Cuentos de hadas de Jacob y Whilhelm Grimm (volumen II) (página 6)
Enviado por Ing.+ Licdo. Yunior Andrés Castillo Silverio
Ella voló a la cueva del zorro, se posó suavemente en la cabeza esquilada de la cabra, y la picó tan violentamente, que ella saltó gritando "Meh, meh," y corrió afuera por el mundo como loca, y a esta hora nadie sabe adonde se ha ido.
Enseñanza:
Gran bendición es cuando los hermanos se ayudan entre sí.
092-Historias Sobre Serpientes
Primera historia.
Había una vez una pequeña niña cuya madre le daba cada tarde un pequeño tazón de leche y pan, y la niña se sentaba en el jardín con el tazón. Sin embargo, cuando ella comenzaba a comer, una serpiente llegaba arrastrándose desde una grieta en la pared, bajaba su pequeña cabeza en el plato, y tomaba la leche con ella. La niña sentía placer con ello, y cuando se sentaba allí con su pequeño plato y la serpiente no venía inmediatamente, gritaba,
"Serpiente, serpiente, ven rápidamenteven aquí, tú, cosa diminuta,tendrás tus migas de pan,te refrescarás con la leche. "
Entonces la serpiente venía con prisa, y disfrutaba de su alimento. Además la serpiente mostraba gratitud, ya que le traía a la niña toda clase de cosas bonitas de sus tesoros escondidos, piedras brillantes, perlas, y juguetes de oro. La serpiente, sin embargo, sólo bebía la leche, y dejaba las migas de pan en paz. Entonces un día la niña tomó su pequeña cuchara y golpeó a la serpiente cariñosamente en su cabeza con ella, y le dijo,
-"Come las migas también, pequeñita."-
La madre, que estaba de pie en la cocina, oyó a la niña dirigirse a alguien, y cuando ella vio que golpeaba a una serpiente con su cuchara, salió corriendo con un tronco de madera, y mató a la pequeña buena criatura.
A partir de aquel momento, un cambio llegó sobre la niña. Mientras la serpiente había comido con ella, se había puesto alta y fuerte, pero ahora perdió sus mejillas bastante sonrosadas y se consumió. En poco tiempo el ave que presagia entierros comenzó a gritar por la noche, y el petirrojo a coleccionar pequeñas ramas para hacer una guirnalda de funeral, y poco después la niña ya estaba en su féretro.
Segunda Historia.
Una niña huérfana se sentó en las paredes de la ciudad a hilar, cuando vio a una serpiente salir de un agujero abajo en la pared. Rápidamente ella extendió al lado de ésta, uno de los pañuelos de seda azules por los que las serpientes tienen un gusto tan fuerte, y que son las únicas cosas sobre las que ellas se arrastrarían. Tan pronto como la serpiente lo vio, retrocedió, y luego volvió, trayendo consigo una pequeña corona de oro, la puso en el pañuelo, y luego se marchó otra vez.
La muchacha tomó la corona, brillaba mucho y era una artesanía muy fina de oro delicado. Al poco rato la serpiente volvió por segunda vez, pero cuando ya no vio la corona, subió sigilosamente a la pared, y en su pena golpeó su pequeña cabeza contra el muro mientras tuvo la fuerza para hacerlo, hasta que por fin cayó muerta. Si la muchacha hubiera dejado la corona donde estaba, la serpiente seguramente habría traído todavía más de sus tesoros del agujero.
Tercera Historia.Una serpiente grita,
-"Huhu, huhu."-
Un niño dice,
-"Sal."-
La serpiente sale, entonces el niño pregunta acerca de su pequeña hermana:
-"¿No has visto a la pequeña Medias Rojas?"-
La serpiente dice,
-"No, yo tampoco. Entonces me parezco a usted. Huhu, huhu, huhu."-
Enseñanza:
Cuando recibimos desilusiones debemos tener fortaleza para no caer en actuaciones que nos pueden causar daños mayores.
093-La Joven sin Manos
Un cierto molinero había caído poco a poco en la pobreza, y no tenía nada más, excepto su molino y un manzano grande, atrás en el patio.
Una vez, cuándo había entrado al bosque para traer madera, un anciano que nunca había visto antes se acercó hasta él, y le dijo,
-"¿Por qué te molestas cortando madera?, te haré rico, si me prometes darme lo qué está de pie detrás de tu molino."-
-"¿Qué puede ser sino sólo mi manzano?"- pensó el molinero, y dijo, -"Sí,"- y dio la promesa por escrito al forastero.
El anciano, sin embargo, se rió en tono burlón y dijo,
-"Cuando hayan pasado tres años, vendré y me llevaré lo que me pertenece,"- y se fue.
Cuándo el molinero llegó a casa, su esposa vino para encontrarlo y le dijo, -"Dime, ¿de donde viene esta riqueza repentina en nuestra casa? De repente cada caja y baúl estuvieron llenos de monedas y joyas; nadie las hizo llegar, y no sé como pasó."-
Él contestó,
-"Esto viene de un forastero que me encontró en el bosque, y me prometió el gran tesoro. A cambio, le he prometido lo que está de pie detrás del molino; podemos muy bien darle el manzano grande"-
-"¡Ay, marido!,"- dijo la esposa aterrorizada, -"¡ese debe haber sido el diablo! Él no quiso decir el manzano, sino nuestra hija, que estaba de pie detrás del molino limpiando el jardín."
La hija del molinero era una muchacha hermosa, piadosa, y sobrevivió los tres años en el amor a Dios y sin pecado. Cuando el tiempo se cumplió, y vino el día cuando el malvado debía llevarla, ella se lavó quedando bien limpia, e hizo un círculo alrededor de ella con tiza. El diablo apareció bien temprano, pero él no podía acercársele. Furiosamente, le dijo al molinero,
-"Aleja toda agua de ella, de modo que no pueda ser capaz de lavarse ella misma, porque de lo contrario entonces no tengo ningún poder sobre ella."-
El molinero tuvo miedo, y lo hizo así. A la mañana siguiente, el diablo vino otra vez, pero ella había llorado en sus manos, y estaban completamente limpias. Otra vez él no podía acercarse a ella, y furiosamente dijo al molinero,
-"Córtale sus manos, porque no puedo acercarme ella."-
El molinero quedó impresionado y contestó,
-"¿Cómo podría yo cortar las manos a mi propia hija?"-
Entonces el malvado lo amenazó y dijo,
-"Si tú no lo haces, tú serás mío y te llevaré."-
El padre se alarmó, y prometió obedecerle.
Entonces él fue donde muchacha y le dijo,
-"Hija mía, si no te corto las manos, el diablo me llevará, y como estaba aterrorizado, le he prometido hacerlo. Ayúdame en mi necesidad, y perdóname el daño que te hago."-
Ella contestó,
-"Querido padre, haz conmigo lo que necesites, yo soy tu hija."-
Con eso ella posó ambas sus manos, y le fueron cortadas. El diablo vino por tercera vez, pero ella había llorado tanto tiempo y tanto en los tocones, que después de todo ellos estaban completamente limpios. Entonces él tuvo que darse por vencido, y había perdido todo poder sobre ella.
El molinero le dijo entonces a su hija,
-"He recibido por medio de ti tan grandes riquezas, que cuidaré de ti lo más delicadamente mientras vivas."-
Pero ella contestó,
-"Aquí no puedo quedarme, iré afuera, y gente compadecida me dará tanto como requiera."-
Entonces ella hizo que sus brazos mutilados fueran ligados a su espalda, y a la salida del sol salió a su camino, y anduvo el día entero hasta que la noche se acercó.
Ella llegó a un jardín real, y con el brillar de la luna vio que los árboles estaban cubiertos de frutas hermosas creciendo en ellos, pero no podía entrar pues había mucha agua alrededor. Y como había andado el día entero y no había comido ni un bocado, y el hambre la atormentaba, pensó,
-"Ah, si yo estuviera adentro, podría comer de las frutas, o si no moriré de hambre!"-
Entonces ella se arrodilló, llamó a Dios el Señor, y rezó. Y de repente un ángel vino hacia ella, quien hizo una presa en el agua, de modo que el foso quedó seco y ella pudo atravezarlo.
Y así entró en el jardín y el ángel fue con ella. Ahí vio un árbol cubierto de peras hermosas, pero la cantidad de frutas habían sido contadas para el Rey. Entonces se acercó al árbol, y para saciar su hambre, comió con su boca una, pero no más. El jardinero miraba; pero como el ángel estaba presente, él tuvo miedo y pensó que la doncella era un espíritu, y se quedó en silencio, tampoco se atrevía a lanzar un grito, o hablarle al supuesto espíritu. Cuando ella terminó de comer la pera y se sintió satisfecha, se ocultó entre los arbustos.
