"Para la gente honorable y digna que hace política en el país,
y que buscan hacerla con los cánones éticos,
en medio de las mayores dificultades es
muchas veces como nadar contra la corriente"
Siempre que se dan charlas sobre ética y política, la sensación que queda es que escuchan atentamente, pero piensan "qué bonito, pero no funciona en la realidad y menos en la realidad del mundo político". Una persona se preguntaba una vez con mucha angustia si la ética no era un lastre que nos amarra las manos y nos quita eficacia en la política. La cultura política que tenemos lleva a pensar que son los "vivos" los que ganan, y eso incluye maniobras, trampas o engaños, injurias, represalias, acallamientos contra aquellos que pensamos diferente, silenciar medios de comunicación, acaparamiento del poder total, totalitarismo imperante, persecuciones políticas, muerte política, etc., con tal de alcanzar el poder total. "La ética parece lejana y casi incompatible con la política"[1]. Ahora que en el país asistimos al destape de niveles jamás imaginados de corrupción y aunque paradójicamente se ha creado un ministerio de lucha contra la corrupción, pero este de que sirve, si en los narices de estos y los mismos actores en función son los corruptos confesos que se dan volteos de miles y millones de verdes y mientras que la gran masa humana se debate en una pobreza desgarrador, lo que acrecienta la enorme desconfianza de la gente ante estos y los políticos. Todo esto trae una desmoralización de la sociedad (que no debía ser así), una falta de ánimo y de esperanza.
Sin embargo, se ha producido una reacción de la gente al darse cuenta de cómo la han engañado y robado, pero esto tímidamente; ha sido una indignación ética también la que ha generado la protesta y movilización de muchos sectores de la población ante la impunidad, la violación de los derechos humanos, el autoritarismo y la destrucción de las instituciones. Es decir, existen muchas reservas morales en nuestra sociedad, no todo está corrompido, y hay un profundo reclamo de ética en la política como base de la confianza y credibilidad que ésta debe recuperar. Se empieza a tener conciencia, incluso, de que una acción política con ética es posible y esto es lo que tenemos que profetizar, inculcar y que la educación debe ser la cuna de una sociedad revestida de ética para una acción política que le dé al país días de augurio. Es necesario que los bolivianos de a pie de las clases medias, bajas y altas y en general podamos procesar o elaborar todo lo que hemos vivido, comprender qué nos ha sucedido y por qué, para limpiar nuestro aire y poder ver la gran oportunidad que tenemos de reconstruir nuestro país. Una parte de esa tarea es devolverle la ética a la política[2]
Que la ética no puede y no debe ser una debilidad o piedra de mala calidad, sino que al contrario, tiene que darle una fuerza y legitimidad a la actividad política, es una convicción ligada al sentido de la vida, a la responsabilidad, al compromiso, a la entrega total por una causa y es causa es nuestro país. Pero supone, en primer lugar, un debate con diversas concepciones de la relación entre ética y política y, en segundo lugar, el desarrollo de una ética propiamente política.
¿Es posible la ética en la política?
Para algunos, la ética y la política son inconciliables, y hay que optar por la política o por la ética. Otros, en cambio, buscamos una relación positiva entre ética y política, ya que, en realidad, el sentido pleno de ambas es coincidente.
El "realismo político"
El así llamado realismo político considera, para decirlo de manera muy simple, que si se quiere actuar en política hay que dejar de lado los principios morales. En su forma extrema, que se podría calificar de cínica, basada en Maquiavelo y Hobbes, se plantea que el político, para serlo plenamente, tiene que desprenderse de "prejuicios" morales. Esta concepción subraya la autonomía de la política, es decir, que ésta, como el arte o el deporte, por ejemplo, tiene una consistencia, es decir, fines y reglas propias que no se reducen a los de la moral. Pero lleva esta legítima autonomía al extremo, pues olvida que la política es acción humana con intencionalidad y fines, y por lo tanto tiene una dimensión ética. ("El hombre es lobo para el hombre", decía Hobbes)[3]. No toma en cuenta las motivaciones altruistas que también existen en las personas. No teniendo nada que hacer en la esfera pública, la ética es confinada a lo privado.
