quiero llegar,

(Aparte.)

que no sufre el alma estar

adonde la pueda ver.

¿Qué es esto, hermosa pastora?

¿Soy yo menester también?

AMARANTA ¡Oh, mi Jacinto! ¡Oh, mi bien!

JACINTO No me faltaba otra cosa.

(Aparte.)

Dejemos eso, y tratemos

de saber desta pastora…

AMARANTA ¿Qué ven mis ojos agora,

día en que libres nos vemos?

JACINTO ¿No te digo que me digas

qué mal es éste que veo?

AMARANTA Ya te digo mi deseo,

que es el mal de mis fatigas.

¡Traidor! ¿Ansí me recibes?

JACINTO ¡Hola, Belarda! ¡Ah, mi gloria!

¡Digo, digo! ¿Sin memoria?

AMARANTA Tarde, cruel, te apercibes.

Declarada es tu pasión,

y mi muerte declarada.

JACINTO Estarás desengañada

que los sueños sueños son.

¿Cómo le daré remedio?

AMARANTA Parte a esa fuente, traidor,

por agua.

JACINTO Busca mejor

o más conveniente medio.

AMARANTA ¿Agua no podrás traella?

JACINTO Deso de traer no trates:

porque en tanto no la mates,

tiemblo de apartarme della.

AMARANTA ¿Tal maldad decir osaste?

JACINTO Agua no la he de traer;

si con agua ha de volver,

yo lloraré la que baste.

Aunque tú le has dado enojos,

veré en aquesta ocasión

si se cura el corazón

con lágrimas de los ojos.

AMARANTA ¿Cómo, estando yo delante,

pasa tan grande maldad?

¿Cuál hombre trata verdad?

¿Cuál es verdadero amante?

¿Qué ejemplo de ingratitud

como éste ha visto mujer?

Aprended a bien querer,

que os importa la salud.

JACINTO Ah, mi señora; ah, mi prenda;

ah, mi dulce bien! Recuerda.

AMARANTA El seso quiere que pierda,

(Aparte.)

y que la venganza emprenda.

¡Ah, falso!

BELARDA Gran mal me dio,

cierto que he estado sin mí.

AMARANTA Y aun alguno que está aquí.

JACINTO Ese, sin falta, soy yo,

que me precio de adoraros.

BELARDA ¡Oh, Jacinto! ¿Aquí estuviste?

JACINTO Y tal, que mi llanto triste

fue parte a resucitaros.

BELARDA Dios te lo pague.

JACINTO ¿Dó vas?

BELARDA A mi casa, que voy muerta.

JACINTO Iré contigo.

BELARDA Estoy cierta

que mejor te quedarás.

Excusemos cumplimientos.

JACINTO Iré, sin falta, contigo.

BELARDA No irás, si puedo, conmigo.

JACINTO Aunque vayas por los vientos.

Belarda, qué, ¿huyes de mí?

Vanse los dos.

AMARANTA ¿Hay mal que como éste sea?

¿Hay piedra que sufra y vea

tanto mal como yo vi?

¡Ay, desdichada! ¿Qué haré?

Celos y rabia mortal,

¿Daré voces con mi mal,

o con mi mal callaré?

¡Ay, fe de viento, en arena

firmada, y con agua escrita!

¡Pecho que el alma me quita,

por dar lugar a la ajena!

Sale Ergasto.

AMARANTA ¿Adónde vas?

ERGASTO Por ti vengo.

AMARANTA ¿Adónde vas? Di, traidor.

ERGASTO ¡Yo traidor!

AMARANTA Téngote amor:

qué, ¿te vas porque te tengo?

ERGASTO ¡Qué extremos hace de loca!

(Aparte.)

¿Qué diablo tiene?

AMARANTA ¡Oh, qué bien!

¿Acá bienes tú también?

Pues mira, calla la boca,

y no digas que me voy,

a mi padre, cuando venga.

ERGASTO Tendréte… El diablo te tenga.

AMARANTA ¿Sabes quién soy?

ERGASTO ¿Quién?

AMARANTA ¿Quién soy?

Soy el elemento quinto:

por eso a mi padre di

que hasta los cielos me fui

a casarme con Jacinto.

Vase.

ERGASTO ¡Oh, pesia a quien me vistió!

Por aquí han andado celos,

que deben de ser los pelos

del perro que la mordió.

Ella va tras sus cuidados,

y detenella quisiera,

pero temí que me diera

cuatro palos muy bien dados.

Bien estuviera casada

con Jacinto, aunque no es tarde.

Salen Glicerio y Felicio, padre de Jacinto.

FELICIO Venid, ansí Dios os guarde,

Glicerio, a nuestra posada;

que para todos habrá.

GLICERIO Téngolo a gran beneficio.

A la mía iré, Felicio,

que desocupada está.

¿Qué haces tú solo aquí?

¿Dónde está Amaranta? ¿Dónde?

¿Por qué te encoges? Responde.

ERGASTO Agora se fue… ¡Ay de mí,

que no sé cómo te diga

de la manera que fue!

GLICERIO ¿Cómo que se fue?

ERGASTO No sé…

Tanto el dolor me fatiga…

Que hay grande mal encubierto,

y si licencia me das,

el principio y fin sabrás.

GLICERIO Dilo; que me tienes muerto.

ERGASTO Criáronse en este valle

Amaranta con Jacinto,

vuestros hijos regalados,

desde pequeñuelos niños.

Fue el amor con la ignorancia

mezclando su fuego vivo;

quisiéronse largo tiempo

de amor casto y primitivo,

casó Glicerio a Amaranta,

como sabéis, con Doristo,

tan a su disgusto della,

que aun muerto piensa que es vivo.

Ahora, que libre está,

debe de amar a Jacinto,

y sospecho que de celos

lleva perdido el jüicio,

porque va dando mil voces

por esos ásperos riscos.

Poned, señor el remedio,

que está en manos de Felicio:

sosegaréis su furor

si se le dais por marido;

que es mujer y tiene celos,

y hará cualquier desatino.

GLICERIO ¡Oh, cielos poderosos! ¿Qué es aquesto?

¿Tan gran castigo me tenéis guardado?

¡Oh, mala hija! Adiós, señor Felicio,

que me parto a buscarla, y os prometo

de no volver sin su cabeza infame.

FELICIO Teneos, ¿Adónde vais? Paso, Glicerio,

que siendo ese traidor el instrumento,

me importa refrenaros, como padre,

cuando no me bastara el ser amigo.

¿No veis que vos también habéis pasado

por esta edad, y que pasamos todos?

¿De qué os maravilláis? Mejor sería

poner al caso el conveniente medio,

que no aguardar a publicar el caso.