El Rey a quien el jardín pertenecía, bajó a la mañana siguiente, y contó las frutas, y vio que faltaba una de las peras, y preguntó al jardinero qué había pasado, ya que la pera tampoco estaba bajo el árbol, y no se veía. Entonces contestó el jardinero,
-"Anoche, un espíritu entró, quién no tenía ninguna de las manos, y comió de una de las peras con su boca."-
El Rey preguntó,
-"¿Cómo pasó el espíritu sobre el agua, y a donde se fue después de que había comido la pera?"-
El jardinero contestó,
-"Alguien que venía con una ropa blanca como la nieve del cielo hizo una presa, y contuvo al agua, y el espíritu pudo pasar por el foso. Y como debe haber sido un ángel, tuve miedo, y no hice ninguna pregunta, y no lancé ni un grito. Cuando el espíritu había comido la pera, él se fue."-
El Rey dijo,
-"Si todo es como tu dices, yo vigilare contigo esta noche."-
Cuando se puso oscuro el Rey entró en el jardín y trajo a un sacerdote con él, que debía hablar al espíritu. Los tres se sentaron bajo el árbol y esperaron. A medianoche la doncella vino arrastrándose desde la espesura, fue al árbol, y otra vez comió una pera con su boca, y al lado de ella estaba el ángel en ropas blancas. Entonces el sacerdote les salió y dijo,
-"¿Vienes tú del cielo o de la tierra? ¿Eres un espíritu, o un ser humano?"-
Ella contestó,
-"No soy ningún espíritu, sino una mortal infeliz abandonada por todos excepto por Dios."-
El Rey dijo,
-"Si has sido abandonada por todo el mundo, yo no te abandonaré."-
Él la llevó consigo a su palacio real, y como ella era tan hermosa y buena, él la amó con todo su corazón y mandó a hacer manos de plata para ella, y la tomó como su esposa. Después de un año el Rey tuvo que partir, entonces le encomendó a su madre el cuidado de la joven Reina y dijo,
-"Si tiene que tomar cama, toma cuidado de ella, atiéndela bien, y cuéntame al respecto inmediatamente en una carta."-
Poco después ella dio a luz a un lindo niño. Entonces la vieja madre se dio prisa en escribirle y anunciarle las felices noticias. Pero el mensajero descansó en un arroyo por el camino, y como estaba tan cansado por la gran distancia, se durmió. Entonces vino el Diablo, que siempre procuraba herir a la Reina buena, y cambió la carta por otra, en el cual escribió que la Reina había traído un monstruo al mundo.
Cuando el Rey leyó la carta quedó impresionado y muy preocupado, pero él escribió en la respuesta que ellos debían tomar gran cuidado por la Reina y cuidarla bien hasta su llegada. El mensajero volvió con la carta, pero descansó en el mismo lugar y otra vez se durmió. Entonces vino el Diablo una vez más, y puso una carta diferente en su bolsillo, en el cual fue escrito que ellos debían matar a la Reina y su niño. La vieja madre fue terriblemente impresionada cuando recibió la carta, y no podía creerlo.
Ella contestó otra vez al Rey, pero no recibió ninguna otra respuesta, porque cada vez el Diablo substituyó una carta falsa, y en la última carta también fue escrito que ella debía conservar la lengua y ojos de la Reina como una señal de que había obedecido. Pero la vieja madre lloró de pensar que tal sangre inocente debía ser evitada, e hizo traer un cierva antes de la noche y recortó su lengua y ojos, y los guardó. Entonces dijo a la Reina,
-"No te puedo matar como el Rey manda, pero no debes quedarte aquí. Ve afuera por el amplio mundo con tu niño, y nunca vengas aquí otra vez."-
La pobre mujer ató a su niño en su espalda, y se marchó con sus ojos llenos de lágrimas. Ella entró a un gran bosque salvaje, y luego cayó de rodillas y rezó a Dios, y el ángel del Señor se le apareció y la condujo a una pequeña casa en la cual había un letrero con las palabras, "Aquí todos moran libres." Una doncella blanca como la nieve salió de la pequeña casa y dijo,
-"Bienvenida, Señora Reina " y la condujo a su interior.
Entonces allí le desataron al niño de su espalda, y lo sostuvieron en su pecho para que lo pudiera alimentar, y lo pusieron en una pequeña cuna maravillosamente hecha. Entonces dijo la pobre mujer,
-"¿Cómo supieron que yo era una reina?"-
La doncella blanca contestó,
-"Soy un ángel enviado por Dios, cuidaré de ti y del niño."-
La Reina se quedó siete años en la pequeña casa, y fue bien atendida, y por la gracia de Dios, debido a su piedad, sus manos que habían sido cortadas, crecieron una vez más.
Por fin el Rey regresó a casa y su primer deseo era ver a su esposa y el niño. Entonces su madre anciana comenzó a llorar y dijo,
-"¡Qué mal hombre fuiste!, ¿Por qué escribiste que yo debía eliminar aquellas dos vidas inocentes?"-
y ella le mostró las dos cartas que el Diablo había cambiado, y luego siguió diciendo,
-"Hice como me lo pediste,"- y ella le mostró la lengua y ojos.
Entonces el Rey comenzó a llorar por su pobre esposa y su pequeño hijo tanto más amargamente que su madre, que ella al fin tuvo compasión de él y dijo,
-"Queda en paz, esos son sólo naturaleza muerta; en secreto hice que una cierva fuera matada, y tomé esas muestras de ella; luego amarré al niño a la espalda de tu esposa y le pedí que saliera afuera al amplio mundo, y le hice prometer que nunca volviera aquí otra vez, porque tú estabas muy molesto por ella."-
Entonces dijo el Rey,
-"Iré tan lejos como lo que el cielo es azul, y no comeré, ni beberé hasta que yo haya encontrado otra vez a mi querida esposa y mi niño, si mientras tanto ellos no han sido matados, o muertos por el hambre."-
Así el Rey viajó sobre durante siete largos años, y la buscó en cada hendidura de las rocas y en cada cueva, pero no la encontraba, y pensó que ella había muerto por amor. Durante todo este tiempo él ni comía, ni bebía, pero Dios lo confortaba. Al fin él entró en un gran bosque, y encontró allí la pequeña casa cuyo letrero decía, "Aquí todos moran libres." Entonces salió al frente la doncella blanca, lo tomó de la mano, lo condujo adentro, y dijo,
-"Bienvenido, Señor Rey,"- y le preguntó de donde venía.
Él contestó,
-"Pronto voy a tener siete años de estar viajando en busca de mi esposa e hijo, pero no puedo encontrarlos."-
El ángel le ofreció comida y bebida, pero él no tomó nada, y sólo deseó descansar un poco. Entonces se acostó para dormir, y puso un pañuelo sobre su cara. El ángel entró en la cámara donde la Reina estaba sentada con su hijo, que ella por lo general lo llamaba "Doloroso", y le dijo,
-"Sal con tu hijo, tu marido ya ha llegado."
Entonces ella fue al lugar donde él estaba, y el pañuelo se cayó de su cara. Y dijo ella,
-"Doloroso, recoge el pañuelo de tu padre, y cubre su cara otra vez."-
El niño lo recogió, y lo puso sobre su cara otra vez. El Rey en su sueño oyó lo que pasaba, y le agradaba que el pañuelo cayera una vez más. Pero el niño se puso impaciente, y dijo,
-"Querida madre, ¿cómo puedo cubrir la cara de mi padre cuando no tengo a ningún padre en este mundo? He aprendido a decir la oración 'Padre Nuestro, qué estás en el Cielo,' tú me has dicho que mi padre estaba en el Cielo, y él era nuestro Dios bueno, y ¿cómo puedo reconocer a un hombre extraño como éste? Él no es mi padre."-
Cuando el Rey oyó aquello, despertó, y preguntó quiénes eran ellos. Entonces dijo ella,
-"Soy tu esposa, y él es tu hijo, Doloroso."-
Y él vio sus manos vivas, y dijo,
-"Mi esposa tenía manos de plata."-
Ella contestó,
-"Dios bueno ha hecho que mis manos naturales crezcan otra vez;"-
y el ángel entró al cuarto, y trajo las manos de plata, y se las mostró.
En ese momento él supo a ciencia cierta que sí era su querida esposa y su querido hijo, y él los besó, y se alegró, y dijo,
-"Una gran piedra pesada se ha ido completamene de mí corazón."-
Entonces el ángel de Dios les dio una comida junto con ella, y después ellos se fueron a la casa de la madre anciana del Rey. Hubo gran alegría en todas partes, y el Rey y la Reina y el hijo estuvieron juntos otra vez, y vivieron felizmente hasta su final.
Enseñanza:
Cuando se hace un convenio, debe de tenerse muy claro qué es lo que se da y qué es lo que se recibe, nunca actuar en base a suposiciones.
094-El Regalo de los Duendes
Un sastre y un orfebre viajaban juntos, y una tarde cuando el sol se había hundido detrás de las montañas, ellos oyeron el sonido de música distante, que se hizo cada vez más apreciable. Sonaba extraña, pero era tan agradable que ellos olvidaron todo su cansancio y se encaminaron rápidamente hacia ella. La luna se había levantado ya cuando alcanzaron una colina en la cual vieron una muchedumbre de pequeños hombres y mujeres, que estaban tomados de las manos, y giraban danzando con el mayor placer y felicidad.
Ellos cantaban de la manera más encantadora, y era la música que los viajeros habían oído. En medio de ellos se sentaba un anciano que era más alto que el resto. Él llevaba puesto un abrigo de diversos colores, y su barba de color hierro gris colgaba hasta abajo sobre su pecho. Los dos permanecieron de pie llenos de asombro, y miraron el baile. El anciano hizo un signo de que ellos deberían entrar, y la pequeña gente con mucho gusto abrió su círculo.
El orfebre, que tenía una joroba, y como todos los jorobados, era bastante valiente, e ingresó; el sastre en cambio se sintió un poco con miedo al principio, y se contuvo, pero cuando vio que todo transcurría alegremente, tomó coraje, y también ingresó. Inmediatamente el círculo se cerró otra vez, y la pequeña gente continuó cantando y bailando con los saltos más salvajes. El anciano, sin embargo, tomó un cuchillo grande, lo afiló, y cuando estuvo suficientemente afilado, lo colgó en su faja y miró alrededor hacia los forasteros.
Ellos se aterrorizaron, y no tuvieron mucho tiempo para la reflexión, ya que el anciano agarró al orfebre y con la mayor velocidad, le afeitó el pelo de su cabeza completamente, y luego la misma cosa pasó con el sastre. Pero su miedo los abandonó cuando, después de que había terminado su trabajo, el anciano los palmeó a ambos en el hombro de una manera amistosa, tanto como diciendo, ellos se han comportado muy bien para dejar que todo les sea hecho con mucho gusto, y sin cualquier duda.
