Resumen
La República se inaugura bajo el signo de la arquitectura ecléctica reflejada en los edificios públicos y privados construidos en este período, hay una fuerte influencia de las constructoras norteamericanas que imponen un característico estilo para edificios fundamentalmente bancarios y una vuelta al neoclasicismo de corte norteamericano, todo ello en medio de un auge constructivo, principalmente en La Habana que está en plena expansión en este período.
Desarrollo
Los inicios de la república coinciden con el afán mimético de la burguesía por presentar un marco adecuado para sus actividades sociales, el país acaba de salir de una cruenta guerra, poco a poco se van recuperando las actividades de la producción y aunque el poder económico de la oligarquía criolla no es el de otros tiempos trata de mantenerse actualizada. Está en boga la "Belle Epoque", el limbo estético donde ya no se está en el siglo XIX pero tampoco se está en el siglo XX, y adecua sus aspiraciones a la copia del mundo aristocrático europeo, decadente, pero atractivo para las élites burguesas latinoamericanas.
La Habana de entre siglos se va a desarrollar en el espacio dejado por la muralla, de la cual aún quedan grandes paños discontinuos, el Vedado es el espacio elegante de la capital a principios del siglo XX, desplazando al Cerro, como lugar de residencia de las grandes familias de fortuna. El Vedado se desarrolla como el primer reparto moderno de la isla, manteniendo la retícula colonial como constante urbanística, unido al nuevo concepto de "ciudad jardín" que rompe la compactación de la urbe colonial, dando paso a las casas rodeadas de jardines, amplias aceras y calles con canteros enjardinados.
La Habana vive un auge extraordinarios en estos primeros veinticinco años del siglo XX, duplicando su población de 250 mil a 500 mil habitantes. Los repartos crecen, mostrando en su arquitectura las diferencias sociales de sus inquilinos. La Habana Vieja comienza a ser abandonada por los poderosos y sus vetustas casas solariegas se convierten en comercios, almacenes, casa de vecindad para la gente de menor ingreso y sede de la mayoría de las instituciones del estado. Hacia el sudeste se desarrollan los barrios de clase media: Cerro, Santos Suárez, La Víbora, Lawton y Luyanó. Junto al mar por el oeste, El Vedado y más allá del río Almendares aparecen Miramar y el Country. Entre ambas fajas de urbanización un amplio baldío, que tenía como centro la Loma de los Catalanes[1]que llamó la atención a los arquitectos cubanos de la época como futuro centro administrativo y político de la capital.
El primero en proponer a la Loma de los Catalanes como centro de La Habana fue el arquitecto Raúl Otero que en 1905 presentó un proyecto. Más tarde, 1916, otro arquitecto Camilo García Castro vuelve sobre la misma propuesta, al igual que el ingeniero Enrique J. Montiulieu y el urbanista Pedro Martínez Inclán, este último considerado el proyectista teórico de La Habana.
La ciudad crecía de modo irregular y anárquico, por lo que se hacía necesario un Plan Director para crear la vinculación adecuada entre las nuevas áreas de expansión urbana y el centro tradicional, en el que permanecían las principales funciones políticas, administrativas, culturales y económicas.
La zona que ocupaba la muralla de la ciudad vieja de La Habana, había comenzado a demolerse en la década del sesenta del siglo XIX, poco a poco fue demolida por secciones y urbanizado los espacios que quedaban libre, la mayor parte de ellos con edificios de varias plantas y piso bajo con largar falladas con corredores y columnas, espacios ocupados por teatros, hoteles, comercios y disímiles espacios de servicios públicos, pero también surgieron hermosos palacetes y mansiones en los alrededores del Paseo del Prado, que se fue convirtiendo en este período en el centro político administrativo de la república. Los ricos y políticos preferían la cercanía a estos centros de poder mandando a construir sus mansiones alrededor del Prado, las inmediaciones del Paseo del Malecón, las calles de Zulueta y la de Monserrate.
Estas construcciones de principios del siglo XX conservaron características de la casa colonial de dos plantas proyectadas hacia la calle, con sus portales integrados a la circulación urbana, con un estilo ecléctico que integraba los estilos clásicos a la funcionalidad de la casa colonial habanera.
Por estos mismos años comenzó el éxodo de la burguesía habanera hacia el Vedado, un barrio que comenzó su auge a finales del siglo XIX. Su trazado se basó en los más modernos conceptos urbanísticos de la época. Las primeras casa del Vedado se levantaron inspiradas en las grandes casas quintas del Cerro pero con áreas verdes más pequeñas. Aquí predominó la tendencia a la separación de las viviendas, cada una autónoma, alejada de la estructura urbana. El jardín se convierte en importante elemento arquitectónico con influencia de la jardinería francesa.
En el eje sudeste del crecimiento urbano de La Habana, hacia la Víbora, Santos Suárez y Luyanó, la compactación urbana se mantiene, aunque por trechos aparecen pequeños jardines, adornando las casas.