Otra forma de realismo político es la que se puede calificar de trágica, pues subraya el desgarramiento del actor político que no deja de creer en la ética, pero tiene que ensuciarse las manos para ser plena y eficazmente político. Jean Paul Sartre, en Las manos sucias, expresa esta perspectiva. Su acierto es subrayar la tensión entre ética y política, inevitable, pero no exclusiva, puesto que en todas las actividades está presente esta tensión; pensemos, por ejemplo, en los negocios, en la sexualidad, en la profesión. La ética implica una lucha, un acto consciente y libre, renovado a lo largo de toda la vida. Pero no podemos suponer por eso que la política, la sexualidad o los negocios son inevitablemente sucios.
"La ética es por definición filosofía práctica": los principios no son válidos en abstracto, sino en la realidad. La adhesión rígida a unos principios no es una actitud ética, sino más bien dogmática o fundamentalista. No hay recetas en moral. La ética supone juicio, discernimiento, prudencia, como decía Aristóteles. No se puede dejar de tener en cuenta las consecuencias de la aplicación de los principios, ya que eso sería imprudencia, lo que no es moral. El criterio ético de la acción política son, por lo tanto, las consecuencias, pero no como sinónimo de eficacia o éxito a corto plazo, sino en relación con la justicia. Aquí viene la pregunta clave ¿qué principios éticos deben orientar la acción política? La ética política debe ser, en todo caso, una ética aplicada, como la ética de otras actividades sociales específicas.
1.2 El moralismo
Tiene una concepción principista, dogmática o fundamentalista de la moral. Puede tener una forma evasiva, que no ve la importancia de la política, la considera sucia e inmoral y la rechaza en nombre de la ética, refugiándose finalmente en la vida privada. Supone una concepción del ser humano como individuo aislado y no como persona en relación con otros, como ser social, que por lo tanto no debe huir de la responsabilidad política. Además, esta manera de pensar es funcional al orden social y político existente.
La ética cívica propone principios morales básicos para la convivencia política en los cuales todos podemos ponernos de acuerdo a partir de criterios de justicia, sean cuales fueren nuestras creencias religiosas o nuestras ideologías políticas. Todos estamos obligados a respetar esta ética cívica. Adela Cortina la llama también ética mínima o de mínimos. Hoy en día forman parte de esta ética cívica o mínima los derechos humanos, el Estado de derecho y actitudes éticas fundamentales para la convivencia social, como veremos luego. En cambio, las éticas de máximos son propuestas de vida buena o de felicidad, asumidas por diversos grupos que existen en la sociedad, entre ellos, por ejemplo, las religiones. No se debe imponer a otros nuestra idea de lo que es la vida buena, menos aún a través del poder, sino que se debe respetar el pluralismo en la sociedad. Pero a su vez las éticas de máximos deben respetar la ética cívica o mínima. No se puede aceptar, por ejemplo, que se violen los derechos humanos en nombre de creencias religiosas o de ideologías políticas.
Relación dialéctica entre ética y política
Muchos autores buscan una síntesis entre ética y política, sin negar que haya siempre una tensión entre ambas, como dice Aranguren, puesto que la política es un campo de acción que tiene una lógica propia que hay que entender; supone sentido de la realidad, de las posibilidades y oportunidades. Mientras que la ética se mueve en el plano del deber ser y del sentido. Pero nada de lo que tiene que ver con la realización humana puede considerarse al margen de la ética, ni ésta puede ser concebida como una torre de marfil ajena a la realidad. La acción humana nunca es perfecta, lo que importa es iluminarla desde la ética. La ética política es la tensión práctica en las acciones políticas.
La ética como propuesta de vida buena o de sentido tiene dos funciones principales en relación con la política (y a la vida). La primera es una función crítica, que desenmascara o denuncia lo que es inhumano o deshumanizante en la vida personal, en la sociedad y en la historia. Ciertas situaciones suscitan una "indignación ética". La segunda es una función utópica, que proyecta y propone un ideal de realizaciones humanas, utopía, esperanza, sentido, que impulsa a buscar una sociedad mejor, a experimentar y ensayar formas de vida nuevas.