GLICERIO ¿Qué remedio queréis? ¡Oh, viejo triste!

¡Oh, mala hija, afrenta de mis canas!

FELICIO Dejadme vos coger el rapacito,

que yo le haré que pueda ser ejemplo.

No más. Vamos, Glicerio, a lo que importa.

GLICERIO ¿Qué me puede importar sino casallos?

FELICIO Pues ¿para qué tenéis la boca llena?

¿Quisiérades que yo me convidara?

Porque tan rico sois y yo tan pobre…

GLICERIO No, amigo, que conozco la nobleza

y el valor de ese pecho. Al fin te pido

me des tu hijo.

FELICIO Yo te lo concedo,

y a fe que has de llevarle castigado.

GLICERIO Pues vámosle a buscar.

FELICIO Vamos, y Ergasto

se quede por aquí, por si vinieren.

Vanse.

ERGASTO ¡Buena va la vejez con tanta flema

tras la sangre colérica encendida,

que corre ardiendo por los verdes años!

De ayer viuda, tratan de casarla.

Pero querrán tratarlo solamente.

Quiero disimular, que viene gente.

Salen Menalca y Coridón.

CORIDÓN ¿Que no te ha sido posible

hallar, Menalca, ocasión?

MENALCA Tales mis desdichas son,

y su remedio imposible.

Mas dame tú que le vea

en parte un poco segura,

que no ha de haber desventura

que como la suya sea.

Aunque ver muerto a Doristo

me ha dado claro a entender

que a Amaranta ha de volver.

CORIDÓN Poco de su pecho has visto;

que la tiene aborrecida.

MENALCA ¡Ah, buen Ergasto! ¿Aquí estabas?

ERGASTO ¡Oh, Menalca!

MENALCA ¿Qué buscabas?

ERGASTO Una celosa perdida,

que se va tras sus antojos.

MENALCA ¿Es Amaranta?

ERGASTO Ella es,

que lleva en ajenos pies

la misma luz de sus ojos.

MENALCA ¿A quién sigue?

ERGASTO A quien la deja.

CORIDÓN ¿Quién es?

ERGASTO Jacinto.

CORIDÓN A Menalca.

¿No entiendes

lo que dice?

MENALCA Su fe ofendes;

antes Jacinto se queja,

o a lo menos se quejó,

de que se hubiese casado.

ERGASTO Vives, Menalca, engañado;

puedo asegurarte yo

que en este punto Felicio

y Glicerio pretendían

casarlos, porque temían

que ella perdiese el jüicio.

CORIDÓN En nuevo engaño te fundas.

¡Apenas Doristo es muerto,

cuando ya tienes por cierto

que tratan bodas segundas!

ERGASTO Esto es, sin falta: yo voy

con nuevas de la victoria.

Vase.

MENALCA Ve con Dios. Ya trueca en gloria

amor la pena en que estoy.

Coridón, ¿qué dices desto?

CORIDÓN Que tu celoso tormento

asegura el casamiento

entre los viejos propuesto.

Casado Jacinto, quedas

en la antigua posesión.

MENALCA Haz cuenta en esa ocasión

que toda mi hacienda heredas,

Coridón. Si me confiesas

que son ciertas estas bodas,

pazcan tus ovejas todas

la yerba de mis dehesas.

Colma de mis limpias eras

tus trojes del rojo trigo,

y tenme por tan amigo,

que para todo me quieras.

Toma, toma a manos llenas

el fruto de mis ganados,

la fruta de mis cercados

y la miel de mis colmenas,

que a mí, Belarda me sobra.

CORIDÓN Y a mí, mejor que tu hacienda,

(Aparte.)

porque es del alma una prenda

que por ninguna se cobra.

¡Qué poco amor te enloquece!

Porque el enfermo amador

conoce el ajeno amor

por el mismo que padece.

Sale Jacinto huyendo, y Felicio tras él con un cayado.

FELICIO ¿Ansí, traidor, infamia de los hombres,

tal libertad me respondéis tan presto?

JACINTO Padre y señor…

FELICIO No quiero que me nombres.

MENALCA Paso, señor Felicio. ¿Qué es aquesto?

¡Con vuestro hijo tan injusto enojo!

FELICIO ¿Injusto le llamáis? Santo y honesto.

¿Pensáis que porque tengo sólo un ojo,

que no sabré sacarle si me ofende?

JACINTO Y yo también, si con razón me enojo.

FELICIO ¿Es posible que el mundo te defiende?

¿Que te consiente el cielo?

MENALCA Poco a poco.

¿Queréis herille?

JACINTO Y aun matarme entiende

CORIDÓN ¿Por qué le maltratáis?

FELICIO Porque es un loco,

desvanecido, inobediente, y tiene

mi mandamiento paternal en poco.

Sabe el falso, traidor que me conviene

callase a mi contento, y descansado

ver que la muerte a mis espaldas viene;

y con saber que estaba lastimado

por la propia mujer que quiero dalle,

que fue de aquel Doristo mal logrado,

responde que no tiene aqueste valle

pastora que aborrezca en tanto extremo,

y pone falta en su gallardo talle.

JACINTO Gallardo dice… Respondelle temo,

que yo le hiciera conocer su engaño.

FELICIO Calla, intratable bárbaro, blasfemo,

que yo te hiciera conocer tu daño

a no valerte la acogida tanto.

MENALCA Por Dios, Jacinto, que te juzgo extraño,

y que de tu propósito me espanto:

que si por tu Amaranta tantas veces

movió las selvas tu piadoso llanto,

no sé por qué razones la aborreces,

cuando a tus esperanzas el efeto

más deseado con el alma ofreces.

Juzguéte siempre por pastor discreto,

y pues lo eres, dime ¿en qué te fundas?

JACINTO En otras esperanzas, te prometo.

MENALCA Pues cuando con razones me confundas,

confesaré tu ingenio y mi ignorancia.

JACINTO Muchas dijera; pero son profundas.

No quiero presumir con arrogancia

de argumentar contigo; mas advierte

lo que es en mis negocios de importancia.

¿Puede llamarse con razón la muerte

más fiera suerte que la vida larga

del que en casarse tuvo mala suerte?

¿Iguala del infierno pena amarga,

ni de los varios elementos guerra,

del mal casado a la penosa carga?

¡Si no lo niegas, mira cuánto yerra

quien me quiero casar con mi enemigo!

CORIDÓN ¡Ved las mudanzas que el amor encierra!

Agora para siempre, agora digo

que es mudable el humano pensamiento.

MENALCA De que la has adorado soy testigo.

