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Jacinto María Martínez y Sáez, el Obispo de La Habana: una historia que no debe ser olvidada.

Enviado por Lazaro Numa Aguila


    Fray Jacinto María Martínez y Sáez, el Obispo de La Habana: una historia que no debe ser olvidada – Monografias.com

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    Revisando el "Episcopologio de la Iglesia Católica en Cuba" nos podemos percatar de la larga lista de Obispos que han sido nombrados para cumplir con sus funciones en las diferentes diócesis de la isla, desde 1517 hasta la fecha. Este constituye un material de consulta obligada, un investigador del tema lo debe tener como libro de cabecera. Aparecen nombres casi desconocidos para cualquier persona poco dada al estudio del asunto – incluso hasta para los que nos mantenemos estudiándolo -, y otros que han alcanzado notable trascendencia dentro de la historia de nuestro país.

    Juan de las Cabezas Altamirano – por presentar un ejemplo – nos ha llegado a los cubanos de manera temprana a través del poema épico de Silvestre de Balboa, "Espejo de Paciencia", obra considerada como primada en Cuba. Otros nombres como el de los Obispos Diego Sarmiento, Alonso Enríquez de Armendariz, Jerónimo Manrique de Lara y Herrera, Juan García Palacios, Diego Evelino de Compostela y Jerónimo Valdés, los hemos escuchado con mayor frecuencia, siendo estos, sin lugar a duda alguna, los prelados más conocidos del siglo XVII en Cuba, sin embargo, Pedro de Reina Maldonado pudiera pasar como un desconocido para cualquiera.

    Entre los siglos XVIII y XIX – sin establecer un orden cronológico – también hubo mitrados que hoy son reconocidos con facilidad, como Joaquín Osés de Alzúa, Pedro Agustín Morell de Santa Cruz, Santiago José Hechavarría, Felipe José de Trespalacios, San Antonio María Claret y Clará, Francisco Fleix y Solans, Apolinar Serrano Díez y Manuel Santander y Frutos, que han dejado significativas huellas en nuestra historia eclesiástica, pero Juan José Díaz de Espada y Fernández de Landa, quien fuera Obispo entre 1800 y 1832, en mi modesta opinión, fue el prelado de mayor connotación en este periodo histórico, su obra desbordó el marco episcopal para inscribirse en la historia de Cuba como una figura prominente.

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    San Antonio María Claret y Clará.

    No ha sido mi pretensión abrumar al lector imponiéndole un amplio listado de nombres, solo he mencionado a los más reconocidos, sin quitar mérito alguno a los que no he hecho referencia, porque cada uno cumplió con su rol en el momento que le tocó hacerlo, pienso que era necesaria la introducción antes de adentrarnos en el tema que les quiero presentar.

    Cuando uno se enfrenta al "Episcopologio de la iglesia católica en Cuba"[1], se encuentra con una figura a la que – estimo – se le debe prestar mayor atención en cualquier estudio sobre la Historia de la Iglesia Católica en Cuba, se trata de Fray Jacinto María Martínez y Sáez, Obispo de la diócesis de La Habana entre los años 1865 y 1873, estuvo vinculado a más de un hecho interesante de la historia de la institución y de la de Cuba, pero del que se habla muy poco o nada, casi siempre por desconocimiento, es por eso que me he decidido a escribir estas líneas.

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    Fray Jacinto María Martínez y Sáez.

    Jacinto María Martínez y Sáez nació en Peñacerrada, Áraba (o Ávala, en Vasco), diócesis de Vitoria, España, el 9 de septiembre de 1812, cultivó una exquisita cultura, sus conocimientos en materia de teología eran vastos, hablaba varios idiomas y se dice que poseía notables cualidades como orador. Una muestra de todo lo dicho anteriormente se puede encontrar en un artículo publicado el día sábado 16 de enero de 1869, en el periódico "El pensamiento español", diario católico de Madrid, en su sección "Bibliografía", con motivo de la publicación de una obra de Jacinto María, donde el autor del trabajo periodístico expresaba:

    La Virgen María en sus relaciones con Dios, con los ángeles y los hombres: su vida y sus glorias.

