Uribe 2003: prisionero
Entre los tiempos de las guerras.
Apuntes para una doble mirada a los problemas de la guerra y la paz
- Construyendo hipótesis.
- La del Caguán, una experiencia histórica reveladora.
- La de la cohesión político militar de la sociedad contra la guerra
- La gran contradicción de Uribe: el tiempo de la re-guerra contra el tiempo de su final.
Apenas a un año de iniciada, en la coyuntura de mediados del 2003 la Política de Seguridad democrática ha encontrado su mayor contradicción en la tensión existente entre los tiempos de la re-guerra y los tiempos de su final; los límites cronológicos entre ellos no son otros que los de la capacidad efectiva del gobierno de Uribe de mantener, mejorar y acrecentar los recursos sicosociales, políticos y, sobre todo y ante todo, financieros requeridos para derrotar a la insurgencia izquierdista hasta obligarla a firmar su capitulación. No se podrá oscurecer que ésta, la de la Seguridad democrática, es la estrategia de orden público más compleja, costosa y ambiciosa que ha habido en la historia del Estado colombiano. Para el año 2004, no obstante el billonario impuesto al patrimonio, ya consumado y consumido, del 2 por mil, en el presupuesto de la Fuerzas armadas se ha abierto un boquete de un billón de pesos sin referenciar por ahora el impacto de la aparente fase crítica en que ha entrado la cooperación militar norteamericana, situación ésta que, como paradoja digna de mayor escrutinio analítico, ha llevado al Presidente Uribe a calificar de "mezquino" a su "norte" político natural.(1) Si hasta la fecha y las circunstancias en que se consolide el proceso de cierre definitivo de las fuentes de captación de recursos frescos, y todo indica que a esa fase se va a llegar más temprano que tarde, el gobierno no ha logrado debilitar militarmente a la insurgencia de manera notoria y notable, entrarán a jugar e imponerse las leyes de esta guerra, asociadas a los avances militares objetivos alcanzados por las Farc en la década del 90. Al ser ello así, la guerra que se desarrolla en los campos de batalla, exacerbada, se trasvasará a la guerra virtual desplegada en los corazones de la ciudadanía media hasta sumergir al país en un estado de desazón colectiva más agudo que el vivido en los días de la experiencia del Caguán. Para entonces, la envergadura alcanzada por el ya internamente inmanejable fenómeno del desplazamiento forzado y la casi segura elevación de la tasa de secuestros no harán otra cosa que vaciarle más petróleo a la fogata belicista.
2. La del Caguán, una experiencia histórica
Al cumplir su primer año, y de manera muy clara, lo acaba de asentar el alto gobierno: "El eje de la política de seguridad democrática consiste en lograr el completo control del territorio para asegurar el pleno imperio de la ley, la gobernabilidad y el consecuente fortalecimiento del Estado de derecho"(2); y al ritmo de la derrota de los violentos, también lo acaba de afirmar el presidente en entrevista del pasado 29 de junio, habrá "mayores posibilidades de empujar esas políticas simultáneas, seguridad, incremento de los ingresos del Estado, reactivación económica y reactivación social".(3).Como decir, en medida significativa el despegue y la reproducción ampliada e integral de la sociedad, la de la economía incluida, dependerán de la celeridad con que se logre derrotar a la insurgencia guerrillera.
Una mirada, más serena ahora, sobre lo que acaeció en la Caquetania de manera importante puede ayudar a desenredar un poco este importante pero complejo presente de la historia nacional.
