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La Muerte en Perspectiva Histórica. Morir en Europa en el siglo XIV (página 2)


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También encontramos documentos notariales como testamentos, íconos, altares, grabados y pinturas en las Iglesias, canciones, poesías, dichos populares. Incluso en nuestros días, se pueden utilizar fuentes tan variadas como imágenes televisivas, el cine, la novela, etc.

Existen además, lo que Vovelle denomina las "Fuentes prolijas", y que se refieren al discurso que la muerte genera. Entregan una visión directa del tema. Entre ellas encontramos las obras teológicas y los devocionarios. Así, el panorama se va completando.

Nos quedan aún otros recursos facilitados por las demás ciencias. Por ejemplo, la demografía nos muestra aspectos comparativos y evolutivos de los mecanismos de la población. Veíamos anteriormente, como al conocer la evolución de las tasas de mortalidad, podíamos comprender mejor las actitudes sociales que produce la muerte.

Pero todo este esfuerzo, ¿vale la pena?, ¿Estos estudios nos muestran algo importante?, ¿Es válido el estudio de la muerte?, ¿Qué sentido tiene su evolución?, ¿Qué es lo que nos muestra?

Intuimos que la muerte y todo su efecto colectivo, pueden ser una muestra de la satisfacción que logra el hombre en su existencia, "la muerte es un derivado de la esperanza de felicidad"[8], gracias a su estudio, obtenemos un reflejo de la visión, del impacto que le causa al ser humano el mundo en que vive.

Cuando la insatisfacción del hombre respecto de su mundo aumenta, cuando la esperanza de felicidad se debilita, las actitudes, los sentimientos, los ritos, los símbolos y creencias, es decir, todo el ambiente que rodea a la muerte se crispa, se cubre con un manto macabro, tenebroso, o bien se tiende a esconder, como una terrible realidad. Se le "entierra", se le extrae de la vida cotidiana, su sola mención se torna temible. Ambas reacciones son producto de la impotencia que invade al ser humano cuando percibe que las posibilidades de lograr ciertos grados de felicidad disminuyen hasta casi desaparecer. Y el momento culmine que marca el fin absoluto de cualquier esperanza, es precisamente la muerte, de modo que esta impotencia se vuelca hacia ella.

Al hablar del nivel de felicidad logrado, no planteamos que ésta se relacione mecánicamente con las condiciones materiales de existencia. Si bien existe una fuerte relación entre ambas, no es de carácter mecanicista. Creemos que la clave esta en la percepción que el hombre tiene del mundo que le rodea, de lo que piensa de ese mundo, de la felicidad que cree poder lograr. Y esto depende de múltiples factores, que sin bien incluyen en parte importante las condiciones materiales de vida, las exceden.

Con el estudio de la muerte, buscamos saber cuán feliz ha sido el hombre en su vida. ¿Es válido esto como objeto de un estudio histórico? Pensamos que sí. ¡Nada menos que tratar de conocer cuán feliz ha sido el hombre a través de su historia! Pregunta difícil de responder bajo los métodos de la historia tradicional, puesto que el concepto de felicidad está en función de los criterios de cada época, y tratar de definir dichos criterios, es una labor que supera cualquier posibilidad de estudio. Es justamente por ello que la historia de la muerte constituye un excelente indicador para dimensionar los niveles de felicidad logrados en cada época.

Surge otro cuestionamiento: ¿No será extremadamente ambicioso e incluso presuntuoso un planteamiento como éste? Veamos un ejemplo: Si nos ubicamos en el contexto de la Edad Media, observaremos etapas muy bien definidas y diferenciadas de las actitudes colectivas ante la muerte: una primera etapa en que es asumida sin gran estruendo, si bien el enfrentarse a ella causaba un lógico estremecimiento, éste raramente sobrepasaba ciertos límites muy bien demarcados socialmente. "Ocultarse a la advertencia de la muerte, es exponerse al ridículo"[9]. La muerte acompañaba diariamente al hombre, y esa compañía no era mirada con gran recelo. Era para el hombre de la temprana Edad Media una realidad cotidiana. Incluso los signos utilizados más frecuentemente para comunicar una muerte próxima eran "…signos que hoy calificaríamos de naturales: una comprobación trivial posible mediante los sentidos, hechos comunes…de la vida cotidiana"[10]. Podríamos decir que reinaba una visión "familiar" de la muerte, que era una constante compañía para el hombre, que estaba inserta en su existencia y como tal era asumida.