FELICIO Pues mira, con solemne juramento,

por la sagrada Juno, te prometo

que si enaquesto no me das contento,

que no has de estar en público o secreto

un punto más en nuestro valle; mira

que a tal estado te verás sujeto.

JACINTO Pasaránse las furias de tu ira,

y tú verás que no es razón casarme,

y que lo que te dicen es mentira;

verás que no es razón acompañarme,

siendo tan pobre, con quien no es muy rica.

MENALCA Ahora será bien aventurarme.

(Aparte.)

Jacinto, si eso temes, hoy te aplica

justo remedio tu fortuna diestra.

FELICIO Espántome de ver que no replica.

¿De qué manera la ventura nuestra

se puede mejorar?

MENALCA Escucha, advierte,

verás de mi nobleza alguna muestra.

Condolido de ver la pobre suerte

desta pastora triste y mal lograda,

y de vuestra amistad el nudo fuerte,

yo te daré una cédula firmada

de darte mil cabezas de ganado

el día que contigo esté casada.

FELICIO Pastor, el más gallardo que el dorado

río divino que sus campos riega

tuvo jamás en su ribera o prado,

aquesos pies, aquesos pies me entrega,

besarélos mil veces.

MENALCA Padre, tente.

FELICIO Hijo, llega también, conmigo llega.

JACINTO Yo quedaré, Menalca, eternamente

agradecido a tu valor divino;

mas ya mi desventura no consiente

que vuelva atrás del áspero camino,

por quien amor me lleva a dar el alma

a quien hacer mi dueño determino.

Primero se verá del cielo en calma

el movimiento, y que el humilde olivo

venza en altura a la ensalzada palma,

que yo me muestre desleal y esquivo

a las obligaciones infinitas

que debo a aquella por quien muero y vivo.

¿Posible puede ser, estando escritas

en medio de la frente, no se lean?

FELICIO ¡Traidor, traidor! Tu muerte solicitas.

Yo pienso hacer que hoy borradas sean

con sangre tuya. Aguarda, aguarda, aguarda.

JACINTO Nunca tus ojos tal venganza vean.

Vanse los dos.

CORIDÓN El ánimo suspenso me acobarda,

Menalca, la extrañeza del suceso.

¡Mira si es adorado de Belarda!

MENALCA Calla, que estoy para perder el seso;

y así, en este punto determino

hacer un loco y temerario exceso.

¡Que no me hiciera mi cruel destino

de tan humildes padres, que igualara

desta Belarda el casamiento indino!

Sospecho que con ella me casara…

y aun sin sospecho casaré con ella.

CORIDÓN ¿Burlas?

MENALCA ¡Pluguiera a Dios que me burlara!

CORIDÓN ¿Ansí tan fácilmente se atropella

tanta nobleza?

MENALCA Todo se le debe

a la excelencia de una cosa bella.

Es amor un océano que bebe

todos los ríos sin guardar decoro:

tanto las almas a su fuerza mueve.

Los azadones y los cetros de oro

junta, como la muerte, en una liga;

condena el libre pecho a eterno lloro,

y aun a vivir en cuerpo ajeno obliga

Sale Amaranta.

AMARANTA Ya de su guerra mortal

(Para sí.)

mis celos en paz estén,

pues con las nuevas del bien

se va templando mi mal.

Pastores, ¿habéis, por dicha,

visto a Glicerio?

MENALCA ¡Oh, pastora,

a quien la fortuna ahora

puso en la mayor desdicha!

Hemos por lo menos visto

aquel tu ingrato pastor,

por quien te fuera mejor

que te viviera Doristo.

Ya tú sabrás el concierto

de tus padres.

AMARANTA Bien lo sé.

MENALCA Mas no sabrás de su fe

que está por Belarda muerto.

Aquí su padre trataba

su casamiento con él;

yo por mí, por ti y por él,

de mi hacienda te dotaba;

mas el traidor, que tan sólo

el bien de Belarda precia,

mejores prendas desprecia

que si fuera el dios Apolo.

El padre corre tras él,

pensando dalle la muerte:

esta es tu suerte y mi suerte,

más que hasta ahora cruel.

Sabes que a Belarda adoro,

y temo, si él te dejase,

que con Belarda se case,

causa de mi eterno lloro.

¡Mira en qué punto me tiene

la fortuna que me sigue!

AMARANTA ¿Tanto el cielo me persigue?

¿Cual Dios a matarme viene?

¡Pobre de mí! ¿Qué he de hacer

sin mi adorado enemigo?

Qué, ¿tan mal está conmigo?

CORIDÓN Tú lo podrás conocer.

Mas cuando adelante pase,

cree, si el traidor te deja,

que no será con la queja

de que con otra se case,

o con Belarda a lo menos;

que yo le haré mil pedazos,

y en sus brazos estos brazos

vendrán de su sangre llenos.

Yo daré fin a su suerte.

AMARANTA Detente, no hagas tal;

que no le quiero tan mal

que le desee la muerte.

Mas podéis amenazalle

con lo que dijere yo,

y a lo que nunca pensó,

con esta industria obligalle.

Mas temo que me faltéis.

MENALCA La vida falte primero.

¿Qué dudas?

AMARANTA Deciros quiero

el remedio que tenéis,

y lo que el mío ha de ser:

veréis en mi industria tal

lo que es agudo en el mal

el ingenio de mujer.

Sabréis, y sabe todo aqueste valle,

que fui querida del traidor Jacinto,

de quien agora soy aborrecida,

con el extremo que de Clicia Apolo.

Casáronme mis padres con Doristo

para mi muerte y a disgusto suyo.

En el segundo día de mis bodas,

sabéis que de improviso quedó muerto,

cosa que ha sido murmurada tanto.

Podéis los dos jurar que este Jacinto

comunicaba con los dos mil veces

darle un veneno por casar conmigo,

y yo de la traición daré querella.

Pues como todos saben que me amaba,

y ven mi esposo de improviso muerto,

¿quién duda que no den crédito al caso,

y preso le sentencien a la muerte?

Podré yo entonces, con piedad fingida,

como que aquello me ha inspirado el cielo,

decir que le perdono, si me ofrece

que por el muerto me dará su vida,

casándose conmigo, y esto antes

que de la cárcel libremente salga.

MENALCA ¿Qué dices desto, Coridón?

CORIDÓN ¿Qué digo?

Que Dios me libre de mujer airada,

y no de la ponzoña de mil víboras.

MENALCA Sólo pudiera de tu raro ingenio

ser esta industria; y desde aquí me ofrezco

si Coridón se anima a acompañarme,

ponerte preso al falso tu enemigo.