    Por D. Fray Jacinto María Martínez y Sáez, Obispo de la Habana.—Tres Tomos.—Madrid, 1868.

    El Excmo. é Ilmo., señor Obispo de la Habana acaba de publicar una obra en tres tomos […] cuya lectura no podemos menos de recomendar, atendida la naturaleza de su objeto, en perfecta armonía con la amena literatura, buen gusto, frase delicada y profunda erudición que se descubre por lodo el cuerpo de la misma […] los angostos límites de un pequeño artículo no permiten dar á la pluma la soltura que fuera de desear, concretándonos, si quiera sea superficialmente, á dar á conocer la original y elegante producción de tan distinguido escritor…[2]

    Algunas fuentes señalan que fue carlista[3]y como consecuencia había recibido una herida en una de sus piernas, al parecer tal situación le provocó un defecto al caminar para el resto de su vida, por esta razón sus detractores – en nuestro país – le apodaron despectivamente "el cojo". Convertido en fraile capuchino fue profesor de Teología en Roma y Toledo, a partir de 1843 partió como misionero a México y Venezuela. En 1865 fue condecorado con la cruz de Isabel la Católica y posteriormente con la cruz de Nuestra Señora de Guadalupe, concedida por el emperador de México Maximiliano – I.

    Llegó a Cuba por primera vez en 1847 donde permaneció hasta 1858, en el transcurso de este tiempo fungió como capellán del Hospital de Coléricos de La Habana, párroco de San Carlos en Matanzas y terminó siendo beneficiado de la iglesia de San Nicolás en La Habana extramuros, por esa razón en su primera Carta pastoral comienza diciendo:

    Carta Pastoral

    Que con motivo de su próxima partida para su Diócesis, dirige al Clero secular y regular y demás fieles de la misma, el Illmo.

    Sr. Dr. D. Fray Jacinto María Martínez y Sáez.

    Hace siete años que, no sin pena para nuestro corazón, dejábamos las risueñas y felices playas de esa isla, en la cual habíamos pasado once cumplidos, trabajando cuanto era dado á nuestra pequeñez en varias funciones del ministerio sagrado. En este periodo de tiempo pudimos apreciar debidamente, y así lo hicimos, las virtudes que adornan á muchos de sus habitantes, á quienes en el curso de nuestras tareas sacerdotales tuvimos la satisfacción de conocer y tratar con santa intimidad, y nos vimos precisados mil veces á bendecir al Señor al contemplar las bellas cualidades y los sentimientos generosos que en general les ha dado á todos…[4]

    En 1860 encontrándose en Italia, renuncia al beneficio de la parroquia de San Nicolás, porque tomaría nuevamente los hábitos de religioso capuchino, esto lo expresó el periódico "La Verdad Católica"[5] de la siguiente manera:

    Curato vacante.- Lo está el de S. Nicolás, extramuros de esta ciudad, por renuncia del propietario. En efecto el que lo era, Pbro. D. Jacinto María Martínez, ha escrito desde Roma al Excmo. é Ilmo. Sr. Obispo de la Habana enviando á dicho señor Excmo. Sr. la renuncia á que antes hemos aludido

    Elegido como Obispo de La Habana el 27 de marzo de 1865, su consagración se efectuó el 11 de junio de 1865 en Madrid:

    Ayer á las diez y media de la mañana se celebró en la Real Capilla de Palacio, con toda la gravedad del ritual y el fausto de la etiqueta, la solemne consagración del Ilmo. Sr. D. Fray Jacinto María Martínez y Sáez, Obispo preconizado de la Habana.

    Fue prelado consagrante el Excmo. señor Nuncio de Su Santidad en estos reinos, y prelados asistentes el Excmo. Sr. Patriarca de las Indias y el Ilmo. Sr. Obispo auxiliar de esta diócesis.