Él señaló con su dedo a un montón de carbones que yacían a un lado, y les indicaba a los viajeros con sus gestos que debían de llenar sus bolsillos con ellos. Ambos obedecieron, aunque no supieran que uso tendrían los carbones. Luego continuaron su camino en busca de un refugio para pasar la noche. Cuando llegaron a un valle, el reloj del monasterio vecino sonó las doce, y el canto cesó. En un momento todos los pequeños habían desaparecido, y la colina quedó en la soledad con la luz de la luna.
Los dos viajeros encontraron una posada, y se cubrieron en sus camas de paja con sus abrigos, pero en su cansancio olvidaron sacar de sus bolsos los carbones antes de acostarse.
Un gran peso en sus cuerpos los despertó antes que de costumbre. Ellos tocaron en los bolsillos, y no podían creer a sus ojos cuando vieron que no estaban llenos de carbones, sino de oro puro; felizmente, también, el pelo de sus cabezas y barbas estaba allí otra vez tan grueso como antes.
Ellos eran ahora gente rica, pero el orfebre, que, de acuerdo con su disposición avara, había llenado más sus bolsillos, era el doble de rico que el sastre. Un hombre avaro, aun si tiene mucho, todavía desea tener más, entonces el orfebre propuso al sastre que esperaran otro día, y salir otra vez por la tarde a fin de obtener todavía mayores tesoros del anciano en la colina. El sastre se negó, y dijo,
-"Tengo bastante y estoy contento; ahora seré un maestro, y me casaré con mi novia (que el llamaba su amor), y seré un hombre feliz."-
Pero sin embargo se quedó otro día para complacerlo. Por la tarde el orfebre colgó un par de bolsos sobre sus hombros con los que él podría ser capaz de guardar mucho más, y tomó el camino a la colina. Allí encontró, como durante la noche anterior, a la pequeña gente en su canto y baile, y el anciano otra vez lo afeitó, y le hizo señas para que se llevase un poco de carbón con él.
Él no fue lento en cuanto a cargar tanto en sus bolsos como pudo, y volvió completamente encantado, y se cubrió con su abrigo.
-"Incluso si el oro pesara realmente muchísimo,"- dijo él, -"lo aguantaré de muy buena gana,"- y por fin él se durmió imaginando un dulce del despertar por la mañana como un hombre enormemente rico.
Cuando él abrió sus ojos, él se levantó con prisa para examinar sus bolsillos, pero qué decepcionado quedó cuando él no sacó nada de ellos excepto carbones negros, y sin importar cuan a menudo los revisara.
-"El oro que obtuve la noche anterior estará todavía allí para mí,"- pensó él, y fue y lo sacó, pero que sobresaltado se puso cuando él vio que igualmente se había convertido otra vez en carbón.
Él golpeó su frente con su mano negra polvorienta, y luego sintió que su cabeza entera era calva y lisa, así como también el lugar donde su barba debería haber estado. Pero sus desgracias no habían aún todavía terminado; ahora notó por primera vez que además de la joroba en su espalda, una segunda, tan grande, había crecido al frente en su pecho.
Entonces él reconoció el castigo por su avaricia, y comenzó a llorar en voz alta. El sastre bueno, que fue despertado por eso, y consoló al compañero infeliz tanto como él pudo, y le dijo,
-"Tú has sido mi camarada durante nuestro tiempo de viaje; seguirás conmigo y compartirás mi riqueza."-
Él sastre mantuvo su palabra, pero el pobre orfebre fue obligado a llevar las dos jorobas mientras él vivió, y a cubrir su cabeza calva con una gorra.
Enseñanza:
La ambición desmedida y la avaricia sólo llevan a una vida infeliz y amargada.
95-El Pájaro de Oro
Hace mucho tiempo había un rey, que tenía detrás de su palacio un hermoso jardín de placer en el cual había un árbol que daba manzanas de oro. Cuando las manzanas maduraron fueron contadas, pero a la mañana siguiente faltaba una. Esto fue informado al Rey, y él pidió que un guarda permaneciera cada noche bajo el árbol. El Rey tenía tres hijos, y tan pronto como la noche vino, envió al mayor al árbol del jardín; pero al ser la medianoche él no pudo impedir su sueño, y a la próxima mañana otra vez faltaba una manzana.
A la noche siguiente el segundo hijo tuvo que vigilar el árbol, pero no le fue mejor; tan pronto como dieron las doce ya estaba dormido, y por la mañana otra manzana faltaba. Luego le tocaba el turno al tercer hijo para vigilar; y aunque él estaba completamente listo, el Rey no le tenía mucha confianza, y pensó que él le sería de menos utilidad que sus hermanos; pero por fin le dejó ir. El joven se colocó bajo el árbol y se mantuvo despierto, y no dejó que el sueño lo dominara.
Cuando dieron las doce, algo crujió por el aire, y en la luz de la luna él vio a un ave venir y cuyas plumas brillaban todas como el oro. El ave se posó en el árbol, y acababa de arrancar una manzana cuando el joven le lanzó una flecha. El ave se fue volando, pero la flecha había golpeado su plumaje, y una de sus plumas de oro cayó. El joven la recogió, y a la mañana siguiente fue donde el Rey y le dijo lo que había visto por la noche. El Rey llamó a su consejo, y cada uno declaró que una pluma como esa valía más que el reino entero.
-"Si la pluma es tan preciosa,"- declaró el Rey, -"una sola no bastará para mí; ¡debo tener y tendré al ave entera!"-
El hijo mayor salió; y confiando en su inteligencia, pensó que él encontraría fácilmente al Ave de Oro. Cuando ya había recorrido alguna distancia vio a un zorro sentado sobre un tronco, entonces él alistó su arma y apuntó a él. El zorro gritó,
-"¡No me lances la flecha! y a cambio te daré un buen consejo. Andas en busca del Ave de Oro; y esta tarde llegarás a un pueblo en el cual hay dos posadas, una enfrente de la otra. Uno de ellas está iluminada alegremente, y todo se ve feliz dentro de ella, pero no entres ahí; mejor ve a la otra, aunque parezca una fea posada."-
-"¿Cómo puede una bestia tan tonta dar un consejo sabio?"- pensó el hijo del Rey, y disparó la flecha. Pero no le acertó al zorro, el cual estiró su cola y corrió rápidamente dentro del bosque.
Entonces siguió su camino, y antes de la tarde llegó al pueblo donde estaban las dos posadas; en una cantaban y bailaban; la otro tenía una apariencia pobre, miserable.
-"Yo debería ser un tonto, en efecto,"- pensó él, -"si yo entrara en la posada lamentable, y dejara la buena."-
Entonces entró en la alegre, pasó allí en fiesta y tertulia, y olvidó al ave y a su padre, y todos los buenos consejos. Cuando algún tiempo había pasado, y el hijo mayor durante mes tras mes no regresó a casa, el segundo hijo salió, dispuesto a encontrar al Ave de Oro.
El zorro lo encontró como había encontrado al mayor, y le dio el buen consejo, al cual no le tomó atención. Él llegó a las dos posadas, y su hermano estaba de pie en la ventana, de la cual venía la música, y le llamó. Él no podía resistir, e ingresó, y vivió sólo para el placer. Otra vez algún tiempo pasó, y luego el hijo más joven del Rey quiso salir y probar su suerte, pero su padre no lo permitía.
-"Es inútil,"- se dijo a sí mismo el Rey, -"no encontrará al Ave de Oro, tendrá menos suerte que sus hermanos, y si una desgracia le aconteciera, él no sabe como ayudarse; sólo tiene una buena intención, en el mejor de los casos."-
Pero por fin, como no tenía ninguna paz frenándolo, le dejó ir.
Otra vez el zorro estaba sentado en el tronco, y pidió le respetara su vida, y ofreció su buen consejo. El joven era bondadoso, y dijo,
-"Tranquilo zorrito, no te haré daño."-
-"Usted no se arrepentirá de ello,"- contestó el zorro; -"y además podrá avanzar más rápidamente, siéntese en mi cola."-
Y no más se había sentado cuando el zorro comenzó a correr, y avanzando sobre troncos y piedras su pelo silbaba en el viento. Cuando ellos llegaron al pueblo el joven se bajó; él siguió el buen consejo, y sin mirar alrededor entró a la pequeña posada, donde pasó la noche serenamente.
A la mañana siguiente, tan pronto como él salió al terreno abierto, allí encontró sentado al zorro, quien dijo,
-"Le diré lo que usted tiene que hacer en adelante. Continúe completamente derecho, y por fin llegará a un castillo delante del cual está un regimiento entero de soldados, pero no se preocupe por ellos, ya que todos ellos estarán dormidos y roncando. Pase por en medio de ellos directamente al castillo, y pase por todos los cuartos, hasta que por fin llegará a una cámara donde una Ave de Oro cuelga en una jaula de madera. Cerca de él hay una jaula de oro vacía para presentación, pero cuídese de no sacar al ave de la jaula común y ponerla en la fina, o si no todo le saldrá mal."-
Con estas palabras el zorro otra vez estiró su cola, y el hijo del Rey se sentó sobre ella, y avanzando sobre troncos y piedras su pelo silbaba en el viento.
Cuando llegaron al castillo él encontró todo como el zorro se lo había dicho. El hijo del Rey entró en la cámara donde el Ave de Oro estaba encerrada en una jaula de madera, mientras otra jaula de oro estaba ahí cerca; y las tres manzanas de oro estaban en el cuarto. Pero, pensó él,
-"Sería absurdo si yo me llevara al ave hermosa en la jaula común y fea,"-
Entonces abrió la puerta de la jaula sencilla, saco al ave, y la puso en la jaula de oro.