En la historia de las sociedades humanas de tiempo en tiempo afloran a su superficie social, mental y virtual ciertos eventos altamente reveladores de sus problemas centrales; funcionan ellos como una especie de hechos-condensación de una etapa dada de su historia. En la historia contemporánea de Colombia de esa índole o talante fue, por ejemplo, el llamado bogotazo del 9 de abril de 1948; algo similar podría afirmarse del suceso del Palacio de Justicia en 1985. Observados en el corto horizonte de cinco años, y todavía sin la suficiente distancia histórica para fijarlos con mayor precisión, fenómenos como el del Cagúan, así como el de la cohesión político simbólica de la sociedad frente a la guerra, arrojan ya fuerza y calidad empíricas suficientes como para ingresarlos a la condición de eventos altamente reveladores de esta fase de la historia del país. De entre sus notas destacadas se puede resaltar la capacidad de ambos fenómenos para colocar sobre el tapete nacional algunos de los problemas centrales muy asociados, ante todo y sobre todo, a la cuestión del Estado.
En idea de algunos analistas, así como de Atisbos Analíticos(4), nada, como el Caguán, tan alejado del sentimiento colectivo pero, al mismo tiempo, nada, como él, tan cercano a los grandes problemas de la nación colombiana.
Tres importantes referencias documentales pueden abrir algunas puertas de entrada a la compleja pluridimensionalidad del suceso. La primera está asociada a los determinantes de la declaratoria del Caguán como zona de distensión; al referirse a los alcances de las acciones militares de las Farc en el período comprendido entre el segundo semestre de 1997 y el primero de 1998, declaró el General Rangel :"A finales de 1997 y principios de 1998 en el Estado había una gran preocupación porque se habían presentado los hechos de Miraflores, del Billar y otros, y temíamos que se repitieran a mayor escala y se fuera generando un efecto de ‘castillo de naipes’ similar al que sucedió en Irán cuando se entregó un batallón y, poco a poco, se fueron entregando los demás…Nuestra posición era difícil porque contábamos con muy pocos recursos para atender a los ataques guerrilleros. Por eso cuando se presentó la primera entrevista con representantes del gobierno…varios dirigentes de las Farc no estuvieron de acuerdo con iniciar un proceso de paz en ese momento porque, en su concepto, la guerra estaba ganada en la práctica".(5) . La segunda referencia, en cambio, recoge la afirmación de un literato, Enrique Serrano, acerca del impacto del circunstancial protagonismo de las guerrillas sobre el conjunto de la vida social: "Si hay algo, dijo, que se le pueda agradecer a la guerrilla es que ha sacudido a la sociedad". (6). La tercera referencia, finalmente, es una autocita asociada a los determinantes de la clausura oficial del experimento del Caguán en febrero del 2002: Nada hundió tanto moralmente a esta sociedad, se dijo en Atisbos Analíticos No 25, como la constatación experimental colectiva de que "su Estado no era Estado donde siempre había afirmado que era Estado".(7) ( Subrayados del autor)
Cada una de estas citas sugiere un horizonte de preguntas y posibles respuestas.
Primera pregunta: ¿Cuáles fueron los determinantes de la experiencia del Caguán como zona de distensión?
El General Rangel no hizo referencia explícita al golpe militar en lo táctico más duro y humillante entre los recibidos por lo soldados en esos meses como fue el de la Base militar de las Delicias; la arremetida militar de las Farc contra esa importante base constituyó una acción con visos de ofensiva estratégica, indicativa de una notable y notoria elevación del poder militar de esa organización Entonces, en el marco de esta confrontación militar concreta ni la oferta gubernamental de una posible negociación ni la formalización por parte de Pastrana de un despeje- facilitador de la distensión,- de más de cuarenta y dos mil kilómetros pueden interpretarse, como tantos lo han hecho hasta ahora, como una oferta "magnánima" y "bondadosa" del Estado. Ocurre que en la coyuntura del segundo semestre de 1998, época en la que Pastrana acababa de acceder al gobierno, la relación militar de fuerzas en lo táctico había comenzado a jugar a favor del movimiento farquiano; entonces, como ley sociológica de la guerra, valida mientras no variase en profundidad esa superioridad militar táctica, fue esa situación la que determinó que el Caguán- en esa fase histórica de la guerra la más representativa realidad paraestatal guerrillera existente en el país- fuese reconocido y formalizado por el gobierno de Pastrana como zona de distensión. Fue así como las Farc no sólo sobreimpusieron la negociación si no, además, el espacio geopolítico en el que se desenvolvería. A partir de esta situación de objetivo desborde táctico de poder de las Farc sobre el Estado, la proyectada y nacionalmente esperada negociación se vio transformada en un mero proceso de conversaciones en las que el gobierno siempre estuvo a la zaga. En realidad de verdad que allí, no obstante la importancia que continúa evidenciando la plataforma de discusión acordada, no se desencadenó proceso objetivo alguno de negociación; en la zona, tras treinta y cinco meses de no inútil conversatorio, cada dos o tres meses interrumpido, al final ni siquiera se alcanzó a llegar a la culminación de la primera fase de todo proceso negociador: la negociación de la negociación, vale decir, el acuerdo bilateral de los términos explícitos y precisos de una negociación.