    S. A. R. el Sermo. Sr. Príncipe de Asturias apadrinó al nuevo Obispo, y en esta ocasión como en otras análogas S. A. desempeñó sus elevadas funciones con una gravedad superior á sus años, y luciendo en todos sus movimientos y ademanes lo bien que fructifican en su tierna y noble alma las semillas de piedad que en ella siembran sus egregios padres y los dignísimos directores de educación.

    Terminada la ceremonia, S. A, fue el primero que besó el anillo pastoral de su Ilmo. Ahijado, y sus augusto padres salieron a la tribuna á recibir su bendición.

    Desde la Capilla pasó el nuevo Obispo á saludar á SS. MM. En la Real cámara.

    A la ceremonia de la consagración asistió un gran concurso, del cual formaban parte no escasa alguna de las respetables familias de la Habana, que por diversos motivos residen en esta corte. También se veían allí á senadores, títulos del reino, y caballeros grandes cruces que proceden de la perla de nuestras Antillas.

    Las insignias pastorales que ostentaba el Obispo consagrado eran regalo del Príncipe de Asturias, notables por su valor y por su mérito artístico.

    Damos nuestro parabién al Ilmo. Sr. Don Fr. Jacinto María Martínez, y pedimos á Dios que le conceda la gracia necesaria para el buen desempeño de tan difícil y elevado ministerio.[6]

    Llegó a Cuba para ocupar la silla episcopal el 27 de octubre de 1865, el nuevo Obispo de La Habana conocía perfectamente el país, a su diócesis y todos los problemas a los que se tenía que enfrentar. Según el ya mencionado periódico "La Verdad Católica"[7], ofició su primera misa en el mes de noviembre:

    …Celebró su primera misa pontifical, en la Santa Iglesia Catedral, el Excmo. e Ilmo. Sr. Dr. D. Fray Jacinto María Martínez y Sáez, dando al final la bendición papal que á los Sres. Obispos conceden los Sumos Pontífices en su primera pontifical

    En 1866 realiza la primera Visita Pastoral en toda su diócesis, quedando impactado por el estado de sus parroquias, el abandono era sorprendente por parte del Patronato, máximo responsable de la construcción y el mantenimiento de estas, por lo que decide poner todo su empeño en tal aspecto, logrando la reconstrucción y levantamiento de un número significativo de ellas en el transcurso de su gobierno eclesiástico, es probable que después de Diego Evelino de Compostela, Martínez Sáez fuera el Obispo que más parroquias erigió en Cuba. Puso marcado interés en lograr templos de tres naves, muy escasos en Cuba en ese momento histórico. Otro aspecto que lo impactó fue el estado religioso que presentaba la diócesis, sobre el asunto le informaba a la reina: El cuadro es espantoso, pero está descrito al natural: aquí, donde hay más de doscientos mil habitantes, apenas oyen misa los domingos unos quince mil, no acercándose casi nadie a recibir la comunión cuando viene la cuaresma y no habiendo ni un solo empleado de V.M. que lo haga el Día de Jueves Santo.

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    Francisco de Lersundi, Capitán General de la isla de Cuba.

    Todos estos esfuerzos le provocaron significativos desencuentros con el Gobierno Superior Civil, primeramente con Francisco de Lersundi, Capitán General de la isla de Cuba entre 1866 y 1869, con el que tuvo que lidiar casi todo su mitrado y posteriormente con Antonio Caballero de Rodas, también Capitán General entre el año 1869 y 1870 en que renunció al cargo producto de las posiciones autonomistas del Cuerpo de Voluntarios, institución que también chocó con las posiciones del Obispo de La Habana.

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    Antonio Caballero de Rodas, Capitán General de la isla de Cuba con el que el Obispo de La Habana tuvo profundos desencuentros.