Pero al mismo momento el ave dio un grito chillón. Los soldados despertaron, entraron, y lo llevaron a la prisión. A la mañana siguiente fue llevado ante una corte de justicia, y como él lo admitió todo, fue condenado a muerte. El Rey, sin embargo, dijo que él le concedería su vida con una condición, a saber, que él le trajera el Caballo de Oro que corre más rápido que el viento; y en este caso él debería recibir, además, como una recompensa, al Ave de Oro. El hijo del Rey salió, pero suspiró y estaba triste, porque ¿cómo podría él encontrar al Caballo de Oro? Pero de repente vio a su viejo amigo el zorro sentado en el camino.
-"Mire usted,"- dijo el zorro, -"esto ha pasado porque no me prestó atención. Sin embargo, mantenga su buen coraje. Le daré mi ayuda, y le diré como llegar al Caballo de Oro. Usted debe ir derecho, y llegará a un castillo, donde en un establo se encuentra el caballo. Los guardias estarán frente al establo; pero estarán dormidos y roncando, y usted podrá conducir silenciosamente al Caballo de Oro. Pero de una cosa debe tener cuidado; póngale la silla común de madera y cuero, y no la de oro, que cuelga cerca de él, porque si no todo irá mal con usted."-
Entonces el zorro estiró su cola, el hijo del Rey se sentó sobre ella, y avanzando sobre troncos y piedras su pelo silbaba en el viento.
Todo se presentaba como el zorro había dicho; el príncipe llegó al establo en el cual el Caballo de Oro estaba de pie, pero cuando iba a ponerle la silla común, pensó,
-"Sería una vergüenza para una bestia tan hermosa, que no le coloque la silla buena que le pertenece por derecho."-
Pero apenas la silla de oro tocó al caballo, éste comenzó a relinchar con gran ruido. Los guardias despertaron, agarraron al joven, y lo lanzaron en la prisión. A la mañana siguiente él fue condenado por el tribunal a muerte; pero el Rey prometió concederle su vida, y el Caballo de Oro también, si él pudiera traer a la hermosa princesa que está en el Castillo de Oro.
Con un corazón apesumbrado el joven salió; pero por suerte para él, pronto encontró al zorro fiel.
-"Yo debería abandonarlo a su mala suerte,"- dijo el zorro, -"pero me compadezco de usted, y le ayudaré una vez más con su problema. Este camino le lleva directamente al Castillo de Oro, usted lo alcanzará al atardecer; y por la noche cuando todo está tranquilo, la hermosa princesa va a la casa de baño para bañarse. Cuando ella entre allí, suba rápido hacia ella y dele un beso, entonces ella le seguirá, y podrá llevársela con usted; sólo no permita que ella se despida de sus padres primero, o todo irá el mal con usted."
Entonces el zorro otra vez estiró su cola, y el hijo del Rey se sentó sobre ella, y avanzando sobre troncos y piedras su pelo silbaba en el viento.
Cuando llegaron al Castillo de Oro todo era como el zorro había dicho. Él esperó hasta la medianoche, y cuando todos estaban en sueño profundo, la hermosa princesa se dirigió a la casa de baño. Entonces él saltó y le dio un beso. Ella dijo que le gustaría ir con él, pero le pidió lastimosamente, y con lágrimas, permitirle primero despedirse de sus padres. Al principio él resistió su ruego, pero como ella lloró cada vez más, y se arrodilló a sus pies, él por fin accedió.
Pero apenas había la doncella alcanzado el lado de la cama de su padre, cuando él y todo el resto en el castillo despertaron, y el joven fue detenido y puesto en la prisión. A la mañana siguiente el Rey le dijo,
-"Su vida está perdida, y sólo podrá encontrar piedad si quita la colina que está de pie delante de mis ventanas, y que me impide ver más allá; y debe de terminar todo esto dentro de ocho días. Si usted hace eso tendrá además a mi hija como su recompensa."-
El hijo del Rey comenzó, y excavó y movió con pala sin acabar, pero cuando después de siete días vio lo poco que había hecho, y que todo su trabajo no era bueno en nada, cayó en una gran pena y perdió toda esperanza.
Pero durante la tarde de ese séptimo día el zorro apareció y dijo,
-"Usted no merece que yo debiera tomar cualquier problema suyo; pero sólo márchese y acuéstese a dormir, y yo haré el trabajo por usted."-
A la mañana siguiente, cuando él despertó y miró hacia afuera por la ventana, la colina se había ido. El joven corrió, lleno de alegría, a donde el Rey, y le dijo que la tarea fue realizada, y si le gustó eso o no, el Rey tuvo que cumplir con su palabra y darle a su hija. Así los dos salieron adelante juntos, y a los pocos momentos el zorro fiel se unió a ellos.
-"Ciertamente usted ha conseguido lo que es mejor,"- dijo el zorro, -"pero el Caballo de Oro también pertenece a la doncella del Castillo de Oro."-
-"¿Y cómo lo conseguiré?"- preguntó el joven."-
-"Haga como le diré,"- contestó el zorro; -"primero lleve a la hermosa doncella al Rey que lo envió al Castillo de Oro. Allí será inaudita la alegría; ellos le darán de buena gana el Caballo de Oro, y se lo traerán. Móntelo cuanto antes, y con su mano diga a todos adiós; y de último dele la mano a la hermosa doncella. Y tan pronto como usted ha tomado su mano súbala en el caballo, y galope lejos, y nadie será capaz de alcanzarlo, ya que el caballo corre más rápido que el viento."-
Todo fue realizado con éxito, y el hijo del Rey se llevó a la princesa hermosa en el Caballo de Oro. El zorro no lo abandonó, y dijo al joven,
-"Ahora le ayudaré a conseguir al Ave de Oro. Cuando usted llegue cerca del castillo donde el Ave de Oro debe de encontrarse, deje a la doncella bajar, y yo la tomaré a mi cuidado. Entonces pasee con el Caballo de Oro en el jardín del castillo; habrá gran alegría por el especáculo, y entonces sacarán al Ave de Oro para usted. Tan pronto como usted tenga la jaula, galope de regreso hacia nosotros, y se lleva a la doncella otra vez."-
Cuando el plan ya había tenido éxito, y el hijo del Rey estaba a punto de montar a caballo y regresar a casa con sus tesoros, el zorro dijo,
-"Ahora usted me recompensará por mi ayuda."-
-"¿Qué puedo hacer por usted?"- preguntó el joven.
-"Cuando usted entre al bosque, me mata con la flecha, y corta mi cabeza y pies."
-"Eso sería una gratitud inadecuada,"- dijo el hijo del Rey. -"No puedo hacer eso por usted."-
El zorro dijo,
-"Si usted no lo hace, deberé abandonarle, pero antes de que yo me marche le daré una porción de un buen consejo. Tenga cuidado sobre dos cosas. No compre ninguna carne de horca, y no se siente en el borde de ninguno pozo."-
Y luego el zorro entró corriendo en el bosque. El joven pensó,
-"Es una maravillosa bestia, tiene caprichos extraños; ¿quién va a comprar carne de horcas? y el deseo de sentarme en el borde de un pozo es algo que nunca he tenido aún."-
Él montó en el caballo con la hermosa doncella, y su camino lo llevó otra vez por el pueblo en el cual sus dos hermanos habían permanecido. Había un gran movimiento y ruido, y, cuando preguntó por lo que sucedía, le dijeron que dos hombres iban a ser ahorcados. Cuando él llegó más cerca del lugar, vio que los condenados eran sus hermanos, quienes habían estado haciendo toda clase de malas trampas, y habían malgastado toda su riqueza. Él preguntó si ellos no podrían ser puestos en libertad.
-"Si usted paga por ellos,"- contestó la gente; -"¿pero por qué debería gastar su dinero en malos hombres, y dejarlos libres?"-
Él no lo pensó dos veces, y pagó por ellos, y cuando fueron puestos en libertad siguieron su camino juntos. Y llegaron al bosque donde el zorro los había encontrado primero, y como estaba fresco y agradable dentro de él, los dos hermanos dijeron,
-"Déjanos descansar un poco cerca del pozo, y comer y beber."-
Él estuvo de acuerdo, y mientras ellos hablaban él se olvidó, y se sentó sobre el borde del pozo sin pensar en cualquier mal. Pero los dos hermanos lo lanzaron hacia atrás en el pozo, tomaron a la doncella, el Caballo, y el Ave, y se fueron a casa de su padre.
-"Aquí le traemos no sólo el Ave de Oro,"- dijeron ellos; -"hemos conseguido al Caballo de Oro también, y a la doncella del Castillo de Oro."-
Entonces fue allí gran alegría; pero el Caballo no comía, el Ave no cantaba, y la doncella se sentaba a llorar. Pero el hermano más joven no estaba muerto. Por fortuna el pozo estaba seco, y había caído sobre el musgo suave sin hacerse daño, pero no podía salir otra vez. Incluso en este percance el zorro fiel no lo abandonó: vino y bajó hasta él, y lo reprendió por haber olvidado su consejo.
-"Sin embargo no puedo dejarlo así,"- dijo; -"le ayudaré otra vez a ver la luz del día."-
Le pidió que agarrara su cola y se mantuviera firme en ella; y luego lo subió.
-"Usted no está fuera de todo peligro aún,"- dijo el zorro -"sus hermanos no estaban seguros de su muerte, y han rodeado al bosque de observadores, que deben matarle si usted se deja ser visto."