Se deberá escarbar en la naturaleza geopolítica de esta región la explicación de esta histórica desviación; según estudios históricosociológicos realizados, para finales de la década del 70 las Farc ya habían hecho allí el tránsito "del poder como fuerza al poder como autoridad".(8) Fue por eso por lo que, concebido en un principio como un mero procedimiento, como una herramienta o instrumento, como zona de distensión para…el Caguán en el proceso se transformó en algo más sustantivo, vale decir, en una región geopolítica altamente reveladora de las históricas profundidad y complejidad de la crisis del poder socio-territorial del Estado. (9) Por eso el Caguán no pudo funcionar como efectiva zona de distensión, por la razón sencilla de que ilusoriamente el gobierno pretendió adelantar una negociación militarmente impuesta por las Farc en una zona donde éstas habían construido históricas ventajas tácticas de poder; así tenía que suceder, pues la Caquetania era la sub-región colombiana más comprometida y representativa de los problemas asociados al origen, la evolución y las consecuencias del conflicto armado.(10)
Pero si el Caguán no logró funcionar como espacio de negociación, en otros ámbitos de la vida social, en cambio, operó de manera altamente reveladora para el conjunto del país. En este sentido se trató de una provechosa, aunque socialmente traumática, operación pedagógica, que le alumbró a los colombianos asuntos muy importantes hasta entonces escondidos mediante las ya clásicas estrategias de mentiras- bondadosas medias mentiras las denominan algunos benignos- que han subyacido a las procesos de conducción de la vida nacional. Pastrana, a quien le tocó fungir como trágico partero, no pudo ocultar ya los alcances militares de la guerra ni mucho menos sus perversas consecuencias. Alguien, desde el poder institucional, algún día lo tendría que haber hecho hasta desembotellar en algo el frustrado `proceso de revelaciones iniciado en la década del 80 por el gobierno de Belisario Betancur cuando, al nacionalizar los conflictos, señaló que las violencias que vivíamos no eran "importaciones malintencionadas" sino producto de las formas estructurales e institucionales como esta sociedad económica, social y políticamente estaba organizada. Fue así como la ciudadanía en su conjunto, la niñez incluida, así se inició la cadena de revelaciones, supo que en el país había habido y continuaba habiendo una guerra interna y que producto de ella su Estado no era Estado en muchas regiones donde afirmaba que lo era y que muchos de los problemas del país, no todos por cierto como han pretendido algunos, se asociaban a ella.