    Un hecho agudizó el conflicto entre Martínez Sáez y Antonio Caballero de Rodas, el Obispo prohibió a todos los párrocos de su diócesis que se tocaran las campanas a la entrada del gobernador en cualquiera de las poblaciones a donde llegara:…por ser honor ridículo que ni a sus majestades se dispensaba, y debía sólo reservarse al diocesano…Luego del arresto de un párroco en Santi Espíritus por cumplir lo dispuesto, el Obispo cambió su mandato, indicó a los sacerdotes que tocaran las campanas solo cuando el Capitán General lo mandara. Caballero de Rodas entendió perfectamente el mensaje, colérico dispuso la deportación a Puerto Rico del Obispo y por su parte Martínez Sáez lo amenazó con la excomunión, esta era el "arma" más fuerte con la que podía contar el eclesiástico, un excomulgado, en esa época, era lo peor que podía verse en la sociedad, máxime siendo un hombre tan público como el Capitán General, pero la corona, de manera previsora, lo mandó a ir a España, esto lo comunicó el propio Obispo en una Carta Pastoral que tituló "Carta Pastoral, Al salir de su diócesis para la península" a todos sus fieles:

    Hace pocos días, nuestros muy amados hermanos é hijos, que hemos recibido una Real orden, por la cual dispone S. M . la Reina nuestra Señora ( Q . D. G.) que pasemos á la Corte, donde debemos tomar parte en conferencias que el Gobierno de S. M. ha de tener con Nos relativas á negocios de alta importancia para la Religión y el Estado…[8]

    Esta carta puede ser considerada como un documento muy inteligente, en ella el Obispo, entre líneas, le dice a los fieles cosas para tener muy en consideración en esa época:

    Y estad atentos, nuestros muy amados hijos: no faltarán jamás los falsos predicantes que intentan introducir en la sociedad doctrinas malas, doctrinas que San Pablo llama fábulas, ó invenciones humanas: pero, no les prestéis oído; su palabra es como la sierpe que se esconde entre flores y se desliza con suavidad: pero su boca es un sepulcro abierto, de donde no sale sino hediondez […] No hay otras verdades religiosas, sociales y políticas para hacer felices á los hombres, que las del evangelio: todas las que ha dado á luz la filosofía mundana y carnal, no son verdades sino mentiras, no axiomas de salud, sino principios de muerte, no reglas de gobierno, sino precedentes de anarquía […] si queréis no tener miedo á la potestad, obrad bien, y seréis alabados de ella: porque el príncipe es ministro de Dios, para vengar en ira contra aquel que hace lo malo. Pero no es este el motivo porque habéis de obedecer á la autoridad; no es el temor de sus iras, sino el deber de vuestra conciencia, lo que os obliga á ello pero al separarnos de vosotros, aunque no sea más que por poco tiempo, no podemos menos de deciros con nuestro divino Maestro que muchos hombres suelen andar vestidos de piel de oveja siendo en su interior lobos rapaces

    Al retornar nuevamente a La Habana, luego de la renuncia de Antonio Caballero de Rodas ya estaba en marcha la guerra por la independencia de Cuba comenzada en 1868. Ante la política represiva de las autoridades españolas, donde se vieron implicados algunos sacerdotes como, Pedro Nolasco Alberre y Francisco Esquembre, Fray Jacinto María Martínez y Sáez intercede en busca de concordia, le envía una carta al gobernador donde expresa:

    Excmo. Señor: Tengo la honra de poner en manos de V. E. la adjunta exposición que le dirijo, suplicándole que mire con piedad a los desgraciados habitantes de mi Diócesis que han tenido la desdicha de implicarse en asuntos políticos y salen uno de estos días para Fernando Poo.

    Es seguro, Excmo. Señor, que estos desdichados van a morir todos, y quizás antes de llegar a aquel país mortífero fallecerá más de uno en el trayecto que tienen que hacer desde Canarias a Cabo Verde hasta Fernando Poo…[9]

    Esta postura del Obispo de La Habana hacia sus fieles es digna de admirar, sobre todo teniendo en cuenta su condición de español que hacía notar frecuentemente:…Estáis sufriendo, muy amados hijos, los males de una guerra injusta, promovida por hombres extraños á nuestra nacionalidad, á nuestra lengua, á nuestras tradiciones, y quizás á nuestra fe, quienes han alucinado á algunos de nuestros hermanos, arrojándolos a un combate, en el cual, faltos de justicia y de derecho, no podrán encontrar sino su propia ruina y la destrucción de sus familias…[10], esto denota que él tampoco era un simpatizante de la causa cubana.

