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Identidad y globalización en el marco de la Iglesia Pentecostal latinoamericana

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En el ámbito de la sociedad de mercado, las subculturas son definidas como enemigas del bienestar común y ajenas al progreso. En tanto que para estas existe una exclusión previa que no los permite incorporarse al sistema capitalista. Es decir, más que una diferencia de opiniones que pudiese ser subsanada por medio del diálogo consensual, existe carencia de este último, lo mismo que se manifiesta en el hecho de que, previo a cualquier esfuerzo consensual esta el prejuicio y la exclusión.

De todos modos este sistema de prejuicios que fundamenta y fortalece la relación cultura-subcultura no es nuevo, "representa un gran papel en lo puramente social: no hay propiamente ninguna forma de sociedad que no se base más o menos en los prejuicios, mediante los cuales admite a unos determinados tipos humanos y excluye a otros".

Por este motivo, las contraculturas se constituyen en subsistemas que por medio de la reacción buscan acomodarse al sistema capitalista. Son, ethos históricos que nos ayudan a hacer "vivible lo invivible" tomando en cuenta que

La realidad capitalista es un hecho histórico inevitable, del que no es posible escapar y que por tanto debe ser integrado en la construcción espontánea del mundo de la vida; que debe ser convertido en una segunda naturaleza por el ethos que asegura la "armonía" indispensable de la existencia cotidiana.

El surgimiento y desarrollo del pentecostalismo

En este ámbito de exclusiones nace y se desarrolla una esfera del ámbito religioso evangélico mundial: El pentecostalismo. De este, haremos un breve recuento, en aquello que se relaciona con el tema que hemos planteado para este ensayo.

Su surgimiento se da en Azuza Street, en los suburbios de la ciudad de Los Ángeles a principios del siglo XX. El trasfondo de este movimiento se relaciona con la religiosidad popular afro americana, fundamentalmente con las iglesias bautistas del sur. Los sectores acomodados de las iglesias evangélicas norteamericanas habían replegado a un segundo plano los elementos propios de la religiosidad popular en sus cultos dominicales, por lo cual, algunos sectores de la población norteamericana empezaron a buscar nuevas formas de religiosidad que se acoplaran con sus expectativas espirituales. Este anhelo de renovación de los sectores pobres, frente a los cultos "fríos" y "ritualistas" de la iglesia oficial fue denominado "movimiento de santidad".

En el año de 1900, el pastor afro americano William Seymour empieza en la calle Azuza una serie de reuniones en las cuales se incluyen, gente de la más diversa extracción étnica (blancos –irlandeses y norteamericanos- latinos, negros, coreanos, etc.) con el fin de desarrollar precisamente estos cultos de "revival" (avivamiento). Desde aquí debido al impacto que producen la reuniones en los asistentes, empieza una expansión del movimiento a nivel mundial.

La expansión del movimiento, al igual que en su sede en Los Ángeles, se da, casi exclusivamente entre los sectores pobres de la población. Latinoamérica es el sector donde más aceleradamente se extiende este movimiento. Si bien en un principio, no se da un crecimiento acelerado, a inicios de la década de los 60 empieza el crecimiento exponencial del mismo, hasta convertirse a finales del siglo XX –en sólo un siglo de historia– en la tercera fuerza, en número, del cristianismo.

El pentecostalismo y las subculturas.

El pentecostalismo se inserta entre los sectores excluidos que buscan adaptarse al capitalismo por medio de la afirmación de su propia identidad. Esto se hace evidente, en primer lugar por el estrato social al que pertenecen. Se trata de las capas pobres, por lo general localizadas en los barrios suburbanos de las grandes ciudades latinoamericanas. En segundo lugar el momento en que el crecimiento se hace más fuerte y sostenido es a partir de la década de los 60, época en la que otros movimientos sociales empiezan a levantarse y que está marcada por los disturbios relacionados con mayo del 68.

De igual manera, autores como Cartaxo Rolim que buscan desprestigiar al pentecostalismo, señalan una relación entre el crecimiento de los movimientos pentecostales y el decrecimiento de los sindicatos en Brasil y viceversa, siendo esto, al parecer de estos autores nocivo para el futuro de América Latina. El dato que este autor nos proporciona, sin embargo, nos avisa de la importancia que cobra el pentecostalismo como movimiento de protesta contra la paulatina globalización. Las personas que rechazan a los sindicatos y a las comunidades eclesiales de base -muy relacionadas con la tendencia comunista de la iglesia católica- lo hacen porque no se sienten identificados con sus propuestas.

Los primeros niegan la fe y espiritualidad que ellos profesan y los segundos reducen la fe al ámbito social. El pentecostalismo, surge como un medio de apropiación de los símbolos salvíficos de su fe que por siglos estuvo en manos de una cúpula clerical. En este sentido, la subcultura pentecostal tiene como elemento simbólico que contraponer a la globalización su espiritualidad y su religiosidad popular -enraizada en el catolicismo- reconfigurada por el tamiz de lo pentecostal.

Un tercer elemento que evidencia su identidad contracultural es su manifiesta presencia política. Si bien muchos prejuicios han hecho suponer la falta de participación política, esto no es del todo cierto para todos los pentecostales y todos los países. Ha habido participación de pastores y líderes de iglesias pentecostales en países como Chile, Honduras, Brasil, etc. Más allá de la posible carencia de proyectos políticos claramente definibles, se observa el anhelo de dejar escuchar su voz y la de su fe en los puestos de mando de sus países.