Fue así como las lógicas geopolíticas de una región a la que forzadamente se quiso hacer funcionar como zona de disensión, terminaron desbordando a todo el mundo. En primer lugar al Estado, que se metió a negociar en la región del país donde eran más fuertes y evidentes los obstáculos de todo tipo al pleno ejercicio de su soberanía interna; en esas condiciones de ya histórica inferioridad política táctica, incrementada ahora por el despeje militar, se fue quedando a la zaga del proceso, así como al vaivén de las iniciativas de las Farc. Pero éstas, no obstante la soberbia armada asociada a las originarias victorias político militares tácticas, también se vieron desbordadas por y en el proceso. En un principio, cuando constataron que el gobierno les había concedido "su zona histórica" como ámbito completamente des-estatizado de negociación, engolosinadas en sus imaginarios estatales a futuro, se dedicaron preferencialmente a tratar de evidenciarle al país y al mundo que en Colombia eran una alternativa real de Estado. Al final, al clausurarse la experiencia, aunque también se habían remilitarizado tal como además lo habían hecho soldados y paramilitares, se vieron obligadas a retornar a su anterior status paraestatal con la desventaja ahora de que la clase dirigente experimentalmente ya había probado que, en términos del estatuto práctico del Estado, la existencia de para-estados había sido la más perversa disfuncional consecuencia de la guerra. Y finalmente la llamada sociedad civil también vio desbordadas sus originarias expectativas de negociación; sin embargo, más por pánico y susto colectivos que por acción y presión políticas, logró desbaratar la experiencia político militar del Caguán.
Para efectos de este análisis tres cosas requieren ser destacadas:
*** Una de las grandes fallas de la experiencia del Caguán, fuera de las ya señaladas, consistió en haber dejado por fuera de la plataforma de negociación el que, con mucho, era el resultado más contundente de la confrontación armada: la existencia de para-estados y la necesidad de reconstruir con imaginación la ya fracturada unidad territorial del país. Al no haber sido éste un asunto central de la Estrategia de negociación, lo resulto siendo de la de la re-guerra.
***Importa también fijar aquí que el candidato Uribe Vélez, certero o errado, fue, dentro del establecimiento, la voz más tenaz, coherente y persistente de oposición a la Estrategia seguida en el caso del Caguán.
***Esta forma de examinar el caso del Caguán apunta a la intención de mirar la guerra como proceso real buscando fijar sus leyes sociológicas asociadas a la evolución de las relaciones militares de fuerza entre el Estado y las guerrillas.
3. La de la cohesión político militar de la sociedad contra la guerra:
otra experiencia histórica reveladora.
Las leyes sociológicas o sociales, relativas por cierto, se encuentran, sobre todo, asociadas a las formas estructurales, institucionales o no, de organización de la vida sociohistórica; los imaginarios colectivos, en cambio, son las formas sociocognitivas como los individuos concretos, sociales también, desde ámbitos virtuales interpretan subjetivamente los fenómenos de la cotidianidad destacándose la importancia práctica de éstos en la enorme capacidad que ostentan para determinar actitudes, opiniones y conductas individuales, fenómeno que se reproduce a escala cuando intervienen los Medios de Comunicación. (11)
Fue por esta vía, sobre todo, por donde en Colombia en la primera mitad del año 2002 se construyó una cartografía político electoral (12) en cuya determinación los estados anímicos colectivos fueron más poderosos y eficaces que las acciones partidistas y que las movilizaciones sociopolíticas.
Al intentar una especie de periodización de la rápida evolución histórica de los estados anímicos colectivos en los seis años comprendidos entre los mediados de 1997 y del 2003, podrían distinguirse cinco grandes momentos con eficacia sobredeterminados por imaginarios colectivos más o menos precisos(13):
Primer momento: segundo semestre de 1997-primer semestre de 1998: Imaginario de Derrotabilidad de las Fuerzas Armadas del Estado: a raíz de los reiterados y humillantes golpes tácticos recibidos por los soldados de manos de las Farc, y en el marco de una aguda crisis económica soportada por las clases medias, sobre todo, el país entró en un estado de progresivamente aguda desazón colectiva. En ese marco sicosocial de cultivo se profundizó la tradicional desconfianza ciudadana en las instituciones políticas, realimentada ahora por la representación colectiva de casi segura derrotabilidad de las fuerzas del Estado.
Segundo momento: segundo semestre de 1998-segundo semestre de 1999: Imaginario de casi segura Negociabilidad del conflicto armado: con la elección de Pastrana y durante su primer año y medio de gobierno circunstancias ligadas a la decisión gubernamental de encontrarle una salida política a la guerra, al proyecto de reingenierización de la institución militar, a la publicitada "química" entre Pastrana y Marulanda Vélez, así como las expectativas creadas alrededor de un Plan Colombia sobrecargado de dólares, levantaron el ánimo colectivo que, tonificado, le entregó a Pastrana un claro "Mandato de Negociación" rubricado por diez millones de votos.