Estas funciones de la ética suponen criterios morales. Emanuel Kant desarrolló dos que no han sido superados. El primero es la universalidad, es decir, que la norma que pensamos aplicar pueda valer para todos. Hay que preguntarse qué pasaría si todos actuaran del modo propuesto. Este es un criterio formal de validez. El segundo criterio, el más importante, es que las personas son fines en sí, tienen dignidad (no precio ni son cosificados), merecen respeto. Toda persona debe ser tratada como un fin en sí misma, y nunca sólo como un medio[4]Este es el imperativo categórico o principio moral central. También es el sentido de la historia, la utopía o ideal de sociedad, donde las personas sean tratadas como lo más valioso. Estos criterios morales permiten un juicio ético sobre los sistemas sociales y sobre los proyectos políticos, los que sólo pueden considerarse humanizadores si toman al ser humano como sujeto, como persona moral y no mero objeto cosificado.
Hacia una ética política
Los criterios fundamentales que hemos visto no bastan, sino que deben inspirar una ética política específica, a través de una reflexión más concreta sobre los aspectos propios de la actividad política. En la ética contemporánea se discuten muchos temas importantes que constituyen los contenidos de una posible ética política.
La ética política, cívica o mínima
En esa relación muchas veces tensa entre éticas de máximos y política, se han ido logrando algunos consensos que constituyen hoy la ética cívica, los principios mínimos que todos debemos respetar y que en muchos casos se están institucionalizando, plasmando en leyes y convenios. Desde la indignación moral ante el atropello de las personas, surge la lucha por los derechos humanos, que se están institucionalizando cada vez más, sobre todo los derechos civiles y políticos figuran en nuestra Constitución; pero también ya hay pactos internacionales sobre los derechos económicos y sociales, y crece la preocupación por el medio ambiente y la paz.
Desde el valor ético principal en la política, que es la justicia, se tiene que construyendo un consenso sobre el llamado Estado de derecho, que consiste en el respeto a las leyes y al ordenamiento jurídico por parte del poder político, el respeto a las instituciones y a sus funciones propias, la separación y autonomía de los poderes del Estado y la descentralización del poder, como efectiva garantía para la vigencia de los derechos humanos.
El buen gobierno
La política no es simplemente la lucha por el poder, sino que lo fundamental es su ejercicio, el buen gobierno y el buen gobierno es el ente público de la sociedad o como dice Gonzales "Son muchos quienes piensan que la política es la instancia más contraria a una conciencia limpia de la moral, por ello no siempre el conjunto de normas y controles garantizan que los entes públicos actúen de forma éticamente correcta, por tanto, sólo la fortaleza de las convicciones del ente público puede cubrir el vacío que el contexto produce"[5] y el vacío creemos es la ausencia de la moral, de los cánones éticos. En la ciencia política se habla mucho hoy en día de la gobernabilidad. Pero también en la ética hay aportes interesantes.
La ética exige la mayor competencia, en el sentido de preparación, responsabilidad o excelencia. El fin propio de la política es el buen gobierno, o como también se dice, el bien común, es decir, la política tiene como finalidad la búsqueda del Bien Común[6]Por eso el político debe estar bien preparado, tener buenos programas de gobierno, saber administrar los recursos públicos que pertenecen a todos, saber dialogar y buscar consensos y dar cuenta de su gestión a la población. Si la gente desconfía de los políticos es muchas veces porque ve que sólo buscan su beneficio personal o el de su grupo, que no tienen propuestas serias o planes de gobierno, sino que improvisan, que no saben lograr consensos sino que imponen sus puntos de vista.
La corrupción
La corrupción es cambiar la naturaleza de algo, privar a una cosa o actividad de su propia naturaleza, pervirtiéndola. Las actividades sociales, como la política, pueden corromperse porque con ellas, además de conseguir los fines propios de cada una se consiguen también bienes externos, comunes a la mayor parte de actividades, como son el dinero, el prestigio y el poder. Obtener estos bienes es lícito, siempre y cuando se respete el fin propio de cada actividad. Pero la corrupción se produce cuando se las realiza exclusiva o principalmente por esos bienes externos, lo que lleva a que todas las actividades acaben no teniendo más metas que el dinero, el prestigio o el poder. Entonces ya no se valora ni respeta la naturaleza propia de la actividad, ni se busca la calidad y la excelencia.
La corrupción desvirtúa la actividad política, que es la gestión de bienes públicos en vistas al bien común, utilizándolos para el provecho privado, sea de personas o de un grupo. La corrupción en política también consiste en desvirtuar otras actividades o instituciones, al usarlas en beneficio de quienes detentan o buscan el poder, por ejemplo, la administración de justicia, las políticas sociales como alimentación y salud, la educación, los medios de comunicación, etc.