CORIDÓN ¿Si me ofrezco me dices? ¡Bueno es eso!

Impórtame seguirte en este caso,

y por ventura más de lo que piensas.

Vamos a darle parte a la justicia:

no sea que del valle se nos vaya

con el temor del enojado padre.

MENALCA Pues vamos, Amaranta, y está a punto

para que des querella en avisándote;

porque primero por el vulgo todo

conviene que el negocio publiquemos,

para después mejor mover a lástima.

AMARANTA Vamos, que en vuestras manos va mi vida.

MENALCA Y la mía en las manos de Belarda.

Vanse, y queda Coridón solo.

CORIDÓN ¡Qué bueno me lleváis, amor tirano!

¿Paréceos que he ganado en vuestras ferias?

¡Mirad qué de traiciones hago en esto!

Soy traidor a Jacinto porque muera;

soy traidor a Menalca, pues le vendo,

siendo en su pecho verdadero amigo;

soy traidor a Belarda, pues la adoro,

y la quito del alma lo que adora;

y sobre todo soy traidor al cielo.

Mas quien te conociere, amor tirano,

si sabe que es amor fuerza del alma,

verá que no es posible de otra suerte;

que, aunque eres niño, vences al más fuerte.

Acto tercero

Salen los pastores a prender a Jacinto, y dos Alcaldes villanos; entran por una puertay salen por otra, y Amaranta.

JACINTO Saben los cielos la verdad del caso,

y ellos, a quien ofende la malicia,

me librarán de vuestras manos fieras.

Vase.

ALCALDE 1.º ¡Que se nos fue el traidor!

MENALCA ¡Que se nos fuese,

entre cien hombres!

ALCALDE 1.º Juro al sol que es fuerte.

¡Hi de puta, rapaz, y cuán ligero

jugaba del bastón a todas partes!

ALCALDE 2.º No lo digas de burla, Bertolano,

que juro a non del sol que traigo un brazo,

de un palo que me dio, que en quince días

no será mucho no tomar la azada.

ALCALDE 1.º Alborotado vengo del caletre.

Por toda la semana me perdonen;

que no daré sentencia de provecho.

AMARANTA Señores, no os dé pena que él se vaya;

que el cielo propio le traerá al castigo.

MENALCA Movido tiene a ira a todo el pueblo,

viendo la muerte que el traidor ha dado

al buen Doristo, cuya muerte siento.

DANTEO Paso, paso, Menalca, que te mira

el enojado Júpiter; no digas

que le mató Jacinto, que bien sabes

que le habéis acusado de malicia.

MENALCA Hablas adonde es fuerza que te salgas

con lo que dices, rústico; mas cree

que no te alabarás.

ALCALDE 1.º Pues ¿qué es aquesto?

¡En las barbas de toda la justicia

osastes levantar escarapela!

ALCALDE 2.º Calla, Danteo, que hablas con enojo.

¿No ves que hay dos testigos con sus tiestos,

tan gordos como el puño cada uno?

ALCALDE 1.º ¡Verá la necedad! Está probado

con una resma de papel escrito,

y cómo y dónde se le dio el veneno,

¡y llámasle inocente! Más albérchigos.

CORIDÓN ¿Qué se cansan en esto? ¿Ya no saben

el amistad de aquéste y de Jacinto?

¿No saben que estos dos tienen un alma,

y en una voluntad viven sujetos?

Vamos en busca del traidor que huye;

que sólo en este caso nos importa

el jurar la verdad.

ALCALDE 2.º Pues alto: vamos,

andemos estas huertas y cabañas,

que si al traidor hallamos, ¡voto al soto,

que se ha de hacer un hecho que a alguien pese!

MENALCA Vamos, que la verdad hija es del tiempo;

con él se viene a descubrir.

ALCALDE 2.º Pues vamos.

Vanse, y queda solo Danteo.

DANTEO Si el tiempo de la verdad

es el padre y desengaño,

yo fío que por tu daño

se descubra la maldad.

¡Pobre de ti, desdichado

Jacinto, mozo afligido,

de enemigos perseguido

y de amigos envidiado.

Sale Belarda.

BELARDA ¿Cuándo las desdichas mías

han de acabarse, Danteo?

¿Si tendrá fin mi deseo,

o por lo menos mis días?

¿Qué embuste es este tan nuevo,

tan riguroso y cruel,

que urden al alma de aquel

que apenas nombrar me atrevo?

¿Adónde estás, mi Jacinto?

¡Desventurada de mí?

DANTEO No llores, Belarda, ansí,

aunque el natural distinto

obliga a los animales

a sentir las cosas tanto;

porque el remedio, y no el llanto,

previene el fin de los males.

¡Qué bien a sufrir te enseñas,

pues que ya por tu ocasión,

teñido en sangre el vellón

deja por zarzas y peñas!

Ayer, que la humildad suya

más a su extremo llegó,

verter sangre le vi yo,

sangre suya y sangre tuya;

que a su cruel padre vi

que recios golpes le daba,

y vi que el pastor se holgaba

de verter sangre por ti.

Echóle de su cabaña

su padre, fiero enemigo,

y él llora a su propio amigo

necesidad tan extraña.

No quieras más del estado

de sus cosas y las mías,

pues hoy me dijo: «Ha tres días

que no he comido bocado.»

Espera, que voy ahora

a buscar algún sustento.

BELARDA ¡Oh, padre ingrato, avariento

del bien que mi alma adora!

DANTEO Voyme.

BELARDA Espera, que conviene,

pues le ha faltado su padre,

que yo le sirva de madre

al que por mí no la tiene.

Iréme a casa, Danteo,

y buscaré qué le dar.

DANTEO ¿Dónde le piensas hallar?

BELARDA Que me lo diga deseo,

si sabes adónde está.

DANTEO En la cueva que está enfrente

del álamo de la fuente,

creo que me espera ya.

Vamos, haré que te espere.

BELARDA ¡Ah, cielos! Perdida soy.

Danteo, como yo voy,

no vaya quien mal me quiere.

Vase.

DANTEO Padres fieros, rigurosos,

no os acabáis de entender.

¡Buen medio queréis hacer

de dos extremos viciosos!

Sale Jacinto.

JACINTO ¡Qué cansado y muerto vengo!

Vengo del vivir cansado,

y muerto porque he dejado

la vida en quien yo la tengo.

Un hombre veo. ¡Ay de mí!

DANTEO No huyas, Danteo soy..

JACINTO ¡Cielos! ¿Que contigo estoy?

¿Estamos seguros?

DANTEO Sí,

que esta peña nos encubre.

y esta quiebra, que la parte,

del camino la más parte

hasta la senda descubre.