Posteriormente sin embargo, asistimos a un nuevo período definido por una serie de acontecimientos que afectaron profundamente la existencia humana: "Por primera vez en Occidente se produjeron fenómenos insólitos y aterradores que parecían preludiar catástrofes y castigos que a su vez eran agoreros del fin del mundo"[11]. En medio de un fuerte período de crisis, sobrevino hacia 1348, la terrible peste negra que llegada de Oriente, acabó con un tercio de la población europea, aproximadamente 25 millones de personas[12]El cruel flagelo se renovaba cada cierto tiempo viniendo a declinar recién a fines de siglo. Pero otras "mortandades" aparecieron: "…a la peste, se suma el hambre, que –por lo menos dos veces en el siglo XIV- hace estragos en la población, como consecuencia de malas cosechas o de su pérdida a causa de inclemencias del tiempo…

…La guerra, la peste, el hambre y al muerte son la expresión real y cotidiana de los cuatro jinetes del Apocalipsis. Los tiempos no son buenos…"[13].

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Los Cuatro Jinetes del Apocalipsis. Alberto Durero

Colección Museo Guggenheim. Bilbao

Esto acarreó profundos cambios a todo nivel, "… por simple y brusco decrecimiento vegetativo, las condiciones de trabajo y vida cambiaron en muchas partes de Europa: Campos abandonados, feudos sin herederos, burgos despoblados, significaron impactos económicos y sociales importantes".[14] El efecto psicológico en la población fue brutal, cundió la desesperación, la desesperanza hizo presa de todos; el mundo se mostró dañino ante el hombre que ya no se sentía cómodo en él, por el contrario, la existencia se rodeó de un lamento que giró en torno a tres ejes: El recuerdo nostálgico por todos aquellos que en el pasado habían llenado el mundo de glorias; la imagen de corrupción de todo lo que alguna vez fue bello y "… el motivo de la danza de la muerte, la muerte arrebatando a los hombres de toda edad y condición".[15]

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Danza de la Muerte

Manuscrito Biblioteca El escorial

Siglo XIV

Era el absoluto desprecio por el presente.

"¿Dónde está la gloria de Babilonia? ¿Dónde el temible Nabucodonosor, y el poder de Darío, y el famoso Ciro? Como una rueda abandonada de sus fuerzas pasaron. Queda su fama… pero ellos se pudrieron. ¿Dónde está la curia y el cortejo Julios?; ¡César has desaparecido! Y has sido el más cruel y el más poderoso del mundo. ¿Dónde están Mario y Fabricio, que no sabía lo que era el oro?, ¿Dónde la honrosa muerte y la memorable acción de Paulo?, ¿Dónde la divina voz de Demóstenes, dónde la celestial de Cicerón?, ¿Dónde la benevolencia para con los conciudadanos y la animosidad contra los rebeldes de Catón?… ¿Y dónde Rómulo y dónde Remo? Por sus nombres subsiste la antigua Roma. Solo nos quedan nombres desnudos".[16]

Hay miedo a la vida: negación de la belleza y de la dicha, porque hay unidos a ella dolores y tormentos. "El desalentador estribillo del menosprecio del mundo encontrábase repetido desde hacía largo tiempo en muchos tratados, pero ante todo en el De contemptus mundi de Inocencio III, que solo hacia el final de la Edad Media parece haber adquirido su mayor difusión:… Concibe la mujer con suciedad y fetidez, pare con tristeza y dolor, amamanta con dificultad y trabajo, vigila con ansiedad y temor… ¿Quién ha pasado ni siquiera un solo día totalmente agradable y placentero…, o que no le haya ofendido una mirada, una voz o un golpe alguno?" [17]

Se tenía una percepción –y eso es lo importante- negativa de la vida y del mundo. El desaliento se instaló en lo más íntimo de las personas. "El más profundo abatimiento entre las miserias terrenales es el sentimiento con que se considera la realidad cotidiana…"[18] Se vivían tiempos de crisis y el hombre se resentía, la posibilidad de lograr satisfacción en la vida se veía como un imposible.

¿Y cómo reaccionaba la visión de la muerte ante esta situación? Al respecto Huizinga plantea: "No hay época que haya impreso a todo el mundo la imagen de la muerte con tan continuada insistencia".[19] La muerte adquirió un lugar prominente en la existencia del hombre, y ya no fue la muerte tranquila, "familiar" de la primera fase. Por el contrario: "La…imagen de la muerte se agudizó tanto que tomó un aspecto macabro (esta palabra data precisamente de este período) y muchas manifestaciones de la cultura se tornaron fúnebres. Fue el momento en que las prédicas acentuaron los riesgos de la condenación y la imperiosa necesidad del arrepentimiento –exacerbando la noción del pecado-, en tanto que las oraciones comunes dejaron de ser un himno de confianza en Dios para transformarse en súplicas angustiadas. En ellas se invocaba insistentemente la piedad divina, como en la letanías de la Buena Muerte, o se describía el mundo como un "valle de lágrimas", así lo vemos en la Salve."[20]

"Dios te salve, Reina y Madre

de misericordia, vida, dulzura y esperanza nuestra;

Dios te salve.