Pero un hombre pobre estaba sentado sobre el camino, con quien el joven se cambió de ropas, y de esta manera él se enrumbó hacia el palacio del Rey. Nadie lo conocía, pero el Ave comenzó a cantar, el Caballo comenzó a comer, y la hermosa doncella dejó de llorar. El Rey, sorprendido, preguntó,
-"¿Qué significa todo esto?"-
Entonces la doncella dijo,
-"¡No lo sé, pero he estado tan triste y ahora soy tan feliz! Siento como si mi novio verdadero ha venido."-
Ella le dijo todo lo que había pasado, aunque los otros hermanos la habían amenazado con la muerte si ella decía algo.
El Rey mandó que toda la gente que estaba en su castillo llegase ante él; y entre ellos vino el joven con su ropa desigual; pero la doncella lo conoció inmediatamente y lo abrazó sobre su cuello. Los malos hermanos fueron capturados y expulsados del reino, y él siguió casado con la hermosa doncella y fue declarado heredero del Rey. ¿Pero que sucedió con el pobre zorro? Mucho tiempo después el hijo del Rey andaba otra vez en el bosque, cuando el zorro lo encontró y le dijo,
-"Usted tiene ahora todo lo que puede desear, pero yo nunca tengo un final a mi miseria, y aún usted está en poder de liberarme,"-
Y otra vez él le pidió con lágrimas matarlo con la flecha y cortar su cabeza y pies. Entonces él lo hizo, y apenas fue hecho cuando el zorro fue cambiado en un hombre, y era además el hermano de la princesa hermosa, que por fin fue liberado del encanto mágico que había sido puesto sobre él. Y ahora de nada más necesitaron para su felicidad mientras ellos vivieron.
Enseñanza:
A pesar de que a veces cometamos algunas equivocaciones, la perseverancia es un excelente camino al éxito.
096-El Gigante y el Sastre
Cierto sastre que era grande en jactancia, pero pequeño en el hacer, se le metió en su cabeza ir por el mundo por un tiempo, y conocer su alrededor. Tan pronto como pudo hacerlo, dejó su taller, y tomó su camino, sobre colinas y valles, a veces aquí, a veces allá, pero siempre adelante sin cesar. Una vez él vio en la distancia azul una colina escarpada, y detrás de ella una torre que casi alcanzaba a las nubes, la cual se elevaba sobre un salvaje bosque oscuro.
-"¡Rayos y truenos!,"- gritó el sastre, -"¿qué será eso?"-
Y como fue fuertemente tentado por la curiosidad, se dirigió vigorosamente hacia allá. Pero lo que hizo al sastre abrir sus ojos y boca cuando ya estuvo al frente, fue ver que la torre tenía piernas, y con un sólo paso subía sobre la colina escarpada, y estaba ahora de pie ante él todo un gigante poderoso.
-"¿Qué quieres aquí, tú, diminuta pierna de mosca?"- gritó el gigante, con una voz como si estuviera tronando en todo lado. El sastre dijo temerosamente,
-"Sólo quiero mirar alrededor y ver si puedo obtener un poco de alimento para mí, en este bosque."-
-"Si eso es lo que buscas,"- dijo el gigante, -"serás mi sirviente y compartirás un lugar conmigo."-
-"Sí puede ser, ¿por qué no? ¿Qué pago recibiré?"- dijo el sastre.
El gigante respondió,
-"Te diré lo que recibirás. Cada año tendrás trescientos sesenta y cinco días, y cuando sea año bisiesto, recibirás uno más como premio. ¿Te satisface?"-
-"Está bien,"- contestó el sastre, y pensó para sí mismo,
-"Un hombre debe cortar su abrigo según su tela; trataré de escaparme tan rápido como pueda."-
En eso el gigante le dijo,
-"Vaya, pequeño pilluelo, y tráigame un jarro de agua."-
-"¿Y por qué no mejor traigo todo el pozo inmediatamente, y la fuente también?"
preguntó el jactancioso, y fue con la jarra al agua.
-"¿Qué? ¡El pozo y la fuente también!,"- gruñó el gigante en su propia barba, ya que él era más bien payaso y estúpido, y comenzó a tener miedo y se dijo,
-"Aquel bellaco no es un tonto, tiene a un mago en su cuerpo. Ponte en guardia, viejo Hans, ese no es ningún hombre que te pueda ser en verdad útil."-
Cuando el sastre había traído el agua, el gigante le pidió entrar en el bosque, y cortar un par de bloques de madera y traerlos de vuelta.
-"¿Y por qué no el bosque entero, de una vez, con un solo golpe?. Todo el bosque, joven y viejo, con todo lo que está allí, tanto áspero como liso."- preguntó el pequeño sastre, y salió a cortar la madera.
-"¿Qué? ¡Todo el bosque, joven y viejo, con todo que está allí, tanto áspero como liso, y el pozo y su fuente también!,"- gruñó el gigante crédulo en su propia barba, y todavía se puso más aterrorizado.
-"El bellaco puede hacer mucho más que hornear manzanas, y tiene a un mago en su cuerpo. ¡Mantente en guardia, viejo Hans, este no es ningún hombre que te pueda servir!"-
Cuando el sastre había traído la madera, el gigante mandó que le lanzara una flecha a dos o tres jabalís para la cena.
-"¿Por qué no mejor mil jabalís con una flecha, y traerlos a todos aquí?"- preguntó el ostentoso sastre.
-"¿Qué?"- gritó el tímido gigante con gran terror; y se dijo a si mismo, -"Hans, quédate solo esta noche, y acuéstate para descansar."-
El gigante estaba tan terriblemente alarmado que no pudo cerrar un solo ojo en toda la noche por pensar en cual sería el mejor modo de deshacerse de este criado hechicero maldito. El tiempo trae respuestas. A la mañana siguiente el gigante y el sastre fueron a un pantano, rodeado por varios sauces.
Entonces dijo el gigante,
-"Escúchame sastre, siéntate en una de las ramas de sauce, y yo observaré si eres bastante grande como para inclinarla."-
De repente el sastre se sentó en una rama, retuvo su aliento, y se hizo tan pesado que la rama se inclinó. Sin embargo, cuando se sintió obligado a renovar su aire y tuvo que soltar el aliento, se alivianó tanto que la rama rebotó lanzándolo tan alto en el aire que nunca más fue visto otra vez, y eso fue de gran placer para el gigante. Si el sastre no ha caído a tierra aún, debe de estarse cirniendo en el aire ahora. Quizás lo viste pasar y pensaste que era una ave.
Enseñanza:
El fanfarrón puede que a veces logre impresionar a alguien, pero al final sólo mostrará su vacío.
097-El Lobo y el Hombre
Una vez hace algún tiempo, el zorro comentaba al lobo sobre la fuerza del hombre; cómo ningún animal podía resistirlo, y como todos fueron obligados a emplear la astucia a fin de protegerse de él. Entonces el lobo contestó,
-"Si yo tuviera al menos la posibilidad de ver a un hombre por una vez, yo predominaría sobre él sin duda."-
-"Puedo ayudarte a encontrarlo,"- dijo el zorro -"Ven temprano mañana por la mañana, y te mostraré a uno."-
El lobo se presentó a tiempo, y el zorro lo llevó al camino por el cual los cazadores pasaban diariamente. Primero vino un viejo soldado fuera de servicio.
-"¿Es ese un hombre?"- preguntó el lobo.
-"No"-, contestó el zorro, -"Lo fue."-
Después pasó un muchachito que iba a la escuela.
-"¿Es ese un hombre?"-
-"No, dentro de un tiempo lo será."-
Al fin vino un cazador con su arma de dos cañones en su espalda, y un cuchillo al costado. Dijo el zorro al lobo,
-"Mira, allí viene un hombre, para dominarlo, tú debes de atacarlo, y yo me meteré a mi agujero."
El lobo entonces se precipitó contra el hombre. Cuando el cazador lo vio le dijo,
-"Tienes suerte de que no había cargado una bala,"- pero ahora cargó, apuntó, y disparó el tiro en su cara.
El lobo retorció su cara, pero no se amedrentó, y lo atacó otra vez, y el cazador le dio el segundo tiro. El lobo ingirió su dolor, y otra vez se precipitó sobre el cazador, pero él sacó su brillante cuchillo, y le dio unos cortes a derecha e izquierda, de modo que, sangrando en todas partes, corrió aullando a donde el zorro.
-"¿Bien, hermano lobo,"- dijo el zorro, -"cómo te fue con el hombre?"-
-"¡Ay!"- contestó el lobo, -"¡nunca imaginé que la fuerza de hombre era cual es! Primero, tomó un palo de su hombro, y sopló con él, y luego algo voló en mi cara que me cosquilleó terriblemente; entonces sopló una vez más en el palo, y eso voló en mi nariz como relámpago y granizo; y cuando yo estuve completamente cerca, él sacó de su costado una costilla blanca, y me golpeó tan duro con eso que quedé casi muerto."-
– "¡Ve qué atrevido fuiste!"- dijo el zorro. -"¡Tiraste tu hacha tan lejos, que ahora ya no podrás intentarlo otra vez!"-
Enseñanza:
Nunca se debe pensar que lo desconocido es siempre inferior a uno. Es mejor suponer lo contrario y actuar con precaución.
098-Juan Fiel
Había una vez un viejo rey que estaba enfermo, y pensó paara sí,
-"Estoy yaciendo en lo que debe de ser mi lecho de muerte."-
Entonces ordenó,
-"Que venga aquí Juan Fiel."-
Juan Fiel era su criado favorito, y era llamado así, porque durante toda su vida había estado fielmente dedicado al servicio del Rey. Cuando él estuvo al lado de la cama, el Rey le dijo,
-"Mi muy fiel Juan, siento mi final acercándose, y no tengo ninguna ansiedad excepto por mi hijo. Él está todavía en la edad joven, y no siempre puede saber dirigirse. Si tú me prometes enseñarle todo que él debería saber, y ser su padre adoptivo, yo puedo cerrar mis ojos en paz."