JACINTO ¡Ay, Danteo! ¿Y mi Belarda?

¿Cómo quedaba?

DANTEO Muy buena.

JACINTO ¿Siente mi pena?

DANTEO ¿Tu pena?

Ni tiene fe ni la guarda.

Vila, y no la hubiera visto,

que quizá fuera mejor.

Díjome: «Vaya el traidor

que dio la muerte a Doristo,

y cásese con su dama;

que para siempre conmigo

acabó.»

JACINTO No más, amigo,

que ya la muerte me llama.

De la hambre y del trabajo

casi estoy para expirar.

Adiós, que me voy a echar

de aqueste peñasco abajo.

DANTEO ¿Adónde vas, ignorante?

Que por quien la muerte pides

es la columna de Alcides.

es la firmeza de Atlante.

Es una roca batida,

es un acero perfeto,

es un varonil sujeto,

dispuesto a darte la vida.

Yo la vi, y tu mal la dije;

y no quieras saber más,

de que muy presto verás

la causa por quien te aflige.

Díjela que me aguardase

donde te suele esperar,

y así, la voy a buscar,

porque adelante no pase.

Escóndete.

JACINTO De la muerte

revivo en que muerto estaba:

esta vida me faltaba,

Danteo, que agradecerte.

Vé con Dios, y aquí la envía,

y dila que no se tarde;

que podrá venir tan tarde,

que llore la muerte mía.

DANTEO ¡De la hambre y del trabajo

no me puedo menear!

¡Adiós, que me voy a echar

de aqueste peñasco abajo!

JACINTO ¿Ahora de mí te burlas?

¡Oh amigo fiel, de buen celo!

Vase Danteo.

¡Qué de suertes de consuelo

me busca en veras y burlas!

¡Triste, que apenas, de hambre,

junto el uno al otro labio!

Muerte, ¿con tan vil agravio

cortas la vital estambre?

La vida a la muerte iguale;

que ésta es baja a quien la tuvo

tan alta, que dentro estuvo

del pecho que tanto vale.

Muerte, aguarda; muerte, aguarda;

no acabe mi vida ansí;

pues en Belarda viví,

muera yo cuando Belarda.

No puedo tenerme. ¡Ay, triste!

Quiero sentarme. Cuidados,

qué, ¿aun no descansáis sentados?

Qué, ¿ningún mal os resiste?

Pues no os acaba este mal

que suele acabar mil males,

en mí sois tan naturales

cual la hambre natural.

Yo muero, amor inhumano:

¡ah, Belarda! ¿Has de venir?

Qué, ¿me tengo de morir

sin que te bese una mano?

Sale Belarda.

BELARDA (Al salir:)

Iré cual dices, Danteo.

Pierde cuidado; que estoy

diestra en este monte, y voy

ahora con mi deseo,

que de la mano me lleva

y con su lumbre me guía.

JACINTO Suspiros del alma mía,

llevadle la triste nueva.

Decid que muero.

BELARDA ¡Ay de mí,

(Aparte.)

que mi Jacinto es aquél!

JACINTO No pensé, muerte cruel,

que tuvieras parte en mí.

Pero pues ya me has deshecho,

y el verte no me acobarda,

es gran señal que Belarda

me ha dejado de su pecho.

BELARDA ¿Dejado? Cuando tal sea,

(Aparte.)

yo dejaré de vivir.

JACINTO Qué, ¿me tengo de morir,

y primero que te vea?

BELARDA ¡Quién oyera con paciencia

(Aparte.)

las quejas que decir sabe!

Que en amor, lo más suave

son los regalos de ausencia.

Mas no lo puedo sufrir.

Llegar quiero. ¡Ah, pastor mío!

¡Ay, triste! ¡Qué helado y frío!

¡Si se me quiere morir!

¿No respondes?

JACINTO ¿Quién me llama?

BELARDA Una humilde esclava tuya.

JACINTO Mi vida se restituya

cual vela muerta en la llama.

Sopló la muerte, y matóme;

y aunque es verdad que mató,

en el humo que quedó,

llegó tu luz, y encendióme.

Vivo estoy, y ya deseo

vida; que si estuve aquí

muerto porque no te vi,

ya vivo porque te veo.

BELARDA ¡Oh, prenda tan justamente

de lo mejor de mi pecho!

¿Cómo estás? Dime, ¿qué has hecho

por tantos siglos de ausente?

Mas ¡ay, necia! ¿qué pregunto?

Toma, comienza a comer;

que causa debió de ser

de que te viese difunto.

JACINTO ¿Con aquestos embarazos

tan bellos brazos cargaste?

BELARDA Bien dices, bien me culpaste,

teniendo sangre en los brazos,

que era justo sacrificio

de mi amor y celo honesto;

pero cuando falte aquesto,

yo la ofrezco a tu servicio.

No temas perder tu padre

mientras te puedo valer.

JACINTO Quiero empezar a comer,

pues cobro tan buena madre.

Este pan está mojado.

BELARDA Viniendo, he mojado el pan;

quizá lágrimas serán

que habrán en la cesta entrado.

Cómelas, Jacinto.

JACINTO ¡Y cómo!

Negra, de buena, es la salsa

cuando no se guisa falsa,

porque entonces no la como.

Lágrimas es manjar tal,

que la ventaja le den:

verdaderas, saben bien;

pero fingidas, muy mal.

BELARDA Tú propio serás testigo.

Come, come a tu placer.

JACINTO No quiero, que por comer

me pierdo de hablar contigo.

BELARDA Basta, que contigo estoy.

Come, come.

JACINTO Aunque no quiera,

me obligas. ¡Oh, quién bebiera!…

pero ¡qué necio que soy!

Como es el manjar tan nuevo,

olvídome que me dan

en las lágrimas y el pan

agua y pan, que como y bebo.

A fe que es nuevo el misterio.

BELARDA Come, come.

JACINTO ¡Oh, mi Belarda,

por quien libertad aguarda

de mi alma el cautiverio!

¿Cuál es aquel ignorante

que no quiere conocer

el valor de una mujer,

cuando es mujer semejante?

Yo, a lo menos, mientras viva

conoceréme deudor,

y haré que mi tierno amor

tu nombre en el alma escriba.

Que de una mujer nací,

y este ser del suyo tengo,

y ahora, Belarda, vengo

de nuevo a vivir por ti.

Hablen los que las ofenden;

que yo diré a boca llena,

que de una mujer que es buena

mil cosas buenas se aprenden.

BELARDA Come, come.

JACINTO ¿No lo ves?

Bien me va de todo punto:

como, respondo y pregunto.