    En una exposición al capitán general también le decía: …Excmo. Sr.: El Obispo de la Habana, que está tan alejado de la política que hasta mira con indiferencia cuanto tiene relación con ella, á no ser que vaya comprometida en ello la gloria de Dios y la honra de su nación […] el Obispo, amante como el primero del honor de su nación, nada más podía hacer que rogar á Dios con lágrimas y gemidos del corazón que tuviese piedad de su pueblo, inspirando á los alzados sentimientos de sumisión á la autoridad y fraternidad para con todos los que llevan sangre española en sus venas…[11], no se puede pensar, de ninguna manera, que Martínez Sáez tuviera alguna simpatía con la sublevación armada y sus objetivos, pero también es innegable que procuraba, de manera inteligente, mantener su posición y postura como principal pastor de la diócesis, donde habían peninsulares, negros, criollos y hasta chinos.

    Hay que señalar que la actividad del Obispo era intensa y muy dedicada a los problemas de su jurisdicción – que eran muchos -, esto se refleja en una extensa documentación integrada por Cartas Pastorales, instrucciones, vistos etc., destacan entre ellas las instrucciones llamando a capitulo a los párrocos por el comportamiento que algunos manifestaban, instrucciones sobre el proceso de evangelización que se debía seguir con los chinos, las disposiciones sobre los sitios de enterramientos dentro de los cementerios para las personas no católicas y un largo etc.

    De una forma u otra, entre el Obispo y los Capitanes Generales que coincidieron en tiempo con él, que además eran también los Vice Reales Patronos, potestad Real que los convertían en la máxima autoridad civil y eclesiástica – asunto que no todo el mundo conoce -, se fueron creando ambientes hostiles, estos alcanzaron su clímax en 1869 cuando Martínez Sáez fue llamado a Roma para asistir al Concilio Vaticano I.

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    Apertura del Concilio Vaticano I, Roma, diciembre de 1869.

    Aprovechándose esa coyuntura, fue acusado de colaborar con la causa independentista cubana, sectores de la prensa dentro del país y en España, malintencionadamente, se hicieron eco de esto, también fue calumniado por desfalco del dinero de la cuenta del Cementerio General para uso y provecho propio, esta cuenta era propiedad de la Iglesia, se encontraba depositada en el Banco español bajo la supervisión del Patronato. En Cuba se publicó una caricatura maliciosa en el periódico semanal "El Moro Muza", medio leal al gobierno español y simpatizante abierto del Cuerpo de Voluntarios, a cualquiera persona solo le bastaría leer unos pocos párrafos de un ejemplar de dicho medio de prensa para percatarse de esta afirmación, en dicha estampa aparecía la figura del Obispo en clara alusión a las acusaciones que se le hacían.

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    El Periódico "El Moro Muza" del 28 de noviembre de 1869, publicó una caricatura difamatoria del Obispo Jacinto María Martínez y Sáez desembarcando en Cádiz.

    Otra muestra de ese tipo fue la publicación de un libelo titulado" Hechos especiales y curiosos que acreditan el acertado y seguro juicio que formaron y emitieron los hombres previsores sobre el resultado que había de dar la elección y nombramiento del capuchino Fray Jacinto María Martínez y Sáez para ocupar la silla episcopal de La Habana", otro documento que con una simple lectura deja ver un marcado ensañamiento con la figura del Obispo de La Habana.

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    Libelo publicado en Cuba contra la figura del Obispo de La Habana.

    Al llegar a Cádiz fue detenido y posteriormente trasladado a Madrid, allí lo mantuvieron en una celda de convento durante seis días, hasta que se comprobó que no llevaba nada de lo que se le acusaba. Participó activamente en el Concilio y al terminar este, a través de New York, arribó a La Habana en el vapor Missouri, el 12 de abril de 1871, pero el Cuerpo de Voluntarios, amparados por el Capitán General, que para ese momento era el Conde de Valmaseda, hombre muy comprometido con esa fuerzasegún se afirma, este cuerpo fue el que medió para su ascenso al cargo -, impidieron que desembarcara, este es un caso raro, el Capitán General no se encontraba en la Habana y dejó que los Voluntarios – principales oponentes del mitrado – decidieran, aunque se trataba de una de las principales personalidades de la sociedad de la época, él era el Señor Obispo de La Habana.