Cuando se corrompen las actividades e instituciones pierden legitimidad y credibilidad. También aumenta la desmoralización social, la desconfianza, el escepticismo. Es un círculo vicioso, pues a más inmoralidad y corrupción, más resignación, e incluso permisividad o complicidad con la corrupción política, pues se dice frecuentemente "roba, pero hace obras" o "todos lo hacen, menos los tontos".
Ética de las organizaciones
Las organizaciones e instituciones, por ejemplo, los partidos políticos, los movimientos cívicos, las organizaciones sociales son importantes para una sociedad realmente democrática, pero ¿se les puede exigir ética? Muchos piensan que no, que en todo caso los que las dirigen son los que deben tener ética. La responsabilidad se diluye en el grupo y al final nadie es responsable
Adela Cortina afirma que sí existe una ética de las organizaciones o instituciones, por ejemplo, de la empresa, de los poderes del Estado, de las organizaciones sociales y, por lo tanto, de los partidos políticos. En efecto, las organizaciones e instituciones son comunidades morales, porque reúnen a personas y en ellas se dan relaciones humanas. Son también agentes morales, ya que pueden decidir cómo actuar, es decir, considerar cursos de acción alternativos y elegir uno de ellos; por tanto, en estas decisiones deben tener en cuenta los criterios éticos.
La crisis moral que sufrimos y vivimos en nuestro país no se da sólo en la política, sino en todos los campos de la sociedad. Esta ética de las organizaciones políticas, y también de las otras instituciones y organizaciones, sociales, culturales, económicas, etc., es necesaria para reconstruir el tejido social, para devolverle el ánimo a una sociedad desmoralizada.
El poder
El poder es la esencia de la política. No puede ser visto como algo malo o sucio, como frecuentemente se piensa. Sin poder no podríamos llevar a cabo nuestras metas, el poder permite realizar cosas, conseguir logros, pero el poder no es un fin en sí mismo, sino que su sentido ético es la búsqueda del bien común. Eso es lo que le da legitimidad.
Una concepción corriente del poder es verlo como fuerza, como capacidad de imponer la propia voluntad, es decir, se confunde el poder con la coerción, con la violencia. El poder es la capacidad de actuar concertadamente. Esto es una concepción muy diferente a la que tenían Maquiavelo, Hobbes, Sartre. En una concepción democrática el poder (cratos) viene del pueblo (demos). El poder así entendido es lo contrario de la violencia.
La violencia produce miedo, impide actuar concertadamente, destruye o manipula las organizaciones sociales y políticas, convierte a las personas en átomos aislados e inmovilizados, y así destruye el poder. Esto es movimiento al socialismo que nos gobierna. En cambio, el poder (la política) como capacidad de ponerse de acuerdo para actuar, es lo que permite superar la violencia.
El poder se corrompe cuando se convierte en su contrario, es decir, en violencia. Por ejemplo, cuando no busca concertar sino imponer, cuando no respeta la ley, cuando atropella los derechos de las personas, cuando destruye las instituciones. Por eso el poder no debe ser absoluto, sino que tiene que tener límites y contrapesos, como la división de poderes, la descentralización del poder, el respeto a la ley, la fiscalización. "El poder corrompe, el poder absoluto corrompe absolutamente", dice el dicho. Por eso la tarea de la ética en relación a la política es ejercer permanentemente su función crítica y utópica respecto del poder y de su ejercicio, es decir, problematizar las acciones amorales en política.
Es importante construir el poder mediante instituciones sólidas, Estado de derecho, canales de participación, organizaciones diversas de la población, discusión pública de los problemas, búsqueda de consensos, fortalecimiento de la conciencia ciudadana y de la cultura democrática. Este camino puede parecer menos eficaz en lo inmediato, pero a la larga este poder demuestra ser más sólido, mientras que las dictaduras acaban derrumbándose finalmente cuando la población las rechaza.
Conclusión
La ética en política no es una traba ni una debilidad, sino una fuerza. La ética no es contraria a la política, aunque exista una permanente tensión entre ambas. La política gana legitimidad y sentido cuando incorpora criterios éticos en su accionar. Es otra manera de ser eficaz, menos inmediata, pero más profunda y duradera, que mantiene el ánimo y la confianza en la sociedad y por ello tiene la inclinación de buscar el bien común de la sociedad, la igualdad y de alguna manera la preferencia por los pobres. La política en el fondo es evangélica, ya que opta por los marginados y los más desfavorecidos y en la forma busca la igualdad de toda la sociedad sin diferenciar clases.
