Hacia la Isla más hermosa que ojos humanos hayan visto (página 2)
Enviado por Caridad Dailyn L�pez Cruz
Lo cierto es que de una forma o de otra este trasvase poblacional, planificado en parte por la Corona, respondió a la necesidad de poblar ciertas áreas críticas en el continente americano y ponerlas en explotación. Con ello además, se evitaba la posibilidad de una penetración extranjera, fundamentalmente inglesa o francesa en las zonas, que pusiera en peligro a los nuevos territorios conquistados. No escaparía al interés colonial el caso de la Mayor de las Antillas, quien llegará a consolidarse como la posesión preferida de España en América con el decursar de los años.
Convertidas sus principales villas en intensos hatos ganaderos en pleno siglo XVI, la Perla del Caribe entra al siglo XVII como la principal atracción de los campesinos isleños, algo más que la tierra prometida, al ofrecerles a estos las probabilidades de futuro que tanto deseaban. Como bien señala Manuel Hernández, «la alta cotización que venía experimentando el tabaco cubano, cuya exportación hasta las mismas Canarias o hasta otros lugares de América (o Europa) estaba dando sitio a un intenso tráfico comercial, a veces clandestino» ( 1995: 48), unido a los síntomas de crisis económica por la que comenzaban a transitar las Islas después de la caída de los precios de su principal producto de exportación, los vinos malvasía, trajo consigo el fenómeno migratorio como válvula de escape ante la amenaza del hambre.
Una vez instalados en suelo cubano e incluso siendo considerados auténticos profesionales en las labores agrícolas, especialmente en la siembra de la caña de azúcar y el tabaco, al campesino isleño no le resultaba fácil su integración en Cuba donde predominaba un sistema económico que desarrollaba formas de producción capitalista con signos feudales cuya base era la esclavitud.
El inmigrante canario, al ser casi siempre objeto de abuso sistemático tanto a la salida de sus islas, maltratado por el intermediario como en la llegada y estancia en el país, víctima igualmente de explotación por los patrones o por la misma administración española, no tuvo otra opción sino aquella que le condujo a la actuación independiente. Con este fin ocupó, por compra o arriendo, pequeñas propiedades próximas a los ríos denominadas vegas, para cuyo cultivo no precisaba excesivo esfuerzo ni aportación de grandes capitales; o bien se dedicó al comercio de baratijas. Ya fuese en el campo o en la ciudad, los isleños, bajo su calidad de hombres libres, alcanzaron fama de trabajadores honrados y cordiales.
Cabe destacar que durante el transcurso del siglo XVII tuvo lugar la máxima actividad de los vegueros canarios, quienes al contrario del sistema latifundista-esclavista de la producción tabacalera imperante en el sur de los Estados Unidos, desarrollaron un régimen autónomo y de pequeña propiedad que en breve produjo un fuerte choque con los negociantes y grandes propietarios procedentes de otras regiones españolas que cultivaban preferentemente la caña de azúcar.
Desde mediados del siglo XVIII y como consecuencia de la crisis vinícola que afectó la economía isleña, se produce un fuerte incremento de la emigración canaria que tuvo su máximo exponente a partir del Decreto de Libre Comercio. Por esta etapa la Isla sufriría profundas transformaciones al abrir sus puertas al comercio exterior. La conversión del café y el azúcar cubanos en productos de alta demanda en la órbita internacional favoreció la consolidación de una acaudalada clase de hacendados que, al expandir los territorios dedicados a dichos cultivos, obligaron a desplazarse hacia el interior del país a los pequeños arrendatarios de las vegas de tabaco.
Si le adicionamos a esta nueva situación la libre introducción de esclavos africanos a partir de 1789 y la destrucción de la economía azucarera de Haití por las rebeliones de los esclavos en 1791 que llevó a una intensa producción azucarera en Cuba, puede decirse que los canarios llegados en el periodo que va de 1765 a 1792 vieron trocados por completo su acceso al proceso productivo.
Al respecto Manuel Hernández apunta: «La vega dejó de ser paulatinamente una alternativa rentable. El inmigrante desarrolla sus expectativas de trabajo en la plantación como mayoral o técnico, pero sobre todo en el pequeño cultivo de abastecimiento y en la distribución interna, en un mercado en expansión que había aumentado la demanda de productos de primera necesidad. Pero a medida que creció en número, el pequeño cultivador descendió en la escala social» ( 1995: 76).
