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Mujeres que sufren violencia de pareja: algunas dimensiones de su calidad de apego a la relación actual


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    RESUMEN

    El presente estudio intentó conocer y caracterizar algunas dimensiones de la calidad de apego a la relación actual en mujeres que son atendidas en 7 COSAM de la ciudad de Santiago. Desde una perspectiva cualitativa y descriptiva, esta investigación se basa en el concepto de modelos operativos internos, propuesto por Collins y Read (1994), en tanto aporta elementos conductuales, cognitivos y emocionales a otras definiciones anteriores del mismo término. Se revisan los principales conceptos relativos al apego en adultos, violencia en la pareja y características de los estilos de apego en relaciones de pareja.

    El análisis se desarrolla en torno a cuatro ejes: descripción de la evolución del apego, creencias, actitudes y expectativas sobre sí misma y la pareja, necesidades de apego y estrategias para alcanzar estas metas.

    Los resultados apuntan a la existencia de una evolución de la calidad del apego hacia mayores niveles de seguridad, situación que puede estar relacionada con las particularidades de la muestra. Al mismo tiempo, no se aprecia uniformidad respecto a dimensiones relativas al apego, observándose algunas cualidades propias de los estilos ansioso y temeroso.

    Palabras Claves: Teoría del apego – modelos operativos internos – violencia contra la mujer.

    1 INTRODUCCIÓN

    De un tiempo a esta parte, las investigaciones en psicología clínica, en su intento por describir, explicar y comprender los fenómenos humanos, han tendido a converger desde distintas vertientes teóricas en el apego y el vínculo como tópicos centrales. Estos estudios ponen especial énfasis en que la génesis de distintos problemas de atención clínica se encontraría en que las personas logren o no vincularse de manera satisfactoria.

    En la experiencia clínica, el fenómeno de la violencia adquiere relevancia en tanto puede estar asociado con diversos motivos de consulta y síntomas que la encubren bajo aparentes cuadros de base psicosomática o alteraciones del ánimo. En ese sentido, la presente investigación tiene como propósito conocer, a través del análisis de la narrativa, algunas dimensiones relevantes del estilo de apego específico a la relación en mujeres que sufren violencia por parte de sus parejas.

    Los supuestos teóricos fundamentales serán tomados de la Teoría del Apego propuesta por John Bowlby (1969, 1998) y Mary Ainsworth (1978), que ha posibilitado el surgimiento de una importante línea investigativa, que relaciona esta teoría con algunos avances teórico- prácticos en terapia de pareja. A su vez, se tomarán como base los planteamientos de Collins y Read (1994), quienes postulan la existencia de una estructura cognitiva jerarquizada con respecto a la información de apego en los sujetos, encontrándose un esquema global de apego y, por otra parte, estilos de apego específicos a las relaciones.

    Para ello, se revisaran algunos hallazgos sobre las dimensiones de violencia, modos de resolución de conflictos, pautas interaccionales más frecuentes en estos casos y algunas consideraciones en torno a los modelos operativos internos de personas víctimas de violencia.

    Desde la experiencia clínica con mujeres que sufren agresión física y/o abuso sexual de sus parejas, surge el propósito central de esta investigación: caracterizar cómo es el estilo de apego específico a la relación que ellas construyen, específicamente en los dominios de confianza, dependencia y cercanía, como componentes de los esquemas relacionales. (Baldwin, Keelan, Fehr, Enns y Koh-Rangarajoo, 1996; Rowe y Carnelley, 2003).

    Entre las características de los modelos operativos internos se precisa la capacidad de flexibilidad frente a las circunstancias vitales y ambientales, que permite la reflexión y comunicación sobre las situaciones de apego pasadas y futuras, facilitando así la creación de planes para regular la proximidad y resolver los conflictos (Bretherton y Munholland, 1999).

    Cabe señalar que la Teoría del Apego ha contribuido a conceptualizar de mejor forma lo que ocurre a nivel relacional, siendo pertinente señalar que la terapia de pareja se encuentra contraindicada en aquellos casos donde existen episodios recurrentes de violencia. De este modo, resulta pertinente profundizar en la comprensión de los modelos operativos internos de aquellas personas que sufren agresión de sus parejas, en tanto la terapia individual será el espacio que hará posible el fortalecimiento de los recursos personales y el autocuidado1, proceso que pasa necesariamente por una re-revisión de los esquemas fundamentales con los que la víctima se siente y significa a sí misma, sus relaciones interpersonales y su "estar" en el mundo.