    Valmaseda telegrafió a La Habana y expresó lo siguiente: …Siento la situación en que se encuentra el prelado. Reúna Vd. los Jefes de voluntarios: si opinan por el desembarco, que se verifique. De no, manifieste V. E. al prelado las circunstancias en que me encuentro…Esto demuestra de forma clara la componenda gubernamental y sus fuerzas paramilitares en contra de Martínez Sáez, ¿en qué otro momento de la historia de nuestro país se le permitió al Cuerpo de Voluntarios tomar partido, con poder decisorio, sobre un asunto tan complejo como este?, era evidente que la figura del prelado constituía un estorbo y el Capitán General, comprometido, se hacía cómplice del complot.

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    Blas Diego de Villate y de la Hera, 2do Conde de Valmaseda, Capitán General de Cuba.

    El lector seguramente se preguntará ¿por qué se manifestaban tales posturas en contra del Obispo de La Habana y qué tenían que ver los Voluntarios en todo esto? Resulta que parte del sustento del Cuerpo de Voluntarios salía de la cuenta ya mencionada del Cementerio General, como imposición del Patronato a la institución Iglesia, más un porciento – esto fue una iniciativa del propio Jacinto María Martínez y Sáez – procedente de las recaudaciones de la iglesia, este ascendía a una sexta parte del monto total de las rentas, el propio Obispo lo refería así: …Después hicimos lo que nos sugería nuestro corazón en bien de todos: por el tiempo que pudimos cedimos la sexta parte de nuestras rentas para sostén de los voluntarios, que con tanta generosidad dejaban sus colocaciones, en que ganaban su vida, por defender el derecho…[12], la cantidad pudiera ser estimada como una suma considerable para la fecha, sin contar los diezmos que tenía que tributar la institución por mandato Real.

    El Obispo, cansado de la constricción en que el Patronato tenía a la Iglesia y ante el estado en que se encontraban los templos, decidió dar un paso importante. Ya autorizados por el Gobierno Superior Civil y el Vice Real Patrono – en la figura del propio Capitán General – algunos trabajos de modificaciones en determinadas iglesias de la ciudad, pero sin tener que erogarse presupuesto alguno por parte del Patronato, que tenía la obligación de hacerlo por Orden Real, pero no lo cumplía, tomó dinero de la cuenta del Cementerio General y le entregó la cantidad de 38 153, 50 pesos a la iglesia de Jesús del Monte, con los cuales se construyó el proyecto de iglesia que aún existe y 11 528 pesos para el mismo fin a la iglesia de Jesús, María y José, el total ascendía a un monto de 49 681, 50 pesos. También se habían construido iglesias en Bainoa, Matanzas, Cienfuegos, Santa Isabel de las Lajas y Trinidad, así como reparaciones de envergadura en un considerable número de templos en La Habana. Para la fecha ya se había realizado la compra – por parte del obispado – de algunos terrenos en San Antonio Chiquito para la construcción del nuevo Cementerio de Colón, producto que el de Espada estaba agotado y en muy mal estado, no por gusto – aún hoy – una de las principales avenidas de esta necrópolis habanera lleva el nombre del mitrado.

    Como la máxima responsabilidad de hacer esto le correspondía al Patronato y existían los permisos oficiales, el Obispo dio todo ese dinero en calidad de préstamo, para que fuera devuelto por el Patronato a las cuentas correspondientes, por tanto, este quedaba endeudado de manera legal. Realmente fue un golpe maestro de Martínez Sáez contra quien tenía la responsabilidad y no hacía nada. Puede ser que este sea un caso único en la historia de las relaciones Iglesia -Estado en Cuba. Esta era la causa de las acusaciones contra el Obispo de La Habana. Los Voluntarios estaban involucrados en el asunto porque, al quedar disminuidas las fuentes de su sustento, veían afectados sus intereses, por tanto, Jacinto María Martínez y Sáez era una figura que les molestaba.

