Lo único que se opone a la perfección es la realidad.
I. Históricos:
Por antecedentes históricos nos referimos a las primeras manifestaciones de la Terapia de la imperfección. La primera vez que se expuso el alcance antropológico y psicoterapéutico de una visión del hombre desde el concepto del límite fue en un ciclo de cuatro charlas dirigidas a un grupo de participantes en el III Encuentro Nacional de Espiritualidad, un evento de gran magnitud organizado en el mes de agosto de 1991 en Nocera Umbra, en el centro de Italia. Las charlas, bajo el tema "la imperfección y la alegría de vivir", versaron sobre la relación entre espiritualidad e imperfección. La cuestión era: ¿tenemos que ser perfectos para alcanzar una calidad espiritual? La respuesta era negativa. El hombre no está hecho para ajustarse al ideal de la perfección. En esa ocasión, la perfección venía calificada como una virtud no sólo innecesaria, sino enemiga del ser y, en lo específico, para un cristiano, enemiga del Reino.
Para entonces llevaba 25 años viviendo en Roma y un año antes, en agosto de 1990, había concluido, después de once años, mi encargo como Embajador de Nicaragua ante la Santa Sede. El fin de mis actividades diplomáticas me permitió volver a ocuparme de mis intereses profesionales e ideológicos que por una década había acantonado por tareas que yo no había buscado, sino que ellas me habían buscado a mí.
En los meses de septiembre y octubre de 1991, realicé en Roma cuatro encuentros con un grupo de cuarenta personas bajo el tema de "Lecciones de imperfeccionología". En ellas se resaltaba la estrecha relación del pensamiento Occidental con la idea de la perfección y la función terapéutica y ecológica de una conciencia de nuestros límites. A la reunión participaron, en su mayoría, juristas, abogados y magistrados acompañados de sus esposas. Motivadas por el tema, algunas señoras revelaron particulares caseros de sus maridos encargados de aplicar la ley. Mientras en el tribunal sus esposos se debatían contra seres torcidos por sus acciones erróneas, en casa, esas mismas personas eran víctimas de sus propias manías y obsesiones perfeccionistas que los llevaban a retirarse del comedor antes de terminar para ocuparse de colocar derecho un cuadro ladeado o a perder la ecuanimidad si encontraban el piano con la tapa abierta, sin la franela roja que protege las teclas.
Durante los meses de noviembre y diciembre del mismo año, fui invitado por una institución privada denominada International School Of Psicology, con sede en Roma, para ofrecer el naciente enfoque de Terapia de la imperfección a un grupo de universitarios psicólogos que contemporáneamente habían comenzado en dicho instituto su entrenamiento en psicoanalisis.
El encuentro hizo un poco de cortocircuito. Tal vez la posición económica, clase media alta, y la edad de los participantes, entre los 24 y 28 años, hizo desfavorable mi crítica despiadada al ideal de la perfección. Por entonces comencé a sospechar que mi planteamiento no era compatible con quienes aun no contaban en su haber con experiencias de fracasos y descalabros personales.
Posteriormente, en 1992, invitado por la Pontificia Universidad Católica, viajé a Puerto Rico donde se presentó la oportunidad de dar algunas conferencias en diversos recintos universitarios.
Precisamente en el mes de abril, en la Universidad Estatal de Puerto Rico, en la sede de Humacao, se diseñó un primer esbozo de la Antropología del límite como fundamento filosófico de la Terapia de la imperfección. En el mismo mes, en la Universidad Católica donde me desempañaba como Profesor Visitante de tiempo completo, se dio un paso ulterior señalando cómo de un nivel de reflexión filosófica sobre el límite (la Antropología del límite) se llegaba a un nivel de aplicación psicoterapéutica (la Terapia de la imperfección). Y, por último, en la Universidad del Sagrado Corazón, en San Juan, se apuntó a la perfección como una enfermedad de la persona, no de la personalidad.
Como novedad del enfoque que se estaba presentando se subrayó la tendencia a la perfección, y no sólo el perfeccionismo, como el comienzo de un trastorno que se refiere a la dimensión específicamente humana del hombre. Lo que se perturba, generando desorientación, es la persona misma del hombre, lo espiritual-personal, y no algo "periférico", como la dimensión psicológica.
Por ese tiempo, la revista Exégesis (Año 5/n° 15/1992) del Colegio Universitario de Humacao, publicó el primer artículo sobre las nuevas ideas que se estaban manejando a propósito de la patología del perfeccionismo.