A Ti clamamos los desterrados hijos de Eva;

A Ti suspiramos, gimiendo y llorando, en este valle de lágrimas.

Ea, pues, Señora,

abogada nuestra,

vuelve a nosotros esos tus ojos misericordiosos;

y después de este destierro muéstranos a Jesús,

fruto bendito de tu vientre

¡Oh clementísima

oh piadosa,

oh dulce siempre Virgen María!"[21]

"Fue el momento en que la misa de difuntos alcanzó su máxima solemnidad. Fue el momento en que los Autos Sacramentales y misterios se tornaron mórbidos, por su insistencia en representar muertos condenados y demonios. Fue el momento en que la pintura recogió el pánico ambiental y decoró iglesias y palacios con temas funerarios y del infierno."[22]

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Detalle de El Juicio Final. El Infierno. Giotto.

Capilla de los Scrovegni, Padua. 1302-1305

El príncipe de las tinieblas, un monstruo gigantesco,

descansa sobre un dragón, toma con fuerza a los condenados

y se los come. Muy detalladas son las torturas de los hombres desnudos.

"La imagen de Cristo crucificado reemplazó paulatinamente a las de Cristo Pastor, o Señor del Mundo. La danza de la muerte inició su carrera por esta época en el cementerio de los inocentes de París y ha quedado como el mejor testigo del espanto prevalente entre los hombres… El libro más popular del período fue el Ars Moriendi o El Arte de Morir[23]Esta completa descripción de Julio Retamal nos permite dimensionar la importancia que en la sociedad adquirió esta nueva muerte y el horror que causó ante los hombres.

Tenemos la información necesaria para aplicar el análisis: La muerte sufrida (el impacto demográfico fue fulminante), la muerte vivida y el discurso sobre la muerte, todos coinciden. Es sugerente la relación entre la percepción negativa del hombre ante la vida en el siglo XIV y el ambiente macabro que rodeaba a la muerte.

"Tiempo de dolor y tentación,

edad de llanto; de envidia y de tormento,

tiempo de relajación y de perdición,

edad que se acerca a su fin,

tiempo lleno de horror, que todo lo hace locamente,

edad engañosa, llena de orgullo y de envidia,

tiempo sin honor y sin verdadero juicio,

edad de duelo que abrevia la vida".[24]

Bibliografía

Ariés, Philippe El Hombre ante la Muerte

Ed. Taurus – Madrid, 1983

Bendición con el Santísimo sacramento. Sin más referencias.

Herrera Cajas, Héctor Antigüedad y Edad Media. Manual de Historia

Universal Tomo I

Academia Superior de Ciencias Pedagógicas

de Santiago, 1983

Huizinga, J. El Otoño de la Edad Media

Ed. Revista de Occidente

Madrid, 1965

Retamal Favereau, Julio ¿Y después de Occidente Qué?

Ed. Conquista. s/f.

Spielvogel, Jackson. Civilizaciones de Occidente.

Thomson Editores. México, 2005.

Vovelle, Michel Ideologías y Mentalidades

Ed. Ariel

Barcelona 1985

REVISTAS

Mellafe, Rolando Historia de las Mentalidades: Una nueva

Alternativa en: cuadernos de historia.

Universidad de Chile. Julio 1982

 

 

Autor:

Alberto Bersezio

2009

[1] Michel Vovelle. Ideologías y mentalidades p. 101.

[2] Utilizamos la periodificación norteamericana.

[3] Rolando Mellafe. Historia de la Mentalidades: Una Nueva Alternativa. En: Cuadernos de Historia. U. de Chile. Julio 1982. p.100

[4] Idem.

[5] Michel Vovelle. Op. Cit. p.102.

[6] Idem, p.103.

[7] Michel Vovelle. Op. Cit. p.108.

[8] Idem. p.118

[9] Philippe Ariès. El hombre ante la muerte. p.16

[10] Idem. p.15

[11] Julio Retamal Favereau. Y después de Occidente ¿Qué? p.101

[12] Idem. p.102

[13] Héctor Herrera Cajas. Antigüedad y Edad Media. pp. 169, 170.

[14] Julio Retamal F. Op. Cit. pp.102, 103.

[15] J. Huizinga. El otoño de la Edad Media. p.213

[16] Bernardi Morlanensis. De contemptu mundi. En Huizinga. Op. Cit. p. 214.

[17] Innocentius III, de contemptu mundi sive de miseria conditionis humanae libris tres. En Huizinga. Op. Cit p. 218.

[18] Idem p.52.

[19] Idem. P.213.

[20] Julio Retamal. Op. Cit. p. 104.

[21] Bendición con el Santísimo Sacramento p. 10.

[22] Julio Retamal. Op. Cit. p. 104.

[23] Idem.

[24] E. Deschamps. Euvres Completes. Extraído de Huizinga. Op. Cit. p. 47.

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