    Al entender que la terapia debe tener como foco la promoción del desarrollo de la capacidad reflexiva planteada por Fonagy y Target en 1997 (Fonagy, 1999a), se hace necesario tener en consideración el carácter iatrogénico que pueden llegar a tener aquellas lecturas o intervenciones que no tomen como base el carácter central de los esquemas proto-narrativos, que son, en último término, los que guían el modo de organizar la experiencia.

    Se espera que los elementos centrales y propios de los estilos de apego y modelos operativos internos de mujeres agredidas, contribuyan a profundizar los lazos entre esta teoría y el fenómeno de la violencia intrafamiliar, posibilitando así el diseño de intervenciones psicoterapéuticas más focalizadas y acopladas a los esquemas emotivos y de significado particulares de este grupo de mujeres consultantes. Por otra parte, se constituye en un intento por conocer estos procesos en nuestro contexto, rescatando y considerando las particularidades con las que puede manifestarse a diferencia de la cultura anglosajona.

    La investigación tendrá un carácter cualitativo y exploratorio. Se trabajará bajo un enfoque cualitativo, debido al objetivo de ésta, intentando abordar y comprender; mediante la recolección de datos descriptivos y su posterior análisis e interpretación; los discursos que las propias mujeres poseen o construyen acerca del tema investigado.

    De este modo, se torna en un estudio de experiencias de vida, de subjetividades, asumiendo que, para lograr una comprensión acerca de las vivencias, debe existir un "adentrarse" en un territorio donde los "hechos" no son susceptibles de ser concebidos como realidades absolutas y completamente independientes de la acción del sujeto que conoce.

    Debido a estos elementos, la investigación no promoverá la búsqueda de explicaciones ni la comprobación o rechazo de hipótesis.

    2 MARCO TEÓRICO

    2.1 TEORÍA DEL APEGO.

    2.1.1 ANTECEDENTES SOBRE EL CONCEPTO DE APEGO

    Diversos enfoques psicológicos han dado énfasis a la influencia que tienen las relaciones tempranas en el desarrollo posterior de la personalidad. Entre ellos, el psicoanálisis sirvió de base para los estudios realizados por John Bowlby, psiquiatra británico que estudió a huérfanos de guerra que estaban internos luego de la Primera y Segunda Guerra Mundial (McClellan, 2000), con el fin de explicar por qué los seres humanos, y otros animales, muestran una tendencia innata a formar lazos emocionales fuertes o apegos con otros.

    Bowlby formuló la teoría del apego, basándose en los aportes de la teoría de la evolución, algunos postulados del psicoanálisis, la etología, la teoría del control y la psicología cognitiva (Bowlby, 1980, 1993; 1988). Este enfoque propuso que la conducta de apego de los niños, tales como el llanto, la búsqueda de contacto y cercanía son regulados por el sistema conductual de apego, cuyo objetivo sería promover la supervivencia, al asegurar que las crías mantengan la proximidad con su cuidador, especialmente bajo condiciones de amenaza (Bartholomew, Henderson y Dutton (2001).

    Los niños llegan a internalizar estas interacciones recurrentes con sus figuras de cuidado en modelos operativos internos o esquemas del self, de otros cercanos y de si mismo en relación con otros a través de un proceso de construcción activa por parte del individuo (Bowlby, 1980, 1993). Frente a un cuidador eficiente y responsivo será más probable que un niño desarrolle expectativas positivas de los otros cercanos y confianza en su propio valor como alguien que merece apoyo. Así, tales modelos de seguridad facilitarán el desarrollo de relaciones de apego seguras en la adultez, que provean una base segura. En caso inverso, se hipotetiza que una historia familiar caracterizada por inconsistencias y rechazo por parte del cuidador hacia el niño dará lugar al desarrollo de modelos menos seguros, que a futuro conducirán a recrear patrones inseguros en las relaciones adultas (Bartholomew, Henderson y Dutton (2001).

    De esta forma, el comportamiento de los padres es una variable crucial que regula la calidad y el curso de los procesos de vinculación. Lo esencial de esta relación vincular está en la percepción que el niño tiene de como son los padres, más que en sus actitudes reales o sus intenciones específicas. En este sentido, Dixon (1971) y Erdelyl, 1974) plantearon que el infante tendría un rol de mayor actividad dentro del sistema de apego, considerando también los distintos niveles de conciencia implicados en el procesamiento de la información que se considera relevante, los procesos defensivos y de exclusión selectiva, entre otros (Bretherton, 1992).