BELARDA Gente suena.

JACINTO Mi padre es.

¡Ay, desdichado de mí!

Adiós, adiós.

Vase.

Sale Felicio.

FELICIO ¡Ah, traidor!

¿Huyes?

BELARDA ¡Ah, tirano amor!

(Aparte.)

¡Esto te faltaba aquí!

FELICIO Huye, traidor, que algún día

a las manos me vendrás.

¡Cómo! ¿Cómo, que aquí estás?

¡Buena insolencia, a fe mía!

Pues, señora, ¿es bueno eso?

¿Paréceos bien lo que pasa?

¿Ya, como huésped de casa,

traéis de comer al preso?

Coged, coged lo que queda.

BELARDA Yo lo haré así, padre ingrato

del hijo del más buen trato

que hallarse en el mundo pueda.

FELICIO Coged, coged.

BELARDA A lo menos,

no es de lo que tú le has dado,

como lo tienen sobrado

los hijos de padres buenos.

FELICIO Coged, coged.

BELARDA Ya no hay más.

FELICIO Pues ya que lo habéis cogido,

advertid bien el oído.

BELARDA ¡Qué poco advertido estás!

FELICIO ¿Parécete ingratitud

de un hijo que tengo honrado,

procurar con gran cuidado

su honra, vida y quietud?

Y si el padre es bueno al fin,

¿parécete bien que cuadre

hacer obras de buen padre

al hijo perverso y ruin?

Mas yo, ¿para qué argumento

con una rapaza amante,

más ligera e inconstante

que la débil caña al viento?

Que si mal no me estuviera,

por los sagrados penates,

que si…

BELARDA Paso, no me trates,

Felicio, de esa manera.

Si respeto te he tenido,

no te lo debo, cruel;

respétote por aquel

que es y ha de ser mi marido.

FELICIO ¿Tu marido? Antes le veas

de un león hecho pedazos.

BELARDA Tú le verás en mis brazos

y no como tú deseas.

FELICIO ¿A mi hijo?

BELARDA ¿Qué dijiste?

¿Tu hijo? Mío dirás;

y no esperes verle más,

viejo codicioso y triste;

que a mí me cuesta, a lo menos,

el dolor, que no me pagas.

Vete con Dios, y no hagas

tuyos los hijos ajenos.

Vase.

FELICIO ¡Ay la loca, sienes de aire!

¿No veis qué notable exceso?

Por Dios, que perdiera el seso

a no lo echar en donaire.

Descuide la bachillera,

que antes de velle en sus brazos,

la fiera le hará pedazos,

y será mi mano fiera.

Sale Menalca.

MENALCA A fe que siento el cansarme.

Pues, Felicio, ¿qué hay de nuevo?

FELICIO A responderte me atrevo,

pues que te atreves a hablarme.

Di, mayoral, que bienquisto

solías ser, ¿qué te mueve

a decir que mi hijo debe

la muerte de aquel Doristo?

¿No sabes tú que es verdad,

y no fue engañoso intento;

que no hacer el casamiento

fue sobra de voluntad?

Cree, mas que no te cuadre,

a estas canas desdichadas,

a estas manos arrugadas,

que al fin son manos de padre.

Dame mi hijo.

MENALCA ¿Qué es esto?

¿Estás loco, por ventura?

FELICIO No; mas por la desventura

en que tu rigor me ha puesto.

Si a Belarda quieres bien,

y por ser pobre la dejas,

¿de qué, mayoral, te quejas?

¿Por qué te aflige el desdén?

El rico no ha menester

hacienda, sino su gusto;

el pobre, que busque es justo

hacienda con la mujer.

Si la tienes, ¿por qué dudas?

MENALCA ¡Oh, padre! Bien me aconsejas.

Vanas han sido mis quejas;

hoy mi propósito mudas.

Ea, pues, vélo a tratar;

que cansado de andar ciego,

procurando mi sosiego,

ya lo quiero efectuar.

Da por mi mano la tuya,

que ya estoy de verlo loco.

FELICIO Pues espérame aquí un poco;

que yo te traeré la suya.

Vase.

MENALCA Esto es hecho; no hay qué hacer.

Sale Coridón.

CORIDÓN ¡Oh, Menalca! ¿Dónde vas?

MENALCA Ya, Coridón, no podrás

mudarme de parecer.

Sábete que estoy casado.

CORIDÓN ¿Casado? Muy bueno es eso.

A fe que medras de seso.

¿Cómo o cuándo lo has soñado?

MENALCA Llegado a querer casarme,

¿hay pastora en este valle

rica de hacienda y de talle,

poderosa a despreciarme,

pues no hay pastor que sea tal?

CORIDÓN Tu malicia te engañó;

antes ninguno hallo yo

para tu nobleza igual,

y se tendrá por dichosa

la que llegue a merecerte.

MENALCA ¿Es eso, de aquesa suerte?

CORIDÓN Sí.

MENALCA Pues Belarda es mi esposa.

Vase.

CORIDÓN ¿Desa manera te vas?

Sin duda que es frenesí.

Yo me doliera de ti,

a no estar como tú estás.

Mas si acaso lo tratase,

y Menalca lo supiese,

no dudo que lo entendiese

cuando ya lo efectuase.

¡Que éste, por rico, ha alcanzado

lo que apenas ha podido.

Jacinto el triste, que ha sido

tan sin culpa condenado!

Sale Jacinto.

JACINTO ¡Oh, interés, que tanto puedes!

(Aparte.)

¿Si es ida o si aquí se está?

fortuna, cánsate ya;

que ya de lo justo excedes.

Este es mi fiero enemigo,

de quien me pienso vengar.

Solo está; quiérole hablar

en paz de fingido amigo,

que fío que no se atreva

solo a prenderme. ¡Ah, pastor!

¿Ha cesado ya el rigor

de aquella justicia nueva?

Solo estoy, no me defiendo;

llega, si quieres prenderme.

CORIDÓN ¿Justicia quieres hacerme?

Yo ni te busco ni prendo,

y más en esta ocasión,

que ya tan poco aprovecha.

JACINTO Dado me has nueva sospecha.

¿Hay novedad de traición?

¿Hase cerrado el proceso?

¿Deshízose la mentira?

CORIDÓN Mira lo que dices: mira

que son palabras de peso,

y lo que yo te aseguro

es que nadie te persigue.

JACINTO ¿Quieres tú que yo me obligue

a tenerte por seguro?

Tarde llegas.

CORIDÓN Sí llegué,

pues ya se casa Belarda.

JACINTO ¿Qué dices? Espera, aguarda.

¿Que se casa? ¿Cómo, qué?