    Estando aún en el puerto de La Habana, Martínez Sáez, ante la figura del Provisor General, de numerosos clérigos y de algunas autoridades, hizo traer un arca que había puesto – en secreto – bajo la custodia de la Madre Superiora de las monjas teresianas, en la que se encontraban todos los cheques, estados de cuentas y dinero por el que se le acusaba falsamente de robo, no faltaba un centavo por cuantificar, de esta manera demostraba su inocencia y el Patronato se enteraba que era deudor de tales sumas, sin derecho a réplica, porque él era oficialmente el responsable de esas acciones que había autorizado, Jacinto María regresó a New York en el propio vapor Missouri en el que había venido.

    Luego de fallecer en Roma en 1873, se supo que había dispuesto en su testamento que, llegado el momento, sus restos fueran depositados en la Catedral de La Habana, nunca se pudo cumplir su última voluntad, los Capuchinos tenían la costumbre de marcar sus tumbas – solo – con una cruz pintada con un trozo de carbón, la marca desaparecía en muy poco tiempo y se perdía el rastro, esto impidió que hoy sus restos estuvieran junto a nosotros.

    El Obispo Jacinto María Martínez y Sáez, más que interesante como figura pública del siglo XIX en Cuba, fue un hombre que trabajó por el bienestar y engrandecimiento de su diócesis, pero sobre todas las cosas, supo mantener el decoro como pastor de su rebaño y su integridad como hombre digno que le tocó cumplir con sus obligaciones en un momento histórico convulso, su historia no puede ser olvidada.

     

     

    Autor:

    Lázaro Numa Aguila

    [1] http://www2.fiu.edu/~mirandas/obispos/obispos-portal.htm

    [2] Peri?dico El pensamiento espa?ol, ?La Virgen Mar?a en sus relaciones con Dios, con los ?ngeles y los hombres: su vida y sus glorias?, Madrid, 16 de enero, A?o X, n?mero 2,760, 1869.

    [3] Carlismo: Movimiento pol?tico espa?ol de la primera mitad del siglo XIX, pretend?a establecer en el trono espa?ol a la dinast?a de los Borbones, propugnaba la vuelta del Antiguo R?gimen as? como una pol?tica de Cristiandad.

    [4] Peri?dico La Verdad Cat?lica, Tomo ? XV, La Habana, Imprenta del Tiempo, 1865, 521p.

    [5] Peri?dico La Verdad Cat?lica, Tomo ? V, La Habana, Imprenta del Tiempo, 1860, 143p.

    [6] Peri?dico El pensamiento espa?ol, A?o VI, n?mero 1672, Madrid, Lunes 12 de Junio, 2p.

    [7] Peri?dico La Verdad Cat?lica, Tomo ? XVI, La Habana, Imprenta Militar de Don Manuel Soler y Gelada, 1864 ? 1866, 238p.

    [8] Mart?nez S?ez, Jacinto Mar?a (Obispo de La Habana); Carta Pastoral, Al salir de su di?cesis para la pen?nsula, La Habana, Imprenta Militar de la Viuda e Hijos de Soler, 1868.

    [9] Mart?n Leiseca, Juan; Apuntes para la historia eclesi?stica de Cuba, La Habana, Talleres tipogr?ficos de Carasa y Comp., 1838, 174 ? 175 pp.

    [10] Mart?nez S?ez, Jacinto Mar?a (Obispo de La Habana); Carta Pastoral dirigida desde New York al clero y pueblo de la di?cesis, IX.

    [11] Mart?nez S?ez, Jacinto Mar?a (Obispo de La Habana); Exposici?n al Excmo. Sr. Capit?n General, Habana, febrero 8 de 1869.

    [12] Mart?nez S?ez, Jacinto Mar?a (Obispo de La Habana); Los voluntarios de Cuba y el Obispo de La Habana, Madrid, Imprenta D. A. P?rez Dubrull, 1871, 30p.