Tercer momento: primer semestre del 2000-febrero del 2002: Imaginario de Fracturación de la unidad territorial del país: durante este momento, corto en lo cronológico pero, para muchos, largísimo como tiempo sicosocial, la imagen de que la nación colombiana se iba a fracturar en dos o tres Estados, uno de los cuales sería el Estado farquiano del Caguán, fue la que se sobreimpuso; así aconteció cuando la ciudadanía media, la urbana, sobre todo, tomó conciencia de que en el país se desarrollaba una intensa guerra interna y que, producto de ella y de la debilidad política y falta de autoridad del gobierno de Pastrana, sobre todo, las Farc estaban cogobernado el país encontrándose éste ad portas de una casi segura y definitiva fractura de su territorio.
Cuarto momento: febrero del 2002-mayo del 2002: Imaginario de Salvabilidad nacional: apenas si el país sobreaguaba en el proceloso mar del Caguán, cuando, en la percepción de muchos, como lucecita faro, emergió en el horizonte la figura de Alvaro Uribe Vélez; dentro del establecimiento había sido el más tenaz, persistente y coherente crítico del proceso del Caguán. Sintonizado, con la más proactiva ayuda de los Medios, con el estado de desazón y de incertidumbre colectivas reinante en el país, ofertó una Propuesta de manejo unipersonal y autoritario de la autoridad del Estado orientada a construirle seguridad "sicosocialfamiliarpatrimonial" a la ciudadanía vía la más rápida derrota posible de los violentos. Fue ése el espacio virtual desde el que un amplio sector de colombianos, esperanzado, configuró un cuadro político electoral altamente favorable a un Uribe rodeado del halo de redentor nacional. Fue así como el 54 por ciento de los votantes construyó un cerrado "yo" ciudadano uribista a partir de la reconstrucción social del otro como peligroso "enemigo" proguerrillero por la razón sencilla de no votar por su salvivífico candidato.. De esta manera, cuando cuatro meses antes apenas si rozaba el 5% del electorado, Uribe salió elegido en la primera vuelta más que por determinantes sociopolíticos, como había sido la constante en la historia electoral colombiana, por razones sicosociales ligadas a los imaginarios colectivos bélicos. En ese proceso, los medios cumplieron un papel de primer orden. Inédita resultó, entonces, esta experiencia electoral colombiana de mayo del 2002.
Quinto momento: mayo del 2002-julio del 2003: Imaginario de definitiva salvación nacional, así como de casi última posibilidad de salvar a Colombia: apenas elegido presidente, de inmediato Uribe empezó a gobernar tres meses antes de su posesión. Algunos afirman que lo había venido haciendo desde febrero del 2002 cuando Pastrana le dio entierro de tercera al revelador evento del Caguán. En el caso de los apoyos a Uribe el tradicional reacomodo de los oportunistas no es suficiente para explicar el casi inmediato incremento de las simpatías ciudadanas a más de 65 puntos; al cumplir los primeros seis meses de gobierno, y tras algunos altibajos en el comportamiento de las cifras, en el año 2003 se han mantenido alrededor de los 70 puntos.
Ahora, comenzado ya el segundo semestre del 2003, el país continúa convencido de que si no es Uribe, nadie podrá terminar la guerra. Entonces, y dado que ponerle punto final a la guerra no es tan fácil como se pensaba, son muchos los que ya están pensando en su reelección; pero para Uribe y su equipo los tiempos del final de la guerra por la vía militarista no son los tiempos de sus cuatro años de gobierno si no, más bien, los asociados a su más rápido final. La razón es clara, sencilla y contundente: no existen recursos, sobre todo financieros, para una confrontación armada radical larga; por otra parte, la obtención de nuevos y frescos recursos encuentra un límite estructural objetivo en las dificultades para reactivar la economía, así como en la deprimida y angustiante situación social de la media social del país.