¡Belarda casada!

CORIDÓN Sí,

o por lo menos se trata.

JACINTO ¿Con quién?

CORIDÓN Un hombre de plata

la compra a peso de sí.

JACINTO Conózcole por las señas.

CORIDÓN Gente suena.

JACINTO Allí me voy.

Llama en pasando, que estoy

detrás de aquellas dos peñas.

Escóndese

CORIDÓN Anda, vete.

Sale Felicio.

FELICIO Buena nueva,

Menalca.

CORIDÓN ¿No me conoces?

FELICIO No, Coridón, ansí goces

la prenda que amor te deba.

Loco de contento vengo,

y así no te conocí.

CORIDÓN ¿De qué Felicio?

JACINTO ¡Ay de mí,

(Aparte, escondido.)

que cierta sospecha tengo!

FELICIO Partí en este punto yo

por Menalca a hablar la madre

de Belarda, que su padre

ya tú sabes que murió.

En efecto, fui a tratar

que se la dé por mujer,

y diola mucho placer.

Haráse, no hay que dudar,

haráse ese casamiento,

y libraráme mi hijo.

CORIDÓN Padre, cuando esto te dijo,

¿daba en la veleta el viento?

Fíate que te ha engañado,

y dime: ¿qué parte es él

a que dé muerte cruel

libre a un hombre condenado?

FELICIO ¿Eso me dices, traidor?

Pues si eso no fuera parte,

yo, su padre, ¿había de hablarte

con tanta amistad y amor?

¡Muy bueno está! Yo he de hacer

que en este día le dé

la mano, palabra y fe

de que ha de ser su mujer.

Quédate para quien eres.

Vase.

Sale Jacinto.

CORIDÓN No hay que dudar del concierto,

Jacinto.

JACINTO ¿Es cierto?

CORIDÓN Muy cierto.

¿Qué mayor probanza quieres?

¿No te basta lo que has visto?

JACINTO Sí, Coridón, cierto es.

CORIDÓN Tu padre quiere después

darte en lugar de Doristo.

Bravamente lo rodea.

JACINTO El cielo me vengue dél,

y antes mi padre cruel

muerto en sus brazos me vea.

Y presto me verá muerto,

pues que Belarda se casa,

y el fuego que a mi alma abrasa

saldrá por el lado abierto.

¡Ay, falsa! ¿Que el sí le diste?

Murieras sin darle el sí.

Mas yo, que te adoro a ti,

moriré porque le diste.

Era de pecho mudado,

como al fin don de mujer,

el que me daba a comer

pan en lágrimas bañado.

Y ¡con qué gusto comí

las mentiras que fingiste!

Otro veneno me diste

que yo a Doristo le di.

¿Cómo ha de entrar en provecho

manjar que el gusto me estraga?

¡Ah! Mal provecho me haga

hasta que reviente el pecho.

La muerte quiero buscarme…

pero en balde me fatigo,

veneno llevo conmigo,

que basta para matarme.

Adiós, monte; adiós, sombrío

bosque, selvas, plantas, fuentes,

siempre a mi dolor presentes,

testigos del llanto mío.

Hoy acaban mis enojos:

tristes de hoy más quedaréis,

y sola esta vez veréis

las lágrimas de mis ojos.

Vase.

CORIDÓN ¡Qué lastimado me dejas!

¿Adónde te vas? No huyas;

que oyendo las quejas tuyas

no me acuerdo de mis quejas.

¡Pobre de ti, pues también

pierdes el bien que perdí!

Pero más pobre de mí

que siempre lo fui del bien.

¡Cómo! ¿Que he de consentir

que así Menalca se case?

Antes un rayo me abrase,

que tal haya de sufrir.

Irme quiero a la justicia

y decir que este traidor

al inocente pastor

ha acusado de malicia,

y que vine a consentillo

por su mucha diligencia,

y que mi propia conciencia

hoy me fuerza a descubrillo.

Y aunque a mí me den la muerte

porque también se la den,

pensaré que mayor bien

no puede hacerme la suerte.

El casamiento se impida:

Belarda ha de perdonar,

porque no se ha de casar

mientras yo tuviere vida.

Vase.

Salen los dos alcaldes y Menalca, Belarda, Glicerio, Felicio y Amaranta.

ALCALDE 1.º ¿De qué sirve que os mostréis,

señora Belarda, esquiva,

y que tanto os extrañéis

en cosa, que ansí yo viva,

que ganáis y no perdéis?

¡A Menalca despreciáis

y tan de veras juráis

que no seréis su mujer!

ALCALDE 2.º Aún no quiere responder,

¿para qué la importunáis?

FELICIO Hija, si agora viviera

vuestro muerto honrado padre,

y así tan rebelde os viera,

más fuerza que vuestra madre

en el negocio pusiera.

Que fuera de la riqueza,

tiene Menalca nobleza,

y por sólo emparentar,

la mano le habéis de dar.

ALCALDE 1.º U os quebrarán la cabeza.

¿Han mirado el zahareño

con que se está cabizbaja?

ALCALDE 2.º Compadre, mi fe os empeño,

que en balde el casco, trabaja

si el alma tiene otro dueño.

MENALCA ¿Es posible, ingrata fiera,

que una palabra siquiera

no me quiera responder?

GLICERIO Quizá lo debe de hacer

como es la ocasión primera.

Yo quiero llegarla a hablar.

Belarda, tu entendimiento

me obliga a no te cansar,

en dar palabras al viento,

que se las suele llevar.

Menalca es hombre perfeto,

es rico, es noble, es discreto,

y adora tu gentileza,

y con toda esta nobleza

será tu esclavo sujeto.

¿No respondes? Otro llegue

que sea más venturoso.

FELICIO Aunque el respeto me niegue,

yo llego más codicioso

de que la mano me entregue.

Hija, Menalca esta tarde,

como en tus amores arde,

mostrándome su tesoro,

me dijo: «Esta plata y oro,

para mi prenda se guarde;

que por su rara belleza,

valor y virtudes tantas,

discreción y gentileza,

sobre esta humilde riqueza

pondrá sus hermosas plantas.»

Dame esa mano, no huyas:

ata aquestas y las tuyas:

tu bello rostro levanta.

GLICERIO Llega tú, hija Amaranta:

quizá te dará las suyas.

AMARANTA Pues ¿cómo, hermana, tan brava

contra Menalca te muestras?

Dale aquesa mano, acaba;

que bien sabes que yo estaba

presente a ocasiones vuestras:

yo sé que bien le has querido.

MENALCA Ya me tiene aborrecido;

tú se lo ruegas en vano.