Esta expansión urbana de principios del siglo XX abarcó a las principales ciudades del interior de la isla: Matanzas, Santa Clara, Holguín, Camagüey, Santiago de Cuba, Cienfuegos, Bayamo, etc. Para todos estos entramados urbanos fue común la utilización de los códigos eclécticos configuradores del perfil republicano de las ciudades cubanas, elaborados por experimentados constructores y profesionales y el uso de moldes para los capiteles de las columnas y sus portales corridos y públicos en sus áreas comerciales.
El eclecticismo en Cuba se basó en el uso bastante liberal de los códigos clásicos, influidos por el desarrollo del racionalismo constructivo y los limitados recursos de los propietarios. En Cuba el eclecticismo será neoclásico, a veces relacionado con el neogótico, neo-renacentismo y con la arquitectura tradicional colonial, debido fundamentalmente a la entrada tardía en Cuba de esta tendencia, ya agotada en sus experimentaciones en otras latitudes y por ende reformulada en Cuba en algunas construcciones de acuerdo con la arquitectura colonial tradicional.
Amplia representación de este estilo se encuentra en el aristocrático Vedado lleno de residencias y palacetes en los que la planta ya no se desarrolla alrededor de un patio central, para hacerlo alrededor de un "Hall"[2]. Se introduce el baño con lavamanos y los interiores con lámparas de cristal y elementos propios de la arquitectura tradicional cubana: mamparas, vitrales, etc. En exteriores se observan la presencia de portal, jardines, esculturas y verjas de hierro, muy bien trabajadas.
Formalmente se observa la reiteración del lenguaje neoclásico, por el uso continuado de frontones, columnas de órdenes griegos y a veces elementos decorativos neobarrocos.
El peso de las construcciones en este período lo llevan los emigrantes catalanes que como maestros de obra realizan la mayor parte de las viviendas y construcciones comunes del país. El resultado fue una monotonía de cimacios, cornisas finas y balaustradas de cemento realizados con moldes, de aspecto nada estético
Este predominio catalán comienza a romperse con la fundación de la Escuela de Ingeniería y Arquitectura de La Habana en 1909, bajo el gobierno de la segunda intervención yanqui en la isla. Durante este gobierno fue nombrado jefe del Departamento de Construcciones Civiles el arquitecto norteamericano Henry G. Newton, graduado de la Universidad de Columbia y de la Ecole des Beaux de París, quien implanta el estilo académico en las normas constructivas, al menos para las construcciones importantes, los catalanes siguieron predominando por un buen tiempo más en las urbanizaciones cubanas, dándole un sello característico del que no se libran los barrios populares de La Habana.
En 1909 llegan los primeros arquitectos cubanos graduados en universidades extranjeras: Leonardo Morales, Raúl Otero, José María Bens, José R. Franca, Jorge Luis Echarte, José Ignacio del Álamo, Eugenio Reyneri, etc. Ellos darán la tónica constructiva durante los primeros 30 años de la República junto a firmas constructoras cubanas y estadounidenses que de conjunto se repartieran las inversiones constructivas del estado y del sector privado en el país: Govantes y Cavarrocas, Moenck, Rafecas y Tonarely, Albarrán y Bibal, Francisco Centurión, Arrellano y Mendoza y la norteamericana Purdy and Henderson Co., que realiza las mayores obras públicas y de servicios de la época.
Prolifera el uso de las estructuras de acero, introducida por los norteamericanos en una arquitectura, desde el punto de vista técnico-constructivo, superior a la del período colonial.
En el plano oficial se construyen diversos edificios públicos en los que está presente la influencia greco-latina en su variante del clasicismo norteamericano. La República erige sus símbolos dentro de las normativas del Beaux-Art. Las empresas estadounidenses participan ampliamente en este boom constructivo levantando bancos, tiendas, compañías de seguro, edificios de oficinas y sociales, como son los casos del Centro Gallego (1914) y el Centro Asturiano, los edificios el Banco de Canadá, del Banco Nacional y sus sucursales en el interior del país; la Lonja del Comercio (1909); El edificio de oficinas de Casteleiro y Gozoso, la Metropolita y Ariosa, el Havana Yacht Club, y el Hotel Sevilla Bilmore
Para el gobierno se levanta el Palacio Presidencial (1913-1920), obra de los arquitectos Rodolfo Maruri, cubano y Paul Belau, belga, pensado originalmente para albergar la sede del gobierno provincial pero transformado por el presidente Menocal en Palacio Presidencial.
Durante la primera ocupación norteamericana se levantó la sede de la Escuela de Artes y Oficio de La Habana (1901) de Fernando Aguado, diseñada dentro del estilo ecléctico renacentista, donde la presencia del racionalismo está presente en la ausencia de decoración en los talleres del centro, con predominio de grandes paños de cristal.