Juan Fiel entonces contestó,
-"No lo abandonaré, y le serviré con fidelidad, aun si eso me costara la vida."-
Entonces, el viejo Rey dijo,
-"Ahora muero en comodidad y en paz."- Y añadió, -"Después de mi muerte, muéstrale el castillo entero: todas las cámaras, los pasillos, y las bóvedas, y todos los tesoros que están allí, pero la última cámara en la galería larga, en la cual está el cuadro de la princesa de la Vivienda de Oro, no se lo muestres. Si él ve el cuadro, él quedará violentamente enamorado de ella, y caerá en un desmayo, y pasará por grandes peligros por ella, por lo tanto debes apartarlo de eso."-
Y cuando Juan Fiel había dado una vez más su promesa al viejo Rey, el Rey no habló más, puso su cabeza en su almohada, y murió.
Cuando el viejo Rey había sido llevado a su tumba, Juan Fiel contó al joven Rey todo lo que él había prometido a su padre en su lecho de muerte, y dijo,
-"Todo eso sin duda lo haré, y seré fiel a ti como he sido fiel a él, aun si eso debiera costarme mi vida."-
Cuando el luto hubo terminado, Juan Fiel le dijo,
-"Ahora es el momento en que debes ver tu herencia. Te mostraré el palacio."-
Entonces lo llevó a todas partes, de arriba abajo, dejándole ver toda la riqueza, y los apartamentos magníficos. Sólo hubo un cuarto que no abrió, en el que colgaba el cuadro peligroso. El cuadro, sin embargo, estaba colocado de manera que cuando la puerta fuera abierta se viera directamente hacia él, y fue tan admirablemente pintado que parecía respirar y vivir, y no había nada más encantador o más hermoso en el mundo entero. El joven Rey, sin embargo, claramente comentó que Juan Fiel siempre pasaba por alto esa puerta, y dijo,
-"¿Por qué nunca me abres esta puerta?"-
-"Hay algo detrás de ella,"- contestó él, -"que te aterrorizaría."-
Pero el Rey contestó,
-"He visto todo el palacio, y sabré lo que está en este cuarto también,"-
y él fue y trató de abrir forzando la puerta por la fuerza.
Juan Entonces Fiel lo contuvo y dijo,
-"Prometí a tu padre antes de su muerte que tú no debes ver lo que está en esta cámara, eso podría traer la mayor desgracia para ti y para mí."-
-"Ah, no,"- contestó el joven Rey, -"si no entro, eso sí será ciertamente mi destrucción. Yo no tendré ningún descanso de día o de noche hasta que no lo haya visto con mis propios ojos. No dejaré el lugar ahora hasta tanto no abras la puerta."-
Juan Fiel vio que no había ninguna salida para aquella decisión ahora, y con un corazón triste y muchos suspiros, buscó la llave dentro del gran manojo. Cuándo él hubo abierto la puerta, entró de primero, y pensó que estando de pie antes de él, podría esconder el retrato de modo que el Rey no pudiera verlo, pero ¿serviría eso?
El Rey entró de pie en puntillas para hacerse más alto y ver sobre su hombro. Y al ver el retrato de la doncella, que era tan magnífica y brillaba con oro y gemas, cayó desmayado a tierra. Juan Fiel lo tomó, lo llevó a su cama, y dolorosamente pensó,
-"La desgracia ya ha llegado a nosotros, ¿Señor Dios, cuál será el final de todo esto?"-
Entonces él lo confortó con vino, hasta que volviera en sí otra vez. Las primeras palabras que el Rey dijo eran,
-"Ah, el hermoso retrato! ¿de quién es?"-
-"Es la princesa de la Vivienda de Oro,"- contestó Juan Fiel.
Entonces el Rey siguió,
-"Mi amor por ella es tan grande, que si todas las hojas en todos los árboles hablaran, ellas no podrían declararlo. Daré mi vida para ganarla. Tú eres mi gran Juan Fiel, debes de ayudarme."-
El fiel criado meditó dentro de sí mismo durante mucho tiempo sobre como empezar con el asunto, pues era difícil de obtener hasta una vista de la princesa. Al fin él pensó en un medio, y dijo al Rey,
-"Todo lo que ella tiene sobre sí y su alrededor es de oro, mesas, sillas, platos, gafas, bolos, y mobiliario de casa. Escúchame ahora, joven Rey, entre tus tesoros hay cinco toneladas de oro; asigna a los orfebres del Reino que lo trabajen confeccionando toda forma de buques y utensilios, todas las clases de aves, bestias salvajes y animales extraños, tales que puedan complacerla, e iremos allá con ellos e intentaremos nuestra suerte."
El Rey ordenó que todos los orfebres le fueran traídos, y ellos tuvieron que trabajar noche y día hasta que por fin las cosas más espléndidas estuvieron listas. Cuando todo fue guardado a bordo un barco, Juan Fiel se puso el vestido de un comerciante, y el Rey fue obligado a hacer lo mismo a fin de hacerse completamente irreconocible. Entonces salieron en barco a través del mar, y viajaron hasta que llegaron a la ciudad en donde moraba la princesa de la Vivienda de Oro. Juan Fiel pidió al Rey que se quedara en el barco, y lo esperara.
-"Quizás pueda traer a la princesa conmigo,"- dijo él, "por lo tanto ve que todo esté presentable; ten a la vista los buques de oro y todo el barco entero decorado."-
Entonces Juan Fiel recogió en su delantal toda clase de cosas de oro, y fue a tierra directamente al palacio real. Cuando él entró en el patio del palacio, una muchacha hermosa estaba de pie allí por el pozo con dos cubos de oro en su mano, sacando el agua con ellos. Y cuando ella se preparaba para llevarse el agua efervescente, vio al forastero, y le preguntó quién era él. Entonces contestó,
-"Soy un comerciante,"- y abrió su delantal, y dejó que mirara. Ella gritó,
-"¡Ah, qué cosas hermosas de oro!" y dejó sus baldes para mirar los artículos de oro uno tras otro. Entonces dijo la muchacha,
-"La princesa debe de ver todo esto, ella tiene tal gran placer en cosas de oro, que comprará todo lo que usted trae."
Ella lo tomó de la mano y lo condujo arriba, ya que era la criada de compañía. Cuando la hija del Rey vio los artículos, quedó completamente encantada y dijo,
-"Están tan maravillosamente trabajados, que le compraré todo."-
Pero Juan Fiel dijo,
-"Sólo soy el criado de un comerciante rico. Las cosas que tengo aquí no se comparan con aquellos que mi patrón tiene en su barco. Ellas son las cosas más hermosas y valiosas que han sido hechas alguna vez con el oro."-
Ella quiso hacerle traer todo allí, pero él dijo,
-"Hay tantos de ellos que tomaría muchísimos días bajarlos, y se requeriría que tantos cuartos los expusieran, que su palacio no bastaría."-
Entonces su curiosidad y deseo estuvieron todavía más excitados, hasta que por fin ella dijo,
-"Condúzcame al barco, iré allí yo misma, y contemplaré los tesoros de su patrón."
Con eso Juan Fiel quedó completamente encantado, y la condujo al barco, y cuando el Rey la vio, se dio cuenta de que su belleza era aún mayor que la representada en la pintura, y pensaba solamente que su corazón se reventaba en dos. Entonces ella subió al barco, y el Rey la condujo adentro. Juan Fiel, sin embargo, permaneció con el piloto, y ordenó que el barco fuera echado a la mar, diciendo,
-"Pongan toda la vela, para que esto vuele como una ave en el aire."-
Adentro, sin embargo, el Rey le mostraba los buques de oro, de uno en uno, también las bestias salvajes y los animales extraños. Muchas horas pasaron mientras ella veía todo, y en su complacencia no observó que el barco iba cada vez más lejos.
Después de que había mirado el último, agradeció al comerciante y deseó irse a casa, pero cuando salió al lado del barco, vio que estaba en alta mar, lejos de la tierra, y avanzando rápidamente con todo la vela extendida.
-"¡Ay"-, gritó alarmada, -"¡he sido engañada! ¡Estoy raptada y he caído en el poder de un comerciante, prefiero la muerte!"-
El Rey, sin embargo, agarró su mano, y le dijo, –
-"Tranquila, no soy un comerciante. Soy un rey, y de ningún origen menor que el tuyo, y si te he traído lejos con sutileza, ha sido debido a mi gran amor que se excede por ti. La primera vez que observé tu retrato, me caí desmayado a la tierra."-
Cuando la princesa de la Vivienda de Oro oyó aquello, quedó consolada, y su corazón se inclinó hacia él, de modo que ella con mucho gusto consintió en ser su esposa.
Sucedió sin embargo, que mientras ellos iban en el barco hacia adelante sobre el mar profundo, Juan Fiel, que se sentaba en la parte delantera del buque tocando música, vio a tres cuervos en el aire, que vinieron volando hacia ellos. Entonces él dejó de tocar y escuchó lo que ellos se decían el uno al otro, y que Juan entendía muy bien. Uno gritaba,
-"Oh, ahí él lleva a casa a la princesa de la Vivienda de Oro."-
-"Sí,"- contestó el segundo, -"pero no la ha conseguido aún."-
Y dijo el tercero,
-"Sí la ha conseguido, ella se sienta a su lado en el barco."-
Entonces el primero comenzó otra vez, y gritó,
-"¿Y que es lo que le espera a él? Cuando lleguen a tierra un caballo castaño saltará avanzando para encontrarlo, y el príncipe querrá montarlo, pero si él hace eso, el caballo se escapará y se elevará en el aire con él, y él nunca más verá a su doncella."-
Preguntó el segundo,
-"¿Y no habrá alguna alternativa?"