AMARANTA Menalca, dame esa mano:

pierde esta vez de atrevido.

MENALCA Vesla aquí. Más oye, mira,

que no la enojes.

AMARANTA Aguarda:

ya templa el fin de su ira.

Dame esa mano, Belarda.

MENALCA Ves que se enfada y retira.

¡Oh! ¡Mal haya el corazón

adonde tan sin razón

ha vivido tigre hircana!

ALCALDE 1.º Por Dios, que me viene gana

de dalla un gran mojicón.

¿Diz que no ha de responder?

ALCALDE 2.º Esta es la primer mujer

que he visto hogaño sin lengua.

¡Voto al sol que tengo a mengua

que andemos a su querer!

Cuando hable, hablará tanto,

que nos quiebre la cabeza.

Sale Jacinto.

JACINTO Ya llega el fin de mi llanto;

ya de mi humilde bajeza

hasta el cielo me levanto.

Hoy el amador de Abido

se me confiesa rendido,

pues ya voluntariamente

vengo a la muerte presente

sin ser de nadie oprimido.

Yo soy aquel Jacinto desdichado

que a Doristo maté con el veneno;

vengo del alto Júpiter forzado

adonde justamente me condeno.

Rendido estoy: alzad el brazo airado.

MENALCA ¡Oh fiero monstruo, de maldades lleno!

Prendelde luego.

BELARDA ¡Oh bien de mi deseo!

¡Oh, cuántos años ha que no te veo!

ALCALDE 1.º ¡Milagro! ¡Hola! ¿No veis que tiene lengua?

MENALCA Y brazos para dar a mi enemigo.

FELICIO Hijo, ¿qué es esto?

ALCALDE 2.º ¡Cómo! ¡Que se venga

a nuestra misma casa el enemigo!

MENALCA No permitáis, señor, que así le tenga.

Suelte los brazos; dalde su castigo.

ALCALDE 1.º Sed preso.

JACINTO Ya lo soy; morir deseo.

BELARDA ¡Oh cuántos años ha que no te veo!

MENALCA Basta, que toman como burla el caso.

GLICERIO ¿Por qué lloráis, Felicio, desa suerte?

FELICIO Lloro en ver que el traidor tan paso a paso

a la prisión se venga y a la muerte.

MENALCA Tanta es la rabia que de verte paso,

tanta es la pena que recibo en verte…

Fuera, Belarda…, que yo propio quiero

ser de aqueste traidor cuchillo fiero.

¿Qué le miráis atentos? Vaya luego

a la cárcel.

ALCALDE 1.º Merece su delito

que acabe el falso en encendido fuego,

pues él confiesa cuanto veis escrito.

AMARANTA Paso: no le llevéis. Oíd os ruego.

Hablalle quiero.

ALCALDE 1.º Hablalle te permito,

AMARANTA Dime, Jacinto, ¿has muerto a mi marido?

JACINTO Yo le maté.

FELICIO Del todo soy perdido.

Hijo, ¿por qué confiesas dese modo?

¿Estás loco por dicha?

JACINTO Amor, que excede

los límites de amor, me obliga a todo.

MENALCA Pues que confiesa, condenar se puede.

AMARANTA Oíd; que a perdonarle me acomodo,

como en lugar de mi marido quede;

que si él me le quitó, no está obligado

de darme más de lo que me ha quitado.

ALCALDE 1.º ¡Viva mil años! Ea, que esto es hecho.

Jacinto, dale aquesa mano tuya.

JACINTO Primero me verán pedazos hecho

que aquese casamiento se concluya.

Híncase de rodillas su padre.

FELICIO ¿Tienes, por dicha de diamante el pecho?

¿A qué furia Permites que atribuya

esa rusticidad? Dime, ¿estás loco?

¿Verme a tus pies estimas en tan poco?

Hazlo, hijo, por todo lo que debes

a aquesta sangre que te dio la vida.

JACINTO Padre, puesto que el pecho a llanto mueves,

el alma persevera endurecida.

No lo he de hacer.

FELICIO ¡Que a tal maldad te atreves!

Mátenle luego.

MENALCA Pague el homicida.

BELARDA ¡Ay! No le lleven, esperad primero:

rogaréselo yo, rogarle quiero.

Por todo lo que debes a mis ojos,

a quien tan tiernas lágrimas les cuestas,

te pido que te cases, pastor mío;

que menos mal lo pasará mi alma

viéndote vivo, aunque con otra vivas.

JACINTO ¡Oh, falsa! ¿Tal me ruegas? ¿Qué es aquesto?

Sólo un momento que de vida tengo,

¿hubo de darme al fin tal desengaño?

Debe de ser misterio de los dioses

que no pueda morir hombre ninguno

con engaño de que hay mujer constante.

¡A voces pido muerte, muerte pido!

¡Alto; de aquí me lleven!

Sale Coridón.

CORIDÓN ¡A buen tiempo!

¿Qué justicia es aquesta inadvertida?

Paso; no le llevéis, que el alto cielo

hoy mueve mi conciencia a que declare

la verdad deste caso.

MENALCA ¿Qué es aquesto?

(Aparte.)

CORIDÓN Amaranta, movida de su pena,

a Menalca y a mí nos ha pedido

que juremos que fue Doristo muerto

a manos de Jacinto con veneno,

pensando que con miedo de la muerte

la recibiera por su amada esposa.

Aquesta es la verdad; y aquí me mueve

el cielo justo, que justicia pide,

que no muera Jacinto.

ALCALDE 1.º ¡Extraño caso!

¿Enmudeces, Menalca? ¿No respondes?

FELICIO ¡Gracias te doy, oh Júpiter inmenso,

que descubriste la verdad del caso!

Pase Amaranta y los traidores pasen

por el castigo que a mi hijo daban.

GLICERIO Blanda la mano, buen Felicio; advierte

que fue de amor la culpa.

FELICIO ¿De amor dices?

Justicia pido al cielo y a la tierra.

ALCALDE 1.º No más: este negocio está encontrado,

y si pedís los unos y los otros,

habemos de gastar nuestras haciendas,

y más si de ciudad viene justicia.

Tomad mi parecer, señor Felicio,

y demos a Jacinto su Belarda,

y en pago de que son testigos falsos

casemos a Menalca y a Amaranta;

que a Coridón, porque esto se sosiegue,

yo le daré a mi hija con mi hacienda.

FELICIO Al senado le enfadan cumplimientos.

Ya nuestra historia declarada queda:

llévese cada cual su prenda amada,

que aquí se acaba la comedia nuestra,

a quien su autor, por el amor constante,

le dio por nombre El verdadero amante.

Partes: 1, 2
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