El modo en que estos líderes se postulan para una determinada elección –por "revelación divina", por "llamado especial", etc.- evidencia precisamente que ésta esta cimentada sobre la base de su religiosidad popular.

En definitiva, hallamos notorio el hecho de que los movimientos pentecostales, se desarrollan como una subcultura con un ethos propio que busca acoplarse al proceso de globalización por medio de la afirmación constante de su identidad.

Respuesta del sistema capitalista: Surgimiento del neopentecostalismo

Luis Britto-García dice respecto de la respuesta del sistema capitalista que el juego que realiza contra las subculturas es el del falseamiento.

…la exclusión y el marginamiento sociales dan lugar a la creación de símbolos de identidad y de protesta […] la sociedad marginante advierte el proceso y asume para sí el papel de creadora, o de modificadora y universalizadora de estos símbolos, a fin de invertir su significado y anularlos; y […], así, el sector marginado se encuentra, a fin de cuentas, tan desprovisto de identidad y de fuerzas para modificar su situación como al principio. Podemos hablar entonces de un ciclo exclusión-creación-universalización-falsificación-exclusión, que se dio durante el auge de las subculturas, y que se convertirá en la forma regular en que la colectividad industrial alienada trata a sus grupos disidentes, y reduce sus rebeliones a subculturas de consumo.

Mientras que, por su parte, Jean Braudillard nos dirá que "no se trata ya de imitación ni de reiteración, incluso ni de parodia, sino de una suplantación de lo real por los signos de lo real, es decir, de una operación de disuasión de todo proceso real por su doble operativo…"

Así, tanto en el planteamiento de Braudillard como en el de Britto-García, tenemos una suplantación que busca mermar la capacidad de referencialidad del símbolo en cuestión. La sociedad de consumo mira aquello que es objeto de identidad y de singularidad y por medio de la reproducción en masa, lo desvincula de su función identitaria, arrojándolo al sistema de circulación de bienes.

Así por ejemplo el uso de blue-jeans, narra Britto-García, propio de cierto sector social encargado del trabajo en fábricas, se expande en determinada etapa de la historia, y aquello que tenía como característica primordial ser un símbolo del trabajo del proletariado, paulatinamente es asumido por la aristocracia que lo convierte en símbolo de la holgazanería y la dependencia de los productores de medios de consumo. Los blue-jeans, dejan de ser fuertes, dejan de ser prácticos y se convierten en estéticamente correctos.

En el caso de las iglesias pentecostales, el simulacro llegó por el lado de las denominadas iglesias neopentecostales. Estas surgen en la década de los 80 gracias al empresario pentecostal Demos Shakarian, quien molesto con los líderes de su iglesia por no permitirle un puesto en el liderazgo de la misma, decide poner su propia iglesia. Contrata su propio pastor y grupo de alabanza e inicia los servicios dominicales invitando a creyentes de toda Norteamérica de posición económica elevada.

Las iglesias neopentecostales asumen el elemento propio de la religiosidad popular, lo estetizan y lo vuelven medio de consumo. Ya no son iglesias dirigidas por personas que surgen de la misma congregación, son pastores que por lo general cuentan con estudios en Teología y Administración de Empresas. Ya no es el cántico espontáneo que surgía del fervor del pueblo, sino grandes elaboraciones melódicas preparadas por profesionales contratados para el desarrollo de "las labores de la adoración".

De igual modo se ha dejado de lado la comunión propia de las comunidades pequeñas y se ha pasado a entender conciente o inconscientemente a la iglesia como un medio de consumo. Entro, me siento cristiano por unos 45 min., pago y me voy.

Así pues el pentecostalismo ha ingresado en el ciclo que menciona Britto-García. Lo pentecostal, como apropiación de la religiosidad popular ha sido suplantado por la estetización de la religiosidad popular en manos de las élites.

Conclusión.

El pentecostalismo es un claro ejemplo de cómo los grupos excluidos buscan organizarse y definir su sistema simbólico definidor de su identidad. Cómo esta búsqueda de identidad, no se aparta –ni puede hacerlo- de la lógica del capital en la que esta inserto, sino que la asume y por medio de su ethos histórico la hace más vivible.

Finalmente hemos podido comprobar cómo el sistema-mundo se encarga de invertir el significado del símbolo contestatario asumido por sus detractores, haciendo este un medio más de consumo.

Bibliografía

Arendt, Hannah. ¿Qué es la política? Versión electrónica.

Braudillard, Jean. Cultura y Simulacro. Versión electrónica.

Britto-García, Luis. Cultura, Subcultura y contracultura. Caracas: Editorial Nueva sociedad. 1996

Echeverría, Bolívar. La modernidad de lo barroco. México: Ediciones ERA. 2000.

Scavino, Dardo. La filosofía actual: Pensar sin certezas. Buenos Aires: Paidós. 2000.

Wallerstein, Immanuel. El futuro de la civilización capitalista. Ed. Icaria. (s/f)

 

Pablo Morales

Licenciado en Teología

Cursando estudios de sociología.

Trabajo realizado en marzo del 2005.

Presentado para una clase de Teorías Sociológicas en la escuela de Sociología de la Universidad Central del Ecuador.

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