    Para diferenciarlo del concepto de dependencia, Bowlby (1969, 1998) definió el apego como un tipo de vínculo especial que se constituye en un sistema conductual innato, dirigido a cumplir funciones como la búsqueda de proximidad, creación de una base y pertenencia seguras y la posibilidad de protestar frente a la separación, pero desempeñando fundamentalmente una función reguladora del afecto (Bretherton, 1992).

    Desde la teoría de Bowlby se presenta un paradigma integrador del desarrollo humano que da una visión comprensiva y organizada de todos los factores que contribuyen a la estructuración del autoconocimiento, donde el apego es más que una disposición o una respuesta espontánea que deriva de un comportamiento para mantener la proximidad física y emotiva. El paradigma del apego permite conceptualizar la conducta que se caracteriza por dirigirse a un individuo específico, ser duradera, implicar un vínculo asociado a una emoción intensa, involucrar aprendizaje, establecerse en base a respuestas organizadas que van conformando sistemas comportamentales más complejos que derivarán en el desarrollo de modelos operativos internos que explican distintas formas de psicopatología y dificultades en lo emocional, originadas por las separaciones y pérdidas (Bowlby, 1979, 1986; 1993).

    En este sentido, Ainsworth, Velar, Waters y Wall (1978), lograron distinguir tres estilos de apego con características particulares, a partir de las observaciones realizadas en su experimento de la Situación Extraña. Dicha clasificación, fue complementada posteriormente por Main y Solomon (1990) quienes agregaron una cuarta categoría (Edwards, 2003; Fonagy, 1999a; Silvermann, 2000):

    a).- Apego seguro: Los infantes clasificados como seguros pueden o no mostrar estrés cuando se separan de sus progenitores. En tal caso, buscan contacto con el progenitor cuando se reúnen, calmándose con el contacto y pudiendo volver a jugar. Hay una simetría con respecto a la expresión del/la niño/a de necesidad por contacto físico o emocional con su progenitor y la recepción de ese contacto, de tal manera que el/la niño/a se muestra satisfecho/a (Fisher yCrandell, 2001). Las personas con este estilo de apego han tenido experiencias de respuestas consistentes de sus cuidadores, quienes facilitaron el desarrollo de una imagen positiva de si y de los otros. Estos individuos se sienten cómodos con la autonomía y la intimidad y son capaces de usar a otros como fuente de apoyo cuando lo necesitan. Se caracterizan por una alta autoestima y por la capacidad de establecer y mantener lazos íntimos cercanos con otros sin perder el sentido de si. Esperan que sus figuras de apego sean apoyadoras, que faciliten su seguridad interior y las competencias conductuales. Probablemente formen relaciones intimas en las que ambos miembros de la pareja actúen como abrigos y bases seguras el uno para el otro y viceversa (Edwards, 2003; Fonagy, 1999a; Silvermann, 2000).

    b).- Apego inseguro- evitativo: Los infantes clasificados como evitadores, muestran un mínimo o nada de estrés durante la separación. Tienden a evitar el reencuentro con sus progenitores, incluso cuando el progenitor hace repetidos intentos de acercamiento, mostrando restricción afectiva. Pese a lo anterior, las evidencias señalan que este tipo de niños/as tiene el pulso acelerado y evidencian respuestas galvánicas de la piel, lo que indica actividad fisiológica, a pesar de la escasa expresión emocional (Fisher y Crandell, 2001). En estos casos, el cuidador no ha estado disponible ni receptivo al individuo durante la niñez temprana. Éste aprende a ocultar sus emociones y no mostrar lo que le ocurre, soliendo ser hostil y mostrar un comportamiento agresivo no provocado, con el fin de permitir un vínculo soportable con la madre y prevenir un posible sentimiento de perdida en sí mismo. En la adultez, estos individuos tienden a evidenciar un falso-self, término desarrollado en 1960 por Winnicott2, y que se caracteriza por mostrar autoconfianza compulsiva, mucho control emocional y restar importancia a las relaciones íntimas como mecanismo defensivo. Estas personas suelen volverse invulnerables al rechazo potencial de los otros, ya que aprendieron a desactivar defensivamente su sistema de apego, para reducir la probabilidad de experimentar ansiedad, emoción que caracteriza la frustración de necesidades de apego. Esta actitud emocional también equivale a una postura conductual distante en sus relaciones cercanas (Bowlby, 1980, 1993; Edwards, 2003; Fisher y Crandell, 2001; Fonagy, 1999a; Silvermann, 2000).