Para agosto de 1992, camino de regreso a Roma donde todavía residía, el entonces Rector de la Universidad Iberoamericana de Puebla me había invitado a impartir dos cursos de posgrado y un ciclo de 5 conferencias. Uno de esos cursos, por total de 30 horas, acompañado de tres conferencias de dos horas cada una, tuvieron como objetivo presentar por primera vez en México, algunas nociones fundamentales de la Terapia de la imperfección. Al introducir en su propio horizonte teórico el concepto del límite, la Terapia de la imperfección dejaba claro que en el límite el hombre descubre la realidad de lo que es verdaderamente humano.
En el límite, el hombre no pierde su misterio. En él, el hombre recupera el valor de la gratuidad, de la creatividad, de la solidaridad, de la interdependencia y del sentido de comunión de la vida. El curso se realizó en forma de Seminario-taller: una parte de carácter académico donde se exponía el origen, los fundamentos, objetivos y aplicaciones de la Terapia; la parte taller, en cambio, tenía carácter de proceso auto educativo.
Antes de terminar mi estadía de dos meses en Puebla, fui invitado por la Facultad de Filosofía y Letras de la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla para impartir una conferencia titulada: La Terapia de la imperfección como orientación terapéutica. A partir de esa fecha (24/9/92), quedaría vinculado a Puebla de los Ángeles y por espacio de los tres siguientes años viajaría de Roma a Puebla para impartir mis laboratorios en diversas instituciones universitarias.
En julio de 1993, la Sociedad Mexicana de Psiquiatría Biológica, A.C., me invitó a tener una conferencia magistral sobre la Terapia de la imperfección y en agosto se ofrecieron cursos en la Maestría de Psicología Clínica de la Universidad Popular Autónoma del Estado de Puebla, en el Departamento de Psicología de la Universidad de Las Américas y por supuesto en la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla (BUAP).
Ese mismo año, el resultado de una investigación sobre el alcance antropológico, psicológico, psicoterapéutico y ético que entraña una visión del hombre desde el concepto del límite vería la luz en la publicación del libro Una terapia para la persona humana, publicado en Italia por la Cittadella Editrice (1994).
En 1994, durante mi penúltimo año de permanencia en Roma, la Facultad de Filosofía de la Pontificia Universidad Gregoriana, dentro de la especialización en Antropología Filosófica, me invitó a impartir un curso intitulado: "Perfección, límite, imperfección en el devenir humano" donde se expuso la Antropología del límite, fundamento filosófico del constructo teórico en torno al concepto del límite. A partir de Agosto, la Cittadella Editrice de Italia comenzó a organizar (cada verano hasta 1997) laboratorios de Terapia de la imperfección por donde pasaron más de 140 personas, en su mayoría adultos, quienes cumplieron los tres niveles propuestos para entrenarse a la compasión de sí mismo. Ese mismo año se publicaron dos artículos en la revista de la Asociación Italiana de Psoriásicos, "Adipso Magazine", misma que publicó dos agendas para los años 94 y 95, ofreciendo una serie de ideas psicológicas para aceptar las imperfecciones de cada día.
En 1995, durante los meses de marzo y abril, fui invitado por la Escuela Internacional de Investigación y Formación en Psicología Clínica y Psicoterapia Psicoanalítica (SIRPIDI) del Hospital Dermatológico de Roma, para ofrecer un curso denominado "técnicas de escucha en profundidad". La expresión "profundidad" correspondía a la visión del hombre desde la Antropología del límite.
De octubre de 1997 a marzo de 1998, dentro del ciclo de conferencias "Entenderse para entender; entre ética y psicoanálisis", desarrollado en el Auditorio de la Casa del Estudiante, en la ciudad italiana de Pordenone, el libro "Honra tú limite" fue propuesto por los organizadores como texto emblemático del ciclo de debates.
En fin, sin la pretensión de describir todos los eventos relacionados con la Terapia de la imperfección (publicaciones, participación en congresos, conferencias, presentación de libros, etc.), quiero concluir esta sección destacando tres cosas: 1°: desde 1993 al 1999 se han impartido más de 700 horas en talleres de Primer Nivel de Terapia de la imperfección, y, por aparte, se han dedicado más de 400 horas a la exposición de la teoría en cursos académicos, 2°: en mayo de 1999 se presentó en la Universidad de Las Américas, de Puebla, la primera tesis para obtener el grado de Maestría en Psicología sobre algunas de las hipótesis manejadas por la Antropología del límite y la Terapia de la Imperfección y, 3°, en julio del mismo año se concluyó el primer diplomado en Psicopatología y psicoterapia del perfeccionismo que por espacio de 140 horas distribuidos en seis módulos, capacitó de manera más sistemática al primer equipo de terapeutas y docentes familiarizados con esta teoría.