El Instituto de Segunda Enseñanza de La Habana (1901), un ejemplo clásico de la arquitectura de la Ecole des Beaux-Arts de París, sirve de modelo para sus similares en Santa Clara y Camagüey.
Durante la segunda intervención norteamericana se construye el Hospital Calixto García y se comienza a levantar en la colina de la Pirotecnia, los edificios del Campus Universitario de La Habana (1906-1927) que culminará con la monumental escalinata coronada por la Estatua del Alma Mater. En estas edificaciones predomina también el estilo ecléctico de inspiración clásica.
Otras obras de interés de este período lo fue la Iglesia de la Compañía de Jesús (Reina y Belascoaín, La Habana) (1914-1923), construida en estilo neo-gótico, con una bellísima torre que constituye una joya de la arquitectura habanera del siglo XX. Se lamenta en esta construcción la falta de perspectiva al construirse la iglesia como una edificación colindante emparedada en el entramado urbano.
Como individualidades sobresalen los arquitectos Eugenio Rayneri y Leonardo Morales. El primero formado en los Estados Unidos y el segundo en Europa. Rayneri es el arquitecto de la élite burguesa cubana, cumpliendo múltiples encargos para levantar residencias aristocráticas, en tanto el gobierno también le encarga importantes obras. Es un profesional competente que maneja muy bien los códigos de su época, pese a las críticas que recibió por la distribución espacial. Como obras pública sus obras más significativas fueron, el Capitolio Nacional y la reconstrucción de la Portada Monumental del Cementerio Colón.
Leonardo Morales, mucho más creativo que Reyneri, tuvo que someter su talento a las exigencias de sus clientes, para los que levantó residencias, tumbas y edificios sociales. Aunque construyó mucho dentro de los cánones neoclásicos, experimentó con otros estilos, como el florentino, el gótico, el plateresco y culminó con un interesante retorno a la arquitectura colonial, que al decir de los expertos, más que interpretar copió.
Sus obras más sobresalientes fueron: El Colegio de Belén, en Marianao, el de Las "Hermanitas de los Pobres", el Salesiano de la Víbora y los Agustino de La Habana; el Asilo Santovenia, en el Cerro, la Creche del Vedado, el edificio de la Cubans Telephone Company, con su famosa torre plateresca, en Centro Habana, los centros telefónicos de Santiago de Cuba y Camagüey, el Banco Pedroso, el Banco Mendoza, el Vedado Tennis Club y gran cantidad de residencias aristocráticas habaneras.
Junto con la tendencia predominantemente ecléctica en Cuba coexisten algunas muestras aisladas de la arquitectura art-noveau. Este estilo arraigó poco en Cuba, principalmente en La Habana y Cienfuegos. En la capital en construcciones aisladas en las calles Cárdenas y Cienfuegos, cerca de la Terminal de trenes, la Calzada de Diez de Octubre y la de Reina. Casi todas construcciones hechas entre 1905 y 1909 por arquitectos catalanes que han dejados pocas pero significativas muestras de este bello estilo arquitectónico.
El art-noveau fue un símbolo de renovación y reacción frente al creciente maquinismo del siglo XIX, al que se contrapone con un acercamiento a la naturaleza. Se valorizan materiales como el acero y el cristal en rejas y balaustres, con una decoración de líneas orgánicas, que ondulan, se enroscan, se sueltan y serpentean por todas partes, ventanas, fachadas, cornisas.
En Cuba la influencia del estilo se concentra en las fachadas, muy movidas y enfatizadas por los balcones curvilíneos y las barandas de hierro trabajadas en forja floral. En algunas construcciones art-noveau habaneras se nota una incorporación de elementos barrocos, que se aprecian en las fachadas reverberantes, con una decoración lírica de evocación orgánica.
En 1901 se inicia la construcción del Malecón Habanero que en su primer tramo va desde el castillo de la Punta hasta la calle Belascoaín. Tenía una glorieta neoclásica en la intersección con el Paseo del Prado, que se convirtió en lugar de retretas para la Banda Municipal de Conciertos de La Habana. En 1921 el Malecón se extendió hasta la entrada del Vedado, hasta el lugar donde se emplaza el Monumento al Maine.
De destacar en esta época es la construcción del primer barrio obrero en Cuba, aprobado por Ley bajo el gobierno de José Miguel Gómez, se componía de mil casas de cuatro piezas, baño, patio y portal, construidas en terrenos cercanos a la antigua carretera de Marianao. La concesión fue adjudicada a Dino F. Pogolotti, motivo por el cual se conoce este reparto como Pogolotti, que inauguró sus primeras casas en 1911.
Autor:
Ramón Guerra Díaz
[1] Donde está actualmente el monumento a José Martí en la Plaza de la Revolución
[2] Especie de pasillo que engarza todas las partes de la casa y que proviene de la arquitectura doméstica norteamericana.