Uribe, por lo tanto, ha comenzado ya a jugar contra el tiempo en una coyuntura, la de julio del 2003, en la que no obstante el reacomodo de los recursos fiscales y la reingeniería realizada a las Fuerzas Armadas y el ya casi cualitativo sacrificio de democracia realizado en aras de levantar una normatividad de guerra, y todo ello en función de golpear militarmente, "lo más que se pudiese" a los violentos , sin embargo, hasta ahora no ha habido resultados contundentes en materia del manejo del orden público, es decir, el gobierno no ha podido revertir los progresos militares de las guerrillas, logrados, sobre todo, en la década de los 90.
4. La gran contradicción de Uribe: el tiempo de la re-guerra
En materia de re-guerra hasta donde quiere ir el gobierno? Todo parece indicar que
pretende ir hasta donde objetivamente no podría llegar.
Con frecuencia con la observación sistemática de ciertos personajes, por ejemplo, comparando sus discursos olvidados con los autocensurados en la circunstancia o leyéndolos entre líneas o haciéndoles pesquisas a sus alter ego o simplemente interrogando sus miradas, sus guiños, sus gestos y sus ansias o descifrando sus exabruptos, el analista encuentra puertas abiertas para deslizárseles hasta su intimidad susurrándoles sin aspavientos,¿al otro lado de sus palabras, actos y ventrilocuos formales, qué es lo que usted en realidad está buscando?
Como el 99% de los colombianos Uribe anhela el final de esta guerra, pero sufriría hasta lo infinito, vergüenza pública incluida, si cierto día tuviese que sentarse a negociar con unas guerrillas que continuasen ostentando y , en la práctica, desplegando el poder militar que evidenciaron, por ejemplo, cuando atacaron la base militar de las Delicias. Movido por este deseo íntimo, coherente quizás con sus convicciones políticas y experiencias vitales, se ha propuesto no descansar un solo día (14) hasta verlas militarmente disminuidas bajándoles de esa forma la soberbia militar, así como el nivel de exigencias. Puestas en condiciones militares tales, serían ellas mismas las que tendrían que demandar una capitulación. Entonces, continúa deseando el Presidente, las Farc carecerían del poder suficiente para imponer algo careciendo, al mismo tiempo, del requerido para rechazar las imposiciones del Estado. Lo que en plata"antioqueña" el presidente paisa en lo más íntimo anhela es una especie del más redondo negocio antioqueño graficado en un Caguán "patas arriba" en el que se negocie con una moneda con la que con la cara gana el gobierno y con el sello pierde la guerrilla.
El gobierno podrá viabilizar sus sueños si logra construir condiciones de poder cada vez más sólidas tanto en lo interno como en lo externo encontrándose en ello con terquedad empeñado; de no ser así, estaría haciendo la guerra con los deseos, así como sobre la mera base de los volubles estados anímicos colectivos por muy fuertes y favorables al presidente que en la actualidad éstos sean. Esto no obstante, ya en el nivel de las realidades Uribe sabe, primero, que razones internas y externas tornan utópica la tesis de un sector de sus amigos sobre una guerra total, segundo, que no obstante todos los esfuerzos y publicitadas declaraciones oficiales el poder militar de las Farc no ha sido revertido de manera importante, tercero, que los recursos, sobre todo, financieros para derrotar a los violentos se le están terminando y cuarto, que al ser todo ello así, el final de la re-guerra presenta límites temporales muy cortos. Esto no obstante, por razones más simbólicas, publicitarias y sicosociasles que político militares, ha venido adoptando el lenguaje, los estilos y hasta algunas de las prácticas propias del más avezado y radical guerrerista. Es por eso por lo que en la coyuntura para él, contra toda realidad(15), en Colombia ya no hay una guerra interna y tampoco distinción válida entre combatientes y sociedad civil y todos los ciudadanos son o deberían ser combatientes (16) y, por lo tanto, el DIH ya no es aplicable para el caso colombiano y la ONU es irreal e irrespetuosa al pretender hacer de las guerrillas una contraparte del Estado (17) y, finalmente, los jueces no deben meter las narices en esta pelea del Estado y la sociedad democrática contra los terroristas y delincuentes.
