La cuestión tiene que ir más allá de un interés históricamente determinado de dominación-posesión; vale decir, propiedad del capital, privilegios de clase, necesidad de hegemonizar, etc. A mi modo de ver las cosas, lo que está por detrás de todo esto, es un rasgo propio de la especie que diferencia a esta de cualquier otra. Me refiero a las pasiones. Los intereses pasiones, los imaginarios- pasiones, la voluntad-pasión. Las pasiones como estados afectivos profundamente ligados al carácter de autoconciencia de la especie (identidad del yó) que me lleva como grupo, clase, secta, individuo, etc, al enunciado de mi sí mismo y de los otros y lo otro, fundamentado en procesos de profundo "emocionar".
Es como si a cada rato estuviéramos obligados a probar que existimos, enunciándonos permanentemente de esta manera: yó existo y estoy aquí, existo por analogía o diferencia con el otro, y prueba de ello son las relaciones simbólicas y de fuerza que mantengo con el Otro y con lo Otro. Es un proceso propio de la racionalidad animal que define y demarca territorios simbólico-imaginarios permanentemente, autobligándose el animal a "orinar" los espacios para crear marcas de identificación y reconocimiento.
Hasta donde llega la etología, el hombre es el único animal que elabora relatos para su propio consumo. La historia de la humanidad es el devenir de las pasiones apertrechadas en un arsenal de relatos que elaboran simbólicamente y le dan cuerpo a esos sentimientos-emociones. Pasión de dominar, pasión por tener, pasión por amar y ser amado, pasión por el sexo y el goce, la posesión exclusiva de la pareja, pasión por el reconocimento social y el autoreconocimiento.
Ahora bien, si todas las estructuras y relaciones sociales, subjetividad y redes de intersubjetividades están montadas sobre esta plataforma, cómo es que generaremos el cambio significativo apertrechados en nuestras certezas de la infalibilidad de las propuestas discursivas de transformación social (socialismo del siglo XXI), la cual por supuesto está blindada de buenos propósitos, por supuesto, con una fuerte dosis de iluminación? No sé, pregunto. Una reflexión fuerte sobre la "ética de las pasiones" desde una aproximación socio-biológica, me parece no sólo necesaria, sino urgente, en este momento de discusión fecunda sobre el tema del "Socialismo del siglo XXI".
La cuestión de la búsqueda de una sociedad feliz y emancipada, vale decir, sin explotaciones, dominaciones y opresiones, sin desigualdades e injusticias, siempre fue un sueño dorado de la humanidad. Esto es lo que a través de la historia, se denominó como utopía. Desde Platón con la "República" y la utopía del "Rey filósofo", pasando por San Agustín y la "ciudad del Sol" en la Edad Media, las utopías del Renacimiento, hasta la Modernidad cuando surge el concepto de socialismo. Socialismo utópico primero y luego Socialismo científico con Marx y Engels. El hombre siempre sonó con un tiempo y un espacio en donde podría realizar lo que la Revolución francesa planteó como promesa civilizatoria para toda la humanidad: libertad, igualdad, fraternidad y justicia.
Y sin embargo, esto nunca llegó; el sueño eterno de redención de la humanidad fue siempre una quimera que actuaba como un consolador que servía para seguir durmiendo cuando las pesadillas reales de las lacras sociales y los fantasmas del Inconsciente, no nos dejaban dormir. Pero aunque el hombre, al menos en Occidente, no dejo nunca de ser egoísta, de buscar poder para la dominación y de utilizar el engaño en la comunicación, de ser depredador y por tanto violento, el siglo XX inaugura la utopía socialista del siglo XIX y con ella, el sueño de redención de la humanidad, con la implantación de los "socialismos reales". Pero bien pronto, nos dimos cuenta que muy por el contrario de eliminar las lacras del sistema capitalista, la utopía ya instalada, las profundizaba. Represión, explotación, exclusión social, opresión y eliminación de toda disidencia. En fin, una reproducción aumentada de todo por lo cual se estaba implantando la utopía de redención de la humanidad.
Creo que a contrapelo de la propuesta de una sociedad socialista fundada en una concepción materialista de la vida, el socialismo del siglo XXI, debería de privilegiar el aspecto que a mi modo de ver las cosas definen mejor al hombre en su condición óntica y ontológica, como es la dimensión espiritual. Más que a los valores como cuestión puntual, nos referimos a lo que Fromm, denominó como "el corazón del hombre". La puesta en escena del sustrato ético y lúdico-estético, como cuestión central en el debate de este proceso, nos remite a la idea del surgimiento de una nueva sensibilidad que privilegie la belleza de la fraternidad y el compartir en el juego interminable de la vida social. A partir del mundo de vida de lo cotidiano, de lo que somos hoy y no desde lo que seremos, de lo que podríamos llegar a ser, dada nuestra condición de seres concretos y sujetos históricos pertenecientes al reino animal. Aquí juega un papel primordial la cuestión de las pasiones desde el punto de vista de la sobrevivencia del ser humano como especie que aún busca su redención. El sistema capitalista en su fase de capitalismo global puede llevar a la humanidad a la muerte definitiva y con ella la extinción de la vida en el planeta. Se hace necesario entonces pensar en una salida que incorporando la capacidad productiva-creativa del sistema capitalista, podamos centrarnos en un sistema social más orientado hacia la convivencia que pudiéramos denominar eco-convivencial o ecocomunitario.
Autor:
Francisco Rodríguez
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