    c).- Apego inseguro- ambivalente o resistente: Las experiencias con cuidadores que han sido inconsistentes e insensibles a las necesidades emocionales, contribuyen a la génesis de un apego ansioso, que conlleva tener un modelo positivo de los otros, pero negativo de si mismo. Esta razón puede llevar a estos niños a concluir que ellos mismos tienen la culpa por la falta de amor de quien los cuida, adquiriendo un estilo globalmente dependiente, caracterizado por intensos sentimientos de desvaloración y una excesiva necesidad de la aprobación de los demás. En el intento por satisfacer sus necesidades de apego, estos individuos demuestran un estilo interpersonal demandante e intrusivo, en función de alcanzar un permanente apoyo y seguridad para validar su autoestima. A menudo cuestionaran la disponibilidad de las figuras de apego, en tanto sus excesivas demandas y expectativas de apoyo tienden a no ser satisfechas. Estos rechazos suelen ser más intermitentes que continuos, lo que alimenta la esperanza de alcanzar el amor y aprobación de la figura de cuidado, mientras experimentan un estado de ansiedad y temor al abandono que genera aumento en las demandas y protestas hacia el cuidador (Bowlby, 1980, 1993, 1988; Edwards, 2003; Fisher y Crandell, 2001; Fonagy, 1999a; Silvermann, 2000). En su extremo, pueden evidenciar tendencias histriónicas y limítrofes.

    d).- Apego desorganizado: Constituye una categoría anexa a los tres estilos de apego ya descritos, considerados apegos "organizados". Fue formulada por Main y Solomon (1990) para referirse a aquellos infantes que tiene experiencias con una figura de cuidado que se encuentra asustada o que asusta al niño. Éste no se siente seguro ni protegido porque el progenitor es abusador, o bien inseguro, no logrando proporcionar una imagen de acogida y contención, ante lo cual el niño responde con intentos de búsqueda y posterior rechazo hacia él, de modo tal que las respuestas del infante parecen no tener finalidad (Edwards, 2003; Fonagy, 1999a; Silvermann, 2000). Estos infantes manifiestan una estrategia conductual desorganizada para responder al estrés de la situación y exhiben conductas competitivas y/o peculiares. Dado que esta categoría no es considerada por todos los teóricos del apego, estas personas pueden eventualmente ser clasificados alternativamente en alguna de las otras tres categorías de inseguridad, según el tipo de medición que se ocupe (Fisher y Crandell, 2001).

    Las diversas manifestaciones de la conducta de apego tienden a permanecer mientras resulta necesario, es decir, mientras perdura el vínculo. Pese a ello, una conducta de apego que se activa intensamente puede requerir de grandes esfuerzos por parte del progenitor para lograr que el niño se tranquilice y que cese la conducta de apego. Cabe señalar que la protección y entrega de cuidados son conductas complementarias a la conducta de apego que, si bien resulta indispensable durante la niñez y adolescencia, permanece potencialmente activa durante toda la vida, siendo importante entre los adultos frente a situaciones de vulnerabilidad como estrés, angustia, enfermedad o vejez (Bowlby, 1980, 1993). En relación a esto, Hazan y Shaver (1987) observaron que estas mismas dinámicas de apego caracterizan a las relaciones de pareja en adultos aunque, a diferencia de las relaciones cuidador-hijo, el apego es reciproco, en tanto ambos miembros de la pareja funcionan como figuras de apego de manera bidireccional.

    Desde esta perspectiva, la psicopatología puede manifestarse como perturbaciones en la conducta de apego. En este sentido, una persona puede presentar una excesiva facilidad para elicitar esta conducta, lo que, en el caso del apego ansioso, se experimenta con una permanente activación que conlleva a un estado de estrés crónico o a desactivar total o parcialmente el comportamiento vincular. Así, las experiencias vividas desde la infancia y hasta la adolescencia son los principales determinantes del curso que sigue el desarrollo de esta conducta (Bowlby, 1980, 1993). A lo anterior se suman las evidencias de Waters, Weinfield y Hamilton (2000) quienes comprobaron que la estabilidad de los estilos de apego se encuentra fuertemente determinada por las capacidades evolutivas del niño, los cambios normativos en la estructura familiar como nacimientos o muertes, cambios en los procesos familiares como empleo o transiciones en el cuidado y cambios en los padres.

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