En un marco sicosocial tan cohesionado y presionante en torno al más rápido final posible de la guerra, el gobierno se está acostumbrando a manipular la virtualidad mientras que la ciudadanía se ha mostrado manguiancha y tolerante y comprensiva como con ningún gobierno; mientras no se remueva esa intensa representación colectiva según la cual nadie más que Uribe podrá salvar Colombia del drama de la guerra, la ciudadanía, dentro de ciertos límites, le perdonará al presidente lo que sea. Sintomático es a este respecto el caso del manejo de la economía. Como lo ha señalado el economista Diego Fernando Otero " en el país se está creando virtualidad por todas partes: crecimiento virtual, empleo virtual y seguridad virtual"; al destacar el vulgar manipuleo que se está haciendo de las estadísticas económicas, dice que los economistas saben que metodológicamente las variaciones trimestrales del PIB, por ser coyunturales, no deciden nada; por otra parte, también saben, señala, que no se puede comparar el primer trimestre del 2003 con el primero del 2002, trimestre atípico en el que el PIB cayó 0.85 con respecto al cuarto trimestre del 2001. Si la comparación se hace, enfatiza Otero, entre el primer trimestre del 2003 y el cuarto del 2002, el PBI sólo creció el 0.87%, pero esta comparación tampoco dice nada.(18)
Ha sido así como sobre la base del manipuleo sistemático de los imaginarios bélicos colectivos; del manejo descardo de mentiras y de medias mentiras; contando siempre con el unanimismo antidemocrático y acrítico de algunos intelectuales y de muchos Medios; y solazándose con los controles sociales ejercidos por la propia población acostumbrada ya a cuestionar como proguerillera y apátrida a toda forma de disidencia democrática, se ha pretendido regresar a tiempos idos cuando los dioses, para facilitar la magia y los milagros, habitaban entre los seres humanos. Y por todo ello y por muchas razones más, sobre la base de metodologías quizá poco técnicas y ortodoxas, por no decir investigativamente antiéticas, pueden presentar a la economía creciendo en cuatro puntos y todo el mundo aplaude y al desempleo decreciendo en dos puntos mensuales y hasta los desempleados se regocijan y al presidente actuar como subvertor potencial del orden jurídico y todo el mundo se queda callado.
La gran limitación de la Estrategia de reguerra ha saltado, pues, desde el espacio de los recursos financieros cuando el gobierno, al no haber logrado todavía revertir el poder militar de las Farc, apenas se encuentra en la primera fase de ella: mientras los previstos se han agotado y ya se manejan a déficit, los que podrían venir, recursos frescos, son difíciles de captar en una coyuntura en la que la reactivación económica no es asunto de un trimestre si no que sigue siendo un deseo y una meta y en la que la situación social del país es explosiva. Las Farc mientras tanto han pasado a una fase de defensiva tanto estratégica como táctica y están ahí, "a la espera", manejando muy bien su tiempo campesino, racionalizando el uso de los recursos acumulados y obligando al gobierno a hacer el gasto. Con la reforma política convertida en un hecho de casi "doble derrota"( en la promesa electoral y en el Congreso), al gobierno el Referendo, todavía en vilo político, solo le interesa como fuente de nuevos recursos para financiar la guerra, y coma siempre en los últimos años, para acomodar sobre la marcha el pago de la ya casi impagable deuda externa. Como lo ha señalado el profesor Oscar Delgado, Uribe, por otras razones podría pasar a las historia, mas no por ésta asociada a la reforma politica.