Con la llegada del año 2000, el 4 de agosto, un grupo de simpatizantes y cultores, constituyeron formalmente, en la ciudad de Puebla, la "Asociación Internacional para la Terapia de la imperfección, A.C." cuyo propósito es, como se lee en el acta constitutiva, "difundir y promover el estudio, investigación y aplicación de la psicoterapia de la imperfección en los diversos campos del comportamiento humano".
II. Teóricos:
a) Un enfoque desde el límite.
La Terapia de la imperfección se caracteriza por hacer del concepto del límite el eje de su propia comprensión del hombre. En efecto, partiendo de una reflexión filosófica del hombre desde el concepto de límite, se asientan las bases para una visión antropológica que, a su vez, sustenta su propia teoría psicológica, con propuestas terapéuticas específicas, hasta terminar adentrándose en el terreno ético espiritual.
Ya de esta descripción nos percatamos de dos cosas: primero, que la Terapia de la imperfección, por la propia naturaleza filosófica de donde arranca su reflexión sobre el hombre, se sitúa en el terreno de la corriente humanista existencial y, segundo, que el problema de la salud se solventará de manera inseparable del problema del límite. De esta manera, a la pregunta: ¿en qué consiste la salud mental?, la respuesta de la Terapia de la imperfección seguirá su propio enfoque psicoterapéutico.
Para Freud, por ejemplo, el concepto de salud mental reside en el hecho de ser capaz de trabajar y de amar, donde ser capaz de amar no se reduce al hecho de tener relaciones sexuales acrobáticas, sino a la aptitud para establecer relaciones íntimas y de larga duración, sostenida por el respeto recíproco y por una sexualidad agradable. Para la orientación cognitiva, la salud mental consiste en la convicción de ser alguien que vale la pena ser, a pesar de todas las limitaciones que se poseen. Para Harry Stack Sullivan la base de la salud depende del carácter auténticamente personal de las relaciones interpersonales.
En el área de la psicología humanista, pensadores como Erich Fromm hacen del concepto de productividad y de la opción de los valores biófilos la fuente del bienestar anímico. Abraham Maslow y Rollo May, por su parte, ligan la salud mental a la autorrealización y Carl Rogers, variando sobre el mismo tema, prefiere apuntar a la capacidad de la persona para ser autorrealizante, siendo una de sus características el interés por los problemas filosóficos, religiosos, morales y por el sentido de la vida.
Otros autores apuntan a la capacidad de apreciar la vida y de amar el mayor número posible de cosas o a la aptitud para aceptar no sólo lo bueno, sino también todo lo negativo de la vida, sin sucumbir ante este último aspecto.
Un caso singular dentro de la psicoterapia, Viktor Frankl, describirá la neurosis como la falta de sentido debido a la disminución de la propia responsabilidad ante los problemas de la vida. Consecuente con esta visión, la salud mental corresponderá a la capacidad de realizar valores y de orientarse hacia el sentido de la vida.
La Terapia de la imperfección, haciendo referencia a su propio marco conceptual, considera que el problema del hombre es de naturaleza antropológica, no de orden meramente psiquiátrico, y que radica, en última instancia, en la actitud que el hombre asume ante su tremenda condición limitada. De esta manera, el concepto de límite queda estrechamente vinculado con el concepto de salud mental y ésta se arraiga en la actitud que el hombre asume frente a su ser limitado y ante la dinámica que genera dicha condición a lo largo de toda su existencia. La salud mental y espiritual está inseparablemente unida a la observancia y a la auto aceptación de los propios límites.
b) Tres momentos del mismo enfoque.
La reflexión en torno al concepto del límite se ha desarrollado a tres niveles. En un primer momento, la reflexión sobre el límite dio lugar a la Antropología del límite cuyo propósito es explicitar su visión específica del hombre. La finalidad de esta visión filosófica del hombre no es meramente teórica. No se reduce, como cualquier otra visión antropológica, a responder a la pregunta "qué" o "quién" es el hombre. El objetivo de la Antropología del límite es eminentemente terapéutico: ofrecer una comprensión que desemboque en la compasión por la humanidad del hombre. Resulta que el límite no es algo añadido, sino el modo mismo de ser del hombre. Para el hombre, pues, el límite posee una función constructiva, como el concepto de perfección despliega una acción destructiva de su modo de ser.