Respondió el primero,
-"Ah, sí, si alguien más sube al caballo rápidamente de primero, y saca la pistola que debe estar en su pistolera, y mata al caballo a tiros, el joven Rey será salvado. ¿Pero quién sabrá esto? Y quienquiera lo sepa realmente, y se lo dice, será transformado en piedra del dedo del pie a la rodilla."-
Entonces dijo el segundo,
-"Sé más que eso; aún si el caballo es matado, el joven Rey todavía no tendrá a su novia. Cuando ellos entren al castillo juntos, una ropa nupcial finamente trabajada estará allí en un plato para él, y con apariencia como si fuera tejido de oro y plata; sin embargo es solamente azufre y brea, y si él se lo pusiera, le quemaría hasta el mismo hueso y tuétano."-
Dijo el tercero,
-"¿Y eso tendrá alternativa?"-
-"Ah, sí,"- contestó el segundo, -"si alguien con guantes agarra la ropa y la lanza en el fuego y la quema, el joven Rey será salvado."-
-"¿Pero qué más traería esto?"- preguntó el tercero.
El segundo respondió,
-"Quienquiera lo sepa y se lo dice, la mitad de su cuerpo se hará la piedra de la rodilla al corazón. "-
Entonces dijo el tercero,
-"Sé todavía más; aun si la ropa nupcial se quemara, el joven Rey todavía no tendría a su novia. Después de la boda, cuando el baile comience y la reina joven baila, de repente ella girará pálida y caerá como muerta, y si alguien no la levanta y chupa tres gotas de sangre de su pecho derecho y las escupe otra vez, ella morirá. Pero si alguen que lo supiera lo declara, él se haría de piedra de la corona de su cabeza a la planta de su pie."-
Cuando los cuervos habían hablado de todo esto juntos, volaron, y Juan Fiel había entendido bien todo, pero a partir de aquel momento en adelante él se puso tranquilo y triste, ya que si él ocultara lo que él ahora sabía, sería desafortunado para el Rey, y si él se lo hiciera saber, él mismo debe sacrificar su vida. Al fin, él se dijo,
-"Salvaré a mi Rey, aun si eso fuera para mi propia destrucción."
Cuando por fin llegaron a la costa, todo sucedió como lo habían pronosticado los cuervos, y un caballo castaño magnífico llegó saltando.
-"¡Qué bien!"-, dijo el Rey, -"él me llevará a mi palacio,"-
Y estuvo a punto de montarlo cuando Juan Fiel se puso ante él, lo montó rápidamente, sacó de la pistolera la pistola, y pegó un tiro al caballo. Entonces los otros asistentes del Rey, que después de todo no eran muy apegados a Juan Fiel, gritaron,
-"¡Qué vergonzoso matar a ese animal hermoso, que debía haber llevado al Rey a su palacio.!"-
Pero el Rey dijo,
-"¡Manténgase en paz y déjenlo, él es mi gran Juan Fiel, que sabe cuál es el bien de eso!"-
Ellos entraron en el palacio, y en el pasillo había un plato, en el que había ropa nupcial que parecía no otra cosa como si fuera hecha de oro y plata. El joven Rey fue hacia ella y estuvo a punto de cogerla, pero Juan Fiel lo apartó, agarró con guantes la ropa, la llevó rápidamente al fuego y la quemó. Los otros asistentes otra vez comenzaron a murmurar, y dijeron,
-"Contemple, ahora él quema hasta la ropa nupcial del Rey!"-
Pero el joven Rey dijo,
-"Quién podrá saber lo bueno que él puede haber hecho, déjenlo en paz, él es mi gran Juan Fiel."-
Y ahora la boda fue solemnizada: el baile comenzó, y la novia también participó; Juan Fiel estaba vigilante y examinaba su cara, y de repente ella giró pálida y cayó a tierra, como si estuviera muerta. Entonces Juan corrió de prisa, la levantó y la llevó a una recámara, y la posó, y se arrodilló y sorbió tres gotas de sangre de su pecho derecho, y los escupió. Inmediatamente ella respiró otra vez y se recuperó, pero el joven Rey había visto esto, y al ser ignorante del por qué Juan Fiel lo había hecho, estaba enojado y gritó,
-"¡Lánzelo en un calabozo!"-
A la mañana siguiente Juan Fiel fue condenado, y conducido a la horca, y cuando él estuvo de pie en alto, y estuvo a punto de ser ejecutado, dijo,
-"A cada quién que tiene que morir le es permitido antes de su final hacer un último discurso; ¿puedo yo también reclamar ese derecho?-
-"Sí,"- contestó el Rey, -"te es concedido."-
Juan Fiel entonces dijo,
-"Yo soy injustamente condenado, y siempre he sido fiel y sincero contigo,"-
Y relató cómo él había oído la conversación de los cuervos cuando estaban en el mar, y como había sido obligado a hacer todas estas cosas a fin de salvar a su Rey. Entonces gritó el Rey,
-"Oh, mi gran Juan Fiel, el más fiel. Perdonado, perdonado, bájenlo."-
Pero cuando Juan Fiel dijo la última palabra había quedado sin vida hecho todo una piedra. Con eso el Rey y la Reina sufrieron de gran angustia, y el Rey dijo,
-"¡Oh, qué mal he correspondido a su gran fidelidad!"- y pidió que la figura de piedra fuera llevada y colocada en su dormitorio al lado de su cama.
Y tan a menudo como él lo miraba, lloraba y decía,
-"Oh, si yo pudiera traerte a la vida otra vez, mi gran Juan Fiel."-
Pasó el tiempo y la Reina dio a luz a gemelos, que crecieron vigorosos y sanos y eran su gran placer. Una vez cuando la Reina estaba en la iglesia y los dos niños sentados jugando al lado de su padre, éste, lleno de pena otra vez miró la figura de piedra, suspiró y dijo,
-"Ah, si yo pudiera traerte a la vida otra vez, mi gran Juan Fiel."-
Entonces la piedra comenzó a hablar y dijo,
"Tú puedes llevarme a la vida otra vez si sacrificas para ese objetivo algo de lo más querido para ti."-
Entonces respondió el Rey,
-"Daré todo que tengo en el mundo por ti."-
La piedra siguió diciendo,
-"Si decretas que cuando faltes, tus hijos no heredarán el reino, sino que lo darás al más humilde de tus ciudadanos, al firmarlo y sellarlo, seré restaurado a la vida."
El Rey se acongojó cuando oyó que él mismo debía desheredar a sus niños más queridos, pero también pensó en la gran fidelidad de Juan Fiel, y cómo se había hecho piedra por él, sacó el sello real y la pluma, y de su propia mano redactó y firmó el decreto. Enseguida Juan Fiel estuvo vivo de pie una vez más ante él, seguro y sano como antes. Y le dijo al Rey,
-"Tu valor será recompensado,"-
y tomó el sello real y la pluma, y los lanzó a las llamas del hogar, y el papel donde estaba el decreto se hizo vapor y se desvaneció.
Entonces el Rey se llenó de alegría, y cuando vio venir a la Reina escondió a Juan Fiel y a los dos niños en un gran armario. Cuándo ella entró, él le dijo,
-"¿Rezaste en la iglesia?"-
-"Sí,"- contestó ella, -"pero yo estaba pensando constantemente en Juan Fiel y la desgracia que le ha acontecido por nosotros."-
Entonces dijo él, –
-"Querida esposa, podemos darle su vida otra vez, pero esto nos costará la herencia para nuestros dos pequeños hijos, que debemos sacrificar."
La Reina se sorprendió, y su corazón estaba lleno de interrogantes, pero dijo,
-"Se lo debemos, por su gran fidelidad."-
Entonces el Rey se alegró de que ella pensara como él había pensado, y fue y abrió el armario, y trajo al frente a Juan Fiel y los niños, y dijo,
-"Dios sea elogiado, a Él nos entregamos, y tenemos a nuestros pequeños hijos con su herencia otra vez también,"-
Y le contó cómo había ocurrido todo. Entonces ellos moraron juntos en mucha felicidad hasta su final.
Ser fiel para con quien se trabaja es gran honestidad y condición indispensable para el éxito.
099-Los Seis Sirvientes
En tiempos pasados vivía una Reina anciana que era muy malvada, y su hija era la doncella más hermosa bajo el sol. La anciana, sin embargo, no tenía ningún otro pensamiento que como llevar a la humanidad a la destrucción, y cuando un pretendiente aparecía, ella decía que quienquiera deseara tener a su hija, debe realizar primero una tarea que ella asigne, y si falla, trabajar como su esclavo por el resto de su vida.