(19) La otra esperanza es la de universalización del IVA para enero del 2005, medida que ya se ha anunciado que se adelantará para el 2004. Por otra parte, para destrabar la crisis que ha cruzado la ayuda militar norteamericana, el gobierno ha anunciado que ya envió a Washington el borrador de Acuerdo bilateral, que inmuniza contra las intervenciones de la CPI a los norteamericanos que en Colombia cometan crímenes de lesa humanidad. Al ser todo ello así, todas las anteriores medidas son insuficientes cuando en el Ministerio de Defensa ya existe un déficit por un billón de pesos, al gobierno no le quedará otra salida que la fiscalista; para intentarla y justificarla todavía tiene espacio político, pero del que carece es del espacio chequera: en la situación social en que se encuentra el país, una nueva reforma tributaria "pesada", es decir, con capacidad real de generar, sostenida en el mediano plazo, nuevos y abundantes recursos para la guerra, podría ser un acto de suicido político, sobre todo cuando el eficientismo neoinstitucionalista todavía no ha hecho su aparición en el manejo de los recursos militares y cuando el gobierno no ha logrado revertir el poder militar de la insurgencia. Por esa vía, por otra parte, podría empezar a desmoronarse el que hasta ahora ha sido el mayor y casi único triunfo político de Uribe, logrado por cierto arrasando principios y prácticas sociales ligadas a la democracia y a los derecho humanos, el de haber logrado darle formas institucionales a la alianza soldados-gobierno-sociedad.
De ser ello así, adquiere fundamentos empíricos la hipótesis con que se inició esta reflexión: si hasta el momento y las circunstancias en que se agote por completo la posibilidad de generar recursos frescos para financiar la guerra, el gobierno no ha logrado revertir de manera notoria y notable el poder militar de las Farc, entrarán a jugar y a imponerse las leyes de esta guerra; es sabido que éstas se encuentran ligadas a los progresos militares de las Farc, logrados durante la década del 90, sobre todo. Si así llegase a acontecer, la guerra que se desarrolla en los campos de batalla, exacerbada, se trasvasará a la guerra virtual desplegada en los corazones y en las verdades subjetivas de la ciudadanía hasta sumergir al país en un estado de desazón colectiva más intenso e incierto y doloroso que el vivido durante los meses de la experiencia del Caguán.
- En "Mosca" No 26, 4 de julio del 2003, Fernando Garavito levanta varias hipótesis al repecto.
- Gobierno de Uribe." Fundamentos de la Política de Seguridad democrática" ( último documento para ser presentado en La Mesa de Cooperación y Donantes de Londres), en Vásquez Patricia, Colombia en Perspectiva, 1 de julio de 2003.
- Santamaría Ricardo y otros. Entrevista al Presidente Uribe, El Espectador, 30 de junio de 2003.
- La significación histórica de la experiencia del Caguán al margen de lo que significó como frustración de negociación, ha sido una hipótesis reiterada a lo largo de los 34 números de Atisbos Analíticos.
- Entrevista al General Rangel, en , El Tiempo, Lecturas Dominicales
- Serrano, Enrique."El Hombre contemporáneo es un bárbaro", Entrevista, en, El Tiempo, Lecturas Dominicales, 15 de junio de 2003.
- Atisbos Analíticos No 25
- Cubiles Fernando y Otros. "La Violencia y el Municipio colombiano" 1980-1997.
Facultad de Ciencias Humanas, 1998.
…..9. Vélez R, Humberto."Pastrana, la Ciudad y la Guerra", Cali, 2000.
10.Cubides Fernando, op.cit.
11. Atisbos Analíticos, Nos. 20 a 33.
13. idem
14. Entrevista citada al Presidente Uribe
15. ONU."Colombia sí atraviesa por un conflicto interno y debe aplicarse el DIH".
16. El Tiempo, 6 de julio del 2003, p.2ª.
17.Entrevista citada.
18.Otero, Diego Fernando." El Manejo de las cifras del PIB", en, Llano Rodrigo,
Boletín Virtual, No 2003-21.
19. Delgado Alvaro ,Observatorio Político, junio de 2003( Documento borrador)
HUMBERO VÉLEZ