En un segundo momento, la reflexión sobre el límite entró de lleno en el campo psicoterapéutico, donde el límite despliega su función curativa. A este propósito la tarea de la Terapia de la imperfección ha sido doble: por una parte, evidenciar los peligros y los daños reales que ocasiona no sólo el perfeccionismo, sino la búsqueda intencional de la perfección y, por otra, proponer un tratamiento regresivo de dicho trastorno. Para tal propósito, se proponen la inclusión-del-límite y la consciencia-del-límite. Ambas indicaciones miran a un cambio profundo que alcanza la perspectiva misma desde donde el perfeccionista piensa como piensa y se relaciona como se relaciona consigo mismo, con los demás y con el propio entorno.
Y, por último, a un tercer nivel de reflexión, ahondando en el valor ético y espiritual, el concepto del límite muestra una función creativa. De aquí que se hable de una ética del límite donde se abordan los problemas morales y espirituales que genera la psicopatología del perfeccionismo. Si es cierto que sólo el hombre tiende a la perfección, también es cierto que sólo el hombre es capaz de crear una actitud de auto aceptación.
Al definir el trastorno del perfeccionismo como "pérdida del sentido de orientación" la Terapia de la imperfección reconoció una deuda ideológica con la Logoterapia de V. Frankl, para quien la neurosis existencial se reduce a una "pérdida de sentido". Pero la mejor manera de saldar esta deuda ha sido vinculando el trastorno originado por el perfeccionismo a la problemática del vacío existencial. ¿En qué sentido? Proponiendo un trabajo previo de la Terapia de la imperfección al trabajo del logoterapía: en muchos casos, en efecto, la pérdida de sentido, el vacío existencial, está afectado por una pérdida de orientación, por el perfeccionismo. Reorientar al individuo que se extravía de su propia realidad limitada es un quehacer anterior a la tarea de orientar el individuo al sentido de su vida.
La dificultad para aceptarse es anterior a la dificultad para dar un sentido a la vida. O como hemos dicho en otra ocasión: dejando de afirmar el "sentido de ser", la propia condición limitada, el individuo deja de afirmar el "sentido de la vida".
Hemos hablado de un reconocimiento de la Terapia de la imperfección con respecto a la Logoterapia, pero también quisiéramos apuntar una diferencia. A la pregunta fundamental: ¿qué constituye lo específico del ser del hombre? Frankl responde: lo humano A la pregunta: ¿y qué constituye lo específico de lo humano del ser del hombre? Frankl sigue respondiendo: lo espiritual A la última pregunta por lo específico de lo espiritual, Frankl responde: ¡el sentido! La Terapia de la imperfección, a la última pregunta responde diversamente: lo específico de lo espiritual del ser del hombre es la aceptación de sí mismo. El "contenido" de lo humano es la auto aceptación, así como el "contenido" del perfeccionismo es el auto rechazo.
En este contexto, resulta obvio que el nombre Terapia de la imperfección es paradójico pues no alude a un intento de corregir las imperfecciones que nos agobian diariamente con la búsqueda de la perfección. Todo lo contrario, la aceptación de nuestras imperfecciones es la terapia misma: la imperfección como terapia. Nuestras imperfecciones no pueden constituir un ideal de vida. El verdadero ideal es la aceptación de nuestras insuperables imperfecciones. Así pues cuando proponemos "una terapia para la persona humana" no queremos hacer un elogio del error y mucho menos inducir a una actitud laxa o de flojera frente a la saludable dinámica de mejoramiento y crecimiento personal. Repetimos: el error no es un ideal. El ideal es devenir lo más humano que sea posible y esto significa aceptar los errores cometidos. Se quiere, entonces, dejar claro cómo funciona esta terapia: de cara al rasgo inevitablemente humano de errar, la actitud específicamente humana de la aceptación de la propia falibilidd es la sola terapia válida. Ahora si podemos decir que nuestras mejores lecciones de humanidad provienen de nuestra actitud ante nuestros errores.
Aceptación es sinónimo de compasión. La compasión, igual que el error, constituye un asunto exclusivamente humano. La labor terapéutica de la compasión tiene la función de orientar el hombre hacia su propia realidad. De esta manera el hombre permanece en el mundo de lo humano aceptando su propio ineludible ser fallido. Es como decir que el hombre es, al mismo tiempo, portador de su enfermedad y de su medicina. Sin embargo, como la aceptación choca contra la fosilizada tendencia al auto rechazo, la Terapia de la imperfección termina revelándose como una tarea talmente ardua que quienes la conocen no dudan en definirla una terapia fuerte. Basta hacer la prueba.
Autor:
Dr. Ricardo Peter