No obstante, la emancipación de América a los inicios del siglo XIX, si bien disminuyó coyunturalmente el flujo migratorio hacia las posesiones continentales, en contrapartida la canalizó con más intensidad y más fuerte decisión hacia Cuba y otras islas del Caribe que permanecían sujetas a la Corona de España. Es a partir de entonces que ocurre la consolidación en la Isla de un sentimiento canario dentro de la sociedad de la época con particularidades propias hacia un mayor aunamiento y colaboración entre los que componían la colonia canaria.
La emigración fue en sus inicios clandestina hasta el año 1852 en que fue puesta en vigor la Ley de Puertos Francos; además, nuevas medidas de carácter general como el Real Decreto de 18 de julio de 1881 y las Reales Órdenes, como la de 16 de noviembre de 1883, entre otras, son creadas con el objetivo de contener la emigración hacia la América castellana, ya fuera del control administrativo español y potenciarla hacia Cuba y Puerto Rico con un fin evidente: españolizarlas al máximo para desterrar el fantasma independentista que prematuramente había afectado la América Continental. Específicamente, este tráfico migratorio a la Perla Antillana estaba potenciado para apaliar, en parte, los acontecimientos subversivos que se venían manifestando con cada vez más continuos brotes de independentismo, surgido después de la Guerra de los Diez Años.
Desde el punto de vista social cabe destacar que algunos autores, como el reconocido antropólogo José Alberto Galván Tudela, han planteado que el consiguiente temor al negro motivó a España, «el intentar blanquear a Cuba y sobre todo hacerla más asequible a sus intereses dominantes, a base de una fiel inmigración procedente de Canarias y de otras regiones peninsulares. Esta etnia, maltratada y desconsiderada durante tantos años de explotación y esclavitud, había continuado en ascenso demográfico durante todo el siglo y ya había demostrado su fuerza en el precedente haitiano», ( 1997: 25).
Lo cierto es que a partir de 1875 y en previsión de una posible sublevación de los afrocubanos, se produce en la Antilla Mayor un fuerte debate en torno a la posibilidad de sustituirlos por blancos libres. En relación con este tema Galván Tudela comenta: «los demócratas vinculados a la Junta de Agricultura, Industria y Comercio y la Sociedad Económica (Rafael Cowley), estaban contra el subsidio de la inmigración, dejando a la iniciativa privada la inmigración de individuos. Según estos, la abolición de la esclavitud acercaría a los blancos a la producción azucarera. El Partido de la Unión Constitucional apoyaba la inmigración libre, protegida por el estado para satisfacer las necesidades de braceros, mientras que el Partido Liberal defendía la inmigración exclusivamente blanca, de preferencia por familias, ya que favorecía la estabilidad social», ( 1997: 24).
Por su lado, teniendo en cuenta la repercusión que tuvo para las Islas la independencia de la mayoría de las colonias de España en América (en el orden socioeconómico y de cierta manera en el político, con la aparición de algunos grupos identificados con la idea emancipadora), Manuel Hernández ha señalado que «la emigración canaria era considerada por los autonomistas y separatistas cubanos como constatablemente diferenciada de la peninsular, lo que llevó a contraponerla y potenciarla por posibilitar a la larga su generalización la emancipación de la colonia» ( 1995: 98).
Tras la decadencia de otro producto comercial canario de exportación como fue la cochinilla por la aparición de productos químicos colorantes, surgió otra nueva crisis y consiguiente caída del mercado laboral isleño que alcanzó, esta vez, a peones y pequeños cosecheros. Mientras, en Cuba, la decadencia del modelo esclavista trajo consigo una creciente demanda de trabajadores por parte de los hacendados.
Si a estos dos hechos le sumamos todos los proyectos trazados en la Isla con el fin de propiciar un paulatino crecimiento de la población blanca y el exceso demográfico de las Canarias, cuyo sistema económico dependiente del comercio exterior ( y por tanto, sometido a las fases de desarrollo y crisis de la dinámica internacional) era incapaz de absorber la mano de obra desocupada, no es de extrañar que se produjera una expulsión de la mano de obra numerosa e inactiva de Canarias y el arribo, a Cuba, de un ejército laboral de reserva _ como lo denominan varios estudiosos del tema dentro de los que puede citarse a Manuel García Medina_ que contribuyó a abaratar el precio de los salarios.