Muchos habían sido deslumbrados por la belleza de la hija, y realmente se habían arriesgado, pero nunca pudieron llevar a cabo lo que la anciana los impuso para hacer, y ella no tuvo ninguna piedad para nadie; tuvieron que quedar para siempre al servicio de la anciana como esclavos. El hijo de un cierto Rey que también había oído de la belleza de la doncella, dijo a su padre,
-"Déjame a mí ir allá, quiero pedirla en matrimonio."-
-"Nunca,"- contestó el Rey; -"Si llegaras a ir, eso sería tu esclavitud."-
Por ello el hijo cayó en cama y estaba gravemente enfermo, y durante siete años estuvo así, y ningún médico podía curarlo. Cuando el padre percibió que no había ninguna esperanza, con un corazón muy triste le dijo,
-"Bien, ve allá, e intenta tu suerte, ya que no sé de ningún otro remedio para tu mal."-
Cuando el hijo oyó aquello, se levantó de su cama y sintiéndose bien otra vez, con júbilo salió a su camino. Y sucedió que cuando guiaba a su caballo a través de un brezal, vio desde lejos algo como un gran montón de heno sobre la tierra, y cuando estuvo más cerca, pudo ver que era el estómago de un hombre, que se había acostado allí, pero su estómago parecía una pequeña montaña. Cuando el hombre grande y gordo vio al viajero, se levantó y dijo,
-"Si usted necesita algún ayudante, tómeme en su servicio."-
El príncipe contestó,
-"¿Y qué podría hacer con un hombre tan grande como tú?"-
-"Ah,"- dijo él -"eso no es nada, cuando me estiro bien, soy tres mil veces más gordo."-
-"Si ese es el caso,"- dijo el príncipe, -"puedo hacer uso de ti, ven conmigo."-
Entonces el hombre grande siguió al príncipe, y al ratito ellos encontraron a otro hombre que yacía en tierra con su oído puesto sobre el césped.
-"¿Qué estás haciendo?"- preguntó el hijo del Rey.
-"Escucho,"- contestó el hombre.
-"¿Y qué estás escuchando tan atentamente?"-
-"Escucho todo lo que sucede en el mundo, ya que nada evita mis oídos; hasta oigo el crecimiento de hierba."-
-"Díme,"- dijo el príncipe, -"¿qué oyes en la corte de la vieja Reina que tiene a la hermosa hija?"-
Entonces él contestó,
-"Oigo zumbar el látigo que golpea la espalda de un pretendiente."-
El hijo del Rey dijo,
-"Puedes servirme, ven conmigo."-
Y siguieron adelante. Luego vieron yaciendo un par de pies y parte de un par de piernas, pero no podían ver el resto del cuerpo. Cuando habían andado una gran distancia, llegaron al tronco del cuerpo, y por fin a la cabeza también.
-"¡Caray!", dijo el príncipe, -"¡qué tipo tan alto eres!"-
-"Ah,"- contestó el hombre alto, -"no es nada en absoluto aún; cuando realmente estiro mis miembros, soy tres mil veces más alto, y más alto que la montaña más alta en la tierra. Entraré de buena gana en su servicio, si usted me acepta."-
-"Ven conmigo,"- dijo el príncipe, -"puedes servirme bien."-
Y continuaron adelante y encontraron luego a un hombre sentado en el camino quién tenía cubiertos sus ojos. El príncipe le preguntó,
-"¿Tiene ojos débiles que no puedes mirar la luz?"-
-"No,"- contestó al hombre, ."pero no debo quitarme la venda, pues lo que miro con mis ojos, se rompe en pedazos, ya que mi vista es demasiado poderosa. Si usted puede usar eso, me alegraré de servirle."-
-"Ven conmigo,"- contestó el hijo del Rey, -"podré hacer uso de ti."
Ellos siguieron adelante y encontraron a un hombre que yacía en la caliente luz del sol, temblando y temblando de frío por todas partes de su cuerpo, sin un miembro que se estuviera quieto.
-"¿Cómo puedes temblar cuando el sol brilla tan caliente?"- dijo el hijo del Rey.
– "Alack"-, contestó el hombre, -"soy de una naturaleza completamente diferente. Entre más calor haya, más frío estoy yo, y el hielo penetra por todos mis huesos; y entre más frío haya, más caliente me pongo. En medio del frío, no puedo soportar mi calor, y en medio del calor, no puedo soportar mi frío."-
-"Realmente eres un compañero extraño,"- dijo el príncipe, -"pero si quieres entrar en mi servicio, sígueme."
Y siguieron adelante, y encontraron a un hombre de pie quién estiraba un largo cuello y miraba alrededor de él, y podría ver sobre todas las montañas.
-"¿Qué estás mirando con tanto interés?"- preguntó el hijo del Rey.
El hombre contestó,
-"Tengo ojos tan agudos que puedo ver dentro de cada bosque y campo, y colina y valle, por todo el mundo."-
El príncipe dijo,
-"Ven conmigo si es tu voluntad, ya que también puedo necesitar a alguien así."-
Y ahora el hijo del Rey y sus seis criados llegaron a la ciudad donde la Reina anciana moraba. Él no le contó quien era él, pero dijo,
-"Si usted me da a su hija hermosa, realizaré cualquier tarea usted me ponga."-
La bruja estuvo encantada de atrapar a tan galán joven como este en su red, y dijo,
-"Te pondré tres tareas, y si eres capaz de realizar todas ellas, tú serás el marido y el patrón de mi hija."-
-"¿Cuál es la primera?"-
-"Debes traerme mi anillo que se me cayó en el Mar Rojo."-
Entonces el hijo del Rey se fue a casa, se reunió con sus criados y dijo,
-"La primera tarea no es fácil. Un anillo debe ser sacado del Mar Rojo. Vengan, encuentren algún modo de hacerlo."-
Entonces el hombre con la vista aguda dijo,
-"Veré donde está,"- y miró hacia abajo en el agua y dijo, -"Está pegado allí, en una piedra puntiaguda."-
El hombre alto los llevó allá, y dijo,
-"Yo lo sacaría pronto, si sólo pudiera verlo."-
-"¡Ah!, ¿es eso todo?"- gritó el hombre grande.
Y se acostó y puso su boca en el agua, hacia donde todas las olas se dirigieron, justo como si aquello fuera un remolino, y él terminó de beber el mar entero de modo que quedó tan seco como un prado. El hombre alto se inclinó un poco, y sacó el anillo con su mano. Entonces el hijo del Rey se alegró cuando ya tenía el anillo, y lo llevó a la vieja Reina. Ella quedó sorprendida, y dijo,
-"Sí, éste es el anillo correcto. Has realizado sin peligro la primera tarea, pero ahora viene la segunda. ¿Ves el prado delante de mi palacio? Trescientos bueyes gordos se alimentan allí, y deberás comerlos todos completos, carne, piel, pelo, huesos, cuernos y todo, y luego, abajo en mi sótano hay trescientos barriles de vino, y debes de beberlos todos también. Y si un pelo de los bueyes, o una pequeña gota del vino es dejada, quedarás esclavizado inmediatamente".-
-"¿Puedo invitar a alguien a esta comida?"- preguntó el príncipe, -"ninguna comida está bien sin alguna compañía."-
La anciana se rió con malevolencia, y contestó,
-"Puedes tener un invitado por compañerismo, pero no más."-
El hijo del Rey fue a donde sus criados y dijo al hombre grande,
-"Tu serás mi invitado hoy, y comerás intensamente."-
En ese momento el hombre grande se estiró y comió a los trescientos bueyes sin dejar un solo pelo, y luego preguntó si solamente iba a tener eso de desayuno. Él entonces bebió el vino directamente de los barriles sin sentir cualquier necesidad de un vaso, y lamió la última gota de sus uñas. Cuando la comida estuvo terminada, el príncipe fue donde la anciana, y le dijo que la segunda tarea también ya fue realizada.
Ella se extrañó de eso y dijo,
-"Nadie ha hecho nunca tanto antes, pero todavía queda una tarea,"-
Y ella pensó para sí,
-"¡No te me escaparás, y no te quedarás sin ser mi esclavo!"-
Y entonces le dijo al príncipe,
-"Esta noche,"- dijo ella, -"traeré a mi hija a tu cámara, y pondrás tus brazos alrededor de ella, pero cuando se sienten juntos, evita el dormirse. Cuando den las doce, vendré, y si ella no está entonces en tus brazos, estás perdido."-
El príncipe pensó,
-"La tarea es fácil, definitivamente mantendré mis ojos abiertos."
Sin embargo él llamó a sus criados, les dijo lo que la anciana había dicho, y comentó,
-"Quién sabe qué traición estará al acecho detrás de eso. La previsión es una cosa buena de mantener en cuenta, y tener cuidado de que la doncella no vaya a salir de mi cuarto otra vez."-
Cuando la noche cayó, la anciana vino con su hija, y la dejó en los brazos del príncipe. Entonces el hombre alto rodeó a los dos en un círculo, y el hombre grande se colocó en la puerta, de modo que ninguna criatura viva pudiera entrar.
Allí estuvieron los dos sentados, y la doncella no dijo nunca una palabra, pero la luna brillaba por la ventana en su cara, y el príncipe podría contemplar su belleza maravillosa. Realmente él miraba fijamente solamente a ella, y se sintió lleno de amor y felicidad, y sus ojos nunca se sintieron cansados. Así duró hasta las once, cuando la anciana dijo unas palabras mágicas sobre todos ellos para dormirlos, y en ese mismísimo momento la doncella fue sacada.
Entonces todos ellos durmieron profundamente hasta las doce menos cuarto, cuando la magia perdió su poder, y todos despertaron de nuevo.
-"¡Ah, miseria y desgracia!"- gritó el príncipe, -"¡ahora estoy perdido!"-
Los fieles criados también comenzaron a lamentarse, pero el hombre oyente dijo,
-"Silencio, quiero escuchar."-
Entonces él escuchó durante un instante y dijo,
-"Ella está en una roca, a trescientas leguas de aquí, lamentando su destino. Solo tú, hombre alto, puedes ayudarla; si te levantas bien alto, estarás allí en un par de pasos."-
-"Sí,"- contestó el hombre alto, -"pero el de los ojos poderosos debe ir conmigo, así podremos destruir la roca."-
Entonces el hombre alto montó al de los ojos vendados en su espalda, y en un parpadear de ojos estaban en la roca encantada. El hombre alto inmediatamente quitó la venda de los ojos del otro, y él no hizo más que mirar alrededor, y la roca estalló en mil pedazos.
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