Es la indignación ética la que motiva la protesta ciudadana ante la corrupción y el autoritarismo. Lo que demuestra que no todo está corrompido en nuestra sociedad. Por el contrario, existen muchas reservas éticas y mucha gente con una trayectoria honesta.
Eso demuestra también que la ética es un resorte poderoso de movilización política. Además, es un resorte interno de cada persona. La ética parece débil, pues no tiene y no debe tener un policía que la haga cumplir. Pero de esa aparente debilidad viene su fuerza, porque su poder reside en la libertad y la conciencia humana. Por eso es el último y muchas veces decisivo reducto de la resistencia ante el abuso y la injusticia.
Aunque muchos teoricen por la separación y división de la ética y la política, creemos firmemente que ambas se necesitan para la consecución del bien común que es el fin de la política y su aliado para conseguir es evidentemente la ética. Nosotros no tomamos posición ni por el relativismo político que separa de la política la ética ni por el moralismo religioso que ve la política como el campo del accionar del diablo, sino que tomamos partido por una conciliación, por una alianza entre ambas, ya que sólo así la política puede llegar a cumplir su verdadero rol y la ética sólo así puede quedar satisfecho por ser parte en la búsqueda del bien común de la sociedad.
En definitiva, como dijo en algún momento santo Tomas de Aquino con referencia a la fe y a la razón, decimos amanera de conclusión que, la ética y la política tienen que ir de la mano, juntos ya que uno al otro se necesitan, porque sólo la política podrá llegar hasta un punto de su objetivo y junto a la ética podrá llegar al culmen de su objetivo.
Bibliografía
ARANGUREN, José Luis L., Ética, Ed. Revista de Occidente, Madrid, 1968. Ética de la felicidad y otros lenguajes, Ed. Tecnos, Madrid, 1989.
CORTINA, Adela, Ética civil y religión, ppc, Madrid, 1995.
GONZALES, Soliz Marvin, Política ¿Cuestión de Ética? Función de la Ética en la Política Boliviana, Trabajo Monográfico para Optar al Título Bachillerato Filosófico, Universidad Católica Boliviana "San Pablo", Instituto de Estudios Teológicos, Bieno Básico Filosófico, Sucre – Bolivia, 2008, Pág., 15, Depósito en la Biblioteca del Seminario Conciliar San Cristóbal especializado en Filosofía.
ACEVES, Magdalenos, Filosofía Introducción e Historia, Segunda Edición, Editorial Publicaciones CRUZ O., S. A., México, 1986, Pág., 200 – 201.
ARISTÓTELES, Política, Editorial Gredos, Primera Edición 1988, Madrid España 1994.
Autor:
Marvin
[1] GONZALES, Soliz Marvin, Política ¿Cuestión de Ética? Función de la Ética en la Política Boliviana, Trabajo Monográfico para Optar al Título Bachillerato Filosófico, Universidad Católica Boliviana “San Pablo”, Instituto de Estudios Teológicos, Bieno Básico Filosófico, Sucre – Bolivia, 2008, Pág., 15.
[2] Ibíd., Pág. 18, Tensiones entre ética y política.
[3] J. ACEVES, Magdalenos, Filosofía Introducción e Historia, Segunda Edición, Editorial Publicaciones CRUZ O., S. A., México, 1986, Pág., 200 – 201.
[4] GONZALES, Soliz Marvin, Política ¿Cuestión de Ética? Función de la Ética en la Política Boliviana, Trabajo Monográfico para Optar al Título Bachillerato Filosófico, Universidad Católica Boliviana “San Pablo”, Instituto de Estudios Teológicos, Bieno Básico Filosófico, Sucre – Bolivia, 2008, Pág., 16. (apartado Ética y Política)
[5] GONZALES, Soliz Marvin, Política ¿Cuestión de Ética? Función de la Ética en la Política Boliviana, Trabajo Monográfico para Optar al Título Bachillerato Filosófico, Universidad Católica Boliviana “San Pablo”, Instituto de Estudios Teológicos, Bieno Básico Filosófico, Sucre – Bolivia, 2008, Pág., 19. (apartado Deberes éticos de los gobernantes)
[6] ARISTÓTELES, Política, Editorial Gredos, Primera Edición 1988, Madrid España 1994.