La Guerra del 95, con escenario bélico en todo el país, provocó la ruina parcial de la economía cubana y consiguientemente la miseria y el sufrimiento de gran parte de la población. La intervención norteamericana crea desde Washington las condiciones apropiadas para que las autoridades militares del ejército de ocupación tomaran las medidas organizativas propicias a sus intereses políticos, sociales y económicos.
El 20 de mayo de 1902, Tomás Estrada Palma, quien fuera representante del Partido Revolucionario Cubano fundado el 10 de abril de 1892 por José Martí, queda electo Presidente de la Isla frente a su opositor el General Bartolomé Masó, héroe de las guerras contra España. Con este acto se dio vida a la República de Cuba y a los monopolios norteamericanos, que pudieron continuar sus inversiones en las principales ramas de la economía cubana, especialmente en el cultivo de la caña de azúcar y su elaboración, así como en la industria derivada del tabaco. Esta penetración capitalista modernizará los ingenios e invertirá en los servicios y transportes públicos.
Todas estas transformaciones depararían la necesidad urgente de braceros y colonos lo que trajo consigo, como bien ha puntualizado Galván Tudela, «una nueva etapa de la emigración, definida por la complementariedad económica entre ambas regiones, posibilitando el desarrollo de un mercado de trabajo atlántico. En él, destaca de forma mayoritaria una inmigración individual con el predominio de varones en edad productiva que trabajaban de forma intensiva durante varios años en las labores agrícolas y que retornaban a su tierra natal, coadyuvando de esta forma a la configuración de los valores políticos, sociales y culturales de la sociedad canaria contemporánea», ( 1997: 112).
Con la Ley de Emigración, aprobada el 11 de julio de 1906, se controla y limita este fenómeno en función de las necesidades de las empresas. Pese a los inconvenientes que esta representó la inmigración continuaría, sobre todo a partir de 1910 y llega a ser más intensa en el periodo que va de 1915 a 1920.
Es en esta etapa cuando se desarrolla la I Guerra Mundial a cuyas consecuencias no escapa la economía isleña como tantas otras. Por otro lado y como factores claves en la toma de decisión para abandonar el suelo patrio, se suman la guerra de España contra Marruecos (1909-1925) y el Servicio Militar obligatorio, este último desarrollado en las Islas bajo condiciones muy adversas. Afectada la producción europea de azúcar de remolacha por los vestigios de la I Guerra Mundial se convierte la Antilla Mayor, bajo la tutela de Estados Unidos, en la principal abastecedora del producto en el mercado internacional en los momentos de mayor demanda y por ende, de constantes precios en ascenso.
Sin embargo, el bienestar económico de la Perla del Caribe se vería perturbado con la caída del precio del producto en el mercado internacional. Comienza así una etapa conocida en la historia de Cuba como el periodo de Las vacas flacas, cuyo derrumbe bancario será determinante en el cambio de signo del movimiento emigratorio dado a partir de entonces.
Con el crack del año 29 se produjo un paro definitivo en la emigración masiva canaria a Cuba y una fuerte regresión e inestabilidad de nuestra economía. El canario, que en unión con el campesino cubano se dedicaba al laboreo de la tierra, con específica dedicación a los cultivos de la caña y del tabaco, vio cancelado su paso a la tierra que les acogió desde antaño con la llegada al poder de los llamados Gobiernos Auténticos.
Datos generales
Caridad Dailyn López Cruz
Título: Licenciada en Letras.
Actividades de carácter científico
Investigaciones
- Estudio sobre correspondencias léxicas y fraseológicas entre el español de Cuba y las Islas Canarias.
- Estudios sociolingüísticos sobre la cultura oral tradicional cubana.
- Gestión y planeamiento de Eventos Internacionales.
Docencia
Un año de experiencia.
- Asignaturas impartidas.
- Apreciación del Arte…………………………CUSS
- Apreciación Literaria ………………………..CUSS
- Arte Cubano …………………………………CUSS
Cursos de Post grado recibidos
- Pedagogía Básica.
- Inglés Básico.
- Inglés Intermedio.
- Últimas tendencias del Arte del siglo XX.
- Organización Profesional de Convenciones.
- Lingüística contemporánea.
Participación en eventos
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